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Diario de un Consentidor (11)

en Intercambios

Media hora más tarde seguíamos sin noticias de Carlos, no habíamos vuelto a hacer ninguna alusión al tema, ambos leíamos en uno de los salones del hotel. Carmen me sacó de mi lectura cuando dijo.

"Bueno, casi mejor así, una preocupación menos" – aquel comentario aislado la delataba, oculta tras su papel de lectora concentrada bullía una mujer ansiosa por volver a sentir y temerosa de dejarse llevar. La miré y le sonreí.

"Nos organizamos por nuestra cuenta, dentro de un rato nos vamos al centro, cenamos, si te apetece vamos a bailar…" – el sonido del móvil interrumpió mi frase, vi como los ojos de Carmen brillaban, miré el numero y le hice una señal afirmativa.

"Carlos, dime"

"¿Qué hay Mario? Perdona el retraso, estuve haciendo unas llamadas y se me complicó…"

"No te preocupes, estábamos haciendo planes precisamente"

"¿Sin mi? ¿Cómo crees que iba a fallar? Bueno a lo que íbamos, tengo reservada una mesa en el mejor restaurante de Sevilla, a las afueras, luego allí mismo tenemos un sitio genial para tomar algo al aire libre, incluso si las chicas quieren podemos darnos un chapuzón, luego un baile… y lo que la noche pida, incluso he reservado dos habitaciones, comunicadas eso si ¿Qué te parece?"

"¿Eso quiere decir que te traes pareja?" – Carmen levantó la vista sorprendida.

"Traigo una amiga, si; No vamos a ser nones, estaría mal, uno de los dos se iba a aburrir un poco no crees?" – comencé a entender por donde iba Carlos.

"Si, en eso tienes razón"

"¿Os recojo a las nueve?"

"Mejor dame las señas, prefiero tener el coche a mano"

"Venga Mario, ¿para qué dos coches? Iremos mejor los cuatro juntos en uno solo, además, no vas a necesitar el coche en toda la noche, te lo aseguro" – no me gustaba demasiado la idea de depender de nadie para volver a Sevilla, si ocurría algo y queríamos irnos seria muy violento volver con ellos, pensé no obstante que siempre quedaba la opción de llamar a un taxi y por otra parte me gustó la idea de ir todos juntos, se prestaba a entablar antes un buen clima entre los cuatro.

"De acuerdo, pero si surge algo y nos tenemos que ir te cojo las llaves"

"¡Hecho!"

Cuando colgué Carmen me interrogaba con la mirada.

"Se trae a una amiga, en cierto modo casi mejor, así no estará tan insistente" – A Carmen no pareció gustarle la idea, no dijo nada pero observé en su rostro una expresión cercana a la desilusión; Esa era la incongruencia de nuestra situación entonces, deseábamos cosas que eran incompatibles, buscábamos el morbo, el juego, y además queríamos salvavidas que nos protegieran, pero cuando aparecían los salvavidas nos molestaban.

Salimos a dar una vuelta por Sevilla con la intención de elegir un vestido adecuado para Carmen, la ropa que se había traído era bastante informal. Tras mirar algunas boutiques y probarse varios vestidos elegimos uno precioso, estampado en minúsculas flores en tonos verde pálido, de finos tirantes, con escote en pico, espalda al aire y falda de vuelo por medio muslo, deseaba que esa noche se lo pusiera sin sujetador, como en el probador, era un vestido que difícilmente aceptaría cualquiera de los sujetadores de carmen, pero no quise presionar para evitar que cayese en la cuenta y lo solucionase en la sección de lencería. Compramos también unas sandalias de tacón alto, altísimo, como le gustan a ella.

De regreso al hotel y ya algo justos de tiempo, Carmen se dio una ducha rápida protegiendo su pelo y después comenzó a arreglarse, me sorprendió verla pintarse ya que desde que habíamos llegado apenas se había dado un poco de sombra en los ojos. Yo seguía dándole vueltas a una frase que había dicho aquella tarde, "¿Y si resulta que yo quiero?"; Cada vez que reproducía en mi mente su voz pronunciando aquellas palabras un escalofrío me recorría la espalda, una mezcla de miedo y placer me invadía, ¿y si quería? ¿Y si la noche se complicaba y Carmen acababa accediendo al asedio de Carlos? ¿Sería capaz de llegar hasta el final? ¿Y si en algún momento se arrepentía, podríamos controlar a Carlos? Decidí no perderla de vista en ningún momento para que si algo de esto sucedía, me tuviera cerca para ayudarla.

La veía pintarse ante el espejo del baño, aun desnuda y me parecía mentira que estuviera deseando ponerla en brazos de otro hombre, ¿qué me estaba sucediendo? ¿Había dejado de amarla? En absoluto, ¿Habíamos perdido la pasión y necesitaba de inyecciones extra de morbo para no aburrirnos? Nada más lejos de la realidad ¿Qué era entonces lo que me impulsaba a desear compartirla? No lo sabía pero solo plantearme la idea me provocaba un placer abrumador.

Comenzó a elegir la ropa interior y entonces fue cuando cayó en la cuenta de que ninguno de sus sostenes le servía para el vestido; me asombró la tranquilidad con que se lo tomó y eso me llevó a pensar que en el fondo ya lo esperaba, de esta manera la idea de ir sin sujetador no partía de ella sino de las circunstancias. Meses después me confesó que al probarse el vestido en la tienda pensó en ello y lo dejó a la suerte, quizás alguno le valdría y si no, no le quedaría mas remedio que ir sin sostén, aquello formaba parte también de su forma de vivir la aventura, sin tomar explícitamente aquella iniciativa para no animarme demasiado.

A las nueve menos veinte estábamos listos y algo nerviosos; Bajamos a la cafetería del hotel y allí pude comprobar el efecto que causaba con su nuevo vestido, estaba preciosa, espectacular, siempre destaca por su altura pero aquella noche brillaba especialmente y yo me consumía de placer viendo las miradas de deseo que le lanzaban los hombres a su paso.

