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Diario de un Consentidor (43)

en Intercambios

No le vi hasta el break de las diez y media, yo estaba sentado en una de las primeras filas y me levanté con calma, esperando que salieran antes las filas posteriores. Fue entonces cuando le reconocí caminando hacia la puerta; había olvidado por completo que fui yo mismo quien le puso al tanto del programa, los ponentes y los trámites para la inscripción aquella vez que Carmen le pasó el teléfono para despejar mi incredulidad ante la idea de que estuvieran almorzando juntos.

De repente me encontré envuelto en una desagradable sensación de inseguridad, por un segundo me descubrí sopesando la absurda posibilidad de salir sin ser visto, abandonar el curso y volver a Madrid, cosa que inmediatamente rechacé de plano, aquella insólita reacción me sorprendió, no soy persona que rehúya los enfrentamientos, aun así me molestaba tener que cruzar una sola palabra con Roberto. Asumí que era inevitable el encuentro y que lo debía enfocar de la mejor manera posible, pero… ¿Cuál era esa manera?

Le despreciaba profundamente, era difícil que no se me transparentara con claridad, tampoco tenía por qué ocultarlo, ¿debía mostrarme como el esposo ofendido o quizás era preferible aparentar que desconocía hasta dónde había llegado su abuso?

Decidí no aplazarlo más, no iba a mostrarme cordial pero tampoco pondría mis cartas sobre la mesa, le dejaría moverse en el terreno inestable de la duda, Roberto no tenía por qué conocer lo que yo sabía.

Cuando entré en la sala habilitada para el break no le esquivé, me preparé un café y tomé dos pastas; enseguida me localizó, supuse que él si había ojeado la lista de asistentes y conocía mi presencia allí, me dirigió un leve saludo con la cabeza, yo le respondí de la misma manera, estaba en la zona de los zumos a donde yo me dirigía. Fue él quien inició el saludo.

  • "Hola Mario, sabía que andabas por aquí"

  • "Hola Roberto"

No hice intención de estrecharle la mano y él salvó el desaire demorándose en llenar el vaso. Tomé la jarra de zumo de naranja que me ofreció y mientras me servía dispuse de un breve lapso en el que analizar mis emociones y mi conducta, la cercanía de Roberto me puso en tensión, me molestaba sentirme inseguro por su presencia y no acertaba a decidir cuál debía ser mi actitud, ¿realmente era buena idea aparentar ignorancia de lo sucedido entre mi esposa y él?

  • "No ha comenzado mal el seminario" – Roberto siguió la diplomática vía de evitar temas difíciles.

  • "Era de esperar, todo está a un nivel muy alto, creo que ha merecido la pena venir" – por mi parte elegí un tono neutro, distante.

Intercambiamos algunas palabras más hasta que Roberto se excusó y se unió a un grupo cercano; Había sido un intercambio de frases hechas en medio de un clima de frialdad, me convencí de que había dejado claro que su presencia no despertaba mis simpatías, quizás se estaría preguntando cuánto y qué sabía. Un colega de San Sebastián con el que mantenía una fructífera correspondencia por mail me esperaba al otro lado de la sala dando evidentes muestras de querer hablar conmigo y me olvidé de Roberto.

El almuerzo en un hotel cercano nos reunió a todos los asistentes, compartí mesa con mi colega vasco y un par de conocidos suyos. Frente a mí, dos mesas mas allá, Roberto charlaba animadamente, como no, con dos psicólogas una de las cuales yo conocía de algún evento en Madrid. Cruzamos nuestras miradas brevemente sin que ninguno de los dos lanzase el más mínimo gesto de saludo.

La comida transcurrió en medio de una animada charla con mis compañeros de mesa; en alguna ocasión mi mirada se desvió involuntariamente hacia Roberto que desplegaba todas sus burdas artimañas de seducción con aquellas dos mujeres, era tan evidente toda su estrategia que no pude entender como no se daban cuenta de sus intenciones; Enredado en espiar a Roberto fui perdiendo el hilo de la charla que manteníamos en la mesa.

Una de las dos mujeres, la más joven, parecía deslumbrada por el seductor, la otra sin embargo mantenía una expresión de incrédulo escepticismo ante sus trucos de ligón profesional, parecía haberle calado. Seguí sus escarceos con ambas chicas y, sin querer, comencé a poner gestos, sonrisas y miradas a la imagen difuminada que me había creado de los avances que Roberto fue teniendo con Carmen, ahora le veía acercarse a aquellas chicas, tocarles el brazo al reírles una gracia, mirarlas con descarado deseo… y no pude evitar poner a mi mujer en el lugar que ocupaban estas dos mujeres.

¿Cuánto tiempo llevaba Roberto mirándome sin que yo me hubiera percatado? Desvié la mirada de su mesa como si me hubiera quemado, me avergoncé por haber sido descubierto y durante el resto del almuerzo evité cualquier otro encuentro visual.

Pero los ojos se me iban sin que yo pudiera evitarlo, fueron miradas rápidas, camino de cualquier otro foco de atención pero que yo aprovechaba para volver a observar al seductor tejiendo la tela alrededor de su presa, e inevitablemente en alguno de esos erráticos viajes de mi atención Roberto se cruzó conmigo y de nuevo, sin poder controlarlo, mi mirada huidiza me dejó al descubierto.

