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Diario de un Consentidor (37)

en Intercambios

  • "Dime"

Había reconocido el número de Carlos al coger el móvil y lo sujeté con mi hombro mientras continuaba hurgando en los archivos del año anterior, me hallaba enfrascado en la búsqueda de un historial que no aparecía y omití los saludos de rigor.

  • "Buenos días, ¿te interrumpo?, me ha dicho Carmen que te llamase para quedar luego" – me noté irritado, apenas eran las diez de la mañana y ya habían hablado, ese tipo de cosas me seguían produciendo una atávica emoción de invasión de mi territorio que no me resultaba fácil de controlar.

  • "La voy a recoger a las tres y media y luego pasamos a por ti".

  • "¿Y por qué no quedamos tu y yo antes y vamos juntos a por ella? Seguro que la sorprendemos"

Dejé el archivo y me levanté, su propuesta me hacía dudar, Carmen quería mantener cierta distancia con Carlos, no quería encontrársele un día en el portal del gabinete o en la puerta de casa; cuanto menos supiera de su vida mejor, decía.

  • "Voy a andar justo de tiempo, mejor lo hacemos como te he dicho" – Carlos debió intuir las verdaderas razones y evitó insistir.

  • "Como quieras, os estaré esperando en la cafetería del hotel, me das un toque al móvil y salgo, para no haceros esperar.

  • "Perfecto, entonces nos vemos luego…"

  • "Mario… si tienes un minuto más…"

  • "Por supuesto" – dije intentando adivinar que quería.

  • "Verás… yo nunca he estado en… una situación así, no estoy seguro de cómo actuar delante de… los dos, es complicado"

¡Dios! ¡Yo tampoco sabía cómo actuar cuando estuviésemos los dos frente a ella!

Pero no podía descubrir mi inexperiencia ante un trío, si lo hacía quedaba en entredicho toda nuestra historia; Decidí improvisar mostrando una seguridad que no tenía pero que esperaba fuera creíble ante la evidente falta de experiencia de Carlos.

  • "Déjate llevar, somos tres personas adultas…"

Me di cuenta de que tenía en mi mano la oportunidad de moldear su conducta para que actuásemos conjuntados, tenía cierto temor a que, llevados por la pasión del primer encuentro, me quedase relegado a un segundo plano.

  • "… lo importante en estas situaciones es actuar coordinados ante ella, yo te ayudaré y tú me ayudarás, trabajaremos en equipo para que se sienta cómoda…" – mi cabeza seguía urdiendo un plan que me permitiera disfrutar activamente de aquel encuentro – "… A Carmen le gusta estar con los dos a la vez, me refiero a que cuando somos varios no busca aislarse con uno u otro sino que desea sentirnos a los dos ¿me entiendes?..." – entonces dije algo sin pensar en las consecuencias que podía tener.

  • "…porque cuando le apetece eso no monta un trío "– aquella imprudente frase dejaba abierta la puerta a un posible encuentro a solas entre los dos.

  • "Lo entiendo, lo que no se… en fin Mario, no soy un crío para avergonzarme de cualquier cosa, pero no estoy seguro de encontrarme relajado contigo al lado, los dos desnudos y en posición de… tu me entiendes"

  • "Si te refieres a la posibilidad de que yo te vaya a tocar, estate tranquilo, quizás en el fragor de la tarde nos rocemos involuntariamente, pero no hagamos de ello un problema ¿de acuerdo?" – me sorprendía mi capacidad de improvisación.

  • "No, perdona, no quería insinuar eso…"

  • "Tranquilo, lo entiendo, pero las cosas mejor dejarlas claras; Es muy importante que me veas como… tu socio, y yo a ti; Ambos ayudándonos para que Carmen disfrute al máximo… y nosotros también ¿De acuerdo?"

  • "Por supuesto, de acuerdo"

  • "Bien pues entonces, nos vemos sobre las cuatro"

  • "Gracias Mario, de verdad, estoy en deuda contigo"

Colgué y me quedé pensando en lo que habíamos hablado, la responsabilidad por lo que estaba organizando a veces superaba la excitación que me provocaba, entonces aparecía el miedo a perder a una Carmen que quizás no volvería a ser nunca más la de antes.

La luz intermitente del Messenger me sacó de mis pensamientos.

"¿Estás ahí?" – el mensaje era de cinco minutos antes; como de costumbre cuando no la contesto no había insistido suponiendo que estaría ocupado.

"Hola ¿sigues ahí?" - respondí.

"Si" – contestó inmediatamente

"Acabo de hablar con Carlos"

"le dije que te llamara"

"ya está hecho; a las cuatro en su hotel" – tardó un poco en contestar

"¿habéis hablado algo más?"

"¡cotilla!"

"venga, suéltalo"

"está un poco nervioso, no sabe cómo actuar en un trío"

"¡Ni yo!"

"¡y yo qué? He tenido que inventarme cosas"

"¿Qué cosas?" – su curiosidad era signo de su incipiente excitación

"Pues que tenemos que formar un equipo, él y yo, para hacerte disfrutar de los dos"

"¿Eso le has dicho?"

"Estaba preocupado por compartir la cama conmigo, desnudos, tan cerca"

"No le vas a violar, ¿no?" – bromeaba, pero la pantalla no me transmitía su estado de ánimo, hubiera necesitado ver su expresión para entender si las bromas eran, como yo imaginaba, una estrategia para ocultar su turbación.

"No creo :-)"

"Mira qué ocasión mas estupenda para probar tu teoría sobre la bisexualidad"

"Hoy es todo tuyo cariño, quizás más adelante" – bromeé.

"Estoy nerviosa"

"Yo también, pero además estoy muy ilusionado"

"¿Ilusionado?"

"¿Me vas a decir que tu no lo estás? Por primera vez vas a follar con otro hombre" – se hizo un silencio, esperé unos instantes más, imaginé que estaba dándole vueltas a mis palabras. Por fin insistí.

"¿Sigues ahí?"

"Si"

"¿Estás ilusionada, si o no?"

"Si, pero también estoy preocupada"

"Tranquilízate cielo, estaré contigo"

"¿Y si no puedo, y si de pronto me doy cuenta de que no puedo hacerlo?" – imaginé la situación, el momento tan violento para todos en el que ella no pudiese continuar.

"Déjame guiarte cielo, verás como todo te resulta sencillo, ¿no lo fue la otra tarde con él?, tampoco ibas con la idea de llegar tan lejos y… ya ves"

"Es verdad"

"Te voy a ayudar cariño, ya he preparado a Carlos para que no se precipite"

"¿Sabes una cosa?"

"Dime"

"Llevo toda la mañana cambiándome de salvaslip" – Carmen sabe cómo encenderme, su desvergonzada sinceridad me transmitía que se estaba relajando, que la excitación empezaba a superar al pudor.

"mmm… eso está muy bien, va a deslizarse por tu coño sin producirte la más mínima molestia"

"¡Bruto!"

"¿Acaso no es verdad? Seguro que la otra tarde estabas igual de mojada ¿Cómo entraron sus dedos?"

Estábamos subiendo el tono de la conversación, me excitaba por momentos e intuía que a Carmen le sucedía lo mismo.

"Con suavidad, despacio, sin ninguna molestia"

"Y eso fue porque estabas empapada, ¿verdad?

"Ya sabes cómo me pongo, era un charco"

Carmen entraba al juego y era el momento de pedirle más, la excitación desbancó a la prudencia y una idea que había ido cobrando forma salió al teclado sin que la cordura la pudiera valorar antes.

"Hemos quedado en que os esperaré con el coche en la puerta del hotel y que subirás a su habitación a recogerle" – estaba dicho, el corazón comenzó a golpear en mi pecho.

"¿Estás loco? ¡De ninguna manera!"

"Venga ya, le he pedido que no os entretengáis demasiado, así tienes un momento de intimidad con él, a solas"

"Estás loco de remate" – eso no me pareció una negativa rotunda.

"Me iras a decir que no te apetece"

"No voy a hacer eso, no tiene ningún sentido"

Se mantenía inflexible pero yo no estaba dispuesto a tirar la toalla, insistí una y otra vez y en todas las ocasiones me encontré un muro infranqueable; Estaba a punto de desistir cuando recibí una respuesta diferente, algo que dejaba un resquicio abierto.

"¿Y si me preguntan en recepción a dónde voy?" – recuperé la esperanza, comenzaba a aceptar el plan y rápidamente pensé en terminar de montar la historia antes de que volviesen a hablar.

"Nadie te va a preguntar cariño, te vas a los ascensores y subes" – hubo una pausa más larga que las anteriores.

"¿Qué habitación es?" – casi salté en el sillón, tenía que ganar tiempo.

"Dame un minuto, me están llamando por teléfono"

"ok"

Marqué el móvil de Carlos, la señal de ocupado por dos veces consecutivas me impacientó ¿y si habíamos cruzado las llamadas y ahora estaban hablando?, insistí reiteradamente hasta que a la quinta vez lo encontré libre.

  • "Hola"

  • "Carlos, un pequeño cambio de planes que creo que te gustará. Por lo que hemos hablado antes he supuesto que te apetecería estar a solas un rato con ella, le he dicho que la estarás esperando en tu habitación y que yo me quedo en el coche mientras sube a por ti"

  • "Joder Mario, estás en todo, ¡gracias tío!" – sonreí ante su expresión, más propia de un adolescente.

  • "Pero no me tengas abajo demasiado tiempo, solo es un regalo, un anticipo, si no te dosificas puedes echarlo todo a perder ¿me entiendes?"

  • "Está clarísimo, no te preocupes"

  • "Me preocupo Carlos, no te va a ser fácil estando en tu habitación los dos, pero Carmen no sube a eso, te lo garantizo y si das un paso en falso romperás la imagen que tiene de ti" – una vez dicho, me había arrepentido de mi absurda idea e intentaba enmendarlo, parecía como si pasado el primer impacto que aquella ocurrencia me produjo viera con claridad los riesgos que implicaba, pero ya era tarde.

  • "Mario, estate tranquilo, se cómo actuar" – su voz sonaba firme, seria, quizás incluso algo molesto por mi insistencia.

  • "Bien, ¿Cuál es tu habitación"

Anoté el número en el calendario de mesa y nos despedimos, luego volví al Messenger

"¿Hola?"

"Estoy"

"No me dejaban en paz, dos llamadas seguidas"

"Oye, he estado pensando en lo de antes" – temí que la pausa le hubiera hecho replanteárselo.

"310" – contesté ignorando su frase, de nuevo tardó en contestar.

"No creo que sea una buena idea"

"Es una idea perfecta, Carlos no es un violador y a ti te causa un morbo brutal subir a su habitación, niégamelo"

"¿Y tú, abajo?"

"Si amor, poniéndome como un burro mientras te imagino a solas con él"

"¿Estás seguro?"

"¿De ti? ¿De él?" – de nuevo Carmen hizo una pausa que me hizo temer lo peor

"No quiero que pase nada arriba" – contestó al fin.

"No va a pasar, estoy seguro"

"Sabes a lo que me refiero, no se va a contentar con un beso"

Ni ella tampoco, pensé, pero no se lo podía decir.