Diez minutos antes de las nueve sonó mi móvil, Carlos estaba en la puerta y nos pedía que le evitásemos tener que aparcar. Carmen y yo salimos del hotel y nos lo encontramos acompañado de una chica rubia, ambos apoyados en el BMW de Carlos, me fijé en la mujer, en un segundo me hice una idea, debía tener unos treinta y cinco años, delgada, con mas pecho que Carmen y una piernas bonitas, sus ojos verdes parecían sonreír. No pude por menos que comparar y, como siempre, Carmen ganaba por goleada.

Carlos se adelantó hacia nosotros.

"¿Hemos sido puntuales verdad? No quería que me pusieran otra multa" – se acercó a mi mujer recorriéndola con los ojos de arriba abajo deteniéndose brevemente en sus pezones que marcaban la ligera tela del vestido – "Estás preciosa" – y le dio un beso en la mejilla, notó la prevención de Carmen que se temía otro intento de besarla en la boca y sonrió.

"Os voy a presentar a Elena, una colega y buena amiga, estos son Carmen y Mario, amigos y residentes de Madrid" – parafraseó la clásica presentación de un viejo concurso de televisión, intercambiamos besos y alguna frase de cortesía, yo no podía evitar mirar a Elena, era realmente atractiva y como tenía una ligera sospecha de las intenciones de Carlos al traerla me sentía especialmente inclinado a inspeccionarla de una manera velada, Carlos estaba al lado de Carmen, hablando en general con todos pero dedicándose mas a ella, y Elena al sentirse algo desplazada intentaba abrir una conversación conmigo.

"Bueno, dejémonos de cháchara y vamonos hacia allá, no creo que haya hoy atasco pero mejor prevenir" – dijo tomando a Carmen de la cintura y abriéndole la puerta delantera del coche, Carmen me miró justo cuando yo estaba riendo con Elena un juego de palabras, la miré de reojo pero no me di por aludido, las sensaciones que me embargaban mientras veía por primera vez como otro hombre me arrebataba a mi mujer eran demasiado intensas como para detener aquello, al mismo tiempo quería evitar que Elena se sintiera violenta por la acción poco elegante de Carlos que la relegaba al asiento trasero; Carmen entró en el coche y Carlos, después de cerrarle la puerta, dio la vuelta y se montó mientras yo dejaba a Elena que entrase en el asiento de atrás antes de hacerlo yo, la visión generosa de sus muslos al desplazarse por el asiento del coche me disparó una punzada de placer, mi último pensamiento esa noche era ligar, tenía otros objetivos mas excitantes, aun así la mirada de Elena al verme enganchado en sus muslos me dijo mucho sobre su disposición.

Como de costumbre, Carlos amenizó el viaje con mil anécdotas y bromas que todos contestábamos, descubrí que Elena era una chica muy agradable y simpática, su acento parecía mas de Granada que de Sevilla, cosa que me confirmó en un momento en que decayó la conversación a cuatro y comenzamos a hablar los dos, yo observaba lo que ocurría en los asientos delanteros, Carlos hablaba con Carmen en un tono que apenas era audible atrás y ella participaba en la conversación abiertamente, parecía relajada; Yo tenía una sensación extraña, mitad ahogo, mitad emoción, el primer paso se había dado de una manera natural, Carlos la había tomado como pareja y yo había ignorado sus miradas de auxilio, la había cedido; Esperaba que no estuviera molesta conmigo por ello, me hice el propósito de recuperarla al llegar a nuestro destino.

Cuando llegamos al restaurante, bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia la entrada; Otra vez Carlos acaparó a Carmen tomándola de la cintura, me di cuenta de que Elena se quedaba de nuevo algo fuera de lugar y decidí acudir en su ayuda, caminamos emparejados, Carlos y Carmen delante y Elena y yo detrás; Viendo como la llevaba de la cintura sin que Carmen lo evitase comprendí que mi mujer seguía sin ver malicia en aquel gesto, para ella no tenía ninguna importancia pero yo sabía que Carlos lo interpretaba como un signo de la predisposición de Carmen; Con su mano casi en la cadera tenía que notar el balanceo que imprimía a su cuerpo al andar; la sensación de ahogo crecía en mi, por un momento temí perder el control de lo que estaba sucediendo y un sentimiento de urgencia, casi de vértigo se apoderó de mi, era algo parecido a un amago de ataque de pánico al que logré sobreponerme como pude.

Carlos habló con el maitre y nos acompañaron a una mesa muy bien situada al lado de un gran ventanal, De nuevo se apropiaba de Carmen, le ofreció asiento a su lado, ella me miró antes de sentarse y yo le dediqué una sonrisa, Carmen bajó los ojos y cuando los elevó de nuevo hacia mi me perdí en su intensidad, estaba lanzándome un mensaje: ‘me estas dejando sola’ o quizás ‘me estás entregando’, no se, lo cierto es que esa mirada me hizo volver a ser consciente del paso que estábamos dando. Sentía mi garganta atenazada por la emoción.

La cena transcurrió en medio de una conversación realmente agradable en la que todos participamos, la sensación de pérdida, de ser víctima de un robo que yo experimentaba se mezclaba con una intensa excitación; Carmen comenzó la velada algo reservada, poco habladora, fruto quizás de la tensión que acumulaba, pero a medida que avanzó la cena y tras un par de copas de un excelente vino blanco, noté como se distendía y volvía a ser ella misma. Hubo momentos en los que la conversación se dividió, Elena y yo comenzamos una breve charla sobre nuestras respectivas carreras profesionales aunque no dejaba de vigilar el otro lado de la mesa donde un Carlos seductor hablaba en voz baja con mi esposa, acercándose a ella mientras que Carmen le escuchaba y sonreía, enviándome de vez en cuando su mirada profunda, inquietante, una mirada que no acertaba a interpretar, ya no había tensión en ella, ahora se desenvolvía con naturalidad, aceptando los galanteos de Carlos y mirando de vez en cuando a mi pareja y a mi alternativamente.

