miprimita.com

Perdido en ella

en Dominación

Un café. Un beso tímido, que augura otro mucho más profundo y erótico. Se va ella. Quedo yo.

-Acabo de cruzarme con Sophie.- susurra la voz deliciosa junto a mi oreja.

Arrebatado de mis pensamientos, de la contemplación del cuerpo de Ella, del escorzo tímido de su muslo izquierdo sobre el exquisito pubis, mi sonrisa bobalicona se torna en miedo al ver la gélida mirada de Sara.

La llaman "la Loba". Ha debido despellejar a bastantes lindos animales para confeccionar su abrigo de piel auténtica. Y la mente de un loco en lo tocante al "catsuit" de vinilo que convierte sus curvas en zarpazos de depredadora. La oscuridad se apodera del lugar, mitigando la noche de su pelo largo cualquier luz, pero especialmente la de mi alma. Estoy perdido.

-Me he decidido. Acepto tu petición de ser mi juguete.-

-Yo no te he pedido nada.- respondo con un hilo de voz.

-Sí lo has hecho. Cada vez que me miras lo gritas. -

-No. Acabo de pedirle a Sophie que salgamos juntos. ¿No lo entiendes?-

Omití la palabra "novia". Me levanté y me marché sin siquiera pagar la cuenta. Notaba su mirada en mi espalda, desnudándome. Su fría mirada que me hacía tiritar...

-El que no lo entiende eres tú, nene.-

 

Quiero olvidar lo que acaba de ocurrir. Me meto en la ducha. Dentro de 10 minutos he quedado con Ella abajo. No la haré esperar. Me quito toda la ropa y dejo que el agua caliente temple mi cuerpo...

-Riiing...-

"Llega pronto... Me gusta."

Imagino que voy a recibirla sólo con una toalla en la cintura. Abriría la puerta, la invitaría a pasar y...¡se me ha caído la toalla! ¡Qué situación! Seguro que a pesar de la sorpresa inicial, se reiría. Como sólo ella sabe reírse. Y entre las carcajadas, la estrecharía, ella se iría quitando la ropa, mi pene rozaría su vientre, poniéndose duro, avergonzándome un instante antes de meterlo en ella. La alzo, ya lo veo, la abrazo mientras penetro su sexo con el mío, y entre mi cuerpo, la pared de azulejos de la ducha de pie y el agua, compondríamos un polvo genial.

-¡Voy!-

 

La puerta se abre despacio, miro y el rostro de Sara hace que me corran mil escalofríos por la piel. Un instante después, mi mano aún en el manillar de la puerta, lanza una bofetada que es casi un latigazo a mis mejillas. Caigo de espaldas, no tanto por la fuerza del golpe como por el impacto de la sorpresa.

-¿Qué haces, esclavo? Te quiero desnudo.-

Instintivamente he cogido la camisa que estaba en el suelo y tapaba con ella mi pito, temiendo que sufriera algún daño. No la entiendo, y sólo puedo arrastrarme, aún con el culo sobre la moqueta, dejando atrás la toalla. Su bota pisa el extremo de ésta, tira de él, me detengo, no cedo mi intimidad al empuje de sus caprichos, me amenaza con el reverso de su mano y...

-¡No, por favor!- suplico, temiendo sentir en cualquier momento su furia.

-No vuelvas a desobedecerme.-

Mis dedos por fin se resignan a apartar la ropa. Expuesto, espero, encogido como una bola. Se acerca, mete su pie, calzado en una puntiaguda bota de cuero negro, entre mis piernas, dispuesta a castigar mis bolas si es necesario. Me toma del pelo y tira, intentando que no logre ahogar mis quejidos, pero no lo consigue, y quedo de pie frente a ella, apoyando mi peso en una pared que no ofrece escapatoria. No soy capaz de mirarla.

-He venido a ser adorada y complacida, no a aguantar tus tonterías.-

Y me besa, con fuerza. Su libido la siento que me asfixia. No puedo pensar claramente, sólo dejar que me tome por la boca, que me folle la boca con su lengua. Temo que no será lo único que me folle.

-Ahora, ¡a cuatro patas!- ordena, y cumplo con celeridad. Quiero llorar, ¿por qué me estoy excitando?

Recoge la camisa y la toalla y las coloca aparte. Enseguida va al hall y deja su abrigo. La sigo, sin hacer ruido. Pero se vuelve y me mira. Diabólica sonríe y me somete un poco más.

-Espero que conserves algunas de mis cosas. El collar. Tráelo.-

Gateo como un grotesco y ridículo perro hasta mi cuarto. Debajo de la cama, en un cofre de plástico semitransparente, guardo mi peculiar tesoro. Libros eróticos, revistas pornográficas, condones, lubricante,... Y sí, ese objeto que marcó nuestra relación hace meses. Si debí haberlo tirado, ya es tarde para ello. Regreso, a la espera de un castigo que no necesita falta.

Sara está sentada en el tresillo. Su pierna izquierda se balancea suavemente, como el péndulo de un hipnotizador, sobre el muslo y rodilla derechos. Hurga en un bolso, me ve y vuelve a sonreír. Siento entonces que el mundo se ha vuelto hielo.

-Ven, humíllate.-

Su largo dedo índice señala la punta de su bota. Un segundo más tarde mis labios ya han probado el sabor de su calzado. Suena el teléfono, y me doy cuenta de que estoy llorando por fin. Invadiendo mi boca, conquistando mi paladar, su pie ha penetrado casi a la mitad.

-¿Sí? Hola Sophie. No puede atenderte ahora.-

Cuelga.

-Para.-

Cambia de pie, no de tormento. Pero aprovecha para ponerme el collar. Aferra con firmeza la correa y vuelve a reposar la suela de uno de sus zapatos sobre mi mortificada lengua.

