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Diario de un Consentidor (38)

en Intercambios

Recorrimos el largo pasillo en un silencio tal que nuestra respiración se podía escuchar claramente, los tacones de Carmen resonaban en el parquet marcando un ritmo lento; detrás, los pies descalzos de Carlos parecían responder a contratiempo.

Entramos en la alcoba que el día anterior habíamos preparado cuidadosamente; Observé que la persiana había quedado levantada y tan solo un leve visillo cubría el cristal, era ya de noche y me inquietó que alguien pudiera vernos; Apenas tuve tiempo para pensar en ello, la tensión que vivíamos me hizo centrarme en lo que estaba sucediendo.

Durante unos segundos se produjo un vacío, un instante de vacilación, un momento de duda en el que faltaba alguien que diera el siguiente paso; inesperadamente fue Carmen quien rompió ese bloqueo. Cuando volvió su mirada hacia Carlos y le vio casi desnudo pareció sorprendida, luego se llevó una mano a la boca, parecía abrumada por la inminencia del desenlace, era como si no hubiera pasado una hora desde que estuvo en la habitación del hotel en sus brazos, casi desnudo también. Aquella sensación actuó como un detonante que liberó lo que había conseguido refrenar en el hotel, se soltó de mí y se arrojó a los brazos de Carlos, sus manos recorrían con deseo desatado el cuerpo masculino, corrían por su piel hambrientas de sensaciones, él estaba tan sorprendido como yo y se dejaba hacer sin poder reaccionar. Carmen le besaba con ansia las mejillas, los ojos, la boca, el cuello, le acariciaba nerviosamente el rostro con una mano, mientras con la otra recorría su pecho, los costados, la espalda, las nalgas; su respiración agitada se asemejaba a un jadeo que iba aumentando en ritmo e intensidad.

Necesitaba ver la escena con claridad y me situé a su lado, justo en ese momento la mano que vagabundeaba por el cuerpo de Carlos y acariciaba su vientre se deslizó ante mis ojos hacia abajo hasta recoger en la palma ahuecada el gran bulto que se marcaba en su slip, él reaccionó a ese gesto besándola con más intensidad, Carmen acariciaba su polla a través del boxer y yo no salía de mi asombro ante la insólita conducta de mi esposa.

Carlos estaba sobrepasado, apenas podía reaccionar ante aquella mujer que dominaba la situación y dejaba poco espacio para que pudiera tomar la iniciativa, nunca había visto ese furor en Carmen, jamás, ni en sus momentos de mayor excitación se había comportado como lo estaba haciendo ahora; "como una ninfómana", pensé, parecía una ninfómana descontrolada.

¿Quizás era eso? ¿Quizás su habitual necesidad de consumar varios orgasmos cada vez que hacemos el amor era la señal de una patología no declarada? ¿Podía ser que al haberla incitado a vivir esta experiencia hubiera colaborado a romper las amarras que retenían a una ninfómana compulsiva?

Negué esos pensamientos, los rechacé y los expulsé de mi cabeza, solo quería disfrutar viéndola, tiempo habría de analizar lo sucedido.

Mientras tanto me había ido despojando de la ropa que quedó esparcida por el suelo, ella seguía besándole y tocándole con una pasión descontrolada y él solo podía retroceder intimidado por aquel ímpetu hasta que tropezó con la cama y perdió el equilibrio; Carmen, abrazada a él, le sujetó por unos segundos pero la inercia y el peso de ambos le obligó a hincar una rodilla en la cama para evitar caer. Carlos cayó sentado, ella dobló la otra pierna y quedó a horcajadas sobre él con sus pechos a la altura de su rostro, le apretó contra ellos y comenzó a besar su cráneo, Carlos cogía sus nalgas con las manos y besaba sus pechos, ella movía su pelvis rítmicamente imprimiendo una sensual ondulación a su cintura y sus caderas. Bajó su rostro inclinando hacia un lado la cabeza para poder besarle, estaba bellísima, tuve una instantánea de la parte inferior de su barbilla, con la quijada marcándose en su estilizada garganta. Rodeaba su cuello con un solo brazo cuya mano descansaba sobre el hombro de Carlos, mientras, la otra mano se perdía entre sus piernas, no pude ver si tocaba su sexo o el de su amante o los dos. Por un instante estuvo a punto de caer hacia delante pero Carlos reaccionó con rapidez y se apuntaló con un brazo evitándolo.

Bajó sus nalgas hasta reposar sobre los muslos de Carlos logrando restablecer el equilibrio, le besó en la boca sin dejar de sujetar su rostro con ambas manos, estaba presa de un furor sexual imparable, se volvió a incorporar sobre sus rodillas buscando de nuevo cobijar su rostro entre sus pechos pero el colchón, demasiado blando la hizo caer hacia Carlos que se venció hacia atrás y de nuevo intentó evitar quedar tumbado, Carmen lanzó los brazos por encima de sus hombros y los apoyó en la cama, quedando sobre él, casi a cuatro patas, él intentó recuperar la verticalidad y por un momento lo consiguió pero un nuevo impulso de Carmen definitivamente lo tumbó.

Se abalanzo sobre él y le besó salvajemente, su pubis se movía golpeando con fuerza el bulto que poco antes cogía en sus manos, Carlos recorría con sus dedos la espalda y las nalgas y cuando se encontró con el enganche del sujetador lo desabrochó al primer intento. Carmen se incorporó de un salto y se lo arrancó como si le estorbara lanzándolo hacia donde yo estaba, sus ojos turbios, ebrios de lujuria me miraron salvajes antes de volver a dedicarse a su hombre, yo no conseguía salir de mi asombro, parecía haber perdido todo control y se mostraba dominante, casi violenta; se estiró como una gata al sentir el contacto de las manos en sus pechos libres y siguió frotando su coño sobre el bulto que ocultaba el slip.

Se tumbo de nuevo sobre él besando su cuello, sin dejar de moverse como una ola, Carlos buscaba la cintura del tanga pero no lo tenía fácil para despojarla de la única prenda que la separaba de la desnudez absoluta, intuí la dificultad para quitárselo sin deshacer aquel abrazo y una idea brilló en mi mente; me acerqué a la alacena que había a los pies de la cama y abrí uno de los cajones en donde recordaba que guardaba un cutter, estiré una de las finas tiras laterales del tanga y la corte limpiamente, Carmen ahogó un grito sorprendida al notarlo, luego corté la otra, deje el cutter y tiré del triángulo posterior; Al sentir la tensión de la pequeña prenda apresada entre sus vientres pegados levantó el culo y el tanga roto quedó en mis manos, estaba desnuda, totalmente desnuda sobre su amante mientras yo, concentrado en no perder ni un solo detalle, pasaba mis dedos sin cesar por la espesa humedad que impregnaba su tanga.

Carlos movió sus dedos por sus duros glúteos en tensión buscando mas allá, cuando rozó su coño Carmen gritó un "aah!" que mezclaba el placer con la sorpresa y, quizás, con el vértigo ante lo inevitable. Movió los riñones de manera que su culo se elevó, Carlos hundió su mano entre sus nalgas y ella comenzó a mover su pelvis con mayor intensidad, sus dedos volvían una y otra vez a recorrer la curva de su culo, ascendiendo por su espalda y volviendo a bajar hasta sus muslos. Desde detrás mi posición me permitía ver una escena inédita, el coño de Carmen aparecía impúdico a mis ojos cada vez que sus riñones lanzaban el culo hacia atrás, luego se volvía a ocultar al frotarse en el pubis de Carlos para reaparecer a continuación cada vez más hinchado, más abierto; El tono rosa pálido de su interior se había transformado en un granate oscurecido por el deseo, su ano se mostraba relajado, algo abultado hacia afuera, estimulado por las dedos de Carlos cada vez que regresaban camino hacia su coño; Sobre el azul del bóxer una oscura mancha de humedad se iba extendiendo siguiendo la estela del empapado sexo de Carmen. Jamás había tenido una visión tan pornográfica de mi esposa.

Y sus nalgas, sus perfectas nalgas se mostraban rotundas ante mí, como dos globos turgentes y duros, no podía apartar mis ojos de aquella visión, era la primera vez que tenía esa imagen ante mí, era la primera vez que yo no era el protagonista de su pasión.

Carlos supo que no podría contenerse más si se mantenía en esa postura, se incorporó y la hizo tumbarse mientras él se situaba encima; quedó de rodillas sobre ella, inmóvil, admirando su cuerpo desnudo; Carmen tenía los brazos extendidos por encima de su cabeza, sus pechos apuntaban al cielo, las piernas abiertas mostraban su sexo rematado por una franja de vello púbico que él comenzó a acariciar con una mano, ella le miraba con los ojos turbios por el placer y el alcohol, Carlos se inclinó y comenzó a besar sus pechos que al estar tumbada apenas sobresalían, recorrió su estomago y su vientre con extrema lentitud antes de alcanzar su coño, ella cerró los ojos agonizando, bajó una mano hasta su cabeza y comenzó a acariciar su cabello, su voz sonaba como un lamento apagado, era un quejido constante que variaba en su modulación a medida que las sensaciones la golpeaban.

Sin embargo estaba inquieta, levantó la cabeza de la cama y miró hacia abajo, su mirada expresaba sorpresa, confusión, como si no se acabase creer lo que sucedía entre sus piernas, cruzó sus ojos con los míos y huyó de mi mirada lanzando la cabeza hacia atrás con el cuello en tensión, un espasmo de placer la abatió como una gacela alcanzada por un disparo; sus manos nerviosas se movían erráticas yendo del cráneo de Carlos a su propio rostro hasta que comenzó a temblar tapándose los ojos mientras pronunciaba "¡Dios, Oh Dios mío!".

Pero las sensaciones eran tan imperiosas que pronto levantó de nuevo la cabeza buscando comprobar que era verdad, que estaba dejándose comer el coño por alguien que no era yo.

Cayó de nuevo hacia atrás fulminada, atacada por un temblor que era más visible en sus piernas dobladas, su vientre se contraía y relajaba siguiendo el intenso jadeo que surgía de su garganta, sus manos amordazaban su boca unas veces, otras tapaban su rostro, luego quedaban lacias, muertas a lo largo de la cama; De nuevo la imagen de la crucificada aparecía ante mis ojos.

Su respiración se hizo más rápida, los jadeos ganaron en intensidad, su tono, grave al principio, se fue agudizando y convirtiéndose en gemido tembloroso y luego en grito reprimido que pugnaba por estallar, Carmen elevó las piernas doblándolas sobre su cuerpo y sujetando las rodillas con sus manos, abriéndose totalmente a la boca de Carlos que torturaba su clítoris.

El gemido que brotaba de su garganta cesó, su cuerpo se tensó, sus piernas y brazos se estiraron bruscamente y al golpear la cama produjeron un ruido sordo, arqueó la espalda y un sonido gutural grave, profundo, interminable acompañó a su orgasmo, su cuerpo botaba en la cama sometido a intensos espasmos y de su garganta salió incontrolable un grito desgarrado que no cesó hasta que su cuerpo desfalleció y quedó desarmado como una muñeca de trapo.

Carlos me miró asustado, recordé la fuerte impresión que me causó la primera vez que sucumbió en mis brazos a uno de estos inmensos orgasmos que la llevan a la extenuación, casi al desmayo, entonces pensé por un momento que sufría un ataque; podía por tanto entender la expresión de preocupación con que me miraba.

  • "Está bien, no le pasa nada, es así" – le dije para tranquilizarle.

Carmen estaba tendida en la cama, sometida aun a pequeñas convulsiones, su respiración intentaba normalizarse, tenía los ojos cerrados y de su boca surgían gemidos en voz baja.

De repente, Carlos se incorporó y se deshizo de su slip; yo, como si fuera un autómata, le imité y quedé desnudo a su lado. Le miré: estaba de rodillas frente a ella, su polla erguida cabeceaba con intensidad, intenté comparar pensando en Carmen, su conducto es muy estrecho y temía por ella, pero me tranquilizó ver que su grosor era algo menor que el mío, le vi acercarse, colocó una mano en la cama a la altura de su hombro y bajó su pelvis, - "Ten cuidado" – no pude reprimir que mi pensamiento se convirtiera en palabras, Carlos me miró, parecía no verme; sin decir nada bajó sus piernas y quedó tumbado sobre ella apoyándose sobre los codos, Carmen rodeó su cuello con los brazos agarrándose una muñeca con la otra mano, se fundieron en un beso, sus cuerpos se movían formando ondulaciones que buscaban el contacto continuo.

