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Diario de un Consentidor (21)

en Intercambios

  • "Carmen, ¿puedes pasarte por mi despacho, por favor?"
  • "Dame diez minutos, Roberto"
  • "Los que necesites, te espero" – su estilo, de una amabilidad estereotipada y empalagosa, le resultaba tan desagradable que no pudo evitar hacer un gesto de fastidio mientras colgaba el teléfono; Julia, sentada frente a ella no perdió ese gesto.
  • "¿Y ahora que quiere ese?"
  • "Incordiar, ya sabes, los viernes siempre se le ocurre alguna cosa destiempo, parece que se aburre"

Se demoró innecesariamente durante un cuarto de hora antes de acudir al despacho de su jefe, tenía la puerta cerrada y golpeó con los nudillos antes de abrir.

  • "Pasa pasa, te esperaba" – dijo Roberto levantándose y saliendo a recibirla.
  • "Tú dirás" – Roberto le ofreció asiento con un gesto pero Carmen ya había comenzado a sentarse.

Roberto inició una disertación tediosa y recurrente sobre la evolución del gabinete en los últimos dos años, siguió luego con una exagerada alabanza de la actividad de Carmen y pasó después a exponer los planes de expansión que tenían en mente los socios. Carmen se perdía en el enrevesado discurso plagado de argumentos repetitivos y detalles sin importancia, no tenía claro por qué le contaba todo eso.

  • "…me gustaría que me dieras tu opinión sobre ese nuevo departamento, quisiera escuchar lo que tiene que decir una de nuestras más brillantes psicólogas" – la adulación no hizo mella en ella que continuo impasible.
  • "Bueno, como sabes es un área en la que llevo trabajando varios años, si quieres te puedo preparar un informe sobre lo que yo consideraría prioritario" – Roberto se incorporó del respaldo y apoyo los codos en la mesa adelantándose hacia ella.
  • "Quiero algo mas, Carmen, quiero saber qué harías tu, cómo organizarías ese departamento si fuera tu responsabilidad"

A Carmen le pilló por sorpresa esa velada oferta, intentó que su rostro no delatara las emociones que le sobrevinieron pero la sonrisa de Roberto le indicó que no había tenido éxito.

  • "Verás, el lunes tengo que presentar una propuesta al consejo; Si, ya sé que es todo muy precipitado pero te agradecería enormemente si pudieras dedicarme el resto del día, ¿sí?"

Carmen vaciló, no le hacía ninguna gracia la perspectiva de trabajar aquella tarde y menos aun con Roberto, por otra parte la idea de hacerse cargo del nuevo departamento suponía la culminación de su trayectoria en el gabinete, era el reconocimiento de su trabajo, ¿cómo desaprovechar una ocasión así?

Desconfiaba de Roberto, siempre que estaba con él se mantenía en una especie de tensión vigilante disimulada tras una corrección fría y distante envuelta en gestos de cordialidad fingida. No olvidaba los conatos de acoso durante los primeros años en el gabinete que manejó con diplomacia y rigor. Roberto había llegado a la convicción de que era inasequible, aun así ella mantenía las distancias desde entonces. El acoso a que sometía a cada joven psicóloga que entraba a formar parte del gabinete le hacía no bajar la guardia.

No obstante, no podía rechazar una oportunidad que no volvería a presentarse, su posición era excelente, su imagen ante todos los socios era muy buena pero Roberto era el impulsor y ejecutor de las decisiones.

  • "Claro, ¿cómo no? Me pongo con ello ahora mismo y para medio día tendremos ya algo" – Roberto comenzó a negar con la cabeza.
  • "No Carmen, necesito algo elaborado, algo sólido, no puedo acudir al consejo con una improvisación… ¿qué te parece si almorzamos juntos? Así intercambiamos ideas y luego ya, por la tarde, estructuramos el proyecto, ¿de acuerdo?"

