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Diario de un Consentidor (35)

en Intercambios

El blanco techo de la alcoba se convirtió en una pantalla sobre la que mi mente proyectaba las imágenes que había creado escuchando a Carmen; Eran las cuatro de la madrugada y ninguno de los dos podíamos conciliar el sueño, estábamos abrazados, con los cuerpos pegados como si la más mínima distancia entre nosotros nos estorbase.

Me sentía… absolutamente superado por los acontecimientos, no podía acabar de creer lo que había escuchado de su boca, intentaba sin éxito salir de la conmoción que me había provocado su relato. En realidad había alcanzado mi objetivo, lo que llevaba deseando tanto tiempo y mi reacción mientras me lo contaba fue una desbordante excitación que me hizo llegar al orgasmo varias veces, tal había sido la intensidad de mis emociones.

Había imaginado cientos de veces esta escena: Yo esperando su regreso, con el corazón palpitando descontroladamente por la emoción de saberla con él y por la intriga de no poder predecir qué estaría ocurriendo; y luego, exactamente lo que había pasado: una explosión de amor y sexo mientras ella me contaba lo sucedido.

Pero no esperaba tanto, me había hecho a la idea de que Carmen sucumbiría a sus besos, a sus caricias; Aunque mis fantasías me llevaron a imaginar escenas como las que realmente habían sucedido me daba perfecta cuenta de que en realidad no estaba preparado para escuchar lo que mi esposa me acababa de contar. La realidad superaba con creces cualquiera de las hipótesis que había barajado mientras la esperaba.

Ahora, con su cuerpo pegado al mío, sintiendo su tranquila respiración en mi pecho, intentaba descubrir en mi interior cualquier rastro de dolor, celos, angustia o miedo.

Porque a pesar de la imparable excitación por la que había pasado, sentía un vacío en el pecho, un agujero profundo que me atravesaba, era algo irracional que no encajaba con mis emociones, me sentía pletórico, feliz, ilusionado por lo que estaba por venir ¿por qué entonces sentía casi físicamente ese hueco en mi?

  • "Apaga la luz" – me dijo Carmen somnolienta, eché mi brazo hacia la mesilla y apagué la lámpara.

  • "Buenas noches cielo, intenta descansar un poco"

  • "Buenas noches, te quiero" - musitó.

La besé en la sien, ella movió la cabeza hasta buscar mis labios, fue un beso breve que me devolvía a la normalidad de cada noche cuando, antes de dormirnos, nos deseamos una buena noche y nos besamos. Era como si nada extraordinario hubiese sucedido.

Pero si había sucedido, nada era igual a una noche cualquiera, Carmen había estado por fin con otro hombre; sus pechos, que ahora notaba pegados a mi costado, habían sentido los besos de otra boca y se habían excitado con las caricias de otras manos, su coño había consumado la caricia frustrada en Sevilla y había recibido con placer los dedos ansiosos de Carlos, su boca se había deleitado con otra boca, con otra lengua. Y ella…

Ella había cedido ante el deseo prohibido de tener entre sus dedos la polla de Carlos y no se detuvo hasta conseguirlo, sus manos olían a la humedad que ella misma le había provocado llevándole al borde de la eyaculación, sus manos empapadas le habían acariciado una y otra vez, conociendo como es la virilidad de otro hombre.

Intentaba analizar cada palabra de Carmen, cada gesto al contármelo, cada expresión de su cara; Algunas escenas se repetían incesantemente en mi mente, la podía ver con claridad en la butaca del pub con la cintura adelantada hasta el borde del asiento y su pierna colgando de la de Carlos, imagine como la falda debió subírsele cuando adoptó esa posición y luego, cuando dejó caer su pierna izquierda… ¡Dios! Conocía bien esa postura, recordaba vivamente lo osada que me pareció cuando, apenas tres meses de iniciada nuestra relación, hizo ese mismo gesto mientras mis dedos la arrastraban al orgasmo acariciándola por encima de la braga, recordé mi emoción al entender que esa postura que su cuerpo le pedía no era algo meramente sexual sino una maravillosa entrega hecha por amor; ·Una mujer enamorada, abriendo sus piernas, mostrando su sexo ofrece un abrazo intimo, profundo, le dice a su amante "Ven a mi" y no necesariamente "soy tuya".

Una mujer que abre sus piernas ofrece un refugio donde el hombre añora sumergirse, un refugio que no solo es un sexo cálido y acogedor sino unos brazos que se abren en sincronía con sus muslos, unos pechos que reciben al hombre/niño que regresa al primer cobijo de su vida, es un latido que resuena en sus oídos y palpita en su ariete preso dentro de ella. Una mujer que abre sus piernas reclama algo más que sexo.

Ahora había sido Carlos quien recibía esa señal de mi esposa y la desazón regresó a presionar mi pecho sin saber si era causada por su entrega física o era la sospecha de un sentimiento hacia él lo que me trastornaba. También acababa de abrirse de piernas para mí pero en esta ocasión era la expresión de una necesidad acuciante, visceral, sin rodeos, una petición directa hecha al compañero, al marido, al amante y, sobre todo, al amigo.