Carmen dobló las piernas, sus pies rozaban las nalgas de Carlos que continuaba besándola con ardor, él bajó su mano derecha y comenzó a guiar su polla entre los labios de Carmen.

No me lo podía perder, tenía que ser testigo privilegiado de ese momento, con rapidez me situé detrás de Carlos, Carmen tenía las piernas flexionadas, vi su culo frente a mí, la polla de Carlos se movía entre sus labios recorriendo la brecha, lubricándose para facilitar la penetración; a su paso los labios se abultaban y se abrían, de repente se detuvo hizo una leve presión y lo vi, ¡Dios, lo vi! ¡Estaba sucediendo!

El glande desapareció entre sus labios y se detuvo, Carmen ahogó un grito afónico, sus piernas se doblaron mas y se abrieron, las nalgas de Carlos se contrajeron y la verga comenzó a entrar con sumo cuidado en mi esposa que apenas conseguía emitir una aguda queja que se quebraba convertida en un susurro, sus labios se hundían arrastrados por aquel duro miembro; Cuando su polla desapareció entera, los testículos quedaron en contacto con su culo, mis ojos no podían apartarse de esa imagen, era realidad, estaba follando , estaba siendo penetrada por otro hombre.

Carlos continuó el movimiento ondulatorio de su pelvis, yo miraba extasiado, veía aparecer el tronco humedecido por el abundante flujo de mi mujer y de nuevo lo veía hundirse en su coño, con suavidad, lentamente, ahora me parecía más grueso, mas potente; Las manos de Carmen recorrían su espalda, cuando llegaba a sus nalgas las acariciaba con la mano abierta, sin perderse detalle, le gustaba su culo, me lo había dicho y ahora lo disfrutaba aprendiéndose su forma y su dureza, una mano recorría la hendidura entre ambos glúteos y la otra mano la seguía y amasaba la nalga, luego ascendió marcando con sus uñas, arañando débilmente la columna vertebral y volviendo a descender; sus piernas abrazaban los riñones de Carlos le apretaban como si no quisiera dejarle escapar.

A veces oscilaban lateralmente, como si fueran un solo cuerpo. Carlos se apoyó sobre un solo brazo y se incorporó lo suficiente como para poder acariciar el rostro de Carmen con su mano libre sin dejar de besarla, con una ternura en sus gestos que agradecí, sabía que Carmen necesitaba esa ternura para poder asumir el paso que estaba dando. Procuraba no moverse en su interior, se mantenía dentro quieto aunque a veces su pelvis reaccionaba sin control y lanzaba un par de envites contra su coño a los que Carmen reaccionaba con un sonido de satisfacción y un movimiento similar de sus caderas.

Carlos abandonó su boca y la miró antes de descender a satisfacer el deseo de morder su pezón, con suavidad tiró de él con los dientes, provocando un grito agudo y breve, luego regresó a su garganta, a martirizarla con la mas irresistible de las caricias, ella cerró los ojos abatida por las intensas sensaciones que la invadían desde su cuello y se extendían por todo su cuerpo, las manos de Carmen mesaban su cabello, sus brazos se enroscaban en su cabeza apresándole.

Carmen flexionó su pierna derecha y Carlos la sujetó con su brazo por detrás del muslo, sus caderas no cesaban de moverse siguiendo el mismo ritmo, golpeándose a veces con suavidad, otras con dureza, su mano recorría el cuerpo de mi esposa, desde la mejilla hasta la nalga pasando por su pecho y su costado, en uno de esos viajes se perdió más abajo, ella reaccionó abriendo mas las piernas y elevándolas, la mano bajó aun mas, un profundo suspiro de Carmen me indicó que Carlos debía haber alcanzado su ano; vi su rostro en ese momento, con los ojos cerrados y la boca abierta era la expresión máxima del placer; ¡Qué belleza! ¡Qué hermosa estaba! Me emocionaba verla entregada, abierta, recibiendo a su amante; Carmen comenzó a mover rítmicamente su pelvis; Vi ascender la mano que la invadía buscando otros secretos, quizás su clítoris a la vista del brusco salto que tensó la espalda de Carmen, Carlos movía su brazo oculto entre su cuerpo y la pierna de Carmen frotando intensamente, ella acariciaba su rostro y buscó su boca para besarle.

Apenas podía ver su cara oculta por la cabeza de Carlos que se afanaba en el lado derecho de su cuello, cuando conseguía verla su expresión era de un intenso éxtasis, su boca tenía un rictus trágico de irresistible placer, un placer que la sobrepasaba y aniquilaba su conciencia, su garganta emitía un continuo gemido sobre un hilo de voz que a veces era inaudible,

Uno, dos enérgicos golpes de cadera, Carmen abrió las piernas que permanecían sujetas por los rígidos brazos de Carlos que apoyaba sus puños en la cama a cada lado, sus pies colgaban relajados y con cada envite de Carlos se movían lánguidamente. Otro golpe más, otro, Carmen aprendió la cadencia de Carlos y movía sus riñones a tiempo para enfrentarse a cada golpe con su propio impulso, mezclaba su gemido con una respiración similar a la que se ensaya para el parto, era un rítmico jadeo que cada vez ganaba más agudos, los golpes de cadera de Carlos aumentaron su ritmo, Carmen estiró las piernas y las situó por encima de sus hombros, su mano izquierda acariciaba su rostro mientras la derecha palpaba el culo de Carlos, bajaba por su mulso hambrienta de sensaciones y regresaba a su glúteo.

Estaba follando, no me lo podía creer, lo tenía delante de mí, la hinchada polla salía y entraba de su coño arrastrando un flujo blanquecino y yo me veía envuelto por tantas emociones, tan intensas… sus labios se veían arrastrados por la firme verga que se deslizaba forzando la estrechez de su coño; yo temblaba, todo mi cuerpo temblaba por la excitación de aquella escena, no sabía cuánto tiempo llevaba acariciando mi polla, sin urgencias, solo una caricia que me devolvía la dureza y la tensión que la erguía, mi mano resbalaba en una espesa baba que brotaba sin cesar.

Aquello era lo que había estado deseando tanto tiempo, se estaba haciendo realidad, ya era una realidad, busqué algún sentimiento negativo en mi y solo encontré morbo, deseo, lujuria, placer. La veía más hermosa que nunca, más adorable, más sensual, me di cuenta de que era cierto lo que yo presagiaba: a mis ojos había crecido mi admiración por ella, era más mujer, me sentía más orgulloso de ella. Deseé tocarla, acercarme a ellos y acariciarla pero me detuve, un pensamiento cruzó mi mente y me aplastó: "Es suya"

¿Cómo dos simples palabras pueden contener tal carga emocional? "Es suya". Pronunciar mentalmente aquella frase me golpeó en el rostro sacudiéndome y trayéndome a la realidad, Carmen era de otro, por primera vez dejaba de ser "mi" esposa, "mi" mujer y era la hembra de otro; la veía entregada al placer que le proporcionaba Carlos, ajena a mí, concentrada en sentir y hacer sentir, prodigando caricias, ternura y besos a su amante con los mismos gestos y la misma intensidad que hasta entonces solo había tenido para mí.

Me sentía zarandeado por emociones contradictorias, unas me llevaban al borde del orgasmo, otras me precipitaban a la mayor angustia que jamás había experimentado, su coño bombeado ante mis ojos por aquel macho me incitaba a masturbarme al tiempo que mi garganta se estrangulaba por la congoja. Alegre y triste, excitado y hundido, orgulloso y humillado, esposo amante y cornudo consentidor.

Tras un momento en el que Carlos se detuvo dentro de ella, comenzó a moverse con las manos bien afianzadas a cada lado de su cuerpo, su cintura se arqueaba, su culo se movía hacia delante y hacia atrás muy despacio, como si tuviera miedo de romperla y su polla salía casi completamente antes de volver a perforar el coño de mi esposa, ese coño que hasta ahora había sido mío; Yo veía como sus labios eran arrastrados en su salida y luego, cuando volvía a entrar, se hundían siguiendo el vigoroso impulso que la penetraba una y otra vez; a veces se detenía y continuaba imprimiendo un movimiento suave, lento, como si quisiese sentir cada milímetro de su coño. La dura barra de inflamada carne brillaba por el flujo que lubricaba sus embestidas, me pareció hermosa, por primera vez me excitó más la visión de aquella polla que el coño en el que se hundía sin descanso.

Volví mi atención a Carmen, su ano se mostraba obsceno ante mí, relajado, ligeramente abultado y vuelto hacia fuera, la forzada dilatación de su vagina provocaba a su vez la dilatación del esfínter que me mostraba una estampa desconocida de mi mujer; Carmen subió las piernas más, hasta los riñones, su voz ahora sonaba más grave, su respiración se había convertido en un "¡aaaah!" continuo, placentero, un sonido de satisfacción, de plenitud. Carlos fue aumentando el ritmo y ella comenzó a moverse también, desde atrás vi sus manos rodear su cuello y marcarle con las uñas, una forma de estimulación que Carmen usa con frecuencia, me puse a su lado, quería ver su rostro; su cara mostraba un éxtasis indescriptible, mantenía los ojos cerrados y cuando los abría fulminaba a Carlos con esa profunda mirada absolutamente cargada de sexo y de lujuria a la que aun no me he acostumbrado.

Ahora era otro quien recibía esa mirada, era otro quien recogía la humedad de su sexo, era otro quien provocaba su orgasmo y le prodigaba las caricias mas intimas.

Me senté a su lado, Carmen se volvió al notar el peso en la cama y me miró, entornó los ojos y sonrió, luego llevó una mano a mi muslo y la subió rozándome con el dorso el pecho, el vientre, la cara; su cuerpo se balanceaba empujado por Carlos, su mirada era una mezcla de estupor y agonía, sus cejas parecían expresar tristeza cuando en realidad denotaban su asombro por el curso de los acontecimientos que la habían arrollado en unas pocas horas. Cuando su mano llegó a mi boca la besé y ese fue lo que hizo que dejase de ser el mirón que había sido hasta entonces.

Me agaché hacia ella y busqué su boca, apretó su mano en mi cuello, nuestras lenguas se enredaron, yo buscaba sabores ajenos pero solo encontré el dulce aroma de su aliento convertido en afrodisiaco, la besaba una y otra vez, mirándola a los ojos, infundiéndole confianza y seguridad en que hiciera lo que hiciera yo estaba a su lado; mi mano recorrió el camino hasta su pecho, sus pezones sobresalían exageradamente hasta sorprenderme a mí mismo, había detectado cosas nuevas, diferencias evidentes en su manera de reaccionar al orgasmo y a las caricias intimas: su voz, los sonidos que articulaba, su forma de gemir… todo tan distinto, tan sorprendentemente nuevo que evitaba pensar si mi niña estaría descubriendo una faceta inédita, algo mejor con aquel hombre, si acaso estaría despertando una Carmen diferente que había permanecido profundamente dormida hasta ahora. Un atisbo de temor e inseguridad me hizo tambalear, pero conjuré esos miedos volcándome en la visión que me ofrecía su cuerpo visto ahora desde arriba.

El vientre de Carlos se pegaba a ella y, al retirarse, la hermosa polla aparecía brillante, impregnada del flujo espeso y blanquecino que matizaba el relieve de las tortuosas venas que la recorrían, el mismo flujo empapaba su vello púbico y hacía de aglutinante para algunos mechones; Luego, cuando se volvía a hundir en su coño, todo su cuerpo se balanceaba hacia atrás empujado por el brío que Carlos infundía a su envite.