"Eso ya lo sé, y mucho menos después de lo que hicisteis el otro día"

"Por eso mismo, no sé si se conformará con eso o intentará algo mas"

Me di cuenta de que Carmen desconfiaba más de ella misma que de Carlos, era consciente de la fragilidad de su resistencia.

"¿Eso quiere decir que estás dispuesta a volver a darle lo que le diste el otro día?"

"No seas bobo, sabes lo que quiero decir" – su reacción me indicaba que estaba preocupada e intenté tranquilizarla.

"Sabe que no puede ponerse pesado, que si lo hace se juega mucho, llegará solo hasta donde tú le dejes"

"Eso ya lo sé"

No quise entrar a contestar esa frase, hubiera supuesto hacerle afrontar sus debilidades y no estaba seguro de ganar en frío esa batalla.

"No pasará nada cariño, me fío de vosotros dos" – lejos estaba de sentir realmente lo que decía, pero necesitaba transmitirle confianza.

‘Vosotros dos’, esa expresión establecía un patrón de relación totalmente nuevo: ellos frente a mí, fue la primera vez que yo mismo me relegué al papel de observador, de voyeur, y la situé a ella formando parte de otra pareja.

"Muy seguro estás" – contestó; su frase declaraba su propia inseguridad, decidí tratar de excitarla para vencer su vencer sus temores.

"Te besará, si le dejas volverá a acariciarte las tetas, incluso puede que intente subirte la falda, pero tú no quieres tenerme abajo esperando mientras follas, eso lo sé"

"¿Eso es lo que quieres que ocurra?" – mi plan funcionaba, Carmen había reaccionado a mis frases.

"Si"

"¿quieres que me toque las tetas?" – estaba excitada, buscaba provocarme y también necesitaba confirmar mis deseos.

"Y que te las bese"

"¿si? ¿Y que me vuelva a tocar el coño?" – salté en mi asiento y me acerqué a la pantalla para volver a leer su contestación; Yo no había llegado a tanto, eran sus expectativas las que salían a flote

"si cielo, y que te meta los dedos otra vez, hasta dentro" – la tenía ganada, sus preguntas formuladas como una protesta ante mis ideas reflejaban sus propios deseos ocultos.

"¿Y tú te crees que le voy a poder parar?"

Imaginé la escena y tuve que reconocer lo difícil que sería para mi detenerme estando así con… Elena

"Todo depende de que seas capaz de pararte a ti misma, si lo consigues no tendrás dificultad en detenerle" – no quería haber llegado a ese planteamiento pero no pude reprimirme.

"Estás loco de atar"

"Por ti cielo, por ti"

Esperé unos segundos su contestación, pero no respondía, imaginé que estaba dándole vueltas a sus dudas, Carmen no estaba decidida del todo y podía en cualquier momento echarse atrás; el tiempo pasaba y yo sabía que jugaba en mi contra, cuanto más tardase en plantear sus objeciones más resistentes serían y mas difícil me resultaría reforzar su endeble decisión.

"¿Sigues ahí?"

"Si"

"¿Qué te pasa cielo?"

"Mario"

Escribió mi nombre como si estuviese hablando en persona conmigo, recordé en qué ocasiones suele iniciar una frase llamándome por mi nombre, en momentos en los que quiere expresar una especial seriedad; aquello me hizo temer lo peor; presagié un cambio de rumbo, quizás hubiera tomado ya una decisión que diera por terminada nuestra aventura.

"¿Qué?"

"No estoy segura de que debamos seguir adelante, ¿y si luego nos arrepentimos? sería algo que nos pesaría como una losa" – otra vez el riesgo la atenazaba, estaba dejándose llevar por el pánico pero su negativa estaba lejos de ser tan rotunda como me esperaba; Decidí arriesgar.

"te llamo"

Marqué su número, no tardó en descolgar.

  • "Dime"

  • "Contéstame una cosa, ¿te arrepientes de haber tenido la cita con Carlos?" – Carmen tardó algo en contestar.

  • "No"

  • "¿Acaso te arrepientes de que te besara y de haber dejado que te tocara las tetas?" – de nuevo una pausa.

  • "No"

Conozco bien los matices de su voz y, algo casi imperceptible menos para mí, me indicaba que mi interrogatorio estaba haciendo el efecto que yo buscaba

  • "¿Te arrepientes de haberle dejado llegar a tu coño, de dejarle que te lo acariciara?"

Carmen se imaginó en la habitación del hotel, abrazada a Carlos y con sus dedos invadiendo su sexo, de repente un vago sentimiento de familiaridad, casi un deja-vu la sorprendió, ¿por qué esa extraña sensación de haberlo ya vivido?

Inmediatamente se vio frente a Roberto, con sus dedos empujando sin delicadeza, abriéndose paso entre sus labios. Una fuerte tensión y una desagradable sensación de peligro la invadieron, todas las sensaciones físicas y las emociones que creía vencidas con la terapia la arrollaron, fue como si no hubiese pasado el tiempo, como si acabase de suceder, como si estuviera a punto de volver a entrar en el despacho, ahora vacío, y se fuera a someter de nuevo al abuso.

Una potente contracción de su coño seguida de varias más débiles la cogieron desprevenida.

  • "¿No me contestas?"

Carmen regresó al presente, aun aturdida por su reacción ante el recuerdo imprevisto de Roberto, tuvo que hacer un esfuerzo para recordar mi pregunta, ¿se arrepentía de haber estado con Carlos? De nuevo las imágenes de Roberto y Carlos hundiendo sus dedos en su vagina se mezclaron hasta confundirse, la tensión y el malestar iba desapareciendo, solo quedaba el morbo y la excitación, pequeñas contracciones de su coño respondían a las imágenes que aparecían como fogonazos, Carlos reclinado sobre ella mientras sus dedos exploraban con delicadeza su húmedo coño, Roberto frente a ella, dominándola con sus insultos, paralizándola con su agresiva franqueza - "eres una zorra, ¿hasta dónde estás dispuesta a venderte por un ascenso?" – mientras sus dedos penetraban bruscamente en su coño. Sintió un ahogo en su pecho, pero esta vez no iba acompañado de miedo ni de malestar.

  • "Sabes que no me arrepiento de eso" – dijo al fin

  • "Lo sé, es algo que teníais pendiente desde Sevilla ¿no es cierto?" - escuché su sonrisa a través del auricular.

  • "Si, algo así" – dijo, de pronto parecía mucho más relajada.

  • "¿Te arrepientes de haber tenido su polla en tus manos" – la respuesta fue instantánea

  • "No" – Carmen intentó refugiarse en aquel recuerdo para conjurar a Roberto.

  • "¿Te gustó, eh?"

  • "Si, mucho, ya lo sabes"

Ahí estaba, su voz era pura sensualidad, habían bastado unas pocas preguntas directas para que Carmen recuperara la excitación y abandonara sus dudas.

  • "Si pudieras retroceder cuarenta y ocho horas y te situases a medio día, en casa, preparándote para acudir a la cita… ¿recuerdas cómo te encontré?, en el baño arreglándote; dime, si volvieras a estar en ese instante, sabiendo lo que sabes que ocurrió… ¿renunciarías?"

El silencio, un pesado silencio tras el que se libraba una última batalla entre los deseos de Carmen y las razones que reprimían y ocultaban esos deseos.

  • "No creo que pudiera hacerlo"

  • "¿No lo crees o estás segura?" – de nuevo su sonrisa sonó a través del teléfono.

  • "Estoy segura"

  • "no renunciarías a estar con él como estuviste ¿verdad?"

  • "no" – una profunda emoción me hacía temblar.

  • "Cariño, está claro, sube a esa habitación, disfruta por ti y por mí, prepárale para el regalo que se va a encontrar esta noche, jamás ha estado con una mujer como tú"

Carmen aun se debatía con sus dudas y temores, estaba abrumada por la fuerza de sus deseos que no colaboraban para recuperar la cordura, esa cordura que le ordenaba detener aquello, cada vez se veía con menos argumentos para contrarrestar mis palabras.

  • "No sé qué hacer"

  • "Cuando os vea bajar notaré en tu mirada lo que ha ocurrido, solo por tu expresión sabré si la cosa se ha quedado en unos besos o ha habido algo mas"

  • "Si subo, no se quedará en unos besos, lo sabes tan bien como yo"

  • "Lo sé, tendrías que verme como estoy solo de pensarlo"

  • "¡pervertido!"

  • "¡puta!" – un silencio, luego…

  • "¡cornudo!" – mi polla cabeceó dentro de mi pantalón y noté una descarga de liquido preseminal empapando mi slip.

  • "Repítelo"

  • "Cornudo, cabrón, estás ofreciéndole tu esposa a otro hombre" – su voz era pura lujuria, un susurro ahogado para evitar ser escuchada mas allá de las paredes de su despacho, aquellas frases soeces sonaba a poesía en mis oídos.

  • "Si, y tú te mueres de ganas por volver a tener esa polla en tus manos, estas tan mojada ahora mismo como yo"

Mantuvimos las conversaciones de modo intermitente hasta las doce y media, cada vez con más intensidad, era evidente que Carmen estaba muy excitada porque si yo dejaba de mandarle mensajes por más de diez o quince minutos era ella la que me atacaba con alguna provocación o me llamaba por teléfono. A las doce y media grabé la sesión de Messenger como siempre para poder leerla más tarde y me intenté concentrar en la preparación de la reunión que mantuve hasta las dos.

…..

A medida que transcurría la mañana Carmen se encontraba más inquieta, la conversación que habíamos tenido alivió en parte esa inquietud descargándola en forma de excitación que aun sentía, pero la inminencia del encuentro la mantenía en un estado de nerviosismo que le impedía concentrarse.

El inesperado recuerdo de Roberto la había desconcertado, desde que comenzó la terapia conmigo no había vuelto a pensar conscientemente en él y hoy, por primera vez, había logrado superar el malestar que le producía recordar aquellas escenas; La primera reacción visceral de tensión y desagrado se había disuelto en un profundo placer que hizo contraerse a su sexo, Carmen negó con vehemencia que fuera debido a Roberto y lo achacó a Carlos, era la única persona que la había acariciado íntimamente después de Roberto y pensó que eso era lo que había desactivado el recuerdo de su ex jefe. Se sintió aliviada al ver que, por primera vez, podía recordar aquellas desagradables escenas sin sentirse mal.

Estaba a punto de dar un paso decisivo, y su reacción le recordó los momentos previos a su experiencia en parapente un par de años atrás; la hiperactivación física y hormonal, esa sensación de estar paralizada que le impedía dejarse arrastrar por la insistente tentación de huir, como si todos sus músculos se hubiesen rebelado contra ella y se negasen a ejecutar la orden de abandonar, hasta el último segundo estuvo a punto de abandonar, solo cuando se lanzó al vacío colgada de su parapente y sin poder retroceder fue cuando se relajó y disfrutó del vuelo. ¿Sería así también aquella tarde?

Iba a acostarse con otro hombre, delante de mí, iba a dejar de ser la esposa fiel para pasar a convertirse en… ¿la mujer que habíamos creado en nuestra fantasía camino de Sevilla?

No se veía acostándose con cualquiera, lo de Carlos era excepcional, estaba convencida de que si no hubiesen mediado todas aquellas conversaciones del último mes ahora no estaría a punto de follar con él.