-Riiiing...-

-¡Lame, perro!-

Vuelve a coger el teléfono. Pobre Sophie. Se merece una explicación. Cierro los ojos y chupo con creciente delectación su otra bota. Si no lo veo, no sufro tanto. Es más fácil dejarse llevar a oscuras. O simplemente busco excusas para no enfrentarme con la realidad.

-Es una pesada. Dile que no quieres saber nada más de ella.-

-No.-digo, y m atrevo a mirarla, aunque unos segundos después he de apartar la vista.

-Jijijiji...-

Tira de la correa y acerca mi cara al auricular.

-¡No!-

Sujeto la correa con mi mano, rebelde. Se levanta, se yergue sobre su trono, reina terrible, y dicta:

¿QUÉ CREES QUE ES ESTO? SI PIENSAS QUE ERES UN CAPRICHO MÁS, TE EQUIVOCAS POR COMPLETO. NO SABES CUÁNTO ARDO EN EL DESEO DE POSEERTE. NO SERÁS UN PAÑUELO QUE TIRE UNA VEZ HAYA USADO. LO INTUYO... SÍ, SIENTO QUE TÚ VAS A HACERME SENTIR PLENA, COMO AMA Y COMO MUJER. Y SIEMPRE HAGO CASO A MIS INTUICIONES.

Sí, la Loba se guía por su instinto. Pero su tono era el de la más lacerante sinceridad. Callé y asumí mi papel definitivamente.

-Ahora, haz lo que te he dicho.-

Tomo el auricular.

-No voy a volver a verte. Hasta nunca.-

No se lo merece, pero es necesario.

-Dame el teléfono, esclavo.-

Sara se levanta y pasea, conmigo de la correa. Mi vista busca misericordia en el suelo. La tupida moqueta no me la concede, y aterciopela, volviéndolas insoportables, las palabras de Sara. Le cuenta a Sophie todo lo que soy, todo lo que me hará, todo lo que haré por mi ama. El único consuelo es que quizás Sophie ya haya colgado aunque Sara siga hablando. No... no cabe tal mezquindad en la preclara mente de mi señora.

-Bien. Ha sido divertido.-

Volvemos al salón. La angustia, con sus aguijones de pánico, ha acabado con mi erección. Deseo tener otra inmediatamente y ofrecerla a Ama Sara. Ruego que me lo conceda. Es posible que si miro a sus preciosos ojos verdes... se apiade.

-Tengo cosas que hacer. Volveré por la tarde. Espero que estés preparado...-

De su bolso saca un plug, cuerda y un dispositivo de castidad. Me lo coloca todo. Es nuevo todo para mi, pero apenas pienso en ello. Recostado, mi cara húmeda sobre el felpudo áspero, la veo marchar.

-Hasta pronto, señora.- digo, muy respetuoso.

-Sé bueno.-

Cierra. Espero. ¿Qué otra cosa me queda por hacer? Ya sólo esperarla cuando no esté...

Epílogo:

Media hora más tarde oyó que alguien lloraba al otro lado de la puerta. Sin duda era Sophie. Pero ella no llamó. Sólo estuvo ahí, confusa, durante algunos minutos. Si lo hubiera hecho, quizás él hubiera contestado, le hubiera explicado. Pero insisto: no lo hizo. Sara les concedió esa oportunidad de despedirse, no amordazó a su semental, pero fue Sophie la que decidió que, por su parte, todo había acabado.

Mas de Dr Saccher

Canto atormentado de culpa y castigo

Amor sin erre

Withe Over Black

Doralice, Mensajera del Dolor

La Princesa y su celda

Las reinas del vudú de Nueva Orleans

Encerrona en el gimnasio

Farsa cruel para Angie

Que duela, que guste y que sea original

Xiuxiu y su esclavo

Amor ácido

La doble vida de mi vecina

Blancas juegan, ganan y someten

El último juego de Belle

S.A.S: Sadomaso casero

Maná la Pantera en la selva urbana

La turista lesbiana

Cambio de ama

Función gótica

Amo al volante

Taifa de sumisión (1)

Las cadenas (2)

Las cadenas

Yo: mi mamá me mima, mi mamá es el ama

Dame un repaso

069 en el castillo von Bork

069 y los Cigarros de la Reina

El sueño de una sumisa

069. Operación: Emma

069 contra PHI EPSILON MI

La Casa de Jade

069 contra el Doctor Gino

Tu sueño de sumisión

Respuesta a una lectora sumisa

Barbazul (2)

Feminízame, ama

El internado para niñas malvadas (3)

Barbazul

Regalos envenenados

Casandra, sumisa repudiada

Venganza horrible

Aviso previo para mi sumisa

Obsesión...

...peligrosa

Voy a romperte el corazón (1)

Mi duda, mi tormento, mi redención

El internado para niñas malvadas

Mis esclavas y yo

Tela de araña (3)

El Internado para niñas malvadas

Mi antología del Bdsm (2)

Mi antología del Bdsm (1)

Menú anal

El caleidoscopio de Alicia

Exploracion muy íntima

El dolor, medio y fin

Reconocimiento de Ethan

Madolina, musa del sufrimiento (3 - Fin)

Gusanita

Madolina, musa del sufrimiento (2)

Madolina, musa del sufrimiento (1)

Cazador de mariposas

La letra con sangre entra

Dos historias de un ama (II)

Tela de araña (II)

Dos historias de un ama (I)

Tela de araña (I)

Ángel revelación (II: de la sombra a la luz)

Ángel revelación (I: del trabajo a casa)

El enema

Mi perversa Esclavizadora

Asphixya: hacia la insondable oscuridad

Color noche

Canal sadolesbo

Pesadilla fetichista

J. R o historia de un pervertido sin suerte