Me moví en la cama acercándome a ella, Carmen apoyó su cara en mi muslo y cerró los ojos, Carlos había comenzado a acelerar y ella parecía sufrir un delicioso tormento, elevó las piernas y Carlos aprovechó para cogerlas y situarlas de nuevo alrededor de su cuello, ahora profundizaba mas y Carmen lo declaró en sus gemidos que se hicieron más intensos, yo seguía jugando con sus pezones, ella dobló de nuevo su mano buscándome y tropezó con mi polla que obstinadamente intentaba golpear mi vientre, la rozó varias veces con el dorso de la mano y por fin consiguió rodearla con sus dedos, temí correrme en ese mismo momento, no podía, tenía que resistir, debía reservarme para ella, yo quería ser la segunda descarga que recibiera esa noche. Los ojos de Carlos se clavaron en la mano que rodeaba mi polla y descubrí el placer que le proporcionaba ver esa imagen; Me agaché para besarla huyendo de aquella caricia tan deseada pero tan peligrosa, en aquel momento Carmen comenzaba a temblar otra vez, presagio de un nuevo orgasmo, Carlos debió intuirlo también o quizás es que él mismo estaba a punto de correrse.

Salió bruscamente y ella profirió un lamento, Carlos murmuró algo que no entendí y la cogió de las caderas forzando un giro, Carmen obediente quedó a cuatro patas, con el cabello cayendo por su cara; se volvió para mirar hacia atrás, sus pechos breves y tersos demostraban su dureza que les impedía colgar balanceantes, en esa postura parecían ser mas grandes, los movimientos de su cuerpo al afianzar la postura les imprimieron un temblor breve, nada parecido a la oscilación blanda propia de pechos más grandes y menos trabajados.

Carlos la tenía cogida por la cadera con una mano y con la otra, oculta a mi vista por su culo, parecía dirigir su polla, Carmen ayudó instintivamente arqueando los riñones, ¡cuántas veces había visto ese gesto desde la posición que ahora ocupaba Carlos! Esta vez, sin embargo, podía verla actuar con total naturalidad con su amante, realizando los gestos que siempre había hecho al recibirme a mí.

Carmen volvió la cara al frente y me miró, esperando el ataque; de pronto cerró los ojos, -"¡Ooooh!" – escapó de su garganta, sus brazos cedieron y apoyó los codos en la cama arqueando la espalda, su cuerpo era zarandeado por los fuertes empujes de Carlos, pronto dejó caer su cabeza en la cama entre sus antebrazos, el pelo revuelto ocultaba su cara, solo escuchaba el jadeo cada vez más intenso, cada vez más parecido a un lamento, cada vez más cercano a un grito animal, su culo resaltaba más aun en esa postura atrayendo las manos de Carlos que no dejaba de recorrer sus preciosas nalgas

Comencé a acariciar su cabello, los golpes de cadera del semental empezaban a ser brutales, Carmen se mordía el labio inferior para no proferir los gritos de placer y dolor que nacían en su garganta con cada golpe. Vi la mano de Carlos por debajo de su cuerpo buscando sus pechos que amasó con furia, su gemido se volvió agudo ante este violento asalto. La voz de Carlos se acompasaba con ella y lanzaba quejidos continuos.

  • "¡Oh Dios, joder! ¡¡¡¡jodeeeer!!!!" – Carmen había sucumbido a un nuevo orgasmo e inmediatamente supe lo que movía a Carlos a proferir esos gritos; el conducto vaginal de Carmen es tan estrecho y sus músculos tan potentes que, cuando alcanza el orgasmo, estando dentro de ella siento como si me estrangulase la polla, como si la estuviese apretando con el puño, el efecto es devastador, cualquier intento para controlar mi orgasmo es inútil ante tal presión.

Carlos gritaba como si lo estuviesen matando, - "¡Nooo!" – gritaba ante la frustración de no haber podido demorar aquella eyaculación que llenaba a mi esposa. Carmen gritó también estimulada por los espasmos de la polla en su interior y contagiada por los gritos de Carlos, éste cayó sobre su grupa y ella no pudo aguantar demasiado tiempo el peso, sus piernas se deslizaron hacia atrás y se derrumbó sobre la cama con Carlos encima.

Era mi momento, ahora me urgía poseerla, era mi sueño imaginado tantas veces; pero debía esperar un poco, estaban aun recuperándose del esfuerzo, para Carmen era su tercer clímax en menos de una hora y aunque sabía que en realidad se trataba de un único orgasmo mantenido y elevado en cada pico de excitación, necesitaba unos minutos para recuperarse.

Les vi descansar el uno encima del otro, con los ojos cerrados, con las respiraciones agitadas, Carlos lanzaba pequeños besos a la mejilla de Carmen que estaba en contacto con la suya, de vez en cuando movía su pelvis empujando, intentando que su polla en retirada no saliera de su cobijo, Carmen tenía contracciones aisladas, cada vez mas separadas entre sí, pero cada una de ellas provocaba la reacción del miembro aun en erección y un gemido de ambos, Carlos sudaba copiosamente y mojaba el cuerpo de Carmen, intentaba aliviar su peso apoyándose en los codos pero no tenía intención de separarse de ella.

"¡Que bellos!" – Pensé – "¡qué hermosos!, ¡qué dos cuerpos admirables!" – había asistido a un espectáculo extraordinario de fuerza, energía y sensualidad.

Me quedé extasiado viéndolos descansar, como dos pura sangre atrapados en la cópula; intentaba creerme lo que mis ojos veían y mi mente se resistía a aceptar. Era verdad, aquello no era un sueño, Carmen acababa de follar con otro hombre, aun le tenía dentro de ella, su coño se había llenado con el semen de Carlos, no era un sueño, era una hermosa y terrible realidad.

Carlos se incorporó y me sacó de mi abstracción, de nuevo la urgencia por poseer a la infiel me sacudió, se deslizó a un lado y quedó tumbado boca arriba al lado de Carmen, me fijé en su verga en retirada, caída hacia un lado, empapada y brillante, perdiendo su vigor como un pez agonizante tras lograr remontar el rio y soltar su carga de esperma. Un goterón de semen se deslizó hasta caer en su muslo; Me excitó, me excitó como nunca antes me había excitado ver el sexo de un hombre; mi polla no había dejado de cabecear ni un momento, Carmen se mantenía tumbada boca abajo, un hilillo blancuzco se deslizaba por su coño cuyos abultados labios se mostraban obscenos entre sus hermosas nalgas; me arrodillé sobre la cama y la besé en la espalda, recorrí con mis labios sus omoplatos, las vertebras de su cuello, sus hombros… bajé por su columna hasta llegar a sus glúteos que mordisqueé con mimo, el penetrante olor a semen me hizo consciente de lo que me iba a encontrar cuando alcanzase su coño con mi mano, cuando me hundiese dentro de ella; Aquel olor me excitó brutalmente, "¡puta!", volví a gritar mentalmente, "¡puta, zorra!", no eran insultos, eran gritos de placer y dolor que me excitaban como pocas cosas lo han logrado.

Carlos acariciaba la nalga derecha mientras mi boca mordisqueaba la izquierda, Carmen comenzó a reaccionar y sentí sus dedos en mi cabello, me incorporé y me quedé paralizado ante su belleza; tumbada boca abajo sus nalgas se marcaban en su piel, redondas como dos esferas duras y perfectas; Ascendí por su cuerpo y me tumbé a su lado rodeándola con mi brazo, tenía los ojos semicerrados, busqué su boca y me quedé pegado a ella, nuestros labios no se movieron, estaban en contacto, quietos, sintiendo el cosquilleo del roce.

  • "Te quiero" – susurré sin separar la boca.

  • "Te quiero" – dijo ella, el movimiento de sus labios en los míos fue como una corriente eléctrica, necesitaba poseerla, necesitaba entrar donde acababa de estar Carlos.

  • "Ven cielo, folla conmigo" – parecía un ruego, una súplica, ‘folla conmigo’ le pedía como si fuera una reina que concedía sus favores a quien ella deseaba.

Carmen giró para encararse a mí y chocó con el cuerpo de Carlos, éste se desplazó inmediatamente; quedó boca arriba, parecía agotada; comencé a acariciar sus pechos, mis besos pasaron de sus pezones a su boca, luego me dirigí a su cuello y un cuchillo me atravesó el alma, una marca rojiza en su piel me dolió inmensamente, era una insensatez, aquello era lo menos importante de su entrega, sin embargo para mí era como una marca indeleble en su cuerpo, la marca de su nueva condición, la huella de su infidelidad pactada y consentida.

La miré fijamente, memorizando la forma de aquella marca en su garganta, luego besé aquel mismo lugar besé con fuerza, aspiré con el deseo de unir mi marca a la de Carlos, Carmen comenzó a agitarse ante el efecto de mis besos en su cuello, me rodeó con sus brazos.

"Ven, ven" - me decía mientras intentaba pasar una pierna para dejar las mías en medio, quedé sobre ella mirando su hermoso rostro cubierto por mechones de pelo empapados de sudor, la besé en la boca mientras por el rabillo del ojo veía la mano de Carlos acariciando su estómago, - "¡déjanos!" – pensé – "ya has cumplido tu misión, ahora sobras, es nuestro momento" – pero no dije nada, seguí acariciando el cuerpo mancillado de Carmen mientras su amante descansaba y dejaba que su mano errase por su estómago, su cadera, su muslo, sin rumbo fijo.

Tenía que hacerlo, no podía resistir mas la tentación, mi mano derecha descendió por su cuerpo hasta rozar el vello de su sexo, jugué con él un instante, estaba impregnado de una mezcla de su propio flujo y del de Carlos, luego bajé, lo deseaba, era un irresistible deseo y hundí mis dedos en su coño recién follado. Carmen encogió el vientre, luego soltó la tensión y me miró a los ojos consciente de que estaba cumpliendo mi mayor fantasía.

Mis dedos se bañaron en una humedad espesa, viscosa, el calor de su coño me pareció más intenso, removí los dedos en su interior, estaba llena, me incorporé, tenía que verlo.

De su coño fluía un abundante reguero blanquecino que descendía entre sus nalgas hasta formar una mancha en la sábana, la emoción me desbordaba, era incontenible, volví a caer sobre ella y la besé apasionadamente, mis dedos estaban llenos del semen de Carlos y me di cuenta de que estaba manchando con ellos su hombro, eso me excitó, quería dejar en su cuerpo la huella del polvo que acababa de echar con él, limpié mis dedos en su carne dibujando una franja mate que rompía el brillo de su piel.

Mi polla rozaba ya sus labios que se abrían con facilidad, no podía esperar más, Carmen aun estaba sumida en la dejadez posterior al coito, pero yo sabía que reaccionaría en cuanto me tuviera dentro, me moví con cuidado, noté en mi polla la caliente humedad de su vagina, empujé levemente y me deslicé en su interior; De pronto me faltó el aire: su coño estaba dilatado, no experimenté la habitual resistencia al penetrarla, el camino había sido allanado por otra polla.

Carmen tenía las piernas relajadas y se dejó hacer, no me importó, necesitaba un tiempo para capturar cada nueva sensación, la humedad en la que buceaba mi verga era densa, mucho más copiosa de lo habitual, cada movimiento iba acompañado de un chapoteo que me excitaba, Carlos a mi lado nos miraba y seguía jugando con sus uñas sobre la piel de su cadera, se volvió de lado, debía suponer que eso era lo normal en un trío y daba rienda suelta a sus ganas de Carmen, yo me movía despacio en su interior, con los puños clavados en la cama, mirando sus párpados cerrados, viendo cómo sus pechos vibraban con mis empujes, Carlos subió la mano y comenzó a acariciar su pezón, lo cogía con dos dedos y lo estiraba hasta que escapaba, Carmen comenzó a reaccionar y yo me irrité pensando si sería por la caricia del intruso o por el efecto de mi polla, intenté desviar mis pensamientos cuando me di cuenta del efecto negativo que podía tener en mi erección, me concentré en ella y le di la vuelta a lo que un segundo antes me irritaba: estaba compartiendo a Carmen, ahora éramos dos hombres los que la poseíamos al mismo tiempo, un trío, sí, yo la follaba y Carlos…

Carlos se acercó y rodeó con sus labios el puntiagudo pezón, por un segundo me sentí desplazado, quería luchar contra esa idea, quería concentrarme en el placer de compartirla; Carmen reaccionaba, movió sus piernas y rodeó mis riñones cruzado los pies por detrás, al mismo tiempo vi su brazo aparecer por la espalda de Carlos, se movía por su piel respondiendo con caricias al placer que sentía en su pecho. No estaba conmigo, o si, si lo estaba pero no solo conmigo, repartía su atención y sus caricias entre ambos.