Tras los postres y el café continuamos la charla sin prisas, el ambiente era agradable y todos estábamos inmersos en la conversación que no había decaído en toda la noche, hubo tiempo para que cada uno contara un poco de si mismo al resto, Carlos fue el inductor de esta manera de conocernos, primero lanzó el testigo a Elena, que nos contó algo de ella. Psicóloga como todos nosotros, se definió como divorciada con vocación de viuda, dando a entender una relación tempestuosa y mal terminada; compañera de trabajo de Carlos cinco años ya, amigos y la insinuación velada de algo mas entre ellos, algo que fue pero ya no era aunque se notaba el rescoldo aun vivo en Elena; Aficionada al cine europeo y al jazz, coincidía con nosotros en gustos y durante un momento hablamos los tres sobre nuestros músicos preferidos dejando a Carlos fuera.

Pero solo fue una pausa. Como un director de teatro Carlos manejaba el tempo y el orden de los intervinientes; Cuando Elena dio por terminada su presentación Carlos me miró e hizo un gesto con la mano dándome la palabra, comencé a hablar de mi y dije casi toda la verdad, me definí profesionalmente primero y personalmente después, dije que estaba casado con una mujer estupenda y evité mirar a Carmen en ese momento, Carlos me interrumpió con un comentario algo fuera de lugar – "está felizmente casado pero eligió a Carmen para venir a Sevilla, que curioso" – le miré molesto y me fije en la expresión de mi mujer, divertida viéndome en ese apuro.

"Son dos cosas diferentes, Carlos" – se dio cuenta de que me había molestado y evitó responderme.

A continuación Carlos cedió el turno a Carmen que también inició su historia por la parte profesional dejando para el final su parte más personal.

"Yo también estoy casada, no tengo niños por exceso de dedicación y quizás por falta de vocación… conozco a Mario desde la facultad, de hecho fue profesor mío… "– la vi dudar en ese momento – "… luego nos volvimos a reencontrar hace unos años y… bueno aquí estamos" – me miró a los ojos, ambos estábamos disfrutando de la situación, del equivoco, del engaño, la presencia de Elena había servido para dar confianza a Carmen que ya no se veía tan sola frente a un Carlos arrollador, decidido a ir a por todas con ella; Suponía erróneamente que Elena venía como pareja de Carlos cuando la realidad es que su papel era quitarme de en medio.

Durante toda la cena Carmen y yo nos habíamos estado vigilando el uno al otro, usando a nuestras parejas para jugar entre nosotros, si yo reía con Elena, Carmen me devolvía un coqueteo con Carlos y si era yo quien la descubría posando su mirada mas sensual en Carlos entonces le devolvía un flirteo con Elena; Nos entendíamos perfectamente con la mirada. Sabía que Carmen estaba excitada y confiada, había bebido más de lo que acostumbra y empezaba a pensar que Carlos la estaba haciendo beber a propósito.

Llevábamos ya una hora de confidencias cuando Carlos dio por zanjada la sobremesa.

"¿Qué os parece si nos vamos? os voy a llevar a un sitio que os va a encantar" – Elena dio a entender con un gesto que conocía el lugar al que íbamos, Carlos ya había pagado la cuenta que se negó en rotundo a compartir conmigo; Nos levantamos y nos dirigimos a la salida, allí esperamos a las chicas que habían ido a los lavabos.

Carmen y Elena se dirigieron a los lavabos en silencio, apenas habían podido conversar en la cena y se mantenía una cierta distancia entre ellas; Decidida a romper esa situación Carmen comenzó a hablar justo en el momento que Elena hacía lo mismo, ambas rieron y aquello fue suficiente para que brotase la confidencia

"La verdad es que me ha sorprendido Mario, no lo esperaba tan… no se, es muy interesante"

"¿Esperabas otra cosa?" - Carmen estaba intrigada por conocer la idea que Elena se había hecho de mí.

"Bueno, si; Carlos me había hablado de él, esperaba alguien mayor" - Carmen se sonrió tratando de imaginar qué era lo que le habría dicho Carlos sobre mí"

"¿Un profesor serio, aburrido, siempre concentrado en sus investigaciones y en sus pacientes?" – pronunció esta frase engolando la voz, tratando de caricaturizar la imagen clásica del profesor distraído y pedante. Elena rió con ganas.

"Para nada es así, parece encantador... lo único es que…" – detuvo la frase dando pie a Carmen para que interviniera, ésta se limitó a arquear la cejas y esperar – "… bueno, es muy agradable y hemos charlado bastante, pero está demasiado preocupado por lo que sucede al otro lado de la mesa y a veces se pierde" – Elena terminó la frase y quedó pendiente del efecto en Carmen, ésta comprendió que no había pasado desapercibido para ella el juego que mantenían ambos, intentó dar una explicación creíble.

"Mario y yo somos buenos amigos… además de… bueno, ya sabes; Nos conocemos desde la facultad, se sigue sintiendo un poco mi mentor"

"Pues entonces vigila a Carlos, está obsesionado contigo"

"¿Eso te ha dicho?"

"Eso y algunas otras cosas" – Carmen temió por donde iba la insinuación de Elena – "… aunque me imagino que son fanfarronadas de hombres" – se limitó a asentir con la cabeza, se sentía presionada y dio un giro a la conversación para pasar a ser ella quien interrogase.

