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Diario de un Consentidor (8)

en Intercambios

Me quedé con el teléfono en la mano sin reaccionar. De Carlos me podía esperar algo así, lo que me dejaba fuera de juego era que Carmen hubiera aceptado salir con él, ¿Qué habría hecho Carlos? ¿Cómo se habría propasado?..

…

Carmen se estaba terminando de secar el pelo cuando sonó el teléfono de la habitación, salio del baño y lo cogió

"¿Si?"

"Buenos días" – enseguida reconoció la voz de Carlos, no pudo evitar que una sensación de desasosiego la invadiera; Era una tontería, pero estaba desnuda aun y el hecho de hablar con él la inquietó, como si pudiera adivinarlo.

"Buenos días, ¿Cómo es que me llamas?"

"Estoy abajo, en recepción, esperaba que quisieras desayunar conmigo" – Carmen sintió los nervios apoderarse de su estómago

"¿Qué haces aquí?" – su tono era serio, como si hablase con un chiquillo encaprichado

"Me apetecía volver a pasar un rato contigo, charlando, tomando un café y una tostada, luego me voy al curso y ya ves con que poca cosa me harías feliz" – ella miró la hora

"¿No deberías estar ya en el curso?"

"Estoy haciendo pellas por ti" – una sonrisa brotó espontánea en su rostro, resultaba ingenuo, casi infantil

"Solo un café y te vas ¿de acuerdo?" – se debatía entre negarse o permitirle cortejarla de nuevo, esa sensación le gustaba. Sabia sus deseos, sus intenciones y eso le concedía una carga de morbo extraordinaria a esa cita.

"Prometido" – su voz sonó alegre.

"Aun tardaré, me estaba secando el pelo cuando has llamado"

"¡Un millón por verte a través de la cerradura!" – Carmen sonrió de nuevo, un comentario se le vino a la cabeza pero lo desechó; Y sin saber cómo, se encontró pronunciándolo.

"No estoy presentable" – coqueteaba, de nuevo coqueteaba

"Seguro que si, recién salida de la ducha, ¿me equivoco? – Carlos quería jugar, intuía la buena disposición de Carmen.

"No te equivocas" – un cosquilleo de placer acompañó esa frase.

"Sigo adivinando: seguro que la única prenda que llevas es… una toalla en la cabeza"

"¿Y como quieres que me seque el pelo con una toalla en la cabeza?" – dijo divertida.

"Mucho mejor, entonces la única prenda que llevas es… el secador de pelo en la mano" – Carmen disfrutaba con ese juego morboso.

"Aciertas de nuevo" – al declararse desnuda, un brote de placer nació en su vientre y se extendió por toda su piel erizándola.

"¿Ves como si estabas presentable? Maravillosamente presentable" – Carmen se obligó a cortar la conversación.

"Venga, si no me dejas no voy a acabar nunca"

"Te espero en el hall"

Carmen colgó y marcó mi número en su móvil, pero no llegó a llamar. Pensó que lo único que iba a conseguir era ponerme nervioso y desconcentrarme; Dejó el teléfono y entró de nuevo en el baño donde se terminó de secar el pelo, estaba nerviosa y aunque se decía a si misma que no había motivo, no podía controlar su ansiedad. Dudó sobre qué ropa ponerse, primero eligió una falda vaquera y una camiseta roja, busco una braga y un sujetador y cuando se lo puso se miró al espejo, pero algo no le cuadraba, se deshizo de la ropa interior y busco un tanga y un sujetador muy ligero, cuando se puso la camiseta y la falda, pensó que iba demasiado corta y eligió un pantalón pero antes de terminar de abrochárselo se lo quito arrojándolo al sillón y volvió a ponerse la minifalda. Se miró al espejo y se sentó en la cama para ver hasta donde se le subía.

"¿Pero qué me pasa?, ¡parezco una colegiala!" – exclamó en voz alta.

Se quito el sujetador y miró el efecto de la camiseta sin él, era demasiado, no podía salir así, ¿cómo se le había ocurrido? Volvió a ponérselo y cambió el tanga por una braga recriminándose haberlo elegido, Carmen era un manojo de nervios.

