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El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

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            Las tres figuras con túnicas largas y encapuchadas salían hacía el anillo exterior de las murallas de la ciudad cercanas al río; aunque a esas horas aún había gente en las calles, porque no había anochecido, decidieron tener la cita antes que oscureciera para que no les pillara la noche cerrada para volver a entrar en la ciudad. Los caminos que rodeaban la medina eran peligrosos una vez caída la noche.

-                          No sabía que la reunión era fuera de la ciudad, puede ser peligroso.- dijo Samira a Saqeb, como un animal que lo sacan de su ecosistema.

-                          Bueno, realmente no estamos fuera de la ciudad.- se defendió con una sonrisa el chico.- Este terreno aún pertenece a Córdoba y está rodeado por la muralla exterior.

           Samira se dio cuenta que aquellos chicos, con lo jóvenes que eran, sabían bastante más de la ciudad que ella, que se había limitado a la zona del mercado,la Mezquitay la zona del barrio judío. Recuerda esta zona mucho más pobre, de cuando entró en la ciudad. No es que estuviera muy habitada, porque todo eran casas derruidas de una de las expansiones de la ciudad, arrasada por el tiempo; pero entendía que fuera un lugar idóneo para ocultarse de miradas extrañas.

-                          Por muy amigos tuyos que sean, no me gusta que la reunión sea aquí.- protestó Nadir, que miraba asustado para todos lados.

-                          No os preocupéis, conozco a Zohan desde que éramos niños.- apostilló Saqeb, provocando una sonrisa de Samira que seguía viéndolos como niños.- Además, es lógico que si hemos sido nosotros los que hemos pedido la reunión, seamos los que aceptemos sus condiciones.

-                          Lo veo justo…- dijo Samira, mientras Nadir seguía refunfuñando entre dientes.

            Llegaron a las ruinas de lo parecía una gran casa, que ni siquiera tenía techo y que vigilaban dos chicos de la edad de sus amigos, con una especie de uniforme hecho de mugrientos harapos… La chica se sorprendió de la especial disciplina que tenía esos muchachos que no movían un músculo de su cuerpo al pasar entre ellos… En el interior de la supuesta guarida podía haber unos veinte críos de distintas edades, algunos incluso más pequeños que Saqeb y Nadir. Algunos alrededor de una hoguera recién encendida cantando; otros jugando a lanzar piedras contra unas vasijas puestas sobre los muros…

-                          ¡Zohan! Soy yo, Saqeb…- gritó quitándose la capucha desde lejos a un chico, más o menos de la edad de Samira, que reñía a dos críos.

-                          ¡Saqeb! ¡Maldito granuja como has crecido!- dijo el que parecía el jefe de ese extraño grupo, abrazando al chico y levantándolo por los aires.

             Mientras los dos conocidos se daban muestras de cariño, intentando demostrar su masculinidad, Samira y Nadir, con sus capuchas puestas y sus túnicas hasta el suelo miraban la escena sorprendidos. Algunos de los chicos los rodeaban mirando con desconfianza, pero Samira no hacía ningún gesto porque guardaban una distancia considerable respecto a ellos.

-                          Samira, no se te ocurra quitarte la capucha; no creo que sea muy valorado que seas mujer entre esta gente.

-                          ¿De donde han salido todos estos críos?

-                          Algunos de los huérfanos no tuvieron la suerte de llegar o vivir en la ciudad como nosotros y vivían en los caminos, a base del pillaje y de mendigar… Zohan es hijo de una prostituta de Sevilla y los recogió para que vivieran todos juntos a salvo de los peligrosos salteadores de caminos. Al menos aquí dentro de la muralla de la ciudad no entran esos asesinos, ni son molestados por la guardia.

-                          No es mala idea… No muy distinta a lo que Hixem hacía con ustedes.

-                          Te equivocas, Hixem nunca nos permitía ponernos en peligro; Zohan usa las habilidades de los chicos para robar a caminantes y a caravanas de comerciantes… Eso fue lo que lo provocó todo.

-                          ¿Provocó el qué?- dijo Samira extrañada.

-                          La discusión entre Hixem y Zohan…- dijo Nadir susurrando mientras Saqeb y su amigo ya se acercaban, interrumpiendo la conversación justo donde más interesaba a Samira.

          Con un simple gesto, Zohan pidió a sus invitados que se acercaran a la hoguera más próxima, porque sin el resguardo de ningún edificio la noche era frío entre aquellas ruinas; al rodear aquellas rocas, la escena que los huéspedes observaron les dejó atónitos: varias mujeres follaban con aquellos crios entre los muros caídos de las casas.

-                          No os asustéis, algunas de las prostitutas a las que ayudamos nos pagan con su propio trabajo.- dijo Zohan señalando la escena más cercana.