"¿Y Carlos?, le conoces bien, ¿no?" – Elena entendió que no deseaba seguir hablando de aquello y aceptó el envite sin ambigüedades

"Estuvimos juntos dos años, justo cuando me estaba separando de mi marido, la verdad es que me ayudó mucho, pero es muy inconstante y… no pudo ser" – Carmen apreció un tono de tristeza en su expresión que rápidamente Elena ahuyentó – "en fin, cosas que pasan, ahora te toca a ti manejarle" – Carmen no sabía como responder.

"¿Tu crees?"

"Vamos, no me dirás que no te has dado cuenta, está tontito cvontigo, no hace mas que hablar de ti, ya puedes andarte con ojo" – carmen sonrió, no l egustaba que la considerasen débil

"No te preocupes, tengo claro lo que quiero y lo que no" – intentó que estas palabras mostrasen una seguridad que estaba lejos de sentir - "Bueno, vamonos, estarán aburridos sin nosotras"

"Seguro que están hablando de nosotras, contándose lo que no deben"

"Mario no es así" – sonaba a defensa e inmediatamente se arrepintió de esa frase tan personal.

"¿Es un hombre, no? Entonces cuenta con que Carlos sabe todo de ti, y con detalles" – Carmen negó con la cabeza, pero sin convencimiento, Elena sonrió – "Me contó que has tenido una fiesta la otra noche, con unos amigos de Mario" – sus ojos sonreían intentando quitarle hierro al comentario, Carmen no se molestó, en realidad era ella quien lo había lanzado delante de Carlos.

"Lo escuchó en una conversación que tuvimos Mario y yo delante de él" – Elena se dio por vencida.

"Vale, vale, al final me vas a convencer de que es un ejemplar único, me lo estás vendiendo tan bien que voy a tener que pensármelo" – carmen sintió una punzada, la misma punzada que sentía yo cuando Carlos hablaba de ella como si no fuese mi esposa, ahora era Carmen quien veía como otra mujer se interesaba por mi, algo totalmente nuevo para ella.

Mientras tanto, nosotros esperábamos en la entrada del hotel, Carlos sacó el paquete de cigarrillos y me hizo una seña para salir a la calle, allí encendió un cigarrillo y me miró.

"Bueno, ¿qué te parece Elena? No te quejarás, te he elegido buena pareja" – me rebelé ante la desfachatez de Carlos, ninguneándome y dando por sentado que le cedía a Carmen.

"Es preciosa, pero te la devuelvo; Mi pareja es Carmen" – Carlos detuvo la bocanada que estaba punto de aspirar y me miró con cierta frialdad en sus ojos, enseguida suavizó su expresión antes de comenzar a hablar.

"Vamos Mario ¿Qué te pasa? ¿No has visto como está conmigo? ¡relájate un poquito! Pasado mañana volvéis a Madrid y… ¡toda tuya!" – su tono frívolo me resultaba despreciativo para Carmen a la que trataba como un juguete de usar y tirar; Intentaba hilvanar un argumento pero me encontraba sin fuerza para ello, había entregado todas mi armas y ahora no me podía desdecir, prácticamente la había arrojado a sus brazos ¿qué razones podía plantear ahora para retenerla conmigo?

Carlos aprovechó mi duda y, sintiéndose ganador me arrinconó

"Se lo está pasando bien, tu mismo lo has visto, tiene mucho carácter y si no quisiera seguir conmigo estoy seguro de que lo hubiéramos sabido sin ninguna duda… vamos Mario, disfruta de la compañía, te aseguro que Elena es una mujer que tiene mucho que dar" – elevó los ojos pensando – "… en la cama es una… es muy imaginativa… y no le hace ascos a casi nada"- su sonrisa me resultó desagradable ¿era éste el tipo de hombre con el que quería que se acostase carmen?

La llegada de ambas mujeres abortó aquel momento, Carlos avanzó hacia Carmen enganchándola con una pregunta que me alertó.

"Precisamente estábamos hablando de ti" – aprovechó para volver a cogerla de la cintura; Carmen, ajena a lo que habíamos hablado le hizo un guiño a Elena y le dejó hacer sonriendo.

"¿Si? Espero que hablaseis bien" – dijo esto mirándome, escrutando mis ojos, sus pensamientos seguramente la alertaban ante una posible indiscreción mía, evité su mirada.

Carlos siguió hablándole mientras la conducía hacia el camino, se consideraba ganador de la pequeña escaramuza que habíamos tenido y la volvía a acaparar mientras yo, con una extraña sensación de derrota que no conseguía que me fuera desagradable, intentaba no dejar sola a Elena.

Era una noche fresca de verano, el silencio del campo contrastaba con el bullicio del que salíamos y una relajante sensación de paz nos acompañó mientras caminábamos lentamente por el sendero de tierra que nos llevaba al borde de la carretera, allí esperamos una oportunidad para cruzar, Carlos cogió a Carmen de la mano y la arrastró para aprovechar un momento en el que un coche aun lejano se aproximaba a gran velocidad, ambos cruzaron corriendo y al llegar al otro lado observé que no la soltaba, Carmen reía tras la carrera mientras seguían caminando sin esperarnos, Elena y yo tuvimos que esperar aun un poco mas hasta que pudimos cruzar; Ellos avanzaban a unos quinientos metros de nosotros, y no me pareció apropiado acelerar el paso para alcanzarlos. Elena caminaba en silencio a mi lado posiblemente había notado que mi atención estaba centrada en Carmen

"Ten cuidado con Carlos, parece decidido a quitarte la chica" – yo me situé en mi papel y le contesté.

"No es mi chica, es libre de hacer lo que quiera"

"Pero sois buenos amigos, no?"

"Somos algo mas que buenos amigos, si es a lo que te refieres" – sonreí y ella afirmó con al cabeza sonriendo, se cogió de mi brazo y continuó.

"Perdona, soy un poco cotilla"

"En absoluto, no te preocupes"

"Ya ves, Carlos me ha traído de… carabina, para evitar que te aburras, aunque yo creo mas bien que lo que quiere es mantenerte distraído" – ambos reímos.

