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Diario de un Consentidor (46)

en Intercambios

JUEVES

La lucha continuó durante toda la jornada del jueves, Carmen intentaba centrarse en su trabajo pero la angustia atenazaba su estómago y le impedía olvidar que se estaban consumiendo las últimas horas de un tiempo en el que tenía una oportunidad irrepetible a corto plazo.

Hablé con ella un par de veces durante el día y la encontré apagada, no llegaba a estar triste pero la fuerza que desprende incluso por teléfono estaba ausente aunque hacía claros esfuerzos para ocultar su desazón, seguía la conversación con cierto desinterés, como si su pensamiento estuviera en otra parte. ¿Debía intervenir o era mejor que la dejase resolver su dilema sin más interferencias? Decidí que lo que tuviera que suceder ya era decisión de ella, le pertenecía la última reflexión, todo lo que yo tenía que decir ya estaba dicho y entraría en el terreno de la manipulación si insistía más.

Carmen esperaba tener una nueva oportunidad cuando Carlos la llamase, una oportunidad para la que no tenía decidido nada, no se resignaba a que su decisión de cada instante fuera la última decisión, quería dejar siempre una puerta entreabierta por si a última hora cambiaba de opinión, por si lograba vencer las cadenas que le impedían decirle claramente lo que deseaba.

Algo oculto para ella misma le decía que no debía ceder, normalmente no se deja llevar de presentimientos, su racionalidad se lo impide. Esta vez rompía esa norma y ese "algo" más emocional que racional que no había entrado aún en el terreno de las palabras le impedía dar el paso.

Cuando le sucedía esto, cuando perdía el ritmo de su trabajo y se sumía en la contradicción se intentaba refugiar en nuestro proyectado viaje de Semana Santa. Pero ya no brillaba tanto como lo hizo cuando lo planeamos, ahora apenas era un frágil salvavidas que se deshinchaba con rapidez.

…..

Cené con unos compañeros del curso, uno de ellos había coincidido conmigo en la facultad aunque un par de años por delante de mí, la cena fue agradable y al salir del restaurante plantearon tomar unas copas, presagié una típica noche de alcohol y charla confusa y, previsiblemente, una gran resaca para el día siguiente que no entraba en mis planes. Me mantuve firme ante su insistencia y volví al hotel, quería descansar y, sobre todo, pensar.

Salí de la ducha y me preparé un whisky con hielo, tumbado en la cama repasé los canales de la televisión y, como ya sabía, no encontré nada que mereciera la pena ser visto; ojeé los apuntes del curso y por fin recalé en la novela que leía por aquellos días.

Pronto desistí, no conseguía centrarme en la lectura, mi cabeza estaba lejos, en otra parte.

No podía dejar de pensar en los cambios tan drásticos que había dado nuestra vida en tan solo unas semanas. Repasé mentalmente los acontecimientos que habíamos vivido desde principios de Enero, la insólita reacción de Carmen al entrar en el dormitorio de la sierra aquella primera vez volvió a sorprenderme, ¿cómo había reaccionado así? ¿Cómo se había lanzado a los brazos de Carlos dominando y dirigiendo el curso de los acontecimientos?. Las imágenes se sucedían en mi mente encadenándose de una manera que parecían mostrar una secuencia causa – efecto bastante lógica; Retrocedí aun mas, Roberto, el mismo Roberto vanidoso y prepotente que me había amargado el curso apareció en mi mente hostigando a Carmen, chantajeándola, metiéndola mano. De nuevo la incredulidad me hacia preguntarme cómo era posible que Carmen hubiera consentido aquello a cambio de un ascenso.

Mi mente, preparada para analizar secuencias de conductas, retrocedió de nuevo hasta Sevilla; los primeros avances de Carlos, sus besos casi robados, sus caricias apenas consentidas… y aquella noche en la que Carmen sintió por primera vez desde nuestro matrimonio otros dedos que avanzaban hasta rozar su sexo.

¿Y yo? ¿Dónde quedaba mi responsabilidad en este escenario tan bien encajado?

