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La visita de mi sobrino

en Amor filial

Mi historia de amor con Rafael, mi difunto esposo, empezó siendo yo muy joven; Por aquel entonces yo trabajaba en un pequeño supermercado del casco antiguo de Calpe, en Valencia, y Rafael era uno de los supervisores de zona de la cadena de establecimientos. A sus 30 años era un hombre muy atractivo: Alto, fuerte y de tez morena por su origen andaluz. Nos volvimos locos el uno por el otro y, tras menos de un año de relación, quedé embarazada de mi hija mayor, teniendo tan sólo 21 años. Como marcaban las normas por aquella época, mi futuro esposo no tuvo ningún problema en hablar con mis padres y pedirles mi mano para casarse conmigo, cosa que a mi padre agradó muchísimo, porque veía que rea un hombre trabajador, tranquilo y sobre todo, que amaba a su hija.

Mi vida junto a él, fue todo lo maravillosa que una mujer podría esperar; cariñoso, atento conmigo y con su hija, Sonia, que actualmente tiene 19 años. Bueno, no quiero aburriros contando entresijos del matrimonio, porque no somos lo que se dice un matrimonio que deparara muchas sorpresas. La mayor de ellas fue que una grave enfermedad me lo arrebató a las 46 años de edad, hace ya tres años. Mi vida, por supuesto, cambió por completo y más si cabe para uno mujer que solo había conocido a ese hombre en su vida... Yo tenía entonces 37 años.

Tengo que decir que la familia de él, siempre se portó bien conmigo y, en su ausencia, no dejaron tener palabras de animo para mí desde su Jaén natal... Allí en tierras andaluzas, que mi marido había dejado muy joven para probar suerte por el Levante español, estaban sus dos hermanas. Y sus cinco sobrinos, todas chicas menos uno: Rafa... Este chico era el ojo derecho de mi difunto esposo. Al ser el único chico de la familia y al ser también el único hombre en su casa, pues su padre murió siendo niño, sentía una particular predilección por él, llegando a ser su padrino en el bautizo y ponerle el nombre de Rafael en honor de mi marido.

La relación con todos ellos, en vida de mi marido era genial. Nosotros visitábamos casi todos los veranos a su familia en aquel pueblecito de Jaén, debido a la enorme nostalgia de su tierra que padecía Rafael. Y, mientras mi hija y yo, nos quedábamos en casa, por el asfixiante calor, mi marido y su ahijado, eran capaces de recorrer las empinadas calles del pueblo a más de 45º de temperatura, a la vez que mi esposo le contaba anécdotas a su sobrino favorito. Después en la cama, Rafael me comentaba todo lo que había hecho con él; con un orgullo que tendría hacía el hijo varón que nunca tuvo.

La cosa que cuando murió mi esposo, vinieron todos al pueblo menos Rafa, que se quedó con el negocio familiar, imposible de cerrar. Yo no se lo tuve en cuenta porque sabía que es lo que habría querido su tío. Siempre decía que era un chico responsable, a pesar de las peleas que tenía con el joven por los piercing y los tattos que llevaba. "No importa las pintas, sino es saber comportarse y tener huevos para llevar el pan a tu casa y cuidar de tu familia" nos decía mi marido ami hija y a mí como dogma de vida. De todas formas, tras el funeral, aunque la comunicación no se cortó, se distanciaron mucho más las visitas; al menos las mías, porque mi hija si se escapaba para estar con sus primos y siempre traía regalos de Rafa para mí y reprimendas por no haberla acompañado.

Así pasaron estos tres años hasta que hace dos meses recibí una llamada de mi hija Sonia, que hacía más de un año y medio que se había ido a vivir con su novio a Valencia capital, aunque venían mucho por casa:

  • Mama, mama...-
  • me gritaba por el teléfono con una alegría desbordante.
  • Dime cariño, por dios ¿que te pasa?- trataba de calmarla yo, que no entendía nada entre tanto grito.
  • Es el primo Rafa, que viene esta semana a pasar diez días con nosotros...- reía Sonia, que siempre lo había visto como un hermano mayor por el amor que sentía su padre por él
  • ¿Cómo? ¿Cuando te ha llamado? ¿Para cuando viene?- se me atropellaban las palabras impaciente porque mi hija me diera toda la información posible.
  • Pues dice que te llamaría esta noche para hablar contigo y contarte. Tiene diez días de vacaciones y quiere vernos. Jajaja. Pero mama, tienes que convencerlo de que se quede en casa. Porque dice que ha hecho una reserva en un hostal.
  • ¿Como? De ninguna manera; no te preocupes que ese cabezón se quedará en casa. Me costará convencerlo porque es igual de cabezón que su padre pero vaya si lo conseguiré.- exclamé muy molesta por el hecho de que mi sobrino no me hubiera dicho nada de su visita.
  • Bueno, mamá, llamame mañana con lo que hayáis quedado ¿eh?. Si llega esta semana quedamos para comer o para cenar.
  • - Si, cariño, no te preocupes, que mañana te llamo con lo que sea.- le dije colgando la comunicación después de las respectivas despedidas cariñosas.