Follar con él, pronunciar mentalmente estas palabras le provocaba una excitación tal que mantenía su sexo permanentemente húmedo.

¿Y después, qué pasaría después?

Tenía miedo del día siguiente, de la semana siguiente, ¿reaccionaría yo de la misma manera cuando hubiera pasado la excitación del momento o recapacitaría y mi arrepentimiento minaría nuestra relación? ¿Qué ocurriría la próxima vez que discutiéramos? ¿Terminaría por echarle en cara su aventura con Carlos?

Si tenía que pasar eso, pensó, las condiciones ya estaban dadas, todo lo sucedido en la cita con Carlos era suficiente para que, si yo tenía dudas, hubieran salido a la luz ya.

Sin embargo, mi conducta seguía siendo la misma, aun se extrañaba de la pasión que se desataba en mi al imaginarla follando con otro hombre, no acababa de entender qué era lo que me tanto excitaba en una situación que a la mayoría de los hombres le provocaría celos; La última sorpresa se la había dado al provocar que subiera sola a la habitación del hotel; le preocupaba que la detuvieran en recepción y le preguntaran por su habitación, quedaría ante todos como una fulana que sube a ver a un cliente, sintió el rubor en su rostro al imaginarse la escena, la violencia de la situación, la llamada desde recepción para confirmar la visita, las miradas juzgándola… y junto a la preocupación nació en ella un nuevo destello de morboso placer.

Si subía… Carlos la volvería a besar apasionadamente, quizás intentase desnudarla lo suficiente como para besar sus pechos, no estaba segura de ser capaz de controlar esa situación, apenas lo había conseguido a la salida del pub cuando por un momento estuvo dispuesta a acompañarle a su hotel… se imaginó medio desnuda, a solas con él, en sus brazos, asediada, rendida por el placer…y yo, abajo, sabría lo que estaba sucediendo.

¿Cómo me miraría al salir?

….

A las tres menos diez salí del gabinete, no podía aguantar más, sabía que me tocaría esperar a Carmen en la puerta pero no soportaba la tensión entre las cuatro paredes de mi despacho.

Como había supuesto, me llevó menos de quince minutos llegar al portal de la clínica, encontré un hueco en la misma puerta y esperé cruzando los dedos para que no apareciera algún policía que me hiciera abandonar aquel espacio prohibido para el aparcamiento. Tomé el móvil y le envié un mensaje, "estoy abajo", de esa manera si podía salir antes no se demoraría.

Cinco minutos más tarde la vi salir del portal, comprendí que estaba tan ansiosa e impaciente como yo; se montó en el auto y nos besamos. Parecía inquieta.

  • "¿Preparada?" – se mordió el labio inferior denotando indecisión.

  • "¡yo qué sé!" – sonreí al escuchar su respuesta, las dudas la atacaban por todos los frentes, aun así no la veía dispuesta a renunciar.

Arranqué el auto y salimos hacia la Gran Vía; si el tráfico nos ayudaba como hasta ese momento llegaríamos con media hora de adelanto. Estaba hermosa, un brillo especial irradiaba de sus ojos, el nerviosismo que la invadía la hacía parecer más vulnerable y sus movimientos, más tensos de lo normal, delataban la presión a la que estaba sometida.

A las tres y media me detuve en la puerta del hotel, Carmen me miró nerviosa, parecía algo agobiada.

  • "¿Es muy pronto, no?" – su voz temblaba.

  • "Mejor, así nos vamos antes"

Se quedó callada mirando el salpicadero, luego volvió sus ojos hacia mí; el portero del hotel se acercó al auto y le hice una seña de que esperara. Carmen no se decidía, los nervios la tenían paralizada, yo la miraba en silencio, sonriéndole con ternura, no quería forzarla, si continuaba un minuto más con esa indecisión le propondría llamar a Carlos para que bajase.

Cuando consideré que el tiempo de espera había sido superado, le dije.

  • "Tranquila cielo, no pasa nada, voy a llamar y le digo que baje ¿te parece mejor?"

Su mirada reflejó la intensa lucha interior que mantenía.

  • "¿Y cómo voy a quedar yo, cómo una mojigata?" – iba a rebajar su crítica cuando la vi tomar el bolso con determinación y agarrar el manillar de su puerta, se volvió hacia mí y me besó en la boca.

  • "Bajo enseguida, ¿te quedas bien? ¿seguro?" – aspiré profundamente y sonreí abiertamente.

  • "Fenomenal, me tienes a mil por hora" – sonrió y bajó los ojos.

  • "No sé si… en fin, allá voy"

Carmen abrió la puerta y salió del auto sin detenerse a coger el abrigo, supuse que una vez tomada la decisión evitaba cualquier demora que la hiciera vacilar; ·Yo me quedé como si se me desgarrase el pecho, la vi caminar hacia la entrada del hotel y estuve a punto de tocar el claxon para llamarla, para parar aquella locura; El balanceo de sus caderas al alejarse hacia el hotel me excitó, es una mujer tremendamente seductora, cualquier hombre desearía poseerla y era solo mía ¿por qué estaba empujándola a hacer aquello? De nuevo las emociones contrapuestas me zarandeaban sin misericordia, me sentía extremadamente excitado con cada paso que Carmen daba hacia el hotel hasta que se perdió en su interior; En ese momento un pánico incontrolable derribó todos mis argumentos y me declaré en guerra conmigo mismo: "¡imbécil!, ¡pero qué gilipollez estás haciendo!" Me debatía entre la excitación que endurecía mi polla y la amarga impotencia de saber que en pocos segundos Carmen estaría con Carlos, a salvo de miradas indiscretas, besando al que esa tarde iba a convertirse en su primer amante, quizás sucumbiendo a las urgencias de ambos y consumando lo que yo deseaba presenciar.

Los segundos se me hacían eternos, me lamenté de no haber tomado la hora exacta en la que salió del auto, ahora ya no sabía si eran dos, tres, o cinco los minutos que la separaban de mí.

…..

Carmen avanzó tensa hacia el hotel intentando controlar los nervios, el frio traspasó la tela de su camisa y sintió como la piel reaccionaba y se erizaba el vello de su nuca; Ralentizó el apresurado paso que había cogido al salir del coche, no quería que su inquietud le jugase una mala pasada con sus tacones de diez centímetros, lo último que necesitaba era un traspiés en el hall del hotel que la impidiera pasar desapercibida mientras se dirigía a los ascensores.

"Trescientos diez, trescientos diez", se repetía mentalmente como si ese número se le fuera a escapar de su memoria.

Atravesó el hall sin mirar a la recepción intentando aparentar una naturalidad que no sentía y se detuvo frente a un ascensor, rogando que nadie le preguntara a dónde iba. Por fin se abrieron las puertas y tras esperar que salieran varias personas con maletas, entró en el ascensor y pulsó el tres; a su lado, un hombre de unos cuarenta y tantos no dejaba de mirarla, Carmen lamentó haber dejado el abrigo en el coche, el brusco cambio de temperatura al salir del coche endurecía sus pezones que vio reflejados en el espejo del ascensor abultando la tela de la camisa. Odiaba esas miradas insolentes que se mantienen a pesar de la evidente molestia que ocasionan, nunca se había sentido importunada por las miradas directas y breves de cualquiera que la veía en la playa en top less, lo consideraba natural y nunca se sintió ofendida, sin embargo esas miradas empalagosas envueltas en una sonrisa tibia le resultaban ofensivas.

El ascensor se detuvo en la tercera planta y salió con un lacónico "adiós" por toda respuesta al mirón; frente a ella el pequeño espacio se abría en dos alas, una a la izquierda dirigía hacia las habitaciones 300 a 310, la otra… qué más daba.

Caminó despacio por el pasillo enmoquetado leyendo la numeración de las habitaciones y dedujo que la tercera a su derecha debía ser la habitación de Carlos. Se sobresaltó al abrirse a su lado una de las puertas y fue tan evidente su sorpresa que la pareja que salía se disculpó.

Se quedó parada frente a la puerta numerada como 310. No se escuchaba nada al otro lado; miró el reloj y vio que se había adelantado media hora.

Aun podía dar la vuelta, regresar al coche y llamarle para que bajase pero, ¿Qué desilusión vería en mis ojos? ¿Qué imagen se haría Carlos de ella?"

Golpeó dos veces con los nudillos en la puerta y fue como si hubiera golpeado su corazón que comenzó a cabalgar desbocado. Ya no podía huir, ya no podía escapar.

  • "¿Sí?" – oyó a Carlos preguntar desde el interior.

  • "Soy yo" – dijo, hubo una pausa que le resultó difícil de soportar, luego, la puerta se abrió ligeramente, al otro lado, Carlos con el pelo mojado y el pecho desnudo se ocultaba tras la puerta.

  • "No te esperaba tan pronto" – dijo titubeando, Carmen le miró y desvió sus ojos.

  • "No importa, te espero abajo, con…" – Carlos tomó su mano antes de que el paso hacia atrás que había iniciado se consumase.

  • "No por favor, me vestiré en un minuto" – Carmen resistió la presión de la mano de Carlos que tiraba suavemente de ella para hacerla entrar – "Por favor" – era casi una súplica, por fin cedió y avanzó hacia el interior de la habitación, Carlos cerró la puerta y la miró con las cejas elevadas y los brazos extendidos mostrándole su aspecto, una toalla rodeaba su cintura, su cuerpo aun estaba húmedo de la ducha y su pelo revuelto caía ensortijado por su frente, Carmen rió relajada.

  • "Estás impresentable" – intentaba aparentar normalidad, pero la cercanía de aquel cuerpo semidesnudo la tenía en tensión.

  • "No te esperaba tan pronto…" – se volvió buscando un reloj – "¿Qué hora es?"

  • "Las cuatro menos veinticinco"

Se quedaron en mitad de la habitación sin saber qué decir, Carmen detectó cierta inseguridad en Carlos, parecía tímido, algo asustado por la situación.

  • "¿Te vas a quedar ahí toda la tarde?"

Carlos pareció reaccionar al escuchar sus palabras y se dirigió al baño.

  • "No, tienes razón, voy a … enseguida estoy listo"

Entornó la puerta hasta casi dejarla cerrada, Carmen dejó el bolso en un sillón, se sintió algo agobiada por el fuerte calor del aire acondicionado; Caminó por la habitación observando con agrado el orden que reinaba en las cosas de Carlos, ella no soporta el desorden.

  • "¿Quieres tomar algo?" – oyó gritar desde el interior del baño – "ahí tienes el mini bar"

Carmen se acercó al pequeño armario sobre el que estaba el televisor, justo al lado de la puerta del baño y se agachó para abrirlo.

  • "¿Hay tónicas?" – preguntó elevando la voz

A su lado la puerta del baño se abrió, unos pies desnudos avanzaron hasta situarse a su lado, Carmen de reojo vio sus piernas y sintió un ahogo en su garganta, no quería mirar más arriba, no debía hacerlo, esperaba que no estuviera…

  • "Creo que hay tónicas, si"

Su voz sonó mucho más baja, más cercana al agacharse a su lado y fue cuando pudo comprobar que se había puesto un bóxer azul celeste, la cercanía de su cuerpo desnudo y el aroma fresco del gel de baño actuaron de afrodisíaco y la hicieron sentir insegura.

