miprimita.com

Reencuentros y recuerdos (1)

en Hetero: Infidelidad

Se puede decir que no encuentros infortunados sino momentos equivocados; no sé donde leí esa frase, pero se adecua a la historia que os voy a contar como un guante de látex a la mano de un cirujano.

            Me llamo Laura, tengo 28 años y soy madre de un preciosa niña de tres años que ahora mismo es el centro de mi vida; no estoy casada, porque por algunas decepciones familiares tengo poca fe en el matrimonio, aunque vivo en pareja desde hace cinco años. Aunque siempre he sido una mujer muy activa, desde que nació mi hija y debido a la buena posición tanto de mi familia como de mi pareja, no trabajo y me dedico al cuidado de ella y a las labores propias de mi hogar.

            No me arrepiento de nada porque considero que de joven, viví la vida todo lo intensamente que me podía permitir, que era mucho. Ahora, de vez en cuando, es verdad que siento un poco de morriña de la vida que llevaba antes, pero ver los ojos de mi niña me basta para desechar esos pensamientos y sentirme muy a gusto con mi acomodada vida.

            Puedo decir que después de vivir esa alocada adolescencia que os he confesado, pasando por la cama de muchos hombres, quizás buscaba estabilidad. Mi padre sobre todo me supo guiar hacia donde buscar mi futura pareja; no es que sea una pareja de conveniencia, ya que le quiero y es el hombre que me ha dado a mi hija, pero quizás no respondía en principio a los cánones que yo buscaba en un chico. A sus 38 años, Oscar es un hombre culto, inteligente que ejerce como abogado en un importante despacho de la ciudad; un hombre corpulento y un poco rellenito, tema por el que siempre le echo la bronca porque no me gusta que se deje tanto como lo hace. Por lo demás es impecable: aseado siempre, afeitado, con ropa cara predominando los trajes y corbatas que lleva al trabajo. Me hace la vida feliz y muy fácil así que, como ya he dicho antes no me puedo quejar. Mi hermano mayor, Miguel, es el único que aunque se llevaba bien con mi pareja, siempre me reprochaba que me hubiera dejado llevar por la decisión de mi padre.

            Mis días se basaban en levantarme temprano para llevar a mi hija a la guardería porque, aunque no trabajaba, así me daba tiempo a mis cosas; dos días en semana tenía  a una chica limpiando en mi casa, por tanto las tareas del hogar las tenía, mas o menos, solucionadas. Esas mañanas libres las usaba en ir a un gimnasio de un club cercano, donde trataba de ponerme en forma y recuperar el cuerpo que tenía antes del embarazo. Yo siempre fui una chica delgada, donde mis dos tetas destacaban de sobremanera debido a lo estrecho de mi espalda; mis piernas finas y musculadas por mi afición al ejercicio aeróbico desde pequeña llamaban la atención de muchos hombres. A eso se le añadía que el hecho de ser medio francesa por parte de madre hacía que mis rasgos fueran diferentes a los del resto de chicas, mis ojos verdes esmeralda y mi cara me habían procurado muchos éxitos con el sexo contrario (y alguno con mi mismo sexo, pero eso ya es otra historia).

            Bueno, el hecho es que volví a ir de forma intermitente al gimnasio, porque me preocupaba mi físico, aunque mi familia decía que esos pocos kilos de más me habían sentado de maravilla y me hacían más mujer y menos niña. Pero ya sabéis, siendo madre a los 25 años como yo lo fui, no quería renunciar a tener un cuerpo bonito; llegué a plantearle a mi pareja, incluso, pasar por el quirófano, a lo que se negó rotundamente.

            Las tardes eran la parte del día en el me olvidaba de mis defectillos y disfrutaba más de la vida, porque la dedicaba por completo al cuidado de mi hija; era verano y, si no subía al chalet de mis padres donde ejercían de orgullosos abuelos primerizos, me iba con ella a la avenida peatonal que habían al lado de mi casa, donde quedaba con alguna de la otras madres de los niños del barrio. Ella jugaba en los columpios de plástico con otros niños bajo mi supervisión y mientras yo me sentaba en uno de los bancos a comer pipas o simplemente a leer una revista del corazón.