No sé porqué la noticia me puso muy nerviosa; llevaba sin ver al chico desde hace tres años pero cuando hablaba con él por teléfono, cosa que hacía cada semana para preguntarme como me iba y si me hacía falta dinero, siempre estaba muy cariñoso conmigo y con su prima. Realmente era un buen chico y cariñoso, como su tío. Me sorprendí que estaba como una colegiala esperando la prometida llamada por la noche para confirmarme que vendría. Tenía el teléfono encima de la mesa y miraba más el inerte aparato que la televisión. Por fin sonó el móvil, vibrando encima de la mesa... No llegó ni al segundo aviso. Lo cogí casi por instinto.

  • Si, dígame...- contesté como si no supiera quien era, a pesar de haber visto su nombre en el registro de llamada entrante.
  • Hola Tita, soy Rafa... Que rápido lo has cogido, jaja. ¿Cómo va todo?
  • Ah, hola cariño... Es que tenía el móvil en la mano. Todo muy bien. ¿Y allí?. Es raro que llames un jueves, siempre me llamas los domingos. ¿Ha pasado algo?- dije simulando preocupación, aún sabiendo el motivo de su llamada.
  • No, no; todo bien por aquí. Te llamaba para otra cosa. Ya he llamado a la prima Sonia; es que tengo dos semanas de vacaciones y quería subir a veros... Sólo para que lo supierais. No os preocupéis por nada que he reservado un hostal.
  • ¿Comooo? Ni hablar, niño. ¿Cómo se te ocurre? Tú te quedas en casa de tus tíos que es donde tiene que estar. Hay sitio de sobra para ti y para tu pareja si vienes acompañado.
  • No, tita... Voy solo.
  • Pues más a mi favor. Haz el favor de cancelar esa reserva o me enfadaré mucho... ¿Que pensaría tu tío si te dejara dormir en su hostal.
  • Esta bien, tita lo cancelaré...- escuché decir a Rafa
  • Bueno y cuando tienes tienes pensado venir...
  • Pues la idea era salir mañana, a primera hora, para tratar de estar allí por la tarde. Voy en coche.
  • Bueno, pues perfecto... ten cuidado cariño con el coche que me da miedo.- le supliqué con voz melosa.
  • No te preocupes, tita... No tengo prisa no correré. Nos vemos mañana, guapa.- se despidió cariñosamente.

Esa noche no podía dormir y empecé a sentir que algo pasaba con él; no era normal el sentimiento que sentía por esa persona. Mi difunto esposo me había transmitido el amor incondicional por ese chico, que desde su muerte se había preocupado por nosotras todas las semanas. Estaba nerviosa con su llegada y el cosquilleo en el estomago, era algo que no sentía desde hace mucho tiempo. Así me quedé dormida: pensando en Rafa.

La mañana siguiente, y después de informar a Sonia sobre lo que había hablado con su primo, quedamos a la hora del almuerzo para que ella viniera a Calpe para recibirlo. Sobre las tres de la tarde vimos llegar el coche de Rafa. Cuando se bajó del coche casi me da un vuelco el corazón. A sus 25 años se había convertido en un hombretón, muy parecido a su tío cuando lo conocí. Llegaría, casi con toda seguridad al metro ochenta y cinco de altura y fuerte como un toro. Sus ojos verdes, su piel azabache y su pelo negro lo hacían un hombre muy atractivo. Yo me quedé boquiabierta, y solo gracias a que Sonia se lanzó a sus brazos nada más verlo bajar, pude recuperar la compostura antes de que se fijara en mi.

Después que mi hija se lo comiera a besos, me dirigió una agradable mirada; me quemó con esos ojos verdes, que eran la mirada de su tío. Creo que incluso me emocioné un poco, pues noté las lagrimas correr por mis mejillas por los recuerdos.

  • Hola tita...- me sonrío, mientras me daba un ramo de flores y un beso en la mejilla muy intenso.
  • Hola, cariño.- le sollocé derrumbándome en su pecho y abrazándome a él. Toda la incomodidad de la noche anterior se había vuelto felicidad. Rafa estaba allí y me transmitía una paz interior increíble; se sentía protegida de nuevo.

El día paso genial; comimos juntos en un restaurante, donde no consintió que pagáramos nada. Nos fuimos a tomar café y a pasear por la playa con mi hija permanentemente colgado de su brazo. Así pasó el día hasta que después de cenar llegó Gabriel, el novia de Sonia. Aunque me insistieron mucho para que fuera a tomar algo con ellos les dije que no; que ya era muy tarde para mí, que estaba cansada de todo el día.