Carlos extendió el brazo y retiró unas latas de refrescos hasta que localizó una tónica, la puso sobre el frigorífico, luego tomó un vaso y se levantó, ella le imitó y se quedó a su lado sin saber que hacer mientras le preparaba la bebida; Actuaba con total naturalidad, se volvió para lanzar la lata vacía a la papelera y le ofreció el vaso. Carmen lo cogió sin poder evitar que su mirada hiciese un fugaz recorrido por toda su anatomía, en aquel rápido vistazo se fijó en su vientre liso, su escaso vello corporal, posiblemente reducido por depilación y, sobre todo, el bulto que marcaba su bóxer que sugería un principio de erección.

Sus ojos se encontraron y durante un segundo hablaron en silencio, sin necesidad de palabras, Carlos rompió la tensión.

  • "Tomaré lo mismo" – dijo inclinándose para coger otra lata; se mantuvo de perfil mientras la abría y la vertía en un vaso consciente de que estaba siendo observado por ella.

Carmen temblaba, dudaba de que fuera evidente para Carlos, aun así intentaba no estar demasiado quieta para disimular el temblor que recorría su cuerpo; de nuevo las minúsculas contracciones en su coño la turbaban hasta romper su habitual seguridad; Bebió un par de sorbos, no recordaba sentirse así en mucho tiempo, quizás desde que éramos novios, al inicio de nuestra relación; también ahora en la cama fantaseando conmigo o en los preliminares si le sucedía, pero aquello era distinto, estaba en una habitación de un hotel a solas con un hombre semidesnudo que le había declarado su intención de hacerle el amor y con el que probablemente acabaría haciéndolo esa misma tarde ¿Qué les detenía?

  • "En cinco minutos me arreglo, pero ahora déjame disfrutar de este momento contigo" – dijo alargando la mano y estrechando la suya.

Carmen se dejó coger y cuando sintió cómo la arrastraba hacia él no tuvo energía para resistirse, su cuerpo cedió dócilmente al impulso, avanzó dos pasos y quedó cerca, muy cerca de su cuerpo.

Se miraron a los ojos, él sonreía con dulzura y ella sintió cómo su rostro se contagiaba de su sonrisa.

Carlos dejó su vaso sobre la mesa y cogió el de ella para dejarlo también, luego llevó la mano por detrás de su cintura y la atrajo sin apenas imprimir fuerza a su gesto; no hacía falta, el cuerpo de Carmen se pegó al suyo, como si fuera un imán, su mano derecha cayó sobre el pecho masculino, la izquierda quedó indecisa en el aire un momento y acabó reposando en su cintura, Carlos comenzó a acariciar su hombro, sus ojos parecían no poder separarse.

No la besó enseguida, en cambio sus labios aspiraron el lóbulo de la oreja y sus dientes se cerraron apresándolo, jugó con cada pliegue de su oído una y otra vez, luego inició el camino al tormento; pequeños y débiles besos comenzaron a derramarse detrás de su oreja, a veces se detenía para capturar con sus labios el fino cabello de su nuca y lo desplazaba para dejarle el camino libre, luego volvía a disparar ráfagas de breves besos que descendían por el tenso músculo de su cuello; Carmen echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, sentía el bulto clavado en su muslo y cuando Carlos cambió de posición para situarse totalmente frente a ella pensó si habría adivinado sus deseos, ahora el duro miembro se clavaba en su pubis y ella, sin darse aun cuenta, se movía levemente, suavemente, acariciando con su movimiento aquel tallo que despertaba al contacto con su cuerpo.

Sintió la puntiaguda forma del pezón masculino en sus dedos y comprendió que estaba acariciando su pecho, ¿cuándo había comenzado? ¿Quién, ajeno a su voluntad, había dado orden a sus dedos para que rodearan la areola haciendo círculos hasta terminar posándose en la pequeña punta?

Los labios que besaban su garganta intentaban arrastrar el cuello de la camisa pero era demasiada tarea; Carmen tenía los ojos cerrados, se dejaba hacer y dejaba hacer a sus manos, una de ellas ocupada en el pecho de Carlos, la otra avanzaba hacia la espalda buscando palpar, hambrienta de piel, el bulto pegado a su pubis le pedía más, el muslo desnudo de Carlos buscaba una brecha entre los suyos que flaqueaban ante tanto placer. Su mano, vagabunda por la espalda, bajó hasta encontrarse con el límite del bóxer y lo traspasó, ahora sentía la dureza de su nalga a través de la fina tela, "hermoso culo" había pensado cuando le vio casi de espaldas lanzar la lata a la papelera, ahora era suyo, lo tenía en su mano y sintió reaccionar a su coño al palpar el duro glúteo.

La mano que sujetaba sus riñones tiró del borde de la camisa para sacarlo de la falda, luego sintió los dedos directamente sobre su piel, en la columna, buscando un resquicio en la cinturilla de su falda; Carmen abrió los ojos como despertándose de un sueño; Yo estaba abajo, esperándola, no me podía hacer esto.

Carlos interpretó la tensión en el cuerpo de Carmen y supo que debía detenerse.

  • "Anda vístete, Mario está abajo, esperándonos" – dijo Carmen con tal ternura en su voz que sonó como una caricia.

Carlos sonrió asintiendo con resignación y depositó un corto beso en sus labios que pretendía poner punto final a su asedio, pero el roce de sus bocas destrozó sus buenas intenciones y la mano que sujetaba su cintura ascendió por su costado hasta que el pulgar alcanzó su pecho, se movió ágilmente buscando su pezón y lo acarició por encima de la tela, Carmen entornó los ojos derrotada por las sensaciones que aquella caricia despertaba en ella, el olor del cuerpo masculino, la tibieza de su piel desnuda en sus manos doblegaron sus protestas, su mano abandonó su tetilla y ascendió hasta rodearle el cuello, sus dedos acariciaron el cabello aun húmedo, sus labios presionaron con más fuerza la boca de Carlos y de nuevo sintió como si no fuera ella quien claudicaba ante tanto placer, la caricia en su pecho la volvía vulnerable; abrió los ojos y se encontró con la mirada de Carlos.

  • "Lo entenderá, al fin y al cabo ha sido él quien te ha traído hasta aquí"

Carmen sonrió para su interior; Si él supiera hasta qué punto acertaba… Estaba allí, con él, porque yo había insistido una y otra vez hasta derribar su prudencia, estaba a punto de acostarse con él porque mi presión había sido tan constante que había terminado por romper todas sus reticencias. ¿Qué la detenía entonces? El aliento fresco de Carlos en su rostro pareció drogarla, dejó que sus labios volvieran a recibir el beso del que había intentado huir unos segundos antes. ¿Acaso no podía disfrutar de ese instante de placer sin sentirse infiel?

No, no podía, no conseguía despojarse de aquella molesta sensación de culpabilidad, tenía todo mi apoyo y sin embargo no conseguía ignorar ese juicio que la condenaba como adúltera.

Salió de sus pensamientos cuando notó la mano en su costado avanzando hacia su pecho por debajo de la camisa, un disparo de placer la inundó y vino a apoyar sus argumentos, no tenía nada que temer, no tenía nada que ocultar, podía abandonarse al placer sin remordimientos.

El contacto de los dedos en su sujetador la llevó al límite de su resistencia, sintió como su pecho se hundía levemente por la presión de aquella mano que parecía no tener nunca bastante, el beso que mantenía unidas sus bocas se volvió urgente, violento, ansioso mientras sentía como la copa se elevaba hacia arriba y dejaba su pecho desnudo, el roce de los dedos en su pezón arrancaron un gemido de placer de su boca, Carmen se sintió trasportada hacia atrás hasta que notó la pared en su espalda, sus manos no dejaban de acariciarle y sus muslos se abrieron por fin ante la insistencia de la pierna que luchaba tenazmente por cobijarse entre las suyas.

Sintió su pecho huérfano, abandonado por aquella mano que, con urgencia, comenzó a desabotonar la camisa, una sensación de vértigo la invadió, sintió como su camisa se abría y era arrastrada dejando sus hombros desnudos, la única copa que aun la cubría fue desplazada hacia arriba y ambos pechos quedaron desnudos apenas unos segundos antes de ser cubiertos por las dos manos de Carlos; Carmen sujetaba el rostro de Carlos con sus manos besándole con furia; Las cosas estaban sucediendo demasiado deprisa, lo sabía pero era tan hermoso, era tan excitante…

No, no podía, aquello no debía continuar o no tendría capacidad para detenerlo.

Bastó un gesto, una tensión en sus brazos y Carlos entendió con claridad el mensaje que el cuerpo de Carmen emitía y se separó de ella. Se miraron a los ojos como si les torturase tomar aquella decisión.

  • "Mario nos espera, no podemos…"

  • "Lo sé, lo sé, pero es tan difícil…"

Carlos se debatía ante la visión de los pechos desnudos, sus dedos rozaron de nuevo los erectos pezones que se erguían tentadores ante sus ojos, Carmen le miraba consciente de que a la más mínima insistencia de él acabaría cediendo. Por fin, tras un intenso suspiro, Carlos renunció a continuar, Carmen le besó en las mejillas antes de alcanzar su boca, luego se separó de él

  • "Anda, vístete"

Se colocó el sujetador bajo la atenta mirada de Carlos que volvió a dudar antes de perderse en el baño, Carmen se abrochó mientras escuchaba el secador de pelo al otro lado de la puerta, soltó el botón de la falda y bajó la cremallera para colocarse la camisa y ese gesto la hizo pensar qué poco había faltado para que ahora estuviera vistiéndose tras hacer el amor. ¿Cómo había conseguido controlarse? No lo podía comprender.

…..

Los minutos se me hacían eternos, la inseguridad crecía arrolladora y buscaba con urgencia una idea que me devolviese el aplomo perdido. Cada segundo que pasaba desgastaba un poco mas mi certeza en querer verla follando y despertaba unos celos que jamás esperé sentir. Intentaba dominar una incipiente crisis de angustia que me hacía preguntarme por qué no bajaba aún. ¿Qué estaría sucediendo en aquella habitación? Sentía un cruel ahogo en mi garganta que me impedía respirar bien, mi niña, aquella hermosa mujer que era solo mía estaba en brazos de otro hombre, quizás desnuda; su cuerpo, que nadie había vuelto a tocar desde que nos casamos, estaba siendo descubierto por Carlos una vez más. Y yo temía que el placer fuera tan intenso que Carmen ya no pudiera prescindir de él, que le supiera a poco su vida conmigo, esa vida que hasta ahora le había sido plena y suficiente y que yo mismo me había encargado de hacerle cuestionar. ¡insensato!

Las miradas del portero del hotel al verme ocupar el espacio reservado para la subida y bajada de clientes añadía un motivo más de incomodidad; Unos segundos más tarde vi por el retrovisor como un autocar se estacionaba detrás de mí, mire al portero que me hizo un gesto amable invitándome a dejar libre el sitio; Era lo último que deseaba hacer, alejarme de allí mientras aun estaban dentro; Arranqué con rabia sabiendo que tenía que bajar hasta Cibeles para poder dar la vuelta y luego debería llegar a Callao para conseguir volver y estar de nuevo en la puerta del hotel. Demasiado trayecto y, en plena hora punta, demasiado tiempo.

…..