Entonces me miró; era pura lujuria, abrazaba a su amante mientras follaba conmigo y su mirada era obscena, provocativa, sucia; me sonrió y lanzó su brazo a mi cuello, Carlos se separó y siguió acariciándola con la mano, me tumbe sobre ella y nos besamos, esa mirada de Carmen acababa de borrar mis temores y mis dudas.

Sentí el roce de los dedos de Carlos en mi costado, el pecho de mi mujer había quedado atrapado por mi cuerpo y él acariciaba su axila y sus costillas, me moví para dejar su pecho libre para él, Carlos lo apresó con la mano y se pegó a ella, vi su rostro muy cerca, yo besaba su boca y vi como él comenzaba a besar su sien, Carmen suspiraba profundamente sometida al asedio de los dos hombres que la deseaban. Seguía moviéndome dentro de ella muy lentamente intentando alargar al máximo este placer.

Entonces deseé una cosa, una locura que no podía proponer, tan solo preparar el terreno para que sucediese; Separé mis labios de su boca y me alejé unos centímetros; Fue instantáneo, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo Carlos se aproximó y ocupó mi lugar en su boca, yo me acerque y besé su mejilla, su ceja, su oreja.

Fue Carmen la que de nuevo tomó el mando del juego, volvió su rostro hacia mí y me besó, Carlos regresó a su mejilla y a su cuello, instantes después Carmen me abandonó y buscó la boca de su amante, no me había dado cuenta hasta ese momento de que nos abrazaba a ambos, abarcaba con sus brazos abiertos nuestros cuerpos.

Alternaba una boca y otra, mandando, decidiendo cuando estaba satisfecha con uno y le apetecía el otro, nosotros obedientes aceptábamos su capricho y apurábamos el tiempo que nos concedía para saborear sus labios.

Yo miraba de reojo los derroteros que seguían las manos de Carlos, Carmen se separó de su boca para regañarle – "me haces cosquillas" – tres palabras pronunciadas muy bajito, con mimo; ·Miré hacia abajo, sus dedos estaban casi en su ingle, apenas a unos milímetros para hacer contacto con mi pubis. Carmen gimió en el mismo instante que noté en la base de mi polla los nudillos de Carlos y mi garganta articuló un "Oooh!" que expresaba la quiebra de un tabú, el placer por sentir la mano de un hombre en mi sexo, aunque fuera accidental; A partir de ese momento provoqué el encuentro de mi polla con los dedos que frotaban el clítoris de mi mujer, deseé que Carlos introdujera sus dedos dentro, rivalizando con mi verga y acariciándola también, pero no sucedió, seguí buscando el contacto con su mano y si Carlos lo supo no hizo nada por evitarlo.

Noté que me faltaba poco para el orgasmo y comencé a acelerar mi movimiento, Carmen se centró en mí y rodeó mi cuello con ambas manos, Carlos se arrodilló a nuestro lado con su polla en la mano, tan cerca de ella, tan cerca…

Solté su mano izquierda de mi cuello y si pensarlo dos veces la llevé a su polla, doblé su brazo de modo que pudiera alcanzarla, Carlos entendió mi maniobra y se situó de manera que pudiera cogerla con comodidad, Carmen me miró, una sonrisa perversa cruzó su cara y sin apartar su mirada provocativa comenzó a acariciarle los testículos, las yemas de sus dedos rozaban la verga que recuperaba dureza por momentos, luego comenzó a masturbarle lentamente, con sus ojos clavados en los míos, provocándome, su mirada me llamaba cornudo, no hacían falta palabras, leía en sus ojos con claridad: "cornudo, cabrón, mira como me follan"

Aquello estaba acabando con mi resistencia, veía venir el orgasmo de un momento a otro, estaba fuera de control, totalmente volcado en verla hacer cosas con Carlos que había fantaseado mil veces, pensé en hacer que girase su cabeza, pensé incitarla a acercar su boca…

Pero estallé, aullé como un animal, temblé como si me hubiese alcanzado un rayo y golpeé con furia su pelvis mientras mis ojos no dejaban de mirar cómo le masturbaba.

Quedé exhausto sobre ella, su mano acariciaba mi espalda, abrí los ojos y vi que no había dejado de acariciar la polla de Carlos que había recuperado parte de su potencia. Me di cuenta de que Carmen no había llegado al orgasmo esta vez , - "no me necesita" – pensé, inmediatamente rechacé este amargo pensamiento que creaba una rivalidad donde no la había y cambié mi mentalidad, de nuevo vi el lado morboso y olvidé ese conato de celos absurdos que por un momento había estado a punto de dominarme. Me sentí seguro, cobijado en su pecho, con su brazo rodeando mi cuello y sus uñas recorriendo mi espalda

Me dejé caer de lado y por primera vez bajé la guardia y me desentendí de lo que pudiera hacer Carlos, cerré los ojos y dejé de preocuparme por si Carmen continuaba acariciando su polla.

Me sentí liberado.

Carlos se tumbó a su vez, abrí los ojos al notar movimiento en la cama y observé como ella le recogía también en su pecho, nos abrazaba a los dos, nos refugiaba en su regazo, Carlos y yo nos miramos un instante, ambos reposábamos sobre el pecho de Carmen, ninguno de los dos hicimos gesto alguno, me pareció que por primera nos veíamos como dos rivales, ¿quién de los dos se quedará con el trofeo?

Tenía mi rostro muy cerca de su cuello y comencé a besarla, Carmen giró su cara hacia el lado contrario para darme mejor acceso y Carlos aprovechó para besarla en la boca, apenas les veía pero percibía la pasión de aquel beso por los movimientos de su cuello y por las tensiones que me llegaban a través de sus músculos; Seguí besándola, mi mano derecha acariciaba su pecho imitando la cadencia que marcaban ambos con su beso.

Carlos reptó hasta alcanzar con su boca el pezón, los dedos de Carmen mesaban su cabello en agradecimiento por aquella caricia, luego volvió su rostro hacia mí, sonreía estaba embelesada, no dijo palabra alguna pero su mirada expresaba felicidad, agradecimiento, paz.

Un respingo y Carmen cerró los ojos un segundo.

  • "No puedo más" – su voz era casi suplicante, levanté un poco la cabeza y vi la mano de Carlos perdida entre sus muslos, comprendí lo que sucedía. Carmen necesitaba suavidad tras su último orgasmo.

  • "No le hagas caso" – dije dirigiéndome a Carlos – "… se un poco más suave, está todavía muy sensibilizada"

Un nuevo respingo de Carmen me indicó que Carlos no había sabido hacerlo.

  • "Espera, déjame a mi" – me incorporé y bajé mi mano, Carlos se apoyó sobre un codo, obediente, dispuesto a aprender, Carmen se dejaba hacer dócilmente, pasiva, entregada, disfrutando de la complicidad de sus dos hombres.

Separé sus labios con dos dedos y utilicé el índice para rozar con suavidad los alrededores de su clítoris que asomaba entre los pequeños pliegues, Carmen suspiró profundamente.

  • "¡Así…!" – su voz sonó satisfecha y aquella simple palabra me enorgulleció, le decía a su amante que yo si sabía tocarla, fue un conato de orgullo casi infantil pero que agradecí en ese momento. Carlos y yo nos miramos durante un segundo, yo ganaba terreno.

  • "¿Ves? Poco a poco, si no la saturarás y no lo podrá soportar"

Mis dedos continuaban acariciando, dibujando la oquedad que se abría un poco más abajo, entrando en ella ligeramente, tomando flujo y retrocediendo de nuevo hasta insinuarse a su clítoris. Carmen comenzó a jadear, miré a Carlos, "Ahora tu" dijeron mis labios sin mediar sonido alguno. El acercó su mano con cautela y cuando sentí el contacto en mis dedos me retiré despacio, la transición se había hecho sin interrumpir la caricia y yo pude pasar a ser el mirón atento, el cotilla invitado en la escena de sexo más deseada por mí

Miré extasiado cómo Carlos imitaba mis movimientos, con suavidad rozaba apenas con la yema de sus dedos entre los labios mojados, abriendo el surco y evitando tocar la pequeña dureza que asomaba entre los pliegues, mi polla comenzó a reaccionar de nuevo, era un privilegiado observador de cómo le tocaba el coño a mi mujer y a pesar de que acaba de eyacular, mi polla volvía a estar erguida y dura.

Carmen tenía los ojos cerrados, un roce perdido en su clítoris la tensó y echó la cabeza hacia atrás, yo estaba hipnotizado, con mis ojos clavados en su brillante coño abierto por los dedos de Carlos escuchando el chapoteo que provocaban al entrar y salir, yo notaba cómo crecía la tensión en mi polla, su coño se contraía ante mis ojos cada vez que la yema del dedo se atrevía a rozar su clítoris, era un espectáculo maravilloso, a veces los dedos se hundían ligeramente dentro y entonces Carmen movía su pelvis pidiendo más, necesitando que la llenara por completo, pero Carlos no cedía y dejaba insatisfecho ese deseo para hacerlo crecer, en su lugar volvía a rozar con extrema delicadeza la erguida punta del clítoris, trazando círculos con la yema de un dedo o tañéndola como si fuera una vibrante cuerda de guitarra, Carmen respondía arqueando la espalda, soltando bruscamente el aire de sus pulmones, encogiéndose sobre sí misma como si estuviera atacada por un inmenso sufrimiento.

Comencé a acariciar la parte interior de sus muslos, esa zona tan sensible que para Carmen resulta irresistible, ella respondió doblando las piernas y dejándolas caer sobre las nuestras, las plantas de sus pies hicieron contacto entre sí, se mostraba abierta, su postura indecente nos pedía más. Mis dedos deambulaban por sus muslos, rozaban sus nalgas y pasaban de una a otra intentando golfear cerca de su ano. Carlos hacia bien su trabajo y ahora los roces en su clítoris eran más frecuentes y mejor tolerados por Carmen; Comenzó a jadear, era la señal, Carlos intensificó su ataque al clítoris que aparecía más abultado y turgente, su vientre se contraía y se relajaba al ritmo de su agitada respiración, busqué su boca y comencé a besarla, estaba tan desmayada, tan sumida en el placer que sus labios no respondieron a mis besos, se dejaba besar sin fuerzas para reaccionar; El jadeo fue in crescendo y la caricia de Carlos asumió ese ritmo hasta que Carmen se rompió en profundo y silencioso orgasmo.

Cuatro, quizás cinco minutos de silencio, los tres necesitábamos ese tiempo de descanso, finalmente me incorporé sobre un codo.

  • "¿Tenéis sed? ¿Os apetece que abra una botella de cava?" – una vez dicho me sentí demasiado servicial.

  • "¡Genial! Para celebrarlo es lo mejor" – dijo Carlos, su mano jugaba con el vello púbico de Carmen, ella estaba ligeramente girada hacia él, recorría lentamente el vello de su pecho con los dedos, se miraban a los ojos en silencio; Giró su rostro hacia mí.

  • "He bebido demasiado, prefiero otra cosa"

  • "¿Tónica?"

  • "Si, por favor"

¡Qué emocionante era verla entregada a su amante con naturalidad, sin pudor ni reproche alguno! Aun me quedé unos segundos mirándola, llenándome con esa escena, luego les dejé en la cama, sin rastro de temor.

  • "No quedan tónicas cielo" – grité desde la cocina

  • "Arriba del todo, en la despensa" – dijo ella, busqué donde me decía pero no las encontré.

  • "No hay ninguna, ¿te llevo un Nestea?"

  • "Las he debido dejar en el garaje"

No era una petición explícita pero la conozco bien; Sonreí, si hubiéramos estado solos me habría intentado seducir con esa voz mimosa que sabe que me puede. Tenía que vestirme si quería salir a por las latas, entré en el dormitorio, seguían vueltos el uno hacia el otro, mirándose a los ojos, Carlos tenía su brazo bajo el cuello de Carmen, ella tenía su pierna derecha doblada sobre el muslo de Carlos, éste rozaba con los dedos su pezón y ella descansaba la mano en su cintura; un brote de excitación me sacudió, me sentía feliz, seguro, confiaba en ella, me alegraba verla relajada, disfrutando.