            Pues, la historia que os quiero contar empezó uno de esos días de verano; serían sobre las siete y media de la tarde justo cuando el sofocante calor ya se había ido. Yo estaba sentada en uno de los bancos viendo jugar a mi hija con la arena del parque infantil; yo iba vestida con un vestido veraniego de flores justo por encima de la rodillas y con tirantes con poco escote; el pelo, que llevaba corto, lo peinaba hacía atrás cayendo justo detrás de mi oreja. Charlaba con uno de las otras madres, Rosi, una chica de 34 años que siempre me daba consejos y muy dicharachera.

            - Buff, desde luego que ahora si se puede estar en la calle, sin tanto calor.-decía abanicándose con la mano.- Tenía el chirri escocido de tanto sudar.

            - Jajaja… Bien explicado sí señora…- le dije sonriendo mientras escupía la cáscara de una de las pipas que estaba comiendo.

            - Madre mía a ese si que le explicaba yo un par de cosas… El chirri, el churru o lo que quiera.- replicó mirando a un chico que pasaba haciendo jogging ante nosotras.

            Yo estaba acostumbrada a estas salidas de tono de mi amiga, porque eran normales esos piropos y barbaridades que decía a los hombres que pasaban por el parque cuando nosotras estábamos. Siempre decía que su marido ya no rendía como antes al ser ocho años mayor que ella, parecido a lo que me pasaba a mí con Oscar, y que le hacía falta un treintañero que la pusiera a tono.

            No es que yo no me mirara y disfrutara de los hombres que pasaban, pero sí que era bastante más discreta que mi acompañante. Esa vez en particular, miré oculta tras mis gafas de sol sin miedo de ser sorprendida. El hombre en cuestión rondaría los treinta años, rapado completamente al cero con unas mallas de atletismo hasta medio muslo que señalaban tanto unas piernas como un culo musculoso. Su camiseta transpirable de tirantes mostraba unos recios hombros y brazos cultivados por horas de gimnasio. No os puedo describir la cara, pues pasó tan rápido y yo estaba tan distraída mirando otras partes de su cuerpo y tratando de que Rosi no me viera mirar, que no me pude fijar.

            - ¡Míralo que culo, por dios! Si lleva hasta un tatuaje… Umm, nene malo, jiji- comentó Rosi.- Míralo, niña, que no se te van a caer los ojos.

            Haciéndome la distraída y con cara de fastidio, levanté la mirada para ver al chico de espaldas alejándose de nosotras. Su fuerte espalda, sus anchos hombres y ese tatuaje, medio oculto por la camiseta, que decía con letras góticas y en latín “Alea Jacta Est”.

- Pedro…- susurré de forma casi inaudible al reconocer ese tatuaje y relacionarlo con un viejo conocido, más bien con un viejo ex novio.

- ¿Has dicho algo, nena?- dijo Rosi que seguía mirando a aquel hombre alejarse por la avenida.

- Nada, nada… Que no está mal.- disimule pero sin poder dejar de mirar a aquel hombre que había significado tanto para mí, hacía muchos años.

Creo que si me hubieran pinchado en ese momento no hubiera sangrado; las casualidades de la vida me habían hecho reencontrarme con un hombre que fue muy especial en mi vida con el que fui muy cruel en su momento.

Pero supongo que para que entendáis un poco de lo que estoy hablando es necesario que empiece por contaros la relación entre Pedro y yo. ¿Preparados…?

                                               *

Esta historia se remonta a hace casi nueve o diez años atrás; yo por aquel entonces acababa de romper una relación de un año con mi primer novio, Juan, con el que perdí la virginidad y aprendí casi todas las cosas sobre el sexo. El problema fue que a él le gustaba enseñar a otras todas aquellas cosas que ya me había mostrado a mí: vamos que veía un coño y se le faltaba tiempo…

La cosa que no tuve otra cosa que hacer que una vez desengañada, al ser abandonada desde la playa mediante una llamada de teléfono, presentarme en casa de los padres de Pedro, por aquel entonces un chico de 20 años. Vosotros diréis que es absurdo que me presentara a buscar a ese chico, pero había una razón.

Todo empezó porque un año antes yo había tenido mis escarceos con Pedro, sólo roces, besos y poco más; el chico estaba loco por mí, porque era un autentico galán que me trataba como una reina, pero que como un chico de 19 años no sabía muy bien lo que quería. Yo vivía un poco a loco, saliendo con amigas y sin preocuparme por mantener una relación seria.