"Si, lo imaginé desde el principio, espero que no te moleste tu papel" – Elena negó con la cabeza.

"No, claro que no, la verdad es que no esperaba pasármelo tan bien"

"Vaya, gracias"

"¿Te puedo hacer una pregunta, Mario?"

"Adelante"

"¿Te preocupa algo? No has dejado de mirarles durante toda la cena" – me sentí pillado en falta.

"Aprecio mucho a Carmen, es una mujer genial, por otro lado apenas conozco a Carlos, no es que quiera ir de protector, ella se las sabe arreglar sola, pero… en fin, Carlos parece ir demasiado deprisa para el carácter de Carmen" – si intentaba desechar esa imagen de protector mis argumentos habían sido equivocados.

"Hemos charlado un poco cuando fuimos al baño, yo la veo muy relajada, con mucho control, Carlos aparenta mas de lo que luego es en realidad, no te preocupes"

Pero me preocupaba, no podía evitar preocuparme al ver a lo lejos a Carmen paseando de la mano de Carlos, riendo alguna ocurrencia de él, separándose sin soltarse y volviendo a acercarse… todos esos eran gestos naturales, espontáneos en ella que sin embargo Carlos estaría traduciendo desde su perspectiva y dándole argumentos para ir mas allá, no sabía bien como encajaría Carmen un ataque mas directo, no podía estar seguro, yo estaba allí y no había peligro, lo que no deseaba es que pasase un mal rato.

Seguí charlando con Elena pero mi atención seguía en aquella pareja que nos precedía, Carlos soltó la mano de Carmen y la volvió a coger por la cintura a lo que ella respondió sin oponer resistencia, cediendo a la presión que le aproximaba a él, yo observaba el balanceo de sus caderas al andar, esa manera tan espontáneamente sensual de moverse y de nuevo pensé que Carlos tenía que estar notando en su mano la ondulante cadera. Estaba seguro de que ella sentía mis ojos en su espalda, sabia que si no hacia nada para soltarse era para provocarme. Coqueteaba con Carlos para mí, se dejaba seducir para mí, era yo el destinatario de su juego.

"No me estás escuchando" – oí decir a Elena con un fingido tono de reproche.

"Perdona estaba distraído"

"Ya lo vi, seguías vigilando a tu chica que no es tu chica" – dijo con tono mordaz

Les vimos llegar a la puerta del hotel y como entraban sin contar con nosotros, inconscientemente aceleré el paso.

"Mario, déjala, no es una niña, no creo que corra peligro" – eché a reír al verme descubierto.

"Vaya, parece que me salió la vena paternalista"

"Es cierto, pareces su marido" – se me heló la sangre, ¿era posible que no supiese disimular mejor?, reí su ocurrencia quizás demasiado nerviosamente.

Elena se había agarrado de mi brazo durante el trayecto, al entrar en el local los encontramos en la misma puerta esperándonos, cuando Carmen vio a Elena de mi brazo, me miró con cierta ironía en sus ojos, como si me dijera ‘vaya, parece que tu también vas a jugar’, le sonreí, entonces hizo un gesto sencillo, inconsciente, apenas perceptible pero que tanto Carlos como yo captamos: la tensión que aun mantenía en su cuerpo desapareció y dejó caer su peso en Carlos que la mantenía cogida por la cintura. Era algo mínimo, insignificante, algo en lo que la propia Carmen no reparó pero que el cuerpo de Carlos percibió con claridad. Y mis ojos también.

Nos dirigimos hacia la discoteca anexa al hotel, era un local muy amplio decorado con buen gusto, la música que sonaba no resultaba estridente, no había demasiada gente aun y pudimos escoger mesa, cosa que en realidad hizo Carlos, nos situamos en una esquina frente a la pista pero lo suficientemente lejos de ella como para poder mantener una conversación sin gritar. Los asientos, dos butacones amplios y mullidos, estaban esquinados el uno con el otro; Carlos estaba atento a cualquier movimiento de Carmen y comenzó a hablar con ella al tiempo que la cedía asiento, Elena y yo nos sentamos enfrente de ellos; Los butacones eran demasiado blandos para mi gusto y algo bajos; miré a Carmen que seguía con interés una historia sobre el origen humilde del dueño del hotel y como había crecido de la nada, descubrí que al sentarse en aquel sillón tan bajo su vestido dejaba casi dos tercios de sus muslos al descubierto, Elena y yo charlábamos también y comprobé que a ella le sucedía los mismo; me pilló mirándole las piernas y me devolvió una sonrisa cómplice; No reaccioné como hubiera querido, estaba tan absorto en mantener su conversación sin perder de vista a Carmen que balbuceé una torpe excusa que solo consiguió provocar una sonrisa burlona en Elena.

Porque ese era yo, un hombre sumido en mil contradicciones viendo como mi mujer era asediada por Carlos, como sus ojos se perdían una ay otra vez en sus muslos desnudos; Le escuchaba hablar, reír, comentar… y veía a mi mujer cada vez mas desinhibida, cada vez mas libre, cada vez mas independiente… y eso, en alguna oscura y oculta zona me dolía. Al sentarse en aquel sillón tan bajo su escote se ahuecaba insinuando el comienzo de sus pechos desnudos y Carlos, cada vez con menos cautela, dejaba que sus ojos se regodeasen en su escote sin importarle que ella lo notase, mas de una vez, al volver su mirada se encontró con la de Carmen, entonces sonreía y continuaba hablando; Ella por su parte no evitaba la situación, poco podía hacer, es cierto, las butacas impedían otra postura si no querías hundirte en el respaldo, pero tampoco demostraba el mas mínimo signo de molestia.

