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Mi hermanazo Marcos

en Amor filial

            La familia estaba como loca con el regreso de mi hermano a casa, tras sus cuatro años en EE.UU. estudiando Producción y Realización de Espectáculos Audiovisuales después de conseguir una beca, enla Universidadde Clayton. Mi madre estaba entusiasmada de tener a su niño mayor de nuevo en casa, y eso que ya tenía 26 años. Marcos, mi hermano, siempre había sido un cabeza loca aunque sus estudios de instituto los solía sacar adelante con más pena que gloria. En lo que si era un genio, era en todo lo relacionado en aplicaciones de video y diseño por ordenador; le encanta el cine y toda clase de producción audiovisual por lo que mi padre, en un intento porque hiciera algo de provecho, le pagó unos cursos de esta especialidad que le dieron acceso a la beca estadounidense.

La verdad que a mis 19 años, no me podía quejar del trato de mis padres, porque una posición económica cómoda me había permitido estudiar lo que quería y cubrir ampliamente mis necesidades. Desde siempre había sido la niña mimada de la mi padre por ser la pequeña y, aunque por la diferencia de edad, nunca tuve mucha confianza con mi hermano, no podía quejarme de que me tratara mal y siempre salía en mi defensa cuando éramos pequeños ante los abusones del colegio. La verdad que, ahora que sabía que volvía, y viendo el revuelo que causaba esta situación en casa, tenía un poco de celos pero también unas ganas enormes de ver a mi hermanito mayor.

Mi padre había ido a recoger a Marcos al aeropuerto y el estado de nerviosismo de mi madre hizo que yo decidiera subir a mi habitación a ponerme los auriculares y escuchar música tumbada en mi cama. Sonaba en mis oídos Black Eyes Peas y me encontraba absorta en mis cosas, evadiéndome por completo de lo que me rodeaba, cuando noté la presión de alguien que se había sentado en mi cama. Me quité los auriculares del MP3 rápidamente asustada y me giré… Allí estaba Marcos sentado a mi lado:

- Hola peque, ¿me has echado de menos?- me dijo Marcos con una gran sonrisa en sus labios.

- ¡¡MARCOOOS…!!!- grité abrazándolo, mientras lloraba como una tonta; parece ser que me impresionó su vuelta más de lo que pensaba.

Y sí, la palabra justa era “impresión”… Porque aquel chico que había sentado en mi cama no era el delgado aunque bastante alto hermano que se había ido hace cuatro años al extranjero. Marcos estaba anchísimo de espaldas, con una camiseta sin mangas que dejaban ver unos brazos marcados por unos bíceps definidos y con el pelo rubio con mechas que caía sobre su frente con un simpático flequillo. Habría añadido casi 15 kilos a sus180 cmde altura.

- Como has crecido, peque… Pero parece que sigues igual de pasota que siempre no has bajado a verme.- seguía sonriendo mi hermanazo.

- Tú si que has cambiado, tate- le contesté sin prestar mucha atención a su reprimenda.- ¿Vives en un gimnasio?

- Jajaja… No, mujer, es que ahora con el trabajo tengo tiempo libre y hago deporte; el ritmo de vida allí es diferente… Bueno, ¿no quieres ver tu regalo?

- ¿Me has traído un regalo?- salté en la cama como una niña impaciente.

- Claro, peque… Me he acordado mucho de ti. Estaba deseando verte, que por las fotos que mamá me enviaba veía lo que estabas creciendo…- me dijo con un brillo especial en los ojos y hurgando en una mochila que traía consigo.

Tras un buen rato buscando, más para provocar mi impaciencia que por incapacidad, sacó una camiseta de basket de los New York Knicks… Siempre hemos sido dos fans dela NBAy siempre en sus correos electrónicos me hablaba de las veces que había ido al Madison Square Garden a ver partidos, provocando mi sana envidia.

- ¡¡No me lo puedo creer!! ¿Te has acordado?- le dije arrebatándole la camiseta de sus manos, mientras me la ponía sobre la camiseta del pijama que llevaba.

- Me has estado dando el coñazo durante los últimos dos años y como, cuando vinieron papá y mamá no te la trajeron, pues…

- Te quiero, tate…- le dije abrazándole y sintiendo mis pechos aplastados contra sus duros pectorales

- Bueno, ya está bien, pelotas…- me apartó, entre risas, mi hermano pero con una incomodidad que me resultó muy extraña, habida cuenta de que era su hermana pequeña. No le dí mucha más importancia al tema, ya que era normal que los cambios en mi cuerpo desde los 15 años, le hubieran sorprendido tanto como a mí los suyos.

