miprimita.com

Diario de un Consentidor 79 Decepciones, ilusiones

en Intercambios

Decepciones, ilusiones

-        ¡Qué tengo que hacer para que me creas!

Sus miradas se cruzan

-        Sei la mia puttana? – Carmen le toma el rostro con las dos manos, apenas puede contener la voz

-        ¡Si, si, soy tuya, si, soy tu puta, soy lo que quieras que sea!

-        Ya es hora de que me lo demuestres, cara

Carmen se estremece. ¿Cómo ha podido llegar tan lejos? no sabe el alcance del compromiso que ha adquirido, su mano se desliza por la mejilla del italiano hasta su pecho.

-        Doménico…

-        Cállate, de momento limítate a aprender ¿si?

-        Si

Siente como la firme caricia en la cadera se va desplazando hacia los riñones, la tiene atrapada contra su cuerpo, no puede dejar de mirarle a los ojos.

-        Esta noche te voy a despojar de tus vicios burgueses. Eres hermosa, más de lo que te imaginas, pero cometes unos fallos imperdonables, tremendas torpezas que resaltan aún más precisamente por ser tan… espectacular.

La toma de las manos, la aleja de él un par de pasos para poder contemplar su figura. Carmen se deja mirar como si fuera un objeto, una estatua. Tiembla, es un temblor apenas visible que recorre su cuerpo.

-        No eres consciente de lo escandalosamente hermosa que eres, del poder de seducción que tienes. ¿Ves? Me escuchas y te avergüenzas como una colegiala y eso te hace descender al mundo de la vulgaridad que nos rodea

-        No es eso…

-        Si Carmen, si, acéptalo, eres una mujer con una sensualidad extrema, destilas sexo por cada poro de tu cuerpo ¡No bajes la mirada! Acéptalo, eres puro fuego, tu forma de moverte, la manera en que caminas, la forma en que miras, todo es sexo en ti, tú no te das cuenta pero los hombres, y las mujeres también, lo ven, lo perciben y no pueden dejar de caer bajo tu influjo. Me pasó a mi en el mismo momento que te conocí, no dejé de pensar en ti ni un solo día y eso que te había dado por perdida.

-        Yo no hago nada por ser así

-        Ya lo sé, pero ahora debes empezar a utilizar todo tu potencial. Eres un diamante en bruto y voy a pulirte para que brilles al máximo.

-        Yo no quiero…

-        ¿No quieres qué, coquetear, seducir? Ya lo haces sin darte cuenta Carmen, es algo innato en ti, está en tu naturaleza desde que te hiciste mujer lo has tenido que notar, no finjas que no te has dado cuenta

Si, Carmen lo sabe. Desde muy joven ha sentido la diferencia, al principio no supo a qué era debido, Al regresar de un verano de pronto había dejado de ser la larguirucha de la clase, tampoco era de las que ocultaba sus incipientes pechos tras una carpeta ni encorvaba su espalda, no, ella seguía caminando erguida, para eso  le valían sus clases de ballet clásico. No, nunca se avergonzó de los cambios que experimentaba su cuerpo.  Ahora la miraban de otra forma y empezó a notar cierta irritación en sus compañeras, ya no eran tan iguales, tan amigas, tan compañeras, la apartaban de una insidiosa manera, la consideraban su rival, comprendió que con los chicos había competencia y por alguna razón a ella la distanciaban. Se acostumbró, tampoco tenía un excesivo interés en ese juego, estaba más preocupada por sus estudios, por alcanzar un buen nivel. Llegar a la Universidad, esa era su meta. Los chicos… se llevaba bien con ellos, hacía buenas migas, siempre había muchos a su alrededor con los que charlar, con quien compartir apuntes, con quien estudiar esos temas difíciles. No, no tuvo problemas de amigos porque además de guapa resultó ser la chica con la que se podía hablar de todo. Mientras las demás andaban tonteando, a la caza, ella podía pasar la tarde charlando como “uno mas”, ella hacía pandilla y se hacía querer. Al final en la panda había varios tipos de chicas, las que andaban a la caza del más guapo o del más popular, otras eran las chicas fáciles, ligues que pasaban de uno a otro y luego estaba Carmen, querida por todos, deseada por todos, pero respetada como ninguna. Eran unos críos y ya sabían crear categorías.

Si, con el tiempo se dio cuenta de que todos la deseaban, de que sus gestos, inocentes pero sensuales, encendían el deseo adolescente de aquellos chavales y la envidia de aquellas niñas que intentaban contrarrestar su popularidad imitando las poses del destape mas vulgar que se vendía en los ochenta. Ella se vestía a la última pero tenía estilo; provocaba, si pero nunca desvarió; sus excesos, cuando los tuvo, los contrarrestó con su buen humor y con más amistad; no tenía mala intención, ella era así, eran ellos quienes reaccionaban como no debían. Una broma, unas risas y seguro que enfriaba el ambiente, se decía y actuaba en consecuencia. Eran los ochenta ¿quién no se pasó?

Esa ha sido su actitud siempre; en la universidad, luego con los amigos, siempre ha contrarrestado las malas interpretaciones, los equívocos que su naturalidad puede ocasionar derrochando humor y amistad que ponga las cosas en su sitio. Un gran abrazo que literalmente aplasta al amigo contra sus pechos y que provoca un momento de violencia se diluye con un par de sonoros besos; la camaradería, el roce, la frase de doble sentido, el guiño… para ella amigos y amigas no tienen sexo, o no deberían

Por eso no entendía el discurso de Doménico, nunca había coqueteado, nunca había provocado, nunca había intentado seducir. Hasta ahora.

-        ¿Qué quieres que haga?

-        Lo primero de todo, corregir tus errores. No te quiero volver a ver bajándote el vestido, me avergüenzas ¿no te das cuenta?, es un gesto vulgar que arruina la estampa de glamour que irradias. En el poco tiempo que llevamos te lo he visto hacer varias veces y me has hecho sentir… Bah! he tenido que apartar la vista, no he podido soportarlo. Veía como te admiraban, tan esbelta, tan arrogante, la mas hermosa de la fiesta, moviéndote con esa elegancia innata que tienes, luciendo esas piernas tan preciosas y, de pronto, tener que ver como te encogías, te encorvabas y estirabas el vestido es…. bochornoso.

A medida que escuchaba la reprimenda Carmen comenzó a temblar por la humillación a que estaba siendo sometida; el rubor quemaba sus mejillas. No había sido consciente del gesto con el que se recolocaba el vestido cuando notaba que subía por sus muslos, sin duda lo hizo maquinalmente mas de una vez, el tejido no tenía ningún agarre sobre las medias y eso provocaba que se deslizase con mayor facilidad y es verdad que a ella tampoco le agradaba ver ese gesto.

-        Lo siento

-        No te disculpes, - la interrumpió secamente - deja de hacerlo, el vestido tiene un tope natural, tu culo,  no subirá mas allá. Observa a Piera, lleva un vestido parecido al tuyo y desde luego no se comporta como tú.

Se sintió humillada por la comparación, miró hacia Piera, charlaba animadamente con un grupo, el vestido ajustado que llevaba dejaba a la vista la totalidad de sus muslos sin que ella se mostrase mínimamente preocupada. Como si hubiera notado su atención se volvió y les dedicó una sonrisa.

-        Tómala esta noche como modelo, Carmen, esa es tu tarea de hoy, aprende de ella, libérate de prejuicios. ¿Cómo? tomándola de referencia, observa cómo actúa, cómo se mueve, cómo se relaciona. Es el mejor modelo que te puedo ofrecer.

-        ¿Eso es todo? – Carmen comienza a sentirse aliviada, por un momento ha temido…

Doménico la comprende y sonríe, la besa, vuelve a acariciar su pecho, su cintura. Ella mira de reojo a los lados. Llevan un rato balanceándose al ritmo de la música, como si estuviesen bailando en medio de la sala.

-        Yo marco los tiempos Carmen, tu solo tienes que estar dispuesta, disponible para mí, ¿si?

-        Si

-        ¿Qué pensabas, que te iba a entregar a…? - Carmen baja los ojos, se siente descubierta – ¡qué sencillo sería Carmen, qué fácil! No, tu camino es más complejo – la besa en los labios, su mano vuelve a rozar su costado, asciende hasta alcanzar el contorno de su pecho, lo acaricia sin reparo, Carmen se estremece, gime – Me lo pedirás Carmen, me suplicarás que te entregue a él

-        ¡Qué dices!

-        Ambos sabemos de quién estoy hablando

Carmen calla, ¿tan evidente ha sido su sofoco? Tan claras han sido las miradas que se han cruzado durante la presentación? Se besan, siente el calor que arrebata su rostro, está aturdida, sobrepasada por tantas palabras, incapaz de argumentar ¿qué le está sucediendo? ‘me suplicarás que te entregue a él’ ¡No, jamás!

-        ¡No, para! – el dedo índice avanza y castiga su pezón a la vista de todo el que les rodea y reacciona, se endurece como una roca, “¡Para!”, casi se  lo ha gritado. Quiere detener sus avances sobre su cuerpo pero en realidad lo que necesita es tiempo para poder procesar tal aluvión de ideas que están a punto de enterrar su propia personalidad. Está confusa, hoy es solo un paréntesis, mañana… si, mañana volverá a ser todo…

Doménico mantiene la otra mano en sus riñones, apretándola contra él, siente su verga endurecerse contra su pubis, sus muslos se entrecruzan, bailan en medio de la gente que charla, les miran y sonríen, deben de estar acostumbrados a que este loco italiano haga lo que le venga en gana con las chicas que trae al club, al fin y al cabo ella es una más, una chica hermosa, espectacular, como a él le gustan pero no deja de ser una más

-        ¡Eres mía, no es eso lo que has dicho?

-        Si

-        Entonces, no debe importarte lo que piensen los demás, si te toco, si te beso, si te uso, eres mía ¿a quién le importa?

‘Si te uso’. Se ahoga, le falta el aire en los pulmones, esas frases la desarman, ¿qué es ella, qué es?

-        ¿Si me usas?, ¿delante de todos, como ahora? -  Carmen siente un disparo de placer en su sexo, Doménico desciende lentamente la mano desde su espalda a su culo y lo acaricia

-        ¿Cómo ahora? ¡más que ahora! ¿a quién le importa? Míralos, eres mía, te puedo usar cuando y como quiera, ¿si?

-        ¡Si!

Se funden en un beso mientras se deja acariciar delante de los demás, sus palabras resuenan en su cerebro y la encienden “Eres mía, te puedo usar cuando quiera”

-        Pero no has contestado a mi pregunta, ¿hablaste de mi con tus amigos, si o no? – dice ella con expresión seria, él parece cansarse de su insistencia, luego se recompone y aparece ese gesto, esa actitud dominante que literalmente la anula.

-        Tendrás que averiguarlo por ti misma. Si de verdad te consideras mía, tendrás que tener fe ciega en mi. Así comprobarás si soy un cerdo que se pavonea de sus conquistas o soy un amo que te protege.

-        ¿Qué?

Carmen no ha podido evitarlo. Al escuchar esa palabra en boca de Doménico la sorpresa ha sido mas fuerte que cualquier otra reacción. ‘Amo’ en boca de su amante la ha golpeado de una forma brutal.

Doménico no entiende el estupor de Carmen, se equivoca, confunde las emociones que vapulean a la mujer que se derrumba ante él y cree que ha traspasado los límites. Piensa, reordena sus argumentos con rapidez, busca alguna frase para arreglar lo que cree que ha estropeado.

Carmen ha enmudecido. ‘Amo’. Por primera vez escucha esa palabra en boca de Doménico, un escalofrío recorre su espalda, hasta ahora había sido un juego intimo, algo personal que solo ella se ha permitido pensar y pronunciar en contadas ocasiones. Ahora es real, lo que acaba de escuchar supera cuanto está dispuesta a tolerar ¿ qué le está proponiendo Doménico?

-        ¿De qué estás hablando?

Doménico frena, ¿qué sucede, que está pasando en la cabeza de Carmen? Ya no está tan seguro de haber traspasado ninguna barrera, ningún límite. Observa a Carmen con otra perspectiva, su mirada, ese color que han adquirido sus mejillas, la respiración que agita su pecho ¿qué le está sucediendo?

-        De placer Carmen, hablo de morbo, de unos niveles de placer como no has conocido jamás aunque creo que lo intuyes. Tu tienes el control, tu decides hasta donde y hasta cuando. Tu eres la que has querido estar en mi casa, tú eres la que has venido a mí, por la misma razón tu decides cuando te vas y cuando vuelves, es así de sencillo, pero mientras estés, las reglas son estas

Carmen entorna los ojos, respira en medio de un temblor que no le pasa desapercibido a Doménico. Lo ve, está alterada, algo le sucede.

-        ¿De qué reglas estás hablando?

Tiene que pensar con rapidez, no puede parece que improvisa, no puede titubear

-        No discutirás mis decisiones, no serán motivo de razonamiento, harás lo que yo te diga cuando te lo diga. Fe ciega Carmen, eso es lo que te pido si es que de verdad eres mi puttana

Carmen tiene un torbellino en la cabeza, tantas ideas, tantas palabras y ahora ‘Amo’. Esa palabra pronunciada en boca de Doménico ha adquirido una potencia arrolladora. Si en su mente, si en sus labios la dejaba sin fuerzas, haberla escuchado en la voz de Doménico de una manera inesperada la ha golpeado en lo más profundo de su ser.

-        Nunca te habías nombrado así – su voz se ha convertido en un susurro

-        ¿Cómo?

-        Como lo acabas de hacer

-        ¿A qué te refieres? – Doménico la mira con extrañeza

Carmen baja los ojos, intenta no tener que decirlo, Doménico por fin cae en la cuenta

-        Dilo – la toma de la barbilla, la obliga a mirarle a los ojos - ¡dilo! – Carmen tiembla

-        Amo – apenas se sostiene en sus brazos, es la declaración de lo que lleva sintiendo tantos días. Doménico intuye, ata cabos, hila frases sueltas y se empalma. ¿Así que es eso? piensa

-        ¿Desde cuándo lo sabes?

Una lágrima se desprende por la mejilla de Carmen, ninguno de los dos hace nada por detenerla

-        No lo sé, es un sentimiento que ha ido creciendo, que no he podido contener

El italiano arriesga, está excitado, no contaba con algo así.