           Allí una de las mujeres estaba apoyaba en uno de los muros mientars un chico de la edad de Saqeb, a duras penas, la follaba como un desesperado; el propio Saqeb miró sorprendido con una sonrisa a Samira que seguía encapuchada. La chica golpeó el chico en la nuca, sabiendo lo que estaba pensando pero sonriendo también.

-                          Bueno, ¿y que buscáis por el Alcazar?- dijo Zohan sin perder de vista el espectáculo mientras mordía un muslo de un animal incierto que estaban asando.

-                          Sólo queremos entrar porque estamos buscando a alguien…- dijo Nadir que no quería dar más pistas.

-                          ¿Alguien? ¿Se os ha perdido un amiguito ahí dentro?- dijo con sorna uno de los chicos a los que reñía Zohan antes.

           Zohan calló al chico con un solo gesto mientras miraba intrigado a la figura que seguía con capucha delante de él, mirando a la hoguera. Parecía mayor que los otros chicos pero permanecía callado, sin mirar directamente a las perazas follando a metros de él.

-                          ¿Y qué opina Hixem de esto? Normalmente se opondría a cualquier intento de robo por vuestra parte.- dijo Zohan volviendo a comer.

-                          Hi…Hixem ha muerto…Lo mataron, Zohan…- dijo Saqeb que casi tiene que aguantar el llanto.

           El jefe de esos forajidos se levantó mientras todos los chicos se quedaron en silencio; era notorio el respeto que todos sentía por el fallecido y el propio Zohan acarició la cabeza de Saqeb tratando de consolarlo.

-                          Decidme que lo de entrar en el Alcazar no tiene nada que ver con la muerte de Hixem…- dijo Zohan con cara de pocos amigos.

-                          Puede que sí o puede que no…- dijo Nadir mirando a Zohan a los ojos.

            En un gesto muy rápido cogió al chico de la túnica a la altura del pecho y lo levantó como si fuera un puñado de heno.

-                          Mira chico…No me gusta que me falten el respeto; conocía a Hixem desde antes de que tú nacieras y sé que os mataría si supiera lo que os proponéis.

-                          ¡Zohan! No es eso…- dijo Saqeb, tratando de calmar a su amigo para que soltara a Nadir, mientras Samira seguía sentada, tapada, sin hacer ningún gesto.- Hemos descubierto un plan en el que quieren causar una matanza para poder distraer a la guardia mientras entran en el Alcazar y son los mismos que mataron a Hixem.

-                          ¡Y eso que os importa!- gritó el mismo chico que seguía gruñendo a los invitados de Zohan.- Ellos os tratan como basura…

-                          Te equivocas, hay gente en el mercado que vale la pena.- dijo Saqeb sin levantar la voz.

-                          Te dejaste embaucar por Hixem, un chico que tenía una cama donde dormir, que nunca pasó hambre… Se aprovechó de vosotros y murió como un tonto, por meterse donde no le llamaban.- dijo el chico, provocando que Samira, aún oculta bajo la capucha, se levantara amenazante.

              Zohan vio con sorpresa como esa figura se levantó y dio un paso hacia atrás con una sonrisa en la cara, para provocar el desafío… Tanto Saqeb como Nadir, un poco a regañadientes, se echaron atrás. Zohan se quedó perplejo cuando aquel desconocido encapuchado se ponía de lado, con un pie tras el otro; aquel tipo de movimiento le recordaba tanto a Hixem que llegó a asustarse.

-                          ¿De verdad quieres pelear conmigo?- dijo el chico divertido mientras crujía sus nudillos.- ¿Por decir que sois estúpidos por haber confiado en Hixem? Dime una cosa, Saqeb, ¿Quién os cuida ahora? Porque vosotros no sabéis hacer nada por vosotros mismos.

-                          Jezabel, siempre cuida de nosotros…- dijo Saqeb, que no miraba a Samira para no meterla en líos.

-                          ¿Una prostituta? ¿Una mujer es quien os cuida? Jajaja…- rió el chaval a carcajadas, mientras le acompañaban otros del campamento que se habían acercado.

            El jefe del campamento miraba la escena desde una distancia prudencial, muy intrigado por saber quien era ese encapuchado… Él no estaba de acuerdo con las bravuconadas de su soldadito, porque él si conocía a Jezabel y sabía que tenía carácter para poner firme a cualquiera de los chicos de ese campamento. Que no tuviera las mismas ideas que Hixem, no quiere decir que no le tuviera cariño porque habían pasado juntos su infancia… Y ahora estaba muerto. Estaba en estado de shock aún y miraba la escena como si no estuviera allí.