Un día, en las fiestas de la ciudad, que Pedro no estaba porque estaba ayudando a sus padres en el negocio familiar, empecé a tontear con su mejor amigo hasta el punto de acabar liándonos ante toda la pandilla. Justo en ese momento, Pedro entraba en la sala para darme una sorpresa por su llegada sin avisar. La sorpresa se la llevó él, al verme en los brazos de su mejor amigo: Juan.

Pasó ese año que he dicho de relación sin casi ver a Pedro que se distanció, no sólo de nosotros si no de la pandilla. En muy contadas ocasiones lo veíamos y, supongo que por el hecho de no tenerlo, me parecía más atractivo y guapo que nunca; en esos días que nos encontrábamos, siempre se mostraba distante pero cariñoso conmigo y simpático con Juan.

Pues como he dicho, el día que Juan decidió que su monitora de surf en la playa estaba más buena que yo, me dejó… Una semana después de aquello, y supongo que por puro despecho, me presenté en mi scooter en casa de Pedro. No sabía muy bien que pretendía cuando llamé a aquel timbre, tras más de dos meses sin verlo. Pedro abrió vestido solo con un pantalón deportivo y con el torso desnudo, donde se adivinaba un vello pectoral que antes no tenía y que me hizo sonreír.

- ¿Laura?- me dijo sorprendido con los ojos como platos y entornando la puerta como si me quisiera ocultar de su familia, que por otra parte no me conocía.

- Hola… Es que he venido a ver a unas amigas y he pasado por la puerta; he visto la moto aparcada y he querido saludarte.- mentí con la mejor de mis sonrisas en mi cara y divertida de ver los gestos nerviosos que hacía Pedro.

- Ah, bueno y ¿que te cuentas? ¿Y Juan?- preguntó presintiendo que algo no cuadraba; y es que me conocía mucho mejor de lo que yo creía.

- Ya no estoy con él, por eso he venido a buscar a Mari y Vero… Para salir esta noche, ¿te animas?

Pedro guardó silencio unos instantes, seguro que teniendo una lucha en su interior entre el orgullo y el deseo, pues veía como me miraba con los ojos entornados.

- ¿A que hora?- dijo, por fin, con una medio sonrisa. Ganó el deseo.

Yo sonreí satisfecha; una vez más había conseguido lo que quería.

            Desde esa misma noche, nos liamos; y una semana después ya estábamos en la cama por primera vez; ante mi sorpresa, puedo asegurar que Pedro era virgen por la torpeza de sus movimientos. Recuerdo aún como estando él sentado en su cama, empecé a bailar sensualmente delante suya, desabrochándome los botones de la camisa para dejar a la vista un sugerente sujetador de realzaba mis, ya de por si, grandes tetas.

            Pedro las devoraba con ansia, provocando un cosquilleo en mi coñito de la excitación; supongo que el hecho de ser él, de nuestra historia y de intuir que era su primera vez me pusieron más cachonda que nunca. Me gustaba la sensación de ser su profesora en este campo, aunque él tratara de ocultarlo.

            Su cara estaba desencajada al ver como, mientras estaba tumbado en su cama, yo iba desabrochando el cierre de su pantalón para descubrir una más que aceptable polla  semirrecta y bastante más grande que la de mi ex novio. Se me hizo la boca agua de tener a mi merced a ese chico que tantas miradas me había dedicado mientras estaba con su amigo Juan. ¿Cuántas pajas se habría hecho pensando en mí?

            Comencé a lamer muy despacio el tronco de aquella polla mientras la notaba endurecerse en mis manos; abrí mi boca para metérmela hasta donde pude, sin producirme arcadas, y mamé como si fuera la última que me fuera a comer en mi vida.

            Pedro jadeaba con los ojos cerrados  a la vez que sobaba mis tetas con sus manos; esa es la otra parte de su cuerpo que me volvían loca desde que lo conocí: sus grandes y fuertes manos, que parecían no pertenecer a aquel delgado cuerpo.

            Mirándolo a los ojos, y sin decir una sola palabra, me incorporé un momento para quitarme el pantalón y unas braguitas marrones que cubrían lo justo. Pedro me miraba agobiado con la polla apuntando al techo. Me monté a horcajadas sobre él y, frotando su rabo por mi coñito, comencé a sentarme sobre él.

            - Uff, por dios… La tienes grande…- tuvo que admitir al notar que me costaba llegar hasta el fondo.