-        Vas a ser una buena esclava, lo sé

-        ¡No! – es un murmullo apenas, sin embargo suena desgarrador

-        Shhh

-        ¡No!

-        No te rebeles, o tendré que castigarte

-        ¿Castigarme?

Carmen tiembla, no consigue contener el temblor que ahora es visible, Doménico la abraza

-        Esclava, dilo: soy tu esclava

-        ¡No! – apenas audible, en el límite de la rendición

-        Cuanto antes reconozcas tu condición antes te encontrarás mejor y te sentirás libre

Carmen no asimila el contrasentido, le duele la cabeza. Se siente protegida en sus brazos, mimada, pero tiene miedo, ‘Tu eres la que has querido estar en mi casa, tú eres la que has venido a mí, tu decides cuando te vas y cuando vuelves, mientras estés, las reglas son estas’, no tiene por qué tener miedo, es libre de ir y venir cuando quiera, ¿por qué no vivir la experiencia que le ofrece? Esclava es solo una palabra.

Siente las manos de Doménico acariciando su espalda, sus propias manos no han dejado de recorrer su cuerpo hasta entrelazarse en su cuello. Doménico toma sus brazos y la obliga a soltarle, arrastra sus brazos hacia atrás, junta sus manos en la espalda, rodea las dos muñecas con una sola mano. Carmen se siente violenta, es una postura extraña en medio de tanta gente que les mira ¿Qué quiere de ella?

-        Esclava – tira de los brazos hacia abajo, sus hombros se tensan hacia atrás, sus pechos se separan, se muestran altivos, Carmen tiembla

-        Doménico… - suplica

-        Esclava – tira de nuevo, la espalda se curva, Carmen nota algunas miradas curiosas que les observan, mantienen su vientres pegados pero la tensión que ejerce en sus muñecas le obliga a separar su torso.

-        No, por favor no, ¡es absurdo!

-        ¿Absurdo? ¡Di Amo!

Carmen le mira, tiene los ojos muy abiertos, a punto de suplicar, o de llorar

-        ¡Dilo!

-        Amo – su rostro se carga de ternura al declarar lo que lleva sintiendo en silencio tanto tiempo

-        Amo – repite emocionada

Doménico sonríe, no alcanza a comprender lo que le sucede a Carmen pero no quiere desaprovechar el momento

-        Ahora, di lo que eres – su voz la intimida

¿Por qué no?, ¿por qué no ceder si su cuerpo y su mente lo están deseando?, si lleva días pronunciando la palabra amo y derritiéndose, si ha sido ella quien ha provocado esta situación. Lo desea y lo teme, ‘esclava, esclava’, ¡qué horror y qué placer!

-        Soy tu esclava – Se derrite, se humedece. Doménico no acaba de salir de su asombro, le cuesta creer lo que está viviendo.

Acaba de firmar el contrato. Se siente derrotada y libre, encadenada si, encadenada, esa mano que sujeta sus muñecas a la espalda es una cadena que la esclaviza, ¡qué dicha!. Rompe la distancia que le separa de su boca estirando el cuello, forzando las vertebras y le besa con furia, Doménico le suelta las manos y ella se lanza a abrazarle como si se le fuera a escapar. Siente la dureza clavarse en su vientre, le desea ¡Dios cómo le desea! Las manos de Doménico se clavan en sus nalgas, Carmen le besa en el cuello, ocultando su rostro de la realidad, su respiración agitada marca el mismo ritmo de sus pensamientos, ‘Estoy loca, estoy loca, ¿qué estoy haciendo, qué va a ser de mi?’

Alegría, una alegría irracional sustituye al pánico que la ha dominado mientras dudó. Esclava, repite mentalmente, esclava, esclava, esclava, es un contrasentido, ¿ella una esclava? ¿Acaso sabe lo que está diciendo? ¡No, claro que no! su razón se impone a veces  en medio de le densa nube de la tormenta que está viviendo. Pero apenas dura este instante de cordura, la mujer que es, que fue, que recuerda, apenas tiene voz y voto en esta locura de sexo y sometimiento en la que, sin saber bien por qué, se está dejando hundir.

-        ¿Y ahora, qué va a pasar?

Le mira como si fuera una niña, él italiano parece sorprendido por su reacción, sonríe benevolente

-        ¿Sabes una cosa? Mi gente no deja de mirarte el culo, creo que el tanga que te pusiste se marca demasiado

-        Es tu regalo, me lo puse por ti

-        Lo debimos dejar en casa, con el sujetador

Carmen levanta el rostro y le mira con maldad, sabe lo que quiere.

-        Eso tiene fácil arreglo

-        Dámelo – su voz no pide, ordena.

Cuando vuelven a girar al ritmo de la música ve las miradas de los que les rodean, Mahmud, Felipe, Adela, Santiago. Se excita, sabe que han visto como él la manejaba como si fuera una muñeca, no solo ellos, algunos otros grupos  cercanos han visto la escena y la observan. Es un objeto, no es nadie si no está en sus brazos, a su alrededor, si no es la chica de Doménico.

¿Quiere su tanga, la quiere desnuda?

-        Sí, Amo – ¡Dios, cómo le gusta!, ese cosquilleo que nace en su sexo se extiende como el fuego por todo su cuerpo. Doménico sonríe satisfecho; adiós a la puttana, ha descubierto un juego mas salvaje para jugar con ella

Cuando entra al baño tiene el corazón desbocado, ‘Esclava’, se apoya en la pared y cierra los ojos, ‘Es un juego, solo es eso, no ha pasado nada ¿ves?, cuando quiera lo detengo’ piensa, pero ahora no, ahora está envuelta en una espiral de morbo y sexo, exhibiéndose con Doménico ante sus amigos, dejando que la deseen, excitándoles porque a él le hace sentirse orgulloso de ella. Se siente a salvo, puede arriesgar porque se sabe protegida. Se siente poderosa por tenerle a su lado. No teme nada.

‘Me pedirás que te entregue a él’ ¿Está loco? Jamás, eso no.

‘Esclava’ Otra vez surge esa palabra como un destello, como un latigazo que despierta cada centímetro  de su piel. Es un juego, solo es un juego morboso para esta noche, se repite una vez más para protegerse mientras se quita el tanga cruzado por una mancha húmeda, blancuzca, espesa. Se mira al espejo al salir del reservado. Tiene las mejillas encendidas, los pezones se marcan rotundos, duros; la aureola primero y el agudo pezón coronando la colina que destaca sobre el tejido. Se da la vuelta y se mira, es evidente que no lleva ropa interior. El tejido de encaje del vestido azul oscuro deja poco a la imaginación. Respira profundamente y se mira de perfil ¡Si hasta se le marcan las costillas! ‘Te queda como un guante’, le dijo Doménico cuando se lo probó ¿Cómo no se fijó antes, en la tienda? parece que va desnuda, se alisa el vestido con las manos y ve como se marcan las crestas de sus caderas en la tela. Sonríe, ¡acaso no es la puta de… su amo?

Su amo, su amo. ¡Qué extraño! Su amo, ¡qué morboso!

-        Amo – dice en voz baja. Se le encoge el estómago al pronunciarlo. Recuerda la voz de Doménico cuando lo dijo y se excita.

Se coloca el vestido. Tiene razón, es un gesto vulgar, pero… ¿hasta donde se puede llegar a subir con el movimiento  de las piernas? Camina, sube una pierna, se agacha. Se mira en uno de los espejos. El efecto es escandaloso, apenas queda cubierto el pubis, y las medias dejan al descubierto la franja de presión. Vuelve a encerrarse y se afana en subirse las medias todo lo posible para ocultar al máximo la franja superior. Tiene que moverse con cautela, intentar que el vestido se suba lo mínimo porque tiene vetado tocarlo. De nuevo repite el simulacro, se sienta en la taza, cruza las piernas, se levanta, se mira en el espejo, ¡Dios, casi se le ve el coño! Se vuelve, por poco se le ve el culo. Tiene el corazón golpeando  el pecho. Si, pero su sexo palpita incontrolado. Hay movimientos que no puede hacer si no quiere dar el espectáculo.

Sale del baño, siente las miradas alrededor, alta, esbelta, una de las mujeres mas llamativas del local junto a Irene. Glamour, le ha dicho que irradia glamour ¿será verdad? Doménico no es dado a exagerar ¿por qué  no creerle? Hace tiempo que ha dejado de tener pudor al reconocer su poderío, pero ¿es tanto? Mira a su alrededor y reconoce el deseo en ellos y la envidia en ellas. Si, es una de las mujeres mas llamativas de la fiesta por su altura, por su cuerpo, por su vestido que apenas disimula la desnudez que esconde. Si, para qué negarlo, Doménico tiene razón, es la mujer mas hermosa de la fiesta, la que mejor cuerpo tiene y la que mejor lo luce, y además…

voy desnuda.

Estira la espalda, saca pecho, se mueve con soltura entre la gente, algún roce fortuito, también alguno otro provocado, ¡qué más da! Miradas a sus pechos, miradas a sus piernas, seguro que al caminar sus muslos marcan la V de victoria. No siente ningún temor, Doménico está allí y la protege.

¡Dios me estoy calentando! Y allí está Doménico mirándome avanzar, me estiro, saco pecho, que esté orgulloso de mí, de su puta, que vea como babean por su chica. ¡Pero qué estoy diciendo!

Al llegar a su lado no sabe como darle el pequeño tanga negro, Doménico está charlando con sus amigos, va a ser muy evidente, “Con valentía, mirándome a los ojos”, le dijo, “deja atrás a la pequeña burguesa”. Lo lleva hecho un pequeño paquete en el puño pero no es eso lo que él quiere, afloja la mano y siente como el encaje se expande, como las tiras laterales se liberan y escapan entre sus dedos del encierro, ya es inevitable, cualquier intento para ocultar lo que lleva es inútil. Se lo acerca a su mano.

-        Toma – le dice en un susurro, él advierte su turbación, lo coge pero el gesto no pasa desapercibido para nadie, al cambiar de mano se aprecia la pequeña prenda negra, Doménico no tiene prisa.

-        ¿Más cómoda así? –  ‘Qué cabrón’, piensa y sonríe

-        Mucho más

La guarda en el bolsillo del pantalón, nadie comenta nada, alguna sonrisa, alguna mirada de complicidad que Carmen ignora. No está para bromas porque siente que en cualquier momento puede sucumbir al orgasmo latente que le ronda. Se acerca a él para sujetarse o sus piernas van a dejar de sostenerla, rodea el cuello de su hombre con el brazo, se cuelga de él; su pecho, desnudo bajo el fino vestido, se aplasta contra su tórax y lanza una descarga de placer inesperada; siente el brazo que rodea su cintura y la mano que se posa en su culo de una manera escandalosa palpando su nalga. No le importa, es la chica de Doménico, que vean como la usa. Mas allá, en otro grupo, ve a Piera observándoles, no hay rivalidad pero intuye que en otro momento ocupó su lugar.

Escucha un revuelo, risas, se vuelve y ve avanzar a Álvaro, el gurú del club seguido por unos camareros con bandejas de chupitos. Risas, aspavientos. Pide silencio y comienza un discurso improvisado en el que presenta su nueva creación entre bromas y referencias chamánicas; se hacen burlas, nadie le cree, hay un sentimiento afectivo hacia Álvaro que Carmen traduce como bondad. Se comienzan a distribuir los chupitos, recuerda lo que se habló el sábado.

-        Doménico, no quiero…

-        ¿Confías en mi?

-        No quiero drogas

-        Carmen, ¿confías en mi? – su voz es firme, su gesto es duro, Carmen duda

-        Sabes lo que pienso…

-        Soy tu Amo – ha lanzado un órdago, tantea, ¿es tan fuerte el efecto de esta palabra en Carmen?

La toma por los brazos con firmeza, Carmen flaquea, entorna los ojos, pierde el aliento. Es su amo, imponiéndose, ‘esclava, esclava’, surge en su mente, le aterroriza y, al mismo tiempo, le atrae como un imán, se deshace al saborear esa palabra en su mente, ¿cómo puede desear eso, se ha vuelto loca? Doménico no se lo puede creer, insiste

-        Fe ciega Carmen, o crees en mi o no

Vuelve en sí, ve acercarse al camarero con la bandeja. Él sabe lo que piensa de las drogas, sabe que no quiere volver a tomar coca, ¿puede confiar en él? Tiembla, desfallece. Doménico la suelta y se aleja, charla con unos y otros mientras ella disimula su orfandad atendiendo a la conversación de Olga, una decoradora de interiores encantadora, en otro momento podrían llegar a ser buenas amigas, ahora… ahora no tiene cabeza para pensar en eso.

El camarero llega a su grupo, todos parecen tan buena gente… comienzan a coger los chupitos sin ninguna reserva, Doménico charla con Álvaro, no ha vuelto a mirarla, no ha vuelto a presionarla. Es su decisión, en cuestión de una décima de segundo debe actuar, ahora acepta o declina, los ojos de Doménico se vuelven en ese mismo instante hacia ella, sonríe. Olga toma el vasito y lo vacía de un trago, la mira y sonríe. Carmen, la esclava, se acerca, toma el chupito, lo bebe de un trago, sabe bien, a frutas con algo de alcohol. Lo deja en la bandeja. Cree ver un destello en la mirada de Doménico, le da una palmada en la hombro a Álvaro y se va con él.

La ha dejado sola, abandonada. Esperaba otra cosa ¿quizás un premio, una palmadita? El grupo se reúne tras la marcha del camarero, comentan, ella se integra en la conversación para huir de su desolación, de su sorpresa, ¿por qué la ha dejado? Se siente como una rata en un experimento de laboratorio, premio, castigo, frustración…

Poco a poco se fue sintiendo mas cómoda, mucho mas relajada. Habló con unos y con otros, conversaciones distendidas, arte, música, política… mientras vigilaba a Doménico que ahora estaba con Mahmud y dos bellezas en una mesa. Continuó la conversación que mantenía con un belga y una hermosa argentina sobre pintura naif. Se dio cuenta de que seguirle con la mirada rompía el clima distendido que mantenía con su nuevos amigos y la hacía parecer demasiado dependiente. A partir de ahí intentó olvidarse de él. Al pequeño grupo se unió una pareja de homosexuales y el tema de conversación derivó hacía los impresionistas con los que Carmen se siente mucho mas identificada. Tiene en su punto de mira a Piera, su modelo a seguir, desenfadada, sensual, atenta con unos y otros, de beso y caricia fácil. Intenta imitarla pero no sabe hasta qué punto y con quién. ¿Cuál es el límite para no parecer una puta? Se sabe vigilada por Doménico aunque no siempre le ve mirarla.