  • Bueno, al menos te acompaño a casa, tita...- se ofreció gentilmente Rafa, después de que Sonia le dijera donde iban a estar.
  • No, no, ni hablar, quedate... Si estoy a dos minutos de casa.- protesté poco convincente pues me agradaba su compañía.
  • Ni hablar, tita... Yo no quedé en el hostal por ti; ahora me dejas que te acompañé. Además tengo que subir las maletas del coche.- me dijo él cogiendo mi mano.

Llegamos a casa y abrí la puerta; él dejó sus maletas en el salón y me pidió unas llaves de casa, para no despertarme si llegaba tarde. Se las dí y tras darme otro intenso beso en la mejilla, se marchó. Yo quedé un rato sola en el centro del salón. Era como si se hubiera marchado la luz que me había iluminado todo el día. Después me marché a mi cuarto donde me puse en pijama de verano y me acosté, por supuesto sin poder dormirme fácilmente.

A eso de las tres de la mañana, escuché la puerta de la calle y supuse que Rafa había llegado. No me quise levantar para no parecer ansiosa ante sus ojos. Sin apenas ruido, oí que se acercaba a mi habitación; me hice la dormida y con los ojos entreabiertos pude ver como se asomó a mi cuarto para comprobar si estaba dormida. Después fue a la cocina, porque escuche el zumbido de las barras de luz y, finalmente a su habitación, cerrando antes la puerta de la mía.

Todo esto me desveló un poco, y me quedé pensativa, dándole de nuevo vueltas a la cabeza todo el día y a lo maravilloso que había sido el compartirlo con mi sobrino. De repente escuché ruidos en su cuarto y intenté descifrar que podía ser... Me asuté porque pensé que podía haber llegado bebido y estar mareado, así que me levanté sigilosa y me dirigía su habitación. Desde el pasillo podía ver la puerta entreabierta de su habitación, que era la antigua de su prima Sonia. Entonces lo que observé entre penumbras me dejó helada... Sólo veía la fuerte espalda de mi sobrino con unas piernas en sus hombros y dando embestidas a una chica que tenía debajo. Podía oír perfectamente desde tan cerca los gemidos ahogados de la mujer y el chapoteo de sus sexos al chocar.

La situación me puso muy caliente; ahí estaba yo espiando a mi sobrino como follaba a un ligue de discoteca. No creía que mi sobrino fuera capaz de subir a nadie aquí pero al verdad que me excito. La chica arqueaba la espalda y arañaba la de mi sobrino que no parecía bajar el ritmo nunca. Era como un pistón metiendo lo que se presumía una gran polla dentro del coñito de esa chica. Sin poder remediarlo empecé a tocarme espiándolos; tenía las bragas empapadas y me corrí en menos de cinco minutos. A la vez que un gemido ronco salía de la garganta de Rafa y la chica se derrumbaba en la penumbra de la habitación.

Por miedo a que me vieran allí, debido a que con la penumbra de la habitación no podía ver si se levantaban de la cama, me fui despacio a mi habitación. Cuando estuve en ella, me tuve que masturbar otra vez, machacándome el clítoris mientras pensaba en mi Rafa... Ahora sabía que era ese cosquilleo que sentía desde que lo vi... Era deseo. Solo deseaba que cuando me levantara la chica se hubiera ido porque la situación sería muy incomoda para todos. Pero sabía que Rafa sabía bien lo que hacía y no dejaría que yo descubriera que esa noche había subido una mujer a casa.

A la mañana siguiente, me levanté aún turbada por la escena del polvazo que vi echar a mi sobrino... Cuando llegué al salón vi que Rafa dormía en el salón, cosa que me parecía normal, porque en su habitación debía hacer un calor insoportable.

  • Hola nene, despierta...- le susurré moviéndolo, mientras observaba su cuerpo solo tapado por un pequeño short.

Él habría esos luceros que tenía por ojos y me miró entre las brumas propias de estar recién despierto.

  • Ah, hola tita... - me dijo aún con voz ronca por el sueño.- ¿Ya estáis despiertas?

Esa frase me sorprendió: quería decir que la chica había pasado la noche allí.

  • Buenos días, mama...- escuché decir a Sonia desde mi espalda, desde la puerta de su dormitorio.- Anoche me quedé aquí a dormir, porque Gabriel trabajaba temprano y yo no quería estar sola. Y rafa se ofreció a dormir en el sofá.
  • ¿Que hay de desayunar?- dijo Rafa estirándose en el sofá, mientras mi boca debería ser un poema. Traté de disimular, porque ellos creían que yo no los había visto.

Pero los había visto. Vaya si los había visto.

¿CONTINUARA?

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