  • "Me pondré algo para salir si no me voy a congelar"

  • "Déjalo cariño, tomo otra cosa" – dijo sin cambiar de postura.

  • "¡Pero qué falsa eres!" – bromeé.

Una sombra de preocupación me alertó, habíamos descuidado las formas, nos comportábamos como un matrimonio.

Me puse el pantalón, los zapatos y un jersey que busqué en el armario, en el salón cogí el abrigo y salí a la calle; El frio de la noche en la cara me resultó agradable, caminé envuelto en el silencio sobre el que resaltaba el sonido de mis pisadas sobre la tierra, iluminado por la pálida claridad de la luna creciente.

El aire gélido terminó de despajarme, me seguía pareciendo increíble, ya era realidad lo que tantas veces había soñado, Carmen acababa de follar con otro hombre, estaba aun en la cama con él, sin vergüenzas ni pudores, sin recriminaciones ni arrepentimientos; recordé su arranque cuando, casi desnuda, entramos en la alcoba y tomó la iniciativa; había sido brutal, salvaje, nunca pensé que fuese a comportarse así.

Recogí las tónicas y volví deprisa a la casa, el frío que al salir me resultó agradable congelaba mis pies desnudos dentro de los zapatos.

Cerré la puerta y me despojé del abrigo; no se oía nada, supuse que seguían extasiados el uno con el otro.

  • "¡Dios, qué frío hace ahí fuera!" – nadie contestó.

Dejé las tónicas en la barra bar y me asomé al dormitorio, el corazón me dio un vuelco; Carlos estaba incorporado sobre un codo, echado sobre ella, la besaba en la boca, la mano de Carmen acariciaba su cuello, tenía las piernas flexionadas, la mano de Carlos mecía su pubis y dos de sus dedos se hundían en su coño; es una mujer increíble, parece no quedar saciada nunca, jamás dice "no" a una caricia mas, a un juego más.

Me deshice de la ropa con la intención de incorporarme al juego pero algo me detuvo, comprendí que en ese momento yo estaba de más.

No me dolió, mi cabeza me decía que ese pensamiento tenía que doler, sin embargo no encontré en mi interior nada más que… amor.

Un profundo amor por mi dulce niña, una intensa sensación de ternura y, ¿por qué no decirlo?, felicidad al verla en brazos de Carlos sin el más mínimo asomo de duda; Siempre había temido que en medio de su entrega tuviera un momento de vacilación y los pudores se hicieran dueños de ella haciéndole imposible continuar, temía que quizás tras follar con Carlos surgiera el arrepentimiento, la sensatez se hiciera cargo de la situación y sufriera por haber hecho aquello.

La mujer que yo veía en esa cama, estaba entregada a disfrutar, había hecho algo más que sexo, veía el cariño hacia Carlos en sus gestos y en su rostro, había follado y se sentía bien, tanto como para continuar sin reparo, sin miedo a hacerme daño.

Salí del dormitorio, les dejé a solas, quizás volviesen a hacer el amor, quizás.

Hacer el amor, era la primera vez que empleaba esa expresión, era la más adecuada para lo que acababa de ver, no significaba que estuviesen enamorados, ni por un instante lo pensé, pero entre ellos era evidente que había algo más que sexo: ternura, quizás cariño, mucha confianza…

¿Miedo? No, miedo no fue lo que sentí, quizás preocupación; ¿Iría a más? Tenía una fe absoluta en Carmen y en su amor, aun así… Podía imaginar cómo llevaríamos una relación sexual esporádica con alguien pero no alcanzaba a prever cómo compaginaríamos nuestro amor con su… cariño, la idea de que Carlos se pudiera llegar a convertir en algo así como su amante fijo me producía una desagradable tensión.

Preparé la tónica de Carmen, cogí dos copas de la vitrina y descorché el cava, al pasar por el salón miré al fondo del pasillo y la vi sentada en la cama quitándose las medias, me detuve unos segundos para llenarme con su figura, una intensa emoción me hizo huir de allí antes de que me viera, acababa de probar los placeres del sexo con otro hombre, en algún sentido profundo ya no era virgen, ya no era la misma, el pudor y las normas que limitan los actos de cualquier persona se habían hecho añicos esa noche, ¿qué otros controles habrían sido aplastados durante aquel explosivo orgasmo?.

Estaba preparando las bebidas en una bandeja cuando la vi apoyada en el quicio de la puerta de la cocina.

  • "¡Estás preciosa!" – dije completamente impresionado por su aspecto.

Su cabello enmarañado caía por su frente, sus largas y esbeltas piernas, ahora desnudas, mantenían una posición casi púdica, una rodilla ligeramente flexionada se doblaba por delante de su otra pierna y me hacía recordar las pinturas renacentistas; apoyaba su hombro derecho en el marco de la puerta y mantenía sus brazos cruzados sobre los que se asomaban sus pechos, los pezones me miraban agudizados por el frío, la luz de la cocina daba un brillo pálido a su cuerpo, observé la pincelada mate de semen en su hombro y eso me llevó a localizar otras manchas iguales en su muslo izquierdo, en su pubis; Apoyaba el peso de su cuerpo en una pierna y la contraria permanecía flexionada, eso confería a sus caderas una deliciosa curvatura. El vello de su pubis aparecía reseco en algunas zonas, me fijé en detalle y pude ver el brillo del flujo que manchaba la parte interior de sus muslos, un pequeño grumo de semen blancuzco permanecía atrapado en su vello, cerca del coño.

Se dejaba mirar, seguía los movimientos de mis ojos identificando dónde se posaban, mi polla había reaccionado ante esta abrumadora imagen, cuando nuestros ojos se cruzaron desvió los suyos hacia mi pubis y subió las cejas en señal de admiración, luego me sonrió.

  • "Iba al baño a lavarme"

No contesté, seguía embelesado contemplándola.

  • "¿Estás bien?"

  • "Estoy… genial" – contesté

  • "¿Por qué te fuiste antes de la habitación?"

  • "Os vi tan… no sé, pensé que te apetecería estar a solas un rato con él"

Un gesto de desagrado ensombreció su rostro; Me miró, sus ojos se habían teñido de una tristeza que me hizo preguntarme qué es lo que habría entendido en mi frase.

  • "¡No me digas eso!" – Protestó dando un golpe en el suelo con el pie, su voz me reprochaba algo que, sin querer la había herido y había hecho tambalear su seguridad.

  • "’Eh, eh! ven aquí" – caminamos el uno hacia el otro, la recogí en mis brazos – "Hablaba en broma, tonta, ¿no me conoces?"

  • "No me hagas estas cosas, tú no estás de mas nunca, nun-ca" – recalcó.

  • "Lo sé, lo sé, tranquila, no quise… a ver cielo, no pasa nada, no me he sentido mal, ni fuera de lugar, estabas tan… bien, se te veía tan relajada en sus brazos…" – hice una pausa recordándolos, mirándose a los ojos, quietos, en silencio… – "no se cielo, surgió de forma natural, no quise interrumpiros, tiempo habrá de estar los tres otra vez, ¿qué tiene de malo que puedas estar un ratito centrada solamente en él?"

Mis manos acariciaban su espalda, llegué a la curva de sus nalgas y recogí la redondez de su glúteo en la palma de mi mano, tenía la piel fría.

  • "¿Tienes frio?" – sus pezones se habían clavado en mi pecho, estaban totalmente duros y erectos, noté la piel de gallina en su brazo.

  • "Un poco" – intenté cubrir su espalda con mis brazos.

  • "Estoy contento" – me miró a los ojos

  • "¿Si?"

  • "Absolutamente, te quiero más que nunca, eres la mujer de mi vida, un sueño hecho realidad"

Se abrazó fuerte a mí

  • "¿Y tú? ¿Cómo estás?" – le pregunté; su mirada se perdió más allá de mi espalda.

  • "Como si no fuera yo, como si esto fuera una película o un sueño, no me creo que sea yo quien…"

  • "¿Quién acaba de follar con otro hombre?"

  • "Eso"

  • "Pues has sido tú, te lo aseguro, yo lo he visto" – Se mantuvo en silencio unos segundos, luego me miró.

  • "Era como si algo ajeno a mi me moviera, me arrastrara, sabía lo que estaba sucediendo pero… es como si fuera algo ajeno a mí, como si no fuera yo.

Esas frases… ¿cuántas veces había escuchado descripciones semejantes en la clínica? Desdoblamiento, despersonalización… defensas psicológicas habituales en personas abusadas. No era el caso de Carmen pero tampoco era la primera vez que la oía hablar así, cuando hacíamos la terapia por el abuso de Roberto ya me sorprendió este aspecto de su experiencia, pero ahora, con Carlos, no había nada que la forzara, no era lo mismo.

  • "¿Qué has sentido?" - Su pregunta me sacó de mi abstracción ¿cómo expresarle la intensa emoción que no me había abandonado desde que llegamos al hotel?

  • "Ha sido cojonudo" – me miró sorprendida.

  • "¡Vaya! Si lo ha debido ser, es la primera vez que te escucho pronunciar esa palabra" – no suelo utilizar tacos, no me gustan, no tengo ninguna reserva moral contra ello pero no van con mi forma de ser; sonreí.

  • "Pues sí, cojonudo" – se apretó mas a mí, sentía el contacto de su piel como una caricia.

  • "¿Y ahora? Quiero decir si…"

  • "¿Si me siento bien? ¿tú qué crees?" – sonrió y me besó. – "Venga, vete a lavar, debes estar…" – bajé mi mano y busqué hueco entre sus piernas, ella las separó sin dudar y mis dedos entraron en una profunda sima de aguas cálidas y espesas– "… si, estás llena, a rebosar" – mi polla, sometida a pequeños latidos, rozaba sus muslos, ella sonrió.

  • "Si, he puesto perdidas las sábanas" – sonrió excusándose.

  • "No te preocupes, luego las quito"

Carmen se vio invadida por un escalofrío y todo su cuerpo tembló.

  • "Voy a lavarme amor, tengo frio, creo que me voy a dar una ducha calentita para entrar en calor"

  • "Toma" – le dije ofreciéndole un grueso jersey de mi padre que nos habíamos olvidado de recoger el día anterior, se lo puso y aquella prenda realzó la belleza y el erotismo de su desnudo, la diferencia de altura entre mi padre y Carmen dejó el jersey por encima de su pubis, estaba obscenamente sensual desnuda de cintura para abajo.

Salió de la cocina mostrándome su culo, se cruzó con Carlos que entraba en ese momento.

  • "No sé si estás más guapa a medio vestir o completamente desnuda" – le dijo con cariño en su voz, se besaron brevemente y le dio una palmada en el culo al salir, luego nos quedamos solos en la cocina, su amante y yo.

Carlos iba a coger una de las copas de cava

  • "Esperemos a brindar con ella, ¿no te parece?"

  • "Cierto, tienes razón" – dijo dejando la copa de nuevo en la mesa

Caminó por la cocina, curioseando, su cuerpo desnudo cerca de mi reavivó la chispa que había nacido en la cama unos minutos antes, tiene un físico atractivo, bien cuidado, no me extrañó que Carmen le acariciase con tanto deseo, recordaba sus manos ansiosas palpando su cuerpo, ¿sería yo capaz? ¿Podría acariciar un cuerpo masculino y sentir placer?.

  • "Joder, qué lástima no poder quedarme más días, necesito estar más con ella"

  • "No creo que pudiera, son días complicados para Carmen"

  • "Pues me tocará viajar con más frecuencia a Madrid"

Me inquietaba iniciar una relación estable con Carlos, suponía que la distancia acabaría por imponerse pero no pude evitar preocuparme.

  • "¿Hay otro baño? Necesito orinar"

Mi cabeza producía ideas a toda velocidad, rechacé enviarle al baño de la planta superior, algo en mi interior me advirtió, intentó frenarme pero yo estaba viviendo la mayor de mis fantasías y no calculaba los riesgos.

  • "Entra en éste, Carmen no se va a asustar por verte mear" – Carlos me miró dudando.

