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069 contra PHI EPSILON MI

en Dominación

Aquella mañana, la señora Chickson paseaba como cada día a su perrita Lulú. Aún no había amanecido en el barrio, pero ya el cielo iba palideciendo. Bostezando, pensaba en que aún no había desayunado, y que tras en vela casi toda la noche por culpa de la juerga en la casa de al lado, se sentía muy cansada. Tanto que decidió dar por concluido el paseo.

-Vamos, Lulú. A casa. Mami necesita café.-

Pero Lulú dio un tirón de la correa y se escapó trotando por la esquina. La señora Chikson tuvo que seguirla corriendo para que no hurgara en algún cubo de basura. Por suerte en el siguiente cruce de calles la pequeña caniche se había entretenido mordisqueando un plástico que pendía de un semáforo.

-Lulú, no seas traviesa y deja...¡oh, cielos!-

Lo que creía que era un trozo de embalaje escondía algo mucho más perturbador. A aquel semáforo, algún desalmado había atado a un pobre muchacho desnudo. Bueno, desnudo no. Llevaba un par de medias blancas finas en las piernas y unas braguitas en la boca a modo de mordaza, pero por lo demás, exceptuando los metros de film transparente que los habían adherido al semáforo, estaba completamente desnudo.

...

En la central de inteligencia el jefe se mordía las uñas. Las gamberradas de los universitarios no eran su competencia, pero el Secretario General había sido tajante:

-Quiero que se encargue tu departamento. Averigua quién ha hecho eso a mi hijo o vete buscando otro trabajo. Me da igual que medios utilices, sólo te exijo que seas discreto.-

Ni siquiera le dejó replicar, así que en cuanto colgó mandó a 069 que fuera al hospital donde reconocerían al chico para ver si tenía alguna lesión interna, o se tenía que conformar con una leve hipotermia y la humillación de aparecer de aquella guisa en mitad de la calle. El transcomunicador (o como demonios se llame ese invento), pitó, antes de oírse la dulce voz de Winnipenny:

-Señor, Travis ya ha regresado.-

-Hazlo pasar.-

El agente Travis tampoco había dormido demasiado bien, como demostraban sus ojeras, pero se mostraba satisfecho tras hablar con el chico.

-Dice que no puede delatar a nadie, que no recuerda cómo llegó hasta allí. Pero sé que miente. Trata de encubrir algo o a alguien. Quizás esté bajo extorsión.-

-Y entonces, ¿por qué estás tan contento? – refunfuñó el jefe.

-Tengo esto.- dijo 069 mientras mostraba un trozo de papel doblado –Se le cayó al chico de los calzoncillos mientras le tomaba declaración, y lo recogí sin que se diera cuenta. Es un número de teléfono. –

-¡Excelente, Travis, una pista! Mandaré de inmediato que averigüen de dónde es el número.-

-No hará falta, ya lo he averiguado. Es de la casa de una hermandad de chicas universitarias, las PHI EPSILON MI. Está cerca del lugar donde encontraron al mozo.-

-Caramba, ¿cómo te has enterado?-

-Llamando, por supuesto.-

El plan era sencillo. Un agente se infiltraría en el campus, en la mencionada hermandad, y desde allí iniciaría las pesquisas. Pero a Travis casi le da un patatús cuando se entero de la elegida: ¡Winnipenny!

