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El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

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Zahara trajo un cuenco con algo de jugo para calmar a su recién aparecida hermana; Dinah cogía su mano, como si quisiera que nada volviera a separarlas jamás, porque habían sido muchos años separada de su hija, creyendo que había muerto… Sara tenía miedo de afrontar este momento, aunque cuando llegó a la ciudad de Córdoba no intuyó que su madre y su hermana aún vivirían allí. Habían pasado casi veinte años desde su marcha y la noticia de la muerte de su padre, le hizo pensar que su familia huiría por miedo a represalias.

-                          ¿Cuándo has llegado? ¿Cómo? ¿Dónde has estado estos años?- preguntaba de forma atropellada su hermana Zahara.

-                          Madre, perdóname…- dijo Sara llorando, como si no escuchara las palabras de su hermana.-Nunca tuve oportunidad de pedirte perdón.

-                          No hace falta, hija mía… Eso ya es pasado.- dijo la anciana muy tranquila.

-                          Pero padre murió por mi culpa…

-                          ¡No digas eso! Tu padre murió por sus convicciones.- gritó la anciana que no estaba dispuesta a que el asesinato de su difunto esposo recayera sobre la espalda de una de sus hijas.- ¡Zahara! Cierra los postigos de las ventanas, nos pueden escuchar…

Zahara que no entendía nada, miraba a las dos mujeres con desconcierto; allí estaba su hermana mayor, aquella que desapareció hace tantos años durante un viaje con su madre. Se apresuró a cerrar las ventanas de la pequeña casa, porque era verdad que la ciudad tenía oidos en las paredes. Ella apenas recordaba nada de aquella época, porque podía tener unos trece años por entonces.

-                          ¿Qué ocurre? Me lo podéis contar, por favor…- dijo preocupada Zahara de lo que estaba escuchando.

-                          No es bueno remover el pasado…- dijo la anciana negando con la cabeza.

-                          Madre, estoy aquí. Una mentira muchas veces repetida no acaba siendo una verdad.- dijo Sara besando a su madre en la mejilla.- Es hora de afrontar la verdad.

La anciana se acomodó en la silla y se giró hacia su hija Zahara; no sabía muy bien como empezar aquella conversación sin que la impresión para su hija pequeña fuera demasiado fuerte.

-                          Mira Zahara, las cosas no son como te hemos contado…- dijo la mujer carraspeando.- Tu hermana no se perdió durante nuestra visita a Toledo.

-                          Pero recuerdo que usted se quedó, mientras yo volvía a Córdoba con la tía Salmah.- dijo Zahara tratando de ordenar sus recuerdos.

-                          Madre, es mejor que empiece a contarle desde el principio…- dijo Sara que permanecía en silencio.

La mujer suspiró al saber que, si querían empezar de nuevo, tendría que desenterrar algunos secretos del pasado, por muy dolorosos que fueran.

-                          Tu hermana Sara era aguadora en el palacio; como tantas otras doncellas de entonces, eran elegidas por la corte para ocuparse de llevar agua desde el río hasta palacio, para regar los jardines.- dijo la anciana mirando a su hija menor.- Pero una tarde no regresó.

-                          Había una fiesta en palacio.- continuó Sara.- Y algunos soldados habían regresado de una incursión en Valencia… Nos usaron para su diversión, mancillando nuestro honor.

-                          Todas las mujeres aparecieron al día siguiente, algunas malheridas y otras muertas.- explicó Dinah a una sorprendida Zahara.- Pero tu hermana no apareció. Tu padre enloqueció buscando a tu hermana y mató a dos guardias para saber donde tenían enterrada a su hija. Entonces nos dijeron que estaba viva; que solo dos de las mujeres se quedaron en el harén de palacio y que una de ellas era Sara.

-                          ¿En el harén? ¡Por Alá!- gritó sorprendida la hermana menor.

-                          Nada es tan bueno como parece… Vivíamos en una cárcel de oro, pero como esclavas de toda la corte que había allí. Pero tardé muy poco en quedar embarazada…

-                          ¿Embarazada? Y ya no le servías así…

-                          Bueno, de hecho yo no; pero el fruto que llevaba en mi vientre sí…

-                          ¿Tu bebé? ¿Por qué?

-                          Porque mi hijo lo era también del califa Abd Al- Rahman III

-                          ¿¿Cómo?? ¡Pero entonces, serías madre de un hijo del califa!

-                          La madre importa poco en esos casos, hija mía.- interrumpió Dinah, puntualizando.- Al no ser esposa del califa, sólo les interesa la criatura; el hecho que fuera un embarazo problemático haría que hicieran cualquier cosa por mantener al hijo con vida, aún poniendo en peligro a la madre.

El silencio se hizo en la sala. Zahara  miraba a su hermana sorprendida y, totalmente descolocada, porque todo su mundo se desmoronaba.

-                          Tu hermana aprovechó una fiesta en palacio para escapar y volver a casa; nos contó lo sucedido y, por entonces, tu padre ya era buscado por haber asesinado a aquellos dos guardias.- dijo Dinah.- Sabíamos que el califa mandaría a la guardia buscarla como fuera, porque no podía permitir que un descendiente suyo viviera fuera de palacio… Ya le daba igual matar a la madre y al hijo.