Al fin, salio de la habitación con la mini vaquera, unas sandalias de tacón, la camiseta roja y un bolso a juego.

Cuando llegó al hall, Carlos se levantó, Carmen avanzo hacia él viendo su mirada de deseo y admiración, le gustaba esa sensación, no podía evitarlo, le gustaba sentirse deseada, le gustaba jugar ese papel de mujer liberal, infiel, descaradamente libre.

"Mereció la pena la espera, estás impresionante" – Carmen sonrió ante el halago y se acercó para darle un beso, él la tomó de la cintura e hizo un quiebro que la obligó a variar la posición de su rostro, entonces la besó brevemente en los labios.

"No vuelvas a hacerlo" – dijo intentando ocultar su azoramiento tras una mascara de frialdad, comenzó a caminar hacia la salida del hotel, esperaba que nadie de la recepción hubiera visto aquello.

"Necesitaba hacerlo, aunque sea lo ultimo que haga en la vida, tenia que probar esa boca" – era un adulador, Carmen lo sabia pero no podía ignorar el efecto de sus frases, intentaba sentirse ofendida, pero no lo consiguió.

"No me gusta que me engañen"

"Yo nunca te he engañado Carmen, desde el principio nunca te he ocultado lo que siento por ti"

Salieron mientras tanto del hotel, Carmen no quería permanecer allí, donde ya nos conocían.

"Te voy a llevar a desayunar a un sitio que te va a encantar"

"No tienes mucho tiempo, tienes que volver al curso"

"A la mierda el curso, prefiero mil veces estar contigo"

"Un café, un ratito y nada mas, en eso habíamos quedado"

"De acuerdo, como tu quieras"

Carlos tenía el coche en la puerta del hotel, Carmen al verlo comenzó a plantear su negativa, no tenia ninguna intención de montarse en un coche con él. Estaba estacionado en plena zona prohibida y Carlos tuvo que discutir con un agente que al final le puso una multa y le ordenó retirarlo inmediatamente.

"Apárcalo y vuelve, te espero"

Carlos parecía desolado después de la reprimenda del guardia; Con la multa aun en la mano fue a replicarle pero se quedó sin palabras, parecía tan indefenso que Carmen no pudo por menos que sentir cierta ternura por él.

- "Vale, de acuerdo, pero no quiero ir muy lejos, por favor" - se sentó intentando cuidar que su estrecha falda no se subiera demasiado pero era tarea imposible, Carlos condujo por una amplia avenida y de vez en cuando sus ojos se dirigían a sus muslos.

"Atiende al trafico, no vayamos a tener un accidente" – le gustaba cada vez mas sentirse mirada como le miraba él. Solo deseo, no había nada mas, ni cariño, ni amor… puro deseo; Tampoco sentía peligro, Carlos era insistente pero no se sentía atacada.

Llegaron a las cercanías del parque y pronto consiguió aparcar; desde allí fueron caminando y charlando hasta el parque; Hacia una mañana fresca y agradable aun, luego llegarían las temperaturas agobiantes de aquel Julio extremadamente caluroso. Caminaban por una vereda entre acacias y flores cuando se rozaron sus manos, ninguno de los dos dijo nada ante ese roce fortuito pero al tercer encuentro de sus manos Carmen comprendió que ya no eran casuales; En el siguiente tropiezo Carlos la atrapó con suavidad, sin apenas apretar, Carmen se sorprendió, no esperaba de ningún modo que Carlos se atreviera a tanto, pero mas allá de la sorpresa, descubrió otras emociones que no esperaba; en ese momento hubiera bastado un leve movimiento de su brazo para que se hubiesen soltado; pero su cuerpo no reaccionaba a sus ordenes, en lugar de retirar la mano, le miró.

"¿Que estas haciendo?" – Carlos le sonrió con dulzura

"Tocarte, sentir tu piel, tu tacto, tu calor" – Carmen no entendía por qué no se soltaba, apenas la presionaba, podía sin ningún esfuerzo separar la mano y quedaría libre. Sabía lo que la Carmen de siempre debía hacer, de lo que no estaba tan segura es lo que haría esta otra Carmen, la casada infiel de viaje con su amante.