Yo había sido el motor de todos y cada uno de los cambios de Carmen, mi presión, mis argumentos a veces manipuladores habían actuado como si, parada ante un precipicio, la hubiera empujado con mis manos. Entendí que Sevilla había sido el detonante de su conducta con Roberto, sin Sevilla, sin las fuertes y contradictorias emociones a las que se vio sometida entonces posiblemente hubiera seguido siendo un muro infranqueable ante Roberto.

Y sin Roberto, Carmen jamás se habría acostado con Carlos. Todo encajaba.

Acostumbrado a manejar metáforas en imágenes para explicar a mis pacientes sus problemas y los tratamientos, surgió de repente una imagen que representaba fielmente todo este escenario, Carmen era como una presa, un dique que frenaba el avance del agua que reposaba tranquila y mansa en un gran embalse, Carlos había horadado una pequeña rendija, apenas una hendidura por la que comenzó a escapar un hilillo de agua, Roberto llevaba años buscando alguna grieta en ese muro infranqueable por el que colarse y, cuando lo encontró, se dedicó a socavarlo con tenacidad.

Y yo, desde el otro lado del muro, empujé, trabajé para ahondar esa grieta desde el interior.

Para cuando Roberto desapareció de su vida el muro perdía agua en abundancia.

Y el dique cedió finalmente aquella noche en la Sierra; La presa reventó y el agua, liberada de todo freno, se lanzó salvaje y descontrolada arrollándolo todo.

Así veía a Carmen, salvaje y descontrolada, sin nada que frenase sus emociones y sus instintos, sin nada que reprimiese sus deseos más ocultos.

¿Qué otros muros quedaban por socavar?¿Qué otros diques contenían la furia sexual de Carmen?

Recordé aquella primera noche en la que, mientras yo la follaba y Carlos se masturbaba de rodillas cerca de ella llevé su mano hasta su polla y deseé verla en su boca. Imaginé una escena en la que sus piernas rodeaban mi cuello mientras bombeaba en su coño con calma, retrasando un orgasmo que veía venir mientras miraba como Carlos hundía su polla en la boca de mi esposa, la imaginé acariciando al mismo tiempo sus testículos, vi su mano perdiéndose entre sus nalgas...

La imagen se transformó a mi antojo, Carlos se volvía a masturbar a nuestro lado excitándose al vernos follar. Cuando comenzó a lanzar disparos de blanco semen al pecho de Carmen vi caer los goterones en su rostro, en sus tetas, en su cuello, en la comisura de sus labios, imaginé a Carmen sacando la punta de la lengua y arrastrando el semen a su boca.

Hacía tiempo que mi mano acariciaba mi polla, un espasmo me hizo detenerme, no quería correrme aun, otro fuerte latido me advirtió de la cercanía de mi eyaculación y deje de acariciarme para proseguir con mi fantasía.

¿Qué mas diques había que demoler?

Carlos desapareció de mi historia, de pronto recordé aquella primera fantasía que Carmen me confesó mucho antes de conocer a Carlos, una fantasía que había mantenido oculta durante años y en la que se veía rodeada de extraños que la usaban a su antojo. Recordé cuánto le costó confesarme aquello, cuánto dudó, cuánto pudor tuvo que vencer para confiarme aquella escena que recreaba en su mente a veces, cuando se masturbaba y pensé cuánto había cambiado desde entonces.

Imaginé a Carmen en otro escenario, ahora estaba tendida en una cama de una habitación extraña, había un hombre calvo y grueso tumbado sobre ella que sudaba copiosamente y movía su cintura con rapidez entre sus piernas, el sudor le caía a chorros de su frente y ella intentaba evitar que le cayera en el rostro, los brazos de mi mujer apenas podían rodear su peluda espalda. Cuando se corrió se quedó tumbado sobre ella intentando recuperar el aliento, luego se levantó, le dijo algo soez y grosero y abandonó la habitación. Vi a Carmen con la respiración agitada y la piel mojada por el sudor del hombre que acababa de follarla, sus piernas se mantenían abiertas como si aun le tuviera encima, la puerta se abrió de nuevo y otro hombre se desnudó con prisas y se la metió sin más preámbulos, un hombre delgado con el pelo canoso y barba de varios días que la folló con urgencia y la abandonó enseguida, antes intentó besarla en la boca y cuando Carmen se apartó la insultó. Imaginé una antesala llena de hombres hablando entre ellos, recibiendo con risotadas al que salía, dando golpes en el brazo al que iría a continuación… Parecían obreros, quizás campesinos, gente ruda que volvía de trabajar y se pasaban por el burdel.