La sesión de la tarde, de menor calado técnico, me permitió encerrarme en mis pensamientos y dedicarme a analizar lo sucedido, me molestaba haber quedado en evidencia, haber dado muestras de interés por él y al mismo tiempo de cierta debilidad; le había mirado reiteradamente, con una clara insistencia que iba más allá de la casualidad y por si fuera poco, cada vez que Roberto se sintió observado yo huí de la escena como un ladrón. En ese mismo momento tomé la decisión de recuperar terreno no evitándole y exponer cualquier motivo que justificase mi comportamiento del almuerzo, quizás el hecho de que conociese a una de sus acompañantes diera sentido a la insistencia de mis miradas; una vez aclarado, el resto de la semana procuraría no volver a coincidir con él.

La sesión acabó a las siete y esta vez intenté salir sin esperar a que se despejase la sala, Roberto avanzaba hacia la salida y le perdí cuando aun me faltaban unos metros para alcanzar las puertas.

Salí a la calle y le vi cruzando hacia el hotel donde habíamos almorzado, caminó unos metros sin rumbo fijo y entró en una cafetería cercana. Le seguí decidido a provocar una nueva conversación en la que buscaría el momento para aclarar mi conducta del almuerzo. Cuando entré abandonaba la barra con un vaso alto y se dirigía hacia las mesas, me vio en la entrada y me hizo una seña invitándome a la mesa que había elegido, dudé un momento, pretendía haberme hecho el encontradizo en la barra sin embargo esta situación le devolvía la iniciativa; Me acerqué a él que se mantenía aun de pie.

  • "Te hacía en Boulder"

Nada mas pronunciar aquella frase me di cuenta de que había mostrado mis cartas, solo Carmen me podía haber dado ese detalle luego eso significaba que habíamos hablado de él, ¿hasta dónde? Me sentí descubierto y aquello sin duda se debió reflejar en mi rostro. Roberto, gran conocedor como yo del lenguaje corporal, sonrió, yo perdí el aplomo, otra vez me sentía inseguro, en inferioridad de condiciones.

  • "Supongo que Carmen te lo ha contado" – creí ver un doble sentido en sus palabras e intenté recuperar el terreno perdido, mi gesto se endureció, Roberto bebió un trago sin dejar de mirarme.

  • "Carmen y yo nos lo contamos todo" – no fue una frase feliz, pero ya estaba dicha, esbozó una media sonrisa que apenas ocultó tras el vaso.

  • "Eso está muy bien, es lo mejor para superar cualquier problema en la pareja" – dijo con sorna, yo me mantuve en silencio durante la breve pausa que hizo para dejar el vaso en la mesa y sentarse– "Y allí estaré pronto, en Colorado, pero no quería perderme este curso, me inscribí a los pocos días de que tú me dieras los datos, por cierto, gracias por todo" – dijo invitándome con un gesto a sentarme.

Aquellas ‘gracias’ me sonaron irónicas, pero evité hacer ningún comentario. Me sentía inestable, no lograba tomar las riendas de una conversación en la que pretendía poner en su sitio a Roberto.

La llegada del camarero dio por concluido el primer asalto que había ganado con claridad Roberto, pedí un Jack Daniels con hielo y me preparé para recuperar el control de la situación.

  • "Y Carmen ¿Qué tal está?’" – debería haber esperado esa pregunta, pero no estaba preparado, me demoré unos segundos mientras me quitaba el abrigo.

  • "Bien, mejor…" – ¿mejor? ¿mejor que cuándo? Estaba nervioso, se me notaba demasiado y mis palabras me delataban.

  • "Estupendo, me han dicho que ha tomado las riendas de su departamento con fuerza, me alegro por ella"

¿Cómo podía ser tan cínico? ¿y cómo podía yo ser tan débil? Evité responder a aquella provocación y me concentré en mejorar los argumentos que había preparado para justificar mi insistente mirada durante la comida y que ahora me parecían pueriles.

  • "Tiene mucho carácter, puede con todos, estoy convencido" – prosiguió Roberto.

Como si hubiera pulsado un resorte salté a la defensiva, no debí hacerlo pero cuando me di cuenta ya era tarde.

  • No solo es cuestión de carácter, tiene la experiencia y los conocimientos necesarios para poder asumir esa responsabilidad sin…" – menos de un segundo de vacilación, ¡qué iba a decir? ¿sin necesidad de tu ayuda? – "…sin problemas".

  • "Lo sé, lo sé, es obstinada y ambiciosa, muy ambiciosa, y cuando quiere algo no vacila hasta conseguirlo, lo he podido comprobar" – la sonrisa con la que acabó era una auténtica provocación.

¿Podía seguir ignorando sus insinuaciones? ¿No había llegado el momento de ponerle en su sitio?

Mi silencio constituía una derrota, era una evidente claudicación, ahora Roberto no albergaba ninguna duda de que yo estaba al tanto de todo lo sucedido y, por si fuera poco, le acababa de dejar claro que no iba a presentar batalla; toda su prevención al encontrarse conmigo en el break de la mañana se había disuelto y ahora era el Roberto prepotente el que me miraba con audacia. Se sentía seguro ante el marido ultrajado, la cautela inicial había desaparecido y ahora era otro Roberto, arrogante y chulesco, el que me miraba con superioridad y condescendia.

Y yo, yo me sentía por primera vez cornudo declarado. A diferencia de Carlos, que me consideraba un amante mas de Carmen, Roberto había desnudado a mi esposa, la había manoseado, había abusado de ella repetidamente y ahora parecía pavonearse ante mí, el marido consentidor que evitaba mirarle directamente a los ojos, que actuaba como si estuviera avergonzado mientras él insinuaba sus abusos a mi mujer. Y yo rehuía el combate.