Mi cuerpo había cambiado mucho desde su marcha; más por cambios hormonales que por horas de gimnasio como el suyo. Si bien la altura no había cambiado mucho, quedándome en167 cm, mis formas si que habían tenido una evolución sorprendente. Del complejo de plana que tenía de pequeña cuando a todas mis amigas les habían comenzado a crecer las tetas, a tener unos turgentes senos, herencia de mi madre, y que eran uno de las partes de mi anatomía  que más orgullosa me tenían. Aparte de esto, mi cuerpo está  bien formado por jugar al voleibol desde los 14 años, lo que me mantiene un culito respingón que hace que los chicos de mi instituto se giren para mirarme. De hecho, creo que los ojos verdes de mi padre es lo único que tenemos en común mi hermano y yo, porque su piel es más oscura que la mía y su altura me sobrepasa en casi20 cm.

La tarde pasó rápidamente, con reunión familiar en el salón, donde Marcos tuvo que sufrir el interrogatorio de primer grado de mi madre sobre los estudios, el trabajo, incluso chicas. Mi hermano me miraba divertido, contestando como un autómata mientras jugaba con sus dedos en mi pelo.

Al rato, Marcos se excusó para salir, porque ya había quedado con algunos antiguos amigos del instituto para jugar un partido de basket… Yo, a su vez, pedí permiso para ir al cine y salir con mis amigas al ser sábado.

- Sabes que no me gusta que vayas a la última sesión del cine- dijo mi madre, que por supuesto sospechaba que yo ponía esa excusa para poder ir a los pubs del centro.

- Vamos mamá- intercedió mi hermano- Ya es mayorcita para salir con sus amigos; sabe cuidarse sola.

- ¡Ah! Muy bonito… Resulta que ahora llega el hermano y la defiende.- dijo bromeando mi madre, que por supuesto no se tomaría a mal nada de lo que dijera mi recién llegado hermano.

- No te preocupes… Mira, esta noche yo también voy a salir. Estaré pendiente de ella, y la llamaré para que se venga de vuelta conmigo.

- Por mi perfecto…- sonrió mi padre- así no tengo que ir yo a recogerla.

- Y saltó el que faltaba- protestó mi madre- Esto parece un motín…

- Bueno yo me voy a jugar al baloncesto, después vendré a ducharme y a recoger el coche.- dijo mi hermano dándole un beso en la mejilla a mi madre y dirigiéndose a la puerta.

- Cómo que a recoger el coche…- protestó mi padre arqueando las cejas.

- Venga, Don Enrique, no sea tan avaricioso… Mañana te invitaré a una cervecita en el bar de Mario.- dijo Marcos, ya con la puerta abierta y provocando una sonrisa de satisfacción en mi padre.

Definitivamente, mi hermano había encontrado el hechizo para convertir a mis padres en ositos de peluches, porque nunca podría haber imaginado que mi padre prestara su flamante Audi. Comenzaba a pensar que si mi hermano venía y decía: “Papá, mamá… Acabo de robar un banco”, ellos esbozarían una tonta sonrisa y se lo perdonarían. Bueno, lo importante era que mi hermano me recogería, que podría estar más rato con mis amigos y que no pasaría la vergüenza de ver como mi padre miraba con cara de depravado los culos y las tetas de algunas de mis amigas.

Después de un rato de chatear por Facebook para quedar con mis amigas, comencé a prepararme para salir, dándome una ducha y preparando la ropa en una mochila, ya que mi padre era un poco reacio a dejarme salir con algo que no fuera un pantalón vaquero y lo menos ceñido posible. Me sorprendí pensando en mi hermano mientras me duchaba, lo que me hizo sentirme bien; estaba pensando en la cara que pondrían mis amigas cuando vieran bajarse del coche de mi padre a mi hermano Marcos, un tío de película.

Saqué la mochila por la ventana, para dejarla en el jardín, y que mis padres no me vieran salir con ella y me dirigí hacía la puerta, viendo que Marcos aún no había llegado de jugar al basket: casi seguro que se había parado con sus amigos a tomarse unas cervezas.

- Ten cuidado, ¿eh?- me advirtió mi padre besándome.

- Sí, papá…- dije con sorna.

- Dile a Marcos que si os vais a parar más, que nos avise al móvil.- me pidió mi madre, colocándome bien el pelo sobre los hombros.