Roberto no esperó su contestación, se levantó de la mesa dando por terminada la conversación, ella se levantó sin contestar y caminaron hasta la puerta del despacho.

  • "A las dos y media te recojo"

Se dirigió a su despacho aun aturdida, por una parte la emoción de tener a su alcance la dirección de un departamento, por otro lado la incómoda intuición de sentirse de nuevo asediada por alguien en quien no confiaba.

Entró en su despacho y buscó el móvil para llamarme, quería contarme lo sucedido y conocer mi opinión, cuando le corté la llamada me imaginó ocupado, fue entonces cuando me envió un breve mensaje, habíamos quedado en ir como cada viernes temprano al gimnasio y, como no sabía cuanto iba a llevarle el proyecto me avisó.

Se encontraba trabajando en la recopilación de ideas cuando sonó un aviso en su móvil, abrió el mensaje pero no entendió inmediatamente el sentido: "no cuela"; Aun tuvo que hacer un esfuerzo para relacionarlo con nuestra conversación del fin de semana.

Se irritó, no estaba para juegos, lo que necesitaba en esos momentos era compartir sus dudas, quería contar conmigo para tomar una decisión y le pareció pueril e intrascendente mi respuesta.

"No cuela", esa frase le hizo sentirse sola en un momento en el que buscaba mi apoyo. Dejó el móvil en la mesa con un gesto de fastidio y siguió trabajando. Cuando más tarde recibió mi llamada silenció el móvil y me ignoró, lo último que necesitaba en ese momento era una gracieta sobre la prueba que terminaría inevitablemente en una bronca.

A las dos y veinte Roberto asomó por la puerta sin llamar.

  • "Cuando quieras" – Carmen cerró el documento que tenía en el ordenador, recogió unos papeles en una carpeta, tomó su chaqueta y su bolso y salió intentando no rozarse con Roberto que apenas se había apartado del marco de la puerta.

Salieron a la recepción del gabinete hablando; en plena hora del almuerzo había algunos grupos a punto de salir a la calle, entonces Roberto la tomó del brazo.

Le había visto cientos de veces hacer lo mismo con sus víctimas y comprendió el significado que ese gesto, hecho en público, tenía tanto para Roberto como para sus compañeros. Pero también supo que no se podía permitir poner en evidencia delante de todos ellos a su jefe y reprimió como pudo hacerle un mal gesto que pugnaba por salir. Sintió que había caído en una trampa de la que no podía escapar… de momento.

Tomaron el ascensor con tres compañeros mas, sentía cerca el aroma de la colonia de Roberto, demasiado fuerte para su gusto, le tenía muy cerca, sus miradas se cruzaron varias veces, Roberto mantenía una sonrisa estúpida y no dejaba de mirarla a los ojos, el silencio en el ascensor se fue volviendo cada vez más pesado y soportaba como podía ese momento incomodo.

Al llegar al portal Roberto la volvió a tomar del brazo, Carmen intentó evitar un respingo de rechazo.

  • "Te voy a llevar a comer a un sitio que te va a encantar" – dijo mientras llamaba a un taxi que se detuvo a su lado.

Se sintió metida de lleno en una encerrona, durante todos estos años había conseguido evitar a Roberto a pesar de su influencia en el gabinete y ahora éste intentaba jugar la carta del ascenso a su favor. Durante todo el trayecto fingió escuchar el monólogo ampuloso en el que se enredó; Pensó que tenía que haber previsto que intentaría algo, debía haberlo evitado, no le preocupaba tanto los comentarios de sus compañeros como lo que el propio Roberto podía inferir de su pasividad. Al mismo tiempo que estos pensamientos le reprochaban no haber tenido más capacidad de reacción, intentaba preparar una estrategia que no perjudicara su ascenso y que no le diera alas infundadas a Roberto.