Carlos salió del baño sonriéndola, ella le vio atractivo, intentó no mirarle mientras se vestía pero no tenía dónde mirar, El le sonreía mientras elegía un jersey de cuello cisne, luego se puso un pantalón y se colocó cuidadosamente el jersey.

Al terminar, cogió una cazadora de piel forrada y antes de salir, la besó de nuevo.

  • "Debo de estar loco al dejar que te escapes" – Carmen sonrió y le devolvió el beso.

  • "Gracias"

Salieron al pasillo, Carlos se puso la cazadora; Demasiado abrigado, pensó ella, hombre del sur poco habituado al frio intenso de Madrid; Se cruzaron en el pasillo con algunas personas y Carmen imaginó que les tomarían por un matrimonio de visita turística en Madrid.

La tomó de la cintura y caminaron hasta el ascensor, bajaron en compañía de un matrimonio mayor, charlando de cosas intrascendentes, Carlos le preguntaba por el tiempo que se tarda en llegar a nuestra casa de la sierra.

  • No tardaremos más de una hora"

  • "Demasiado" – dijo sonriendo con picardía.

Cruzaron el hall del hotel y se sintió descubierta ante todo el mundo, como si llevara escrito en la frente su condición de mujer casada iniciando una aventura con otro hombre.

Al salir a la calle se sorprendió al no ver nuestro coche, en su lugar un enorme autocar descargaba turistas jubilados que se agolpaban en la entrada bloqueando el paso a los viandantes. Echó en falta el abrigo, a medida que comenzaba a atardecer el frio se intensificaba.

  • "Estará dando la vuelta, seguro que le han hecho moverse"

Carlos mantenía la mano en su cintura y eso le hacía sentirse violenta en plena Gran Vía, expuesta a ser vista por cualquiera; sin embargo algo le impedía separarle de él, se encontraba cómoda, se sentía extrañamente libre por poder estar cogida a Carlos esperándome, yo era el único que le podía pedir cuentas por su comportamiento y sin embargo era el principal promotor de su aventura.

Porque aquello ya era una aventura, era el inicio de su ‘primera vez’ con otro hombre, ya no albergaba ninguna duda de que esa misma tarde estaría follando con él, si hasta ahora ese pensamiento había sido fruto de una fantasía o una remota posibilidad, en ese instante era una realidad a la que no cabía plantearle ninguna objeción.

  • "¡Qué frío!" – exclamó acercándose a él cuando comenzó a tiritar, Carlos subió su brazo y rodeó sus hombros atrayéndola y Carmen se dejó abrazar refugiándose en su cuerpo, inmediatamente comprendió que era insuficiente y se despojó de la cazadora poniéndosela por encima de los hombros y volviéndola a recoger bajo su brazo.

Así les vi fugazmente en la puerta del hotel antes de que el autobús los ocultara. La tenía cogida por los hombros y Carmen parecía relajada, vencida en su cuerpo; miré el abrigo en el asiento y supuse que buscaba su calor. No me habían visto al pasar frente a ellos, estaba en medio del atasco habitual de cualquier tarde y aun tenía que volver a dar la vuelta en Callao para situarme delante del hotel, los nervios me hacían perder la paciencia y toqué el claxon intentando que el tráfico se volviera más fluido.

"Está cómoda con él" – pronuncié en voz alta, se la veía relajada, nada violenta por estar en brazos de otro hombre, pensé en el riesgo de que algún conocido la viera en la puerta de un hotel abrazada por un extraño, ¿cómo no lo pensaba ella? ¿Cómo era tan arriesgada?

Me llevó quince minutos regresar al hotel, el autobús ya se había retirado y pude parar en la misma entrada, en cuanto me vieron llegar se acercaron, Carlos traía a Carmen cogida de la cintura y le abrió la puerta del coche, ella le devolvió la cazadora y recogió el abrigo del asiento antes de entrar, Carlos se sentó atrás frotándose la manos para entrar en calor, yo eché mi brazo hacia él y nos dimos un apretón de manos.

  • "¡Qué frio hemos pasado!" – dijo Carmen acercándose a darme un beso, se encogió en el asiento envuelta en su abrigo.

  • "¡Por Dios! No sé cómo aguantáis este clima" – dijo Carlos exagerando.

  • "Con mucho calor animal"

No sé de dónde saqué esa estupidez, en un segundo mis miedos y mi ansiedad se habían disipado, la excitación me decía que estábamos a punto de cumplir nuestra mayor fantasía y me llevaba a precipitarme y proferir frases tan torpes como aquella, Carmen me miró de reojo sorprendida por la vulgaridad que acababa de escuchar en mi boca.

  • "Pues habrá que aplicar ese método esta noche, niña, porque en la Sierra estaremos aun peor" – se había dirigido directamente a Carmen, le insinuaba su deseo de acostarse con ella, de calentarse a su lado con su cuerpo.

Y en mí se disparó esa potente y ambigua sensación que me acompaña desde el inicio de nuestra aventura: Excitación, humillación al sentirme desbancado por el rival, miedo a perderla y morbo al entregarla, la tensión sexual unida a los síntomas del miedo, una sensación que es casi una droga, sin la que ya no puedo vivir.

  • "No te preocupes" – intervine yo – "la casa está caliente, preparada para recibirnos"

  • "Eso está mejor"

Carmen se arrellanó en el asiento, sin duda respondiendo al placer que comenzaba a nacer al hilo de aquellos comentarios, ambos sabíamos que estábamos en el inicio de lo que tantas veces imaginamos, ahora ya no había vuelta atrás y las dudas e indecisiones que hasta entonces habíamos manejado racionalmente cobraban una urgencia, una prioridad tal que nos abrumaba a ambos.

La miré a los ojos y ella mantuvo la mirada, "te miraré a los ojos y sabré si ha habido algo más que besos", le había dicho antes de que subiera al hotel, sus ojos me transmitieron pasión, excitación, sensualidad y una clara intención por hacerme entender que en efecto algo mas que unos besos había sucedido arriba mientras yo conducía como un desesperado; Le sonreí y arranqué camino de la Sierra.

Carlos charlaba animadamente mientras Carmen y yo contestábamos con poco más que monosílabos, manteníamos la mirada más allá de los parabrisas, zarandeados por nuestros deseos y nuestros miedos, ¿seré capaz de ver como Carlos se la folla? ¿Podré desnudarme y dejar que Carlos me toque delante de Mario? ¿Qué voy a hacer mientras él la está penetrando, la beso, la acaricio o miro? ¿Y si Mario me mira mientras Carlos está dentro de mí?

A veces se producían silencios que Carmen o yo detectábamos y que procurábamos romper recuperando el tema de la conversación que había languidecido y lanzándola de nuevo

A las seis menos cuarto tomamos la desviación hacia el pueblo, mis ojos inspeccionaban los alrededores, comprobando que nada había cambiado con respecto al día anterior, apenas había luces en las casas y tan solo algún perro cruzaba la calle.

Detuve el coche frente a la verja de la casa y me bajé para abrirla, llevé el auto hasta la puerta del garaje y dude: si le daba las llaves a Carmen como era habitual y ellos entraban a la casa mientras yo guardaba el coche les daba la oportunidad de estar solos, quizás cuando yo llegara todo hubiera empezado sin mi; Pensé dejar el coche en la calle para entrar juntos pero el morbo me dominaba y al fin le pasé las llaves a ella.

  • "Toma, id entrando mientras meto el coche en el garaje" – Carmen cogió las llaves tras un breve indecisión, la idea de entrar si mi la hizo titubear, por fin abrió la puerta y salió, Carlos la imitó y mientras yo abría el portón del garaje les vi caminar juntos hacia la casa.

Regresé deprisa, habían dejado la puerta sin cerrar y entré; el calor del ambiente me resultó algo sofocante, me despojé del chaquetón y pensé que la temperatura era la ideal para poder estar desnudos en la habitación, mi cabeza me llevaba constantemente a valorar ese tipo de detalles. Les escuché hablar en el salón y fui hacia allá, Carmen terminaba de subir una de las persianas y le enseñaba la vista hacia las montañas, repleta de lucecitas que titilaban en la distancia; me alertó ver la soltura con la que mostraba la casa, más que una visitante clandestina ocasional parecía… la dueña.

  • "Te la voy a tener que vender, parece más tuya que mía" – Carmen entendió el sentido de mi frase y me miró.

  • "Sabes que me encantaría tener una casa así" – eso era cierto, Carmen era mi mayor aliada en mi viejo proyecto de comprarles su parte a mis hermanos y a mis padres y adaptarla a nuestro gusto, como acabamos haciendo pocos años más tarde.

  • "¿Qué queréis tomar? " – dije avanzando hacia el mueble bar, reliquia de la decoración que mis padres encargaron a mediados de los sesenta.

  • "A ver qué tienes" – dijo Carlos acercándose.

Saqué el Jack Daniels para mí y Carlos se apuntó, Carmen pidió su bebida habitual: tónica con gin.

  • "Voy por hielo y por las tónicas" – dije, dejando que Carlos sirviera las bebidas

  • "Te acompaño" – respondió Carmen

Mientras ella cogía la tónica y una coca cola para Carlos, yo preparé el hielo, nos mirábamos con una intensidad para la que no había necesidad de palabras, Carmen me sonrió nerviosa, luego se acercó a mí y me acercó la hielera vacía y mientras la rellenaba le susurré.

  • "¿Qué tal ha ido en el hotel" – sus ojos se entornaron

  • "Casi no consigo… ufff, ha sido… tremendo"

  • "Pero lo paraste, como yo pensaba"

  • "Pensé en ti"

Dejé la cubitera en la mesa y la rodeé con mis brazos

  • "Te quiero" – la besé emocionado por su declaración.

  • "Estoy nerviosa"

  • "Yo también cariño, ya verás, va a ser fantástico" – me miró como poniendo en duda mis palabras, luego me apretó con sus brazos.

  • "Eso espero" – nos volvimos a besar, un ruido en la entrada nos detuvo.

  • "Perdón…" – Carlos estaba en la puerta de la cocina – "…necesitaba un paño, he derramado un poco de ginebra en la mesa.

Nos separamos y Carmen de nuevo tomó la iniciativa buscando un paño limpio, su seguridad al identificar sin titubeos el cajón donde se guardan los paños de cocina me ponía en alerta, quizás para Carlos aquellos detalles pasaran desapercibidos pero para mí eran indicios que nos delataban.

  • "Deja, ya lo limpio yo" – dijo saliendo hacia el salón.

  • "Vaya, ya salió el espíritu del ama de casa" – bromeó Carlos cogiéndola de la cintura y saliendo con ella.

Les seguí con la hielera y las bebidas, Carlos la miraba sonriendo, entonces acercó su cara y la besó en el cuello mientras caminaban, creí ver un mínimo gesto en ella como si quisiera apartarlo, como si el pudor le impidiera dejarse besar teniéndome detrás; Otra vez la atávica sensación de ser dejado de lado por el rival me disparó aquella agridulce sensación de humillación y excitación, de dolor y placer, de pérdida y morbo.

Terminé de preparar las bebidas mientras charlábamos de nada en particular, la tensión se palpaba en el ambiente y decidí que había que hacer algo antes de que fuera Carlos quien tomara las riendas de lo que hubiera de pasar.