¿Era un burdel? Mi mente reconstruyó la escena; ahí estaba yo en la entrada recibiendo el dinero del que entraría a continuación, pidiéndoles paciencia mientras ella se lavaba un poco cada tres o cuatro polvos.

Dejé pasar el tiempo mientras me recuperaba, la masturbación había reaparecido en mi vida con más intensidad incluso que en mi época adolescente, había dejado de fustigarme por ello, simplemente lo aceptaba.

Me levanté para limpiarme el vientre, lleno de semen y cuando volví tomé el móvil, necesitaba hablar con ella.

…..

Carmen llegó a casa a las nueve, tras una sesión de gimnasio más larga de lo habitual. Se desnudó mientras se llenaba la bañera, le apetecía algo más relajante que una breve ducha. Esparció una generosa dosis de sales de baño, el agradable aroma inundó con rapidez el ambiente que comenzó a acumular vaho en los espejos. Cuando encontró la temperatura de su agrado se sumergió, su piel agradeció la tibia caricia del agua; cerró los ojos y se relajó.

Cuántas cosas habían cambiado en su vida, - pensó -, no lograba liberarse del asombro que aun le producía enfrentarse a la idea de que estaba follando con otro hombre, la palabra "adúltera" aparecía con frecuencia en su cabeza, hacía tiempo que ya no le provocaba sonrojo ni vergüenza, muy al contrario; A veces se miraba en el espejo mientras se arreglaba por la mañanas y se decía "eres una mujer adúltera", entonces una profunda emoción la instalaba en el terreno de la aventura y despertaba en ella la fascinación que le causaban las empresas arriesgadas.

Seguía sin entenderme del todo, aun conservaba cierta prevención a que un día cualquiera yo despertara de mi alucinación y me arrepintiera de todo lo hecho, temía esa posibilidad sobre cualquier otra. Nada se podría hacer entonces, no habría marcha atrás, incluso sacrificando la relación con Carlos no volveríamos a ser los mismos de antes y las huellas de lo vivido quizás se convirtieran en heridas abiertas, en gruesas cicatrices que nos recordarían toda la vida lo que fuimos y lo que hicimos.

¿Toda la vida? ¿Habría una vida estable entre nosotros si eso llegaba a suceder?

Visualizó ese escenario y, por mucho que lo intentó, no consiguió hacer desaparecer a Carlos de ese imaginario espacio en el que el dolor y la desconfianza serían como un muro de hielo entre nosotros. Ambos somos muy "civilizados" y no veía una separación en ese mundo, tampoco veía a Carlos fuera de él.

Porque la relación con Carlos se estabilizaba día a día, ya no era alguien con quien había compartido un polvo ocasional, veía crecer en él algo más que deseo y le preocupaba, debía poner distancias, Carlos era muy sensible y podía enamorarse y desde luego eso era algo que había que evitar desde el principio.

Recordó su cuerpo, volvió a recrear en su mente el desnudo torso, el culo, sus muslos, su cuello, la mandíbula firme, sus labios, su sonrisa… y su polla, su vigorosa polla, la primera que tenía en sus manos desde que formó pareja conmigo. Se sentía intensamente atraída por aquel hermoso miembro, recordó con cierto apuro las cosas que me había dicho por teléfono un día antes: le excitaba recorrerla con la mano, hacerla crecer entre sus dedos, mojarse a propósito con su jugo y extenderlo luego por el tronco, le trastornaba el olor que emanaba de ella. Y, sobre todo, la volvía loca sentir como se deslizaba en su interior, lentamente, dilatando con paciencia y delicadeza su estrecho coño, haciéndola sentir llena.

