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Pequeño hermano mio: Cosquilleo

en Amor filial

Tumbada en la cama de mi habitación, para descansar un poco de la noche de charla que había tenido con mi amiga Carmen, seguía dándole vueltas a todo lo relacionado con mi hermano. La verdad es que todavía no podía creer que se hubiera acostado con ella; era algo que, por mucho que tratara de asimilar, no conseguía verlo como algo lógico.

            Toc, toc… Sonaron unos nudillos en la puerta de mi habitación sacándome de mis pensamientos.

-         ¿Puedo pasar?- escuché la voz de mi hermano Manu desde detrás de la puerta.

-         Sí, nene, pasa…- tragué saliva porque sabía por donde iban a ir los tiros.

Manu entró en mi habitación, muy serio; por los gestos de sus manos y su cuerpo, estaba bastante nervioso, lo que me hizo fuerte a mí… Vi que yo podía llevar la iniciativa de mi conversación, pero observe su cuerpo delante de mí y me sonroje porque imaginé algunas de las escenas que me había contado Carmen. Lo veía debajo de mi amiga, siendo cabalgado por ella… Y algo ardía dentro de mí.

-         Oye, Sandra… ¿Has hablado con Carmen?

-         Sí

-         Pero, ¿de qué has hablado con ella?- decía sin ser capaz de mirarme a los ojos.

-         ¡Mira éste! ¿desde cuando tengo yo que contarte lo que hablo con mis amigas?

Parece que mi hermano se tranquilizó un poco; resopló cuando le di a entender que Carmen no me había dicho nada. Quizás pensó que habíamos hablado de otras cosas, que ella no se habría atrevido a decirle a su mejor amiga, que se había enrollado con su hermano pequeño. Se giró hacía la puerta y hizo el ademán de salir.

-         Manu, ¿desde cuando te gusta Carmen?- solté divertida mientras él se quedaba helado en el marco de la puerta.

-         ¿Q…Qué?- contestó dándose la vuelta y cerrando la puerta tras él.

-         Mira, claro que me lo ha contado… No te preocupes, no diré nada a nadie.

-         Me gusta mucho…- confesó mirándome a los ojos.

Esa frase me hizo abrir los ojos como platos. Un cosquilleo me nació en el estomago. ¿Celos? No podía creerme que el hecho de que mi hermano me confesara que le gustaba mi amiga Carmen me hiciera sentirme celosa.

-         Siéntate aquí, enano- le dije dando golpecitos en el colchón de mi cama para que se sentara

Manu se acercó frotando sus manos como síntoma de nerviosismo; no veía un hombre que le hubiera echado tres polvos a mi amiga, sino a un chico que siempre había jugado conmigo a la pelea de almohadas.

-         Mira, yo no tendría que decirte estas cosas porque supongo que esta conversación, ya la tendrás con papá pero…

-         Joder, Sandra… No me digas que me dan la dar la barra con lo de la semillita y la cigüeña…- dijo mi hermano saltando de mi cama como un resorte.

-         Bueno, nene, para mí también resulta difícil… No sé, descubrir que tienes una vida sexual activa; que a lo mejor es lo normal, pero…

-         No me jodas, ¿que eso también te lo ha contado?- alucinaba Manu entre aspavientos descontrolados.- ¿Qué es lo que te ha dicho ella?

-         Nada, nada… Sólo me dijo que os estáis conociendo y que acabasteis en la cama, nada más.- mentí viendo que quizás había hablado más de la cuenta.

-         ¿Seguro?- me preguntó con los ojos entornados.

-         Segurísimo…- volví a mentir, mostrándole la palma de la mano con la pose esa de la serie Star Trek, que siempre habíamos usado entre nosotros como juramento.

Manu me sonrió mas tranquilo y yo me sentí fatal por mentirle. Se acercó mí y me dio un beso en la mejilla. Ese beso me hizo estremecer y volví a sentir ese cosquilleo; ¿qué había cambiado entre nosotros que me hacía sentir así?

-         Me voy a correr.- me dijo con naturalidad, provocando que lo mirara con una cara de poker, totalmente desconcertada.- Joder, Sandra… Deporte; correr; zapatillas…

-         Ahhhh, vale, vale…Vete de aquí ya, enano…- le dije y le lance la almohada a la cara.

Mi hermano pequeño la esquivó con facilidad y con una sonrisa en la boca se marcó de mi habitación para irse escaleras abajo para salir de la casa. Pero a los pocos minutos volvieron a sonar unos nudillos en mi puerta. Toc toc… Agarré mi almohada e incorporándome para tener un buen ángulo de tiro…

-         Pasa pesao…- dije de pie en la cama y con el brazo recogido para lanzar con fuerza la almohada.

Pero, para mi sorpresa, quien entró era mi madre que me vio de pie en la cama con las zapatillas y con aquella estúpida pose de lanzadora de jabalina.

-         ¿Se puede saber que haces?- me abroncó con una pila de ropa recién planchada en sus brazos.