Una sensación de lánguido abandono se ha apoderado casi sin darse cuenta de su cuerpo y de su mente, una tenue vibración que parte de sus oídos se extiende poco a poco por todo su cuerpo, también por su sexo, lo siente especialmente en sus pezones que al rozarse con la tela del vestido amplifica esa extraña vibración que se convierte en zumbido al volver a sus oídos, “Armonía” piensa Carmen y sonríe al caer en la cuenta de lo extraño que es encontrar una relación armónica entre oídos, pezones y coño pero es lo que hay. La música ambiental se une a esa armonía y presta sus propios armónicos para que las vibraciones de su coño y sus pezones se acoplen, sin embargo no siente que la excitación que afecta a sus zonas erógenas vaya a ir a más, está en un punto agradable que la mantiene con una sonrisa que, ahora que lo piensa, es idéntica a la que mantienen en sus caras casi todas las personas que la rodean.

Casi no ha notado cuando comenzó esa suave dejadez que la posee, nada importa, nada le preocupa, todo está bien, las luces parecen mas tenues, mas difusas, las voces se mezclan con la música y a veces le cuesta distinguir de donde vienen. Ella es la nueva y todos vienen a presentarse, besos, abrazos; imita a Piera, se vuelve más cálida, se entrega más al contacto físico, la verdad es que cada vez le cuesta menos, todos son agradables, son fáciles de querer. Le sisean los oídos, las luces, esas luces brillan en sus pupilas de una forma un tanto… no sabría decir.

El ambiente en general se relaja, hay morbo, parejas por los sillones que se entregan sin pudor a caricias intimas, puertas que dejan paso a parejas, tríos… sin que los grupos que charlan den mayor importancia a lo que sucede a su alrededor, hay un ambiente de libertad que a Carmen le sorprende y le agrada, nada es motivo de atención excesiva por parte de nadie. Pasa cerca de un sillón y una pareja que está sentada le acaricia las piernas, sonríen cuando les mira, está bien, no se siente agredida, les devuelve la sonrisa pero de regreso evita pasar por allí ¡qué tonta! sintió un cosquilleo agradable, quizás en otro momento vuelva a pasar, sonríe.

Cae otra copa, ríe una broma de Pelayo, un arquitecto que le ha estado contando historias muy interesantes sobre el Bauhaus y que poco a poco ha ido acortando distancias físicas con ella. Detecta la mirada de Doménico y tantea, ¿debe seguir el ejemplo de Piera que coquetea abiertamente con unos y con otros? Apoya su brazo sobre el hombro del arquitecto y se deja caer en su costado, su pecho hace contacto con el brazo de su nuevo amigo cuando éste eleva su copa, la mira, interrumpe su discurso un segundo, ella sigue atenta a su frase, bebe, deja la copa y siente la mano que avanza, rodea su cintura y la atrae hacia él. Se deja hacer, es agradable.

Observa de reojo a Doménico que sonríe, ¿Qué quieres que haga? Pero Doménico solo sonríe. Es el arquitecto que hizo toda la obra de su casa, ‘trátale bien’ le ha dicho cuando se lo ha presentado, ¿qué quiso decir? Ambiguo, inconcreto, soy su puttana, ¿tengo que demostrarle algo? No sabe cómo actuar, no sabe qué quiere de ella, ‘ya es hora de que me lo demuestres’ pero no le ha dado pautas. Le interroga con la mirada cada vez que se cruzan en la distancia y solo obtiene esa enigmática sonrisa. Ahora la vigila de nuevo con esa mirada impenetrable, ella le pregunta con los ojos ¿qué quieres de mi? Y él por toda respuesta abandona la vigilancia y la libera.

Ella sigue el juego, se abandona en el cuerpo del arquitecto que huele a colonia fresca. La conversación gira en torno a las nuevas tendencias en urbanismo, Pelayo es buen conversador, en pocos minutos ha conseguido sentarla sobre sus piernas ya que no lograron encontrar mas que un pequeño sillón de una plaza; es divertido, no la acosa demasiado, lo suficiente para sentirse deseada, lo justo para notar unos dedos acariciando distraídamente su hombro, rondando su brazo, tanteando su axila, recorriendo el borde de la sisa del vestido; ¿su vestido? ¡Dios, no se ha vuelto a preocupar! Cierra las piernas que andan algo relajadas, algunos pares de ojos frente a ella están clavados en sus muslos totalmente desnudos. ‘No me abochornes’, recuerda que le dijo su Amo, ¡Oh Dios, su Amo!. Adiós a la pequeña burguesa, sonríe y relaja la tensión con la que ha atenazado sus muslos. Sus muslos, por cierto, también han recibido alguna tímida atención por parte de Pelayo que ha procurado tenerla distraída, tan distraída que ni se ha dado cuenta cuando empezó a recorrerlos con la yema de los dedos.

Carmen se sujeta a su pareja en ese inestable acoplamiento que mantienen en el minúsculo sillón rodeando su cuello con el brazo y cada vez que Pelayo se inclina hacia la mesa para tomar la copa la arrastra consigo haciendo que su pecho aterrice en su mejilla, Carmen supone que la primera vez fue un efecto fortuito y le provocó un pequeño destello de placer, se miraron a los ojos, quizás era un amago de disculpa que no llegó a producirse, pero los viajes hacia la mesa se empezaron a repetir con cierta frecuencia, quizás demasiada y los choques pecho-mejilla son evidentemente provocados, Carmen le mira con clara intención de reprenderle pero Pelayo ignora abiertamente su mirada y sigue haciendo una disertación sobre algo a lo que Carmen ya no presta atención ya que su pezón apunta descarado sobre la fina tela del vestido y el roce con el tejido la está alterando. En la siguiente ocasión que han viajado para dejar la copa casi se rozan los labios, se han mirado, luego Carmen se ha dejado caer un poco más sobre Pelayo y ninguno de los dos ha dicho nada. ¿Es eso lo que quiere Doménico? Quizás. Se siente relajada, libre, morbosa, no lo ve, pero es como si tuviese los ojos de su Amo sobre ella en todo momento. Abandonada sobre el cuerpo del arquitecto, laxa, con unos dedos rozando su nalga apenas cubierta por su breve vestido, desea… ¿qué desea?

Pelayo deja la copa una vez más sobre la mesa arrastrando el cuerpo indolente de Carmen y al inclinarse la mira con pasión, ha habido morbo desde que se sentó sobre él, sus  muslos cada vez más desnudos son una gran tentación, a punto de mostrarle mas de lo que deberían, el roce continuo con su pecho le ha dejado clara la ausencia de sujetador. Está con la mujer mas deseada de todo el club. Es un segundo eterno en el que ambos se miran a los ojos y en el que no cree ver rechazo. La besa, un beso fugaz con el que intenta saber hasta dónde puede llegar. Es un misterio, Carmen no lo rechaza pero tampoco responde, le sonríe, siente entre sus muslos el roce de unos dedos que la acarician con delicadeza, demasiado cerca del borde del vestido y, por tanto demasiado cerca de su sexo desnudo, húmedo, cálido. Se ha distraído, de nuevo la besa, esta vez con mas ímpetu, besa bien, siente la lengua intentando explorar su boca, ¿por qué no? le abre paso. Los dedos que rozan el borde de su vestido alcanzan la confluencia de sus muslos con el pubis, es una sensación agradable en su sexo recién depilado, es solo un toque cerca de los labios, no se alarma y le extraña, en otro momento, en otra situación se habría sobresaltado, sin embargo es todo tan suave, tan agradable…

-        No deberías estar ahí

-        ¿Por qué no? – el dedo se mueve con suavidad, acaricia por los alrededores, no intenta aprovechar la sorpresa, solo deambula por el suave pubis, sigue los vértices que sus muslos forman en la intersección con su sexo, se acerca, roza el inicio de la hendidura, se aleja, acaricia, vuelve, el cosquilleo que se extiende por la zona es tan agradable…

-        ¿Qué haces? – protesta débilmente

-        Conocerte, eres tan deseable

-        No sigas

Se retira sin dudar ni un segundo, Carmen agradece la rapidez de su reacción

-        Lo siento, no es el lugar adecuado, ni el momento

-        Si quieres vamos a…

-        No, lo siento

-        No te preocupes – Pelayo sonríe con tristeza

Hay un momento de silencio tenso entre ellos, ¿Por qué se ha negado? piensa Carmen. Pelayo le sugiere acercarse a ver una de las fotografías que reflejan el Nueva York de los años treinta, caminan pegados; ella, como es su costumbre cuando su pareja es de menor altura, extiende el brazo por sus hombros y él la lleva cogida de la cintura, copa en mano. No ha vuelto a preocuparse del vestido que apenas cubre sus muslos, una preocupación menos. Atraviesan el salón hasta quedar frente a la inmensa foto en blanco y negro. Se ha sentido observada al cruzar el salón pero algo, no sabe qué, le inhibe el pudor que en otro momento le hubiera coartado esa ligera desvergüenza que la mueve ahora. Es la chica de Doménico, se siente bajo la tutela de él, de su hombre, sabe que la vigila, no puede fallarle, la quiere así, desvergonzada, casi desnuda, provocando a este amigo suyo que la lleva cogida de la cadera, casi del culo, pegado a ella, mirándola con deseo, ¿por qué no?, ¿por qué no dejarle que la disfrute un poco más? de algún modo se lo debe. Siente una gran ternura por el hombre que la ha tenido en sus manos y ha aceptado una negativa sin ofrecer ninguna resistencia. Todavía cree sentir el roce de sus dedos en su pubis.

Le escucha hablar de la época, del ambiente del Nueva York de la depresión mientras siente como la mano que estaba en su cadera ya ronda su nalga. Lo ha visto hacer antes, Piera riendo, jugando con otros, dejando que las manos tanteen su cuerpo, la acaricien, se pierdan en sus curvas y cuando se vuelven demasiado ansiosas, una broma, un guiño, una pequeña reconvención y se devuelven a su sitio.

No ha hecho falta, tras un breve repaso a su culo que le ha provocado un intenso cosquilleo el propio Pelayo ha vuelto al redil. Regresan al grupo y se integran en la conversación. Doménico la sigue un breve instante, ella le niega la mirada ¿Qué te crees, que estoy pendiente de ti?

En algún momento el belga y su acompañante han desaparecido y Carmen y la pareja homosexual ríen divertidos por alguna ocurrencia, sus risas han llamado la atención de Doménico que la observaba desde lejos, Carmen cruzó los ojos con él, estaba charlando con un grupo en el que  destacaba Salif y algunos otros, Piera agarrada a su brazo se dejaba caer en su costado y le decía algo al oído. Se besan, el italiano le envió una sonrisa, Carmen sintió una punzada que no quiso valorar, le devolvió la sonrisa y desvió su atención hacia la pareja que la acompañaba. Piera no es el pasado por lo que está viendo. Pelayo vuelve a la carga, Carmen le sonríe y le da un pequeño beso en los labios. No mira a Doménico pero sabe que la ha visto. Pelayo la toma de la cintura y la besa de nuevo, Carmen mira de reojo y ve a Doménico abrazado a Piera mirando la escena. Se separa, Pelayo le acaricia el pecho pero a Carmen no le apetece. Quizás se ha arrepentido de su anterior retirada. No debe seguir jugando con él no está bien.

-        Necesito otra copa, vuelvo enseguida

Caminó hacia una de las barras, la más cercana la dirigía directamente hacia el grupo de Doménico. Eligió la contraria, hacia su izquierda, cerca de una pequeña pista de baile improvisada, con focos indirectos y telones en gris oscuro, se sentía ligera, parecía flotar entre la gente. Allí estaba Irene moviéndose sensualmente frente a Febe. Al pasar la miró como si no la reconociera, luego apareció una sonrisa en su boca y le envió un beso, Carmen le devolvió la sonrisa. Pensó que tenía una manera muy sensual de bailar, cuando la vio por primera vez su cuerpo le pareció demasiado musculado, quizás carente de formas pero ahora, al verla bailar bajo los focos se dio cuenta de su error, cada musculo de su vientre parecía cobrar vida bajo aquella luz y sus pequeños pechos constreñidos bajo la apretada malla marcaban unos pezones duros, perfectos. Sonrió, ¿qué hacia ella mirándole los pezones a una chica?

Mientras esperaba en la barra que le preparasen el combinado no dejaba de recordar las formas que sus brazos dibujaban bajo los focos. No, no era aquel un cuerpo desgarbado, no era una mujer andrógina como pensó en un primer momento, al contrario, tenía una…

-        Ponme lo mismo que a ella – escuchó a su lado cuando el camarero dejó su copa.

-        No sabes lo que he pedido – había reconocido la voz grave de Irene sin necesidad de volverse

-        Me gustará, estoy segura de que tenemos gustos parecidos

-        ¿Tú crees?

-        Nada más verte, tengo un sexto sentido para estas cosas

-        ¿Qué cosas?

-        Para los placeres

No habían dejado de mirarse a los ojos durante aquel ataque en toda regla, había algo en Irene mágico, tenia poder, pensó Carmen, tenía atractivo.

-        Ven – le dijo y la tomó de la mano

Carmen se dejó llevar y, sin poder evitarlo, miro de reojo hacia donde sabía que estaba Doménico. Si, él la vigilaba. Carmen seguía a Irene, casi a su lado, un poco rezagada. Cerca de la pista de baile Irene dejó su copa en una pequeña mesa baja y Carmen la imitó, sonaba una balada, Irene se situó frente a ella. Sintió una mano en su cintura, la otra mano alcanzó la suya, ni una palabra que pueda ser rechazada, un suave balanceo que sigue el ritmo de la música, es todo tan natural… ¿Cuándo, cuándo esas dos mujeres han comenzado a bailar juntas, pegadas, mejilla con mejilla?

El roce de los muslos, los brazos en la cintura, los pechos que tropiezan con cada paso y que hacen que sus párpados oscilen, el aliento como una brisa en el rostro, el perfume que irradia la mujer que abraza, el roce de esos labios en su sien.

-        ¿Habías bailado antes con una mujer?

-        Una vez con una amiga y se provocó un gran revuelo

-        Si no suele ser frecuente y genera mucho morbo

-        Si, además mi amiga quería provocarlo

-        ¡No me digas!