Una palabra imprevista apareció en mi mente: ‘desvergonzada’, una palabra inusual que surgía de lo más profundo de mí y que repetí mentalmente una y otra vez dirigiéndola a Carmen mientras la veía desplegar todo su encanto, su seductora mirada, su sonrisa… Al mismo tiempo sentía la excitación de ver como su vestido resbalaba inevitablemente por sus muslos dejándolos cada vez más desnudos… y Carmen, si se daba cuenta, no hacía nada por evitarlo, se movía con desenvoltura en una situación que apenas unos días antes le habría sido violenta. Reía, bromeaba, seducía con su encanto libre de sofisticación y de cualquier atisbo de artificialidad. Los temores y las dudas que se había planteado en el hotel parecían haber desaparecido durante la cena, ahora era una mujer libre, sensual, sin complejos, sin prejuicios, parecía ser realmente la mujer que habíamos construido durante nuestro viaje de camino hacia Sevilla. El alcohol sin duda ayudaba a esta transformación.

Desvergonzada, era una mujer desvergonzada, me repetía a mi mismo.

Carlos propuso bailar, se levantó y le ofreció su mano a Carmen, ella me miró y yo le devolví una sonrisa cargada de amor al tiempo que me levantaba y sacaba a bailar a Elena. Carlos la tomó por la cintura y ella no tuvo mas opción que rodear su cuello con sus brazos, comenzaron a bailar, muy cerca de nosotros; Elena se mantenía en silencio, un silencio que comenzaba a resultar violento, pero yo no conseguía enlazar dos ideas seguidas que me permitieran mantener una conversación con ella, mi mente estaba en otra parte, frente a mi, donde se desarrollaba una batalla de seducción entre mi esposa y Carlos.

"Bueno… te has quedado completamente mudo" – Elena intentaba romper el silencio que se había establecido entre nosotros; La miré, era una mujer realmente atractiva y sentí un poco de lástima por ella, su papel en esta velada no era posiblemente el que se esperaba, sin embargo mantenía con elegancia la situación.

"Discúlpame Elena, estoy algo distraído esta noche" – no se merecía ser ignorada y me propuse evitarlo sin dejar mi vigilancia.

"¿Puedo hacer algo para centrarte?" – le sonreí, ella subió las cejas en un gracioso gesto con el que enfatizaba su pregunta; moví la cabeza negativamente

"No será necesario, te prometo que no voy a dejar que te aburras"

"¡Vaya, suena bien!" – dejé pasar su insinuación, mi cabeza estaba en otro sitio.

Frente a mi, Carlos acariciaba levemente la espalda desnuda de Carmen, ambos se mantenían muy juntos, con las mejillas casi pegadas ¿Por qué Carmen no marcaba distancias? En la siguiente vuelta mis ojos se cruzaron con los de Carmen, su mirada profunda, intensa, algo tocada por el alcohol… una sonrisa nació en su boca al mirarme, le lancé un beso que ella me devolvió antes de perderla de mi campo de visión. Elena y yo manteníamos una conversación trivial, plagada de tópicos, pero al menos habíamos conjurado ese silencio frío con el que habíamos inaugurado el baile. Deseaba volver a ver a Carmen, las vueltas en la pista se me hacían eternas y luego, el instante durante el que podía observarla me parecía fugaz. A la siguiente vuelta estaba de espalda a mi, las manos de Carlos habían cruzado la frontera de su cintura y reposaban en sus riñones, muy cerca de sus nalgas, aun no era evidente pero faltaba tan poco… Carlos guiñó un ojo al verme.

"¿Sigues enfadada conmigo?" – sus labios rozaron la oreja de Carmen al pronunciar esta palabras y a ella se le erizó el cabello de la nuca al recibir el aliento de Carlos.

"¿Enfadada? ¿yo? ¿por qué había de estarlo?" – Sabía a lo que se refería, su "espantada" de aquella mañana le hacía pensar que estaba molesta con él, sin embargo sus avances de aquella noche no eran los de un hombre arrepentido. Carmen le dejaba hacer, le permitía seducirla con sus palabras, le dejaba cogerla de la mano delante de mí y eso le producía un placer desconocido, intenso, el morbo de lo prohibido-tolerado, la infidelidad explicita ante el marido que lo consiente y lo alienta. Ensimismada en estos pensamientos no se daba cuenta de que a cada minuto Carlos se sentía mas aceptado por ella y por tanto mas libre de avanzar en su conquista del territorio inexplorado. Carmen sentía las manos en sus riñones, las notaba avanzar lentamente hacia abajo, se dejaba arrullar por sus palabras susurradas en su oído, convertidas en esa caricia que, - yo lo se bien -, la desarma, que la deja sin defensas, sin argumentos para decir "no".

"En fin niña, esta mañana no te fuiste muy contenta conmigo, supongo que no me porté bien, ¿fui malo?" – Carmen sonrió: ‘malo’, como si fuese un crío, eso era algo que la sorprendía de Carlos y la enternecía, en algunos momentos parecía un niño travieso, otras, un niño perdido, como cuando le pusieron la multa y ella estaba negándole el caramelo de irse en su coche; Inconscientemente se dejo llevar de ese sentimiento casi maternal y lo estrechó un poco mas con sus brazos que rodeaban su cuello, cuando se dio cuenta de lo que había hecho se preocupó pero ya era tarde para retroceder; Para Carlos ese gesto, lejos de expresar ternura, le confirmaba que estaba mas dispuesta de lo que lo había estado aquella mañana y reaccionó cruzando sus manos en su cintura atrayéndola hacia el, sintió su vientre pegado al suyo y pudo notar el roce de sus pechos libres bajo el vestido acariciándole con cada paso que daban; la erección no tardó en producirse.