Llegaron a la puerta de un conocido restaurante en la calle Orense y al entrar el encargado se dirigió a Roberto con la amabilidad debida a un cliente asiduo. Les acompañó a una mesa situada en una esquina, Carmen se sentó en el butacón adosado a la pared y colocó su bolso a su izquierda marcando territorio, de sobra conocía la sucia costumbre de Roberto de sentarse al lado de la mujer a la que acosa y esperaba que con ella se mostrase un poco menos aventurado. El se sentó en la silla a su izquierda.

La comida transcurrió lenta, demasiado lenta para lo que Carmen hubiera deseado, Roberto alternaba datos del plan de expansión del gabinete con anécdotas personales e incursiones en la vida personal de Carmen que ella conseguía desviar con diplomacia.

  • "¿Y Mario, que tal le va?"
  • "Bien, ya sabes, inmerso en su trabajo y sin abandonar del todo la universidad"
  • "Siiii, es un romántico, en el fondo le hubiera gustado quedarse allí, rodeado de alumnos, investigando teorías sin salida…" – Carmen no iba a soportar que me ningunease.
  • "Si no fuera por los investigadores, que generan nuevas terapias y nuevas técnicas a pesar de lo poco que les compensa económicamente, otros profesionales no podrían enriquecerse escribiendo best sellers o montando terapias interdisciplinares"
  • "Tienes razón, unos preparan el camino y otros lo utilizamos para prosperar"

Sintió que su argumento se había vuelto en contra de nosotros, parecía como si se quejase de los ingresos que la universidad me proporcionaba cuando en realidad intentaba atacar su falta de profesionalidad, pero no tenía intención de discutir y evito contraargumentar.

Mencionarme le había hecho recordar mi sms que tan mal le había sentado y abandonó mi defensa. Mientras Roberto seguía exponiendo su visión pragmática de la psicología, Carmen se centró en recriminarme mentalmente por mi actitud, aquel fin de semana había intentado hacerme ver que todo mi planteamiento de sexo libre era pura teoría, por eso improvisó aquella prueba sin ninguna intención real de llevarla a cabo, tan solo con la idea de provocarme alguna tensión, alguna inseguridad que me hiciera poner las cosas en su sitio; Durante los primeros días de la semana había incluso olvidado el tema que volvía a aflorar por mis continuas alusiones. El colmo había sido como, en lugar de interesarme por el motivo de la comida con Roberto, lo había encasillado como una estratagema de ella para seguir el juego de la prueba.

Se sentía injustamente abandonada en un momento crucial para su carrera, y el despecho comenzó a crecer en ella. Como un relámpago la idea de ponerme en un aprieto surgió en su mente aprovechando una referencia de Roberto a un estudio sobre trastorno limite de personalidad.

  • "Precisamente Mario asiste al seminario de Enero en Coruña…" –Roberto intentó fingir que estaba al tanto de dicho seminario – "…ya sabes que anda muy metido en esos temas"
  • "Si, si, es cierto.. ¿y dices que es en Coruña?" – el plan le estaba saliendo redondo.
  • "Espera, le voy a llamar y que te de los detalles, creo que incluso ha recibido el programa y la relación de ponentes"

Carmen marcó mi número

  • "Hola cielo, recibiste mi mensaje verdad?"
  • "Claro, y tu recibiste el mío, no disimules"
  • "Llegaré un poco tarde, vete tú al gimnasio y luego te llamo" – mi silencio tras esta frase le hizo suponer que seguía en mi juego y que no me creía nada de lo que decía, la irritación creció aun mas.
  • "Por cierto, Roberto me acaba de preguntar por el congreso de Enero, te lo paso y le cuentas, vale? Un beso" – Le pasó el teléfono sin esperar mi respuesta y mientras le escuchaba hablar conmigo se sintió sensacional en la venganza, le parecía imposible que yo pudiera pensar que podía tener algo con Roberto, pero estaba decidida a ponerme a prueba, ahora sí.