La tenía obsesionada, cada vez que se habían encontrado se lanzó ansiosa a poseerla con sus manos. Le gustaba acariciar sus testículos, apretar con un dedo el periné para ver como se encogían y provocar un intenso espasmo en el tronco que la hacía estirarse como un reptil.

La recordó vista desde abajo cuando, tumbada en la cama mientras yo la follaba Carlos se arrodilló a su lado y comenzó a masturbarse, ¡la tuvo tan cerca! Nunca se había fijado con tanto detalle en el grueso canal inferior que recorre el tronco. Se dejó llevar cuando yo tomé su mano y la insté a acariciarla, en ese momento tuvo un arrebato de pudor por tenerla en sus manos delante de su propio marido, fue un pudor excitante, morboso. Recordaba haberme mirado y lo que mis ojos le habían transmitido. Afortunadamente no se lo había pedido porque hubiera sido incapaz pero ya entonces sabía que yo deseaba verla chupar aquella polla.

No podía ni imaginarlo, era algo en lo que se inició conmigo y no le fue fácil. Sonrió al recordarlo porque una vez que venció la inicial resistencia se hizo, según yo le decía, una auténtica adicta, una verdadera experta, "¿Y tú cómo lo sabes?" solía protestar "¿Cuántas veces te la han chupado para poder comparar?"

Sus manos acariciaban su estómago, subiendo hasta la base de sus pechos y bajando hasta rozar el vello de su pubis, otras veces rozaban sus muslos, evitando su sexo, solo quería sentir el roce en su piel.

Si hubiera sucedido, si yo le hubiera insinuado que lo hiciera… ¿habría sido capaz?

¿Cómo sería hacerlo? No sería como la primera vez que me lo hizo, cuando cada sensación era totalmente nueva, ahora sabía lo que se siente en la lengua, en los labios, ya conocía cómo la boca se adapta al contorno del glande y lo rodea ¿Por qué tenía ese rechazo ante la idea de hacérselo a Carlos? Recordó tantas veces como me lo había hecho y la intensa excitación al mirarme desde abajo y verme rendido a sus caricias, provocando deliberadamente intensas sensaciones en la sensible cabeza solo para verme cerrar los ojos y ceder a la intensidad de sus caricias, recordó cómo le gusta sorprenderme y engullirla entera cuando apenas es un pequeño apéndice de blanda carne y cómo le excita sentirla crecer en su boca y, a medida que crece, notar cómo se expande y se retira en parte de su boca para no ahogarla.

Quizás podría mamársela, (¡Dios! una palabra que jamás utilizaba y ahora aparecía espontánea en su mente), quizás, pero no… Recordó la primera vez que me derramé en su boca; en aquella época yo siempre le avisaba y me retiraba con tiempo, entonces eyaculaba en su pecho y ella se extendía con avidez el semen por todo su cuerpo excitándose con mi orgasmo; Una vez, apenas con veintitrés años, cuando la avisé me sujetó por las nalgas con una mano impidiendo que me retirase y me miró con la ilusión de ver mi reacción ante la sorpresa que me preparaba mientras aceleraba el movimiento circular de su lengua en mi glande. Exploté, la emoción de lo que Carmen estaba haciendo para mí intensificó el orgasmo y llené su boca y luego, cuando me miró con picardía y abrió sus labios para mostrarme la prueba de que había tragado todo mi semen me volví loco de alegría y de amor por ella.

No se veía capaz de repetir aquello con nadie, pensó, había sido un gesto de amor y de entrega y así lo vivía desde entonces, no era solo deseo lo que la llevaba a mamar mi polla, era amor.

Tuvo que reconocer que, además de eso, cada vez le gustaba más, se había acostumbrado al sabor y la textura de mi semen y aunque nunca le resultó repugnante como algunas amigas decían, al principio no lo saboreaba como ahora que le gustaba mantenerlo en la boca, paladearlo, moverlo con la lengua, enseñármelo antes de tragarlo.

Sus dedos habían encontrado el camino entre sus labios, dobló la piernas y las dejó que se vencieran contra los lados de la bañera, sintió el aire frio en sus rodillas que ahora emergían por encima del nivel de la bañera, su mente regresó a la cama de la sierra, volvió a tener a Carlos de rodillas ante ella ¿Y si se hubiera corrido entonces? ¿Habría extendido también su semen por su cuerpo? Estaba segura de que me habría dado una alegría.