"Un poco malo si, hiciste lo que te dio la gana, a pesar de que yo te decía que no" – Carmen intentaba dar una imagen de aplomo, aparentar normalidad; A cada vuelta cruzaba los ojos conmigo y cuando me veía mirarla le subía una emoción a la garganta que la aturdía, estaba delante de mi, abrazada a otro hombre, dejando que la abrazara como nunca lo había hecho nadie desde que nos casamos, los susurros de Carlos en su oreja habían convertido el roce de sus labios en el anuncio de un beso que, ella lo sabía, se produciría tarde o temprano; Sintió el bulto en su vientre, sabía perfectamente lo que era y también sabía lo que debía hacer, lo que había hecho desde que siendo casi una niña notó por primera vez esa dureza intentando frotarse contra ella, era algo aprendido entre compañeras. Su reacción casi instintiva la llevaba a poner distancias, mis ojos la miraban en el instante en el que sintió la erección de Carlos presionando en su vientre y de nuevo una dualidad incongruente la dejó paralizada, debía separarse, al mismo tiempo sentía el placer en su cuerpo y veía el placer en mi ojos, otra vez lo prohibido-tolerado ¿Qué hacer ante ello? ¿luchar? ¿abandonarse? La duda retardaba su acción y cada segundo que se demoraba era una afirmación para Carlos y una nueva barrera que se desmoronaba para Carmen. Se sentía aturdida, ligeramente mareada. Sintió el contacto de sus pechos en el cuerpo de Carlos y pensó que debía haberse puesto sujetador.

"No hice lo que me dio la gana, niña, si lo hubiera hecho…" – la canción terminó en ese momento y Carmen aprovechó para separarse de él; Elena y yo estábamos muy cerca y se dirigió a nosotros.

"Que maravilla, no hace nada de calor, menos mal!" – era una excusa, el inicio de una conversación trivial que le permitía poner un poco de distancia con Carlos, yo entendí su intención y salí al quite.

"¿Cambiamos de pareja? – dije mirando a Carlos, no era una pregunta, directamente tomé a Carmen de la mano, acababa de comenzar otra balada y la tomé en mis brazos estrechándola para transmitirle todo lo que sentía.

"¿Cómo lo llevas?" – le dije al oído

"¿Y tu? ¿ligando con Elena?"

"Algo menos que tu, cielo, te tiene tan apretada que no se como consigues respirar"

"¡Bobo!" – protestó Carmen, me di cuenta de que en absoluto estaba incómoda con lo que sucedía y en algún modo me rompió mis esquemas, esperaba encontrarla mas nerviosa, preocupada por los avances de Carlos, sin embargo lo que me transmitía era… ¿libertad? ¿desinhibición? Se la veía segura de si misma, y eso me tranquilizó, la veía capaz de controlar la situación. Dejé que mis manos bajasen desde su espalda a su cintura, noté la suave curva en sus riñones que anuncia el inicio de sus nalgas y bajé, bajé hasta posar mis manos abiertas en su culo.

"¿Qué haces?" – protestó Carmen, le di un beso en la oreja.

"Tomar lo que es mío" - ¿de donde había sacado semejante comentario? ¿Qué me impulsaba a pronunciar una frase tan profundamente machista?

"¿Marcando tu territorio?" – Carmen no solo no se había molestado sino que había entendido el sentido profundo que yo mismo no había logrado encontrar en un primer momento; Acaricié suavemente la parte superior de sus glúteos, recorriendo con mis dedos el relieve del triangulo que formaba su tanga

"Algo así"

"Estate quieto, nos está viendo Carlos" – separé mi rostro de ella hasta tenerla de frente, estaba preciosa, la excitación transformaba su expresión hasta dotarla de una poderosa sensualidad capaz de hacerme perder la cabeza.

"Lo se" – la besé en la boca, al principio con suavidad, ella hizo un intento por separase y la apreté contra mi, su vientre pegado al mío, mis manos extendidas en sus nalgas atrayéndola y mi beso se volvió intenso, apasionado, incontrolado. Cuando al fin nos separamos, me miró con esa intensidad que me derrota.

"Estás loco, ¿sabes lo que va a pasar, no?" – no demostraba enfado, pero si estaba sería.

"No, dímelo tu" – volví a juntar mi mejilla con la suya, vi a Carlos con sus ojos clavados en mis manos y en la siguiente vuelta evité mirar a Elena.

"Le estás dando alas para que haga lo mismo" – entonces bromeé.

"Pues mira, eso que sale ganando Elena"

"No disimules, sabes a lo que me refiero" – dejé mi mano izquierda sobre su nalga y subí la derecha hasta tocar su espalda desnuda, comencé una lenta caricia en círculos desde su homoplato, a su hombro, sus vértebras… y su axila.

"Después de cómo has estado bailando con él, no creo que le sorprenda como bailas conmigo, tan solo un poco mas… desvergonzada, solo un poco mas"

"– "Mario, por favor" – no estaba seguro, aun no lo estaba, no sabía si Carmen quería que detuviera mis caricias, temía caer en el típico error masculino: no saber interpretar a tiempo un ‘no’

"¿Qué temes?"

"Te está viendo, cuando me saque a bailar va a querer seguir tus pasos, ¿no te das cuenta?"

"Perfectamente, ahora dime una cosa ¿no te apetece?" – estaba decidido a respetar instantáneamente su deseo, sin vacilaciones, no quería forzar nada.

"Me da miedo" – abandoné su axila y su nalga, despacio, con naturalidad.

"¿Qué temes?"

"No lo se, Mario, ¿y si luego…" – no acabó la frase

"¿si luego quiere mas? Eso lo controlas sin problemas, cariño, creo que tu temor va por otro lado"

"¿Si?"

"En realidad, creo que ibas a decir ‘¿y si luego quiero mas?’ ¿era eso, verdad?" – se estrechó contra mi.

"No se… si, quizás… estoy asustada"

"Y excitada" – no contestó – "dime, ¿lo estás?"

"Sí, pero también estoy asustada" – recalcó.

