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Ángel revelación (I: del trabajo a casa)

en Dominación

Aun me duelen las tetillas. Están duras y erectas, igual que todos los viernes en la mañana. Menuda costumbre la de ella, aunque esa es la noche mas excitante de la semana. Esta vez si que estoy caliente. No creo que pueda esperar hasta las 18:30 para volver a casa... Ya voy a ver con quién se metió ésta, ya voy a ver a quién ha dejado caliente durante todo un día, ya va ver ya va ver...

La imagino acercándose a mí, lenta y decidida, en ropa interior negra más unas exquisitas medias, que le dan ese toque siniestro, de depredadora... O acaso sea su mirada fija, su guante en la mano izquierda que se posa en la cintura tal cual modelo que se siente dueña de la situación. Una inclinación lenta y cautivadora que pone en evidencia sus pechos, que no alcanzan a caer, sujetados por aquellos sostenes que dejan ver, más bien imaginar el ya erecto pezón. Sus cabellos caoba, sus labios inimaginables y comienza...

Estoy de pie. Detrás... nuestra cama. Mientras se incorpora dice:

Ya estás listo.

Se ha fijado en mi erección. El pantalón no puede disimularla. Su mirada lo descubre todo.

Posa su mano en mi pecho, donde comienza el cuello, y empuja, se detiene... Caricias... Continua, empuja. Voy desde el comienzo hasta el fin de la cama, sube su mano y me presiona lentamente el cuello levantándome suavemente, pero con firmeza, hasta la altura de su mentón. Veo sus senos, que no me rozan, no veo sus ojos que me vigilan.

Su mano en mi nuca, mi rostro en su cuello -lo beso-, mi camisa en mi espalda vuelve a cerrarse, mis brazos están firmes en la espalda, casi inmóviles,- buena táctica la de esa noche, no lo vi venir y no lo imaginé -; sobre mis brazos apoyado en la cama la observo, su mirada y sus manos se posan en sus hombros, que contonea lentamente, tan lentamente como sus manos bajan hasta sus bragas, recorriéndolas por su borde superior, acariciando sus senos, dibujando su silueta.

Fuerza... Me levanto quedando casi a su altura, casi en sus labios... y su guante negro se posa en mi frente, deteniéndome. Se acerca, casi me besa, lame mis labios, y yo recuerdo:

NO, no lo haré, no dejare que muerdas mi lengua, no me gusta.

Su mano en mi nuca. Consiguió su beso. No me apasiono, pero si lo disfruto, mis labios, dolor, sangre, beso y amor en la herida y amor beso, dolor, sangre ahora en el labio superior...

Vamos, bésame con pasión

Contra la cama vuelve a besarme, dolor y sangre.

¿Te gusta más que te muerda los labios?. Pues no seguiré; recuerda hoy es la noche de todos mis caprichos. La tuya ya pasó...

Beso y por fin consigue el mordisco. Me duele y molesta, a ella le encanta. Muerde y retira lentamente haciendo presión -eso sí me gusta- , pero muerde nuevamente, al cabo de unos minutos su guante empieza a bajar, y en un suspiro estoy desnudo sólo con la camisa en la espalda, y aun así no termina de besarme, no termina de morderme. Está excitada, me acaricia, rasga y aprieta todo lo que esta al alcanza de sus manos. Se ha detenido.

Comienzo a recuperar mi aliento, ella se ha adelantado. Quiero correrme una paja ahora mismo así que comienzo a zafarme de mi camisa. Cuando por fin saco una mano, ella esta enfrente. No importa lo voy a hacer de todos

modos y ...

¡HAU! ¿Y esa vara? ¿No estarás pensando en darme de fuetazos?. Mejor ni lo pienses porque... ¡HAU!

Te quedas quieto y callado.

Botas, se ha puesto unas botas... Se acerca y se sienta sobre mi pecho y ..

¡HAU! Dijiste que me quedara quieto y no hablase, ¿Por que me pegas? ¡HAU!

¿No te gusta? ¿Seguro que no te gusta? Porque desde acá tengo otra opinión sobre el tema.

Me acaricia los genitales con el guante lentamente - delicioso ,pero...- ; me los estira y coloca algo. Me ha separado los testículos. Es metal, frío. Imagino que no me dolió de inmediato por el ardor de los golpes anteriores; pero ahora sí... ¡y mucho!

Quita eso, me hace daño.

Extiendo mi brazo derecho hacia mis genitales, pero ella lo retira, se gira y con ambas manos me esposa la muñeca a la cama. Rápidamente trato de liberarme con la mano izquierda, pero la afirma con algo de cuero y se las ingenia para afirmarla a mi espalda. Enroscada en él, una correa de cuero da vuelta mi tronco para finalmente cerrarse.

¿Qué haces? Suéltame me duele, y...

Sssss -me hace callar- Si sigues hablando tendré que amordazarte... pero te prefiero de esta forma para poder besarte más a gusto.

¿Más besos? De ninguna manera puedo permitir eso, por lo que decidí alegar, alegar y bla, bla, bla...

Finalmente me amordazó, con lo cual evite sus malignos besos. El dolor de mis testículos se había calmado. Sentía menos tirante la cosa que me puso. Amordazado y atado de manos comienza a acariciar

mi pecho mirándome fijamente.