Cuando Roberto terminó de hablar, Carmen sintió que la miraba de una manera diferente, fue menos de un segundo pero creyó percibir algo en sus ojos que no le gustó. Quizás era un sutil cambio de actitud hacia él que se confirmaba con la diligencia con que le había servido de intermediaria para satisfacer su curiosidad por el seminario. Se dio cuenta de que, desde que supo las posibilidades que tenia de hacerse con el cargo, su actitud hacia su jefe se había suavizado, lo que ella entendía como diplomacia tenia para Roberto otra connotación. De nuevo la tensión de saberse en terreno peligroso se apoderó de su estómago.

A petición de Roberto despejaron la mesa y encargó otros dos cafés, entonces sacó de su maletín un dossier y lo abrió sobre la mesa comenzando una explicación sobre gráficas y presupuestos; Cuando trajeron los cafés Carmen aprovechó para ir al baño y al volver Roberto se sentó a su lado aduciendo que así trabajarían mejor sobre los informes, ella conocía de sobra estas maniobras pero no tuvo argumentos para rechazarlo, todo parecía inocente, normal en un ambiente de trabajo y de nuevo se sintió manipulada por Roberto que volvía a poner en práctica su costumbre de sentarse al lado de su "victima"; No estaba dispuesta a dejarse avasallar y con cierto fatalismo se preparó para tener que pararle los pies a la mínima, aunque peligrara su ascenso.

El proyecto era ambicioso, con un par de nuevos socios inversores el gabinete despegaría sin duda buscando a medio plazo su expansión en Barcelona y más tarde Sevilla valencia Bilbao… suponía un importante cambio de rumbo en el gabinete, era mas una operación de marketing que otra cosa, pero para ella era la oportunidad de hacerse con un departamento en el que poner en práctica todas sus ideas. Se hallaba tan enfrascada en el proyecto que desechó sus prevenciones y se volcó en el aspecto profesional de la reunión.

Para cuando notó el brazo de Roberto rodeando su espalda era tarde, se había acercado para ver el esquema que ella dibujaba sobre el papel y su gesto había sido acompañado por una aclaración sobre un punto del desarrollo que Carmen hacía, todo tan profesional, tan aséptico… Roberto seguía argumentando en el tono más profesional posible mientras su brazo descansaba en su hombro; Cualquier interrupción de Carmen hubiera estado fuera de lugar. Se autoconvenció de que Roberto de ahí no pasaría y al mismo tiempo, al pensar en contármelo, se lo tomó como una venganza hacia mí.

Roberto llamó al camarero.

  • "yo tomaré un whisky con hielo, un Jack Daniels, si" – dijo dirigiéndose a Carmen – "¿tu qué tomas, otro?
  • "Mejor no, tomaré una tónica" – Roberto comenzó a negar vehemente con la cabeza
  • "No, nada de eso, tenemos que celebrarlo… una tónica!!..."– dijo exagerando un gesto de burla.

Carmen no bebe en días de diario y se resistió todavía un par de veces, pero Roberto estaba pesado y ella no veía el fin de aquella absurda discusión ante el camarero que esperaba pacientemente.

  • "De acuerdo, tráigame una tónica con Bombay, por favor"
  • "Mucho mejor, necesitamos chispa para defender este proyecto"

Roberto seguía garabateando con su mano izquierda mientras dejaba que su derecha rozase el hombro y el brazo de Carmen, ella buscaba la forma de cambiar de postura de manera que le alejase pero la ubicación de la mesa en una esquina le impedía salir por su derecha.

Poco a poco Carmen había ido tomando protagonismo en el desarrollo del proyecto, se sentía ilusionada, valorada y los ligeros achuchones de Roberto celebrando alguna de sus ideas dejaron de saberle a acoso y pasó a considerarlas pequeñas mezquindades de Roberto, si, pero también un reconocimiento de su valía.