Sus dedos se movían por su clítoris que respondió lanzando pequeñas corrientes eléctricas hacia sus riñones que se arqueaban. Se imaginó recibiendo la blanca descarga en su pecho, en su estómago, me vio mirándola mientras su piel se llenaba del semen de otro hombre pero rechazó la imagen de su rostro manchado.

¿Cuándo cambió? ¿Cuando pasaron a ser tres los hombres que la rodeaban?¿Cuando desaparecimos Carlos y yo de su fantasía? Ahora alguien la follaba mientras ella extendía las manos como una pedigüeña hacia dos hombres desnudos, uno a cada lado, que le ofrecían sus falos erguidos, se imaginó acariciándolas, atrapando los testículos de uno mientras masturbaba al otro. Luego se intercambiaban, el que acaba de correrse en su coño le cedía el sitio a uno de ellos y le ponía la polla fláccida y chorreante en la mano, salpicando su muñeca, empapando sus dedos, y ella se afanaba por devolverle algo de la turgencia que había perdido.

La secuencia se repitió, de nuevo el orgasmo del hombre provocó un cambio de papeles y otra polla arrogante, erguida, dura, la penetró sin contemplaciones, se imaginó rodeada de hombres que se acariciaban ceca de ella esperando su turno. A su lado de nuevo apareció Carlos de rodillas ofreciéndole su polla y ella, abrió la boca y comenzó a mamar con toda su dedicación, aplicando todo lo que había aprendido conmigo mientras seguía acariciando el duro sexo de otro hombre, mientras la follaban, mientras sentía innumerables manos tocando sus tetas, su vientre, sus muslos… su ano. Si, su ano que cedía a la presión de su dedo medio mientras seguía frotando con desesperación su clítoris.

El orgasmo brutal no se anunció, dobló las piernas atacada por un espasmo incontrolable, escuchó desde lo más profundo de su agónico trance cómo el agua saltaba al suelo del baño, su cuerpo se estiró violentamente provocando un intenso oleaje en la bañera que otra vez rebasó el borde de la bañera y se derramó abundantemente por el suelo.

Quedó vencida, sumida en un estado cercano al desvanecimiento, dejándose mecer por el agua agitada que poco a poco se tranquilizaba, como ella.

El sonido lejano del móvil la trajo al mundo, salió de la bañera y se puso un albornoz, el suelo estaba totalmente encharcado y caminó con prudencia para no resbalarse, cuando llegó al salón yo ya había cortado

Pulsó ‘rellamada’ y regresó al baño.

  • "Hola cariño ¿dónde estabas?"

  • "En la bañera, me apetecía un baño de sales"

  • "mmm… me hubiera gustado estar ahí para enjabonarte"

  • "¡Siiií! Ojalá" - su voz sonó tan sensual, tan erótica que intuí lo que había hecho.

  • "¿Te has relajado bien?"

  • "Si, muy bien"

  • "¿Mucho… mucho?" – mi insistencia le hizo captar mi intención.

  • "¡Lo más! He puesto perdido el baño de agua" – dijo riendo

  • "¿Tan fuerte te ha dado?"

  • "Si lo vieras… parecía un maremoto, está todo lleno de agua, ¡casi vacío la bañera!"

  • "La que se ha vaciado eres tú, cariño" – dije riendo

  • "Me he vuelto del revés" – estaba feliz, la noté contenta.

¿Debía subir el listón del juego? Temía una reacción por su parte si metía a alguien más en este juego. Decidí tantearla.

  • "Y… ¿cuántos éramos?

Carmen jugó, la rapidez de su respuesta fue un indicador claro de su excitación.

  • "Al principio tres… pero luego… no sé, empezaron a aparecer, cuatro, cinco, seis… ¡yo qué sé! "

‘Tres’, nunca un número me había excitado tanto.

  • "Y Carlos y yo que hicimos"

  • "Desaparecisteis"

De nuevo escuchaba esa voz grave y sensual que me enfrentaba a una mujer desconocida, incontrolable, autónoma.