-         Lo…Lo siento, mamá. Creí que era Manu… Estábamos jugando…

-         No se quien es más crío de los dos.- decía mientras dejaba la ropa sobre una silla.- A veces creo que Manu se comporta más como un adulto que tú…

Buff, si tú supieras lo adulto que es tu hijo, te asustarías pensé sin poder evitar el esbozar una sonrisa que pasó desapercibida para mi madre, afanada en colocar la ropa.

-         Hablando de adultos… Quería pedirte una cosa.- dijo cambiando totalmente el tono de su voz ante uno mucho más agradable y sentándose en mi cama conmigo, como minutos antes había hecho mi hermano.

-         Si no es muy caro…

-         No seas tonta, Sandra…- me sonrió golpeándome mi pierna.- Este fin de semana, Raúl me ha invitado a pasar el fin de semana en una casa rural y no sé que hacer…

A estas alturas de la historia, permitidme que haga un pequeño inciso sobre mi familia para que os ubiquéis un poco… Mis padres se habían separado hace casi cuatro años y, si bien al principio había sido un poco traumático para nosotros, con el tiempo conseguimos un equilibrio basado en la buena relación entre mi padre y mi madre. Todas las semanas teníamos contacto con mi padre, que rehizo su vida a los dos años y ahora nos había dado un hermanito con su nueva pareja. Nunca tuvimos nada que reprocharle porque no se portó mal con mamá; le dejó la casa y no faltaba un mes en que no le pasara la pensión hasta que Manu cumplió la mayoría de edad. Y aún después de que mi hermano cumpliera los 18 años, seguía dándonos dinero si necesitábamos algo.

Mamá, en cambio, tardó un poco más en volver a la rutina de siempre; llevaba con mi padre desde los 17 años y, supongo, que este cambio en su vida le vino un poco grande. Nosotros la animábamos a que saliera un poco más, pero poco podíamos hacer… Entonces hace menos de tres meses apareció Raúl, un compañero suyo de trabajo, que empezó a salir con ella. Tardó un poco en confesárnoslo pero, al final, nos dijo que entre ellos estaba empezando algo muy especial y que iban a ir despacio.

Raúl era un buen tipo, de la edad de mi padre más o menos, y trataba bien a mi madre. Nunca se quedó a pasar la noche en casa, de hecho me hacía gracia como se despedían en la puerta con el típico beso tierno de quinceañeros. Nunca trató de ocupar el lugar de mi padre, ni de buscar un relación artificial con nosotros más allá de los hijos de su novia. Me cae bien este tío y mi madre lo sabe…

-         ¿Te ayudo a hacer la maleta?- le contesté sobre sus dudas por irse con él en el fin de semana.

-         Niña, no seas así… Estoy hablando en serio- me decía mi madre avergonzada a pesar de que siempre habíamos hablado con franqueza.

-         Yo también mamá… Te mereces escaparte unos días con él. ¿No pensarías pasarte todas las vacaciones en casa dando el coñazo?

-         Pero…

-         Pero nada… ¿Quieres que ya llame yo misma a Rulo para decirle que vas?

-         ¿Qué es eso de Rulo?

-         Jaja, es como lo llama Manu… Ya sabes, cosas de tu hijo…

-         Bueno, vale… Lo llamaré para decirle que voy con él; pero tienes que prometerme que cuidarás de tu hermano…

-         Síiiii

-         Qué no os peleareis…

-         Noooo

-         Y que no montarás ninguna de tus fiestas en casa…

Ahí guardé silencio, aguantando la carcajada, y mirando de reojo a mi madre que inmediatamente reconoció mi gesto.

-         Sandraaaa- comenzó a hacerme cosquillas mientras las dos caíamos sobre la cama riéndonos.

*

-         Dime, golfa- contestó Carmen al teléfono.

-         Adivina quien se ha quedado sola todo el fin de semana, porque su madre se ha ido con su novio…- le dije con tono infantil

-         Vaya que pena… Yo es que había quedado con tu hermano y…

-         Serás hija de…

-         Es broma, mujer…Jajaja- me interrumpió Carmen entre carcajadas.- Habrá que montar una buena fiesta, ¿no?

-         Bueno, le prometí a mi madre que nada de fiestas…- comencé a decir sin poder aguantar la risa.

-         Vale, o sea que yo voy llamando a los de siempre y tú haces la lista de bebidas…

-         Eso es…

Comenzamos las dos a reír por el teléfono mientras nos poníamos de acuerdo en a quien invitar y que bebidas comprar… No solíamos ser muchos en nuestras fiestas porque la pandilla que nos juntábamos, éramos poquitos: Germán, Carmen, Lucía, Lucho y yo.

-         Oye, ¿sabes que he hablado con mi hermano?- le dije a mi amiga cambiando de tema.

-         Ya lo sé, me lo ha dicho él… Me ha llamado hace un rato…

-         ¿Te ha llamado? Joder, esto es serio…

-         ¿Qué pasa, tía? ¿Te sienta mal que nos llamemos?- me dijo con un poco de tristeza en la voz.

-         No es eso, Carmen… Pero es que creo que Manu se está colgando de ti…

-         Bueno y ¿quién te dice que a mí no me pasa igual?- contestó Carmen midiendo bien sus palabras.