-No me lo puedo creer... ¡Pero si tú eres secretaria, no eres agente!-

-Pero me estoy preparando las pruebas para ingresar a trabajar como agente en la central y tengo desde luego mucho más aspecto de universitaria que tú.-

Travis miró a su compañera. La dulce Winnipenny tenía unos preciosos ojos verdes y el pelo rizado, largo hasta casi sus senos, de un tono oscuro a medio camino entre el rubio y el castaño. Su piel tendía a sonrojarse en la cara, pero en el resto del cuerpo casi siempre era uniformemente morenita. Las piernas siempre las llevaba sedosas, y parecían más blancas del brillo de la piel limpia de vello. En su cuello tenía dos graciosos lunares, uno a cada lado, uno un poco más alto que encima, pero apenas tenía pecas en sus hombros, espalda y busto, lo que le permitía llevar conjuntos abiertos sin problemas. Sus labios eran de un tono rosado que a veces, cuando se sonrojaba, se confundía con el resto de su rostro, por lo que solía llevar barra de labios de la brillante (pero no de un tono diferente). Las uñas, cortas pero cuidadas, tenían esmalte a juego con el carmín, esto es, rosa pálido. Era ese su color preferido, sin duda, y casi siempre llevaba alguna prenda con él, o al menos un colgante con forma de corazón hecho de piedrecitas tintadas de rosa. Travis se relamió imaginándose a su compañera de colegiala, tanto que olvidó su mal genio y preguntó:

-¿Cuántos años tienes?-

Cuando el ascensor se detuvo en la planta de abajo, la cara del agente 069 tenía 5 dedos y una palma dolorosamente tatuados en la mejilla.

...

Como era la primera misión de Winnipenny, a Travis se le encomendó vigilarla de cerca y servir de enlace y "rescate" en caso de necesidad. Ambos se inscribieron como alumnos, Winnipenny en Filología Inglesa, que era la carrera donde más miembros (aunque miembros era casi lo único que no había, no sé si me explico) había de la hermandad PHI EPSILON MI, y Travis en Psicología, porque había una pequeña asociación de estudiantes de esa carrera que tenían alquilado un chalet muy cerca del de la hermandad de chicas. Esos chavales eran llamados "los comecocos" en el campus, y un par de días después Travis ya tenía mote: el pequeño comecocos (sin duda una mofa al reducido tamaño del agente 069).

Winnipenny no tuvo problemas para integrarse en la hermandad. Todas las chicas eran muy simpáticas y amigas entre sí, pero se dio cuenta enseguida del absoluto desprecio que mostraban hacia los chicos. De hecho, aquellas de la hermandad que tenían novios, los trataban a gorrazos, y sólo si tenían algo de suerte podían esperar que sus parejas se refiriesen a ellos con el mismo cariño que con que se referirían a una mascota.

Un día, hablando de chicos, Winnipenny oyó decir a Lyndsey, la jefa de la hermandad.

-Son todos unos cerdos, pero los que de verdad me dan asco son los comecocos. –

-¿Por qué?-

-No sé... se creen que pueden psicoanalizarte o algo así. Que pueden dar con tu "punto débil". ¡Ja! En PHI EPSILON MI no sabemos lo que son puntos débiles, y si creen que con esos trucos podrán ligarse a alguna de nosotras, lo llevan claro.-

-Sí.- intervino Sarah, otra de las "hermanas" – Ésos no entienden que si una de nosotros, las diosas del campus, se digna a salir con un baboso pichafloja de los suyos es únicamente por dos motivos.-

En ese momento todas las chicas de la hermandad, dijeron a la vez:

-¡Para usarlos y abusarlos!-

Y estallaron en carcajadas. Winnipenny tanteó un poco más:

-Entonces, creo que no me enrollaré con uno de "los comecocos". Lástima, le había puesto el ojo al pequeño, a Travis. ¿Qué os parece?-

-No le llames por su nombre, llámalo "pequeño gusano" o simplemente escoria. No se merece más. Es un mirón asqueroso. Desde que llegó nos ha estado observando.-

-Puaj.- volvió a intervenir Sarah – Me da casi tanta grima como el hijo del Secretario General.-

-¡Sarah, cállate, guapa!- la reprendió Lyndsey.

¡Ajá, conocían al pobre chico víctima de la humillación! Winnipenny intentó llevar de nuevo la conversación sobre ese punto, pero no encontró la ocasión y tuvo que desistir. Un par de días más tarde las chicas fueron al cine, pero Winnipenny se quedó diciendo que se sentía algo enferma.