  • "No, supongo que no es la primera vez" – asentí con la cabeza y mientras le veía salir de la cocina mi corazón se disparó de nuevo, la excitación volvía a subir brutalmente, de nuevo me dejaba drogar por el morbo y el riesgo.

Carmen tenía las manos apoyadas en la pared de la bañera, dejando que el chorro de agua caliente cayera sobre su nuca y se esparciera por su espalda, el calor era agradable, había recogido su cabello bajo un gorro de baño, subió el rostro hasta encararse con el chorro, siempre se le corta la respiración por unos segundos pero si lo soporta luego le resulta delicioso sentir el agua por su cara.

"¡Qué locura!" – pensó, una sonrisa se abrió en su rostro rebatiendo aquel argumento que pretendía censurar su conducta. Locura, si, pero… ¡todo había salido tan bien! Los temores irracionales que albergaba ante la idea de transgredir las normas más profundas que habían regido hasta entonces su conducta se habían revelado infundados, no había pasado nada, no se había hundido el suelo bajo sus pies, ningún cataclismo había sobrevenido al follar con Carlos, todo seguía igual que antes, yo seguía siendo el mismo y ella… ella ya no era la misma.

Se sentía libre, plena, capaz de cualquier cosa, se sentía más mujer, mucho más mujer, una inmensa euforia comenzó a crecer en su pecho.

Oyó abrir la puerta, luego se cerró.

  • "¿Mario?"

  • "No, soy yo"

Carmen se quedó inmóvil, sacudida automáticamente por la reacción lógica que hubiera tenido en cualquier otro momento ante tal invasión de su intimidad, sabía que nada era igual ya, acababa de follar con él y su entrada en el baño mientras se duchaba carecía de la gravedad que hubiera tenido antes.

Su silencio provocó una excusa, Carlos inició la retirada interpretando aquel silencio como una muestra de incomodidad.

  • "Lo siento, Mario me dijo que podía entrar a orinar, que no te molestaría"

"Cabrón" – pensó, adivinando mis intenciones

  • "No hay problema, puedes quedarte" – su frase le sonó absurda; ¿puedes quedarte? ¡eso era más que dejarle orinar!

Estaba en tensión, su cuerpo comenzó a reaccionar, temía y esperaba que Carlos no se conformase con orinar y marcharse.

Escuchó el sonido del chorro en la taza y sonrió, ¡si que tenía ganas, si! Comenzó a relajarse y la tensión fue sustituida por una creciente emoción ante las novedades que vivía. Su amante meaba cerca de ella y eso le daba un aire de familiaridad agradable ¿qué de malo tenía aquello?

Luego, vio la sombra acercarse a la cortina que aislaba la bañera, se detuvo un momento ante ella y por fin la descorrió apenas lo suficiente como para asomar su cara.

  • "¿Puedo?" – esperaba que ella le permitiese entrar, Carmen estaba frente a él enjabonada, con aquel ridículo gorro.

No dijo nada, no fue capaz de reaccionar, ni siquiera cuando Carlos, interpretando su silencio como una aceptación tácita, entró en la bañera.

Se acercó a ella buscando el contacto del agua, Carmen, sin dejar de mirarle, echó un brazo hacia atrás y descolgó la ducha, luego comenzó a mojar el cuerpo de Carlos, siguiendo con sus ojos el recorrido del agua caliente; comenzó por su pecho y sus hombros, siguió por sus costados y su vientre y cuando alcanzó su pubis sus ojos se cruzaron, Carmen lanzó una mirada traviesa enlazada a una sonrisa suave mientras mantenía el fuerte chorro de la ducha apuntando a su pene que seguía creciendo. Carlos sonreía a su vez mirándola, sus manos comenzaron a acariciar sus hombros durante un breve momento antes de alcanzar sus pechos; Se acercaron, Carmen enlazó sus brazos alrededor de su cuello y dejó que el chorro de agua cayese por sus cuerpos unidos en un largo beso, Carlos acariciaba con ansia su espalda, sus nalgas, sus manos buscaban hambrientas un resquicio entre sus cuerpos para volver a palpar sus pechos, luego volvían inquietas a su culo, a sus muslos, Carmen apenas tenía tiempo para percibir una caricia cuando ya estaba sintiendo otra y otra más, de nuevo se veía desbordada por los acontecimientos, sin control sobre lo que sucedía. Y se abandonó.

Sentía crecer la dureza contra su pubis, mantuvo la ducha con una mano mientras con la otra comenzó a acariciar el cuerpo de su amante, amasó sus nalgas y recordó como le habían gustado cuando le vio en bóxer apenas unas horas antes, luego, casi sin ordenarlo, su mano buscó entre sus vientres pegados y rodeó su erguida polla, el suspiro de Carlos en su oído le sonó como un regalo, era ella quien doblegaba al orgulloso macho, era ella quien tenía ese poder absoluto sobre el varón y eso la hizo sentir poderosa.

El agua caía como una cascada por sus cuerpos, acarició la rígida verga sin apretar, captando con sus dedos relieves, durezas, suavidades… por fin la probaba sin prisas, sin miedo a ser descubierta, con habilidad deslizó la piel hacia atrás y cuando tuvo el hinchado glande al descubierto comenzó a acariciarlo con sus dedos provocando un temblor en todo su cuerpo, la respiración entrecortada de Carlos convertida en jadeo la hizo pensar que ella era la dueña de la situación, quien mandaba en los dos hombres que la adorábamos esa noche, detectó una agradable bocanada de vanidad que no rechazó. Las sensaciones que aquella dureza transmitían a sus dedos la encendieron, era diferente, nueva, parecida a la mía pero no, no era la misma. Y esa conciencia de novedad disparó su excitación, se sentía libre, absolutamente libre, capaz de hacer cualquier cosa, nada la detenía.

Alcanzó sus testículos y recordó la intensa emoción que la invadió en el pub cuando por primera vez le acarició así; la blanda bolsa que recordaba se había convertido en un recio saco que comprimía las dos redondas bolas con las que sus dedos jugaban.

  • "¿Te gusta?" – oyó susurrar en su oído.

  • "Si, me gusta, mucho" – confesó sin pudor al tiempo que rodeaba la dura verga con sus dedos.

  • "Es tuya"

"Mía, mía" – repitió mentalmente, aquella polla era suya, la había tenido en su interior, comenzaba a conocerla, a distinguirla; Una extraña alegría, una intensa emoción la hizo sentir orgullosa de sí misma.

El roce de los dedos entre sus labios la trajo al presente, separó su pierna derecha para abrirse a él y sintió como penetraban con suavidad, lentamente, con un cuidado exquisito

….

Volví a llenar mi copa de cava, mi propósito de esperar para brindar con Carmen se disolvió justo cuando Carlos desapareció por el pasillo camino del baño donde mi esposa se duchaba; estaba seguro de que acabaría bajo el agua con ella, fue entonces cuando tomé la copa y, con un gesto excesivamente teatral, brindé dirigiéndome hacia ellos y la apuré de un trago.

Me encontraba bien, extrañamente sereno, relajado, recreaba en mi mente las escenas vividas y no detecté ni el más mínimo rastro de malestar, celos o dolor. Había conseguido lo que deseaba, Carmen acababa de follar con otro hombre ante mis ojos, besándome al mismo tiempo, acariciándome mientras su rostro se transformaba por el placer de su entrega; Estaba feliz.

Pero me sentía fuera; Esos momentos en los que yo no participaba del juego, aunque solo fuese mirándoles, me escocían más que verla bajo su cuerpo rodeándole con sus piernas abiertas, recibiéndole en su coño.

Me había sucedido aquella tarde durante la espera en la puerta del hotel, también me sucedió durante su primera cita; Deseaba borrar de mi ese vestigio de… ¿orgullo? ¿posesividad? No sabría definirlo pero quería arrojar fuera de mí esa sensación.

Porque, por otra parte, el quedar al margen, el no saber, el sentirme ignorado me producía una absurda excitación, un placer desconocido, intenso, una emocionante mezcla de humillación y morbo que, una vez probado, no podía dejar de desear.

Sentí frio y aunque la casa estaba muy caldeada comencé a notarme destemplado, pero no quería que me encontraran vestido cuando ellos aparecieran desnudos, eso me haría sentir excluido, fuera de lugar.

….

Los dedos seguían tenazmente hundidos en su coño mientras ella, completamente entregada, le comía la boca con furia, su mano derecha no había abandonado la presa y sin darse cuenta había comenzado a masturbarle lentamente, alcanzando los testículos con sus dedos, sintiendo el glande en su muñeca, deleitándose con la dureza que llenaba su mano, se sentía orgullosa de sí misma por haber sido capaz de llegar hasta ahí, ya no había trabas, ya no había reparos, una especie de embriagadora sensación de libertad y poder la engañaba y la hacía perder el miedo. Carlos tomó su muslo izquierdo con la mano y lo intento elevar, se sentía sujeta por él pero temió perder el equilibrio, entonces se dejó caer contra la pared de la ducha y se agarró a su cuello, solo entonces permitió que su pierna obedeciese el impulso que le transmitía la fuerte mano de Carlos y dejó que se elevara, por un momento el único apoyo que suponía su pie derecho pareció perder agarre en el resbaladizo suelo de la bañera y Carmen se apretó al cuerpo de su amante buscando seguridad, sus manos rodeaban los hombros de Carlos y cuando sintió la presión en su coño supo lo que iba a ocurrir. "Vamos a follar en la bañera" pensó con deseo, con ganas de experimentar, ¿por qué no? ¿para qué detenerse?

Carlos manejaba su polla con una mano, recorriendo el canal entre sus labios provocándole un loco placer, por un momento Carmen volvió a la realidad ¿realmente estaba sucediendo? ¿Estaba haciendo el amor con alguien que no era su marido? Pero regresó a la inconsciente e irresponsable nube en la que se había instalado, al sueño de omnipotencia en el que ella, como una amazona, dominaba sobre el mundo de los machos, mas fuertes físicamente pero mucho más débiles ante el poder sexual de las hembras.

Carlos se retorcía buscando una posición que le facilitara la penetración, ella respondió impulsando la pelvis hacia delante, cuando notó el glande entre sus labios forzó aun más la cintura, necesitaba tenerla dentro; él intentó varias veces acomodarse a la difícil postura, al fin desistió, la tomó por los hombros y la hizo girar, le pareció algo brusco, pero esa misma brusquedad la excitó aun mas; Carmen quedó de espaldas con las manos apoyadas en la pared, sintió como la agarraba por las caderas y era arrastrada hacia atrás, ella obedeció y se inclinó doblando la espalda, todo parecía ocurrir a cámara lenta aunque sus pensamientos volaban; con sus manos apoyadas en la pared de la ducha, la cintura doblada y las piernas abiertas no pudo evitar sonreír divertida cuando un absurdo pensamiento intruso apareció en su mente: "es como si me estuviesen cacheando". Se divertía, no solo disfrutaba.

Podía percibir cada pequeño detalle de lo que sucedía, Carlos movió la polla entre sus nalgas buscando a ciegas la entrada y ella sin pensarlo metió una mano entre sus piernas y la cogió con decisión, Carlos se dejó guiar, ella la situó en su coño y empujó, el cuerpo de Carlos reaccionó por instinto, un solo golpe de cadera hundió el inflamado miembro, Carmen lanzó un grito, en una fracción de segundo se censuró por gritar, yo estaba cerca, no era correcto; inmediatamente recordó que yo era cómplice, inductor, artífice de su adulterio y ya no se preocupó mas.

"Como dos animales" – pensó cuando le sintió entrar hasta el fondo, así se sentía de espaldas a él, - "montada, como si fuera una yegua" - pensó mientras sentía bombear a Carlos, éste la sujetaba por la caderas con una sola mano mientras con la otra atenazaba su hombro, la penetración por detrás le provocó nuevas y mayores sensaciones, estaba gozando, si, estaba disfrutando como pocas veces, Los gemidos de Carlos se acoplaron a sus propios gemidos, deseó que yo la escuchara, ya que le había enviado a Carlos ahora le excitaba la idea de gritar y jadear a escasos metros de mi.