De nuevo ese cosquilleo en la nuca… La simple mención de una  relación amorosa entre ellos hacía que la piel se me erizará.

-         Bueno, ya hablaremos de eso luego, ¿vale?- le dije tratando de evitar el tema.- Pero, ¿qué le dijiste? Porque yo le dije que solo me habías contado que os habíais liado y…

-         Y eso es lo que te conté…

-         Carmen… Las posturas, el número de polvos que echasteis, el tamaño de su polla o que se corriera en la boca… Eso no es contarme que os liasteis.

-         Claro tonta, pero eso no se lo voy a decir.- me dijo sonriendo.- No quiero que te enfades, nena… Me gusta tu hermano y me lo paso bien con él… Ya está.

-         Vale, vale…- repetía nerviosa ante la situación.- Esta noche nos vemos.

-         ¿Estará tu hermano?-me preguntó con voz morbosa.

-         ¡Yo que sé! Tú sabrás que eres su… Su…

-         ¿Novia?- dijo Carmen riendo.

-         Vete a la mierda…- y colgué mientras se escuchaban de fondo las carcajadas de mi amiga.

Tengo que admitir que me costaba asimilar la nueva realidad entre mi hermano y mi mejor amiga; ¿de verdad eran novios? Era algo que no entraba dentro de la normalidad para Carmen. Quizás ese era el mayor miedo que tenía; mi amiga Carmen siempre había sido una loca con los tíos y creo que, en los últimos tres años, le había conocido un mínimo de diez chicos distintos. No me gustaba la idea de que mi hermano fuera uno más en su lista y que le rompiera el corazón. Todo esto contando con que Manu estuviera colgado de ella, que como nunca lo había visto con una chica no sabía como las trataba.

La puerta de entrada se abrió y Manu entró con la camiseta empapada en sudor en su mano y el torso desnudo. Me miró sonriendo con los auriculares del Ipod aún en los oídos. Yo me quedé embelesada con su cuerpo; definitivamente el canijo se había hecho un tío delante de mis ojos y yo sin darme cuenta. Ummm, Maldito cosquilleo.

-         Me voy a dar una ducha… Hoy creo que me he pasado de tiempo corriendo.- dijo mientras subía las escaleras.

-         Nene… ¿Vas a quedarte esta noche en casa?- le dije haciendo que se parara en el rellano.

Me miró con cara de extrañeza por mi pregunta; él no solía salir los fines de semana muy a menudo y yo lo sabía así que, supongo, que la pregunta era un poco absurda.

-         Pues no creo, ¿por qué?- me contestó pensando en que traería a dormir a Germán, con el que no se llevaba nada bien.

-         Van a venir Germán, unos amigos… Y Carmen.- dejé caer dándole emoción al final de la frase para ver su reacción.

La cara le cambió y parece que se le iluminó exageradamente cuando nombré a mi amiga lo que me escoció un poco, la verdad sea dicha. Después, sin decir una sola palabra, se giró y subió el otro tramo de los escalones de dos en dos.

Yo me quedé pensando en que la noche iba a ser muy larga en esa fiesta, con estos dos allí buscándose aunque, con Germán en la casa, dudaba mucho que Manu bajara de su habitación.

Subí las escaleras pensando en los preparativos de la fiesta y escuché el sonido de la ducha cuando iba a entrar a mi habitación; vi que la puerta estaba entreabierta y no sé que fuerza me empujó a asomarme para ver a mi hermano. Me asomé por la rendija que quedaba y pude ver a mi hermano, totalmente desnudo, bajo el agua que caía de la pera de la ducha. El vapor del agua caliente dificultaba un poco la visión, pero podía observar a Manu, con la cabeza hacía arriba, recibiendo el agua directamente en la cara.

Comencé a mirar su cuerpo de arriba abajo. Su cara de niño, que siempre me había encandilado; su espalda bien desarrollada, su tableta de abdominales y su mano que estaba… ¡Joder! ¡Se estaba masturbando! Casi me caigo de espaldas al ver el tamaño de esa polla, mientras se pajeaba. Su mano se agitaba frenética sobre ese rabo durísimo, hasta que empezó a resoplar y empezó a lanzar chorros de leche que chocaban contra los azulejos de enfrente, dentro de la ducha.

Me retiré en silencio pero totalmente obnubilada. Entré en mi habitación y me eché sobre la cama acalorada… Sin pensarlo mucho, metí mi mano dentro del pantalón de mi pijama y comencé a masturbarme.

-         Joder, joder… Manu… No me hagas esto…- mascullaba en voz baja mientras mis dedos machacaban mi clítoris.

El cosquilleo se hizo continuo mientras me llegaban los espasmos próximos a la corrida; mi espalda se arqueó y tuve que morder la almohada para evitar gemir y que mi hermano me escuchara, mientras me corría como una bestia.

Me quedé deshecha sobre mi cama y con la cabeza hecha un lío sobre lo que había ocurrido… Por lo menos ya tenía claro, lo que era ese cosquilleo: Manu, ese pequeño hermano mío, me tenía totalmente colgada…

(CONTINUARA)

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