Era la primera vez que alguien me reconocía como cornudo y en ese instante una naciente erección se me hizo presente luchando por vencer la resistencia del pantalón, haciéndome consciente de la enorme excitación que me producía aquella humillante escena.

Me rebelé, quise luchar contra mis sentimientos y perdí el control, quise enmendar el error y recuperar el terreno perdido, intenté mantenerme tranquilo y firme pero los nervios me traicionaron y me cegué.

  • "Fuiste un cabrón con ella, la engañaste, la manipulaste para conseguir lo que querías" – había perdido los nervios, ahora el enfrentamiento era desigual, Roberto mantuvo la calma, miró a ambos lados, dejó la copa en la mesa y se volvió hacia mí.

  • "Reconozco que me he portado como un cabrón, tienes razón, pero Carmen…" – se acodó en la mesa para acercarse y bajó la voz – "… Carmen se ha portado como una auténtica puta"

Se quedó mirándome en silencio, preparado para mi reacción, pero yo estaba paralizado, sus palabras me habían golpeado dejándome aturdido, en ese momento perdí unos segundos preciosos durante los que no fui capaz de tomar una decisión, si sacarle de la cafetería, darle un puñetazo o decirle… no se qué.

Mi silencio le envalentonó, se arrellanó en la silla y comenzó a afirmar con la cabeza.

  • "Si señor, una autentica zorra…" – volvió a escrutar mi rostro estudiando mi reacción, una reacción que no se produjo – "…la ambición le pudo, Mario, no te engañes, lo nuestro fue una transacción comercial, ella creyó que yo tenía la llave para su ascenso y estuvo dispuesta a lo que fuera…" – recalcó esas últimas palabras sin dejar de mirarme a los ojos – " …con tal de conseguirlo, como ves nadie la obligó a nada, ni siquiera le dije nunca que yo fuera el dueño de la decisión final, fue ella quien se montó en su cabecita una historia y yo, ahí si te doy la razón, fui un cabronazo, la dejé creer lo que quería creer y me aproveché de ello.

Roberto tomó un largo trago, yo hice lo mismo para llenar el violento silencio en el que me veía incapaz de replicar, estaba perplejo ante mi falta de reacción, estaba asombrado por la fuerza de las emociones que sus palabras me provocaban.

A la vista de mi pasividad continuó hablando.

  • "Carmen es, tu ya lo sabes, una mujer espléndida, pero tiene demasiado orgullo, se cree superior a todos. Yo soy de otra manera, me gusta el trato directo con la gente, las chicas del gabinete ya me conocen y saben que mis bromas y mis juegos son parte de mi forma de ser, un cachete en el culo, un roce, unas frases más o menos calientes… Mira Mario, yo voy de frente con ellas, saben cómo soy y unas me mantienen a raya entre bromas y tonterías y otras calculan el beneficio de dejarse querer por uno de los jefes y aceptan el envite, pero lo que nunca hago es engañar a nadie, soy como soy y no lo oculto"

Permanecí mudo, estaba paralizado dejándole hablar. Intrigado por saber a donde quería ir a parar no me di cuenta de que mi posición había perdido toda la fuerza que yo le quería dar, me estaba humillando yo mismo.

  • "Pero Carmen… " – meneó la cabeza – "desde el primer día que la conocí me di cuenta de su arrogancia, de ese halo de altivez que la rodea, es evidente que se siente orgullosa de sí misma, le gusta que la miren pero al mismo tiempo es…" – se detuvo buscando las palabras – "…es como si estuviera por encima de todos los humanos, se siente superior pero lo disimula tras esa simpatía que derrocha con casi todos; es una especie de cordialidad condescendiente, como si se dignase a convivir con los demás, no sé si me explico. Recuerdo que al poco de conocernos le gasté una de mis bromas, me miró con tanto desprecio en sus ojos que me hirió, no te lo voy a ocultar; luego hubo otros intentos, un roce en su brazo, algún piropo… recuerdo un día que en medio de unas bromas en la zona del café la cogí de la cintura; me lanzó una mirada que era puro hielo y, delante de todos me escupió algo así como ‘¡suéltame ahora, ya!’. Me humilló, Mario, pero nunca se lo tuve en cuenta, mantuvimos las distancias a partir de entonces y dejé que la Diosa siguiera su camino lejos del mío"

Escuchaba la otra versión, comprendí que estaba a punto de conocer todas las piezas que me faltaban para encajar lo que sabía del acoso sufrido por Carmen, continué en silencio, ahora era yo el que quería saber más.

  • "Siempre me ha tratado con una frialdad excesiva, dejando muy claro lo que piensa de mi. Por eso, cuando me encargaron ponerla al día para que asumiera el departamento, que-ya-tenía-asignado…" – recalcó dando unos golpes en la mesa siguiendo el ritmo de esas palabras – "…y vi su reacción… Por primera vez vi a un ser humano tras esa impresionante fachada, fue como si la Princesa se dignase bajar al mundo de los plebeyos, no sé cómo explicarte, de pronto vi a otra mujer, sensible, agradecida…" – me miró divertido – "…no acababa de entenderlo, yo aun no había terminado de explicarle cual era mi cometido y Carmen se deshizo en agradecimiento por "mi decisión" – Roberto sonrió al recordarlo – "imaginarás que no podía desperdiciar aquella ocasión, mi primera intención se limitaba mantener el equívoco unos minutos pero era tan satisfactorio tener a la orgullosa Carmen rendida ante mí dándome las gracias…"

Su versión difería claramente de la de Carmen, posiblemente ambos habían moldeado los recuerdos según sus necesidades. Ella para verse como víctima, él para mostrarse como el seductor que logró conseguir a la mujer más deseada.