-                          Entonces nuestro padre tomó la determinación de que deberíamos huir de la ciudad y que yo quedará al cuidado de un hermano suyo.

-                          Ese fue el viaje que yo recuerdo…- dijo Zahara que recordaba aquel viaje fuera de la ciudad, junto a su madre y su hermana.- Pero, padre no vino.

-                          Tu padre no vino, porque ya era un proscrito, buscado por el asesinato de dos guardas y no quería que, buscándolo a él, encontraran a Sara.

-                          Y murió por mi culpa…- sollozó de nuevo Sara, que llevaba mucho tiempo soportando aquel peso en su corazón..

-                          ¡No vuelvas a decir eso! Tu padre murió porque no supo controlar sus impulsos; si no hubiera atacado a esos guardias aún estaría vivo… ¡Maldito sea el día en que cogió aquel cuchillo!

De nuevo un incomodo silencio, en aquel ambiente de sinceridad que la familia estaba afrontando; quizás era necesario que llegaran a desvelarse los secretos del pasado, pero nadie dijo que no fuera doloroso.

-                          Pe… Pero yo no recuerdo a Sara, embarazada.- dijo Zahara.

-                          Aún no se notaba nada…- dijo Dinah.- Tu recuerdas que en ese viaje, volviste tú a la ciudad con la tía Salmah porque yo no podía viajar porque estaba embarazada…

-                          Un momento, ¡es verdad!- dijo Zahara sorprendida.- Madre, usted estaba embarazada de los mellizos…

-                          No, yo nunca estuve embarazada…

-                          ¿Pero entonces?

-                          Hixem es ese hijo de tu hermana, que yo lo hice pasar como mío para que no lo buscaran.

-                          ¿¿Quéee?? ¿Hixem es mi sobrino? ¿Y la otra niña?

-                          Ella se quedó conmigo, porque lo que andaban buscando era un varón… No te puedes hacer una idea de lo duro que es separarse de un hijo, pero madre creyó que lo mejor, una vez que día a luz, era traer a Hixem a Córdoba y, pasado un tiempo, reunirnos todos.- dijo Sara, cogiendo de nuevo la mano de su madre.

-                          ¿No era peligroso traer a Hixem a la ciudad donde lo buscaba su padre?- dijo Zahara.

-                          No, porque a nadie se le ocurriría buscar en la misma ciudad… Todos pensaron que habíamos huido. Córdoba era el sitio más seguro…- dijo la anciana que parecía tener las ideas muy claras.

-                          Pero, ¿Y que pasó? ¿Por qué no volviste?- dijo Zahara que seguía sin cuadrar las cosas.- La historia que yo conocía es que los cristianos atacaron el poblado y os separasteis…

-                          Me dijeron que habías muerto, Sara…- dijo llorando la anciana.- Nunca te habría abandonado, pero tenía que poner a salvo al pequeño Hixem. Si llego a saber que estabas viva, nunca me hubiera ido sin ti. No pude salvar a la pequeña; quemaron la casa delante de mí.

Sara guardó silencio, y acarició la mejilla de su anciana madre, como si tratara de consolarla… Esbozó una sonrisa que sorprendió a las dos mujeres, que no sabía muy bien a que venía.

-                          Madre, estamos vivas… Las dos…- dijo Sara, con lágrimas en los ojos.- La niña fue vendida a una familia y yo conseguí que la misma familia me comprara para cuidar de ella…

-                          ¿Has estado con ella?- dijo Dinah con una felicidad dibujada en la cara.

-                          Se llama Samira, madre… Y está aquí en Córdoba conmigo…

-                          ¡Tu hija está aquí!- dijo Zahara como loca.

-                          Pero no sabe que es mi hija… Nunca me atreví a decirlo.

-                          Pero Hixem está aquí… Tienes que verlo, ¡eres su madre!- dijo Zahara contentísima.

-                          Ya lo ví; sé que era él el chico que encontré en el mercado… Lo sentí. Los dos hermanos se encontraron. No sabía que estabais en la ciudad… Todo se complica.

-                          Tranquila, hija mía…- dijo Dinah abrazando a su recuperada hija.- Ahora estamos juntas… Todo se arreglará, ya verás…

   *******************

Por una vez, debido a la complicidad de las criadas de la casa, Hixem pudo dejar a Samira en la puerta sin necesidad de escalar al tejado… Podría acostumbrarse a este tipo de vida, pero sabía perfectamente que la familia noble de la chica nunca dejaría que, un muchacho pobre como él, mantuviera una relación con su hija.

Caminó por las calles de la medina; ya estaba atardeciendo y los callejones se llenaban de sombras que no asustaban a Hixem, porque se había criado formando parte de aquello rincones oscuros… Había pasado un día maravilloso con esa chica, que le había hecho olvidar todas sus preocupaciones por el tema de la muerte de Absir; ahora solo quería ir a ver a Jezabel, para contarle todo. Ella era su amante, pero también su amiga y su confidente.