-        It´s raining men nada menos

-        Aleluya! – ambas rieron - ¿disfrutaste?

-        Mucho, luego tuvimos que aguantar los típicos comentarios y bromitas

-        Ya, muchos patosos

-        Si, menos mal que mi marido estaba allí atento al quite

-        ¿Estabas casada?

-        Estoy

-        Vaya, pensé…

-        No, estamos pasando por una breve separación y Doménico me ayuda…

-        Ya, entiendo.

Es inevitable que las miren, las dos destacan por su altura, por su forma sinuosa de moverse, ambas llaman la atención por su belleza y ahora, en la pista sobresalen del resto, mejilla con mejilla, abrazadas, siguiendo el ritmo de esa balada, ajenas al mundo. Dos amazonas que se entregan en cada mirada, que destilan sensualidad en cada movimiento.

-        Y tu amiga…

-        Sara, fotógrafa, un encanto

-        Quiero decir…

-        Si es lesbiana, si

Irene la mira a los ojos, hay una pregunta en su mirada que no acaba de brotar

-        No, no pasó nada más, aparte del baile

La música casi está por finalizar, siente que la boca de Irene se aproxima a su oído, un beso apenas un roce y un murmullo

-        Les estamos dando por culo a algunos, disfrútalo

Luego, una mirada, un guiño y una sonrisa.

Al terminar, ambas ríen, se abrazan y salen de la pista hacia la mesa donde sus copas las esperan

-        ¿Estas bien?

-        Mejor que bien, ¿Nos miraban mucho? – Irene la mira sorprendida

-        ¿No lo viste? Enmudecimos a todo el club

-        Me alegro

-        Creo que esto es el comienzo de una hermosa amistad, que diría Bogart – es Doménico el que habla

Carmen levanta la cabeza para mirar a Doménico y a Mahmud que se han acercado a la mesa. Irene y ella sonríen

-        Creo que fue el gendarme francés el que dijo esa frase – dice Irene

-        Es igual, os he visto muy bien, muy compenetradas – mira a Carmen - Me alegro

-        Ay que ver lo que os gusta a los hombres ver a dos mujeres… bailar solas

-        Por eso lo has hecho Irene, que te conozco

-        No seas ególatra Domi, lo he hecho por mí, - deja caer su mano sobre el muslo de Carmen – me moría de ganas de conocer a tu chica

-        Y ahora que la conoces, ¿qué te parece?

Carmen no ha hecho nada por retirar la mano que aprieta su muslo, sabe que está provocando a Doménico como él la ha provocado con sus escarceos con Piera, ambas se miran a los ojos, sonríen.

-        Pues… creo que necesitamos conocernos mejor – ríe y Carmen se contagia

Doménico las deja, Mahmud, no ha abierto la boca pero no ha dejado de mirarla con el deseo pintado en sus ojos, Carmen no le ha evitado, se siente fuerte, libre, su exhibición con Irene le ha hecho sentir poderosa.

Sigue con Irene charlando, se siente cómoda con ella, se sabe seducida y se deja seducir, es una sensación nueva, extraña, mucho mas fuerte de lo que sintió con Sara porque entonces se resistía. Ahora no, ahora lo vive intensamente, nota las miradas que le dedica a sus pechos, le deja acariciar su mano, deja que le toque su muslo, allí nadie las mira, nadie les reprocha esos gestos. ¿Otra copa? Si, ¿por qué no? Irene va a por ella y se sorprende mirándole el culo mientras va a la barra, gira la cabeza y ve a Doménico que la ha pillado, le envía una sonrisa y se la devuelve. ¡Dios, ella mirándole el culo a  una mujer! Además, le gusta, porque tiene un buen culo. La ve venir, se mueve bien, ¡joder, se está dando cuenta de que la mira con deseo!  Baja los ojos ¡no se habrá ruborizado!  ¡si, lo nota en el calor que siente en las mejillas!

Se sienta a su lado casi frente a ella, la mira ¿y esa sonrisa que tiene en su cara?

-        Te sienta muy bien ese vestido  - la está mirando el pecho

-        Gracias, lo compré para esta fiesta

-        Tienes un pecho precioso, no te sentaría igual si te hubieras puesto sujetador

-        Bueno, en principio si que me lo puse pero Doménico, ya sabes, se empeñó en que me lo quitase

-        Hizo bien, si no yo te lo hubiera hecho quitar – Carmen abre la boca sorprendida - ¿lo dudas? Sería un sacrilegio que usases sujetador con esos pechos tan bonitos, te hubiera mandado a los lavabos a que te lo quitases

-        ¿Y por qué crees que te hubiera hecho caso?

-        Por la misma razón que has bailado conmigo sin rechistar

Carmen sonríe, entorna los ojos, no quiere ruborizarse, pero…

-        Te pones preciosa cuando te ruborizas

-        ¡Vale ya!

-        Me muero por besarte

Silencio, las miradas clavadas, no hay nada que decir porque Carmen no tiene argumentos, no tiene razones a favor ni en contra, no sabe, no conoce, no tiene experiencia. La mira, solo la mira ¿Y qué ve? Una mujer que le atrae, una mujer sincera, hermosa, atractiva, sensual, que dice la verdad sin adornos, sin rodeos.

¿Y ella, qué siente ella? Lo que se ha estado negando a sentir  en tantas otras ocasiones en las que a punto ha estado de dar el paso de vivir una experiencia nueva, diferente, en la que ha podido ser libre, mujer de otra manera y no se ha atrevido a dar el paso.

-        Y yo

-        Ven conmigo

Irene la toma de la mano, se levantan, camina sin mirar a ningún lado solo ve el hombro de la mujer que la guía, la sigue entre la gente, solo quiere llegar a donde la lleve. Se detienen ante una puerta, Irene enseña una tarjeta que saca de su cintura a un encargado de seguridad que les franquea la entrada. El ruido de la música y las conversaciones ha cesado, los oídos acusan la ausencia de ruido. Caminan por un amplio pasillo con luces indirectas, se cruzan con una pareja que salen de una habitación, Carmen  se deja llevar de la mano. Allí, una habitación, una especie de despacho con una mesa, unos sillones, una luz indirecta. Irene echa el pestillo y se vuelve hacia Carmen, sonríe, camina hacia ella, Carmen piensa que son igual de  altas. Está nerviosa, está excitada. Irene posa sus manos en sus hombros desnudos, luego desliza las manos hacia atrás hacia sus omoplatos, la atrae hacia ella. El roce de sus labios, tan suave provoca que sus ojos se cierren, Carmen la toma por la cintura, tiene la piel tan suave, tan cálida, nota la dureza de sus músculos y le gusta, sin darse cuenta baja las manos hacia sus caderas, es como si sus manos tuvieran vida propia, buscan sus nalgas, Irene gime, encuentra la cremallera del vestido y comienza a bajarla, Carmen suspira, las manos de Irene  acarician la espalda de Carmen, se separa de ella lo suficiente como para retirar el vestido de sus hombros. Descubre sus pechos, la mira con adoración, deja caer el vestido para que ella eleve los pies y salga. La descubre desnuda y la mira con lujuria.

-        Eres mas hermosa de lo que imaginaba

Con un gesto rápido se despoja del top y de la malla, mientras, Carmen se quita las medias sin dejar de recorrer con los ojos el cuerpo de Irene, sus pequeños pechos son duros y firmes, traspasados por dos barras plateadas, desea tocarlos, se acercan, se abrazan quieren sentirse, se pegan la una a la otra, hay urgencia en sus gestos, las manos exploran la piel con ansia, las bocas buscan con prisa, recorren las mejillas, las sienes, las lenguas buscan las orejas, muerden los lóbulos, juegan con los pendientes.

La ultima prenda que oculta su cuerpo cae, el vello rubio se enreda entre los dedos de Carmen como si no fuera la primera vez que juega con el sexo de una mujer. La desea, si la desea. Caen en uno de los sillones, sentadas, abrazadas, la boca de Irene posee los pezones de Carmen y ésta se deja chupar, morder. Amamanta a la hermosa mujer que la está iniciando, acaricia su cabello mientras deja que lama sus pezones como si fuera una niña pequeña al tiempo que hunde sus finos dedos entre sus muslos buscando cobijo entre sus labios, ¡Oh si! Sabe muy bien donde buscar, es mujer y conoce donde enterrar los dedos, con qué presión, hasta que profundidad, en qué lugar horadar.

Abre las piernas todo lo que puede y luego suplica: entra mujer, entra en mi, hazme tuya como solo una mujer sabe hacerlo.

Y cuando regresa de la dulce muerte, agradecida y satisfecha, desea probar lo que solo ha conocido en si misma; ven, le pide Irene, ven a mi. Carmen acaricia ese cuerpo blanco, firme, duro, sus pechos pequeños son rocas puntiagudas que provocan ríos en su propio sexo, sus pezones llaman a su boca, los besa, los lame, juega con las barras que atraviesan sus pezones y la envidia, desea estar perforada como ella ¡Dios, cómo lo desea! Pequeños mordiscos provocan gemidos en su amante, los chupa, ahora es ella la pequeña que se amamanta de su mujer mientras la acaricia, recorre cada uno de los marcados músculos de su vientre, ¡es tan hermosa! Como pudo pensar que no tenía formas femeninas! Le falta tiempo, le faltan manos para recorrer ese cuerpo. Besa su axilas la huele, la sigue con la nariz con la lengua y ella ríe al sentir como la olfatea, se engolfa en su ombligo. Baja, mordisquea su vello, el aroma de su sexo excitado la embriaga, la mira justo antes de bajar un poco mas y hundir la lengua entre sus labios, entonces ve como Irene cierra los ojos abatida por el placer. Ella misma está a punto de morir al saborear el flujo de su amante, lanza la lengua en busca de la fuente que mana, saborea, gime y busca entre los labios el grueso capuchón que se abre al contacto de la lengua curiosa, un grito ahogado le indica que hizo blanco, Irene se estremece, Carmen desea devolverle todo el placer que ella le ha dado antes. ¿Sabrá hacerlo? Carmen tiembla, sus manos acarician el vientre de su amiga, de su hermana, de la mujer que la ha estrenado, su boca se hunde en ese primer coño que explora, huele bien, sabe bien, la emborracha, la vuelve loca, ¿cómo ha podido pasar tanto tiempo sin vivir esta experiencia? Lanza la lengua y provoca un terremoto en la mujer que es prolongación de su boca, lanza de nuevo la lengua y un mar salino inunda su boca, sigue mortificando a su presa hasta hacerla llorar y cuando la siente vibrar hasta el éxtasis lleva una mano hasta su sexo para alcanzar el nirvana juntas y deja que el orgasmo de Irene explote en su rostro y no se retira del abrazo de sus muslos hasta que, rendida, le ruega que vaya a sus brazos.

Echada en el pecho de Irene siente su respiración, los dedos de su nueva amante enredan en su cabello, su mano juega con la suave mata de vello púbico, sus muslos se entrecruzan. No es cómodo el sillón en el que han hecho el amor, no pero es su lecho de iniciación.

-        Te quiero volver a ver – Es Carmen quien expresa su decisión, Irene la besa en la frente

-        Y yo a ti

-        Nunca antes, yo…

-        Calla, ya lo sé – la estrecha – vamos, tenemos que salir de aquí

-        ¿Ya? – Irene se separa, la mira y sonríe

-        Si, viciosa tortillera, tenemos que volver a la fiesta – la besa, Carmen la sujeta por la nuca, la atrae, no quiere acabar ese beso.

-        No creí jamás que yo…

-        ¿Qué tú, qué? – ríe Irene

Carmen salta sobre Irene se sube a horcajadas sobre ella, la besa

-        ¿Cómo he podido vivir sin estar… completa?

Irene no la deja continuar, la besa de nuevo

-        No digas nada Carmen, hoy no, deja que los sentimientos reposen un tiempo, es mejor.

Cuando vuelven a la fiesta su ausencia apenas ha sido advertida. Van hacia la barra y piden una copa, se unen a un grupo, charlan cogidas de la cintura, aparece Febe y  varios mas, el grupo crece, Carmen busca a Doménico con la mirada, se siente liberada de su tutela, al mismo tiempo le extraña. Le sigue con la vista, unas veces con Mahmud, con otros amigos, otras veces agarrado a la cintura de Piera pero ya no se siente abandonada aunque no puede ocultar un brote de celos, vuelve la vista y se centra en la conversación que en ese momento tenga con quien sea, se abstrae e intenta no pensar, luego al cabo de un rato cede a la tentación y vuelve a buscarle y si le encuentra lejos de Piera o de cualquier otra mujer nota como ese nudo de angustia que retuerce su estómago se disuelve.

-        Así que tu eres la misteriosa Carmen que tanto nos ha hecho sufrir

Se volvió, reconoció la voz profunda que la había saludado al comienzo de la noche y que después prácticamente la había ignorado hasta ahora. Habían cruzado sus miradas en alguna ocasión y en todas ellas Carmen se sintió como si la desnudase. Mahmud, el argelino, el de los ojos profundos por fin se dignaba a dirigirse a ella. Con una aire de excesiva dignidad le miró de arriba abajo antes de contestarle

-        Y tú eras… - fingió no recordar su nombre, Mahmud sonrió aceptando el juego

-        Mahmud, pero eso ya lo sabías

-        Si, eso es, Mahmud

-        No había visto a Doménico tan enganchado a una mujer jamás, ¿qué tienes?

Íntimamente agradeció que no se dirigiese a ella como la “chica de”

-        Pregúntaselo a él, me considero una mujer bastante normal

Mahmud la recorrió con la mirada, de nuevo se sintió desnuda

-        Eres cualquier cosa excepto normal. Se lo he preguntado, Carmen y, ¿sabes una cosa? jamás le había visto soltar tantas vaguedades, me preocupa mi amigo, está trastornado

-        ¿Crees que soy una mala influencia?

-        Al contrario, cuanto más te miro más me convenzo de que eres una maravillosa influencia

Carmen sintió que la rodeaban por la cintura, un beso en la mejilla y el inconfundible aroma de Doménico la hizo relajarse y vencerse en el cuerpo que la atraía desde atrás

-        ¿Me puedo unir a la conversación?

-        Por supuesto, hablábamos de ti, precisamente – dijo Mahmud

Carmen se acomodaba entre los brazos del italiano buscando su cuello.