  • "Todo fue creciendo poco a poco, comencé a jugar con ella ese mismo día, me intrigaba saber hasta dónde estaría dispuesta a llegar, lo que nunca me imaginé es que fuera capaz de tanto con tal de hacerse con el departamento"

Hizo una pausa y se quedó mirándome, esta vez no había arrogancia en sus ojos, tampoco buscaba humillarme, creo que Roberto intentaba explicarse conmigo, contar lo que le había llevado a comportarse como lo hizo. Bebió un trago y continuó.

  • "Es muy ambiciosa Mario, mucho, y yo… yo soy como soy, siempre me ha gustado tu mujer ¿y a quién no? dirás tu…"

Rompió a reír, su frase era insolente pero no fui capaz de interrumpirle, él cada vez se sentía más libre de decir lo que pensaba, yo no era un rival.

  • "…está tan buena… pero no es solo que esté buena, tu mujer tiene algo que la hace especial, no se…"

Insistía en mencionar a Carmen como ‘tu mujer’, con ello dejaba clara mi condición de cornudo, sus palabras ya no guardaban ningún respeto hacia mí, seguro como estaba de que yo no iba a reaccionar. Durante un segundo quedó sumergido en sus propios pensamientos, luego su rostro se volvió más duro y continuó.

  • "Aquella era la ocasión para que Carmen dejase de tratarme como a un leproso. Decidí arriesgar un poco, cuando llegase el desplante o incluso el bofetón me resarciría descubriéndole su propio equivoco, como mínimo le habría devuelto parte de la humillación que me había hecho sentir hasta entonces"

La sorpresa por aquellas revelaciones debía ser patente en mi rostro.

  • "Ni te lo podías imaginar, ¿verdad?, supongo que la imagen que te ha llegado de mi es la del acosador implacable…" – suspiró exageradamente – "en fin, así se escribe las historia"

Animado por mi silencio, confiado en mi pasividad y mi sorpresa continuó.

  • "Le propuse una comida de trabajo y aceptó sin rechistar, ¡era increíble! De pronto, cuando ya no esperaba nada con ella, me encontré con un poder en mis manos que no me acababa de creer. El momento cumbre fue cuando durante la comida, me atreví a poner la mano en su pierna, por debajo del mantel; Me preparé para uno de sus tremendos arranques de orgullo, esperé incluso una bofetada o que se levantase de la mesa y me dejase con algún insulto muy elaborado, ella nunca dice tacos, no le hacen falta. Pero… cual no sería mi sorpresa cuando la vi ruborizarse, bajó los ojos y se quedó quieta, casi temblando, mientras yo seguía hablando de no sé qué cosas y palpando su muslo"

Detuvo al camarero que pasaba cerca y pidió una segunda ronda sin consultarme.

  • "Lo más difícil para mí se concentraba en mantener el equívoco sin caer en mentiras explicitas y, mucho más importante, no tensar la cuerda demasiado para retrasar lo máximo posible el momento en el que Carmen pusiera fin a aquello. La encontré tan dispuesta que no me lo acababa de creer. De ese modo probé a rodear sus hombros con mi brazo mientras le explicaba el organigrama de la empresa y ella tragó; fui alternando tentativas nuevas y reforzando las conseguidas, en pocos días Carmen se acabó acostumbrando a que le tocara las piernas cuando estábamos sentados, lo pasó peor cuando dejó de ser algo oculto bajo un mantel y lo tuvo que presenciar en mi coche; Aquel día casi me da un infarto, parecía un animalillo asustado, temblando mientras yo le iba subiendo la falda poco a poco, era delicioso Mario, qué contraste entre su arrogancia habitual y aquella otra mujer que parecía una chiquilla avergonzada y que se dejaba hacer sin atreverse a decir nada. Cuando llegué a sus bragas y las dejé al aire… ¡me suplicó, Mario, me rogó! Ella, la Diosa, la inaccesible me suplicaba… ‘Roberto, por favor", con una voz… casi me corro en el coche al escucharla.

Cada palabra, cada revelación me provocaba un sobresalto que se reflejaba en el latido de mi corazón que golpeaba más fuerte al escuchar lo que había sucedido. Según lo relataba imaginé la turbación de Carmen al sentir la mano en sus muslos, la duda ante lo que debía hacer, la vi rogándole en el coche mientras él la manoseaba, sin atreverse a enfrentarse a él, sin querer perder aquella oportunidad, cediendo al acoso.

Casi habíamos apurado la segunda copa que nos acababan de traer, tanto Roberto como yo estábamos inmersos en el pasado reciente, un pasado que yo creía superado y que ahora se me mostraba dolorosamente presente viviendo con nitidez las escenas que él recordaba con tanto detalle.

  • "Carmen se acostumbró enseguida a mi forma de ser, en el fondo es más dócil de lo que parece, es como una buena yegua, arisca y salvaje al principio pero cuando la consigues domar, dócil y obediente".