Por primera vez, creía en las predicciones de su amiga bruja porque no era normal la conexión que teníoa con Samira, conociéndola solo de unos días. Es como si estuviera destinado a formar parte de su vida, tal como decía Jezabel… Samira era su destino, como si la hubiera esperado durante demasiado tiempo.

Estaba distraído en sus pensamientos cuando encontró al fondo de la plaza a aquel anciano al que antes había ayudado… Volvía estar sentado en el suelo. Sabía que antes podía haber estado espiándolos mientras follaban, pero lo consideró como una travesura inocente de un viejo falto de cariño.

-                          ¿Otra vez usted, anciano?- dijo el chico acercándose al viejo con una sonrisa.

Alejandro, con su capucha, esperaba al chico con paciencia; ya no había ningún testigo que le impidiera acabar su encargo. Era importante acabar cuanto antes este trabajo que tantos quebraderos de cabeza le estaba dando, al ver la injusticia que se cometía con aquel chico… Al fin y al cabo, sólo era un pícaro que se acostaba con las mujeres equivocadas.

Hixem se inclinó para agarrarlo de nuevo de la axila y ayudarlo a levantarse; con el rabillo del ojo, vio un extraño brillo en la mano de aquel hombre y notó como los músculos de su brazo se tensaban… Dio un salto hacia atrás para esquivar la hoja de aquel puñal que llegó a rozarle el pecho, causándole una herida.

-                          ¿Pero qué haces?- dijo el chico alejándose poco a poco para tomar distancia y tocando el pequeño rasguño que había en su pecho.

-                          Eres bastante rápido, me sorprendes…- dijo aquel extraño, levantándose y quitándose la capucha.

El chico se sorprendió de ver que bajo aquel disfraz no había un anciano como parecía, sino un hombre de unos cuarenta años, bastante fornido y que esbozaba una sonrisa llena de seguridad.

-                          ¿Nunca te han dicho que con armas no se juega?- dijo Hixem que seguía parado, mientras Alejandro se le acercaba.

-                          No huyes… Eso es muy valiente por tu parte.

-                          ¿Has venido a decirme cosas buenas? Creo que si pretendes robarme, no has elegido una buena victima.- dijo el muchacho dando la vuelta a sus bolsillos vacíos.

-                          Jajaja… ¿De verdad crees  que me molestaría en robarle a alguien como tú?

-                          ¿De verdad crees que yo me dejaría robar por alguien como tú?- dijo el chico con una sonrisa que sorprendió al asesino

Con un movimiento tan rápido como certero, Hixem lanzó un amago de patada a la espinilla de Alejandro que, al tratar de cubrirse, descuido la mano donde tenía el puñal. El chico golpeó ese brazo con su mano, lanzando el puñal por los aires y desarmando a su contrincante.

-                          ¡Eres…!- dijo Alejandro sonriendo, pero antes de que pudiera acabar la frase, Hixem le hizo un barrido con una patada en los tobillos, que le hizo caer de culo.

-                          No me gusta que roben en estas calles… Lo ladrones tenéis palacios, ricos mercaderes y caminos para robar a gente con dinero. Aquí sólo hay pobres trabajadores que no tienen ni para comer…

Alejandro se levantó muy lentamente y se sacudió la ropa del polvo del suelo. Miró con gravedad al chico que había ante él; ante todo era un hombre orgulloso y no iba a dejar que un mocoso lo humillara… El hecho de venir a tierras de Al Andalus, era la de escapar de todas las intrigas que existían en los reinos cristianos; pero como bien decía la ley de los asesinos, tenía que presentarse ante el gremio local de asesinos para informar de su llegada.

            Este gremio le pondría una misión como prueba, aunque él no quisiera ejercer su oficio en la ciudad; esa era la ley y él nunca había dejado de cumplirla… Ahora estaba frente a aquel chico, intrépido y atrevido, que lo miraba a los ojos con esa sonrisa que, aunque denotaba irreverencia, le recordaba a él mismo cuando era joven.

-                          Empiezo a entender muchas cosas y tú pareces no entender nada…- dijo Alejandro, dando vueltas alrededor de Hixem que seguía parado observándolo.

-                          ¿Y que tengo que entender? Sólo que te has equivocado de victima…

-                          Primero lección, amigo…- dijo el hombre mientras se detenía ante Hixem.- Nunca menosprecies a un rival por su edad.

Dicho esto, Alejandro lanzó un golpe contra la cara de Hixem que lo paró sin dificultad con su antebrazo; ese gesto desenfadado fue aprovechado por el asesino para golpear con el cayado, con extrema violencia el hombro malherido del chico, que cayó al suelo echándose mano a su articulación.

-                          Segunda lección: Es bueno saber los puntos débiles de tus rivales… Para ello hay que observarlo durante un tiempo.- dijo Alejandro, pateando la cara del chico y haciéndole caer al suelo.

El hombre se sentó sobre el pecho del chico que apretaba los dientes para soportar el dolor de su hombro destrozado; la presión de esa rodilla en su pecho le hacía arder la zona.

