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Ángel revelación (II: de la sombra a la luz)

en Sadomaso

Son las 15:00 y me voy a casa. Hoy me toca sexo libre sin ataduras. Compraré flores y algo para la once, esta noche sí me correré.

Laura me había ordenado que no me masturbase, para que cuando llegase a casa estuviese al 1000%. Por

supuesto alegué por mis derechos, pero una mirada picarona, un gran beso y un glorioso abrazo de despedida por la mañana consiguieron darme fuerza de voluntad.

Ya estaba aquí. Sólo la puerta me separaba de ella y la verdad, estaba tan ansioso que no encontraba mis

Llaves, así que me dispuse a tocar el timbre.

En ese instante me asaltó una duda: ¿qué hacía Laura durante la semana? Yo siempre llegaba como a las 19:00 y nunca me presentaba sin avisarle... ¡de hecho esta era la segunda vez que aparecería de improviso! La primera ocasión me advirtió que no lo volviese hacer, y por descontado se enojó porque no quería dejarme solo después de que llegué a casa y ella tenía que salir con unas amigas (que, todo sea dicho, estaban francamente buenas).

Será posible que... No; ella no podría, no sería capaz de enfadarse de nuevo. Saqué mis llaves y abrí sigilosamente. Olía a incienso. Cerré la puerta con cuidado y me encaminé hacia la cocina.

Stash... ¡Aaahhh!

¿El silbido de un látigo y un "Aaaahhh"? ¿Qué pasa aquí?

Me dirigí hacia la alcoba. Al asomarme por la puerta la veo. Ella, con la fusta en la izquierda, se encuentra sobre la cama, de espaldas a mí, desnuda...

¿Sobre quién?. Solté las flores, miré el suelo, y me acometieron los nervios, luego el miedo y finalmente la rabia. Camino hacia ella. Golpearé a ese maldito. ¡Lo mataré y...

¡Es otra mujer! Laura se me queda mirando; la otra también... y yo no sé ya qué hacer. ¡Una mujer; como en las fantasías y en las películas porno! Maldita lesbiana... ¡la mato!

Laura se levanta, suelta la fusta para colocarse frente a mí. Tenía puesto un pene de goma afirmado por un arnés. Me encara. No distingo la expresión de su cara. ¿Asombro... furia...lujuria...?

-¿Qué haces aquí a esta hora?-

La miro y sólo atino a decir: - ¡Puta! -

Me da una bofetada. Después me arrastra por el brazo fuera de la pieza. Allí vuelve a abofetearme.

¡Escúchame: nunca me he acostado con otro hombre!- la palma de su mano vuelve a castigar mi rostro -. No debiste venir, debiste llamar antes... Lo sabes. – otra bofetada me obliga a atender todo lo que dice. Se quita la polla artificial -. Imbécil, cómo te atreves a hablarme así .- Sigue propinándome bofetadas -. Desgraciado, jamas lo pense de ti.- Por última vez, sus dedos me sacuden las mejillas, calientes.

- Está bien: si quieres... ¡lárgate! Pero jamás vuelvas.-

Los ojos le rebosaban de cólera . La otra se asomó, curiosa, por la puerta, pero bastó una mirada de Laura para hacer que volviese a la habitación. ¿Qué iba a decir, si ella me había puesto el San Benito? La miré, con pena infinita. No sentía más que tristeza porque lo nuestro se había acabado.

Yo me iba. Pero sucedió en ese instante que ella me abrazó, besó en la mejilla y tomó por la nuca con suavidad. Guió mi cabeza por su cuello, lentamente, hasta sus pechos, luego a su estomago y... ya estaba de rodillas, como pidiendo perdón. Acercó mi rostro a su pubis.

Te amo, y no te voy a perder, te quedarás conmigo.-

Cuando hubo dicho esto, se fijó en la entrada de la habitación. Descubrió, supongo que enternecida, las rosas. No me dijo nada, sino que levantó la pierna izquierda para posarla sobre mi hombro, consiguiendo que mi cuerpo quedase pegado a su otra pierna.

Bésala, lo debes. Sabes muy bien que tenías que llamar. Siempre lo haces... pero ahora ya no importa: bésala.-

Comencé a lamerle el sexo con delicadeza, mientras ella me apretaba entre sus manos y piernas como tratando de ahogarme.

Quítate la ropa, pero no te detengas. Bien...-

Me desnudé, mientras ella me acariciaba el pelo. Quedé desnudo ante ella. Me tomó del mentón y tiró para levantarme. Yo, hipnotizado, sólo seguía sus movimientos, que también eran órdenes; nada mas. Me cogió por los testículos, giró y empezó a caminar. Enseguida sentí el tirón y que debía seguirla. Entramos así en la habitación. La otra estaba en la cama. Observaba.