¿Hasta qué punto influyó en ella todo lo que había vivido en Sevilla y en Lanzarote? Más tarde me reconoció que sin esas experiencias su reacción en aquel almuerzo habría sido muy distinta, más tensa, más rígida, menos complaciente.

El segundo combinado apareció a las seis de la tarde, el restaurante estaba vacío y el maitre les aseguró que no había ninguna prisa para que abandonaran el local; Del otro lado del restaurante llegaba el bullicio ahogado de la barra de la cafetería repleta de gente un viernes por la tarde.

Carmen se sentía cada vez mas embriagada por la envergadura del proyecto, la euforia la invadía y cuando sentía el roce de la pierna de Roberto pegada a la suya o su mano que regresaba de cuando en cuando a su hombro se sentía dueña de la situación y saboreaba la venganza por mi actitud.

A las siete tenían el proyecto prácticamente estructurado y descansaron un momento, Roberto la miraba a los ojos satisfecho, con una sonrisa en su rostro, ella se sentía triunfadora y le devolvía la sonrisa.

  • "¿El ultimo?" – Carmen negó con la cabeza, fue a hablar pero le puso un dedo en los labios
  • "No me vas a negar una última copa, esta vez libre de balances, presupuestos y planes" – se levantó y se dirigió a la cafetería

Cuando se quedó sola, pensó en la encerrona en la que estaba metida, creía controlar la situación pero temía que Roberto pudiera perder los papeles y tuviera que mostrarse drástica. El tiempo de trabajo había acabado, deseaba marcharse y aun tenía que aguantar ese último tiempo en el que estaba segura que Roberto intentaría hacer valer su influencia en la decisión sobre su ascenso.

Aun así, se sentía desbordada por una sensación de fuerza, por una euforia contenida ante la culminación de tantos años de esfuerzo y trabajo bien hecho; En aquellas circunstancias interpretaba las aproximaciones de Roberto desde una óptica muy diferente a la que le había mantenido a distancia todo ese tiempo. No quiso o no pudo ver que estaba a punto de recorrer el mismo amargo camino que había visto transitar a alguna becaria, a la esposa de Felipe, recién ascendido, a tantas chicas y mujeres que, como ella, habían puesto en la balanza los pros y los contras de tolerar a Roberto sus burdas maniobras.

Ella no, pensaba, mientras esperaba el regreso de Roberto envuelta en la agradable sensación del éxito; ella no le dejaría ir más allá, sabía que no le convenía seguir mostrándose distante, fría, arrogante, pero de ahí a dejarle hacer a su antojo…

La llegada de Roberto interrumpió sus pensamientos encaminados a conciliar su ambición y su desagrado hacia él, éste se acercaba con las dos copas en la mano, sonriendo forzadamente; nada en él era natural, pensó, todo estaba estudiado, calculado para obtener en cada momento sus objetivos.

De nuevo se sentó a su lado en el butacón, y ella no encontró la forma de evitarlo sin tener que recurrir a la frase seca y cortante que le hubiera frenado, si, pero que también hubiera acabado con sus posibilidades de hacerse con el puesto. Se dio perfecta cuenta de su claudicación pero ahogó su reproche dejándose llevar de nuevo por las expectativas que se abrían ante ella.

Roberto la miró detenidamente, en un breve instante que a Carmen le pareció extremadamente largo y violento tuvo que soportar estoicamente que sus ojos la recorrieran insolentemente; Fue todo muy breve pero suficiente para dejarle aun más claro que ya no se iba a rebelar; Sonrió mientras le ofrecía su vaso y se acercaba mas a ella. Carmen se sentía prisionera en ese lado de la mesa, sin salida por su derecha y cerrado el paso por Roberto. En ese momento echó mano de nuevo de aquella impresión de fuerza que le daba su nueva posición en la empresa y se intentó convencer de que estaba segura, de que su conducta durante aquella jornada era una decisión libremente tomada por ella y no impuesta por las circunstancias y por su ambición.