La forma que había tenido de contármelo también volvía a mi mente; sus titubeos iniciales dieron paso paulatinamente a una mujer sensual que se dejaba acariciar por sus propias palabras y por el efecto que veía en mi, una mujer sin prejuicios ni pudores que hablaba sin tapujos de las sensaciones que le había producido descubrir con sus dedos la polla de Carlos, una mujer que combinaba lujuria e inocencia cuando me describía sorprendida las diferencias que había encontrado entre mi virilidad y la de su amante.

Me había arrollado; a medida que se despojaba de las prevenciones y hablaba con más claridad me fue llevando a la mayor intensidad emocional y sexual que recuerdo.

Cuando la tumbé en la cama y le pedí con urgencia que me contara todo ya estaba al borde de mi primer orgasmo, pero fue verla abierta de piernas y escucharla decir "necesito follar ya" lo que me llevó a penetrarla sin preámbulos y explotar sin que hubiera fuerza humana capaz de retenerlo.

  • "Ya te puedes aplicar cielo, porque esta noche necesito mucho más que un polvo exprés" – no intentaba humillarme ni yo lo interpreté así, era tan solo la expresión sincera de su fuerte excitación necesitada de desahogo, era una hermosa muestra de compenetración, me pedía ayuda para descargar la tensión sexual que arrastraba tras su encuentro con quien sería su primer amante.

Su frase, más que su indecente postura, había sido el detonante de mi eyaculación, ‘necesito follar’ tenia matices que me excitaron especialmente, no construyó una frase en la que explícitamente me pusiera de coprotagonista, ella necesitaba follar y me tenía cerca, no dijo "necesito que me folles’ o ‘necesito follarte’, en su lugar ese ‘necesito follar’ indicaba una independencia, una autonomía que me excitaba y me asustaba al tiempo, de alguna manera insinuaba que, de tener cerca a otra persona, - a Carlos -, follaría igualmente. Ese matiz fue el que me recuperó en ese mismo instante de mi reciente eyaculación devolviéndole la turgencia a mi sexo y sorprendiéndome ante lo que esa noche se avecinaba.

‘Necesito follar’. La conozco bien y sé que esa frase estaba pensada para causar el efecto que ella pretendía aunque no contaba con que mi nivel de excitación precipitara mi eyaculación casi antes de penetrarla.

Consiguió de mi varios orgasmos mas, la intensidad de lo que me fue contando me tuvo en erección permanente toda la noche y aquella primera descarga se convirtió en un elemento positivo que me permitió mantener la excitación en un punto álgido durante todo su relato en el que me presentaba a otra Carmen, a la mujer que había soñado tantas veces, a esa hembra que yo sospechaba que vivía agazapada, dormida bajo el rol de la esposa adorable, sensual y hermosa en la que yo intuía un enorme potencial sexual por desarrollar. Ese potencial se había desencadenado como si un conjuro hubiese destapado la lámpara del genio y lo sabía imparable, ya no había marcha atrás, solo esperaba que no se nos fuera de las manos como al aprendiz de brujo.

Tras esa brusca e imprevista descarga, me mecía lentamente sobre ella, escuchándola hablar, intentando no llevarla demasiado pronto al orgasmo porque necesitaba oír el relato completo, ahora que ya no le costaba hablar no podía interrumpirla, desgranó para mí la parte más sexual de su aventura pero también sus emociones, sus sentimientos, sus deseos, abrió su corazón y me expresó sus dudas por lo hecho y su alegría por haber sido capaz de hacerlo, sus temores por las consecuencias y su ilusión por el futuro, sus recriminaciones como esposa y su satisfacción como mujer. La sensualidad y el erotismo de su voz se mezclaban con el pudor y la inocencia de una novata.

Había pasado casi una hora y algo me bullía en la cabeza, intentaba concentrarme en sus palabras y sin embargo una idea no me dejaba en paz, el recuerdo del olor de sus dedos me impacientaba, necesitaba escuchar su relato del momento en el que le había cogido la polla, necesitaba saber cómo, cuándo y por qué lo había hecho, cualquier otro suceso de esa tarde se oscurecía ante la omnipresente presencia en mi cabeza del olor de sus dedos.

Carmen hizo una pausa en su relato y entornó los ojos dominada por el intenso placer que le proporcionaba el vaivén de mi cintura que como un émbolo bombeaba rítmicamente en su interior. No pude aguantar más la tensión que me producía la espera, cargué todo mi peso sobre mi mano izquierda y adelanté el brazo derecho hasta alcanzar su mano que descansaba en la almohada cerca de su cabeza, la cogí por la muñeca y me la llevé al rostro, Carmen abrió los ojos y observó como acercaba sus dedos relajados a mi nariz y aspiraba profundamente, el olor de nuevo me aturdió, por un segundo cerré los ojos y detuve el movimiento de mi pelvis, luego la miré

  • "¿Y este olor?"