-¿Quieres que nos quedemos contigo, cielo?- preguntó Sarah.

-No, gracias. Se me pasará. Debe habérseme indigestado algo.-

-No me extraña. El camarero de la cafetería es un tipo repugnante. Seguro que se la machaca antes de servir los platos. –

-Anda, idos, que se me está revolviendo el estómago de pensarlo.-

-Venga, cariño. Hasta dentro de un par de horas.- terminaron por despedirse Lyndsey y Sarah, y se fueron con las otras. No bien cerraron la puerta, Winnipenny sacó su walkie y llamó a Travis, para decirle que viniera a registrar la casa. Diez minutos después el agente 069 se colaba por la puerta del garaje.

-Tenemos una hora y media aproximadamente. Yo me encargo de las habitaciones de Lyndsey, Estella y Mary. Tú mira en la de Sarah, en la de Juliette y aquí en el garaje.-

Travis se puso manos a la obra. En el garaje no encontró nada, salvo un rollo enorme de film transparente. Era probable que fuera el que usaran para "plastificar" al chico, pero no era una prueba suficiente. En cambio en la habitación de Juliette se detuvo mucho más tiempo. Era el cuarto de una chica, y llevaba casi una semana rodeado de fanáticos de la pizza y el desorden. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no manosear toda su ropa y estrujar sus peluches. Lo consiguió a duras penas, y al no encontrar nada de interés, pasó a la alcoba de Sarah.

-Oh, no...-

Si la anterior era una paraíso, aquella estancia era un orgasmo de la feminidad. Cortinas de encaje filtraban la luz del crepúsculo, que caía sobre un enorme perrito de peluche con la expresión más tierna y sumisa que en el mundo del os muñecos de trapo se pudiese encontrar. En el cuello llevaba un collar y una chapa: "Bottom, de Diosa Sarah". Como un zombie, sintiendo un inicio de morbosa excitación, Travis dio unos pasos vacilantes hasta el armario, rogando no encontrar en él lo que esperaba. Pero lo abrió y casi se le salen los ojos de las órbitas. La más exquisita colección de ropa para postadolescentes traviesas estaba allí reunida. Cayó de rodillas y perdió la noción del tiempo, admirando faldas, shorts, blusas, tops y un ejército de zapatos y complementos. Cuando quiso darse cuenta, su mano temblorosa había abierto el cajón de la ropa interior, había tomado un tanga turquesa y se frotaba el paquete con él.

-Tengo tiempo... lo necesito...-

Se quitó los pantalones y se agarró el miembro, para pasar a masturbarse frenéticamente en cuanto inspiró a través de aquella prenda perfumada por el suavizante pero no tanto como para no guardar aún algo de la esencia de hembra de Sarah.

Winnipenny empezaba a desesperarse. Ni en la habitación de Estelle ni en la de Mary había, encontrado nada, y ya iba a empezar a buscar por segunda vez en la de Lyndsey, que fue por supuesto la primera que examinó, cuando encontró lo que buscaba. El tablón de la persiana estaba suelto y se podía retirar, como si de un panel accesorio se tratase. Lo hizo así y descubrió un montón de cintas de video. En todas ellas había nombres de chicos del campus, la mayoría novios o exnovios de las "hermanas". La última de todas, pero la que más aspecto tenía de ser reciente, no tenía nombre, pero la sospecha de quién podría ser el protagonista o argumento bastaba. Encendió el video y la puso.

Empezaba la grabación en la cafetería. En una mesa estaban Sarah y Lyndsey, poniendo verdes a todos los chicos que pasaban, con susurros. Sarah, que parecía algo bebida, hacía burlas a la cámara de vez en cuando, pero Lyndsey estaba concentrada en perforar con la mirada al camarero, mientras musitaba algo así como "cerdo...ven...ven con mamá...te vas a enterar de cómo hay que tratar a una princesa..."