Se sorprendió al ver aparecer a Julián, unos de los administrativos del gabinete, en un instante imaginó los comentarios que correrían el lunes.

  • "Buenas noches Roberto, Carmen, le he dejado las llaves de tu coche al encargado para que te lo aparquen" – creyó ver en la mirada de Julián un cierto brillo burlón y se sintió avergonzada como nunca se había sentido.
  • "Gracias Julián, buen fin de semana"

Carmen sintió de nuevo que había caído en una trampa, de cara a todos sus compañeros, el relato que haría Julián la situaba con Roberto un viernes por la noche en un restaurante de lujo sentados uno al lado del otro en una actitud que para nada parecía desarrollarse en un ámbito profesional. Nadie le diría nada y ella no tendría ocasión de dar ninguna explicación, pero el rumor calaría hondo en el gabinete, a partir de ese día ella sería para todos una mas en la vitrina de trofeos de Roberto.

  • "Nos esperan grandes momentos, Carmen, tu y yo hacemos buen equipo, estaba seguro hace mucho tiempo, pero hasta ahora no había tenido la ocasión de comprobarlo" – Carmen desvió sus ojos de aquella mirada insistente.
  • "Aun no sabemos Roberto, no hay nada decidido, de momento tan solo es un..." – el contacto de la mano de Roberto en su muslo detuvo su frase, como un relámpago recordó lo que siempre pensó que haría si alguna vez sucedía esto; ahora estaba sucediendo, sentía la mano bajo la mesa, abierta, abarcando entre su dedo meñique y pulgar toda la parte superior de su muslo, de lado a lado, y no reaccionaba, no sabía cómo reaccionar sin poner en peligro…

Hay decisiones que se toman en fracciones de segundo, por acción o por omisión; Carmen dejó que esa opción se desvaneciera en su vacilación, dos segundos, tres y ya era tarde. Ella lo entendió, Roberto también.

  • "Carmen: El puesto es tuyo" – pronunció estas palabras intentando darle un tono solemne mientras las enfatizaba con pequeños apretones en su muslo – "Si me quedaba alguna duda sobre ti, esta tarde las has despejado" – terminó la frase dándole pequeñas palmadas en su muslo antes de volver a dejar su mano sobre él.

Carmen entendió el doble sentido de la frase y lo que Roberto quería hacerle llegar sin lugar a dudas. Tomó el vaso y bebió para ganar tiempo, entonces comprendió: con ese gesto Roberto le planteaba un pacto, y su inhibición ante esa mano tomando posesión de su muslo lo sellaba, un pacto con el diablo por el que ella le vendía su alma a cambio del éxito.

‘Hasta aquí, solo hasta aquí’, pensó mientras intentaba hilvanar unas frases que la sacaran de este violento silencio.

"Ya verás, nos espera un futuro de éxito, eso sí, con mucho trabajo, mucha responsabilidad y, claro, mucha confianza mutua,"

Comenzó a sentirse violenta, ya no podía seguir haciendo como si no notase la caricia que había comenzado en su muslo, le miró a los ojos con expresión seria y Roberto, que en el fondo es cobarde, retrocedió negociando en silencio los límites, detuvo su mano pero la dejó sobre su muslo y siguió hablando atento a su reacción, sin tensar la cuerda pero sin ceder el terreno ganado, interpretando cada segundo que pasaba sin una reacción por parte de ella como un afianzamiento de su posición de poder y un síntoma de la rendición de ella. Carmen intentaba escuchar centrándose en los proyectos y las expectativas que exponía Roberto para olvidarse de la presión en su muslo. Por primera vez en su vida evitaba la mirada directa de una persona, su mirada huidiza fue captada por Roberto que la interpretó como un signo de debilidad; En mitad de una frase en la que proclamaba metas futuras improbables y grandiosas avanzó su mano izquierda hasta ponerla sobre la mano de ella que jugueteaba sobre el mantel con un paquetito de sacarina.