Aquella comparación me excitó aun más, porque a esas alturas del monólogo que mantenía Roberto yo estaba excitado, tremendamente excitado mientras él me exponía en toda su crudeza cómo había conseguido a mi mujer. En ese mismo momento supe que mi intuición era cierta: ser declarado cornudo por el mismo hombre que había conseguido desnudar a Carmen me excitaba más, mucho más, que las propias escenas que me estaba describiendo.

  • "El primer azote en el culo casi la hace rebelarse pero se acostumbró…"

Un salto sincopado de mi corazón respondió a aquella frase, Roberto me miraba directamente a los ojos, el calor en mi rostro me reveló la vergüenza que sentía al ser incapaz de reaccionar.

  • "…como también se acostumbró a que, al entrar en mi despacho para aquellas larguísimas reuniones que me inventaba a última hora de la tarde comenzaran con un beso, era un juego divertido, yo intentaba acercarme a su boca y ella se las ingeniaba para evitarlo sin tener que plantarse. Luego la llevaba cogida de la cintura hasta la mesa…¡joder Mario! Ese movimiento de sus caderas al caminar siempre me había puesto cachondo pero sentirlo en mis manos… acababa siempre empalmado"

Me trataba como un colega, pero en realidad buscaba humillarme; hablaba de mi esposa, simulaba no darle importancia al hecho de que yo fuera su marido, sin embargo era evidente que estaba disfrutando pavoneándose por haberle metido mano a mi mujer.

  • "Poco a poco fui acercando cada vez más mi mano hacia sus nalgas, ella nunca llegó a protestar y se convirtió en un ritual, Carmen entraba, yo salía a recibirla a la puerta, la besaba, - cada vez más cerca de la boca -, y luego la llevaba con mi mano en su culo y, últimamente, al llegar a la mesa le daba un azote; También se acostumbró a mis miradas a su escote, ya no me cortaba un pelo y le miraba las tetas sin disimulo, por cierto, ¡que tetas!"

Se echó hacia el respaldo, parecía satisfecho con el efecto que sus palabras estaban causándome, de nuevo rehuí su mirada y bajé los ojos. Intenté convencerme de que mi actitud aparentaba frialdad pero lo cierto es que mi conducta era vergonzosa.

  • "A pesar de todo, mantenía ese aire de digna condescendencia conmigo, era como si me regalase aquello, como si accediese a darme unas migajas, una limosna; naturalmente aquello me seguía molestando, tu esposa se estaba comportando como una golfa y aun quería seguir aparentando ser una señora"

Aquello me dolió y me excitó al mismo tiempo, noté la pulsación de mi polla al escuchar como la llamaba golfa y como implícitamente me daba por cornudo, la humedad en mi slip era cada vez más abundante, me llamé miserable, cerdo… pero quería seguir escuchando.

  • "Entonces fue cuando tomé la decisión de doblegar ese carácter de una vez por todas y comencé a presionar más. Un día en mi despacho la acorralé en la puerta y comencé a desabrocharle el vestido, estaba seguro que aquello sería el final, nunca pensé que Carmen tuviera tantas tragaderas, pero me suplicó de nuevo, rogó que parase…"

Bajé la cabeza, un amago de decencia me sacudió, ¿cómo podía estar tolerando aquello? Roberto se detuvo sin dejar de mirarme con una expresión de lástima.

  • "No tienes por qué escucharlo, Mario, si quieres lo dejamos aquí"

Le miré brevemente, enseguida desvié otra vez la mirada y me escondí tras la copa que apuré de un trago, Roberto entendió.

  • "Cuando le desabroché dos o tres botones y vi sus pechos apretados bajo el sujetador… ¡joder, no sé de dónde saqué tanto control y no se lo arranqué! Comencé a acariciar el canalillo con los dedos, a veces suplicaba débilmente pidiéndome que me detuviera pero se estuvo quieta, si moverse, supongo que valorando lo que perdía si no me complacía. Luego comencé a jugar con el cierre del sujetador, justo entre sus tetas, mira que nunca se me han dado bien y de pronto se soltó como un resorte, las copas salieron disparadas y ahí, delante de mis ojos, ¡joder!, tenía sus pezones"

Parecía extasiado reviviendo la escena, tan extasiado como yo, cualquiera nos habría tomado por dos colegas compartiendo sus juergas, nadie podría imaginar al acosador y al cornudo frente a frente, uno alardeando y el otro tragando.

  • "Parecía una cría, estaba temblando… Me insultó, me llamó imbécil, pero era tan tierna, casi pueril, intentó varias veces abrocharse el sostén pero estaba tan nerviosa que no conseguía engancharlo, incluso se le escaparon las copas un par de veces y volvió a enseñarme las tetas enteras, era una risa pero procuré no reírme delante de ella, hubiera encendido su orgullo. Estaba a punto de llorar y me dio pena, entonces la detuve e intenté calmarla. Se acabó Mario, en aquel momento supe que la yegua estaba domada, dejó de luchar y se quedó quietecita mientras yo le colocaba bien las tetas y le abrochaba el sostén, ¡que tacto tan suave y que duras las tiene! Recuerdo que cuando cogí las copas tiré de ellas para colocarlas en su sitio y pude vérselas de nuevo… ¡qué preciosidad! Tuve que hacer un esfuerzo increíble para no destaparlas y cogerlas con mis manos, ganas no me faltaron y quizás no hubiera protestado, siempre me quedará la duda si perdí la oportunidad y aquella mañana no me la habría podido follar allí mismo…"

Me desprecié por no cortar en ese mismo momento la vejación a que sometía a mi mujer. Roberto bebió un trago sin dejar de escrutarme.