-                          ¿Y tú qué? ¿te ofende que insulte a esa fulana?- dijo el bravucón al desconocido encapuchado.- Me parece increíble que, sin tener familia, le hagáis caso a una mujer… ¿Por eso lleváis esas ridículas túnicas con capucha?

            En ese momento, muy despacio, Samira llevó sus manos a la capucha y la quitó muy lentamente; todos se sorprendieron al ver a un mujer oculta bajo esa prenda… Ella sonreía mostrando sus vivaces ojos, sus mejillas sonrojadas por el calor de la hoguera y un rostro de tersa piel morena con su cabello largo en una trenza larguísima… Zohan abrió los ojos como platos al ver la belleza de esa chica y se sorprendió con ese gesto de seguridad que le asustaba; miró al bravucón de su amigo y sonrió, sabiendo que se había metido en un lío. Vio que Nadir miraba con preocupación, pero que Saqeb lo hacía con una sonrisa divertida, así que se acercó a su amigo.

-                          ¿Quién es esta chica, Saqeb?- dijo Zohan, mientras veía como sus muchachos rodeaban a Samira burlándose de ella, sin que ella cambiara la media sonrisa de su rostro.

-                          No es una chica normal… Es Samira y nosotros la llamamos la princesa.- dijo el muchacho riendo.

-                          ¿La princesa?- preguntó Zohan.- Ese es el apodo que tanto odiaba Hixem…

-                          Tampoco le gusta a ella, pero es lo natural; es la novia de Hixem, la mujer que lo aprendió todo de él.

-                          Eso no puede ser, Hixem nunca enseñaba a nadie…

-                          A ella sí…- dijo divertido el muchacho, provocando una sonrisa en Zohan.- ¿Crees en los espíritus? Es como si Hixem estuviera dentro de ella…

            Los chicos seguían provocando a Samira y ella seguía imperturbable cuando Zohan se acercó y se puso delante de la chica dándole la espalda.

-                          ¡Parad! Tengo una idea…- dijo Zohan, haciendo que Samira lo mirara extrañado.- Vosotros queréis que os ayudemos a entrar en el Alcazar, ¿no?

            Samira se limitó a asentir sin saber muy bien a que se refería ese extraño chico que, salvando las distancias, le hacía notar la misma sensación que cuando conoció a Hixem por primera vez.

-                          Y tú demostrarás que eres mejor que ella en un desafío…- dijo al impertinente amigo.- Si gana ella, le ayudaré a entrar al Alcazar…

-                          ¿Y si gano yo?- dijo el muchacho riendo.

-                          Eso, ella decide.- dijo Zohan encogiéndose de hombros y mirando a Samira.

-                          Si tú ganas, seré tuya durante una hora.- dijo la chica mientras se quitaba la túnica sacándola por su cabeza.

             Delante de todos, apareció el cuerpo de Samira con esa camisola que dejaba el ombligo al aire y un escote que dejaba algo de la parte superior de sus tetas a la vista; el pantalón  de montar con el cinto con las dagas y la cuerda que usaba para descolgarse. Sacudió su cabeza, para dejar caer su trenza hasta la cintura, atada con cuerdas de cuero. Todos los murmullos de desaprobación se tornaron en un silencio increíble con los chicos que miraban anonadados.

-                          ¡Vaya! Parece que tienes ganas de hombre…- dijo el chico pavoneándose.

-                          No veo por aquí ningún hombre y, si te refieres a ti, para tocarme tienes que ganarme… Y eso no va a ocurrir, créeme…

              El chico tragó saliva por la seguridad que demostraba esa mujer; ninguna chica le hacía sentir esa inseguridad de repente, siempre le había servido su carácter para acobardar a sus oponentes, pero la mirada de esa chica era increíblemente perturbadora; pero no pensaba echarse atrás.

-                          ¿Cuál es el desafio, Zohan?- dijo el chico, nervioso.

-                          No queremos que os hagáis daño, así jugareis al muro de piedras.- dijo el muchacho, mirando a Samira.

               El retador se fue hacía un muro que había en un extremo de esas ruinas donde los chicos ensayaban el lanzamiento de piedras. Zohan le indicó a Samira una pared situaba, justo enfrente, a unos veinticinco metros de donde estaba colocado el chico.

-                          Te explicaré en que consiste el reto, ¿Zahira?- dijo Zohan.

-                          Samira, me llamo Samira…

-                          Vale, Samira… Cada uno de vosotros se coloca en uno de los muros, sólo un paso por delante. Lanzareis tres piedras cada uno y, el que más cerca esté de golpear al otro sin que el otro lo esquive, gana.

-                          Entendido.- dijo Samira mientras se agachaba a coger tres piedras de tamaño óptimo para ese desafío.