El camarero, un chico guapo con pinta algo despistada apareció en escena por detrás de la mesa, con una bandeja llena d comida para otros estudiantes. Pero según pasó al lado de Lyndsey, ésta le puso la zancadilla y el muchacho cayó de bruces, dejando caer con estruendo la bandeja.

-¡Idiota! ¡Mira por donde vas! ¡Me has manchado las botas!- gritó Lyndsey.

Sarah se reía a carcajadas, mientras el camarero se disculpaba confundido y trataba de limpiar la inexistente mancha del calzado.

-Debería obligarte a limpiarlo con la lengua, pero ni eso te mereces. Lárgate de mi vista, ¡vamos!-

El humillado chico se levantó y se fue. Lyndsey lo observó un rato con cara de mal genio, hasta que miró a Sarah y empezó también a reírse. Después de un rato, le preguntó a su amiga:

-Bueno, Sarah, ¿a quién te gustaría que cogiéramos?-

Sarah puso su carita entre las manos y suspiró, antes de responder, encandilada:

-A Harry, el hijo del Secretario General. Me pone cachonda ese perrito.-

Lyndsey se acercó a la cámara y sonriendo malévola dijo:

-Pequeño Harry, ¡vamos a por tiii!-

Luego la escena cambió. Estaban a la puerta de otra de las casas del campus, concretamente aquella donde hasta hacía una semana tenía su residencia el hijo del Secretario General. Se reían nerviosas, de nuevo Lyndsey y Sarah. Abrió la puerta la pobre víctima y las saludó encantado, invitándolas a pasar. Subieron a su habitación y allí estuvieron unos minutos hablando de banalidades. Las dos chicas parecían muy contentas de estar allí, y no dejaban de sonreír mirando al muchacho, pero Winnipenny detectó una perversa lujuria en los ojos de ambas. Llegó un momento en que el chico les ofreció prepararles algo de comer, y Lyndsey preguntó:

-¿Lo que queramos?-

-Claro, lo que os apetezca. Soy un buen cocinero, y más lo seré para un par de princesas como vosotras.-

Lyndsey miró a Sarah,y al instante ésta estalló de nuevo en carcajadas. Pero la otra, disimulando lo patético que le resultaba Harry, pidió un par de platos algo complicados. El chico lo pensó, pero no quería defraudar a sus invitadas, así que accedió y bajó abajo. No bien lo hizo Lyndsey limpió la lente de la cámara oculta en el bolso y la sacó, para filmar toda la habitación.

-Henos aquí, un par de amazonas delicadas, en esta leonera y templo de la testosterona. Por favor... ¿qué tipo de enfermo cree que poniendo un póster de Aerosmith va a impresionar a ninguna chica decente?-

-Pobrecito... Nos va a hacer... eso que le has pedido. ¿Qué demonios es, por cierto?-

-Algo lo suficientemente complejo para que este niñato tenga que encargarlo por teléfono a un restaurante de los caros.-

-¿Tú crees?-

-Coge el teléfono con cuidado y compruébalo tú misma.-

Sarah lo hizo y tapando el auricular con la mano escuchó, poniendo en primer lugar cara de sorpresa y luego de enfado. Lyndsey acercó la cámara al teléfono y se escuchó a Harry encargando lo que le habían pedido. Sarag colgó y echó un par de pestes sobre Harry.

-Ay, hija, es que parece que no aprendes. Todos son iguales. Creen que pueden engañarte. Pero no a nosotras. En fin, vamos a lo nuestro. Este nene seguro que tiene algún secreto inconfesable.-

La pérfida jefa de la hermandad dejó la cámara en una estantería desde donde se veía toda la estancia. Sarah preguntó, mientras miraba debajo de la cama:

-¿No subirá?-

-No creo. Pretenderá disimular como que cocina. Pero bajaré un rato para hacerle sudar un poco.-

Lyndsey se marchó y Sarah quedó, hojeando las revistas de debajo de la cama. Material vulgar y corriente. No se sorprendió al encontrar algunas pornográficas entre el colchón y el somier, pero el gesto se le entristeció un poco más. Si tenía alguna esperanza de que su nene fuera mejor que el resto de puercos del campus, empezaba a perderla. Lyndsey subió y en un acto reflejo Sarah escondió la revista, pero se relajó al ver que era su compañera.