Carmen no contestó, su mirada mostró sorpresa, quizás apuro, durante unos segundos se resistió a mi insistente pregunta formulada de mil maneras distintas, "espera, luego, ahora no" – decía una y otra vez; La acorralé, ella intentaba evitar hablar de aquello, quizás porque quería encontrar el momento adecuado, pero mi ansiedad por escuchárselo contar se convertía en exigencia. Llegó un momento en el que apenas le dejé margen para negarse, "Vamos cariño, cuéntamelo".

Entonces, en un instante, se produjo una transformación tan radical que aun hoy al recordarlo me trastorna. Sus ojos me parecieron los de una extraña, desconocidos, su expresión era nueva, diferente, como si tuviera frente a mí al doble de Carmen, físicamente idéntica a ella pero con leves matices que no encajaban, era como si descubriera a la impostora a través de pequeñas diferencias, mínimos gestos que no eran propios de Carmen y pequeñas ausencias de otros gestos cotidianos tan conocidos que pasan desapercibidos menos cuando no aparecen. Era como si le faltara algo muy suyo y le sobrasen cosas que parecían de otra mujer; Su mirada se había vuelto profunda, como otras veces, sensual como otras veces, pero algo había en ella que me resultaba ajeno, su boca esbozó una media sonrisa que marcó un rictus nunca visto en su rostro, aquella sonrisa le daba una expresión desconocida para mi, en aquel breve lapso no me fue posible identificar qué sucedía porque la sensación iba y venía, cuando intentaba concentrarme en el rasgo que me acababa de extrañar éste había desaparecido y solo me encontraba frente a una Carmen muy excitada; Entonces me tranquilizaba diciéndome que esa era la causa de su comportamiento, su enorme excitación y la novedad de su aventura la llevaban a actuar mucho más libremente y el resto… había sido mi imaginación la que había añadido el halo de misterio; Esta explicación me valía hasta que de nuevo detectaba algún leve matiz en gestos habituales suyos, algo tan subliminal que solo me dejaba una vaga sensación de amenaza difícil de expresar.

Aquella intensa sensación de alarma al no acabar de reconocer a Carmen me dio qué pensar durante muchos meses después, fue algo que se siguió repitiendo esporádicamente aunque cada vez con mayor frecuencia y a lo que acabé casi acostumbrándome.

  • "¿A qué huele tu mano?" – insistí una vez más sin dejarme llevar de la sensación que me alarmaba, Carmen dejó que aquella sonrisa, provocativa y vulgar terminara de nacer en su boca, una sonrisa indecente, casi sucia.

  • "A polla" – arrastró las palabras como si me las lanzase a la cara, mi cuerpo se tensó al escucharla, mantenía sujeta su mano lacia en mi nariz y cuando noté que dejaba de estar relajada y ganaba tensión la solté, Carmen no la apartó de mi rostro – "¿te gusta, eh?" - ¡cómo podía sonar su voz tan diferente?

  • "Si…" – tartamudeé – "¿cuándo?…"

Carmen apartó su mano y la olfateó con descaro, aspiró profundamente y sus ojos se entornaron.

  • "mmm… ¿cuándo le cogí la polla? ¿eso quieres saber? Cuando me tenía ya loca, con sus dedos dentro de mi coño, sin parar de moverlos, me tenía… no paraba de botar en el sillón mientras me mordía las tetas…"

El asombro ante su forma de expresarse me tenía desconcertado, ¿desde cuándo Carmen hablaba así? Jamás, por muy excitada que estuviera, había llegado a emplear un tono tan vulgar, jamás empleó antes un lenguaje tan obsceno que iba más allá de una premeditada exageración para excitarme.

Abrió los ojos y me miró sin apartar sus dedos de la cara, su expresión era lo más lascivo que jamás había visto en ella, parecía otra persona, era otra persona, el placer que me producían sus palabras quedó en un segundo plano ante el estupor que me asaltaba, ¿cómo podía hablarme así? Si estaba intentando excitarme lo había conseguido con creces.

Pero no, una sensación de inseguridad dominaba sobre cualquier otra, una sutil desconfianza ante esa mujer cuyas reacciones no podía prever me provocaba una desagradable sensación que me desconcertaba, ¿cómo podía hablarme así?

  • "…entonces, bajé la mano y la puse sobre su bulto, ¡joder, pegó un salto! No se lo esperaba, la tenía muy dura, al principio me sentí un poco rara pero enseguida se me pasó, él seguía moviendo su dedos dentro de mi coño y no me dejaba pensar demasiado, luego me dijo que le abriera la bragueta, joder, fue casi una orden…"

  • "¿Y obedeciste?" – me temblaba la voz, Carmen me miró, por un momento debió pensar que me iba a volver a correr, luego continuó.

  • "Si, obedecí, ¿cómo no hacerlo? Primero le toqué por encima del calzoncillo, lo tenía empapado, luego metí la mano por un lado, ¡casi se lo rompo! Lo primero que me encontré fueron sus huevos, me parecieron más pequeños, no sé, la bolsa estaba muy apretada, como cuando estamos en la bañera…" – sonreí, el ejemplo era tan infantil…

  • "¿Te gustó?"

  • "Mucho… mucho, si, mucho… luego fui subiendo y le cogí la polla, a ciegas la hubiera distinguido de la tuya, no es igual.."