-                          No soy un ladrón, soy un asesino… Y alguien debe de quererte my poco, para haberme contratado… - dijo Alejandro sacando otro puñal de su cinto.- Créeme, este oficio no es agradable porque no te da tiempo a encariñarte con las victimas y estoy cansado de eso… Supongo que eres un muchacho que vale la pena porque eres fuerte, rápido y justo; pero te equivocas al meterte con la gente inadecuada. Por cosas como las que tú haces, otros chicos más jóvenes que tú mueren continuamente… Y te puedo decir que no es agradable con jóvenes que casi pueden ser mis hijos, como he tenido que hacer últimamente.

Hixem abrió los ojos como platos al escuchar aquellas palabras; quizás interpretó la declaración de Alejandro como le dio la gana, porque el asesino se refería a sus aventuras con mujeres nobles, que él consideraba la razón por la que tenía que asesinarlo… Pero el chico relacionó esas palabras de Alejandro, que decía haber tenido que matar a gente joven, con el reciente asesinato de su amigo Absir.

-                          ¡Fu…Fuiste tú!- gritó Hixem sorprendiendo a Alejandro por su arrebato de furia que lo hizo volar por los aires.

-                          ¿¿Qué??- dijo el hombre teniendo, por primera vez en su vida, miedo de la reacción de una victima

-                          ¡Absir! ¡Tú lo mataste!- gritó Hixem mientras se incorporaba sin apoyarse en su hombro herido y pateando con fuerza el costado de Alejandro, una y otra vez, que estaba superado por la situación.- ¡Era un crío, mal nacido! ¡Sólo cometió el error de hacerle caso a las personas equivocadas y tú lo abriste en canal como a una cabra! ¡Un robo de sabe Alá qué…! ¡Siempre atacáis a los más débiles! ¡No somos ganado!

Alejandro golpeó con fuerza el abdomen de Hixen con sus dos piernas desde el suelo, porque la rabia del muchacho amenazaba con destrozarlo… El chico cayó pesadamente al suelo, con su espalda, y se quedó allí totalmente derrotado. Un llanto de rabia por no haber sido capaz de vengar a su amigo, y un dolor inmenso en su hombro, casi le hace perder el conocimiento.

-                          Creo que estaba equivocado contigo…- dijo Alejandro agotado y sentándose de nuevo sobre el pecho que aquel muchacho que ya no podía escucharlo, entre la nebulosa de la inconsciencia.- Eres noble y sincero… Y creo que no hay maldad en tus actos. Yo no maté a tu amigo, ni sé muy bien porque lo mataron… Pero está claro que no mereces morir. Me marcharé de esta ciudad porque no pienso cumplir la misión que me han encomendado… Que tengas suerte.

Alejandro golpeó a Hixem con fuerza en la cabeza, haciendo que perdiera el conocimiento por completo, en aquel rincón oscuro de aquella plaza. Se había acabado para él, nunca más aceptaría un encargo como ese… Sus días de asesino habían acabado. Era hora de partir hacia otras tierras.

                                   **********************

            Samira durmió esa noche desnuda sobre las sabanas de su cama; se sentía excitada, ardiente y enloquecida por Hixem… Era un deseo irrefrenable el que sentía por ese chico, además de un amor fuera de toda duda. ¿Cómo era posible que Hixem hubiera sido capaz de romper esa barrera que otros no habían conseguido?

            Pensó en aquella frase de que Alá lo había puesto en su camino por algún motivo, pero tenía miedo porque el azar era caprichoso y el destino traicionero. Ya sabía que el chico no era el tipo de hombre que, una vez se había acostado con ella, la dejaría de lado. Su mirada, sus gestos, su tacto… Ahora entendía porque aquellas mujeres pagaban por sus servicios.

            Acarició su cuerpo, hasta llegar a su húmedo sexo, recordando la increíble tarde que había pasado con su amante en aquel pajar; su cuerpo sobre ella, sintiendo su calor. Sus labios en su cuello y sus dientes en su piel… Y su polla entrando en ella, como si siempre hubiera tenido que estar allí… Se tocaba el coñito, mientras gemía muy suave despertando todas aquellas sensaciones en su cabeza.

            Llegó a un placentero orgasmo, al recordar a Hixem corriéndose sobre su vientre, y se quedó placidamente tumbada en la cama… Mañana sería otro día y tenía que buscar la forma de volver a encontrarse con su amante.

            Un ruido en la escalera y en la puerta, la alertó de la llegada de alguien a su habitación; se hizo la dormida justo en el momento en el que Sara entraba por la puerta… Tuvo que taparse con la sabana, para que no se diera cuenta que estaba desnuda, porque la bronca habría sido monumental…

La mujer que la había cuidado desde que nació se sentó en la cama junto a su cuerpo “dormido”. Acarició su rostro, retirando el cabello de su cara y rozó sus labios de forma cariñosa con su pulgar.