-Ahí está, el palurdo, calentando aceite sin saber qué echarle. Me ha mandado arriba "para que no me manche". ¡Jajaja! Que pésimo actor, chica. ¿Has encontrado algo?-

-Guarradas, tal y como dijiste. Pero nada comprometedor.-

-Déjame ver.-

Lyndsey miró la revista con atención y Winnipenny se preguntó qué podría deducir de aquel minucioso examen. Lyndey sonrió y terminó diciendo:

-Creo que tenemos un buen pez. Estas revistas apenas están manoseadas. Seguro que no se la ha pelado ni una vez viéndolas. No, al niño de papá le gusta otro tipo de material, pero ¿cuál?- se preguntó en voz alta mientras buscaba por los rincones de la habitación.

-Joe, vaya pista. Lo mismo sólo las lee de cuando en cuando...-

-Qué ingenua eres, Sarah. Mira la fecha de las revistas.-

-Qué raro, todas las ha comprado el mismo mes...¿Qué significa eso?-

-Que las tiene de cebo, para aparentar ser un "chico normal" o lo que es lo mismo, uno más de los cerditos del campo. Pero... ¡eureka! Creo que de normal, poquito.-

De un hueco imposible en el ángulo del techo Lyndsey extrajo un libro, o un diario. Ambas chicas se echaron sobre la cama y lo abrieron. Inmediatamente aparecieron unas fotos cuyo examen provocó un gritito de júbilo a ambas: ¡era mejor de lo que hubieran podido imaginar!

-Vaya, vaya. Parece que hemos encontrado el secreto del perfecto Harry. – miró a la cámara y añadió: -Te tenemos cogido por los huevos.-

Sarah había empezado a reír por enésima vez, leyendo lo que quiera que estaba escrito en el diario. La otra tomó las fotos y las miró, para después acercarlas a la cámara. Winnipenny vio entonces algo que parecían unos pectorales masculinos, y a la altura de los pezones sendas ¿pinzas? de la ropa. Enseguida Lyndsey puso otra imagen: en ella se veía un culo, y por encima de él, o por debajo, según se mirara, los testículos y genitales de alguien, presumiblemente el mismo de antes, y también presumiblemente pertenecientes a Harry. Lo que no era presumible, sino evidente, era el rabo de zanahoria que salía del ano. Realmente el pobre Harry era un desviado peculiar.

Sonó un débil timbre. Las chicas lo oyeron.

-Parece que ya ha legado nuestra cena. Ese imbécil ni siquiera ha esperado fuera a que llegara para que evitara llamar al timbre.-

-¿Bajamos?-

-Nah, que suba él. –

El joven no tardó en aparecer, con expresión de alivio, que se tornó en absoluta incredulidad y pánico en apenas unas décimas de segundo.

-¿Qué... qué hacéis leyendo eso?-

Sarah ni siquiera le prestó atención, pues seguía hojeando el diario, cada vez más divertida. Pero Lyndsey , con sus largas piernas cruzadas al igual que sus manos llenas de anillos, le dedicó una terrorífica mirada en la que apenas se distinguían sus rasgos bajo una máscara de (sexualmente perturbadora) diablesa.