  • "Parecía haberse quedado sin fuerzas, yo la intenté tranquilizar y fue como si se rindiera, la vi tan aturdida que sentí cierta lástima y la abracé para calmarla, se dejaba hacer, ya no oponía ninguna resistencia, lo noté en la forma en que se dejaba abrazar. Y me lancé, estaba cachondo perdido y pensé que tenía una oportunidad que quizás no se volviera a presentar, la besé en la mejilla mientras intentaba calmarla y no reaccionó, entonces la besé en la boca, me arriesgué a soportar otro arranque de furia pero no, Mario, se dejó besar varias veces, de repente me abrazó y comenzó a besarme, ¡joder, me estaba devolviendo los besos!"

Yo iba componiendo imágenes para cada frase de Roberto, el alcohol me concedía una extraña calma, una ausencia de juicio que me permitía mantener aquella inadmisible conversación.

  • "¡Qué boca! Me parecía imposible haber llegado hasta ahí, ¡Carmen besándome! Ni en sueños habría podido imaginarlo. Luego reaccionó y me apartó" – un gesto de amargura apareció en su rostro – "…siempre jugó conmigo con esa ambigüedad calculada, no lo entendí hasta el final. Me cabreé y la eché del despacho. Sin embargo cuando esa tarde la volví a besar en el parking se dejó hacer y supe que ya nunca más opondría resistencia a que la besara en la boca"

Estaba sumido en una especie de nube etílica, una fiebre que me impedía ver más allá del relato que Roberto me hacía, mezclaba aquella revelación con las cosas que Carmen me contó durante la terapia y fui reconstruyendo unos hechos de los que hasta ahora solo tenía una visión parcial, la de mi mujer.

  • "A partir de ese instante fue mucho más dócil, pero el tiempo se me acababa, era cuestión de días que se anunciase el nuevo organigrama y entonces mi poder se desvanecería, yo sospechaba ya entonces que cuando Carmen no me necesitase me volvería a tirar como una colilla, evidentemente no esperaba ningún comportamiento decente por su parte hacia mí, estaba pagando un ascenso y cuando lo tuviera me mandaría a la mierda, por eso aceleré"

Pidió dos copas mas y luego me miró intentando calibrar sus palabras, esta vez no bajé los ojos, ya no tenía nada que perder, el alcohol había disipado la posible vergüenza que me causaba la humillación a la que me estaba sometiendo, era un cornudo declarado, no tenía por qué ocultarme de su mirada.

  • "No sé si te ha contado…ese mismo día nos fuimos a comer con gente del Colegio, por un asunto de un articulo..." – asentí con la cabeza intentando que abreviara los detalles superfluos, él lo entendió con claridad y sonrió con cierta indulgencia en su cara - "ya voy, ya voy, no seas impaciente… Le pedí el día anterior que viniera sugerente, que nos los teníamos que merendar y, desde luego que me hizo caso, venía… preciosa, con un vestido que tenía muchas posibilidades; antes de entrar al restaurante yo mismo le desabroché un botón mas, siempre unas tetas ayudan mucho en una negociación ¿no crees?"

No esperó respuesta alguna, me lanzaba aquellas frases humillantes sin esperar nada de mí.

  • "Antes de salir hacia el restaurante preparé una historia para suavizar la tensión que se había generado en mi despacho, iba a contarle que yo había propuesto que fuera ella quien defendiera ante el consejo nuestro plan operativo para el departamento; Eso si fue una mentira declarada porque naturalmente era su cometido hacerlo, pero me salió bien la jugada, mejor de lo que pensaba. Se lo dejé caer en el coche, mientras le tocaba las piernas, justo cuando noté que estaba a punto de detenerme, entonces se lo solté y se quedó muda, no se esperaba algo así, yo seguí subiéndole la falda hasta dejar sus bragas a la vista. ¡no te puedes imaginar la sensación tan fuerte que tuve al ver a la orgullosa Carmen tan dócil! Aquello me resarcía de tantas y tantas humillaciones como me había hecho pasar; Me dio las gracias, si, me dio las gracias mientras yo le acariciaba los muslos y llegaba hasta sus bragas. incluso le dije lo que desentonaba el salvaslip en esas bragas tan bonitas y se lo tragó sin rechistar, ¡por cierto! luego en el restaurante comprobé que se lo quitó al ir a los lavabos" – dijo guiñándome un ojo.

La tocó, le había tocado el coño, me repetía a mi mismo mientras el latido de mi corazón se disparaba.

  • "Desde el principio su escote acaparó la atención de nuestros comensales y suavizó mucho la intransigencia que habían mostrado hasta entonces, sobre todo cuando era ella quien defendía que nuestro trabajo no escondía un interés publicitario. He de decirte que para entonces Carmen jugaba sus armas con mucha soltura, se inclinaba sobre la mesa para señalar algo en los documentos pero sobre todo cuando quería vencer algún impedimento. La vi muy suelta, si, muy golfa, por primera vez la vi disfrutando de su papel"

Imaginé a lo que se refería, Carmen nunca ha mostrado ningún reparo con sus escotes o con sus piernas al sentarse, es muy confiada y no ve maldad en lo que hace y, por supuesto, no se deja intimidar por las miradas de otros, pero en ese momento no supe si aquello era suficiente justificación para el comportamiento que Roberto me describía, más propio de una fulana dispuesta a todo con tal de triunfar.