-                          Siento tanto no haber sido lo suficientemente valiente, para decirte la verdad…- susurró la mujer, creyendo a Samira dormida.- Pero, tarde o temprano, el pasado vuelve. Pero hice lo mejor para ti, te lo juro…

Sara se levantó para salir de la habitación y Samira, con los ojos entrecerrados, pudo ver como aquella mujer se secaba las lágrimas… Nunca había visto ningún gesto de emoción en aquella mujer, y se sorprendió bastante. Cuando la mujer salió, la chica se incorporó en la cama. ¿Qué secreto atormentaba a aquella mujer? ¿Qué verdad nunca fue capaz de decirle?

Bueno, mañana lo averiguaría, porque ni este extraño episodio con su nana perturbaba la felicidad que la embargaba… No tenía miedo al pasado, porque su futuro era Hixem.

**********************

-                          Estoy preocupada, Mahudaj no ha aparecido en toda la noche…- dijo Zahara lavándose las manos y montando la ultima bolsa en el carromato.- Ni Hixem tampoco…

-                          Bueno, ya sabes como es el chico; habrá pasado la noche con esa mujer bruja…- dijo Dinah con Fátima en brazos y ya subida al carromato.

-                          Pero me preocupa que mi esposo no haya dado señales de vida. Sobre todo, cuando lo vi tan preocupado con que saliéramos de la ciudad.

-                          Ya te dijo que buscaría a tu hermano…- dijo Dinah, quedándose callada al darse cuenta que Zahara ya sabía el parentesco que le unía al chico.- Bueno, tú me entiendes… Me refiero a  que si te dijo que Hixem se reuniría con nosotras es porque pensaba quedarse con su hermano Yumel, quizás…

-                          Me apena que, cuando por fin nos hemos reunido, tengamos que salir de la ciudad y dejar a Sara aquí sola.- dijo la mujer, subiendo al carro.

-                          Puede que sea buena idea estar un tiempo fuera, si Alá quiere que nos reunamos, nos reuniremos… Pero creo que aún no es el momento de afrontar la situación. Ya sabes que cuando los chicos se conozcan será un trauma para ellos…

Zahara comenzó a jalear al caballo para que tiraba del carromato hacia la puerta de la ciudad, donde su esposo le dijo que Hixem se encontraría con ellas… En unas horas su vida había cambiado; ese chico era su sobrino, era el hijo de su hermana perdida y no sabía como reaccionaría al verlo… Empezó a darse cuenta que la personalidad arrolladora del chico, ese porte que hacía que las chicas lo desearan y la gente del mercado lo admirara, cobraba ahora un particular sentido: Hixem era hijo del califa, el hombre más poderoso que había pisado nunca Al Andalus.

Como si Dinah pudiera leer el pensamiento de su hija, la miró y le pellizco el brazo, sacándola de sus pensamientos.

-                          ¡Ni se te ocurra decirle nada al chico! ¡Ni a nadie! Si la gente sabe quien es tu sobrino, volveremos a estar en peligro… Hixem es hijo mío y de tu padre, ¿entendido?

-                          Sí, madre… Lo que tú digas, pero me emociona saber que volvemos a estar juntos… Hixem y Samira… Los dos hermanos, juntos por fin…

-                          Mejor, ir con tranquilidad… Es a tu hermana Sara a la que le corresponde tomar esa decisión…

-                          ¿Crees que Hixem se enfadará?

-                          Es una posibilidad, le hemos robado su pasado, pero lo hice por su bien… Porque creía que su madre y su hermana habían muerto. – dijo la abuela de Hixem, con una sonrisa de orgullo.- El chico es más fuerte de cabeza que de cuerpo; se parece tanto a tu  difunto padre, que me asusta… Como le ocurría a él: cuando cae, siempre se levanta.

******************

            El hombro le ardía de dolor, y el moratón que tenía daba la impresión de que lo podía tener fracturado;  con sus manos ensangrentadas por la herida de su cabeza, causada por el golpe que aquel asesino le había dado, trataba de incorporarse del suelo pero le era prácticamente imposible… Aún estaba mareado y era consciente de que aquel hombre lo podía haber matado, a tenor del corte que tenía en el pecho. De hecho, no sabía porque estaba vivo, ¿por qué le había perdonado la vida? ¿O lo había dado por muerto equivocadamente?  No podía quedarse quieto a pensar…  Tenía que ver a Mahudaj, porque su familia podía estar en peligro… Zahara, la pequeña Fátima, su madre Dinah… Samira.

            Trató de incorporarse y volvió a caer; la impotencia que sentía le provocó arcadas que le hicieron vomitar de forma copiosa…  Gracias a Alá, estaba muy cerca de casa de Jezabel y, apoyándose en la pared, trató de llegar hasta el callejón que daba acceso a la casa de si amiga. Como si de alguna forma lo presintiera, la puerta de la casa se abrió cuando aún no había llegado; Jezabel salió, con la cara desencajada, y miró de un lado a otro hasta que encontró a Hixem de rodillas con la mirada perdida: su cara llena de sangre y su ropa rota y manchada…

-                          ¡Hixem!- dijo la mujer corriendo hacía él, viendo como el chico se desmayaba de nuevo, chocando contra el suelo.