  • "¡Vaya! ¿no te hacíamos falta, verdad?"

  • "Ninguna falta, me bastaba yo solita para manejarlos a todos"

  • "Cuéntame ¿Qué hacíais?"

No lo dudó, aquella Carmen desconocida se lanzó sin tapujos a contarme una orgía en la que ella era la única hembra en un corral lleno de sementales, me sorprendió su fantasía de verse manchada por el semen de varios hombres, notaba su excitación al hablar y le transmití el intenso morbo que me provocaba con su confesión.

  • "Al fin se la has chupado a alguien, ¿eh? ¿ves cómo lo deseas?"

  • "En sueños"

  • "Estás hecha una auténtica puta"

  • "En sueños" – repitió, dándole una entonación de falsa protesta por el insulto.

  • "Ya sabes que los sueños, a fuerza de desearlos, se acaban cumpliendo"

  • "No sé quien lo desea mas, tú o yo" – replicó

  • "Digamos que a partes iguales"

  • "Ya, la diferencia es que yo sé muy bien lo que debe quedarse ahí, en la fantasía y tu…" – interrumpí su arranque de sensatez.

  • "¿Y cuánto te sacabas en esa noche?" me imagino que un capitalazo"

  • "No lo sé" – dijo mimosa – "aun no me has dicho cuanto valgo"

  • "Tranquila, en cuanto llegue a Madrid te lo diré"

  • "¿Es que necesitas hacerme un examen?" – la idea le había gustado, insistía en ello y me provocó un disparo de placer, en un segundo monté un pervertido juego para la primera noche juntos.

  • "Algo así"

  • "Mucho sabes tú de lo que se cotiza una puta" – me gustaba el juego pero mi objetivo era otro más real y más posible.

  • "¿Y Carlos? ¿no volvió a aparecer en la orgía?"

No se me escapó una breve pausa que me dio a entender que había algo mas, algo no contado.

  • "Si, y tu también"

  • "¿Y…?"

  • "Ya te contaré, cuando estés aquí"

¿Qué sería, qué habría imaginado con su amante? Aquella intriga provocada me dio el aplomo suficiente como para atacar con más fuerza

  • "Se te acaba el tiempo"

  • "¿Cómo?"

  • "Mañana es viernes, te quedan solo unas horas para decidir si quieres estar con Carlos antes de que tu supuesto marido regrese"

  • "No seas tonto, no va a pasar nada"

Carmen había cambiado, me pareció apesadumbrada, era solo un matiz muy leve pero la conozco bien.

  • "Será porque tú no quieres"

  • "No ha vuelto a decir nada, él ya se ha hecho a la idea, solo falta que tu lo aceptes"

  • "No suenas convencida, ¿te fastidia que no haya insistido más?"

Carmen dudó y yo ataqué

  • "Es eso, te hubiera gustado que insistiera mas, has regateado demasiado y se ha rajado, ha debido pensar que no estabas dispuesta… si él supiera…"

  • "¡Calla! no le vayas a decir nada, ¿eh? que te conozco"

  • "¿Yo?" – dije fingiendo inocencia.

  • "En serio Mario, ¡ni se te ocurra!" – su tono tajante no ofrecía duda.

  • "No te preocupes, pero reconócelo"

  • "¿Qué tengo que reconocer?"

  • "Que ahora te arrepientes de haber sido tan dura"

  • "¡Qué tontería!"

 

Hablamos un rato mas, cuando Carmen colgó se quedó pensando en mis palabras. ¡Qué difícil era tener secretos conmigo!, la conocía demasiado bien. Ciertamente tenía una doble e incongruente sensación: creía haber hecho lo correcto y al mismo tiempo deseaba que Carlos hubiera sido un poco más insistente.

Tras recoger el agua del baño se deshizo del albornoz y comenzó a secarse el pelo; el ruido del secador le impidió escuchar el móvil y no fue hasta que salió del baño que vio la llamada perdida de Carlos, detectó un conato de ansiedad, ¿tan importante era para ella esa llamada que reaccionaba así por haberla perdido?