  • "¿La viste?"

  • "Si, se desabrochó el pantalón y se la saqué" – Carmen temblaba.

  • "¿Se la sacaste… tu?" – me emocionaba su capacidad de afrontar aquella situación.

  • "Si, yo" – me miró buscando en mi rostro algún juicio, alguna valoración.

  • "¿Te gustó?"

  • "Es… preciosa…" – una expresión ilusionada iluminó sus ojos, de nuevo era ella, volvían sus expresiones, su forma de gesticular, sus manera de mirar, deseché las ideas absurda que habían enturbiado por un instante mi inmenso placer.

‘Preciosa", continué escuchándola mientras mi cabeza valoraba esa expresión, la polla de su amante merecía el calificativo de preciosa. Sus palabras seguían describiendo la primera polla que conocía desde que nos casamos, sus frases a veces venían cargadas de una inocencia adolescente, otras de una lujuria propia de una prostituta.

Me hizo salir de su interior para coger mi polla y con sus dedos indicarme la forma tan diferente de su glande, el tamaño, el grosor; Quedé de rodillas entre sus muslos, ella se incorporó y se quedó sentada en la cama con las piernas flexionadas, sus dedos recorrían mi palpitante miembro dibujando formas y tamaños, hablaba con un entusiasmo impúdico, extendió la palma de su mano y recogió mis testículos, dijo algo sobre su forma pero apenas la escuchaba, estaba concentrado en sus expresiones, en sus gestos; se sentía libre, sin complejos, sin ninguna traba moral para expresar al cien por cien lo que sentía, miraba mi polla palpitante, la tocaba pero en realidad era la verga de Carlos la que invocaba con sus gestos y sus palabras, yo lo sabía y la miraba extasiado mientras me dejaba utilizar de modelo para recordar formas, durezas y humedades de otro hombre.

Mi polla me dolía, estaba dura como una roca, la visión se me nublaba por momentos. Carmen cogió mis caderas con sus manos y me regresó a su interior al tiempo que se dejaba caer en la cama, luego volvió a llevar la mano a su rostro, deseaba seguir teniendo presente a su amante a través de su olor.

  • "¿Le hiciste algo más?" – apenas podía hablar la voz me temblaba.

  • "¿Quieres saber si se la chupé?" – su boca, medio oculta por sus dedos, volvió a sonreír mientras esperaba mi respuesta, me limité a afirmar con la cabeza mientras mi cintura aceleraba su ritmo, me miró con malicia y separó su mano del rostro para dejarme ver cómo su dedo índice desaparecía lentamente en su boca y lo saboreaba golosamente. – "No cariño, no se la llegué a chupar, no"

Cada nuevo gesto era una descarga de adrenalina en mi torrente sanguíneo, una dosis letal de placer que hacía que mis sienes palpitaran más fuertemente; Aquella frase… parecía arrepentirse de no haberlo hecho.

  • "¿Te hubiera gustado hacerlo?" – casi no podía hablar, el segundo orgasmo se precipitaba. Carmen me miró a los ojos con una expresión retadora que jamás le había visto.

  • "Si, supongo que si, no estoy segura, no era el mejor lugar… pero sí, me habría gustado probar a metérmela en la boca"

Temblaba, todo mi cuerpo temblaba como si estuviera muerto de frío, pero no era eso lo que me hacía tiritar sino la emoción brutal, jamás sentida, una emoción que nunca sospeché que pudiera existir.

Me noté palpitar dentro de ella, sentí los chorros de semen saliendo de mi abotargado miembro, escuché a mi garganta proferir un largo quejido, era yo quien se rompía de nuevo, era yo quien perdía la noción de la realidad mientras me hacía a la idea de que mi esposa…

Mi esposa, mi dulce niña había cambiado, como si una marca indeleble cruzase su cuerpo ya nunca jamás podría recuperar a la que fue hasta ayer; Una sensación de nostalgia, de irremediable final de una etapa me embargó.

Me tumbé a su lado.

  • "Sigue"

No se hizo de rogar, había perdido los pocos escrúpulos que le quedaban y hablaba de su aventura como si estuviese habituada a hacerlo, sus palabras brotaban sin censura, su mano derecha se dirigió a su sexo y comenzó a acariciarse mientras hablaba; Mas tarde, cuando su confesión casi llegaba a su fin y el orgasmo se anunciaba en el incipiente temblor de su cuerpo, le pregunté:

  • "¿Estuviste a punto de acostarte con él?" – esa era mi conclusión ante la entrega que suponía dejarse casi desnudar en un lugar público y abrir sus piernas para permitirle meterse en su coño.

Carmen me miró sin dejar de mover sus caderas sobre mí, su relato había proseguido tumbada a mi lado acariciándose suavemente el coño; Había recuperado su carácter, volvía a ser ella, fue como si durante unos minutos hubiera estado poseída por otra persona, pero en la medida que perdió el pudor inicial a contarme sus vivencias de aquella noche ganó en excitación y de un ágil salto, no recuerdo cuando, se montó sobre mí y desde esa postura dominante pensó su respuesta.