-Estás realmente enfermo. Butt-plugs, strap-ons, pantys, castidad... ¡Esa mierda es jodidamente hilarante, en serio!-

Harry estaba paralizado, pero reaccionó, queriendo quitar de las manos de Sarah el diario, pero ésta le soltó una bofetada tremenda en cuanto se acercó y se sentó en la cama, sacando el teléfono móvil mientras aferraba el diario contra su pecho. Aunque aún parecía tierna, los grises ojos de Sarah no despedían piedad, sino un juguetón sarcasmo.

-Entonces, ¿debería empezar a hablar a todas las chicas que conozco sobre tus humillantes fetiches? O...- hizo una pausa para añadir más dramatismo a sus palabras:- ¿Estás dispuesto a convertirte en la esclava de tus "princesas"?-

Harry se quedó quieto, sin saber qué hacer. Lindsay le dijo a Sarah que llamara, pero el muchacho gritó suplicando que no lo hiciera. Por fin, tras suplicar en vano, se arrodilló y dijo que haría lo que le pidiesen.

-Estupendo, putita. Para empezar nos vas a servir la cena... desnudo. Y mañana mismo pondrás tu cuenta bancaria a nuestro nombre. Pero tranquilo, que esta noche nos divertiremos mucho contigo. –

Lyndsay cogió la cámara, cuya existencia había ignorado Harry hasta entonces y le sacó un primer plano. El pobre chico estaba llorando mientras Sarah, burlándose de él e insultándolo, le iba quitando la ropa.

...

Las llaves tintinearon antes de penetrar en la cerradura de la puerta de la Hermandad PHI EPSILON MI. Winnipenny reaccionó quitando instintivamente el video. Miró el reloj, alarmada: aun era pronto para que sus compañeras regresaran. Pero sus voces en el hall eran inconfundibles, a pesar de que su tono distaba mucho del que acaba de escuchar en la cinta.

-¿Qué tal está la enfermita?-oyó preguntar a Sarah.

Tenía tan sólo unos segundos. A toda velocidad, por el pasillo, fue a buscar a Travis. Lo encontró en un cuadro dantesco: desnudo sobre un montón de la ropa interior de Sarah, y masturbándose. Winnipenny balbuceó:

-¿Qué coño...? Da igual, sígueme la corriente en todo lo que te diga o estamos perdidos.-

Cerró la puerta justo en el momento en que Lyndsay y Sarah aparecían por el otro extremo del pasillo. Winnipenny las sonrió y en unas miésimas elaboró un plan, que sólo funcionaría si eran realmente unas diablesas redomadas.

Travis acaba de escuchar a su compañera, aunque no la había entendido apenas, pues aún estaba en el paraíso. Pero al oír las voces de las otras chicas paró inmediatamente y... se quedó quieto, de rodillas en el suelo, mirando incrédulo su polla erecta y el montón de sostenes, camisones y braguitas.

-Estoy mejor, mucho mejor, gracias. He tenido una visita que me ha animado el día.-

-¿Sí? ¿Quién?- preguntó con preocupación Lyndsey.

-Luego os lo digo, pero ¿cómo es que estáis aquí tan temprano?-

-Por ti, tonta. – rió Sarah, antes de darle un beso en la mejilla a Winnipenny. La otra añadió:

-La película era bastante aburrida... y ésta pelma se sentía fatal por dejarte sola, así que... Y ahora, ¿quién ha sido tu huésped?-

-Travis, el pequeño de los comecocos.-

-¿QUÉ?- dijeron al unísono las perversas "hermanas". -¿Ha estado aquí ese insecto?-

-No sólo ha estado, sino que aún está. Y lo he consentido porque: -y al decirlo elevó intencionadamente la voz para que Travis lo oyera –Ha aceptado ser mi esclavo sexual.-

Fue oír esas últimas palabras y la expresión de sus compañeras cambió radicalmente a la de extrema lascivia y crueldad.

-¡Y yo que creí que eras tonta! Me alegro de haberme equivocado.-

-¿Dónde lo tienes?- preguntó Sarah

-En mi cuarto. Lo siento, el mío está algo desordenado.-

-¿Podemos ver como lo sometes?-inquirió enseguida Lyndsey.