  • "¿Un poco de música?" – dije acercándome al equipo; una idea, como un fogonazo, me dio la clave para romper el hielo – "¿No te ha contado Carmen lo buena bailarina que es? – por entonces llevábamos ya varios años de clases de baile de salón, concesión que hice a cambio de que ella se integrara en mi afición por el gimnasio.

  • "Algo me comentaste en Sevilla pero… me encantaría comprobarlo"

Había puesto una cinta de baladas, una selección de nuestra canciones favoritas que había preparado tiempo atrás, "Shine on your crazy diamond" comenzó a sonar en los altavoces, yo me di la vuelta y me dirigí a Carmen, extendí mi brazo hacia ella y avanzó hacia mi mirándome a los ojos, la cogí por la cintura y ella rodeó mi cuello con sus brazos, comenzamos a bailar lentamente.

  • "No es en este tipo de música donde mejor se luce, luego buscaré algún bolero o algún mambo." – dije abrazado a ella viendo como Carlos recorría su figura sin ningún pudor por mi mirada.

A medida que la intensidad de la música de Pink Floyd aumentaba mis manos cobraron vida propia y recorrieron su espalda lentamente, alcanzando los límites de sus nalgas, no quería ir demasiado deprisa, no antes de que estuviera preparada.

Carlos paseaba por el salón intentando aparentar normalidad, fingía interesarse por los libros de las estanterías pero siempre acababa aterrizando en el culo de Carmen que se balanceaba con sensualidad, tenía su cara perdida en mi cuello, yo aspiraba el aroma de su cabello mientras mis manos serpenteaban por su espalda, ¿qué habría sucedido en el hotel? ¿La habría tenido en sus brazos como yo ahora? ¿Habría acariciado su cuerpo?

Esperé a estar de espaldas a Carlos para traspasar la frontera de sus riñones y acariciar su nalga, Carmen se puso tensa y regresé más arriba antes de terminar el giro y volver a dejarla a la vista de su futuro amante, "tranquila cielo, relájate" - le dije en un susurro cerca de su oído, seguíamos girando y cuando volví a quedar de espaldas a él regresé a su culo, ella respiró profundamente pero esta vez no dijo nada, comencé a girar, dispuesto a dejar ante Carlos la invitación expresa a acariciarla; A medida que giraba, la emoción crecía en mi interior y mi mano se movía mas por su culo, le iba a mostrar que Carmen aceptaba de buen grado esas caricias delante de él y, si me lo permitía a mí, ¿por qué a él no?.

Ya estaba hecho, Carlos bebía un trago cuando bajó los ojos y vio mi mano acariciando su nalga, recorriéndola sin pudor, arrastrando la tela de su falda; sus ojos me miraron, yo sonreía sin objeto, solo era el placer del momento lo que lo provocaba pero Carlos entendió aquella sonrisa como una señal dirigida a él y me la devolvió con cierto aire de complicidad.

Giramos varias veces más, Carmen había asumido aquella caricia exhibicionista, su cuerpo se pegaba al mío de una manera que yo reconocía; estaba excitada, esa dejadez en su cuerpo esos movimientos cada vez mas ondulantes delataban su excitación.

Pink Floyd dejó paso a Mick Jagger cantándole a Angie, nos habíamos detenido en el intervalo y Carlos aprovechó para acercarse a nosotros.

  • "¿Me permites?" – dijo dirigiéndose a Carmen, luego me miró rectificando pero ya había dejado claro cuál era el lugar de cada uno, ambos codiciábamos aquella presa y el recién llegado quería conquistar terreno rápidamente.

Yo mismo le entregué la mano que aun mantenía en la mía, fue un gesto no premeditado pero que repentinamente cobró un fuerte sentido para mí, me pareció cargado de solemnidad, simbolizaba el trascendental paso que estábamos a punto de dar, era como si con aquel gesto le entregase a mi esposa, como si renunciase a ella, me había convertido en el padrino de una novia que iba a comenzar una nueva vida con otro hombre.

Carmen giró hacia él justo cuando comenzaba a sonar la canción, Carlos la cogió por la cintura y ella repitió el mismo gesto que había hecho conmigo, rodeó su cuello con sus brazos y se pegó a su cuerpo. No había malicia en ese gesto, ella baila así con todos nuestros amigos, nunca ha buscado insinuarse, simplemente se siente cómoda bailando y no ve maldad en rozarse con quien baila, si es alguien a quien aprecia.

Me alejé a recoger mi vaso y también para ganar perspectiva, Carlos es de mi misma estatura y a pesar de los tacones de Carmen sus ojos quedaron frente a frente y se miraron largamente mientras comenzaban a balancearse, Carlos dijo algo en voz baja a lo que Carmen sonrió y le contestó, siguieron hablando algo hasta que Carlos pareció besar su cabello y ella apoyó su rostro en su hombro dejándose llevar.

  • "Es la primera vez que bailo contigo" – Carmen sonrió, se sentía cómoda en sus brazos, la tensión inicial estaba desapareciendo.

  • "Siempre hay una primera vez" – bromeó.

  • "Eso espero" – Carlos clavó sus ojos en ella, Carmen entendió el sentido que él había dado a su frase y no pudo contener una breve risa.

  • "Vaya, no dejas pasar una oportunidad" – Él le devolvió la sonrisa

  • "Sería un estúpido si, teniéndote tan cerca y por tan poco tiempo, no lanzara toda mi artillería"

  • "¿Estamos en guerra?" – coqueteaba, ¡no se lo podía creer, estaba coqueteando!

  • "En el amor y en la guerra, dicen que todo vale, pero lo nuestro es más parecido al amor ¿no crees?" – demasiado aventurado, pensó ella.

  • "Digamos que es menos parecido a una guerra"

Sintió los labios de Carlos en su sien, a través de la melena su boca lanzaba pequeños besos, Carmen me miró justo cuando yo estaba de espaldas echándome un poco mas de hielo al vaso, cerró los ojos y se abandonó a las sensaciones que le llegaban de sus labios, de sus manos aun frías que acariciaban su espalda. Se sentía bien, deseaba seguir así aunque temía ir a más, sabía que su tranquilidad se rompería en el momento en que Carlos avanzase.

Sintió como una de las manos que la sujetaban se movía hacia su costado, los dedos apretaron su cintura.

  • "Me haces cosquillas" – protestó explicando su reacción involuntaria que la había tensado, Carlos aflojó la presión de sus dedos y dejó que su mano descendiera por su cadera

  • "¿Mejor así?" - ¿qué podía contestar? La mano acariciaba su cadera, los dedos casi tocaban su nalga, ¿mejor? ¡claro que sí! Pero… ¿podía declararlo?

Nuestros ojos se cruzaron, estaba apoyada en su hombro, sus brazos recogían el cuello de Carlos y su espalda; le sonreí y, aunque no vi su boca, sus ojos me sonrieron.

Giraron una vez más; su mano, sin abandonar la curva de su cadera, había retrocedido y palpaba su nalga, apretando sus dedos con suavidad, los tenía abiertos y arqueados, como si cogiera un balón. Cuando pude apartar mi mirada de su culo me encontré los ojos de Carlos que me observaban, me lanzó un guiño antes de volver a girar y devolverme el rostro transfigurado de Carmen, el corazón me dio un vuelco, en una sola vuelta su expresión había cambiado drásticamente, ahora tenía esa mirada profunda, turbia y sensual que solo tiene cuando está intensamente excitada, me miró y sus ojos me taladraron como tantas otras veces ha hecho pidiéndome "hagamos el amor", solo que ahora estaba en brazos de otro hombre y su mirada parecía decir "deseo hacer el amor".

Y mi sonrisa y el beso que le lancé le decían "adelante, disfruta, déjame verte follar, regálame ese momento, dedícame esa virginidad que le vas a entregar a Carlos"

Terminó la canción, parecía que no se habían dado cuenta puesto que aun continuaban balanceándose; me acerqué a ellos y, al sentirme cerca, Carmen separó su cara de él y me miró sonriendo.

  • "¿Tienes sed?" – le dije ofreciéndole su vaso, Carmen dio un buen trago y luego otro más breve ¿buscaba la ayuda del alcohol? Quizás; luego me echó los brazos al cuello, yo le di mi vaso a Carlos que se retiró hacia el sofá que miraba hacia la zona donde bailábamos dejó los vasos en la mesita auxiliar y se sentó a observarnos.

  • "¿Cómo estás?" – Carmen se apretó a mi

  • "Como en un sueño, aun no me lo creo" – sonreí.

  • "Aun no ha pasado nada"

  • "¿Tú crees?" – entendí lo que quería decir

  • "En tu interior sí, pero aun no se ha mostrado al exterior" – Carmen me miró inquisitivamente, luego sonrió y bajó la vista.

Continuamos bailando, John Lennon nos acompañaba.

"Woman, I can´t hardly express,

my mixed emotions and mi thoughtlessness,

After all I'm forever in your debt"

("Mujer, difícilmente podría expresar

mis emociones tan dispares y mi insensatez,

a fin de cuentas siempre estaré en deuda contigo" )

Carmen intercalaba preguntas expresando sus dudas, yo la tranquilizaba y aprovechaba que ella quedaba de espaldas para realizar pequeños avances y valorar su respuesta, mi mano derecha acariciaba su costado y, cuando no la podía ver Carlos, ascendía hasta tocar la curva de su pecho, cuando vi que no reaccionaba con tensión a esa caricia, dejé mi mano sobre el lateral de su pecho y terminé el giro, Carmen adivinó mi intención y, a medida que se acercaba el momento de dejarse ver, se pegó mas a mi cuerpo, volcando en esa dulce presión toda la tensión que le provocaba dejarle ver como acariciaba su seno.

"Woman I know you understand

The little child inside of the man

Please remember my life is in your hands

And woman hold me close to your heart

However distant don't keep us apart"

(Mujer, se que comprendes

al niño que hay en mi interior

Te ruego, no olvides que mi vida está en tus manos

Y, mujer, mantenme cerca de tu corazón

Que ninguna distancia nos aleje)

 

Los ojos de Carlos no perdían detalle, mi mano era una especie de guión no escrito que le indicaba la ruta a seguir, Carmen también lo intuía y en la siguiente vuelta, que hice más lenta de lo normal, mi mano dejó el camino claro: se movía por su pecho acariciándolo, apretándolo.

Tiré de su camisa y logré sacar la parte posterior de la cintura de su falda, me deslicé por debajo y acaricié la suave piel de sus riñones, ella protestó débilmente.

  • "Relájate cariño, habrá que enseñarle el camino, ¿no crees?" – sentí su pecho moverse al reír.

  • "¡Como que no lo conoce!"

  • "Si, pero lo que no sabe es hasta dónde ni cuándo es el momento, y eso se lo tenemos que ir diciendo nosotros"

Subí por su espalda arrastrando la camisa, noté cómo la tensión crecía en su cuerpo durante un segundo mientras el giro la conducía inexorablemente a delatar aquella caricia; luego, cuando ya nada podía evitar que viera mi mano bajo su prenda su cuerpo se relajó en mis brazos, había completado el giro y Carlos pudo ver mi mano buceando por su espalda, rozando el límite marcado por su sujetador; La respiración de Carmen sonaba en mi oído, su aliento en mi cara era una droga afrodisíaca que me nublaba la razón, su cuerpo se rozaba contra el mío de una manera intensamente sensual, imaginé lo que sentiría Carlos observando esos movimientos ondulantes, felinos.