"¿No crees que te estás pasando?" – su voz no era convincente, no sonaba a enfado, ni siquiera a reproche.

"¿Por qué? ¿por llevar de la mano a una mujer hermosa a través del jardín mas bonito de la ciudad? – Carlos, al ver que ella no planteaba una resistencia firme, abrió su mano, que apenas rozaba sus dedos, y la extendió para abarcar toda la palma de ella.

"Estate quieto" – esa frase, nada mas dicha, le pareció ridícula, incoherente con el tipo de mujer que representaba, inmediatamente se arrepintió de haberla pronunciado. Carlos la enfrentó con su realidad.

"Tu eres la que está quieta, niña, apenas te sujeto, eres libre de soltarte cuando quieras… lo que ocurre es que no quieres ¿verdad?"

Carmen miraba al frente, sin hablar; Tenía razón, bastaba un movimiento y quedarían separados, pero no lo hizo, Carlos sonrió y apretó un poco mas su mano; Señaló con un dedo a una pareja que se les acercaba de frente a ellos

"Mira a esos que vienen hacia nosotros, seguro que piensan que somos pareja, quizás marido y mujer" – Carmen sintió alivio al pensar que aquello sucedía lejos de Madrid, en una ciudad donde no podía encontrarse con nadie conocido.

Seguía luchando, pensando que cuanto mas tiempo tolerara esa situación mas esperanzas le estaba dando a Carlos; pero aguantaba, solo quería saborear aquello un poco mas, solo un poco mas. El morbo era tan intenso como una droga.

Caminaron cogidos de la mano, charlando, Carmen tenía toda su piel sensibilizada y percibía el contacto con él de una manera extraordinariamente fuerte; De pronto Carlos dirigió su brazo hacia atrás arrastrando la mano de Carmen a su cintura, la abandonó ahí y subió su brazo hasta cogerla por los hombros, la mano de Carmen había quedado laxa, apenas rozando la cintura de Carlos, mientras tanto él movía su dedo pulgar sobre su hombro desnudo, una pequeña caricia lenta y constante; Carmen sintió las palpitaciones de su corazón golpeando su pecho, tenia que decir algo, tenia que hacer algo, ¿por qué no se separaba de él? ¿Qué se lo impedía?

"¿No estás yendo demasiado rápido?" – se dio cuenta de la incongruencia que suponía esa frase al tiempo que no rechazaba su abrazo

"No cielo, ir demasiado rápido sería algo así" – se detuvo, la hizo volverse hacia él y la besó en la boca.

Se detuvo el tiempo, Carmen sabía que no debía dejar que sucediera, su cabeza le lanzaba mensajes de advertencia mientras percibía la presión en sus labios; Sintió la novedad, la diferencia de ese beso con respecto a los que ya conocía, los míos; Su mente iba a gran velocidad ¿cómo podía en ese momento, hacer comparaciones? Carlos acariciaba sus mejillas mientras la besaba y ella descubrió que sus manos, respondiendo a un gesto habitual hacía mí, se habían desplazado hasta abarcar su espalda, sin saber como, sin saber cuando.

Carlos terminó el beso y la miró a los ojos, muy cerca, Carmen apenas pudo murmurar

"Carlos, no…" – pero de nuevo sintió sus labios en su boca y se dio cuenta de que esta vez no solo se estaba dejando besar, estaba besándole; sus manos que parecían moverse solas acariciaban su espalda..

Fue todo tan breve y a la vez tan intenso… de pronto recuperó la cordura y se separó bruscamente

- "Carlos, basta, por favor"

Bajó la cabeza, evitó mirarle y comenzó a caminar al mismo paso lento que habían llevado hasta entonces

"Carmen, Carmen, ¿Qué sucede? Lo deseas igual que yo, dime que no es así y no te molestaré mas" – apenas le escuchaba inmersa en sus propias contradicciones, sintió como Carlos volvía a coger su mano y lo rechazó pero no se dio por vencido y volvió a cogerla, esta vez Carmen no opuso resistencia, se debatía entre sus deseos, que la inducían a dejarse llevar, y su sensatez que le pedía que detuviese aquello; En medio de esa batalla, aparecían en su mente mis palabras mis deseos, mis presiones para que disfrutase, ‘sorpréndeme’ le había dicho, lo recordaba bien y pensó que desde luego me iba a sorprender, mucho