********************

            Yussuf esperaba en aquella casa que servía de cobertizo para almacenar productos del mercado… No le gustaba la impuntualidad y aquellos malditos mercaderes se estaban retrasando; su tiempo era demasiado valioso para perderlo con estupideces. En realidad, estaba deseando que todo llegara a su parte final, para poder matar a esos ineptos… Pero antes tenía que saber si ya habían matado a ese ladronzuelo que había osado poner en peligro sus planes.  Justo cuando pensaba en eso, apareció Yumel por la puerta del cobertizo.

-                          No me gusta que me hagan esperar, ya lo sabes…- dijo el espigado hombre jugando con su perilla.

-                          Lo…Lo siento, he tenido que solucionar unos problemas familiares.- dijo Yumel visiblemente nervioso.

-                          ¡Me importa poco tu familia! ¿Está todo solucionado?

-                          Si te refieres a Hixem, no tienes de que preocuparte… A estas horas ya estará muerto.

-                          ¿Cómo que “estará”? No quiero posibilidad, quiero certeza…

-                          Confía en mí, es un problema resuelto… Todo parece indicar que contrató a  aquel chico, porque escuchó lo del plan en casa de mi hermano Mahudaj.- inventó Yumel.- Lo confesó todo antes de morir… Siempre cumplo lo que digo.

Yussuf miró con condescendencia a aquel iluso; se resultaba patética, la importancia de la que quería hacer gala, como si fuera algo más que un mercader de segunda fila.

-                          ¿Y donde está tu hermano?- dijo Yussuf que seguía sin que le cuadrara la actitud de aquel hombre.

-                          Digamos que hemos tenido un malentendido y he tenido que tomar medidas…- decía Yumel, tratando de darse importancia delante de aquel hombre.

-                          ¿Qué malentendido?

-                          Nada de importancia, sólo diferencias personales… Pero lo importante es que el chico está muerto y que todo sigue según lo previsto por ti, Yussuf.

-                          ¡Nada va según lo previsto! Ese intento de robo no tenía que haber ocurrido… Matar a ese chico ya complica las cosas, porque la muerte de dos ladronzuelos puede llamar la atención de la guardia.

-                          Pero Yussuf, no debemos temer nada de la guardia. Tú los controlas, ¿no?

Yussuf, en un arrebato furioso, golpeó la cara de Yumel con el dorso de la mano haciéndolo caer al suelo. El orgulloso hermano de Mahudaj sabía que no se podía rebelar contra ese hombre, porque tenía el poder de hacerlo desaparecer sin dejar rastro; apretó los puños con rabia y se limitó a agachar la cabeza mientras se frotaba la mejilla.

-                          Creo que no te haces una ligera idea de donde andas metido; he confiado en ti una misión y esa parte de la misión es la que más problemas me está dando… No admito errores entre los que trabajan conmigo y, créeme, si fallas no seré yo el mayor de los problemas que tengas.

-                          No fallaré, te lo prometo… Mi parte del trato estará cumplida. El cargamento está en los pasadizos de la casa, tal como dijiste- dijo Yumel dispuesto a no meter más la pata, una vez que su plan de chantaje con el robo de Absir no funcionó.

-                          Está bien, lárgate… Y no quiero más problemas; si tu hermano supone un problema, ¡mátalo!

-                          No te preocupes, lo tengo a buen recaudo donde no podrá hacer nada que ponga en peligro el plan.- dijo Yumel marchándose mientras hacía reverencias como si la figura que había ante él, tuviera algún cargo importante.

Yussuf observó a aquel desgraciado salir del cobertizo y se atusó de nuevo la barba, pensativo… Quizás había puesto demasiada confianza en un par de estúpidos mercaderes, pero habían cumplido su parte del plan. Las armas estaban en el lugar correcto, la casa preparada para la recepción de los soldados abasíes… Sólo habían sido un poco descuidados en la limpieza de pistas, pero una vez que el intento de robo fue frustrado, que el impulsor de la idea fue asesinado y todo parecía estar en orden, sólo quedaba una cosa pendiente:

            - Seguidlo y aseguraos de que no comete ninguna estupidez.- dijo a dos de los hombres de su hermano Abdalah, que habían observado la escena desde las sombras.- Cuando os lleve hasta su hermano, avisad a Omar y matadlos…

Yumel caminaba por las calles de la medina con paso acelerado. Por una vez, sabía que todo aquello era demasiado grande para él; puede que su hermano Mahudaj tuviera razón y que, cuando ya no fueran útiles, Yussuf quisiera deshacerse de ellos… Por eso mismo quería tener la seguridad de tener algo contra aquel hombre despiadado. ¿Cómo iba a pensar que aquel estúpido crío se fuera a dejar atrapar? Por lo menos, había conseguido engañar a Yussuf haciéndole creer que el responsable de todo el plan era Hixem… Con el chico muerto, porque ya se había cumplido el plazo dado al asesino, no había nadie que los pudiera relacionar con Absir.

Ahora tenía que ocuparse de su hermano Mahudaj; estaban tan cerca de coger la recompensa y marcharse de la ciudad para siempre, cuando su hermano tuvo ese atisbo de bondad… ¿Cómo se le pudo pasar por la cabeza la idea de avisar a Hixem para que escapara de la ciudad? Nadie podía traicionar  a la familia… Y, por mucho que le doliera, Mahudaj moriría si ponía en peligro todo el plan.