-Ehhh... claro. Vamos. –

Fueron al cuarto y allí seguía, arrodillado, expectante y asustado, el pequeño Travis. Winnipenny entró primero y le dijo:

-Esclavo, mis amigas Lyndsey y Sarah van a ver cómo te arrastras ante mí.-

-Déjanos jugar con él un rato, porfa.-

-Vale, traedlo al salón dentro de unos minutos, voy a prepararme.-

-Si quieres juguetes, mira debajo del sofá, hay un maletín lleno.-

Winnipenny sintió un escalofrío al escuchar a Linsey, que parecía hipnotizada por la vista de Travis. Tenía que hacer una interpretación rigurosa como dominatriz y pedir socorro. Le dedicó una última mirada de lástima a 069 y salió.

Lo primero que hizo fue llamar con sigilo y voz bajita a la central, solicitando una operación de rescate. Lo siguiente, puesto que tardarían varios minutos en preparar una extracción y arresto con las garantías mínimas de discreción, se cambió de ropa y se puso un camisón rosa de finos tirantes y una mini vaquera. En el espejo del hall observó que no sólo estaba sonrojada y acalorada por la tensión, sino que también estaba húmeda. La visión de su amado Travis desnudo no la había dejado indiferente. Luego fue al salón y pensó en lo que debería hacer para distraer la atención de las chicas el tiempo suficiente, pero no se le ocurrió nada. Para inspirarse y no ser descubierta, levantó el sofá y sacó el maletín. Lo abrió y ante sus ojos aparecieron los más diversos y retorcidos artefactos sadomasoquistas...

Travis miraba extasiado a sus anfitrionas. Lyndsey era algo más alta, probablemente debido a los tacones de sus botas negras de cuero, y para su gusto algo más guapa que Sarah. Vestía un conjunto de una sola pieza negro, cerrado a la espalda por tiras, que dejaba al descubierto buena parte de su preciosa anatomía: los delgados brazos, terminados en largos dedos con aún más largas uñas, curiosamente cuadradas (por lo que dedujo que debían ser postizas) y la limpia espalda. Estaba muy bronceada, aunque varios tonos por debajo del castaño claro de su cabello liso. Enmarcado en él, guarnecida por sendos aros grandes en las orejas, estaba su curioso rostro, maquillado pero no en exceso. La cara era un poquito alargada, pero de arriba abajo, desde la fina mandíbula hasta las altas botas, alternaban esos ángulos y columnas con sensuales y femeninas curvas.

Sarah era más baja, más sonriente y con pinta de ser algo más "aniñada" que su amiguita. Tenía el cabello liso también como el de Lyndsey, algo más largo, menos abultado (más pegado a sus prominentes mejillas). Vestía una blusa de seda con enorme escote de color verde esmeralda. Sus pechos casi escapaban de ella, y parecían en extremo jugosos. Travis quiso verlos desde arriba, e hizo ademán de incorporarse, pero Lyndsey le detuvo con el dedo, señalándole el suelo.

-Quieto, perrito, hasta que te lo digamos.-

-El pequeño comecocos... qué sorpresa.¿Y qué tipo de cohinadas hacías con mi ropa?- fingió enfadarse Sarah.

-Je, ya veo que lo de pequeño es un poco irónico.-

Travis seguía empalmado a medias, y la mirada desinhibida de sus amas se deleitaba en el osado pene. Si hubiera imaginado lo que se les pasaba por la cabeza, se habría hecho chiquitín del susto. Por fin Lyndsey habló:

-Acariciatela y sacúdela para tus princesas. Vamos...-

Era una buena orden, y Travis se agarró el pene para cumplirla. Pero fue corregido enseguida:

-No tan rápido, perro. Despacio, muy despacio. Hasta que salgan las gotitas de lechecita. –