"Eres la mujer mas hermosa que he conocido jamás, pero si solo fuera eso… es que además eres inteligente, simpática, ingeniosa, tienes clase y emanas sensualidad, tienes una manera de entender el sexo, las relaciones… eres perfecta Carmen" – Carlos describía a una mujer con la que apenas se identificaba, pero se sentía tan halagada… Cada vez se encontraba mas indecisa, menos decidida a perder ese momento dulce en el que se sentía tan deseada, tan valorada, mil excusas surgían en su mente para demorar el instante en el que inevitablemente tendría que detener el avance de Carlos.

Pensaba que no había ocurrido nada que no pudiese parar, tan solo unos besos, tan solo unas manos unidas, no era nada, apenas nada; Esa era su excusa para dejarse llevar por el placer inusual que le provocaba aquella situación, caminando al lado de Carlos cogida de su mano, aun percibía en su boca el contacto de sus labios, tan diferentes, otra vez esa loca idea, ese beso le había sabido diferente, ni mejor, ni peor, diferente: nuevo.

Quizás ahí radicaba la cuestión: la novedad; En nuestro matrimonio no ha surgido el cansancio ni la monotonía; la rutina no se ha instalado en nuestras vidas, pero la novedad de aquellos besos, la sensación nueva de sentirse mujer y no esposa frente a los hombres le provocaba unas emociones fuertes, mas fuertes de lo habitual; recordó que ese había sido mi razonamiento la tarde anterior.

Carlos seguía hablándole, intentando seducirla con sus palabras aunque apenas le escuchaba ensimismada en estos pensamientos; Volvió a tomarla por los hombros y no percibió ninguna reacción de rechazo en ella entonces tomo de nuevo su mano y la llevo a su cintura y al comprobar que se dejaba hacer la estrecho hacia él. Carmen intentaba encontrar los argumentos que pudieran ser válidos para la mujer que se suponía que era, si no había tenido inconveniente en acostarse con los amigos de Sevilla, incluso de pasar la noche con ellos ¿Qué argumento le podía dar a él para no hacer lo mismo? Sentía su estómago en tensión por los nervios, su atención se concentraba en los estímulos que representaban algo nuevo: el contacto de la mano en su hombro, el leve choque de las caderas al andar, el tacto de la cintura de Carlos en su mano…

Habían llegado a una terraza y se dirigieron a una mesa alejada del kiosco, se sentaron uno al lado del otro, ella a su izquierda, Carmen cruzó las piernas fracasando en el intento de que su falda se mantuviera cubriendo sus muslos y de nuevo Carlos tomó su mano entre las suyas, Carmen le miró a los ojos, pero no encontró nada que decir, le preocupaba frenar aquello, deseaba que no acabase nunca pero el tiempo jugaba en su contra, sabía que Carlos no se detendría ahí, cuanto mas tardase en pararle mas difícil le resultaría. El no podía interpretar su conducta sino desde la mujer que creía tener enfrente: Liberal, sin prejuicios…

En ese momento se acercó el camarero, antes de que pudieran pedir sonó mi llamada en su móvil, mientras hablábamos Carlos pidió dos cafés y unas tostadas.

Carmen se levantó para continuar nuestra conversación y cuando acabamos regresó a la mesa; Mis palabras resonaban en su cabeza: ‘disfruta… y luego me lo cuentas’, pensó que nada le impedía dar rienda suelta a su deseo, dejarse seducir, probar el placer prohibido… yo no era un obstáculo, al contrario, parecía animarla sin reparar en las consecuencias; Pero no estaba tan loca, ella si pensaba en las consecuencias, además tuvo que reconocer algo que no había querido ver hasta ese momento: ella, la mujer autosuficiente, con carácter, autónoma, se sentía frágil e insegura sin mi a su lado.