Se sentía usada, sometida, montada como una perra, si, mientras sentía la mano de Carlos recorrer hambrienta sus pechos, su vientre, sus caderas, escuchaba sus jadeos y sus gemidos y se sintió libre, libre por no tener que ocultarse.

Un fuerte golpe que casi le dolió anunció el orgasmo del macho que derramó un rio cálido en su coño, sin salir de ella, dejando que los últimos espasmos de su polla rebotaran en su interior provocándole nuevas palpitaciones, luego se venció sobre su espalda y la colmó de besos.

…..

Apuré la segunda copa y la curiosidad morbosa me venció, caminé con sigilo hasta la puerta del baño y agudicé el oído, el agua corría en la ducha, no se escuchaba nada mas, luego un murmullo, quizás un gemido, me volví hacia el salón pero al poco rato sucumbí de nuevo y regresé a la puerta del baño, entonces escuché con claridad el golpeteo rítmico de dos cuerpos chocando una y otra vez, un grito de Carmen me paralizó el corazón, su voz se convirtió en un jadeo agudo y constante que se aceleraba por momentos, luego un gruñido grave y profundo de Carlos anunció su orgasmo, la voz de Carmen se agudizó a medida que su propio orgasmo la dominaba. Unos segundos de silencio en los que solamente sonaba el agua al caer me parecieron larguísimos; El ruido cesó de repente y les escuché hablar en voz baja, identifiqué el sonido de unos pies saliendo de la bañera y el chirriar del toallero; de nuevo sus voces, una risa de Carmen, una frase de Carlos, un mohín… luego un azote y una protesta mimosa de Carmen. Huí de allí como un ladrón, temblando de emoción antes de que me descubrieran.

Desde la cocina escuché abrir la puerta del baño y sus voces alegres, desenfadas; Tomé la bandeja de polvorones sobrantes de las pasadas navidades y me dirigí al salón. Al entrar los vi juntos, Carmen se había echado por los hombros el albornoz rosa y Carlos llevaba el mío, ambos sin cerrar dejaban a la vista sus cuerpos desnudos, Carlos la sujetaba por los hombros mientras hablaba mirándola a los ojos y sonriendo, Carmen rodeaba su cintura con el brazo, me escuchó entrar y se volvió hacia mí sin ahogar la sonrisa que iluminaba su rostro y que había nacido como respuesta a la sonrisa de Carlos y quizás a alguna confidencia. Me parecieron unos recién casados y, en algún sentido, lo eran.

  • "Llenaré de nuevo las copas, estas se han quedado sin fuerza" – dije tomando dos nuevas copas de la alacena; las llené y se las di a ambos que no hicieron intención de separarse, ella tomó la copa con su mano izquierda para no tener que soltarle, bebieron mirándose a los ojos, bebí solo.

Mis ojos se cruzaron con la mirada inquisitiva de Carmen que buscaba conocer mi estado de ánimo, aun dudaba, no estaba segura del terreno que pisaba, no sabía si su sensación de libertad y su conducta sin censura era bien asimilada por mí. Le sonreí y le lancé un beso mientras elevaba mi copa.

  • "Por nosotros..." – improvisé – "… por el futuro de nuestra relación"

Ambos elevaron la copa y bebimos de nuevo.

¡Imbécil! Hablaba como si aquella relación me incluyese mas allá de mi papel de amigo y amante de Carmen; Sin darme cuenta me había situado en mi verdadero rol de esposo consentidor desde el que si tenía sentido aquel brindis, un brindis que me incluía como no lo hacía mi papel de amante; desde esta otra perspectiva yo solo era un espectador, un medio útil que le había permitido a Carlos conseguir a la mujer que deseaba y que a partir de ahora sobraba en esa relación. Que Carlos me viese como su amante le dejaba más terreno libre que si me veía como su marido, fue entonces cuando tomé la determinación de aclarar cuanto antes las cosas con él, solo había que encontrar el momento idóneo.

Apuraron la copa sin dejar de mirarse y luego Carlos la tomó con las dos manos por la cintura, por dentro del abierto albornoz y la besó en la boca, Carmen elevó sus brazos para rodear su cuello y, al hacerlo, la prenda perdió sujeción y cayó al suelo; Ella no reaccionó al quedarse desnuda y Carlos, sin dejar de besarla, recogió uno de sus pechos con la mano y comenzó a masajearlo. Yo me quedé extasiado mirándoles, allí estaba mi esposa, desnuda, besándole apasionadamente, entregada a él sin que mi presencia fuera un impedimento para dejar libres sus instintos.

De repente me sentí ignorado, un terrible miedo se apoderó de mi, "¿Qué he hecho?" Pensé aterrorizado ante la imposibilidad de retroceder en el tiempo y evitar lo que ya era una realidad. La actitud de Carmen, tan libre y relajada, tan puesta en su papel de amante de Carlos me producía una tremenda inseguridad, ¿habría abierto la caja de los truenos? ¿Qué podía esperar de la nueva Carmen que había surgido tras superar todas las barreras y normas? Estaba más pendiente de él que de mí, más entregada a él que a mí. Me miraba, me sonreía, si, pero toda su atención estaba volcada en su amante.

Me sentí ridículo desnudo frente a ellos que no cesaban de besarse como si yo no existiese, como si no estuviera allí, había soñado siempre con esa escena, sin embargo ahora me sentía desplazado ante la naturalidad con la que Carmen se volcaba en su amante sin reparar en mí, hubiera esperado menos descaro, algo más de pudor. La mujer que veía frente a mí besando a Carlos y dejándose tocar los pechos me parecía una extraña.

Al terminar aquel beso Carmen debió pensar algo que la hizo separarse de él y venir a abrazarme, nos fundimos en un beso intenso. Luego me miró a los ojos, ¿había notado quizás mi desasosiego?

  • "Deberíamos irnos, se nos va a hacer demasiado tarde" – dijo sin dejar de mirarme.

  • "¿Ya?" – protestó Carlos recogiendo el albornoz del suelo, Carmen me tenía abrazado por el cuello y yo a ella por la cintura

  • "Mejor será que comencemos a arreglarnos" – dije yo apoyando la decisión de Carmen, ella tomó el albornoz que le ofrecía Carlos y se lo puso.

Entre los tres recogimos los vasos y los platos, Carlos no perdía oportunidad de besarla o acariciarla cada vez que la tenía cerca y ella se dejaba. Carmen tomó su bolso y su ropa del sillón donde yo la había colocado y se dirigió hacia la alcoba.

  • "Voy a arreglarme, enseguida vengo" – dijo dando a entender que quería hacerlo sola

Ambos nos quedamos mudos durante unos largos segundos que me parecieron muy violentos, yo seguía desnudo y aunque él solo se cubría parcialmente con el albornoz me sentía mucho más vulnerable, quizás porque acababa de renunciar a una seguridad que hasta ese momento no había valorado suficientemente. Antes de esa tarde nada cuestionaba que fuéramos un matrimonio sin fisuras, nunca me lo había planteado claramente pero hasta esa tarde estaba convencido de que Carmen no necesitaba a nadie más que a mí. A partir de entonces la inseguridad anidó en mi mente: era posible, podía suceder, quizás ella pudiera no necesitarme tanto a partir de ahora, ya no había barreras que la retuvieran, tenía alternativas.

…..

Carmen entró en la alcoba y se despojó del albornoz, se detuvo mirando el lecho revuelto, las sabanas manchadas, la ropa esparcida por el suelo… un ahogo apretó su garganta. Era verdad, no fue un sueño, había dejado de ser… no sabía ponerle palabras a lo que sentía, había dejado de ser… ¿qué? ¿fiel? ¿decente? No, no era eso, buscaba una definición para aquella sensación pero no la encontraba.

Encontró en el suelo su tanga roto y como un fogonazo recordó la sensación al cortar la prenda, se había sentido desnuda como si hasta entonces no lo hubiera estado ya; la sensación al perder el último vestigio de ropa fue más intensa porque supo que había sido cortada y eso simbolizaba de alguna manera que no había ya marcha atrás.

Buscó en el bolso la braga que había guardado en casa y comenzó a ponérsela, entonces notó el fluir de su vagina, acaba de follar de nuevo con Carlos y aun conservaba restos; por su cabeza pasaron varias ideas: volver al baño, ponerse un salvaslip… Por encima de todo ello la imagen más persistente fue pensar en mi reacción cuando encontrase sus bragas manchadas de semen. Se ajusto la prenda y siguió vistiéndose.

…..

Los minutos pasaban y apenas habíamos abierto la boca, Carlos rompió el tenso silencio con alguna broma que seguí sin muchas ganas.

  • "¡Qué mujer… Dios, es increíble!" – dijo, su rostro se había vuelto serio – "Mario, gracias tío, sin tu ayuda no hubiera conseguido…"

Le detuve con un gesto de mi mano, no quería escuchar agradecimientos, mi convicción se tambaleaba, no estaba nada seguro de haber hecho lo correcto.

Poco después apareció Carmen, parecía como si no hubiera sucedido nada; elegante, hermosa, delicada… La miré a los ojos y me respondió con una tierna sonrisa llena de amor que acalló mis temores.

Salí hacia la habitación a vestirme, recogí mi ropa del suelo, vi el bóxer de Carlos en una esquina, lo recogí y lo doblé cuidadosamente como suelo hacer con mi ropa, entonces apareció en la puerta, me sentí violento con su ropa interior en la mano, cualquier justificación sobraba pero tampoco podía quedarme callado.

  • "Te lo estaba… lo iba a poner ahí para cuando…" – titubeaba, parecía un chiquillo cogido in fraganti, era ridículo pero me sentí culpable al darle su ropa interior; Durante un segundo sentí que se acababan de invertir los papeles, yo en mi casa era un huésped, él era el líder. Sabía que era absurdo y así lo rechacé pero algo subliminal nos situó a Carlos y a mí en otro plano de relación a partir de entonces.

Carlos salió de la habitación, seguro que se vestía delante de ella, exhibiéndose. Cuando acabé de vestirme entré en el salón y aun le vi abrochándose el pantalón con el torso desnudo, ella no estaba allí y me alegré. Poco después la escuché bajando la escalera.

  • "Voy a apagar la caldera" – dije mientras Carmen terminaba de revisar las luces de la casa.

Cuando se quedaron solos Carlos la siguió y la acorraló en la cocina, mientras metía las sábanas en la lavadora, ella se dejó hacer resignada y complaciente.

  • "Ojalá pudiera quedarme unos días más" – le dijo tras besarla, ella le miró con ternura

  • "Aunque pudieras, yo no podría verte"

  • "Lo sé, pero te voy a echar de menos"

Carmen acarició su mejilla.

  • "¿Nos podremos despedir mañana? Mi tren sale a las doce" - ella repasó mentalmente su agenda para el día siguiente, era imposible que pudiera escaparse a esa hora para acompañarle a Atocha

  • "No creo Carlos, tengo una mañana muy cargada"

  • "¿Ninguna posibilidad, ni la más remota?" – Carmen sintió lástima por aquel hombre suplicante, al mismo tiempo le halagó su insistencia.

  • "No lo sé, es difícil…. Lo intentaré pero no te prometo nada" – dijo al fin rindiéndose ante la expresión de compungida tristeza que apareció en el rostro de Carlos

Tras apagar la caldera saqué al auto del garaje y lo situé frente a la casa, deje el motor en marcha y las luces encendidas. Cuando entré los encontré tan cerca, mirándose a los ojos… una punzada me atravesó el pecho, más allá de la pasión imparable del sexo seguían volcados el uno en el otro, las emociones se sucedían con rapidez y me dejaban confuso: dolor, pérdida, excitación, deseo, humillación…

Media hora más tarde, tras ordenar la casa, salimos charlando como tres buenos amigos, me retrasé unos pasos para verlos juntos, la mano de Carlos caía en su nalga, solo esas caricias que Carlos prodigaba a mi mujer delataban la relación que había surgido esa noche.

Cerré la puerta, Carlos se había adelantado hacia el coche que iluminaba la casa, Carmen y yo caminamos despacio, cogidos del brazo, se acaba la jornada más deseada, tanto tiempo preparándola y había pasado tan rápidamente… como una ráfaga de nuevo una idea descabellada cruzó mi mente.

