34 años y ya he llegado a lo más alto. Ayer mismo mi marido me dio la buena noticia: ¡ya era la directora general de Freedom Sure España! Nos abrazamos, y casi dejo escapar unas lagrimitas de felicidad. Esa misma noche nos fuimos los dos a cenar, dejando a Javi al cuidado de una au paire. Y ya creía que la jornada no podría mejorar cuando me llamaron al busca, que siempre llevo encendido por si me necesitan consultar algo de algún departamento...
-¿Amanda Casas, dígame?-contesté, en un tono comercial que hizo fruncir el ceño a mi esposo, quien comprendió instantáneamente que me llamaban del trabajo.
-Doña Amanda, tenemos un problema.-
-Dime.-
Cinco minutos después, andaba hacia casa, a por unos documentos. Había dejado a mi pareja en el restaurante, un poco molesto, pero era más importante resolver el problema cuanto antes. Además, en cuanto llevara los papeles a la oficina, volvería al restaurante y continuaríamos la velada.
Al entrar en casa tuve un mal presentimiento, como si me siguieran. Miré hacia atrás, pero no vi a nadie. Era ya tarde, la au paire se había ido, y Javi dormía arriba. Le di un beso, cogí los documentos y salí de nuevo. Pero no bien hube doblado por la calle que hace esquina con mi hogar y me interné en un pequeño parque que a esa hora estaba vacío...
Oí un susurro, pero no le di importancia. Pero dos pasos más adelante de la oscuridad emergió una figura enorme, cerrándome el paso. Instintivamente, y ya asustada, di dos pasos hacia atrás y apreté los documentos contra mi pecho, como si eso pudiera protegerme. Sin embargo, unos brazos me atraparon e inmovilizaron.
-¿Quién es? ¿Qué quiere? ¡Socorro!-
-Calla a la puta.- dijo la sombra más grande, y acercándose, le fui distinguiendo los rasgos: era un tipo con barba, musculoso, ¡y se estaba bajando la bragueta! ¡Me iban a violar!.
El que me sujetaba me tapó la boca con una mano, mientras su otro brazo apretaba mi cuerpo contra sí. Noté que estaba erecto y sentí un escalofrío de terror. Quise gritar, y revolverme, aunque no sirviera de nada.
Llegó el grande junto a mí y sustituyó al otro en la tarea de impedirme que gritara. Su mano era tan grande que me taponaba la nariz y no me dejaba respirar bien. El otro, sujetándome aún con una mano, me soltó el cinturón y me bajó los pantalones de ejecutiva que llevaba. Aterrada sentí que metía su mano entre mis muslos y tiraba de mis bragas hacia abajo, exponiéndome.
El gordo dijo entonces:
-Tal y como quedamos, será muy rápido.-
Y vi entonces, sin poder o querer creérmelo, que de su bajo vientre emergía, a través de su bragueta, el pene más colosal que hubiera visto en mi vida. Debía medir por lo menos 25 centímetros, y su grosor era más que considerable.
-Ahora quieta o te pasará algo desagradable.- me amenazó, se colocó entre mis piernas, y me penetró.
Yo me oponía con todas mis fuerzas, pero era inútil contra dos hombres el resistir, y me estaban haciendo daño. Así que me abandoné a la horrible sensación y dejé que aquel monstruo me follase. Mi coño palpitaba dolorido con sus embestidas, y apenas podía sollozar, sintiéndome completamente abusada.
Por fin, y he de dar gracias por ello que fue rápido, aunque se me hizo eterno ese infierno, el grande jadeó:
-Me viene ya, me viene....¡yaaaa!-
Pero el otro le empujó aparte justo antes de que se corriese en mi interior. La sensación en mi vagina al abandonarla aquel pene de golpe, aunque liberadora, fue dolorosa. El semen caliente cayó sobre mi ropa, manchándola. Al menos ya podía gritar, y volví a intentar zafarme al tiempo que pedía ayuda con todas mis fuerzas. Un instante después, una luz se encendió en una casa cercana, y un perro se puso a ladrar. El que me sujetaba le gritó al otro, con una voz fingida, probablemente para que no lo reconociera:
-¡Haz las fotos, deprisa, y vámonos!-
El grande se reía, con una mirada demencial. Sacó rápidamente una camara de su cazadora, me disparó un par de fotos y luego salió corriendo. El otro me susurró:
-Hasta pronto, zorra.-
Y soltándome, desapareció en las sombras.
...
continuará