Recordó la conversación que escucho a su hermano con su esposa Zahara, que Hixem se reuniría con ellas en la puerta de la ciudad para escapar de la ciudad… Tenía que asegurarse de que el asesino enviado por el gremio había cumplido su trabajo y que Hixem no se presentaba a la cita. Cosa poco probable porque Mahudaj, que permanecía herido y escondido, nunca llegó a avisar al chico… Pero, si algo había aprendido en los últimos días, era en no dar nada por sentado.

Fue hacia la puerta de la ciudad y, a lo lejos entre la muchedumbre, observó a su cuñada Zahara con su madre Dinah y su sobrina Fátima; ya estaban subidas en el carro y Zahara miraba preocupada hacia todos lados por el retraso evidente de su hermano…

Yumel sonrió al ver que el chico no aparecía; era una buena señal y ya sólo tendría que efectuar el pago al gremio de asesinos. Se acercó a Zahara que la mejor de sus sonrisas; siempre había tenido buena relación con la mujer de su hermano, porque era una mujer que anteponía el interés de su familia a otras muchas cosas.

-                          ¡Zahara! Soy yo, Yumel…- dijo el hombre avisando a la hermana de Hixem con un saludo.

-                          ¡Yumel! ¿Qué haces aquí? ¿No está Mahudaj contigo? No vino a dormir anoche…

-                          No te preocupes… Es que hemos tenido algunas reuniones con el gremio de exportadores, pero está bien…- mintió el hombre, que era un experto en eso.- Me dijo que viniera a avisaros de que marcharais vosotras…

-                          Pero me dijo que esperáramos a mi…- dudó Zahara como llamarlo.- A mi hermano Hixem, que vendría con nosotras… Tampoco vino a dormir anoche.

-                          Lo localizamos esta mañana, pero se ha negado a marchar… Cuando Mahudaj le explicó que nos quedamos para proteger la mercancia, dijo que era más útil aquí que con vosotras…

Zahara dudó un poco, pero el razonamiento de Yumel podía ser bastante fiable; Hixem nunca permitiría que Mahudaj se quedara sólo en la ciudad… Nunca había sido muy amable con él, pero el sentido de familia de su “hermano” estaba por encima de rencillas… Lo que no le cuadraba era que no hubiera venido él mismo a explicarlo.

-                          Pero, ¿dónde están? ¿por qué no han venido ninguno de ellos?

-                          Zahara, tu hermano dijo que no venía porque no quería que tu madre le impidiera quedarse…- dijo Yumel provocando que Zahara asintiera estando de acuerdo con la decisión de su hermano.- Y tu esposo está dormido porque ha pasado la noche en vela, vigilando el almacén de posibles robos.

-                          Está bien, nos marcharemos… Por favor Yumel, cuidaos mucho… Y avisadnos cuando podamos volver…

-                          No te preocupes, cuando todo se arregle, iré en persona a buscaros con Mahudaj e Hixem…

-                          De acuerdo… Al menos, dile a Hixem que se reúna lo antes posible con nosotras; mi madre estará mas tranquila…- dijo la mujer mientras subía al carro y se despedía de su cuñado.

-                          Pronto estareis toda la familia junta…- dijo Yumel, sintiéndose orgulloso del doble sentido que tenía la frase.

En ningún momento había pensado en acabar con la vida de Zahara y su familia, pero la mania de su hermano por entorpecer los planes, había provocado que Yumel los viera como un estorbo… La muerte de Hixem provocaría preguntas en la familia; preguntas que Mahudaj parecía dispuesto a contestar. Su hermano había perdido, por completo, el sentido de la familia. Había antepuesto los intereses de su esposa a los de sus hermanos de sangre… Ahora iría a ver a su hermano, al que tenía cautivo en un sotano de su propiedad, para intentar por última vez, hacerlo entrar en razón: la vida de su familia estaba en juego.

Quedaban dos días para entregar el cargamento y necesitaba a su hermano para cumplir los plazos; después, por Alá, que no dudaría en matarlo si seguía pensando en traicionarlo.

                        ************************

            Los dos hombres de Abdalah que tenían el encargo de Yussuf de vigilar los movimientos del mercader, observaron como éste charlaba con aquella familia al lado del carromato… Todo parecía indicar, por los cariñosos gestos, que eran personas importantes para él. No pudieron llegar a escuchar la conversación, y se centraron en seguir a una distancia prudencial a Yumel para saber donde estaba su hermano.

            Según la parte del plan que conocían, toda la entrega del cargamento se haría dentro de dos días y los mercaderes eran indispensables para eso… Ellos, veían y obedecían. Aunque fuera muy sencillo deshacerse de ellos en ese momento, no estaban autorizados para ellos. Debían saber con quien se relacionaban, si el otro hermano seguía con vida y, sobre todo, si tenían algo que ver en aquel intento de robo como sospechaba Yussuf.