- Sí, mamá…- repetí entre risas la “coletilla”, dándole un beso a mi madre

- Ya se lo dirás tú misma…- aclaró mi padre.- Viene dentro de un rato a robarme mi coche.

Me fui, cogiendo la mochila desde el jardín y saliendo de la casa, para que me recogiera Silvia en su scooter en la esquina, otra de las prohibiciones de mi padre a mis 19 años.

Silvia era mi mejor amiga, aunque no estaba muy bien vista por mi madre, porque su madre estaba divorciada y no tenía muy buena fama en los círculos sociales en los que se movía. Mi padre, sin embargo, no tenía la misma opinión: Silvia era una de los pibones que tenía yo como amiga y él babeaba viendo las minifaldas que llevaba cuando se ofrecía a que la lleváramos a casa. Por otra parte, la madre de Silvia era una cuarentona con la que tonteaba todo hombre que se acercara y, por supuesto mi padre no era una excepción.

Fuimos a comer a una hamburguesería del Centro Comercial y, después, quedamos con los amigos para ir ala Cooperativa, el pub de moda de la zona. Allí empecé a contarle a Silvia, todo lo relativo al regreso de mi hermano.

- Joder, así que ha vuelto el canijo de tu hermano… Casi no me acuerdo de él.

- ¿Canijo?, jaja… Vas a flipar, nena. Está hecho un cañón.- le dije riendo y presumiendo.

- Serás cabrona… ¡Que es tu hermano!- rió Silvia.

- Bueno, sí. Pero eso no quita para que vea que está muy bueno.

Nos tomamos un par de copas y salimos a bailar. Tengo que admitir que nos gusta provocar y, tras cambiarme de ropa en los aseos de la hamburguesería, llevaba unos short que dejaban poco a la imaginación. Jugábamos a bailar de forma sensual, rozando nuestros cuerpos. Al rato, ya teníamos a varios moscones alrededor nuestra, bailando como si fueran simios en una danza de apareamiento. Lucas, un tío con el que ya me había enrollado alguna que otra vez, se situó justo detrás mía.

- Hola nena, ¿cómo que no has venido a buscarme?- me dijo con aire altivo.

- Bueno, no estoy tan desesperada.- sonreí bromeando con Silvia.

- Anda, tonta… No me digas que no echas de menos esto.- me contestó cogiendo mi mano y poniendo sobre su paquete.

La verdad que Lucas no tenía una mala polla. Aunque era un poco presuntuoso, no follaba nada mal, pero aún así no me gusta que me trate como una res de ganado.

- ¿Por qué no vamos a tomarnos algo los tres a la zona chill out?.- nos dijo, bajando un poco los humos.- Estoy allí con dos amigos de la facultad.

- Bueno, si nos invitáis a una copa…- se adelantó Silvia a mi respuesta y cogiéndome de la mano me llevaba a la zona donde estaban ellos.

Llegamos, centrando las miradas de los dos amigos, que nos miraron embobados.

- ¡Ey tíos! Ellas son Sandra y Silvia… Las dos amigas que os he dicho.- presentó Lucas, haciendo por un momento pensar las burradas que le habría contado de nosotras a sus amigos. Seguramente, de todos modos, ninguna mentira.

- Hola, yo soy Edu… Me alegro de que os sentéis con nosotros.

- Yo también me alegro- dijo Silvia que se sentó entre los dos chicos, cruzando las piernas y dejando ala vista una buena porción de sus muslazos.

La verdad que el chico estaba muy bueno. No sé porque volví a compararlo con mi hermano y seguía ganando Marcos. ¿Qué estaría haciendo mi hermanito? Si ya de por sí, antes de irse a EE.UU. se le daban bastante bien las mujeres, no me quiero ni imaginar con ese cuerpazo la que podría estar liando esa noche.

- Sandra, tía, despierta…- me sacudió mi amiga, sacándome de mis pensamientos.- Que te digo que este es Adrian.

Delante mía había un chico muy mono, el otro amigo de Lucas, que me miraba como si fuera una loca por la cara que tendría de despistada.

- Ah, perdón, Adrián- me disculpé dándole dos besos en las mejillas.- Encantada de conocerte, es que estaba acordándome de algo. Lo siento.

- Pues el día que te acuerdes de mí, poniendo esa cara, es que te tendré en el bote- bromeó Lucas agarrándome de la cintura.