-        Espero que bien

-        Bueno,  no del todo, le decía a Carmen que no he conseguido sacarte las cualidades que tiene para que  estés tan colgado de ella

Doménico buscó su boca, Carmen se ofreció y se fundieron en un beso apasionado, sus manos palparon su estómago, viajaron por su vientre y rozaron la base de sus pechos.

-        Sería una conversación muy subida de tono, quizás Carmen no estaría cómoda con su contenido

-        No me parece que sea una mujer que se avergüence fácilmente – apostilló Mahmud

-        ¿Bailamos? – sonaba una balada, Carmen asintió

Se alejaron cogidos de la cintura y cuando estuvieron en la pista se fundió en los brazos de Doménico

-        ¿Bien con Irene?

-        Muy bien

-        Me alegro, ¿te devuelvo con ella cuando terminemos de bailar?

-        No es necesario, hace mucho que no estás conmigo – Doménico sonríe

Bailan, durante un tiempo se dejan llevar por la música en silencio, Carmen se siente bien en sus brazos

-        ¿Y con Pelayo? – ¿Qué puede decir? Les ha visto juntos, él mismo le dijo que le tratara bien, ha jugado con ella, con sus incertidumbres, con su inexperiencia. Está jugando con ella ahora.

-        Es agradable, no ha parado de hablar ni un minuto

-        ¿Solo habéis hablado?

Carmen levanta el rostro de su hombro y le mira

-        ¿Qué quieres de mí? – Doménico sonríe

-        Lo sabes

La tregua ha durado poco, de nuevo esa mirada que la exige, esa sensación de dominio que la anula.

-        No, no lo sé

Doménico no responde, la observa sin perder esa sonrisa que la desconcierta, que la desarma ¿qué quiere, que más quiere de ella?

-        Sigues sin creerme ¿no es cierto?

-        Digamos que tengo mis reservas

Carmen deja de bailar. Rabia, una rabia profunda, intensa comienza a crecer en su interior y  brota a medida que crece. Su mirada ha cambiado, es mas profunda, su expresión es diferente. Se separa del italiano y comienza a alejarse. Doménico la detiene, la toma de la mano. Se vuelve.

-        ¿Dónde vas?

-        Con Pelayo, hemos dejado un asunto a medias – Doménico traga saliva, el juego se le está yendo de las manos

-        No Carmen, ya no.

-        ¿Ya no, por qué? Es tu arquitecto, tienes un negocio entre manos con él y me has pedido que le trate bien

Tira bruscamente de la mano que la sujeta y logra liberarse, Doménico la aferra del brazo

-        Me estás haciendo daño – no es la mujer sumisa la que habla, es otra, es una mujer dura, fría, decidida – suéltame

-        Te suelto si te quedas conmigo

-        Suéltame y veré lo que hago

Por primera vez Carmen está viendo a un Doménico diferente, no es el hombre que ha sido durante estos días y que la ha manejado a su antojo. Tampoco ella es la mujer sumisa, débil, entregada. Se reconoce, vuelve a verse a sí misma. Respira hondo.

Doménico suelta su brazo

-        No pretendía… - Doménico baja la mirada

-        Yo tampoco, anda vamos a por una copa

Se agarra de su brazo, todo parece seguir igual, sin embargo Carmen sabe que algo ha cambiado. Tan solo es una sensación pero ahí está, como un poso que persiste y no pasa desapercibido.

Salen de la pista y caminan hacia el grupo con el que estaba Doménico. Carmen participa en la conversación agarrada por la cintura a Doménico, se deja caer en su costado voluptuosamente. Es el objeto de deseo de los que la miran y no le importa, ha decidido que nada importa esta noche.

Vuelven a bailar, ella es mejor bailarina pero hay un cubano que baila ritmos latinos endiabladamente y bailan juntos salsa, merengue, cha cha cha, Doménico los observa, está inquieto, nota a Carmen diferente, menos dependiente de él. Son bailes muy sensuales y Doménico la incita, ve como la miran, son bailes provocativos que ella domina y con ese cuerpo enseguida se crea un corro a su alrededor. Doménico sonríe orgulloso y ella gira, gira. Mahmud no le quita ojo de encima, Doménico observa a su amigo con una sonrisa condescendiente.  Cuando termina Mahmud sale a su encuentro

-        ¿Aceptas un baile conmigo? – Carmen tiene la respiración agitada, le mira, toda la noche ha estado observándola como un cazador, la intimida y no puede hacer nada que lo demuestre

-        Claro

La toma en sus brazos; en las distancias cortas su baja estatura se acentúa más, Carmen le saca la cabeza pero eso no le resta carácter, se nota en su mirada, en su forma de dirigir el baile con mano firme en su cintura y en su espalda, los ojos clavados en los suyos como si quisiera ahondar en su mente. Carmen mantiene la mirada, sabe que si la retira habrá perdido esta batalla.

-        Llevaba toda la noche deseando un momento de intimidad contigo – Carmen sonríe

-        ¿Esto es intimidad, en medio de una multitud, bailando? – pero sabe a qué se refiere

-        Tú me entiendes

-        No estés tan seguro – Mahmud sonríe, durante unos segundos se hace el silencio, las miradas mantienen el duelo, él la sigue inspeccionando

-        Creo que Doménico no exagera ni un ápice

-        Lo dudo, Doménico exagera siempre cuando habla de mí

-        Dice que eres un diamante en bruto – Carmen se tensa, teme que haya hablado de más

-        ¿Ves? exagera – ha perdido la sonrisa, intenta mantenerse cordial pero hay una cierta tensión en su rostro que Mahmud detecta.

-        No, es cierto, eres una auténtica joya Carmen, se lo he dicho, lo que ocurre es que lo diamantes en bruto no son fáciles de tallar

-        ¿Y quién ha dicho que yo me vaya a dejar tallar? - Mahmud sonríe

-        Tallar un diamante, darle la forma adecuada, quitarle las imperfecciones requiere a veces usar algo de violencia, no mucha, golpear en su justa medida. El camino a la perfección a veces está transitado por el dolor

-        Eso suena fatal – responde con fingida preocupación

-        Suena peor de lo que es en realidad. Placer y dolor a veces se confunden, se funden diría yo, los límites  son difusos ¿quién decide lo que es dolor y lo que es placer? Todo depende de la motivación, de lo que te mueve a aceptarlo, a pasar por el proceso.

-        ¡Vaya! Me das un poco de miedo – Mahmud echa la cabeza hacia atrás y sonríe, luego la mira repentinamente serio

-        Mientes – Carmen le mira sorprendida

-        ¿Me estás llamando mentirosa? ¡me insultas!

Intenta conducir el diálogo por la vía del desenfado porque Mahmud la cohíbe

-        Tendría que utilizar palabras mucho más gruesas para llegar a insultarte y aún así, créeme, sonarían… halagadoras

-        ¡Mucho más gruesas! Me espanta pensar en qué piensas cuando me miras a los ojos

Mahmud se queda en silencio mirándola a los ojos como ella ha dicho, pasan los segundos, Carmen sonríe

-        ¿Qué?, ¿me estás insultando en off? – exclama divertida, Mahmud vuelve a sonreír

-        ¿Lo quieres oír?

-        ¡Por favor! – le invita

-        Según tengo entendido, estás casada, ¿me equivoco? – Carmen entorna los ojos

-        Ya entiendo por donde vas, me decepcionas

-        ¿Si? ¿Ya sabes por dónde voy, qué sabes?

-        El tipo de palabras gruesas que crees que pueden llegar a hacerme sentir ofendida

-        ¿Si, tú crees?, ¿cómo qué? – Mahmud parece divertido

-        ¿Cómo… puta? – se arrepiente, no sabe por qué se ha atrevido a tanto, quizás para no sentirse tan cohibida ante él

-        No, te falta mucho para merecer esa palabra – ella se sorprende ante su argumento

-        ¿Crees que hay que hacer méritos para ganarse ese título?

-        Por supuesto, cualquiera no se lo gana – Mahmud sonríe ante la sorpresa de Carmen

-        ¿Entonces, cuál es el… título que me adjudicarías a mi?

Mahmud la mira durante unos segundos, teatraliza su inspección

-        ¿Estás casada, no es cierto?- Insiste

-        Si, soy una mujer casada, infiel que vive con su amante – contesta algo agresiva

-        Entonces… golfa, si, golfa; puta te queda grande, pero golfa… si, ese te va bien

-        Golfa – Carmen está excitada, siente ese temblor por todo su cuerpo que es presagio de otros placeres por llegar, más intensos - ¿debo considerarlo un insulto o un elogio?

-        Déjate llevar por lo que hayas sentido al escucharme

-        Entonces, te daré las gracias

¿Por qué ha dicho eso? Ve a Mahmud sonreír y se arrepiente del giro que le acaba de dar a la conversación, ¿se está insinuando? No lo pretende pero es lo parece

-        Justo lo que esperaba

Carmen se queda callada, pensativa, sigue en brazos de Mahmud, se deja llevar, ‘Golfa’ resuena en sus oídos ¿qué es lo que esperaba, que le gustase que la llamase golfa? Para ese musulmán no deja de ser una mujer que está siendo infiel a su marido; es por tanto, una golfa, claro que si, por eso se permite el descaro de decírselo a la cara y ella… ¡le da las gracias! ¿Pero qué coño está haciendo?

-        ¿Qué piensas?

-        Me sorprende, si hace unas horas alguien me hubiera dicho que uno de los amigos de Doménico me iba a estar llamando golfa…

-        Y tú le ibas a estar dando las gracias…

Ambos se echaron a reír

-        Naturalidad Carmen, las cosas hay que aceptarlas con naturalidad

-        Puede que tengas razón

-        ¿Te encuentras bien?

-        Si, ¿por qué lo preguntas?

-        Por un momento te he notado tensa, sin embargo ahora me da la impresión de que te has relajado

-        Es cierto

-        Quizás tenga que ver con el hecho de que al fin te hayas reconocido como una golfa - Carmen le miró a los ojos

-        Has sido tú, no yo

-        Lo sé, ¿Te sientes capaz de hacerlo?, creo que te vendría bien

-        ¿Qué es esto, una especie de terapia?  - Mahmud la miraba con ojos risueños – no lo voy a hacer, no tiene sentido

-        Tú sabrás, tu eres la psicóloga

Carmen le miró con cara de asombro, el sonreía retándola, continuaban bailando, sin darse cuenta habían enlazado una canción más… o dos, había perdido la cuenta y estaba a punto de acabar la que sonaba en ese momento, quizás fuera la ultima que bailase con ese argelino que la hipnotizaba con sus ojos oscuros. ¿Qué la incitaba a aceptar el reto? ¿Por qué se sentía tentada a pronunciar esa frase que la dejaría sin muros de protección ante el moro?

-        Si, creo que tienes razón, soy una golfa – sintió una descarga de adrenalina que inundó su torrente sanguíneo - ¡es eso lo que querías escuchar?

-        Si, lo eres, eres una golfa Carmen

Vació de un golpe sus pulmones

-        ¿Crees que me conoces, verdad?

-        Absolutamente, sé las cosas que te excitan – Carmen le mira intrigada

-        ¿Y por qué puta no?

-        Te falta… pulir defectos, como te dije eres un diamante en bruto. Hay que tallar ese diamante Carmen, pero según dices, no pareces estar dispuesta a someterte al dolor y al placer del proceso

Carmen sonríe, se divierte con el juego de palabras

-        Así que todo el proceso para tallar el diamante conduce a convertirlo en una puta ¡que lastima! En vez de elevar la joya, la hundes en el lodo

-        No sabes lo que dices

La música cesó, por un momento se separaron, pero Carmen no hizo intención de moverse. Mahmud se dio cuenta y cuando comenzó a sonar una nueva balada la tomó por el talle una vez mas, Carmen rodeó su cuello. Doménico había comenzado a caminar hacia ellos pero se detuvo y volvió sobre sus pasos

-        Veo en ti ese diamante en bruto Carmen, intuyo lo que tienes por desarrollar y sé que tú también lo ves. Pero ambos sabemos que no es fácil, aunque también sabemos que merece la pena.

-        No sé de que me hablas

-        El sexo, tal y como lo conoces, se te ha quedado corto

-        Eso es una locura – negó vehementemente

-        Puttana – Carmen enrojeció bruscamente, bajó la mirada –  Esclava – Carmen le mira espantada - Domi es un caballero, si, pero yo  tengo oídos

-        No deberías escuchar las conversaciones privadas Mahmud

-        Lo sé

-        Es… no es lo que… solo es un juego, no es real – Carmen tiene los ojos brillantes

-        ¿Seguro?, tu rostro no decía eso mientras confesabas tu condición de esclava, estabas a punto de desvanecerte

-        ¿Lo sabe Doménico?

-        ¿El qué, que yo lo sé? No, todavía no

Carmen se detiene, se suelta de mahmud

-        Ni una palabra Mahmud

Mahmud la toma de nuevo con firmeza, Carmen no se lo esperaba

-        No me vas a dejar en mitad de la pista Carmen, ahoga tu orgullo y termina esta pieza, luego nos separamos educadamente.

Carmen, roja de vergüenza continuó bailando sintiendo la presión de las manos que la dominan.

-        Así está mejor, ese arranque de orgullo te habría costado unos buenos azotes si fueras mía

-        No consiento que nadie me azote – la voz apenas le salía de la rabia que intentaba contener

-        Eso es lo que te falta Carmen, docilidad. No, no serás nunca una buena esclava, ni siquiera una sumisa, tienes razón, esto no es más que un juego de burguesa.

-        ¿Has acabado?

-        Por supuesto

Mahmud la soltó dejándola en medio de la pista, Carmen se sintió humillada. Miró hacia Doménico que parecía sorprendido y que no consiguió detener a Mahmud que pasó por su lado sin atenderle.

Caminó hacia la barra en busca de otra copa. No hizo caso a Doménico que la llamó un par de veces.