  • "Como ya te he dicho, tu mujer ya se había acostumbrado a que, cuando salíamos a comer, yo siempre pusiera una mano en su muslo por debajo del mantel, últimamente ya ni protestaba, por eso, cuando me sintió apenas se sorprendió y siguió negociando con ardor, Yo vi una posibilidad, quizás me pasé, nunca se sabe, pero aquel me pareció un buen momento para avanzar un poco, me había quedado con ganas de mas cuando le toqué las bragas en el coche y ahora estábamos en una situación que le impedía detenerme, intenté sorprenderla, subí la mano rápidamente y llegue a su coño"

Mi polla no había dejado de emitir pulsaciones en toda la tarde, la humedad había traspasado el slip y oscurecía mi pantalón, Roberto hablaba del coño de mi mujer como si fuera una de sus amiguitas y cuando escuché aquello sentí un espasmo mayor, me puse en tensión para evitar la eyaculación inminente, el brote de humedad que noté era más espeso.

  • "Reaccionó cerrando las piernas pero lo único que consiguió con eso fue retenerme ahí, pegadito a su coño, y volvió a separarlas, estaba desconcertada y a mí me encantaba tenerla a mi merced, sin defensa posible, sabía que allí no iba a armar un escándalo y me aproveché,…"

Hizo una nueva pausa, me estudiaba sin disimulo, estaba convencido de que podía decirme cualquier cosa, por fuerte que fuera, que yo no iba a reaccionar, me miraba con indulgencia y desprecio, a partes iguales y yo me excitaba cada vez más con aquella humillación. Roberto estaba satisfecho, disfrutando de su triunfo, humillando al cornudo, alardeando ante mí de haber abusado de mi esposa.

  • "¿Qué cabrón verdad? Tenía el coño calentito, esa braga tan fina me dejaba sentirlo como si estuviera desnuda, la muy zorra se había quitado el salvaslip. Primero apreté un dedo y le hundí la tela entre los labios, ella estaba muy tensa pero no podía hacer nada, luego… ¡casi me disloco la muñeca! Me metí por un lado de la braga y comencé a tocarle el pelo, ¡Joder Mario, era increíble! ¡le estaba tocando el coño a Carmen! Ni en mis mejores sueños lo llegué a imaginar"

Volví a huir de su mirada al escucharle, ¿Qué tenía que decir para que yo reaccionase?

  • "A estas alturas yo ya dudaba si no podía hacer nada o no quería hacerlo, sobre todo cuando metí un dedo entre sus labios y me lo encontré empapado"

No pude hacer nada por mitigar los latidos en mi polla que me anunciaron una abundante eyaculación, solo quería que Roberto no lo notara, luego vería como ocultarlo de la vista de la gente, me removí en el asiento para ocultar el efecto del orgasmo en mi rostro.

  • "Estaba muy nerviosa, no calculé, debí detenerme ahí pero yo estaba cachondo perdido y no controlaba, entonces le metí un dedo"

Me miró de nuevo, sonriendo orgulloso, regodeándose ante la expresión desencajada de mi cara a causa de la eyaculación contenida que debió interpretar como vergüenza y bochorno, se acodó en la mesa acercándose a mí, buscando mi mirada que se escondía de él.

  • "…si Mario, le metí un dedo en el coño a tu mujer, ¡qué maravilla! Y ¿sabes una cosa? no debía de resultarle tan desagradable porque estaba completamente encharcada, tío, mojada como una perra en celo, seguro que se quitó el salvaslip porque esperaba algo así"

No pude mas, el dolor era lacerante y le miré con los ojos cargados de tristeza, me estaba vapuleando, estaba insultando a mi mujer. Intenté componer una protesta pero, en su lugar, de mi boca surgió una balbuceante súplica.

  • "¡Joder, Roberto! No puedes…"

  • "¿No puedo, qué? ¿No querías saber la verdad? ¿No me has insultado? ¿no me has llamado cabrón?"

Me deje caer vencido en la silla, no me di cuenta de que, al hacerlo, fue visible la enorme mancha oscura que se extendía por mi bragueta, Roberto lo vio y sonrió.

  • "Vaya, vaya con Mario; no, si al final me vas a dar las gracias por atender a tu mujercita"

No me moví, estaba abatido, derrotado por mi misma incapacidad para reaccionar como un hombre; Roberto continuó.

  • "En fin, ahí estaba yo, con mis dedos dentro del coño de tu arrogante esposa. En ese momento me arrepentí de no habérmela tirado por la mañana en mi despacho"

Roberto no dejaba de mirarme y yo no era capaz de mantenerle la mirada, jugaba conmigo, cada vez subía mas el tono de la insolencia y mi pasividad le dejaba el camino libre para seguir lanzándome detalles más escabrosos.

  • "Aquello fue demasiado incluso para ella, alguna vez tenía que ocurrir, era algo para lo que estaba preparado desde el mismo día que le sobé por primera vez los muslos. Se levantó de la mesa algo bruscamente interrumpiendo a uno de nuestros invitados, ambos se quedaron un poco sorprendidos y por un momento temí que se hubieran dado cuenta de todo. Cuando volvió del aseo puso una excusa y se marchó. Fue muy violento, estábamos a punto de cerrar el acuerdo y todo se podía ir a la mierda por mi culpa, me había precipitado y había provocado la espantada de Carmen; me excusé con los del colegio y la acompañé a la salida para convencerla de que se quedara. Estaba cabreado conmigo mismo por haber provocado aquella situación en la que nos jugábamos tanto pero volqué el cabreo en ella. Ahí jugué fuerte, la llamé puta, la hice que se enfrentara de una vez por todas a lo que es y que se apeara de su pedestal de mujer decente, pero se marchó. La amenacé, aunque no tenía ninguna fuerza para cumplir mi amenaza, pero contaba con que ella no lo sabía. Me salió bien el farol, afortunadamente recapacitó y regresó al poco tiempo con una excusa que no se si se tragaron, el caso es que cerramos el acuerdo satisfactoriamente"