Estaba nerviosa, era tarde, ya no había razón para prolongar aquella reunión, los apenas cinco minutos que habían transcurrido desde que volvió con las copas habían sido una rápida sucesión de avances de Roberto y de claudicaciones por su parte. Sentía como si se estuviese deslizando sin control por una ladera.

  • "Es muy tarde Roberto, debemos irnos" – por fin había recuperado su tono firme aunque algo suavizado por un matiz que lo convertía mas en una petición que en una decisión, no obstante Roberto no lo debió notar y reaccionó, comenzó a moverse y buscó ser visto por el maitre.

Carmen aprovechó para salir de su jaula y fue al baño.

Se miró en el espejo, no se sentía contenta con los acontecimientos, tenía una doble sensación disonante, la alegría por el ascenso y la inquietud por el acoso de Roberto que, estaba segura, apenas había hecho sino comenzar.

Salieron del Restaurante y atravesaron la cafetería, Roberto la conducía con su mano en la cintura, Carmen pensó si habría traído aquí a más mujeres y si el maitre sabría de las maniobras de Roberto, una desconocida sensación de vergüenza la invadió al cruzarse con el maitre que les esperaba a la puerta.

Roberto se empeño en llevarla a casa en su coche y afortunadamente no se cumplieron los presagios que tenía, el trayecto fue correcto aunque se le hizo larguísimo, deseaba llegar a casa y sentirse segura, a salvo.

Roberto detuvo el coche a doble fila frente al portal de nuestra casa.

  • "Sobra decir que ha sido un autentico placer, Carmen, estoy seguro de que tendremos ocasión de repetirlo" – dijo Roberto acercándose a ella que se puso en tensión al comprender que pretendía darle un beso de despedida. No tenía sentido, no existía ni la confianza ni la amistad ni la relación para eso.

Pero se inclinó hacia él ofreciéndole su mejilla, era lo mejor, tomar la iniciativa y evitar cualquier otro intento que se le hubiera podido pasar por la cabeza y que su pasividad hubiera alentado. Sintió su olor cerca y el contacto de sus labios y su mejilla en su cara mientras la sujetaba por el hombro.

  • "Hasta el lunes" – dijo precipitadamente mientras salía del coche y cerraba la puerta.

Cuando vio alejarse el coche de Roberto, se quedó parada frente a nuestra casa, luego caminó despacio hacia el portal, sintió la ligereza que le propiciaba el alcohol y pensó en mí ¿qué contarme? ¿y cómo hacerlo?. Respiró hondo, necesitaba un poco más de tiempo y algo de soledad para ordenar sus ideas; comenzó a caminar dejando atrás nuestro portal; El olor del césped recién regado y el silencio de la urbanización la ayudaron a calmarse.

Caminando pausadamente pensó en todas las chicas a las que había juzgado y condenado a lo largo de estos años, ahora sabía cómo se habrían sentido ellas, sin poder justificarse; Entendió que, al igual que ellas, iba a ser crucificada por algo que no había sucedido pero que todos supondrían.

Los gestos, más que las palabras, son los auténticos portadores del mensaje, las palabras pueden transmitir un mensaje que los gestos desmienten, es algo que en clínica sabemos bien y utilizamos para entender la realidad de nuestros pacientes; A los niños se les hace dibujar para que expresen lo que con palabras no pueden o no quieren; A los adultos sin embargo se les deja hablar para que se refugien en las palabras, se sientan seguros en sus argumentos defensivos mientras analizamos los gestos que fluyen y transmiten el autentico mensaje.

Y ella, con sus gestos ha mantenido a raya a Roberto durante años tras un verbo amable y educado. Pero aquella tarde sus gestos la dejaron en evidencia, por omisión dejó clara su posición: era capaz de venderse por ambición. Y esta certeza la hizo sentirse sucia.