Estoy bebiendo demasiado, pensó, una sensación de inestabilidad comenzaba a entorpecer sus movimientos. Miró a su alrededor buscando a Irene pero no la encontró. Doménico avanza hacia ella, no quiere hablar con él de lo que ha pasado, se escabulle entre la gente intentando sofocar la ira. Olga la llama, se entrelazan, demasiada fraternidad, ve una cajita metálica en las manos de su acompañante, ahora lo entiende. Le ofrecen, rehúsa tras un instante de duda que le alarma. No, no quiere, no quiere. Se queda con el grupo, mira hacia atrás, Doménico ha desistido, quizás debió hablar con él  antes de que Mahmud le cuente. Charlan, poco a poco consigue recuperar el ritmo de su respiración. ¿Cómo ha podido soportar todas esas impertinencias?  No, tiene  que dejar de pensar en Mahmud. Escucha a Olga, se integra en la conversación, pero no lo consigue, la ansiedad hace presa en su estómago, bebe, si pudiera comer algo; Si, en la barra central hay canapés, comenta Olga.

Camina hacia allí, en un rincón ve a Pelayo que está con una japonesa menuda que apenas le llega al pecho, la llama, se acerca, la toma de la mano y se la presenta, la coge de la cintura. Más Bauhaus, más Nueva York, la japonesa le acaricia la mejilla, es agradable parece una figurita de porcelana, le ofrece un porro, no gracias, quiere irse, necesita comer algo, Pelayo la retiene y la besa en la boca por sorpresa; bueno, no ha estado mal, quizás un poco de cariño es lo que necesite. Siente una mano diminuta entre sus muslos, la mira y la figurita de porcelana le sonríe y la besa entre los pechos, ¿qué es esto? no se lo esperaba, es tan suave, se siente un poco acosada pero la japonesa es tan dulce, sus ojos son cálidos, su sonrisa invita a dejarse querer, la pequeña mano sigue entre sus muslos, la acaricia con extrema suavidad buscando hacerse un hueco. Mira a su alrededor, no son los únicos que juegan juegos morbosos, aquí y allá parejas, tríos se besan, intercambian caricias, desnudan cuerpos en los rincones sin que nadie preste mas atención que una mirada que aprecia un detalle de belleza.

Pelayo sigue besando su mejilla cerca de sus labios mientras repite machaconamente su discurso sobre el Bauhaus y desliza su mano por el costado hasta alcanzar su pecho, todo sucede tan rápido, son tantos puntos de contacto, son tantas sensaciones de placer que no sabe como afrontarlo. Sin darse cuenta ya ha rodeado el cuello de Pelayo con su brazo Todo es demasiado agradable y confuso como para detenerlo, aunque en realidad quería irse. La pequeña mano de la japonesa ya está rozando su sexo desnudo, a nadie le importa, a ella si, la mira, esos ojos diminutos, apenas una línea en el rostro nacarado, le sonríen como dándole las gracias, como pidiéndole permiso, parece una muñequita hurgando entre sus labios mojados en medio de la gente, se siente violada, ¡no, qué va! es agradable, se está dejando usar, querer. Mira y ante ella una pareja observa como la están tocando como si aquello fuera una obra de teatro, es una locura pero todo esos toques han conseguido relajar la tensión que Mahmud le había provocado. La manita presiona, dos veces como si llamase a una puerta y ella cede, mueve un pie y deja un hueco suficiente como para que sus muslos abran el resquicio, los dedos de niña encuentran el  hueco y se cuelan entre sus labios chorreantes, tiene la cabeza apoyada entre sus pechos, ¡Dios parece una niña! Ha abierto un hueco en el escote y aprieta su naricilla buscando, siente algo húmedo en sus pezón ¡dios cómo ha llegado ya ahí! Pelayo ha entrado por la sisa y cubre el otro pecho con la mano, un destello de cordura le grita que es excesivo todo esto es una locura. Mira al frente y ve a una pareja en un sillón tumbados, ella le entrelaza con sus piernas, ¿estarán…?  No puede seguir pensando su espalda se dobla cuando su clítoris  es alcanzado por los hábiles dedos de la japonesita que la sonríe al verla curvarse, “no, no” gime Carmen  pero ella, la muñeca de porcelana, sigue buceando en su escote y lamiendo con habilidad su pezón mientras abajo pellizca su clítoris. Tiene espectadores y eso le produce mas morbo, se sabe medio desnuda, con el escote desplazado por la boca de la pequeña oriental que mas abajo levanta su vestido con la mano, debe estar impúdica con las piernas separadas dejándose invadir por esa mujer, colgada del cuello de Pelayo que hunde su mano en el vestido y palpa su pecho, ¿golfa dijo Mahmud? Que lo sepan todos.

Se retuerce en un silencioso orgasmo entre los dedos de la joven nipona, cierra los ojos colgada del cuello de Pelayo, jadea, “basta, basta ya” suplica.  Al fin consigue trasladar la pequeña mano hacia el cuerpo de Pelayo y se va sin que su deserción les provoque demasiadas protestas.

En la barra central no quedan canapés, habla con uno de los camareros que entra y pregunta. Mientras espera aparece Álvaro

-        ¿Te diviertes? – Si tú supieras…

-        Si, mucho, esto es… Doménico me había hablado pero no me lo imaginaba así

-        Me alegro de que te guste ¿necesitas algo?

-        Creo que he bebido demasiado, quería comer algo

-        Dame un segundo – Álvaro se dirigió dentro, al cabo de un momento volvió con un pequeña bandeja con media docena de pequeños canapés fríos

-        Espero que te gusten, estaban listos para un evento final

-        No quiero estropear nada

-        No te preocupes

De repente Carmen pensó algo

-        ¿Tienen… algo de especial? – Álvaro captó la intención de la pregunta y sonrió

-        Ya sabes lo que dicen de los pimientos de Padrón – le guiñó un ojo

-        ¡Estás loco! ¿en serio? – Ambos se echaron a reír

-        Algo suave, para estimular a Eros, sobre todo

-        ¿Más?

Carmen le vio alejarse, recordó como le miraban mientras hacía la presentación del coctel, como le abucheaban durante el discurso, Álvaro era el buenazo del grupo, tuvieran lo que tuviesen esos canapés, no esperaba nada malo de aquel hombre.

-        ¿Me vas a seguir esquivando? – se volvió, Doménico estaba a un paso de ella, le hizo una seña para que se sentase en la banqueta a su lado, Se sentó sin dejar de mirarla, intentando descubrir su estado de ánimo - ¿Qué pasa nena?

Le fulminó con la mirada

-        Odio que me llamen nena, no sé si te has dado cuenta

-        Estás nerviosa

-        Ni estoy nerviosa, ni estoy con la regla, no caigas en tópicos por favor, me defraudarías mucho

Doménico se levantó

-        Te dejo, cuando estés de mejor humor hablamos

-        Si te vas ahora, no me vuelves a ver jamás

La miró a los ojos y se volvió a sentar

-        Tu amigo tiene un sentido del humor muy complicado, aparte de que no es de buena educación espiar la conversaciones privadas de los demás

-        ¿A qué te refieres?

-        Se dedicó a cotillear lo que tu y yo hablábamos antes, puttana, soy tu esclava y no sé qué cosas más habrá escuchado

-        ¿Cómo lo sabes?

-        Le ha faltado tiempo para sacarme a bailar e insinuarme cosas

-        ¿Qué cosas? – Doménico había mudado la expresión de su rostro, estaba visiblemente preocupado.

-        Da igual, la cuestión es que cuando le han fallado los argumentos ha salido con eso, es un cerdo

-        Dime qué te ha dicho

Esa pregunta enciende una sospecha. Le mira y ve algo en su expresión que no encaja, son muchos años de experiencia

-        Dime una cosa, ¿Cómo pudo escucharnos hablar a la distancia que estaba y con el ruido que hay, con la música, con las conversaciones?

-        ¿Qué quieres decir?

-        Dímelo tú

-        ¿Qué estás insinuando? – la expresión de culpabilidad que apareció durante una fracción de segundo en el rostro de Doménico le delata

-        No digas nada más – Se levanta, él intenta sujetarla de la muñeca pero le rechaza con firmeza

-        ¡Carmen!

-        No soporto que me mientan – Doménico se levanta de un salto

-        ¿Ah no? ¿Se puede saber qué le estás haciendo tú a tu marido, chica digna?

…..

-        Toma

Esa voz la saca de la ensoñación en la que ha estado sumida durante un tiempo indeterminado. Sola, sentada en la barra, acabando con los canapés que Álvaro le ofreció, bebiendo una segunda copa que ha pedido en la barra y la enésima de la noche. Se ha perdido en sus pensamientos, negros augurios en los que se ha visto sola, viviendo en un pequeño apartamento tras un divorcio en el que renuncia a cualquier compensación económica. No querrá nada ya que ella es la culpable del naufragio, si, mas allá de los hilos que Mario ha manejado para llevarla a aceptar juegos morbosos, tríos consensuados, fantasías hechas realidad. Ella y solo ella es la que ha hecho derrumbarse el edifico que ambos han construido durante los últimos diez años.

-        Bebe

Mira a Salif que, con una blanquísima sonrisa  en su boca, le golpea el hombro y le ofrece un vaso alto de chupito

-        ¿Qué es?

-        Cortesía de Álvaro, especial para ti

Carmen niega con desgana

-        Me ha pedido que te lo traiga, bébetelo

Álvaro, el bonachón. Parece un padrazo, el patriarca del grupo aunque es poco mayor que ella.

-        Dice que estás triste y que no soporta ver triste a una mujer tan hermosa, lo acaba de preparar para ti, por lo visto es una fórmula secreta de los druídas celtas, hace que las mujeres sean invencibles

Carmen sonríe, le mira, la piel oscura brilla con las luces de la barra, nota el afecto en su mirada, ¡qué lástima! No ha podido conocerle esta noche y piensa que es una persona con la que podría entablar una amistad

-        Anda, bébetelo – insiste

Bebe de un trago, bebería cualquier cosa que le diera en ese momento.

-        Así me gusta

Carmen nota el efecto al instante, una explosión de luz y color en su mente. Lucidez, energía, agita la cabeza para poder asimilar el efecto y aunque está sentada, busca un punto de apoyo en Salif que la recoge con su brazo.

-        ¿Mejor?

-        ¡Fantástica! – sonríe, está apoyada en él, eleva su rostro para mirarle, le sonríe, Salif le devuelve la sonrisa y se quedan enganchados en sus ojos, el roce de sus dedos en su brazos le provoca un cosquilleo intenso y esa mirada cada vez destaca  mas sobre su tez oscura. Durante unos segundos parece que va a suceder, si. Los labios de  Carmen se abren, los humedece sin que ella se consciente de lo que hace, Salif está tan cerca…

-        ¿Quieres bailar?

-        ¡Claro!

Salif se muestra como un ameno conversador, coinciden en gustos musicales, tiene un poderoso atractivo, no puede evitar sentirse cautivada por el tacto de sus manos en su piel, por el aroma de este africano tan alto como ella que no esconde el deseo que siente pero que controla y respeta a la chica de su amigo. ¡Qué diferente! Piensa Carmen.

Es tarde, comienza a sentir el efecto del alcohol, busca un lugar para sentarse, Piera, Irene y Febe la holandesa rubia y menuda charlan en un diván, se acerca hacia ellas y le ofrecen un sitio, hay erotismo en ese grupo de mujeres, se acomoda en el mullido confort del diván junto a su amante, acepta otra copa, escucha, está un poco mareada, el cuerpo musculado de Irene le vuelve loca, ella capta su mirada y le sonríe, Febe las ve y le dice algo  a Piera al oído, ésta las mira y le guiña un ojo a Carmen, no importa, nada importa, se siente bien, relajada, la música es agradable, se deja arrullar por el clarinete, observa los oleos de las paredes del fondo, a su izquierda Doménico charla con dos de sus amigos, no recuerda sus nombres, mas al fondo Mahmud el enigmático espera que le sirvan una copa, en ese momento, como si presintiese su mirada, vuelve levemente el cuello y clava sus profundos ojos en ella, se le encoge el estomago y desvía la mirada, no debió hacerlo es signo de debilidad, corrige, vuelve a mirarle pero ya no esta allí, le busca, no lo encuentra por ninguna parte, gira la cabeza y a la derecha, a la izquierda y se sobresalta al encontrarlo espiando sus movimientos ansiosos a escasos dos metros, se ruboriza cuando le ve darse la vuelta y caminar hacia Doménico.

Siente un roce en su hombro, es una caricia que le eriza el vello, los dedos de Irene le llaman la atención, parece ser que llevan un rato intentando que les haga caso, hablan de pintura, Irene se vuelca hacia ella le rodea los hombros con su brazo, acerca su rostro peligrosamente al suyo, siente su aliento tan cerca, casi no entiende lo  que le dice, está pendiente de su boca, Irene calla, sonríe

-        ¿Me escuchas?

-        ¿Perdona?

Durante un segundo que a Carmen le parece una eternidad esa mujer ambigua, andrógina  parece que va a comerle la boca, luego, sin apartarse de ella se vuelve hacia las demás y dice

-        Me temo que esta chica ha bebido demasiado

Luego se vuelve y la besa, un beso suave, ligero, Carmen se siente relajada, libre, descansa la cabeza en el hombro de Irene, cierra los ojos, podría quedarse el resto de la noche así, escuchando la música, en brazos de la mujer que le ha enseñado el placer lésbico

-        ¿Me la devuelves un minuto? Quiero presentarle a alguien

Carmen abre los ojos al escuchar a Doménico, por un segundo duda, preferiría quedarse con Irene, ser su chica. Doménico le ofrece su mano y Carmen se agarra y se levanta. Se encuentra inestable. Jairo acaba de llegar de viaje y ha venido directo a la fiesta para conocerla, es atractivo, corpulento, demasiado músculo para su gusto, risueño, muy agradable, desde el primer momento le cae muy bien, es de esas personas que se hacen querer, enseguida consigue hacerla reír y a los dos minutos están bailando, sabe por Doménico que es buena bailarina y quiere comprobarlo, Carmen está bastante tocada por el alcohol, muy desinhibida, suenan bailes caribeños y Carmen se entrega al ritmo sensual de una bachata. Sabe que otra vez está siendo el foco de atención, pocas bailan como ella, además su desnudez es evidente, pero los ojos de Doménico, su media sonrisa la gratifican, la premian y sigue, se entrega, se exhibe, juega con Jairo.