"¿Era Mario?" – preguntó Carlos, ella afirmó con un gesto – "¿Le has dicho que estabas conmigo?"

"No hizo falta, lo imaginaba" – Carlos sonrió moviendo al cabeza.

"No para de sorprenderme" – se volvió hacia ella, mirándola como si intentase captar hasta el más mínimo detalle de su cuerpo, Carmen se dejó mirar, disfrutó de ese momento, libre de prejuicios veía como los ojos de Carlos dibujaban su figura. Seguía sus derroteros, notaba sus largas paradas en sus muslos o en sus pechos. Y ella lo percibía casi como una caricia. ¡Que distinta parecía! Apenas unos días antes y se hubiera sentido violenta en esta situación.

"¿Qué tengo que hacer?" – Carmen no entendió el alcance de la pregunta que Carlos acababa de lanzar y mostró su extrañeza arqueando sus cejas – "Dime, ¿Qué tengo que hacer para que me quieras un poquito? – Carmen sonrió.

"Tu no buscas que te quiera"

"El roce hace el cariño, podemos empezar por rozarnos" – alargó su mano hasta que las yemas de sus dedos índice y medio rozaron su muslo siguiendo el borde de su falda, Carmen de nuevo sintió esa incapacidad para hacer que su cuerpo obedeciera las ordenes que le llegaban de su mente, quería moverse, alejarse de esa mano, decirle que se detuviera y sin embargo estaba muda, quieta, sintiendo ese roce en su piel desnuda, sabiendo que ese silencio era una señal inequívoca para Carlos que deslizaba muy lentamente sus dedos apenas rozando su piel, dibujando el limite marcado por la falda, Carmen estaba sentada a su izquierda y había cruzado su pierna derecha sobre la izquierda, el deambular de los dedos de Carlos inevitablemente acabaron despeñándose al muslo izquierdo.

Apareció el camarero con los cafés y las tostadas y Carlos finalizó la caricia; Mientras preparaban las tostadas Carlos le dijo

"Luego me acercaré al curso, quiero proponerle a Mario que salgamos a cenar esta noche, pero antes quiero contar con tu aceptación" – Carlos había dejado los cubiertos en el plato y de nuevo dirigió su mano hacia el muslo de Carmen que fijó su mirada en el avance de la mano, Carlos se detuvo a escasos centímetros de su piel y se cruzaron sus miradas.

"Dime que no avance mas"

"Ya sabes que no debes avanzar mas"

"No es eso lo que te he dicho" – Carmen dejaba pasar los segundos y con cada uno de ellos que se perdía en su silencio declaraba a gritos lo que su cuerpo le pedía. Una tortura que no debió durar mas de cinco segundos pero que Carmen vivió como una eternidad, con los ojos de Carlos clavados en lo suyos, sin emitir una sola palabra, hasta que sintió la cálida palma de su mano posarse en su muslo, sus ojos no se desviaron, se miraban en silencio mientras sentía como los dedos presionaban aleatoriamente, como un pianista ejecutando una pequeña fuga.

"¿Qué me estas haciendo Carmen?" – su mano se movía con suavidad, lentamente, recorriendo pequeñas distancias desde el borde de la falda hasta la rodilla, palpando, capturando cada sensación, Carmen se decía a gritos a si misma ‘acaba con esto ya, detenlo’ pero seguía paralizada siendo casi una espectadora de los acontecimientos, viviéndolos desde dos perspectivas como si estuviese fuera de si misma observándose.

"Voy a besarte" – si Carlos lo hubiera intentado sin decírselo quizás su reacción instintiva lo hubiera detenido, pero de esta forma la hacía consciente de su intención y, por alguna razón que no podía entender, eso la impedía actuar como lo habría hecho impulsivamente.

Le vio acercarse, le vio mirarla a su boca mientras se acercaba y cuando sus labios se unieron supo que el mayor peligro que la acechaba era ella misma.

Cuando sintió separarse los labios de Carlos abrió los ojos, aun le tenía cerca, sin pensarlo se adelantó y le dio un pequeño beso, y otro más, el primero que ella le daba, le resultó sencillo hacerlo, le sorprendió que le resultara tan sencillo.