  • "Siéntate atrás con él" – Carmen me miró sorprendida.

  • "¿Qué?"

  • "¿No te apetece? Acabáis de acostaros, imaginé que te gustaría ir con él" – Carmen no acababa de salir de su asombro, por un momento se quedó con la boca abierta sin saber que responder.

  • "¿De verdad quieres que…? ¿Estás seguro?"

  • "¿Seguro de qué? ¿de ti? ¿de nosotros? ¿de lo que te acabo de proponer?" – Sonreí con dulzura al pronunciar estas palabras, Carmen me volvió a mirar asombrada pero no contestó.

Llegamos al coche, Carlos se montó detrás en el asiento izquierdo, Carmen rodeó el coche y se detuvo frente a la puerta delantera, yo había abierto ya mi puerta y al verla quieta me detuve antes de entrar, nos miramos un instante, un breve momento durante el que Carmen debió calibrar mi propuesta, luego retrocedió y abrió la puerta trasera. El corazón me golpeó el pecho.

Mientras me ponía el cinturón de seguridad miré fugazmente por el retrovisor, Carlos sonreía felizmente sorprendido por la inesperada compañía, los ojos de Carmen se clavaron en los míos, intensos, sensuales, hermosos… me agradecía aquel gesto, apreciaba lo que ella entendió como una gran confianza cuando en realidad no era sino otra de mis locuras de voyeur compulsivo.

Intentamos mantener una conversación durante los primeros minutos de viaje pero era evidente que Carlos quería hablar con ella, yo me fui retirando de la charla espaciando mis comentarios y reduciendo mis respuestas, poco después mantenían un diálogo en voz baja, con los rostros muy cerca, yo trataba de conducir sin distracciones peligrosas pero no podía evitar espiarles, así fui testigo del primer beso no esperado por Carmen que la hizo sentir algo violenta pues miró inmediatamente hacia el retrovisor, yo disimulé; poco después los besos se sucedieron sin que ella pusiera mayor reparo.

Cerca de Madrid, miré de nuevo hacia atrás y el corazón me dio un vuelco, habían desaparecido de mi campo de visión, necesitaba una excusa para localizarles no quería que se sintieran vigilados, abrí la guantera del copiloto y tomé una caja de caramelos, cualquier cosa que sirviera de excusa para poder mirar, de reojo pude verla vencida en su hombro rodeada por su brazo y los ojos cerrados, con una serena expresión de paz en su rostro. Una extraña sensación de ahogo, un frio interior, una tensión en todo mi cuerpo me puso en alerta, mi niña, mi amor estaba con otro hombre, era de otro hombre, más allá de la pasión y del sexo que la podía haber cegado se sentía vinculada a él por algo parecido al cariño, la veía relajada, cómoda, enternecida, sin asomo de culpa.

Entramos en Moncloa y nos detuvimos en el primer semáforo, por el retrovisor vi la nuca de Carlos doblado sobre ella, cubriéndola de mi visión, el leve movimiento de su cabeza me dejaba adivinar los besos que se daban, ahora podía mirar sin cuidado y volví la cabeza hacia atrás, Carmen tenía las piernas abiertas y el brazo de Carlos se perdía bajo su falda que dejaba al descubierto sus muslos, un disparo de intenso placer me inundó la sangre y deseé volver a estar en la cama los tres, deseé volver a verla follando con Carlos. A nuestro lado, los pasajeros de un taxi miraban la escena; mi polla comenzó a latir.

Cuando llegamos a la puerta de su hotel nos despedimos con un abrazo, de nuevo intentó darme las gracias.

  • "Te debo una" – me dijo en voz baja; le miré y afirmé con la cabeza

  • "Ya sabes" – el entendió; Elena era su encargo.

Luego, se dirigió a Carmen que esperaba a nuestro lado, la cogió de la mano.

  • "Bueno, esto se acaba, y el caso es que no te quiero dejar ir" –ambos sonrieron, luego Carlos la atrajo y la rodeó con sus brazos, Carmen se abrazó a él mientras se fundían en un beso que duró una eternidad durante la cual temblé ante la dudosa posibilidad de que algún amigo trasnochador pudiera descubrirnos en tal escena.

 

Nos montamos en el auto y aun se despidieron por la ventanilla mientras arrancaba, cuando nos alejamos, un silencio denso y tenaz se adueñó del auto, no sabía que decir, no tenía ni idea de lo que debía decir en ese momento.

  • "¿Cómo estás?" – me dijo poniendo su mano sobre mi pierna, la miré y le sonreí.

  • "Bien, contento… genial, me siento… no sé cómo definirlo"

De nuevo nos quedamos callados, ella miraba al frente, más allá del cristal del coche, mucho más allá de los edificios de la Gran Vía, estaba en brazos de su amante de nuevo.

  • "¿Y tú?" – rompí el silencio y con él su ensoñación; me miró, su mano no había dejado de acariciar mi pierna, lanzó un profundo suspiro antes de contestar.

  • "No me lo creo, me siento como si estuviera soñando, como si no fuera verdad"

  • "Ha sido verdad, cariño, ha sucedido"

Eran más de la once y media cuando entramos en casa, nos dirigimos hacia la alcoba y comenzamos a cambiarnos de ropa forzando una naturalidad que ninguno de los dos sentíamos

  • "¿Tienes ganas de cenar?" – pregunté dando a entender que yo no tenía apetito

  • "No, ninguna"

  • "Mejor nos acostamos, mañana hay que madrugar" – dije con tono desenfadado, ella forzó una sonrisa

  • "Si es cierto, vamos a estar hechos polvo"

Ambos sentíamos la conversación artificial, pero no podíamos controlar de otra manera la tensión que había.

Nos acostamos y el roce de nuestros cuerpos desnudos acabó con la violenta farsa que protagonizábamos desde que nos quedamos solos, la calidez de su cuerpo me impulsó a abrazarla, a estrecharla entre mis brazos y Carmen se refugió en ellos como un perrillo perdido.

La besé con pasión, con furia, con deseo contenido, mis manos recorrieron su piel como si con ello recuperara un terreno perdido. Ella me respondió con la misma intensidad, con el mismo deseo.

Me incorporé y bajé el edredón hasta dejarla desnuda ante mí, mis ojos escudriñaron su piel milímetro a milímetro, buscando huellas, marcas, algo que delatase que había sido de otro hombre, busqué en su cuello la señal rojiza producida por la boca de Carlos.

Estaba marcada, lo sentí como si aquella huella no fuera a desaparecer en pocos días, estaba marcada y la marca que yo sentía en ella era indeleble, eterna.

Ella se dejó mirar sin decir palabra, seguía el derrotero de mis ojos sumisa, pasivamente, sin pronunciar palabra, sin hacer ni un gesto.

Llevé mis dedos a aquella pequeña huella en su piel y acaricié la zona irritada.

  • "¿Tengo marca?" – preguntó preocupada.

  • "Un poco, con algo de maquillaje la ocultarás" – respondí sonriendo, entonces hizo uno de esos gestos preciosos que tanto me gustan: se mordió el labio inferior y subió las cejas abriendo mucho los ojos, parecía una niña cogida en falta.

  • "¡Qué corte!" – dijo; la miré sorprendido, le daba vergüenza aquella señal en su cuello y sin embargo no sentía pudor por haber follado con otro hombre delante de mí.

Yo continué en silencio explorando su cuerpo, como si pudiera encontrar cambios físicos que delatasen su adulterio.

  • "¿Qué sucedió en el baño?" – Carmen me miró, no esperaba esa pregunta y por unos segundos se lo pensó, luego sonrió.

  • "¡Qué cabrón! ¡Me lo mandaste tu!" – le devolví la sonrisa.

  • "¿No te gustó?" – entornó los ojos.

  • "¡Muuuucho! " – jugaba, parecía una niña traviesa.

  • "¿Y…?" – sus ojos se volvieron sensuales, profundos.

  • "Nos duchamos juntos, ¿acaso no es lo que querías?" – asentí con la cabeza.

  • "¿Sólo os duchasteis?" – se revolvió en la cama, luego me cogió por el cuello para atraerme hacia ella y me llevó a su boca, tras un largo beso me susurró al oído.

  • "Nos enjabonamos mutuamente, casi se corre en mis manos, luego me intentó follar de pie pero no estábamos cómodos…" – estaba transformada, era pura lujuria lo que transmitía su mirada – "…me volvió de espaldas, contra la pared, me hizo inclinarme… y… me la clavó"

Nunca la había escuchado expresarse así, tan soez, con esa vulgaridad más propia de un hombre, sus ojos me interrogaban tras su confesión, yo sentí la excitación haciendo crecer mi polla.

  • "¿Te la clavó?" – repetí expresando mi sorpresa por sus modales, una expresión traviesa cruzó su rostro.

  • "Si, me la metió hasta los huevos, casi me parte"

  • "Como un par de animales" – dije, enseguida noté que mis palabras la excitaban

  • "Siii, como una yegua" – mis dedos ya estaban acariciando su clítoris, cuando baje hacia su coño noté el intenso flujo que brotaba, recordé que no se había vuelto a lavar al llegar a casa y el espesor del flujo me sugirió…

  • "¿Aun estás llena?" – dije hundiendo mis dedos profundamente en su coño.

  • "mmm… si… qué extraño que no hayas hurgado en mis bragas como otras veces, te hubieras encontrado lo que siempre has querido"

Salté de la cama como impulsado por un muelle y regresé con sus bragas en la mano, estaban envueltas sobre sí mismas, deshice el pequeño paquete y miré la felpa interior; una gran mancha blanquecina, espesa, grumosa llenó mis ojos y disparó mi excitación. Carmen me miraba sonriendo.

  • "¿Cuántas veces has soñado con esto?" – su voz era cálida.

  • "Infinidad amor mío, por fin es una realidad" – dije yo intentando que la emoción no quebrara mi voz

  • "¿Tanto lo deseabas?" – mis ojos se volvieron hacia ella cargados de amor.

  • "No lo sabes bien…" – volví a mirar la braga llena de semen – "… ¿No te volviste a lavar después?" – la había descubierto, su sonrisa la delató.

  • "No, quería… dártelo"

Me abracé a ella con pasión, ¿cómo podía amarla tanto? Aquella declaración me confirmaba lo que yo ya sabía: éramos cómplices, un equipo, dispuestos a darnos el máximo placer el uno al otro. La idea de volver a follarla con su coño aun lleno por su amante era urgente, sin dejar de besarla giré sobre ella, Carmen separó las piernas para recibirme.

  • "¡puta!" – el placer se mostró en su rostro al escucharme

  • "¡cabrón! Has dejado que follen a tu mujer, te he visto como te masturbabas mirándonos, cornudo, ¿estás satisfecho?"

Sus palabras me encendían de una manera absoluta, si, era cierto, yo era un cornudo que se había masturbado mientras aquel hombre disfrutaba de mi esposa.

  • "Me ha follado dos veces, cabrón, me ha jodido, me ha hecho gritar de placer" – siguió diciendo mientras la penetraba – "… y mientras, tu… te he visto pajearte, te miré una vez mientras me follaba y te vi meneándotela…" - estaba desatada, ebria de lujuria, nunca la había oído emplear esas palabras.

  • "Seguro que te pusiste mas cachonda al verme" – sonrió con una expresión de viciosa que me trastornó, parecía otra persona.

  • "Si, joder, si, cuando te vi mirándonos, con la polla en la mano…. ¡joder! pensé…" – estaba a punto de correrse ya, tan rápido, yo aun tenía margen, tan solo me había corrido una vez aquella noche y podía aguantar.

  • "¿Qué pensaste? Dímelo" – abrió los ojos y me miró, entonces si me pareció una puta.

  • "El cornudo de mi marido se la menea mientras me follan…" – apenas podía hablar, estaba al borde del orgasmo

  • "¡puta!"

  • "¡sí!"

  • "¡zorra!" – estaba loco, golpeaba con furia mi pelvis contra su pubis

  • ¡"¡si, si!" – gritaba con cada insulto que le lanzaba

  • "¡Dilo!" – no lo dudó

  • "¡soy una puta!" – estalló en un orgasmo

  • "¿Otra vez!"

  • "¡soy una puta, una zorra, si!"

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