            Pedro no hacia ningún movimiento. Estaba quieto como una estatua cuando, muy despacio, comencé a moverme sobre él sintiendo como aquella polla me abría el coñito. Cada vez más rápido empecé a cabalgarlo, a la vez que sus manos se agarraron tímidamente a  mis desnudas tetas que se balanceaban al ritmo de mis sacudidas.

            - Lau…Laura… Me corro, me corro, sal…- me anunció Pedro sorprendiéndome de su poco aguante y reforzando la idea de que era su “primera vez”.

            - Córrete, venga hazlo… Joder- le animaba yo acelerando el ritmo de mi cabalgada y apoyando las manos en su pecho.

            Cuando noté que los gemidos de Pedro anunciaban su inminente eyaculación, salté hacía atrás, dirigiendo sus chorrazos hacia su abdomen y su pecho. Madre mía, aún recuerdo aquella corrida y me sorprendo de la cantidad que pudo salir de esa polla.

            Me tumbé sobre él besándolo, sin importarme que nos restregáramos toda su leche por nuestros cuerpos.

            Aquel primer polvo fue el inicio de una activa vida sexual durante los siguientes tres años que duró nuestra relación; fue durante ese tiempo mi novio oficial, entrando en casa de mis padres, donde con su extrovertido carácter se ganó la confianza de mis dos hermanos y de mi madre. Ella se sentía orgullosa de aquel chico que trabajaba ayudando a sus padres  ala vez que se preparaba su carrera universitaria y tenía tiempo de hacer feliz a su hija. Mi padre es un caso aparte; no sé si en parte por ser yo su única hija o por los planes de futuro que tenía para mí, debido a nuestra elevada posición social, nunca tragó a Pedro.

            A mi la verdad que me importaba poco su opinión; era feliz con mi chico, dormíamos juntos casi todos los fines de semana en mi casa y follábamos casi a diario, demostrándome que iba aprendiendo a marchas forzadas. Éramos capaces de follar en la terraza de mi chalet, sabiendo que desde la piscina donde estaban mis padres podrían vernos; me encantaba sentir como intentaba ocultar los gemidos al correrse en mi boca mientras mi hermano pequeño estaba en la habitación de al lado. La verdad que fueron unos primeros dos años muy intensos y un tercero no tanto, por distanciarnos por culpa de mi trabajo.

            Eso fue porque comencé a trabajar en un orquesta de unos amigos suyos y pasamos casi todo el verano separados. Yo conocí un tipo de vida nocturna que no estaba acostumbrada a vivir: los halagos y piropos de los hombres del público, las atenciones de mis compañeros que nos veían a las dos cantantes como dos chicas dispuestas a todo… Me involucré mucho en todo aquello, deseando que llegaron los fines de semana para irme otra vez, sin importarme dejar a Pedro en la ciudad.

            Él siempre se mantenía al margen, como si sospechara que aquello no nos haría ningún bien, pero como siempre nunca hubo un reproche ni ninguna bronca. Y llegó el mes de Agosto durante el cual, por agenda de la orquesta lo pasé casi por completo de una ciudad para otra. Los desfases que antes hacía cada fin de semana se convirtieron en casi diarios. Y ahí entró en mi vida uno de los mayores errores de mi vida: la cocaína.

            Mi vida se redujo a actuaciones y fiesta posterior con mis compañeros con gramos de droga y mucho alcohol; olvidando por completo a Pedro y centrándome en vivir mi vida al máximo.

            Os puedo contar la vez que estando en la habitación de uno de los hostales, ocurrió el hecho que fue el principio del fin… En esa habitación que siempre compartíamos Susana, la otra cantante, y yo montamos una fiesta con uno de los músicos de la orquesta. El alcohol rondaba por la habitación mientras nosotras estábamos en sugerentes pijamas de verano; mientras aquel hombre iba preparando rayas de cocaína sobre la mesita de la habitación y no disimulaba sus miradas a mis piernas desnudas. Nunca se cortaba porque, como he dicho antes, nos decían todo tipo de barbaridades y nostras sonreíamos. Me gustaba sentirme deseada y saber que provocaba esos deseos en gente mucho mayor que yo, que ya rondaban los treinta y tantos por los 20 que tenía yo por entonces.

             En un momento de la noche, habiendo consumido ya bastante de ambas sustancias, fui al baño y, al salir, me sorprendí con que mi amiga estaba de rodillas ante nuestro compañero, comiéndole la polla con ganas. Los chupetones resonaban en toda la habitación mezclado con los jadeos indisimulados del hombre que marcaba el ritmo empujando la cabeza de Susana.