  • "Hola preciosa, pensé que estarías con alguien" – dijo Carlos con un tono alegre en su voz

  • "¡Qué va! Estaba secándome el pelo y no lo oí"

Se dirigió al dormitorio y sin dejar de hablar con él se puso con una sola mano unas bragas y el pantalón de pijama, luego le pidió una pausa y se puso la camisola, se sentó en uno de los sillones del salón y se dejó mecer por la voz de su amante.

Casi una hora más tarde, arrullada por una deliciosa y sensual sensación, arrebatada por sus palabras, excitada por sus fantasías, completamente entregada… Carlos cambió bruscamente de tema.

  • "Bueno, se acaba la semana, mañana por la noche ya tendrás compañía" – su voz revelaba cierta tristeza

  • "Es verdad, se ha pasado más rápido de lo que pensé"

  • "Será para ti, yo he sufrido uno a uno el final de cada día"

  • "¡Tonto!"

Hubo un silencio cargado de emociones, un espacio vacío en el tiempo que se llenó de deseos no confesados, de palabras no dichas pero que el propio silencio denunciaba con claridad

  • "Carmen…"

  • "Dime"

Supo que se iba enfrentar a una decisión que había intentado eludir durante toda la semana y que sin embargo ahora ansiaba como si fuera la última oportunidad. Sintió como su corazón comenzaba a palpitar con fuerza. Carlos se mantuvo en silencio.

 

  • "Dime, que ibas a decir"

  • "Oh Carmen, yo…"

  • "Dímelo"

  • "No quiero insistir, no quiero agobiarte…"

¡Pero cómo no entendía, cómo no se daba cuenta de lo que ella quería! Carmen supo que no iba dejarle renunciar.

  • "Dímelo, por favor" – Carlos creyó ver un resquicio, no estaba seguro aun, pero esa forma de hablar, esa insistencia… quizás...

  • "Ya sabes lo que quiero"

  • "Pídemelo"

¿Respiraba? ¿Y si respiraba por qué el aire no le llenaba los pulmones?

  • "Carmen… déjame verte, déjame ir a Madrid, quiero pasar todo el día contigo, en el hotel, sin salir de la cama, quiero hacerte el amor, quiero… ¡necesito estar contigo!"

Carmen estaba emocionada, ahí estaba, aun paso de ella, solo tenía que ser valiente, o ser inconsciente.

  • "Por favor" – suplicó Carlos.

El miedo a que otra vez su silencio le desanimara la impelió a responder sin concederle más margen a sus dudas.

  • "Si" – los ojos se le llenaron de lágrimas.

  • "¿Quieres, de verdad quieres?" – gritó Carlos.

  • "Si, ven"

¡Dios! ¿Era su voz? ¿Era ella?

  • "Si" - repitió para creérselo – "Si"

Las lágrimas de emoción corrieron por sus mejillas mientras escuchaba el gozo de Carlos llenándola de caricias, agradecimiento y promesas para ese día único, ¡estaba llorando!

Juntos, como dos adolescentes hicieron planes; llegaría a mediodía con tiempo para reservar hotel y recogerla en la moto, ¿dónde? En la glorieta de Bilbao, lo suficientemente alejado del gabinete como para que nadie la viera subirse a la moto de un desconocido. Yo había vencido mi resistencia a volar con tal de estar antes en casa y regresaba a Barajas a las diez y media por lo que ella tendría que salir del hotel sobre las nueve, para anticiparse a cualquier imprevisto en el tráfico de la sobresaturada carretera de Barcelona. Calcularon cada detalle con una ilusión infantil, como dos niños enamorados.

Eran las doce y media de la noche cuando, tras dos horas de conversación, Carmen colgó el móvil.

El zumbido del teléfono me despertó antes de que comenzase a sonar la melodía, inmediatamente supuse que era ella quien llamaba.

  • "¿Aun despierta?" – dije con la voz aún somnolienta

  • "Hola corazón, lo siento" – su voz sonaba alegre, quizás emocionada

  • "¿Pasa algo?"