"Woman please let me explain
I never meant to cause you sorrow or pain
So let me tell you again and again and again

I love you, yeah, yeah
Now and forever"

(Mujer, déjame explicarte que

nunca pretendí causarte pena o dolor

Por eso, déjame decirte una y otra vez

Te amo, si,

ahora y siempre.)

 

Terminó la canción, Carlos ya se había levantado dispuesto a sustituirme, la camisa fuera de la falda era una clara provocación que ella no corrigió.

Comenzaron a bailar y no tardó ni cinco segundos en perderse por su espalda bajo la camisa, Carmen pareció dejarse caer sobre su cuerpo, como si se rindiera a lo inevitable, descansaba su peso en él, se dejaba sujetar por sus brazos, es como si hubiera renunciado a continuar con aquel estado de alerta que la había mantenido hasta entonces en tensión.

Apoyaba su rostro en su mejilla, su mano izquierda en su hombro y la derecha rodeando su cuello, Carlos acariciaba su espalda, su mano izquierda oculta bajo la camisa más allá del sujetador, otras veces en sus riñones, recorriendo toda la espalda una y otra vez, mientras tanto su mano derecha descansaba brevemente en su cadera para volver a recorrer su nalga como si se quisiese aprender su forma.

Al siguiente baile apenas hablamos, nada había que añadir, tan solo dejar que las cosas siguieran su curso con suavidad; Mi mano buscó por su costado, intentando aumentar la brecha que el faldón de su camisa nos propiciaba, la había observado bailar con él, con la camisa fuera de la falda por la parte de atrás, mostrando la parte baja de su preciosa espalda, estaba hermosa, anunciaba una desnudez próxima, inminente; Carlos se acercó al bar y cargó de nuevo nuestros vasos, yo aproveché mientras él estaba ocupado para separarme de ella y, con las dos manos, sacar toda la camisa fuera de la falda, Carmen dijo "no", casi en un susurro, pero no se resistió , la tomé de la cintura con ambas manos y ella rodeó mi cuello mirándome con esa profundidad en sus ojos que me desarma. Carlos se volvió hacia nosotros, sus ojos no perdieron el detalle de la camisa fuera de la falda entonces la besé, busqué su boca y la besé con la intensidad que nacía de sentirnos observados, esperé a estar de perfil hacia él para meter mis manos bajo la tela, deseaba que me imitase, le iba marcando pautas y él parecía obedecer todos y cada uno de mis pasos.

Me quedé mirándola a los ojos.

  • "Te quiero" – dije dándole a continuación un pequeño beso.

  • "Y yo" – cada frase iba acompañada de un breve beso tras el cual, continuábamos muy cerca, mirándonos, esperando la respuesta del otro

  • "Te amo"

  • "Te amo"

Mis manos estaban bajo los faldones y la derecha comenzó el camino ascendente por su costado arrastrando su camisa, dejando su cintura al desnudo.

  • "¿Eres feliz?"

  • "¿Y tú? ¿eres feliz?" – me respondió.

  • "No recuerdo haberlo sido tanto" – entornó los ojos, luego me miró con sensualidad, noté como su pubis se apretaba al mío.

  • "¿Estas excitado?"

  • "Como un animal ¿y tú?"

  • "Si, mucho" – confesó sonriendo.

  • "¿Mojada?" – un brote de risa nerviosa, que sonó como un sollozo, la hizo vencer su cabeza sobre mi hombro

  • "¡Siiii!"

  • "Eso está bien, que te vayas preparando es bueno" – le guiñé un ojo y la volví a besar, ella hizo un gesto reprendiéndome.

Carlos nos miraba, intrigado por nuestra conversación, cambió varias veces de postura, supuse que se sentía un poco desplazado ante nuestra intimidad; mi mano rozaba ya la copa de su sujetador, un último avance y atrapé su pecho en mi mano, sus ojos se abrieron protestando y yo hice un gesto con mis labios instándola a callar.

  • "Me gusta ver cómo le acaricias"

  • "No le acaricio"

  • "¿Tu crees? Cada vez que mueve sus manos por tu espalda o tu cadera las tuyas se ponen en movimiento también" – pareció sorprendida, quizás descubierta.

  • "No me he dado cuenta"

  • "Yo si, y me gusta ver como rozas tu mejilla con la suya," – sonrió.

  • "¿Y te gusta ver cómo me toca el culo? Porque no sé si te habrás dado cuenta pero me lo está sobando a conciencia" – me provocaba, su voz había cambiado ahora era pura sensualidad, mis caricias en su pecho y el morbo de saberse observada por Carlos la estaban transfigurando.

  • "Lo que más me gusta es la cara que se te pone cuando te lo toca" – se sorprendió

  • "¿Qué cara se me pone?" – la volví a besar.

  • "Cara de viciosa"

  • "¿Si?" – ese tono mimoso era inconfundible, estaba entregada al juego.

  • "Si, cara de estar cachonda perdida y… ¿sabes una cosa?" – negó con la cabeza – "ahora mismo me está viendo tocarte la teta, ¿sabes lo que va a pasar cuando termine esta canción, verdad?"

  • "No, no lo sé ¿qué va a pasar?" – jugaba a ser una niña inocente, la volví a besar, estábamos frente a Carlos y moví la mano ostensiblemente por todo su pecho para que pudiera verlo.

  • "Pues que… cuando baile contigo, no va a querer ser menos y te va a acariciar las tetas y tu… no vas a hacer nada por impedirlo, porque lo estás deseando"

La música cesó, nos detuvimos sin dejar de mirarnos, nos costó un triunfo separarnos cuando vimos de reojo que Carlos se acercaba

Carmen se entregaba al cambio de pareja sin una sola objeción, terminaba una pieza y sabía que debía caer en los brazos del otro, él la tomó cuando aún no había comenzado la siguiente canción y no dejó pasar un segundo antes de que sus manos se ocultasen bajo la camisa, sujetando su cintura; Me acerque al mueble bar a recoger mi vaso, luego me senté en un sillón frente a ellos, ahora tenía a Carlos de espaldas a mí y vi como Carmen ladeaba la cabeza, lo intuí antes de que el giro me dejase ver sus bocas unidas, Carmen con los ojos cerrados besaba la boca de Carlos, su mano en la nuca le acariciaba el cabello, el brazo de Carlos hundido bajo la camisa ascendía hasta… su pecho, no lo podía ver pero seguro que estaba ya en su pecho.

Un torbellino de emociones me dejó aplastado en el sillón, mirándolos, mientras mi polla dolorosamente apresada bajo el slip pugnaba por recuperar la verticalidad. La camisa de Carmen se abultaba a la altura de su pecho, la tela delataba en ondulaciones los movimientos de la mano de Carlos.

Y el beso, aquel beso que yo veía por primera vez parecía no acabar nunca, aquel beso me dolía como una cuchilla y me llevaba al borde del orgasmo, deliciosa incoherencia, dulce suplicio que erguía mi polla a la vez que estrangulaba mi garganta.

"Nunca pretendí causarte pena o dolor" había cantado Lennon unos momentos antes, ¿tendría alguna vez que excusarme ante ella con esa misma frase? ¿Acabaría causándole dolor? Veía a mi mujer en brazos de Carlos, dejándose acariciar como nunca antes lo había permitido, no solo se dejaba, su cambio de actitud era claro, ahora era ella quien devolvía las caricias, quien buscaba la boca de su amante, quien sujetaba su cuello para que no separase los labios de los suyos, era Carmen quien doblaba su cuello buscando el mayor contacto posible de sus bocas.

Cuando quedaba frente a mí, las miradas que me lanzaba eran puro fuego, intentaba decirme lo excitada que estaba, su mirada quería transmitirme el efecto que le causaban las caricias prohibidas que estaba consintiendo.

Estaba terminando la canción y me levanté preparándome para tomarla en mis brazos, quería probar esa boca que acababa de ser besada por su amante. Cuando los últimos compases se apagaron Carmen me miró turbada, luego le miró a él y regresó a mis ojos, estaba desbordada por las emociones, un atisbo de miedo en sus ojos me hizo ver que necesitaba una pausa o la tensión acumulada la llevaría quizás a poner freno ella misma a la situación; Estábamos apurando la tercera copa y me di cuenta de que bebíamos demasiado rápido, propuse comer algo y Carmen se agarró a mi propuesta como si fuera un salvavidas; Los tres nos fuimos a la cocina, Carlos quedó encargado de los frutos secos y las patatas, yo corté queso y jamón y Carmen preparó la bandeja con las servilletas y rellenó la hielera.

Nos sentamos en las banquetas altas alrededor de la barra de la cocina, Carlos estuvo hábil y se sentó a su lado, yo me situé frente a ellos al otro lado de la barra, charlábamos y comíamos mientras yo analizaba cada gesto de él y cada respuesta de Carmen a sus miradas, Carlos puso una mano sobre su muslo que había quedado descubierto al sentarse en el taburete, ella me pilló mirando varias veces y su rostro expresó el placer que le producían mis miradas a su pierna acariciada lentamente.

Parecían una pareja en el preludio del cortejo; mi posición de observador, de mirón, me excitaba, por primera vez podía ver una faceta de Carmen que hasta ahora había vivido como protagonista con ella, sin embargo verla desde la perspectiva del mirón añadía muchos matices a las sensaciones que recordaba de los momentos en los que yo era el autor de su excitación.

Bromeábamos, intentábamos dar normalidad a la situación, pero se respiraba el morbo en el ambiente.

Carmen respondió a un frase con un comentario especialmente ingenioso y los tres reímos con ganas; Carlos, visiblemente divertido por su respuesta la cogió por los hombros y la besó en la boca, delante de mí, no fue un beso breve y Carmen se dejó, se entregó al beso dócilmente; Cuando se separaron me miró y en sus ojos no hallé ni rastro del pudor que hubiera esperado encontrar.

Volvimos al salón con los vasos cargados de hielo para otra ronda, el alcohol comenzaba a desinhibirnos del todo, yo me ofrecí a terminar de preparar las copas y cuando me volví para dárselas, me quedé helado: Se habían sentado en el sofá, él rodeaba su cuello con su brazo y Carmen, reclinada en su hombro, se dejaba besar mientras él acariciaba su vientre y su costado por debajo de la camisa. Los acontecimientos se estaban precipitando.

Dejé los vasos en la mesa y el ruido hizo que Carmen se separase de la boca de Carlos, sin embargo no hizo intención de incorporarse y se mantuvo reclinada sobre su brazo mirándome mientras se dejaba acariciar el estómago; En la cinta comenzó a sonar un bolero.

  • "Ven aquí" – le dije ofreciéndole mi mano, ella me dio la suya y la levanté del sofá.

Bailamos el bolero más sensual que jamás se haya bailado en la tierra, profundamente unidos en aquella aventura, declarándonos enamorados, dejando que Carlos viera a una hembra convertida en pantera incitando a los machos que la rondaban. Aquel baile la desinhibió aun mas, Carmen iba perdiendo por momentos las pocas dudas que aún le quedaban.