            Yo me quedé por un momento parada, notando como se me mojaban las bragas ante aquella escena. Raúl, que así se llamaba el hombre, me miró un instante con una sonrisa en los labios, mientras mi amiga le devoraba la polla.

            - Vamos, Laurita, acércate…- me decía con un voz insinuante.

            Supongo que la mezcla de los efectos de la cocaína con lo morboso de la situación, hicieron que mi me lo pensase y acercándome a Raúl, comenzamos a comernos la boca mientras sobaba mis tetas, sacándolas del pijama.

            - Joder, llevaba soñando con estas tetas, desde la primera vez que te vi en el ensayo.- aseguró dándome aún más motivos para morrearme con él.

            La mano de mi amiga Susana comenzó a acariciar mis muslos a la vez que seguía chupando aquel trozo de carne. Yo la miré sonriendo y me agaché junto a ella para comenzar a comerme aquel rabo.

            - Ufff, eso es mis niñas… Ummm…- gemía él con sus manos sobre nuestras cabezas como si fuéramos unos cachorritos.

            Al compartir aquel manjar, nuestras lenguas se encontraron para darnos un morreo de antología; era mi primer contacto sexual con una mujer y no me desagradó en absoluto… Después pude ver a mi amiga abierta de piernas mientars era follada por Raúl. Susana gritaba de gusto a la vez que yo la besaba y acariciaba sus pequeños pechos.

            - Joder, joder… Que morbo, dios…- me decía al ser penetrada por aquella polla a un buen ritmo.

            Al rato, Raúl me pidió que me pusiera en postura de perrita para follarme desde atrás; sentir dentro de mí una polla que no era la de Pedro, por primera vez en dos años y medio, casi me hizo correr de inmediato. Sentía como aquella polla, aunque más pequeña que la de mi novio, me hacía disfrutar supongo que por la morbosa situación y viendo a Susana masturbarse delante nuestras caras.

            - Me corro, tía… Me corro…- anunció Raúl mientras echaba toda su leche dentro del condón que llevaba puesto y pegándome dos pollazos que casi me hacen caer de bruces sobre la cama.

            Tras descansar un poco, nuestro compañero se marchó quedándonos Susana y yo explorando nuestros cuerpos y dedicándome ella la primera comida de coño que una mujer me hacía.

            Esa fue la primera de muchas noches en las que compartíamos más que habitación; Raúl y Manuel, otro compañero, pasaron por nuestra habitación muchas veces durante ese mes… Las veces que no venía nadie, Susana y yo nos motamos la fiesta nosotras solas.

            Durante ese mes, los pocos días que estaba en mi ciudad no le confesé nada a Pedro, sin importarme nada el daño que le estuviera haciendo; de hecho, buscaba excusas para pasar tiempo a solas con Susana. Pero todo llega a su final y el hecho de que un amigo en común, que trabajaba con nosotras, lo pusiera sobre aviso hizo que, por primera vez, me planteara sus dudas una noche en mi casa.

            - ¿Cómo puedes desconfiar de mí…? Me parece increíble que después de dos años y siendo como eres…- se contesté enfadada con toda la cara del mundo de negarle las evidencias.

            - Bueno, pues perdona por decirte lo que siento, pero sabes que nunca me he callado nada que nos afectara.- me decía él compungido pero sin mostrar ningún enfado evidente ni levantarme la voz.

            - Mira, si no confías en mí o no estás a gusto con mi trabajo, ya sabes lo que tienes que hacer…- le grité dando un portazo y metiendo en el baño; estaba usando todas mis armas para romper una relación y hacerlo sentir culpable de ello.

            Desde el cuarto de baño,  pude oír el ruido de la puerta de la calle cerrarse, me asomé desde la ventana para ver como Pedro salía del jardín de mi casa y se marchaba andando. Supuse que se iba a dar un paseo por el barrio para relajar la situación, cosa que solía hacer cuando discutíamos, porque siempre decía que era mejor dar unos minutos para que todo se viera desde otra perspectiva.

            Salí a mi habitación y, encima de mi cama, estaban las llaves de mi coche; un coche que siempre conducía él, porque yo no tenía carnet. Al lado de las llaves sólo había una nota y una foto: “De verdad, te deseo que seas muy feliz… Te quiero. Hasta siempre.” En la foto, muy mal enfocada, se podía ver como Raúl me follaba mientras yo tenía las piernas en sus hombros.