Fui llevado hasta el mueble donde guardamos la ropa a un par de metros de la cama. Puso su mano en mi cabello y empujo hacia abajo. Me arrodillé, de nuevo acercó su sexo a mi cara. Quería que lo besara y pasara sobre él mi rostro. Cuando levanté la vista vi en su rostro una sonrisa, puesta en un marco de amor, que reflejaba seguridad, pero no me dejó seguir mirándola.

Cristi. - apuntó con la mano a una bolsa.

La otra no tardó en traerla. De ella sacó unas esposas que entregó a Laura. Ésta se agacha, me aprisiona las muñecas, me besa y se levanta. Cristi le extiende a continuación una vara similar a la de anoche, pero mas corta. Laura obliga a girar, cara al muro, y coloca la vara afirmando mis rodillas. Después de que le besé el sexo, se retira fuera de la habitación

Vuelve con el pene de goma puesto y manda Cristi colocarse en la cama, pero no comienza a follarla. Antes camina hacia mí, posa el pene en mi espalda y:

No mires o pensaré que quieres que te folle con esto.-

Me pellizca, traviesa, la mejilla y vuelve a Cristi. Yo, una escena de lesbianismo explícito en vivo a mi lado y lo único que miraba era un mueble; un lindo y precioso mueble que, por suerte, tenía un espejo arriba. Aunque sabía que era un delito del cual no saldría confeso, miré lo que en él se reflejaba.

Cristi estaba apoyada en sus rodillas, como sentada; las manos de Laura cubrían parte de sus senos. Se acerca a sus pezones y comienza a morderlos, me echa una mirada suspicaz, y continua. Su mano izquierda recorre el muslo de Cristi, la derecha hace lo propio con el seno izquierdo. Cristi por su parte acaricia con la mano izquierda el cuello y nuca de Laura mientras que con la derecha acaricia el seno izquierdo, el mas sensible, el mas grande. Forman una perfecta armonía de dedos y caricias.

Cristi va desde la base del seno hasta la punta, girando suavemente los dedos en torno de el.

Repentinamente cierra los ojos y deja caer la cabeza a un lado. La mano izquierda de Laura emerge de la entrepierna de Cristi dirigiéndose hasta el pezón. Ambas manos agarran ambos pezones, ambas manos se levantan hasta la altura del hombro de Cristi y sueltan a sus víctimas. La chica lleva sus manos a los senos, tratando de aliviarlos, mientras Laura comienza a empujarla hacia atrás. Sus miradas chocan y Laura retira las manos de los senos de Cristi, llevándolas hacia arriba y finalmente sujetándolas sólo con la derecha. Se sienta sobre la prisionera, su entrepierna choca con los senos, los atrapa, tiene la fusta, comienza a urgar en la vagina con ella , da pequeños golpes al lado de los labios, con la delicadeza de mirar el rostro de Cristi a cada estocada.

Juntado los senos con la entrepierna comienza moverse de forma tal que los empuja hacia arriba y son atravesados por el pene de goma.

Las manos ya están atadas y ahora, con completa libertad de movimiento, se levanta y le coloca el sexo de

goma en la cara. Hábilmente Cristi besa el sexo y la entrepierna al compás de los apretones que recibe en su clítoris. Finalmente se quita el pene de goma, lo coloca dentro de Cristi, que comienza a lamer los verdaderos genitales. Extasiada la libera se levanta y viene...a por mí.

- Vamos bésamela.-

Comienzo a hacerlo, casi desesperado.

- En realidad quedaste con ganas. - se aleja un poco- Cristi, quiero que termines de una vez con él. Yo me voy a duchar ahora. Trátalo bien.-

Cristi se acerca con el pene de goma puesto, Laura se ha ido al baño, y yo estoy aún atado.

- Mira con lo que te vas a relajar. Te gusta esto, ¿verdad? –dice, cruel, mientras se toca la polla

Se agacha y me amordaza. Cogido por sorpresa no atino a pedir ayuda. Por tonto me veré penetrado por ella. Trato en vano de decir "Laura", pero sólo sale un angustioso "¡MMM MMM!".

Estoy de rodillas. Se coloca detrás de mi, empuja mi cabeza con fuerza hacia abajo. Pierdo el equilibrio y me golpeo con el suelo, quedando además con el trasero al aire, se coloca detrás ... ¡Nooo!

- No se te vaya ocurrir follártelo: ese agujero será exclusivamente mío. ¡Me oyes!-

La voz de Laura me salva del tormento anal. Cristi, contrariada, me dice:

Cabrón con suerte... - se quita y arroja la polla lejos- Te voy a dejar listo para que ella te lo meta.-

Busca en la bolsa pinzas, las correas para amarrarme, un látigo y lubricante. Lo primero que hace es echarme un poco. Luego me propina dos latigazos.

Por fin puedo ver que es lo que me colocaban en las bolas: un aparatito de metal que se ensancha a lo largo y tiene dos pinzas, más bien llaves, que se cerraban. Para mi desgracia me lo estaba colocando, ¡y no con cuidado!