Carmen se mantuvo en silencio un breve instante

  • "Mario…" – un presagio cruzó mi mente

  • "Dime" – de nuevo un silencio más largo me preparó para lo que ya imaginaba.

  • "Es Carlos… por fin… va a venir mañana"

Lo esperaba, sin embargo no estaba preparado para contestar nada.

  • "Bueno, por fin te has decidido, me alegro cielo" – intenté dar a mi voz una inflexión de cierta despreocupación pero no creo que engañase a Carmen

  • "Aún estamos a tiempo, si tu quieres le llamo y…" – sonaba nerviosa, la inseguridad volvía a hacer presa en ella.

  • "Carmen, ¿quieres pararlo?"

  • "No es eso lo que…"

  • "¿Quieres pararlo?"

Carmen calló

  • "Dime, ¿quieres cancelarlo?"

  • "No"

Encendí la luz y me senté en la cama, ahora el que hablaba era el amigo, el compañero de confidencias, en mi ánimo no había ni rastro de excitación, ni celos, ni miedos, con toda la sinceridad era su amigo ayudándola a dar un paso más en su transformación, iba a verse con su amante de una manera deliberada y deseada, era una decisión meditada y lejos de cualquier arrebato. Y yo estaba ahí para ser su confidente y su apoyo.

  • "Lo sabía" – tomé aire y continué – "Cielo, quiero que seas feliz, que lo disfrutes, que lo vivas a tope, sin dudas y sin recelos, yo estoy contigo, ¿lo sabes, verdad?"

La explosión de lujuria en mi cabeza fue repentina, en un abrir y cerrar de ojos me sentí inundado, desbordado por una morbosa excitación que podía sentir incluso en mi piel.

  • "…Y luego, cuando me vayas a recoger quiero que me cuentes cada detalle, quiero besarte y notar el olor a sexo, quiero encontrar en tu piel las huellas de tu amante, quiero que me entregues tus bragas llenas de semen…"

  • "¡Oh Mario!"

  • "…Cuando te vea en el aeropuerto sabré que acabas de hacer el amor, lo veré en tus ojos cariño, quiero notar que aun tienes fresca su saliva en tu piel"

  • "¡Calla!"

  • "No cielo, escúchame, no puedo ser más feliz, eres la mujer más maravillosa que podía haber encontrado, eres un sueño hecho realidad, el ideal de mujer que jamás pensé que pudiera existir, eres todo lo que he soñado."

…..

Carmen entró en la cocina con el teléfono aun en la mano, durante un instante se quedó sin recordar lo que venía a hacer allí, luego se aproximó al frigorífico, se sirvió un vaso de leche y tomó unas galletas del armario por toda cena. La emoción ante el deseado encuentro mantenía un leve temblor en todo su cuerpo. Se sintió en paz. Tras una semana de intensa lucha consigo misma la decisión estaba tomada y ahora la tensión dejaba paso a una placentera calma, al día siguiente volvería a estar en los brazos de su amante y ahora lo podía aceptar sin reparos. Lo deseaba, quería hacerlo, se moría de ganas por follar con Carlos.

Aunque algo le preocupaba. Encarnar el ideal que yo tenía en mi mente le preocupaba, ¿cuál era en realidad el alcance de ese ideal? ¿Hasta dónde quería llegar yo? ¿Y si llegaba a un punto en el que ella se sintiera incapaz de asumir ese modelo?

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Diario de un Consentidor - 84 Ruleta rusa

Diario de un Consentidor - 83 Entre mujeres

Diario de un Consentidor -82 Caída Libre

Diario de un Consentidor - 81 Cristales rotos

Diario de un Consentidor 80 - Sobre el Dolor

Diario de un Consentidor 79 Decepciones, ilusiones

Diario de un Consentidor 78 Despertar en otra cama

Diario de un Consentidor (77) - Descubierta

Diario de un Consentidor (76) - Carmentxu

Diario de un Consentidor 75 - Fundido en negro

Diario de un Consentidor (74) - Ausencia

Diario de un consentidor (73) Una mala in-decisión

Diario de un Consentidor (72) - Cosas que nunca...

Diario de un Consentidor (71) - De vuelta a casa

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