-                          Aquí es donde se esconde ese mal nacido.- dijo uno de los secuaces de Abdalah mientras señalaba la casa de Yumel donde acababa de entrar.

-                          ¿Y qué opinas de las mujeres con las que ha hablado antes?

-                          Informaremos a Yussuf y él sabrá lo que hacer…

-                          ¿Crees que todo saldrá bien?

-                          ¡No seas estúpido! Cuando todo acabe, Yussuf será dueño de una ciudad y nosotros formaremos parte de su guardia personal.

                                                *****************

-                          Cof, cof, cof…- tosió Hixem llevándose la mano a su dolorido pecho, mientras Jezabel se acercaba a él.

-                          Relájate, y no te levantes… Estás muy mal herido.- dijo su amiga sujetando su hombro para que no lo moviera.

-                          ¡Tengo que avisar a mi familia! ¡Están en peligro, todos!

-                          No te preocupes, fui a buscarlos y han salido de la ciudad, porque Mahudaj convenció a tu hermana y a tu madre de que se marcharan- dijo la mujer tratando de tranquilizarlo.

-                          ¿Quién te dijo eso?- susurró con la poca fuerza que tenía.

-                          Me lo dijo Talek, el amigo de tu madre… Fui a por ropa nueva para ti, la que traías estaba destrozada… ¿Qué te pasó? ¿Y cómo qué están todos en peligro?

El chico no pudo contestar por un nuevo ataque de tos que le hizo lanzar esputos de sangre; seguramente tendría dañadas las costillas por los golpes de la rodilla que aquel hombre… Las vendas opresoras que Jezabel le había puesto mientras dormía, remitían bastante el dolor que se hacía algo más soportable.

-                          Bueno, descansa… Con el relajante que te dí, llevas durmiendo un día entero y aún así no ha remitido el hinchazón del hombro… Creo que lo tienes roto.

-                          ¡Un día entero!- gritó Hixem, tratando de levantarse pero cayendo a la cama, cuando una punzada en su hombro le hizo desistir.

-                          ¡He dicho que te tranquilices! Pase lo que pase, tú familia está a salvo…- dijo Jezabel.- Y, ahora, me vas a contar quien te ha dado esta paliza y que tiene que ver con tu familia…

-                          Samira descubrió algo… Ese escudo que encontramos en el cuerpo de Absir… Es algo extraño… Quieren matar al califa…

-                          ¡Espera, espera! ¿Matar al califa? ¿Y qué tiene que ver eso contigo y con esa chica? ¿Y con tu familia?

-                          Jezabel, por favor, ve a buscar a Samira… Ella te lo explicará todo… Yumel y Mahudaj están implicados…

La mujer vio el brillo especial en los ojos del muchacho cuando nombró a la chica; tuvo que admitir que un pequeña sensación de celos la acongojó. Ese chico era especial para ella y sabía que esa muchacha estaba destinada a estar con él…

-                          Hixem… Samira y tú…- dejó caer la bruja con una media sonrisa.

-                          Prométeme que la vas a cuidar… Si me atraparon a mí, la atraparan a ella… Ella fue quien escuchó a Mahudaj hablar con ese tal Yussuf.

-                          ¿Has dicho Yussuf?- dijo la mujer sorprendida porque conocía perfectamente a ese hombre, que había sido cliente suyo hace unas noches.

De repente, la amiga bruja empezó a entender la gente tan peligrosa con la que estaba inmiscuido el chico; la sala donde visitó a aquellos dos hombres, los soldados que custodiaban la entrada y el lujo en el que vivía aquel hombre, Abdalah.

-                          Son gente peligrosa, Hixem… No debes enfrentarte a ellos.- dijo asustada la mujer.

-                          ¡Mataron a Absir!

-                          ¡Y te mataran a ti, si no te alejas! Si es verdad que quieren matar al califa, ¿qué no harán contigo?

-                          ¡Me da igual el califa! Pero Mahudaj está metido y puede que mi familia esté en peligro… Te lo ruego, busca a Samira…

-                          Está bien…- asintió Jezabel con un cuenco de un brebaje en las manos- La buscaré y trataremos de pensar algo que hacer, ¿vale? Pero ahora tómate esto y descansa

-                          Tiene que estar preocupada, tras un día sin verme… No quiero que se ponga en peligro al buscarme…- dijo el chico dándole pequeños sorbos a cuenco, mientras ponía gesto extraño por el sabor amargo.

-                          Vale, descansa y yo la buscaré.- dijo la mujer levantándose y poniendo un manto en su cabeza.

-                          Jezabel…- dijo el chico haciendo que la mujer lo mirara desde la puerta.- Gracias…

-                          No seas idiota…- dijo antes de salir.

Hixem se dejó caer sobre el camastro de nuevo, dejando el cuenco en el suelo,  mientras veía la venda de su hombro y sonrió al reconocer las últimas palabras de Jezabel. ¿Por qué todas las mujeres se empeñaban en llamarlo “idiota”? Daba igual, porque en ningunos labios sonaba de la misma forma que en los de Samira… Se volvió a quedar dormido por el efecto del tranquilizante que Jezabel le había dado.

(CONTINUARÁ)

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