- ¿Sabes? En vez de para separar las bolas usaré las llaves para apretarlas. ¡Okis Tiene que estar bien apretado para que no se te salgan al estirar.-

Dolor. Que te aprieten los cojones con la mano es una cosa, ¡pero que te las trituren! Además no podía moverme, y sólo me quedaba el dolor. Laura al menos lo mezclaba con caricias, pero... ¡Qué dolor! Incapaz de resistir repté por el suelo buscando una escapatoria al suplicio. Entonces se detuvo para atarme firmemente con las correas. Luego, viendo mi total inmovilidad, continuó.

- Es increíble todo lo que se puede aplastar un huevo sin reventarlo... Laura no te va a soltar, se excita demasiado al ver a personas en tu posición. Te dejará así toda la noche.-

Al terminar con el derecho siguió con el izquierdo. Colocó después pinzas desde el comienzo del ano hasta el de los testículos, luego rodeándolos de forma que quedaba una aureola con mi pene y bolas en el centro. Ya no podía más. Laura tenia que aparecer ya.

- Creo que tu condena va a salir. Vamos a darte unos latigazos mientras aparece.-

Puta maldita, ya encontraré la forma de vengarme; ahora sólo quiero que salga Laura. El látigo casi no dolía, o es que había cosas que me mortificaban más: las malditas llaves. Por fin, oigo a mi redentora

- Cristi... basta, te dije que acabaras, no que lo aniquilaras.-

- Lo siento: malinterpreté tus deseos.-

- ¿Cómo estas? - caminando hacia mí. Bajo su bata estaba totalmente desnuda.

Sé que vio mis testículos y todas las cosas que tengo puestas, ¿por qué no me las saca?.

Te ves ...Bien. Cristi, ve a ducharte: tenemos que salir.-

Ignorando mi sufrimiento sacó unas prendas del guardarropa. Volvió a mirarme, a gozar de la tortura.

Sus senos siempre me impresionaron, pero... ¡Por todos los demonios! ¿Qué está haciendo; no se da cuenta de lo que duele?

- No me mires. Acabo de ducharme y no tendré sexo hasta la noche. ¿Entendido?

Gimoteo, pero no puedo hacerle llegar mis quejas a través de la mordaza. Pero sé que mi expresión patética la conmovió. Conozco sus gestos. Ahora vendrá: no puede resistir la excitación. Querrá sexo oral y me dejará la boca libre, entonces le diré que me suelte.

Estaba ya sobre mí, su sexo a escasos centímetros de mi cabeza. Evaluó el trabajo de Cristi. Al tocar las pinzas el dolor me provoca espasmos, y aunque pasaba sus dedos entre ellas, ese alivio como una gota de agua en el desierto, el desierto del dolor. Me dio un par de nalgadas, excitadísima. Si no estuviese apurada se hubiese quedado mas tiempo, mirando, seguro. Finalmente me levanta: tenía una expresión sádica, mientras que mi cara sólo reflejaba la intensa agonía. Terminó por apiadarse y me quitó la mordaza.

- Sólo porque eres tú, y sólo un ratito.-

- Quítame esas cosas, me duelen mucho - sus ojos brillaron, su mirada era maliciosa y me aseguraba que no las iba a quitar- Por Favor.-

Ya suplicas por piedad. Lame y tal vez...-

Se acomodó en el suelo y dejó que cayera sobre su sexo, sus uñas pasaban por mi espalda y cuello. Dio dos golpecitos en mi hombro y comencé a lamer como nunca lo había hecho, me esforcé lo que mas pude.

Todo lo que sabia de ella se me vino a la mente: sus partes sensibles, qué es lo que mas le gustaba y dónde. Al rato tomó mi cara y dijo:

- Jamás lo habías hecho así. Nunca antes fue tan placentero, tan bueno. - lo había logrado le gusto...- ¿Por qué ahora? ¿Antes no te esforzaste nunca?-

En un segundo colocó la mordaza en mi boca. Pedí piedad. No me la dio. Lo había hecho demasiado bien.

¿Qué me ocurriría? El dolor ya no lo aguantaba. Aterrado vi que tomo la fusta y me dio 30 veces en su lugar favorito, retiró las llaves carniceras, pero dejó las pinzas. De hecho movió lentamente cada una de ellas para que volviese a sentirlas.

- Me esperarás así. Vuelvo a las 20:00 y ¡más vale que tengas una buena explicación a tu conducta reciente! ¡Más te vale!-

Durante el resto de la tarde traté de liberarme. Ya me he acostumbrado a las pinzas y los testículos casi no

Dolían. Estaba empalmado; no había tenido un orgasmo en dos días que han sido horribles en cuanto a sexo. Tal y como van las cosas creo que voy a seguir así.

Nota: tanto éste como el relato precedente son obra de un escritor anónimo. Pero por su calidad y para evitar que se perdiesen en los archivos basura de internet, los he rescatado. ¿Os gustan? A mí me encantan.

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