  • "Hubo un momento… que…" – se agachó hacia mi rostro, su tórax quedó pegado a mi pecho, su pelvis ondulante se elevó expulsando mi polla de su interior que se quedó golpeando entre sus nalgas, sentí como se formaba un cálido charco en mi vientre, inmediatamente echó una mano hacia atrás y la devolvió a su interior.

  • "Salimos del pub, íbamos a su hotel, pero… no pude…"

Me quedé paralizado, sentí la ausencia de un latido en mi pecho que por un instante me expulsó del mundo de los vivos.

  • "…Si hubieras estado tu también allí…" – no terminó la frase.

  • "¿Qué hubiera pasado?" – entornó los ojos, sus caderas volvieron a mecerse suavemente disparando el placer que le servía de vehículo para hablar más libremente.

  • "Si hubieras estado… habríamos follado los tres"

Mi pelvis se disparó sin mi mandato y Carmen gimió al recibir el golpe de mi polla en el fondo de su coño, su temblor se disparó y noté las intensas contracciones de su vagina que atenazaron mi rígido miembro y me dejaron incapaz de contener las palpitaciones que lo hincharon aun mas y, como si fuera una descarga eléctrica, recorrió todo mi cuerpo que se colapsó en un rígido espasmo congelado en el tiempo mientras de mi garganta se escapaba un estertor que acompañó el intenso gemido de Carmen; Me derramé de nuevo en su interior cegado por una intensidad que nublaba mi conciencia y me separaba del mundo por un instante.

  • "¿Entonces, quieres follar con él?" – habían pasado varios minutos en los que descansamos el uno sobre el otro intentando que la pérdida de dureza de mi polla no la deslizase fuera. No dejaba de pensar que su primera reacción cuando Carlos le propuso ir al hotel fue aceptar, una profunda sensación de riesgo disparó mis hormonas.

Carmen se había derrumbado sobre mí, tenía su rostro perdido en mi cuello, volví mi cara lo que pude para mirarla, ella, casi de reojo se enganchó a mis pupilas

  • "¡Si!" – su voz se transformó en un suspiro, en un ahogado gemido al pronunciar esa trascendental palabra, su coño reaccionó estrangulando mi polla recordándole que aun tenía tarea por hacer.

Dejé caer la cabeza en la almohada y sonreí abiertamente mientras mi mirada se perdía en el techo, era pura felicidad lo que sentía. No pronuncié ni una sola palabra pero mi rostro debió ser lo suficientemente expresivo como para que Carmen leyera en él mis pensamientos, una tierna sonrisa comenzó a dibujarse en su cara. Reanudó el movimiento ondulatorio de su cintura y se incorporó para seguir follándome, es incansable pero aquella noche pareció no saciarse en ningún momento, mi polla entumecida había perdido rigidez pero se mantenía gruesa dentro del estrecho canal que la masturbaba.

  • "Dime una cosa" – dijo interrumpiendo los planes que mi mente estaba ya construyendo; la miré esperando su pregunta. -"¿Estás seguro? Hemos hablado de esto mil veces, nos hemos echado unos buenos polvos imaginando que follaba con él, pero no es lo mismo fantasear que verme haciéndolo" – la escuchaba intentando adelantar una respuesta a lo que sabía que me iba a plantear" – "Necesito saber si sigues pensando igual; Anoche dije algo que te hizo creer que nos habíamos acostado..."

  • "Ya se" – la interrumpí – "fue cuando te pregunté ‘¿hasta dónde? y dijiste ‘todo’"

  • "Si, eso es; Te tenías que haber visto, cariño, pusiste una cara de… terror y de pena…" – de nuevo la interrumpí, recordaba el momento y creía saber por qué había mudado mi expresión en ese momento.

  • "Me gustaría estar contigo en tu primera vez, eso fue lo que me hizo tener una sensación de pérdida, solo fue un instante, cuando folles con él será un momento irrepetible y quisiera estar a tu lado"

Carmen sonrió con ternura y me acarició la mejilla.

  • "Mi niño grande, ¿sabes que te quiero?"

Sonreí por toda respuesta, claro que lo se pero necesitaba escuchárselo decir; seguía moviéndose sobre mí pero ahora el ritmo era más lento y el pico de excitación había dejado paso a una suave caricia recorriendo toda mi polla que, sin recuperar del todo su dureza, reaccionaba y se dejaba hacer sin prisas.

  • "¿Sientes que te has perdido algo hoy?"

¿Qué decirle que no le doliera? ¿Cómo hacerlo para que me creyera? Decidí ser sincero, no tenía ninguna opción de fingir ante la persona que mejor me conoce.