  • "Me gusta ver cómo le besas"

  • "No le beso" – protestó – "me besa él" – negué con la cabeza.

  • "No es cierto cariño, fíjate bien la próxima vez, eres tú la que le está besando, me gusta verte" – sonrió sin dejar de mirarme, sus ojos parecían expresar su intento por entenderme.

Tras el bolero, Sade, mi preferida, la voz más aterciopelada, más sensual que recuerdo.

Carlos recogió de mis manos una mujer entregada que no protestaba ante aquellos dedos que estrujaban sus nalgas, que se ocultaban bajo su camisa y recorrían su piel sin trabas, comenzó a besar su mejilla y ella dejó caer su cabeza hacia atrás ligeramente abriéndole el paso a su cuello, necesitaba esa caricia tan especial, tan peligrosa que la puede llevar al orgasmo directamente; Cuando los labios de Carlos se hicieron dueños de su cuello cerró los ojos, su boca adquirió un rictus casi trágico, el placer se convertía en suplicio.

Sus muslos casi se enlazaban, se rozaban sin pudor y, desde mi perspectiva, veía una postura obscena, su culo echado hacia atrás y sus piernas separadas albergando el muslo de Carlos hacían que sus pasos al bailar adquirieran un tinte de una vulgaridad tan provocativa…. "¡que puta!" pensé, y me regodeé en la palabra, "puta, puta, zorra, ramera", mientras veía sus movimientos lujuriosos buscando frotarse con aquel muslo intruso.

Un nuevo beso pero esta vez diferente, Carmen movía su boca con una fuerza, con una pasión que no había mostrado antes; sus brazos, que rodeaban su cuello, se habían retraído hacia su pecho hasta dejar que fueran sus manos las que sujetaran su cráneo para evitar que se separara de ella, al tiempo que acariciaban su nuca, sus mejillas…

"Está a punto" pensé, tenía que hacer algo, el final de la canción vino en mi ayuda, aun tuve que esperar unos segundos a que se separaran; La tome en mis brazos y se pegó a mí con fuerza. No hablamos, no había nada que decir, ambos sabíamos lo que iba a ocurrir, era tan evidente el cambio de Carmen que no quedaba ninguna duda.

Sexy Sadie, no podía haber pensando en una mejor canción para el momento que se avecinaba, los compases iniciales del piano llenaron el salón y mi excitación creció aun mas por la emoción que esa canción me provoca.

Me separé ligeramente de ella, para mirarla a los ojos, era puro fuego, pura lujuria, apenas llevábamos balando una estrofa cuando llevé mi mano a su escote y desabroché el primer botón, me detuve y busqué su reacción, sus ojos me descubrieron a la hembra apasionada, la mujer dispuesta a todo, lentamente continué con el segundo… mantenía la cabeza baja, sus ojos clavados en los míos y la melena ocultando parte de su rostro; el tercero…. Carlos observaba la escena apoyado en el respaldo del sofá; Para llegar al cuarto botón necesitaba separarme de su cuerpo y fue la propia Carmen quien inició el movimiento que me permitiría hacerlo, fue como si me hubiera dicho "desnúdame"; El ultimo botón me dejó su vientre al descubierto, separé ambas partes de la camisa y la atraje hacia mí con mis manos en su cintura y los pulgares pulsando los duros abdominales, la miré a los ojos, no había temor en ellos, no había indecisión, mis manos avanzaron por su espalda desnuda arrastrando su camisa abierta; Me besó, buscó mi boca y se apretó a ella hasta hacerme daño, su lengua buscaba la mía, todo su cuerpo temblaba y se movía como una ola recorriendo mi pecho, su pubis golpeaba el mío, cada vez con más intensidad, sus brazos rodeaban mi cuello, vi nuestro reflejo en las puertas de cristal del mueble, su sujetador granate quedaba a la vista, pegado a mi cuerpo

Carlos no pudo esperar a que la canción acabase, le vi acercarse a nosotros, cuando Carmen sintió otras manos que subían su camisa y comenzaban a acariciar su espalda gimió en mi oído, aquel primer gemido fue la señal de su rendición, todo había acabado, ya no había resistencia alguna, la entrega total había comenzado.

Nuestras manos se tropezaban recorriendo su espalda, Carlos se movía al mismo ritmo que nosotros pegado a ella, besaba su cuello por el lado derecho mientras yo me dedicaba al izquierdo, Carmen lanzaba su cabeza hacia atrás sometida por primera vez doblemente a su caricia más deseada, más temida, mas fulminante; Sentí los dedos de Carlos tropezar en mis costados e instintivamente le abrí paso hacia los pechos de mi mujer, no tardó en avanzar y cuando sentí sus manos aprisionadas entre nosotros dos… me sentí el hombre más dichoso de la tierra.

Carmen temblaba, su cabeza caía unas veces en mi hombro, otras se vencía hacia atrás para recuperar los besos en el cuello; Los nudillos de Carlos se clavaban en mi torso mientras amasaba los pechos de mi esposa, Carmen movía el pubis contra el mío, luego retrocedía y volvía a golpearme, buscaba el contacto con ambos, en su pubis y en su culo.

Mis manos habían abandonado su espalda y se movían por sus caderas y su vientre; Era el momento, deseaba hacerlo, imprimí un giro con mis manos y ella, obediente se volvió hacia Carlos que la recogió en sus brazos, la acababa de entregar a su amante, mi corazón bombeaba con una fuerza que se reflejaba en mis sienes. La intensidad con que Carmen se pegó a su boca me sorprendió, movía su cabeza buscando el máximo contacto con sus labios, sus dedos se aferraban a su cabello y le atraían hacia ella. Busqué sus pechos como antes lo había hecho Carlos y quede prisionero de sus cuerpos, mi polla se clavaba en su culo, los tres nos balanceábamos lentamente, sincronizando nuestros cuerpos con la música para sentirnos pegados; Pero yo necesitaba más, recuperé movilidad liberando mis manos prisioneras entre sus cuerpos y bajé a acariciar sus nalgas.

Estaba fuera de mi, había perdido el control y Carmen estaba en la misma situación; bajé mi mano hasta alcanzar el borde de su falda y entré por debajo, acariciando sus piernas, lanzó un pequeño gemido, casi un grito que escuché con claridad, mi mano arrastraba su falda hacia arriba, mis dedos rozaban la sensible piel del interior de sus muslos, recibiendo cada sensación como si fuera la primera vez y buscando ampliar aquel hueco, Carmen respondió a la excitación separando las piernas lo suficiente como para que mi mano subiera mas, su gesto supuso un ofrecimiento explicito a aquel muslo que llevaba buscando ese resquicio mucho tiempo, mis dedos recorrían la cálida redondez de sus muslos y cuando llegué a su sexo volvió a gemir, su cabeza cayó con fuerza contra el hombro de Carlos y comenzó a temblar.

La palma de mi mano izquierda recogía sus nalgas desnudas mientras con la otra mano mis dedos avanzaban hacia su coño, un fogonazo de placer me golpeo: estaba empapada, su tanga estaba totalmente mojado, una copiosa humedad traspasaba la tela y mojaba la parte interior de sus muslos, seguí el curso de sus labios con mi dedo índice, solo me detenía su tanga que se hundió entre ellos, un nuevo gemido de Carmen me indicó que se hallaba al borde del orgasmo.

Me obligué a retirar las manos, no podía precipitarme, no quería acelerar el final de aquel intenso momento, tomé las hombreras de la camisa y la retiré de sus hombros; Ella, aun abrazada a Carlos, entendió mi gesto y le soltó echando los brazos hacia atrás, la camisa se deslizó y quedo en mi manos, su espalda desnuda atravesada por el sujetador granate me provocó un nuevo brote de incontenible placer, Carlos la sujetaba por la cintura y ella parecía colgar con la espalda inclinada hacia atrás y los brazos caídos sin fuerza; Comencé a acariciarla mientras él se apoderaba de sus pechos con una mano, lo supe cuando la banda del sujetador que atravesaba su espalda se tensó y se hundió en su carne, señal de que las manos habían invadido las copas del sostén, Carmen elevo los brazos y los devolvió al cuello de su amante.

No podía aguantar más, busqué el cierre lateral de la falda, bajé la cremallera y solté el enganche de la cinturilla, Carmen volvió un segundo la cabeza hacia mí y enseguida regresó su atención a Carlos, la falda perdió sujeción y comenzó a descender empujada por mis manos, me agaché para ayudarla en el momento que levantó primero un pie y luego el otro, lancé la falda al sillón y me quede abrumado ante la imagen de mi mujer: Casi desnuda, tan solo el tanga y el sujetador granate tapaban parte de su hermoso cuerpo, las medias cubrían sus piernas hasta la parte alta de sus muslos y los zapatos de tacón modelaban aun más la escultural belleza de aquel cuerpo que hasta entonces había sido solo mío.

Carlos bajo sus manos hasta abarcar sus glúteos desnudos, ella respondió doblando una rodilla y se frotó contra el muslo que penetraba entre los suyos, su pelvis se movía golpeando el muslo intruso.

La cogí de un brazo, Carmen se volvió sin soltarse de su amante, su pecho izquierdo asomaba por encima de la copa del sujetador, me miró con los ojos perdidos por el placer, no sonreía, su rostro reflejaba una agonía inmensa, una desbordante pasión que la sobrepasaba; Se volvió hacia mi dejando a Carlos y me abrazó, comenzó a besarme sin parar, mis manos acariciaban su cuerpo como si fuera la primera vez y en un sentido así era, aquella mujer era otra, era diferente a la que compartía mi vida. Carlos se quedó un instante mirándola, sin hacer nada hasta que reaccionó y se despojó del jersey, le vi descalzarse y desabrocharse el pantalón precipitadamente hasta que quedó solo con el boxer, no había esperado ninguna señal mía, si no seguía manteniendo el liderazgo pronto me dejaría de seguir y tomaría las riendas; Se acercó a ella y comenzó a acariciar su nalgas mientras su boca se apoderaba de su cuello, Carmen gimió, su cabeza se venció hacia atrás y al encontrarse con la mejilla de Carlos volvió el rostro y comenzó una suave caricia con su pómulo, separó su brazo izquierdo de mi y lo echo hacia atrás buscándole, luego comenzó a acariciarle. Mi manos masajeaban sus pechos, rechacé la tentación de soltar el sujetador, aun no, aquello era demasiado intenso como para llevarlo tan pronto a su final, mi mano derecha descendió por su estomago hasta alcanzar su pubis, me costó un segundo colarme dentro, acaricié su vello recién recortado, ella arqueó los riñones para darme paso libre, supuse que con ese gesto su culo se habría pegado a la tensa verga que había visto marcada en su bóxer; Alcancé su clítoris y su garganta emitió un lamento largo y dulce, una mano de Carlos reptó por su hombro y se apoderó del pecho que asomaba por encima del sujetador mientras continuaba mordiendo implacable su cuello, Carmen mantenía los ojos cerrados sin dejar de frotar su mejilla con la de él.

  • "Ven" – le dije al oído sujetándola de un brazo, me miró aturdida, sin entender, pareció salir de un sueño, la hice caminar hacia el pasillo que daba al dormitorio, Carmen avanzó con la cabeza apoyada en mi hombro y Carlos nos siguió detrás.

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