            Entonces entendí que mi chico se había a su casa andando habiendo casi cinco kilómetros hasta la suya; sin molestar, sin reprocharme nada, sin una voz más alta que otra. Ahora era libre para hacer lo que quisiera en mis viajes, pero en lugar de eso tenía un pellizco en el estomago. Pedro había desaparecido de mi vida… ¿Para siempre?

Mas de kiosquero

Compañeros de piso. Capítulo uno.

Compañeros de piso (Prólogo)

Entre caperucitas y lobos (Cap 5: El problema)

Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

Entre caperucitas y lobos (Cap 3: ¿Jugamos?)

Los imposibles también existen (6: Apariencias)

Los imposibles también existen (5: El principio)

Los imposibles también existen (4: El capricho)

Los imposibles también existen (3: La pecera)

Entre caperucítas y lobos (Cap 2: ¿Un lobo?)

Entre caperucítas y lobos (Cap 1: La boda)

Solos en casa (Cap 9: Simplemente, Marta)

Solos en casa (Cap 8: Miedos y costumbres)

Solos en casa (Cap 7: ¿Lo sabías?)

Solos en casa (Cap 6: Día de convivencia)

Solos en casa (Cap 5: Un, dos, tres... Emitiendo)

Solos en casa (Cap 4: De conciertos y confesiones)

Solos en casa (Cap 3: La creación de Alice)

Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

Solos en casa (Cap 1: ¿Que me estás haciendo?)

El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

El principe de los picaros (Capítulo : Doctrina)

El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

El principe de los picaros (Capítulo 2: Desafio)

El principe de los picaros (Capítulo 1: Destino)

El principe de los picaros (Prólogo)

El primero en... (Epilogo)

El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

El primero en... (Huir: Capítulo 8)

El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

El primero en... (Leer: Capítulo 4)

El primero en... (Descubrir: Capítulo 3)

El primero en... (Jugar: Capítulo 2)

El primero en... (Fantasear: Capítulo 1)

El primero en... (Conocer: Prólogo)

Regreso a casa (epílogo)

Regreso a casa (capítulo 12: Soluciones)

Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)

Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)

Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Regreso a casa (capítulo 5: Encuentros)

Regreso a casa (capítulo 3: Conociéndose)

Regreso a casa (capítulo 4: Ante todo, sinceridad)

Regreso a casa (capítulo 2: Volver a sentir)

Regreso a casa (capítulo 1: Prólogo)

El curso (y 4)

El curso (3)

El curso (2)

El curso (1)

Pequeño hermano mío: Y vivieron felices.(Epilogo)

Pequeño hermano mío: Viviré para hacerte feliz

Pequeño hermano mío: Tú y yo es nosotros

Pequeño hermano mio: Por ahora...

Pequeño hermano mío: El tiempo no todo lo cura...

Pequeño hermano mío: Dudas

Pequeño hermano mío: Cuando el rio suena...

Pequeño hermano mio: Cosquilleo

Pequeño hermano mío: Carmen, ¡cuentamelo ya!

Mi querido vecino

Reencuentros y recuerdos (y 3)

Reencuentros y recuerdos (2)

Verdades que duelen (Parte 2 de 2)

Verdades que duelen (Parte 1 de 2)

Miradas (Parte 2 de 2)

Miradas (Parte 1 de 2)

Mi hermanazo Marcos (El final del final)

Mi hermanazo Marcos (Jugando con fuego)

Mi hermanazo Marcos (la historia sigue...)

Breves historias de morbo: Vacaciones de verano

Breves historias de morbo: Al salir de trabajar

Mi hermanazo Marcos (el desenlace)

Mi hermanazo Marcos (2)

Mi hermanazo Marcos

Despedida de soltera (y 3)

Vacaciones en Tenerife (3 y fin)

Vacaciones en Tenerife (2)

Vacaciones en Tenerife

La Despedida de soltera (2)

La Despedida de soltera

Infiel con mi cuñada (2)

La visita de mi sobrino (2)

La visita de mi sobrino

Conquistando a mi tia (el desenlace)

El encuentro (Conquistando a mi tia 3)

Conquistada por mi sobrino

Infiel con mi cuñada

Conquistando a mi tía