Suena una balada y Doménico la reclama

-        Eres una zorra – le dice al oído

Le mira. Parece haber pasado página, como si nada hubiese sucedido, Carmen no puede, no consigue olvidar el engaño, la trampa que ha urdido con Mahmud y de la que aún no conoce el alcance. Siguen bailando en silencio unos segundos, Carmen está cada vez más molesta. De repente siente como la mano que sujeta sus riñones la aprieta contra él

-        Mira como me has puesto

Nota la dureza contra su pubis, Doménico la besa en la sien

-        Los tienes a todos empalmados, no saben la suerte que tengo

Es el mismo discurso de siempre, pero esta vez no le causa el mismo efecto. Algo ha cambiado, Carmen le ve de otra forma. Decepción. Doménico nota la frialdad en ella, sabe que ha cometido un grave error.

-        Lo siento Carmen, he sido un estúpido, no sé como he podido…

-        Déjalo, ahora no.

Se relaja, está triste, confundida, aturdida,  decepcionada. De pronto se le vienen a la cabeza tantas imágenes de lo que ha sido esa noche y se ahoga, siente vértigo, quiere correr, huir, salir corriendo de allí, si, pero ¿a dónde, dónde puede ir?

Aprieta el abrazo con el que rodea sus hombros, piensa, inspira profundamente y se deja llevar mientras baila  esa balada. Doménico interpreta ese gesto como un signo de reconciliación y busca su boca, Carmen se deja besar, se siente sola, inmensamente sola.

-        Vamos a tener invitados en casa – Carmen separa la mejilla de su rostro y le mira con gesto de sorpresa, intuye lo que le va a decir, Doménico le sonríe – Comienza el campeonato de motos este fin de semana, será fantástico, ya verás

Carmen le interroga con la mirada, su mente vuela, imagina a toda velocidad un escenario en el que sitúa actores con los que no desea  convivir, ahora no. Doménico entiende su pausa.

-        Pasarán el fin de semana en casa, bueno, en realidad se vienen esta noche  con nosotros – la miró esperando su reacción – la carrera es el domingo pero los entrenamientos son el sábado y… bueno, mañana y el viernes haremos los preparativos, las compras, es algo que se ha convertido en un ritual todos los años

Carmen apoya el rostro en su hombro, teme preguntar, al fin lo hace sin levantar el rostro

-        ¿Quiénes vendrán?

-        Mahmud, Salif, Jairo, Alfredo, Piera, faltan dos por confirmar.

-        No me apetece, pero no soy quién para decirte a quien invitas a tu casa

-        Carmen…

-        No importa, si mañana va todo bien con Mario, igual ya no estaré.

Qué falsa se sintió diciendo aquello, su instinto le decía que no, que ese fin de semana no estaría en casa y una profunda nostalgia se instaló en su cuerpo como si fuera una fría capa de humedad.

Terminó el baile, siguieron charlando con los demás, cogida de la mano apenas participaba, el alcohol y lo que fuera que contuvieran los chupitos le seguía haciendo efecto, su estado de animo no le ayudaba a integrarse. Hablaban del mundial de motos, al cabo de un rato se excusó y salió hacia el baño

Demasiada humedad sin nada que la contuviera, pensó cuando se limpió tras orinar. Se ajustó las medias y se colocó el vestido, fuera del reservado se miró al espejo. Le dolían los pies, demasiadas horas con tacones. Se arreglaba un poco el cabello cuando entró Piera.

-        ¡Vaya, por fin coincidimos! Estás tan solicitada que no hemos podido charlar ni un minuto – Carmen detecta su acento italiano más acusado que el de Doménico

-        Es verdad, aunque tú tampoco has estado desatendida

-        No me puedo quejar – se acercó a un espejo, sacó del bolso un pintalabios y comenzó a retocarse - ¿qué tal, te gusta esto?

-        Si, es… no sé, no me lo había imaginado así

-        ¿Ah, no? ¿y como te lo esperabas?

-        No sé, no tenía una idea preconcebida – Piera sonríe

-        Me extraña, Domi tiene una cierta tendencia a exagerar

Piera pierde la sonrisa, la mira profundamente

-        Doménico tiene muchos planes para ti – Carmen no puede aguantarle la mirada, sabe que se está sonrojando – y creo que tú estás de acuerdo, è vero?

-        No sé…

Piera apoya la cadera en el lavabo, la mira, Carmen no puede sustraerse por más tiempo a la intensa mirada de la joven italiana y se vuelve hacia ella, se siente intimidada, ¿por qué? no es mujer que se deje acobardar fácilmente

-        Mira – dice señalándose el pecho

Carmen ve el relieve de su pezón, alrededor observa un pequeño círculo, la mira a los ojos, Piera toma su mano con suavidad, sujeta la parte alta de sus dedos y la lleva hasta su pecho, hace que las yemas de sus dedos palpen el contorno de ese círculo. No ha opuesto ninguna resistencia y ahora ya es tarde, siente el tacto duro de un objeto redondo, un anillo, un aro que cuelga del pezón de Piera, que lo atraviesa, el rubor caldea sus mejillas. Se abre la puerta del baño. Antes de que pueda reaccionar, Piera ha ejercido una presión sobre sus dedos, la suficiente como para que no pueda retirar la mano de su pecho, es evidente que ha adivinado lo que iba a suceder y se ha adelantado a su pudor. Entra una chica, la ha visto antes aunque no recuerda su nombre, las mira, se encierra en un reservado. Piera no deja de mirar a Carmen y la mantiene férreamente pegada a su pecho mientras la chica sigue encerrada. Suena la cisterna y se abre la puerta.

-        Ciao Silvia – dice Piera en tono desenfadado. La chica saluda, Carmen no se atreve a mirarla, tiene los ojos clavados en Piera.

-        Ven – la toma de la mano y la lleva hacia el cubículo del que ha salido la chica

-        No…

-        Vamos – insiste

-        No es el lugar, ni el momento – dice Carmen, apenas se la escucha

-        ¿No es el lugar, por qué?, ¿porque es un lugar sucio? tú y yo somos unas chicas sucias y hacemos cosas sucias

Carmen respira agitadamente, no puede apartar los ojos de ella

-        Es un lugar sucio, si, es lo adecuado, ven

Carmen entra, le arden las mejillas, apenas caben las dos, la mirada de Piera no es como la de Irene, es lo primero que piensa. Piera desliza uno de los tirantes de su vestido y descubre su pecho, es más grande que el de Irene, más grande que el suyo, el pezón está atravesado por un aro dorado, Carmen se fija en que el pezón está hinchado, es grueso, sobre una areola pequeña y oscura. No puede apartar la vista del pecho.

-        Tócalo, vamos tócalo – insiste ante la parálisis de Carmen, por fin, acerca la mano y roza la joya con los dedos como si se fuera a romper si lo toca demasiado – así no, sin miedo

Pone su mano sobre la de Carmen y la guía, hace que recorra su pecho y provoca un temblor en Carmen como si tuviera frío, luego lleva sus dedos al pezón, mueve la joya hacia arriba, gira el aro dentro del pezón.

-        ¿Te gusta?

-        Si – apenas se escucha su voz

-        Mírame, Carmen, ¿te gusta?

Carmen la mira a los ojos, está conmocionada

-        Si, me gusta mucho – Piera desnuda el otro pecho, le muestra el piercing idéntico, Carmen mira a uno y otro pecho, su respiración se asemeja a un jadeo

-        ¿Quieres tener unos iguales?

-        Si

-        Pídeselos a Doménico

Carmen calla, sigue mirando los pechos de Piera, no ha dejado de tocar el piecing, roza el pezón, sin darse cuenta ya es una caricia lo que está haciendo

-        ¿Lo harás, se lo pedirás? – Carmen parece salir de un trance

-        Si

Piera le quita la mano de su pecho, sonríe, no se cubre, escuchan la puerta abrirse, voces. Carmen se altera, Piera se lleva un dedo a los labios pidiéndole silencio, cuando las voces salen del baño exagera un gesto de alivio, luego mira a Carmen con un gesto de travesura se sube el vestido hasta la cintura y se quita el pequeño tanga, Carmen descubre su pubis rasurado, su vientre plano, un ahogo le impide respirar, mira su desnudez de una manera diferente, Piera sube un pie al borde la taza, separa sus labios

-        Mira

Sobre su grueso clítoris aparece una pequeña piedra de color verde intenso sobre una base plateada, por debajo otra igual de menor tamaño

-        Agáchate, lo verás mejor, vamos, agáchate

Carmen se arrodilló sin pensar el lugar en el que estaba. La visión de aquella joya atravesando el clítoris de Piera la tenia trastornada, el órgano parecía estar inflamado. Sin darse cuenta su foco de atención se amplió a todo el sexo de la mujer, el brillo acuoso que humedecía los labios que mantenía separados con sus dedos atrajeron su atención, el color rosado de su coño y el aroma que comenzaba a llegar a su olfato, ese olor, empezaba a afectarle. La miró, elevó su mirada, Piera le sonreía consciente de lo que le estaba sucediendo

-        ¿Te gusta?

-        Mucho

-        Tócalo

Carmen dudó, no dejó de mirarla

-        Vamos, no seas tonta, tócame

Ese matiz, ese cambio sutil en la frase hizo que Carmen se volviese a sonrojar y bajase la mirada

-        ¿Te gusto, verdad?

Carmen no respondió, no podía responder, llevó los dedos hasta rozar la joya que atravesaba el clítoris, lo movió como había hecho con el piercing que adornaba el pezón

-        ¡Aah! Quieres hacer que me corra eh, putita?

-        No, yo…

-        Vamos, tócame si es lo que quieres

Carmen deslizó los dedos un poco, solo un poco hasta que sintió la tibia suavidad de la carne húmeda. Tropieza con el erecto clítoris, lo roza y escucha el gemido de Piera, la mira, tiene los ojos entreabiertos, sonríe, coge la joya con dos dedos, con sumo cuidado y la mueve, prueba a deslizarlo por el finísimo canal que atraviesa la delicada zona. Una caricia en su cabello, unos dedos enredándose en su melena agradecieron su atención.

-        Sigue, no te detengas

Cómo no seguir, esa joya la atrae, la hipnotiza, ese aroma de hembra que acaba de probar hace unos momentos con Irene por primera vez la vuelve loca. Toca con extremo cuidado el pequeño falo que se yergue ante ella y la mujer que se ofrece exhala todo el aire de sus pulmones por la nariz. Repite el contacto y ve el temblor que provoca en los muslos perfectos de su amante, nuevos brillos brotan del sexo que tiene ante su rostro, el aroma se intensifica, deja que sus dedos improvisen, recorre los pliegues que se muestran ante sus ojos, recibe el flujo que mana gracias a sus caricias y lo lleva a su boca, lo prueba. No puede mas, gatea, se aferra a esos muslos y prueba con su boca a tantear esa joya, con cuidado con sumo cuidado, no quiere herir a su maestra, a su guía. Cierra los ojos, en realidad se le cierran solos, muere de placer, liba el néctar que fluye abundante de la flor que tiene entre sus labios, bebe, besa, besa, bebe, juega con la joya, su lengua provoca jadeos allá arriba en esa garganta que apenas puede contener los gemidos que no deben ser escuchados afuera donde vuelven a escucharse pasos, voces.

Y cuando consigue arrancarle el orgasmo a la italiana hermosa que debe guiarla en el arte del libertinaje, ésta la levanta del suelo la mira a los ojos y se funden en un beso apasionado

-        Oh cara mia, ahora entiendo que Doménico esté tan perdidamente loco por ti, llevo toda la noche sin poder dejar de admirarte.

-        ¡Oh Piera!

Se abrazan, Carmen está sobrepasada por las emociones. Su cabeza no puede procesar lo que siente, Irene, Piera… es mucho mas intenso que cualquier otra experiencia que haya tenido hasta ahora. Y eso la emociona y a la vez le asusta.

-        Estaremos juntas este fin de semana, tendremos tiempo de conocernos

-        Si – Se funden en un beso intenso, Piera parece a punto de caer en otro éxtasis

-        ¡Dios, qué me has hecho! – ríe y Carmen se une a su risa, se abrazan

Caminan juntas cogidas del brazo, Piera la guía hacia Doménico que conversa con Mahmud y otros. Algo ve en ellas que les hace abandonarlos y sale a su encuentro.

-        Ya está – dice Piera, Carmen se inquieta, ¿qué quiere decir, por qué se entienden entre ellos?

Piera aprieta el brazo con el que la sujeta, la mira, se acerca a su rostro y le susurra

-        Díselo, anda, díselo

Carmen la mira, no entiende, no sabe a qué se refiere, le basta un segundo, le basta ver sus ojos, su sonrisa para comprender

-        Pídeselo – le insiste

Mira a Doménico, ahora lo entiende, el encuentro en el baño estaba amañado, no le importa, ha sido tan hermoso, pero no, no puede.

-        Vamos, pídeselo, lo estás deseando – se acerca a su oído y le susurra unas palabras, Carmen se sobresalta, la mira asustada – vamos ¿no es lo que deseas?

Carmen respira agitadamente, sigue cogida del brazo de Piera, sus ojos expresan todo el morbo que la domina. Sus planes de independencia han saltado hechos añicos, de nuevo se sabe sometida, Piera vuelve a acercarse a su oído y repite la frase, Carmen entorna los ojos, la pasión puede con ella. Cuando vuelve a abrirlos…

-        Quiero que me perfores el coño

Suspira profundamente, vacía sus pulmones, Piera se acerca y de nuevo le susurra algo al oído

-        Y mis pechos, quiero que me perfores los pezones

Tiembla, exhala el aire en medio de un temblor que no consigue dominar.

Doménico la mira sin pronunciar palabra, Piera le observa, pasan unos segundos en los que la emoción se palpa.

-        No hay prisa, piénsatelo. Mañana cuando hables con Mario me cuentas como te ha ido, esto es algo que también tienes que hablar con él ¿no crees?

Carmen no se lo espera, la sorpresa es evidente en su rostro, se suelta del brazo de Piera y se echa en los brazos de Doménico.

-        Cálmate, vamos cálmate

Piera mira incrédula a Doménico sin comprender lo que sucede, cuando al fin Carmen se calma éste la suelta.

-        No te reconozco Domi – exclama sorprendida Piera

-        No te pedí tanto Piera, solo que se lo enseñaras

Mahmud camina hacia el grupo, Doménico le ve venir y se aleja de ellas

-        Anda, llévatela, bailad un poco, divertíos, tengo que hablar con Álvaro

-        No sé que le has hecho Carmen – dice Piera sorprendida -  pero Domi no es el mismo desde que está contigo

…..