Después de taladrarme con la vista, fue a buscar un par de correas y una vara de metal con esposas o algo así en cada extremo. Un nuevo instrumento de suplicio.

Se queda de pie al costado de la cama. Me mira, fijamente. Yo trataba de ver qué diablos tenía en los testículos, así como qué objetos traía. Hubo un instante en que nuestras miradas se cruzaron. No... mas bien yo encontré la suya. Estaba extraña, no la reconocía.

Saltó entonces hacia mí, me abrazó y besó las mejillas y me abrazó con más fuerza. En ese instante tuve miedo, tuve mucho miedo. Quizás mi linda esposa se había vuelto loca y pensaba matarme y ésta era su despedida. Lo único que hacía menguar el temor era su cálido cuerpo. El resto de mí, que no estaba en contacto con ella, se retorcía en escalofríos.

Por fin se levanta, y ahora sí que tiemblo de pánico. Me mira

Dobla las rodillas de esta forma – me mostró la forma correcta con su propia pierna -. No te muevas, recuerda que tengo la vara aquí y creo que me puedo volver adicta a usarla.

Me mira otra vez y sonríe. Sus ojos están ardiendo, como rezando por que me moviera. Doblo mi pierna y la levanto levemente, para que ella coloque la correa de forma tal que ya no puedo estirar esa pierna. Enseguida repite la operación con la izquierda.

Comienza a separarlas. Espera...

Coloca la vara de metal, cerca abre la correa de ese lado y pasa el cuero por debajo de la rodilla. Mi pierna doblada dificultó el proceso, mas no pudo detenerlo.

Separa más las piernas... más...

Siento un tirón en la entrepierna. Finalmente logra colocar el otro extremo, y quedo con las piernas dobladas y abiertas mirando hacia arriba, una mano atada a la espalda y la otra a la cama.

Su mirada ahora es maliciosa, se ha fijado en mis genitales.

Te lo hubiese lamido en esta posición... ¿Te gustaría? Pero esos vellos me molestan el rostro; tal vez... ¿Y si los sacamos?

Va al baño y trae una rasuradora. ¡Sólo la rasuradora, ni crema y ni nada más!

Se acerca mostrándomela. No me queda otra que resignarme. Hacía tiempo que quería hacérmelo; de hecho lo habíamos probado en una ocasión y me había cortado. Dolió lo suficiente como para no darle otra oportunidad.

Acercó la maquina. Cerré los ojos y me preparé para que me cortara.

¿Tienes miedo de que te corte, verdad?, -afirmé con la cabeza.- Sé un método que te aseguro no te cortará, créeme. ¿Lo intento? –asentí nuevamente con la cabeza.

Se sienta sobre mi pecho; me acaricia el cuello y pellizca la oreja. Luego se gira totalmente y clava las puntas de sus botas al lado de mis tetillas. Al inclinarse puedo apreciar su lindo trasero a todo lujo. -Je Je-.

Pero un tirón lento y firme en mi vello quita el encanto, aunque mueve el trasero de un lado a otro, al tiempo que procura rozar mi estomago con su sexo. Siento otro tirón, más lento y firme que el anterior.

Mierda, eso dolía horrores. Un nuevo tirón, lento y firme. Veo cómo el guante se posa bajo las bragas y .... tirón lento y firme. Contonea su cuerpo sobre mí, pero no se ha dado vuelta a mirarme. Esta claro: no quiere sentir culpa.

Comienzo a decir MMMMMM, - estaba amordazado -, y siento el esperado tirón, siempre lento y firme. Continuo quejándome y por ello recibo un fustazo justo debajo de los genitales, y sin darme tiempo a asimilarlo, otro en el mismo lugar.

Mueve sus muslos y el guante bajo las bragas acariciándose. Empieza después a alternarr entre los fustazos y los ya aborrecidos tirones lentos y firmes. Estaba empalmado, ella tenia razón: los fustazos me excitaban, lo cual no quitaba el dolor. Además se estaba masturbando sobre mí. Una escena excitante y, para mí al menos, muy dolorosa.

Al cabo de una media hora volvió a acariciarme suavemente. Noté al tacto de su mano que había terminado su labor de modo impecable: no me quedaba ni un solo pelito. Subió ambas manos y siento mis testículos estirándose.

Gira su rostro y me mira con ternura. Yo, estoy atónito. Sonríe y siento un fustazo. Vuelve a esbozar una sonrisa, acompañada del azote consabido. Da la vuelta y cambia la fusta a su mano derecha, mientras el guante va a mi cuello para hacer presión. Golpea con la fusta en su lugar favorito, debajo de mis genitales, donde se siente el comienzo del pene, por dentro.

Ahora se inclina comienza a besar mis tetillas. Las aprieta suavemente con los labios, después con los dientes. Desde ahí se retira despacio hasta soltarlas; cada vez con más fuerza; cada vez mas excitada. Por lo menos no hay fustazos. El guante en mi cuello aveces acaricia, a veces aprieta.

Suspira, se detiene, me abraza, me besa el cuello y acaricia el pelo. Finalmente se queda quieta.

MMMMMM, MMMMMM

Cállate o te doy fustazos hasta que te duermas.

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