-Y entonces...- prosiguió Sarah – Pararás y chuparás ese líquido para divertir a tus princesas.-

Travis enarcó una ceja, pero la expresión de ambas mujeres era inamovible: o lo hacía o quién sabe qué castigo le inflingirían. Procurando darse el mínimo de placer posible, para retrasar el fatal momento, se masturbó. Pero la presencia de aquel par de bellezas, el aroma de la lavanda de la ropa interior y el morbo de la situación pudo más que su resistencia y pronto notó las contracciones previas al orgasmo en su pene. Paró y apretó el esfínter todo lo que pudo, pero no pudo evitar expulsar unas gotas.

-¡Lámelas, cerdito!-

Como remoloneaba, Sarah le cogió la cabeza por detrás y la sostuvo mientras con una de sus uñas, Lyndsey recogía aquel jugo, arañando en el proceso sin misericordia el glande, y se lo acercaba a la boca. No le quedó otra que tragárselo. No bien lo hizo, las chicas le ordenaron que se levantara y las siguiera hasta el salón.

-Espero que con Winnipenny seas más obediente.-

La susodicha seguía examinando aquellos artilugios, fascinada por la imaginación corrupta que las había dado vida. En ese instante tenía en la mano un butt-plug de goma negro, clásico, que había visto en alguna ocasión, pero que aún no había tocado. Por el pasillo aparecieron sus compañeras y Travis, algo más erecto que antes. La idea e lo que podrían haberle hecho en aquellos minutos la atormentó, y le inspiró una orden en cuanto estuvieron cerca.

-Los perros, a cuatro patas. YA.-

Travis se extrañó al oír hablar así a su compañera, muy lejos de su puesto de secretaria y recepcionista de la central de inteligencia. Seguía teniendo un aspecto dulce, pero se había puesto una máscara de antipatía, o dominancia, que... le gustaba. Fijándose en ella no se dio cuenta de que Sarah había cogido un látigo corto del maletín y se había colocado a su lado.

-Ah, el plug. Fundamental para recordarles que, sólo porque les permitimos que nos compren cosas, nos lleven a cenar, y estén colgados por nosotras, no son nuestros novios, sino nuestras putitas esclavas.-dijo Lyndsey al observar el artilugio que aún tenía Winnipenny en la mano.

La chica examinó a Travis con detenimiento. Por un momento había olvidado que era su compañero y que tenía que evitar que los descubrieran. La verdad es que deseaba hacerle suyo por completo, y sin pensar mucho en ello, dijo, sinceramente (pero eso sólo ella lo supo):

-Quiero que sientas que tu culo es mío siempre que estés en mi presencia. Así que llevarás este plug permanentemente.-

Travis se imaginó el consolador metido en su ano, y su pene reaccionó alegre. Winnipenny tenía las piernas cruzadas y uno de sus pies, calzado con sandalias, se balanceaba levemente . Concentrado en él, movía su cuerpo a su ritmo, lo cual parecía hacerle asentir. Winnipenny dijo, al notar la atención que prestaba a sus pies:

-Demuéstrame ahora tu sumisión, esclavo. Bésame los pies.-

El látigo de Sarah cayó sobre el culo de Travis y repitió la orden de su compañera con un grito. Sacado de su trance, cerró los ojos, abrió la boca, sacó la lengua y...

-¡Quietas las dos, contra la pared!-

Los refuerzos por fin habían llegado.

...

Epílogo: unas semanas más tarde, Sarah y Lyndsey fueron liberadas. Por lo visto tenían aún en su poder un par de instantáneas que de algún modo comprometían al hijo del Secretario General. Éste en persona llamó al jefe para felicitarle por su eficacia y pedirle (ordenarle, en realidad) que cerrase el caso.

¿Qué fue de aquella pérfida pareja? Quién sabe, desaparecieron misteriosamente. Pero no te confíes, que si vuelven a aparecer, puede que tengan algo tuyo que te gustaría esconder.

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