Me sorprendí por la ocurrencia de Lucas, que me dejó pensativa sobre los sentimientos y la excitación que estaba despertando Marcos en mí desde esta mañana. Por otro lado, la misma frase de mi amigo me hizo tratar de desconectar un poco de los recuerdos de mi hermano y pasarlo bien con la buena compañía que tenía.

La zona en la que estábamos sentados estaba apartada de la zona de baile, en un amplio sofá con una mesa baja de madera que nos servía para dejar las bebidas que caían una tras otra. Después de unas pocas copas, la mano de Lucas se perdía entre mis muslos en la oscuridad de la estancia; yo, la verdad que, aunque era bastante desinhibida me sentí por un momento incomoda con la situación al tener a dos desconocidos al lado.

Mi mirada se dirigió a mis espaldas, donde se encontraba Silvia. Lo que vi me sorprendió, incluso tratándose de la putona de mi amiga. Adrián estaba metiendo su lengua en la boca de mi amiga, que le correspondía el morreo; Edu, el otro amigo de Lucas, estaba con una mano metida en su falda y comiéndole el cuello. La verdad que a mi amiga no parecía importarle el ser un plato compartido por los dos chicos, a tenor de sus gemidos ahogados por la lengua que ocupaba se cavidad bucal.

La situación me excitó de sobremanera y, con una sonrisa en mis labios, me giré hacia Lucas para besarlo con mucha lengua mientras sus manos se perdían en mis tetas. En un momento dado, Lucas se acercó a mi oído para decirme:

- Sandy, vámonos al baño, porfa…

Yo contesté esbozando una sonrisa y levantándome para cogerlo de la mano y dirigirnos hacía los aseos de chicos. Entramos, mirando que no nos viera nadie y nos metimos en uno de los reservados. Comiéndonos la boca, desabrochando su bragueta, mientras sus manos me hacían un cacheo casi policial por todas las zonas de mi cuerpo.

- Joder que cachondo me pones…- decía Lucas mientras su polla ya estaba en mi mano. Yo sólo me mordía el labio a la misma vez que pajeaba su ya erecto miembro que, como dije antes, es de un tamaño considerable.

- La verdad es que te tenía ganas, Luquitas- le contesté sentándome en el inodoro y, sin más lanzándome  a devorar su polla.

- Ufff, así… Era la mejor mamona que he conocido, mmm. Te podrías dedicar a esto.

Sus frases me excitaban y creo que en parte me gustaba tanto estar con él porque sabía explotar mi morbo con sus provocadoras palabras. Me gustaba sentirme una puta en ese momento, con esa maravillosa polla en mi boca y mi tanga mojadísimo.

Lucas comenzó a mover las caderas follándome la boca, llegando sus huevos a chocar en mi barbilla provocándome alguna arcada, pero por nada del mundo estaba dispuesta a soltar mi presa. Pero él tenía unas ideas distintas a las mías, y cogiéndome de las axilas, me levantó como una muñeca poniéndome con el culo en pompa apoyada en el mismo inodoro donde segundos antes estaba yo probando aquel exquisito bocado.

-Tengo que follarte, nena… No aguanto más.- me decía fuera de sí, mientras abría el envoltorio de un condón.

- Y yo quiero que lo hagas.- le aclaré yo mientras me bajaba el short hasta los tobillos, mostrándole mi culo tapado sólo con el tanguita empapado.

Una vez colocado el preservativo no tardó mucho en, echando la tira del tanga a un lado y ensalivando la entrada de mi coñito, comenzó a apretar su glande.

- Ummm, que caliente lo tienes, nena…

- Ya te dije que estaba deseando- medio contesté al sentirlo entrar en mí como un cuchillo en la mantequilla.

Me agarró de las caderas y empezó a subir el ritmo de sus embestidas, provocando un placer increíble… No podía evitar gemir de gusto, aún a sabiendas de que podrían escucharnos desde fuera del reservado. Plof, plof, plof... Sus huevos chocaban con mi culo y yo abría la boca buscando aire. Mis piernas temblaban a la vez que él subía el ritmo:

- Dios, Sandra, me voy a correr… Me sube- me anunció mientras arremetía con fuerzas pollazos en mi coño.

Comencé a sentir los estragos de un orgasmo que me quemaba, mientras Lucas empezó a moverse más lento pero dándome unas estocadas profundas cuando sus huevos se vaciaban en el condón. La verdad que me dejó a punto de correrme  pero agotada de sus arremetidas. Recordé por qué había dejado de quedar con él: porque más de una vez me había dejado a punto de acabar.