  • "Es inevitable cariño, estoy feliz, me vuelve loco que hayas sido capaz de… pero no puedo evitar una sensación… no sé cómo definirla; sé que es una tontería, lo sé, es… me hubiera gustado verte, eso es" – a medida que mi vacilante discurso avanzaba entre titubeos una expresión de pena comenzó a nacer en su rostro y me apresuré a cortar de raíz aquella tristeza

  • "Cielo, me entusiasma que lo hayas hecho, lo sabes, sabes que es lo que quería, no te preocupes, de verdad, estoy bien, estoy…. genial, pero son cosas que se sienten a pesar de todo, no lo puedo evitar pero no me quita ni un ápice de felicidad, es como cuando hicimos el curso de buceo ¿recuerdas?, estábamos decididos, aun así teníamos miedo de que pudiera suceder algo que se escapara a nuestro control"

Carmen asentía con la cabeza, estaba tan hermosa sobre mí que hice un esfuerzo para poder desarrollar mi argumento sin perderme en su desordenada belleza tras una noche de intensa lujuria; Su melena enredada caía sobre su rostro ocultándome a veces su mirada cargada de sensualidad, su pelo se mecía al ritmo de sus caderas, apoyaba sus manos a cada lado de mi cuerpo y la tensión marcaba con claridad el nacimiento de sus pectorales que, a la altura de sus axilas, se mostraban como dos franjas que tiraban de sus deliciosos y breves pechos; Sus pechos, obsesión de mis dedos y de mis ojos, apenas se balancean como los de otras mujeres; vibran, su dureza les impide oscilar blandamente; "Flanes" le digo al oído alguna vez cuando vemos pasar alguna chica cuyos pechos se balancean como globos llenos de agua; Ella no. Al caminar por la playa en top less clava los talones en la arena a cada paso y transmite una vibración a sus pechos que reclama la atención de todo el que se cruza con nosotros. Me tuve que concentrar para no perder el ritmo de mi discurso.

  • "… incluso tras la primera clase práctica, cuando buceamos a media profundidad, ¿no recuerdas como aquella noche nos planteamos los posibles riesgos?" – me animaba descubrir la gran similitud de ambas situaciones, era una metáfora no prevista que a medida que la desarrollaba mostraba su gran paralelismo con lo que estábamos viviendo ahora – "Es más o menos lo que nos está pasando amor mío, me siento… más feliz que nunca, excitado, emocionado, contento, deseando que…" – detuve la frase antes de terminarla, no quería quemar etapas – "pero al mismo tiempo miro lo que está por venir y, aunque lo estoy deseando, siento la misma prevención que cuando me planteaba bajar a una profundidad para la que no sabía si estábamos preparados"

Me escuchaba atentamente, sin dejar de moverse sobre mí, esparciendo sobre mi pubis con cada aleteo de su cintura su flujo mezclado con mi semen; cuando terminé siguió mirándome unos instantes, luego hizo la intención de hablar, se detuvo como si no hubiese acabado de procesar sus pensamientos y por fin comenzó.

  • "A mí me pasa lo mismo, esta tarde, a veces era como si no fuera yo, unas veces me sentía…" – sonrió recordando algo y exhaló vaciando sus pulmones – "libre, más libre que nunca, como si nada importase, como si no tuviera que dar cuentas de nada, ya sabes, como los niños que no se paran a pensar más allá del momento y se dejan llevar del impulso que tienen en ese instante, como si no existiese nada aparte de ese momento…" – hablaba con decisión, había encontrado las palabras adecuadas que expresaban mejor sus sentimientos y quería compartirlo conmigo – "…era como esa sensación de despreocupación y poder que te da el alcohol, ya sabes…" – asentí con la cabeza, estaba expresándolo perfectamente, abusaba de esa coletilla muy suya, ‘ya sabes’, que delataba su emoción al hablar de aquello – "…otras veces me asaltaban las recriminaciones, las culpas, ‘esto no se hace’… ya sabes" – miró al frente pensando – "La frase que mas me venía a la cabeza en esos momentos era ‘¿pero qué estás haciendo?’ – la miré a punto de intervenir pero me sonrió dándome a entender que sabía lo que iba a decir – "ya sé, ya sé, la figura del padre interiorizada, si"

Se dejó caer sobre mí cuidando de moverse de manera que mi polla no escapase de su interior, luego continuó, acariciando mi cuello con la respiración que acompañaba a sus palabras

  • "¿Sigo siendo la misma para ti? ¿no he perdido algo ante ti? Anoche cuando estaba llegando pensé que las cosas habían ido mucho más lejos de lo que yo preveía y no estaba segura de no haber cometido un error para nuestra pareja, no sabía cómo reaccionarías.

  • "Amor, cuando llegaste anoche y te besé, pensé que tu boca acababa de besar a Carlos ¿crees que mi beso fue el de alguien dolido, herido, humillado?

  • "No lo parecía, no" – dijo bromeando, acaricié su pecho que se aplastaba sobre el mío

  • "Estos pechos que me vuelven loco venían bañados en la saliva de Carlos" se estremeció al escuchar mi frase – "y solo de pensarlo me sube una emoción por todo el cuerpo… que me dan ganas de gritar" – se apretó a mí y dejo que sus labios se adelantaran mínimamente para besar mi cuello.

  • "Aun estoy emocionada, me cuesta creerme que haya sido real"

  • "Ha sido real amor mío y te vas a acostar con él, ¿lo sabes verdad?"

Carmen quedo en silencio, le concedí unos segundos pero no era capaz de pronunciarse, imaginé la batalla que se libraba en su interior, ahora no se trataba de poner en palabras una situación imaginaria; Estiró las piernas con cuidado de no expulsarme de su coño y quedo tumbada sobre mí, su peso descansaba en mi cuerpo y me hizo sentirla más mía.