"Debemos irnos" – Carlos se separó y señaló los platos sorprendido.

"Al menos acabémonos esto" – Carmen concedió con un gesto y desayunaron en silencio

"¿Por qué tengo la sensación de que si te pido que te vengas a mi casa ahora…" - Carlos dejó la frase inacabada, Carmen movía la cabeza negativamente – "En fin, al menos lo he intentado"

"Vámonos" - Carmen quería huir, un ahogo en su pecho, casi un malestar le impedía continuar allí, la culpa, el miedo a si misma, algo de vergüenza la atenazaban y todo ello se debió reflejar en sus ojos. él la miró con una cierta tristeza en su mirada.

"¿Llegaré a saber por qué?" – Carmen no contestó y él no insistió.

No, era imposible que llegase a saber por qué no se acostaba con él, no podía saberlo; Mientras terminaba precipitadamente de desayunar en silencio, pensó en el efecto que su negativa causaba en Carlos; ella, que la noche anterior había vivido una orgía con sus amigos le rechazaba ¿qué interpretación podía darle?; Se entristeció por él, no se merecía esto, pero no tenía elección; por primera vez se arrepintió de haber iniciado este juego en el que, de cualquier modo, alguien salía perjudicado.

Carlos la llevó hasta el hotel, charlando con ella como si no hubiese pasado nada, al llegar a la puerta se quedaron un segundo sin saber qué decir; fue Carlos quien rompió el silencio

"Ha sido un verdadero placer" – Carmen pensó una disculpa, pero le pareció fuera de lugar, entonces decidió compensarle de algún modo.

"Mi respuesta es si" – inmediatamente cayó en la ambigüedad de su frase y rectificó – "la cena, esta noche; por mi, de acuerdo… si es que está aun en el aire"

"Por supuesto, claro que si, hablare con Mario" – de nuevo un violento silencio hasta que Carlos comenzó a acercarse a Carmen, pero ella no se sentía bien y bajó la mirada retirándose, Carlos retrocedió.

Salió del auto y entró en el hotel evitando mirar a su alrededor.

Cuando cerró la puerta de la habitación tras de sí se quedó apoyada en ella, era como si de pronto se le hubiese quitado una venda de los ojos y ahora viese con claridad lo que hasta ese momento aparecía desenfocado ¿Cómo había sido capaz…? Las imágenes de lo sucedido la bombardeaban incesantemente y hacían crecer en ella una sensación de rechazo, vergüenza y rabia, se había dejado llevar de mis fantasías, no comprendía como se había dejado enredar de esa forma; Atravesó el pequeño pasillo negando con la cabeza y comenzó a dejar en la cama la ropa que se iba quitando, una vez desnuda entro en el baño y graduó el agua de la bañera. Al salir del baño, se cruzó con la imagen que le devolvía el espejo del armario; Un fogonazo la situó, tal como estaba, en otra habitación, con Carlos también desnudo tumbado en una cama, dispuesta a darse una ducha después de haber hecho el amor; Imaginó la rabia que sentiría, la vergüenza, la pena, la sensación de impotencia al no poder dar marcha atrás a lo sucedido… Alejó de su mente esas ideas y volvió al baño; dejó que el agua cayera abundantemente sobre su cuerpo, como si eso borrase de su piel el tacto de Carlos, de nuevo su imaginación la hizo verse enjabonándose para eliminar las huellas de su amante de sus pechos, de su sexo… ¿Cómo había sido capaz de dejarse besar?

Fue entonces cuando reconoció que ella también le había besado, no quería volver a recordar esa imagen pero no podía evitarlo, y revivió el momento en el que dejo de ser la mujer sorprendida por un beso robado, ese instante en el que fue ella quien se acercó a sus labios y le beso breve y repetidamente. Sintió un chispazo de placer que no deseaba, no quería esas imágenes, no las quería.

Pero cada vez que volvieron a su mente, el placer apareció, luego fue el recuerdo de sus dedos recorriendo el borde de su falda, cosquilleando su muslo, después fue la sensación de la mano tocando su mejilla mientras la besaba… no quería sentir lo que sentía, no quería.

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