- Ufff, joder que polvazo, Sandy…- resopló mientras echaba un nudo al condón para tirarlo a la papelera y guardaba su polla, aún semierecta.

- Sí, la verdad que tenías ganas, menuda lefada has echado, ¿no?- sonreí mirando el rebosante preservativo mientras me abrochaba el short.

- Jejeje… Llenito de amor. Tendrías que dejarme algún día correrme dentro tuya.- me dijo cogiéndome de la cintura para dirigirnos a la puerta del reservado.

- No te hagas ilusiones, Lucas, jaja.- le sonreí besándole en la mejilla.

Cuando salimos del reservado, nos encontramos a dos chicos en los lavabos que me miraban con cara de asombro; seguramente habrían escuchado mis indisimulados gemidos… Me excitaba la idea de pensar las de pajas que se harían pensando esa noche en mí. De hecho, seguro que habrían intentado acercarse a mí si no fuera acompañada de mi corpulento amante.

Al salir del aseo, mi amiga Silvia me estaba esperando con los otros dos chicos a su lado, con el móvil en la mano.

- Tía, ¿no has visto la hora que es?- me dijo entre risas.

- Pues no, ¿por qué?

- Mi madre ha llamado hace veinte minutos que está esperándonos en la plaza para recogernos.

- ¿Ya os vais?- interrumpió Edu- Venga mujer, si aún son las dos de la mañana…

- Bueno, pero supuestamente mi hermano me iba a recoger… Vamos, hablamos con tu madre y le decimos que mi hermano me recoge.

- Vale, seguro que dice que sí…

- Oye, que si ves que tal, nosotros nos quedamos con tu madre que está bien buena y…- bromeó Lucas provocando las risas de Silvia.

- Chaval, contigo mi madre no tiene ni para empezar…- le interrumpió mientras cogía el bolso y agarrándome de la mano nos fuimos hacia la salida.

Por el camino hacia la plaza charlamos sobre los chicos… Silvia me contó que había salido con ellos al coche y se las había chupado a los dos, pero que de follar nada, porque no tenían condones y ni de broma se metía un rabo a pelo sin conocer de nada al dueño.

- Que zorra eres…- le dije riéndome- No te dejas que te las metan pero si que se corran en tu boca.

- Bueno, eso es distinto- continuó con la broma mi amiga Silvia.

- ¿Cómo que es distinto? Jajaja.

- Lo que no mata, engorda.- declamó con aires de filosofa.

- Anda, anda… Tira pa´lante, que estás hecha una buena animal.

- Mira, allí está mi madre… Joder se ha echado otro rollete. – me advirtió Silvia- Y esta buenísimo, el tío.

Yo miré intrigada y allí estaba Marcos, mi hermanazo, hablando amigablemente con la madre de Silvia.

- ¿Marcos?, ¿Qué haces aquí?- le dije, provocando la mirada de sorpresa de Silvia.

- Tenía que venir a recogerte, ¿no?- me dijo con su preciosa sonrisa en los labios.- Te he llamado cien veces al móvil, así que decidí esperar en la plaza y me encontré con Carmen…

- Tu hermano es un chico muy agradable. Estábamos charlando.- informó la madre de Silvia, que miraba con ojos de loba a mi hermano.

- Pues ya ves, mamá…- contestó Silvia- Veníamos a decirte que Marcos nos llevaría a casa más tarde para que no esperes tan tarde.

La madre de Silvia miró su reloj, después observó a mi hermano y nos dijo:

- Vamos a hacer una cosa, nenas. Podéis quedaros más rato y mientras Marcos y yo nos tomaremos una copa en este pub. Dentro de una hora o algo así quedamos allí… Si a Marcos le parece bien…

- Por mi perfecto, Carmen…

- Bueno, pues nosotras nos vamos… Dentro de una hora nos vemos en aquel pub y nos invitáis a algo.

Y dicho esto, Silvia volvió a cogerme del brazo y nos volvimos hacía otra discoteca…

- Joder, Sandra, estas cosas se avisan… Tu hermano estaba buenísimo.- me dijo mirando como se alejaba la extraña pareja, sin parar de andar hacia la disco.

- Pues ya lo sabes…- contesté con un hilillo de voz y mirando preocupada como mi hermano se alejaba del brazo de otra mujer…

Y, tengo que admitir, que me sentía molesta…

(CONTINUARA)

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