  • "¿Quieres hacerlo?" – mi pregunta era directa, no admitía ambigüedades, Carmen tenía la mirada perdida en mi pecho, sus dedos bajo la manta acariciaban mi tetilla, tras unos segundos interminables volvió sus ojos hacia mí.

  • "Si" – estaba emocionado, la besé una y otra vez, ya no era una fantasía, el momento deseado podía suceder pronto, muy pronto

  • "¿Estás segura?"

  • "¡No, claro que no! Y no me digas que tu lo estás porque no es cierto" – sonreí ante su vehemencia y la estreché aun mas.

  • "Es cierto, debemos ir sin objetivos rígidos, plantearlo como una posibilidad a la que estamos abiertos si las circunstancias nos llevan a ello pero que, si no ocurre, no nos haga sentir…"

  • "¿Fracasados?" – ella terminó mi frase mientras yo buscaba la palabra adecuada.

  • "No es esa la palabra, esto no es un concurso"

  • "Quería decir frustrados" - matizó

  • "Mejor: frustrados"

  • "Eso te lo tienes que decir a ti mismo, amor, tu eres el que puede sentirse mal si no termino follada" – me volvió a sorprender, su lenguaje se tornaba mas explicito por momentos, prueba de la excitación que le provocaba estar planeando su inminente entrega a Carlos.

  • "Te equivocas Carmen, ¿cómo puedes pensar eso de mi?" – le reproché sin poder disimular el disgusto que me producía el retrato egoísta que nacía de su frase- "Si no sucede será porque no será el momento, ante todo quiero verte bien, relajada, convencida y disfrutando"

Se removió sobre mí y me beso en la cara, no dijo nada pero entendí que se disculpaba de aquella absurda idea.

  • "Vamos a comer juntos hoy, intentaré sonsacarle sobre lo que habéis hecho esta noche, quizás la conversación derive hacia lo que quiere de ti, entonces, si te parece, lo llevaré a nuestro terreno" – Carmen me interrogaba en silencio – "un trío, le diré que tu nunca te acuestas con alguien la primera vez sola"

  • "Eso de presentarme como una ninfómana que se folla a todo el que se le pone por delante fue un error" – se refería a la supuesta orgía de Sevilla.

  • "Fue idea tuya cariño y me encantó; Tampoco aparentas ser una ninfómana, si no, te lo habrías follado esta noche, no?" – se incorporó sobre sus codos, retiró un mechón que le impedía verme y me miró traviesa.

  • "¡Ganas no me faltaron!" – le di un azote y peleamos bajo el edredón unos segundos, protesto mimosa cuando mi polla agotada la abandonó, nos quedamos tumbados el uno frente al otro.

  • "¿Tenías muchas ganas?" – dejó de pelear y me miró con cierta timidez en su rostro

  • "Si, muchas"

  • "Es la primera vez, ¿verdad?" – no pareció entender – "si, la primera vez que te permites reconocer que quieres follar con él" – bajó los ojos.

  • "Si, hasta ahora… lo había rechazado"

  • "Pero anoche no lo rechazaste"

  • "¡No me acosté con él!"

  • "Ya, por otras razones, pero no rechazaste la idea de follar con él"

  • "No, no tuve las dudas y la tensión de otras veces, allí en Sevilla"

  • "¿Lo pensaste allí?" – parecía haber sido descubierta en falta.

  • "Bueno… si, aquella noche… hubo veces que se me pasó por la cabeza que podía suceder"

  • "Voy intentar ponértelo en bandeja cariño, este mediodía le voy a conducir como un corderito a nuestra cama"

  • "Aquí no, se daría cuenta de que estamos casados" – la mentira le dolía, pero esa frase desvelaba algo más: aceptaba mi plan para que se pudiera acostar con él, daba por hecho que iba a suceder ya.

Busqué su boca y la besé, se estaba despertando en mi la necesidad de poseerla, cada sensación que me transmitía el contacto con su cuerpo era una llamada a la acción más primaria, se abrazó a mí con una intensidad que la desbordaba, se giró hasta situarse de nuevo sobre mi, ¡Dios, aún quería más! Comencé a mover la pelvis, ella separó un poco las piernas que colgaban a cada lado de las mías y guió mi renacida polla ayudándome a profundizar en su cálido coño.

  • "No hay dos sin tres" – bromeé mientras mis manos recorrían el suave valle que me conducía a sus nalgas.

  • "Cielo, has perdido la cuenta" – me dijo traviesa.

Era ella, la misma de siempre, con sus bromas seductoras, su sensualidad a flor de piel… ¿cómo había podido imaginar que, por un momento de placer prohibido, había cambiado hasta el punto de parecerme una extraña?, me dije a mi mismo buscando la seguridad que había perdido antes.