Pero al mismo tiempo, una sensación de triunfo, una euforia reprimida modulaba y matizaba todo esto, esa contradicción por la que se sentía zarandeada le impedía sentirse mal del todo, le impedía sentirse bien del todo. El resto del paseo se dejó narcotizar por el triunfo, esa sensación de triunfo fue el ruido que le ayudó a ahogar su malestar.

No había pasado nada que no pudiera controlar, -pensó-, no se sentía bien con su conducta es cierto, pero estaba convencida de poderlo controlar.

Quince minutos más tarde, recuperada su confianza y asimilada su nueva situación con Roberto atravesó el portal y subió a casa, aun dudaba qué contarme y cómo hacerlo, una sensación amarga la invadió al suponer que yo aprovecharía aquello para fantasear o que quizás me lo tomaría como una invención suya dentro del juego absurdo de la prueba que habíamos establecido, eso le sirvió de excusa para superar la humillación que sentía al pensar en contarme lo sucedido, imaginaba mi reacción y mi decepción; Y la prueba le servía como vehículo para, en algún sentido, presentar la basura en un estuche de joyería.

Se alegró al ver que aun no había llegado a casa, necesitaba una ducha; se desnudó y se dejó acariciar por el agua fría.

Fue entonces cuando decidió mantener la ambigüedad conmigo, la prueba era una excusa perfecta que la liberaba de afrontar ante mi la realidad de su claudicación, a medida que pasaba el tiempo veía con mas claridad la realidad de su conducta, esa realidad que había ahogado en el restaurante centrándose en los temas profesionales.

Se había vendido, había claudicado y aun no sabía hasta donde llegaría la presión de Roberto, estaba segura de poder parar cualquier avance mas aunque eso le supusiera la pérdida de aquella oportunidad, aunque tuviera que dejar la empresa, no le asustaba comenzar de nuevo.

Con esa falsa tranquilidad analizó qué contarme. Por primera vez la idea de jugar con la ambigüedad le pareció la mejor medicina para tratar mis desvaríos.

Y bajo la ducha, el efecto del agua fría la despejó totalmente, y asumió que haber sido asediada por Roberto le producía, a su pesar, algo diferente a la incomodidad que otras veces había sentido. Aun no se sentía capaz de identificar cual era la diferencia, pero estaba ahí y no podía negarlo. Dos ideas contrapuestas asaltaban su mente, en una de ellas se sentía miserable, casi una puta, en esa imagen se reconciliaba con todas aquellas chicas a las que había juzgado injustamente, con aquellas mujeres que había calificado de débiles y oportunistas. En la otra imagen se confundían las manos de Carlos y las de Roberto acariciando sus muslos, se veía de nuevo dejando que sus piernas se entreabriesen para que la mano de Carlos, -¿o era Roberto?-, ascendieran por sus muslos, entonces volvía a sentir, como si fuera real, el contacto de aquellos dedos en su coño. Continuamente se alternaban ambas visiones bombardeándola, haciéndola reconocer que si no hubiera estado con Carlos jamás habría dejado que Roberto se acercase lo mas mínimo.

De pronto, fue consciente de que sentía un vacío, tenía una extraña serenidad, echaba en falta la emoción que se suponía debía sentir ante esas ideas sobre su comportamiento; no encontró nerviosismo, ni angustia, ni culpa, tan solo una extraña serenidad, una ausencia de emoción que no se correspondía con los juicios que hacia sobre si misma. Buscó de nuevo en su interior, se forzó incluso a provocar vergüenza, rabia, pudor, arrepentimiento. Nada, no había nada tras esa calma que dominaba su estado de ánimo.

Lo achacó a su propia fuerza, lo justificó como una muestra de su seguridad, de su expectativa de control sobre la situación.

Y con esa tranquilizadora sensación de serenidad se volvió al escuchar un ruido en la mampara de la ducha y me vio en el umbral del baño mirándola.

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