-        Nos vamos

Carmen charla con Irene en ese momento cuando Doménico se dirige a ella, es de madrugada, se despiden, hay calor entre ellas, deseo contenido, un beso en la  boca, un ‘te llamaré’. El local se ha ido vaciando poco a poco, Álvaro los despide en la entrada, una caricia en la mejilla de Carmen, hay ternura en él.

El coche ya está en la puerta cuando salen, Doménico camina con Jairo, charlan sobre el proyecto que le ha llevado a Valencia.

-        Siéntate atrás, ¿no te importa? Quiero hablar con Jairo

Carmen se siente desplazada, no obstante sonríe y entra en el todo terreno, se acomoda en medio de los chicos, primero entra ella, luego Mahmud, por la otra puerta Salif.

El cansancio se hace notar, Doménico y Jairo charlan, atrás el silencio se ha instalado, Carmen ha dejado el chaquetón en la bandeja trasera, va pensativa, recordando todo lo que ha sucedido en esa larga noche, Carmen echa la cabeza hacia atrás está cansada.

-        Trabajas mañana? –Es Salif quien pregunta, Carmen abre los ojos

-        Si, no me queda más remedio, ojalá pudiera tomarme el día libre, estoy reventada, tengo los pies destrozados

-        No me extraña, con esos tacones, tendrías que darte un baño de pies con sales y descansar siete horas como mínimo

-        Ya, pero no puedo, a las siete tengo que estar en la ducha

-        A ver, dame un pie

-        Aquí? imposible

-        ¡Mahmud, encógete un poquito más!

Carmen piensa en su traje, en la ausencia de bragas, en Mahmud que no deja de mirarla

-        No, déjalo, no hay sitio

-        Salif es un experto masajista, te vendrá bien- interviene Doménico

-        Te hago sitio – escucha casi en su oído a Mahmud que se pega a la puerta, levanta el brazo  y rodea sus hombros. No se siente cómoda en brazos del argelino pero no es el lugar para rechazarle. Salif se ha pegado a su vez a la puerta, Carmen gira en el asiento, se apoya sobre Mahmud, dobla las piernas y las pone sobre Salif pero si quiere que alcance a sus pies tiene mantenerlas dobladas, ese es el punto crucial. No puede mantenerse de frente, corre el riesgo de mostrar su pubis desnudo, mueve la cadera y gira en el asiento hasta quedar de lado, avanza hacia Mahmud, Carmen cae sobre él y éste la sujeta con su brazo por debajo de sus pechos. ¿Qué está pasando? si eleva las piernas su vestido se subirá; nota como sus mejillas adquieren un calor intenso, síntoma del rubor que debe estar apareciendo. ‘No me avergüences’ recuerda,  ‘ toma a Piera como modelo’, Piera, Piera… ¿qué haría Piera, su nueva amante, si estuviera aquí, ahora, en su lugar?

-        ¿Ves? Ya tenemos sitio

Dobla las piernas, el vestido se ha deslizado, no sabe cuánto, baja una mano y toma el borde del vestido a tiempo de tapar su culo desnudo, se sonroja.

Salif descalza sus pies, siente el tacto de las manos en la planta, es agradable, suspira y se reprime, suena demasiado… sensual quizás.

-        Separa un poco los pies, si no, no voy a poder hacerlo – le pide Salif

Separar los pies implica separar las piernas, ¿cómo hacerlo sin mostrarse abierta? ¿Qué está viendo Salif? No puede saberlo, desde donde está seguramente tiene un primer plano de su culo y ella no sabe el estado de su vestido ¿volver a bajar la mano y colocarse el vestido? Si la ve Doménico por el retrovisor no le va a gustar nada. ¿Cuándo empezó ese temblor que recorre su cuerpo, esa especie de calambre que la domina?

Mueve la pierna derecha, la que está encima, la desplaza hacia delante, eso hace que su nalga también se desplace hacia delante, ¡Dios, dónde estará el límite del vestido!

¿Sufro o disfruto del masaje?  No tengo otra alternativa, estoy aquí, sin escapatoria, lo puedo pasar mal o bien, de mí depende

Placer, esos dedos comenzaron a darle el descanso que necesitaba, cerró los ojos

-        mmmm… ¡qué bien!

-        ¿te gusta, eh?

-        ¡lo necesitaba! … oh si!

A medida que el masaje empezó a hacer efecto Carmen se relajó, dejó de preocuparse, se sentía bien, cómoda, no estaba en peligro, el traqueteo del auto, los brazos de Mahmud bajo sus pechos, el masaje de Salif la liberaron totalmente y dejó que los murmullos que surgían por el efecto del masaje surgieran espontáneos.

Cambió de pie, ahora se despreocupó si entre los muslos podía atisbarse alguna intimidad, se entregó al masaje, sus inocentes gemidos estaban caldeando el ambiente sin que ella se diera cuenta.

-        Esto parece la banda sonora de una película porno – dijo Salif con aire inocente echándose a reír

Carmen estalló en una risa franca, sincera, sin ningún pudor

-        ¡Idiota!

-        Ya, ya, pero los que vamos empalmados somos nosotros

Todos ríen en el auto

-        ¡Guarros! – protestó

¿Eso era todo? ¿Ese era el ambiente que podía esperar durante el fin de semana? Soltó la tensión que aún mantenía y dejó que los hábiles dedos de Salif continuarán aliviando sus pies. El balanceo  de las curvas, los frenazos  y los cambios de velocidad la iban arrullando y dejó de preocuparse por el contacto que el brazo de Mahmud variaba en sus pechos cada vez que el auto frenaba, giraba o aceleraba. ¿era fortuito, lo hacía a propósito? El ritmo pausado de su aliento cerca de su rostro había dejado de inquietarla, se había acomodado en su pecho, había cerrado los ojos y si el trayecto duraba poco más se iba a quedar dormida en brazos del argelino.

Había sucedido, lo supo cuando notó movimiento en el auto. Mahmud se intentaba incorporar, Salif hablaba con Doménico. Se había quedado dormida. Abrió los ojos, lo primero que notó  fue que sus muslos estaban abiertos, no mucho, lo suficiente. Miró a Salif, su mirada huidiza le delató. ¡Hombres! No le importó ¡qué más daba! se sentía libre, más libre que nunca, había hecho el amor con Irene y con Piera, aquello le infundía una nueva sensación de poder, se sentía completa.

Estaban llegando, se incorporó, fue cuando notó el efecto del alcohol que había ingerido durante toda la noche, le costó evitar el mareo.

El auto se detuvo en la puerta de la casa de Doménico. El frio en el rostro le vino bien, se sentía mareada, mas de lo que estaba al salir del club. Salif le echó el chaquetón  por los hombros, Doménico arrancó y se perdió calle arriba hacia el garaje. Carmen comenzó a buscar las llaves en el bolso pero al agacharse perdió la estabilidad y Mahmud la tuvo que sujetar, se apoyó en él y la rodeó con su brazo

-        Gracias, casi me caigo

-        Has bebido demasiado

-        No suelo hacerlo

-        Eso decimos todos cuando nos emborrachamos

Carmen rió y se refugió en su pecho, Mahmud la abrazó, parecían haber olvidado el enfado.

-        A ver si encuentro las llaves

Siguió buscando, ¡este bolso!

-        Espera que te ayudo

Salif enciende un mechero, se acerca, Mahmud la suelta y es Salif quien la toma por la cintura y la atrae hacia él, Carmen le sonríe

-        Mi masajista – dice con cariño

Se pega a él y revuelve en el bolso, por fin encuentra el llavero

-        ¡Bien, ya lo tengo!

La acerca al portal sin soltarla, prueba con una llave y a la segunda acierta, Salif sujeta la pesada puerta y la deja entrar.

-        ¿Cómo vas a ir mañana a trabajar?

Suben en el ascensor, es Mahmud quien pregunta, Carmen sube con los ojos cerrados apoyada en el hombro de Salif, abre los ojos y le mira

-        Café, mucho café, una buena ducha fría y  mucho maquillaje - sonríe

-        Ahora mismo te metemos en la cama, no esperes a Doménico- le guiña un ojo, Carmen sonríe con picardía

-        Eso es lo que vosotros querríais

Carmen se despide de ellos con un beso, sube a la alcoba, en la ducha piensa que no son tan peligrosos como temía.

Se toca los pezones,  recuerda los aros de Piera, las barras de  Irene, baja sus manos a sus sexo, busca su clítoris, imagina la joya de Piera, ‘Pídeselo a Doménico’ ¿cómo fue capaz?. Se excita. Lo desea, si lo quiere en su cuerpo. Perforada, atravesada, si.

No puede seguir está demasiado cansada, sale de la ducha se seca, se acuesta. La cabeza le da vueltas, en el silencio de la habitación los oídos le zumban, sisean.

Ha hecho el amor con dos mujeres, ha sido lo más hermoso que podía imaginar, está ilusionada.

- Lesbiana – pronuncia en voz baja y sonríe traviesa – soy una bollera – ríe en voz alta, es una risa, franca, gozosa, recuerda el suave tacto del coño de Irene en su boca – Eres una tortillera  - y la risa vuelve a hacerla botar en la cama

Se duerme con una sonrisa en los labios

Mas de Mario

Diario de un Consentidor 126 Tensión

Diario de un Consentidor 125 Vértigo

Diario de un Consentidor 124 El Despertar

Diario de un Consentidor 123 - Ave Fénix

Diario de un Consentidor 122 Testimonio II

Diario de un Consentidor 121 Testimonio

Diario de un Consentidor 120 Una nueva alianza

Diario de un Consentidor 119 Ambigüedades

Diario de un Consentidor 118 Terapia de Puta

Diario de un Consentidor 117 Walk on the Wild Side

Diario de un Consentidor 116 Fluídos

Diario de un Consentidor 115 Ahí lo tienes

Diario de un Consentidor 114 Sombras de madrugada

Diario de un Consentidor 113 - Lluvia

Diario de un Consentidor 112 Mujeres

Diario de un Consentidor 111 Las lagunas

Diario de un Consentidor 110 Viernes de pasiones 3

Diario de un Consentidor 109 Viernes de pasiones 2

Diario de un Consentidor 108 Viernes de Pasiones 1

Diario de un Consentidor 107 - Sexo, mentiras y...

Diario de un Consentidor 106 - Es mi momento

Diario de un Consentidor 105 - Sanación

Diario de un Consentidor 104 La impúdica verdad

Diario de un Consentidor 103 - Salté de la cornisa

Diario de un Consentidor 102 - Carmen fuma

Diario de un Consentidor 101 El regreso (2)

Diario de un Consentidor 100 El regreso (1)

Diario de un Consentidor - 99 Juntando las piezas

Diario de un Consentidor 98 - Tiempo de cambios

Diario de un Consentidor 97 - Virando a Ítaca

Diario de un Consentidor 96 Vidas paralelas

Diario de un Consentidor 95 El largo y tortuoso...

Diario de un Consentidor 94 - Agité la botella

Diario de un Consentidor 93 Un punto de inflexión

Diario de un Consentidor 92 - Cicatrices

Diario de un Consentidor 91 - La búsqueda

Diario de un Consentidor 90 - La profecía cumplida

Diario de un Consentidor 89 - Confesión

Diario de un Consentidor 88 - El principio del fin

Diario de un Consentidor 87 Lejos, cada vez más...

Diario de un Consentidor 86 - Desesperadamente

Diario de un Consentidor 85 - Mea culpa

Diario de un Consentidor - 84 Ruleta rusa

Diario de un Consentidor - 83 Entre mujeres

Diario de un Consentidor -82 Caída Libre

Diario de un Consentidor - 81 Cristales rotos

Diario de un Consentidor 80 - Sobre el Dolor

Diario de un Consentidor 78 Despertar en otra cama

Diario de un Consentidor (77) - Descubierta

Diario de un Consentidor (76) - Carmentxu

Diario de un Consentidor 75 - Fundido en negro

Diario de un Consentidor (74) - Ausencia

Diario de un consentidor (73) Una mala in-decisión

Diario de un Consentidor (72) - Cosas que nunca...

Diario de un Consentidor (71) - De vuelta a casa

Diario de un Consentidor (70)

Diario de un Consentidor (69)

Diario de un Consentidor (68)

Diario de un Consentidor (67)

Diario de un Consentidor (66)

Diario de un Consentidor (65)

Diario de un Consentidor (64)

Diario de un Consentidor (63)

Diario de un Consentidor (62)

Diario de un Consentidor (61)

Diario de un Consentidor (60)

Diario de un Consentidor (59)

Diario de un Consentidor (58)

Diario de un Consentidor (57)

Diario de un Consentidor (56)

Diario de un Consenridor (55)

Diario de un Consentidor (54)

Diario de un Contentidor (53)

Diario de un Consentidor (52)

Diario de un Consentidor (51)

Diario de un Consentidor (50)

Diario de un Consentidor (49)

Diario de un Consentidor (48)

Diario de un Consentidor (47)

Diario de un Consentidor (46)

Diario de un Consentidor (45)

Diario de un Consentidor (44)

Diario de un Consentidor (43)

Diario de un Consentidor (42)

Diario de un Consentidor (41)

Diario de un Consentidor (40)

Diario de un Consentidor (39)

Diario de un Consentidor (38)

Diario de un Consentidor (37)

Diario de un Consentidor (36)

Diario de un Consentidor (35)

Diario de un Consentidor (34)

Diario de un Consentidor (33)

Diario de un Consentidor (32)

Diario de un Consentidor (31)

Diario de un Consentidor (30)

Diario de un Consentidor (29)

Diario de un Consentidor (28)

Diario de un Consentidor (26)

Diario de un Consentidor (24b) - Reflexiones

Diario de un Consentidor (22)

Diario de un Consentidor (21)

Diario de un Consentidor (20)

Diario de un Consentidor (19: La prueba)

Diario de un Consentidor (18)

Diario de un Consentidor (17)

Diario de un Consentidor (16)

Diario de un Consentidor (15)

Diario de un Consentidor (14)

Diario de un Consentidor (13)

Diario de un Consentidor (12)

Diario de un Consentidor (11)

Diario de un Consentidor (10)

Diario de un Consentidor (9)

Diario de un Consentidor (8)

Diario de un Consentidor (7)

Diario de un Consentidor (6)

Diario de un Consentidor (5)

Diario de un Consentidor (4)

Diario de un Consentidor (3)

Diario de un Consentidor (2b)

Diario de un Consentidor (2)

Diario de un Consentidor