Atrapé sus firmes nalgas con mis manos y las separé amasándolas, gimió, fue un sonido apenas perceptible que encendió no se qué conexiones en mi cerebro que imprimieron un nuevo brío en mi cintura, uno de mis brazos se estiró al límite para conseguir que la yema del dedo medio alcanzase su apretado esfínter, lo acaricié con suavidad, era mi futura meta, tan deseada y tantas veces aplazada por temor a dañarla; Carmen respondió arqueando la cintura, ofreciéndome su culo, sin dejar de moverse al compas que marcaban mis riñones, Llevé aquel dedo a mi boca y lo empapé, apenas dos segundos tardé en volver a su ano que se frunció automáticamente al contacto con mi dedo, unos breves y repetidos golpecitos le hicieron habituarse y dejó de encogerse cuando lo acariciaba, la saliva facilitó el transito a su interior, solo la punta del dedo, la pequeña primera falange reptó como un animalillo y se escondió en el estrecho agujero, atrapado por el poderoso músculo que se contraía con cada movimiento del intruso, Carmen comenzó a jadear.

  • "¡Qué ganas le tienes!" – dijo con su voz más sensual.

  • "Algún día te daré por culo" – le dije al oído, se frotó contra mí al escucharme

  • "¿Tu y cuántos más?" – jugaba conmigo, sabe como provocarme y usaba sus armas implacable.

  • "¿Aun quieres más? Llevas… dos polvos, o tres, ¡yo que sé! y vas a por otro, me vas a exprimir hoy"

Sonrió, su sonrisa se transformó en un breve golpe de risa, estaba satisfecha, feliz, pero yo había iniciado un argumento que no quería dejar escapar.

  • "Eres incansable, acabarás por agotarnos a los dos en una sola tarde"

  • "Y alguno más que hubiera" – su broma mostraba lo orgullosa que se siente de su sexualidad, era pura vanidad disfrazada, es consciente de su capacidad de sentir y producir placer.

  • "Vuelves a tu más antiguo deseo ¿recuerdas?" – aludí a la fantasía que años atrás le había hecho confesar, escenas en las que se veía en una cama recibiendo uno tras otro a desconocidos que se limitaban a follarla y luego se iban – "¿Cuántos eran, diez, veinte?"

  • "¿Aun no me he follado al primero y ya estás pensando en eso? Confórmate con uno" – su voz comenzaba a sonar con dificultad, el ritmo de sus caderas se había intensificado, la escena que describía me enervaba pero mi cuerpo no respondía.

  • "Todo se andará" dije yo

Estaba agotado, aun no me había recuperado y Carmen lo notó, me besó en la boca y, sin mostrar ningún reproche se tumbó a mi lado, con una delicadeza extrema me descargó del fracaso de aquel último intento.

  • "Estoy agotada, no puedo más" – mentía, estaba preparada para un nuevo polvo, se había mantenido toda la noche en el límite del orgasmo, dejándolo desbordarse en determinados momentos y controlándolo en otros pero sin abandonar ese espacio de alta intensidad sexual en el que se mueve cuando hacemos el amor y que la lleva a sucumbir al orgasmo dos y tres veces seguidas.

…

Una leve vibración en mi costado me sacó del letargo en el que me había hundido, no sabía el tiempo que llevaba dormido, Carmen se masturbaba a mi lado, en silencio, cuidando de no despertarme; fingí seguir dormido y disfruté de su respiración agitada que ocultaba gemidos retenidos, me enamoré un poquito más de esa tremenda mujer incapaz de quedar satisfecha tras toda una noche de sexo. Y me excité preguntándome quién sería el estímulo para aquellos dedos que frotaban su clítoris cada vez con más rapidez, ¿Carlos o yo? ¿Acaso los dos?

Sus dedos se detuvieron, su cuerpo se puso rígido, dejó de respirar durante unos segundos bloqueando así el grito que seguramente pugnaba por salir de su garganta, Cuando su cuerpo se relajó volví mi cabeza hacia ella, no se sorprendió

  • "Estas despierto, lo sabía" – ambos nos sonreímos con ternura

  • "¿Mejor ahora?" – asintió con la cabeza entornando los ojos.

  • "¿Y… el protagonista…" – quería provocarla, si, pero también quería saberlo.

  • "¡Mira que eres malo!" – no aparté mis ojos de ella y tuvo que continuar – "tu… Carlos…" – hizo un gesto con la mano que daba a entender un largo etcétera.

  • "¿Tantos?" – sonrió en silencio.

Se acomodó en mi hombro pegada a mí, su brazo rodeó mi estomago, su respiración recuperaba el ritmo tranquilo; mi mirada estaba perdida en el techo que, como una blanca pantalla me devolvía las imágenes que mi mente había creado escuchando a Carmen, durante unos minutos las escenas de agolparon en mi mente; Era real, había sucedido.

Miré el reloj de la mesita, las cuatro de la madrugada, estábamos agotados pero ninguno de los dos podíamos conciliar el sueño, seguíamos abrazados como si la más mínima distancia entre nosotros nos estorbase.

  • "Apaga la luz" – me dijo Carmen somnolienta, eché mi brazo hacia la mesilla y apagué la lámpara.

  • "Buenas noches cielo, intenta descansar un poco"

  • "Buenas noches, te quiero" - musitó.

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