Llamó de nuevo al camarero y una nueva ronda de alcohol vino a terminar de nublar mi sentido común, yo continuaba en silencio, esperando más revelaciones y él cada vez se sentía más fuerte frente a mí. Sus palabras eran deliberadamente vejatorias, tanto para ella como para mí, cada vez más insultantes y eso le provocaba un placer que se mostraba en sus gestos.

  • "Salí mal de la comida, había perdido el control y casi provoco un conflicto con nuestros invitados, en ese momento me di cuenta de que me estaba encoñando y decidí zanjar el asunto, la cité en mi despacho por la tarde con la intención de contarle toda la verdad, pero entonces tu digna mujercita termino de cabrearme; se presentó haciéndose la ofendida, de repente volvió a ser la de siempre, altiva, orgullosa, despreciativa… me sacó de mis casillas, Mario, no podía consentirle aquel aire de digna superioridad con el que me vino; me cabreó mucho y le dije lo que pensaba de ella, le dije que era una fulana que se había vendido a cambio del puesto; pero se mantenía digna y distante, como había sido siempre antes del asunto del nuevo departamento, como si no hubiera pasado nada entre nosotros"

Un nuevo trago durante el que esperé ya sin disimular.

  • "No podía tolerarle aquel desprecio, ahora ya no, sabía de lo que era capaz, la había tenido medio desnuda esa misma mañana, me había besado y si hubiera querido me la habría follado en mi propio despacho, y ahora no me podía venir con el cuento de la mujer ofendida. Se lo dije pero se mantuvo en su papel"

Bebió de su vaso intentando ahogar la rabia que le provocaba aquel recuerdo.

  • "Aquello se convirtió en una cuestión de orgullo, le recordé uno a uno los temas que supuestamente había conseguido gracias a mi… pero no se inmutaba la muy zorra, le pregunté cuanto creía que valía aquello… pero se limitó a despreciarme de nuevo, no sé si me podía más el cabreo o lo salido que me tenía, el caso es que le volví a desabrochar el vestido y el sostén, como había hecho por la mañana, y le dije que ese era el precio que estaba pagando por su ascenso. Me miró con tal arrogancia en sus ojos que me cegué, y prácticamente le arranqué el vestido, aun así se mantuvo fría, sin dejar de matarme con la mirada, con el vestido en el suelo y aun orgullosa. La desnudé, la dejé en pelotas a ver si así pedía clemencia, pero no hubo forma; yo estaba fuera de mi Mario, jamás me he comportado así con una mujer. ¡Joder cómo la deseaba! Sin embargo su frialdad actuaba como si fuera una barrera que no podía traspasar, ¡estaba tan preciosa completamente desnuda! A veces creía ver en sus ojos una expresión de fragilidad pero enseguida recuperaba la dureza, entonces me di cuenta de que intentaba reprimir un temblor y supe que todo era una fachada, que se esforzaba por mantenerse firme, la cogí en mis brazos y la besé mientras la tocaba por todas partes, ¡Dios, qué cuerpo! Supe que la iba a follar, ya no podía aguantarme más, pero su boca muerta, sus ojos sin expresión alguna me dolieron… ¡que zorra!, la tenía en mis manos y aun así me despreciaba, la rabia me pudo y de un golpe hundí los dedos en su coño" – Roberto agachó la cabeza, por primera vez parecía avergonzado – "La hice daño y al oír su queja reaccioné, me estaba convirtiendo en un violador y eso me horrorizó, entonces me di cuenta de que esa mujerzuela no podía joderme la vida y la eché de mi despacho"

Se dejó caer en el respaldo de la silla, su expresión había cambiado.

  • "El resto supongo que ya lo conoces, al final no se portó tan mal, no me denunció, intentó dejar la empresa pero Andrés se olió el asunto, imagino que le llegaron los chismorreos de lo que había entre nosotros. Me ofreció una salida digna y la promesa de reincorporarme cuando todo se hubiese calmado"

Roberto quedo pensativo, parecía haberse descargado totalmente, yo estaba aturdido como si me hubiesen pegado una paliza. Al cabo de unos minutos pareció recobrar su gesto altanero y su tono de voz fanfarrón.

  • "Tiene un cuerpo divino tu mujercita, gana mucho en pelotas, en serio, pero al final es como todas, muchos remilgos pero se mueren porque las traten como a unas putas. Así que no me vengas ahora con que soy un cabrón y ella una santa".

No le miré ni siquiera cuando se levantó, pasó por mi lado y me dio unas palmadas en el hombro.

  • "Ale, vete a descansar… ¡ah! No te preocupes por la cuenta, invito yo"

Le vi alejarse hacia la barra y luego salió a la calle sin volver a dirigirse a mí. Minutos después el camarero me sirvió otro Jack Daniels.

  • "Está invitado por el señor que se acaba de ir."

Me lo bebí de un trago y me levanté antes de que el alcohol acumulado me impidiera mantenerme estable, oculté la mancha de mi pantalón con el abrigo y caminé torpemente hasta el hotel.

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