"Hagamos una prueba" – deslicé lentamente mi mano de nuevo hacia su nalga, noté como la tensión volvía a aparecer en su cuerpo – "imagina por un momento que no soy yo, sino Carlos. Inténtalo, por favor" – Carmen calló, la mano que mantenía en su espalda volvió a cobrar vida y reanudó las caricias por su piel, mis ojos se cruzaron con los de Elena y su mirada me desconcertó pero volví a centrarme en Carmen – "Ahora dime, ¿sientes peligro, o sientes otra cosa?" – no contestaba, dejé unos segundos antes de continuar mi ofensiva – "¿qué diferencia existe entre mi mano en tu piel y su mano?"

"La tuya la conozco"

"Claro, y la suya es nueva, se mueve de modo diferente, pesa distinto, su temperatura es otra… ya te ha sucedido antes, ¿verdad? Cuando te besó, no es cierto?"

"Si, es verdad, lo primero que noté fue la diferencia, pero no era…" – la interrumpí

"Ni mejor ni peor, lo se, pero… ¿te gusta la diferencia, verdad?" – continuaba acariciando su espalda, tocaba sus vértebras como si de un piano se tratase, con suavidad, ejerciendo una presión suficiente para relajar su espalda y despertar sensaciones. En cada vuelta veía como Carlos o Elena nos observaban, cada uno pensando de una manera diferente sobre el próximo baile en el que volveríamos a cambiar de pareja.

"Si, me gusta, si, pero…" – la besé, con besos cortos, una vez, otra mas, estaba emocionado, excitado y la amaba, profundamente, mas que nunca.

"Disfruta, solo hasta donde tu quieras, yo estaré a tu lado"

Continuamos bailando en silencio, de pronto Carmen me preguntó

"¿Desvergonzada? ¿Me has llamado desvergonzada?"

"¿Si, acaso te molesta?" – No hubo respuesta.

Terminó la canción y nos separamos, Carmen me miraba a los ojos ‘¿estas seguro?’ parecía decirme; comenzó otra balada inmediatamente y sin decir nada tomé de la mano a Elena mientras veía como Carlos y Carmen se abrazaban y comenzaban a bailar.

"No se si bailar contigo o huir, después de la exhibición que nos habéis hecho" – Elena bromeaba, pero su tono de voz había cambiado, era mas sugerente o al menos a mi me lo parecía, mis manos sujetaban su cintura que oscilaba al compás de la música, hasta ese momento no había reparado en lo que me atraía esa mujer, tan absorto había estado en Carmen que la había ignorado hasta aquel momento en el que vi su mirada mientras bailaba con Carlos. Sus manos rodeaban mi cuello.

"¿Te doy miedo?" – Elena sonrió

"Pocas cosas me dan miedo y ésta no es una de ellas"

"Entonces, bailemos" – dije al tiempo que la atraía hacia mi, su cuerpo obediente cedió a mi presión y se pegó a mi cuerpo, su mejilla rozaba la mía, su cabello cosquilleaba en mi nariz, olía bien, su perfume era ligero; Miré a Carmen, sus ojos me taladraban, sin dejar de mirarla tomé el lóbulo de la oreja de Elena entre mis dientes y lo mordí con delicadeza, ¿cómo me atreví a hacer aquello? Aun hoy no lo se.

"¡Ay! ¿me vas a comer?" – me dejaba la puerta abierta para tomar su frase como yo quisiese.

"Todo se andará" – sentí como se pegaba a mi, mas aun, y noté en su cuerpo la risa antes de escucharla; Desde que me separé de mi anterior esposa no había vuelto a estar con otra mujer salvo Carmen, y aquello me resultaba nuevo, no lo había buscado, ni siquiera lo había pensado en todos estos años, ahora se me presentaba la ocasión y sin embargo mi excitación estaba mas allá de nuestros cuerpos, estaba en la mirada que Carmen me había dedicado al ver como le mordía el lóbulo de la oreja a Elena. En la siguiente vuelta Carlos tenía su boca en el cuello de Carmen y ésta no me vio porque sus ojos estaban cerrados.

"Eres mala conmigo" – dijo Carlos nada mas tomar a Carmen en sus brazos.

"¿Mala yo, por qué?"

"Porque tratas mejor a Mario que a mi" – Carmen sonrió.

"Son muchos años ya, nos conocemos bien, somos casi como de la familia" – Carmen bromeaba intentando quitarle tensión al momento, sentía las manos de Carlos avanzar mas audazmente que en el baile anterior, impulsado probablemente por mis avances; Sintió como bajaba mas allá de sus riñones y comenzaba a acariciar la parte superior de sus glúteos, entonces recordó la sensación de mis manos en esa misma acción y mi frase ‘¿Qué las hace diferentes?’. Muchas cosas, pensó, la forma, la presión, la manera de moverse… sus cavilaciones habían demorado una reacción inmediata para la que ya no había lugar, ella se dejaba, de repente se dio cuenta de esto, se estaba dejando y notó que el miedo que antes la atenazaba se había disipado, cada vez que se cruzaba con mis ojos y veía que yo la observaba dejándose tocar una oleada de placer la arrollaba. Estaba como sumergida en una nube, Carlos seguía hablándole, cerca de su sien, rozando con sus labios su oído, volviéndola loca.

Cuando me vio morder la oreja de Elena, sintió una punzada en su interior, ¿celos? Si, algo parecido, miedo también, furia hacia Elena y placer al mismo tiempo, entonces comenzó a entenderme, comprendió lo que yo sentía al verla con Carlos; fue en ese momento cuando éste inclinó su cabeza y arrastró lentamente sus labios por su cuello transformando el roce en un beso suave, pequeño, repetido; Para Carmen esa es una caricia irresistible que le provoca tal excitación que la transporta a otro nivel, lo sabía, sabía que debía hacer algo, pero de nuevo me vio a través de sus parpados casi cerrados, vio como la miraba, vio el deseo en mis ojos y cedió.

Y se abandonó.

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