Nadir se acercó a Samira con cara de preocupación, mientras Zohan  se alejaba hacía el otro contendiente.

-                          ¿Por qué no me dejas a mí, Samira?- dijo Nadir preocupado por la chica.

-                          Porque eres malísimo lanzando objetos.- dijo Samira, provocando la risa de Saqeb, lo que hizo que Nadir mirara a su amigo con cara de pocos amigos.

-                          ¿Qué? ¡Es la verdad! Eres pésimo… - dijo el chico sin parar de reír.

-                          Teníamos que haber buscado otra forma de entrar en el Alcazar, no me gusta hacer tratos con Zohan y sus amigos.- dijo Nadir que seguía sin estar convencido.

-                          ¡Cállate ya, Nadir!- exclamó con una sonrisa Samira, dándole un golpe en la coronilla a su amigo.

-                          ¿Por qué coges piedras tan pequeñas?- preguntó Saqeb mirando los objetos que la chica tenía en las manos.

-                          Porque, como vosotros respecto a los guardias, son más ligeras, más rápidos y más difíciles de esquivar.

-                          Ten cuidado con ese chico, es muy bueno… Es uno de los mejores en toda esta clase de desafíos.

           Samira se limitó a encoger los hombros mientras su bonita sonrisa iluminaba la oscura noche de Córdoba. Los muchachos confiaban en ella, como antes hicieron en Hixem; como decía Saqeb, es como si hubiera heredado toda la fuerza mental de su novio… Y eso hacía que los chicos estuvieran muy a gusto con ella.

-                          ¿¿Empezamos??- advirtió Zohan desde un sitio resguardado, mientras los dos contendientes se preparaban y Nadir y Saqeb se alejaban acercándose a la zona donde estaban los espectadores de aquel cruel reto.

           Cada uno de los rivales se colocó en su sitio y el primero que se dispuso a tirar fue el amigo de Zohan; apoyando su pie en el muro que tenía detrás para tomar impulso, y con los vítores de sus compañeros de fondo, lanzó con fuerza la primera piedra… Surcó el aire a pequeña altura, casi raseando el suelo. Samira, que la vio venir perfectamente, dio un salto para evitar el contacto haciendo que la piedra, de tamaño considerable, chocase contra el muro con estrépito.

-                          ¡Se ha movido! ¡Zohan, se ha movido!- gritó el chico mientras el jefe asentía mirando a Samira, y Nadir se tapaba la cara con sus manos.

-                          ¿No puedo moverme?- preguntó Samira, que no estaba muy de acuerdo.

-                          Supuestamente no, si la piedra va hacia ti, debes aguantar el impacto o esquivarlo sin mover los pies del sitio.- aclaró Zohan.

-                          ¡Vale, entendido!- dijo enfadada la chica.- ¡Vamos! ¿A qué estás esperando?

           El chico sonrió con aires de superioridad a la vez que Saqeb, que le encantaba la actitud de su amiga; Samira afianzaba sus pies a un metro escaso del muro que tenía a su espalda, respiró hondo sabiendo que tendría que superar esa prueba si quería la colaboración de Zohan. Sabía que, en esa situación, Hixem no habría dudado ni un instante; así que cerró los ojos de muy fuerte y se limitó a tratar de aislarse del exterior y  del zumbido de la piedra al venir.

          Sin mover los pies del suelo, abriendo los ojos en ese instante, para ver como llegaba la piedra, como la otra, muy baja y, tras rebotar en el suelo, golpeaba su rodilla.

-                          ¡Ughh!- se quejó Samira, echando rodillas a tierra, tras sufrir el severo golpe del “proyectil”.

-                          ¿Estás bien?- gritó Nadir que hizo el amago de ir a su encuentro.

          Zohan lo agarró por el hombre, haciendo que el chico se revolviera enfadado… Pero al enfrentrarse a su adversario vio en él un gesto de querer tranquilizarlo, que lo descolocó.

-                          Déjala, chico… Ella nunca te perdonaría que trataras de ayudarla; parece que aprendió algo más de Hixem: su orgullo.- sonrió Zohan que miraba con admiración a esa atractiva chica que se levantaba apretando los dientes.

-                          Cuida esas piernas, guapa… No quiero que te duelan cuando estés de rodillas chupándome la polla…- rió el chico, provocando las carcajadas de sus amigos.- ¿Preparada para la última?

           Samira se limitó a asentir, aunque no estaba recuperada del golpe anterior en la rodilla… En el momento en el que vio apoyarse en la pared al chico para tomar impulso, respiró hondo; ésta vez no cerró los ojos, creía que el miedo la atenazaría, pero sintió un familiar escalofrío en la espalda y notó como algo ardía en su pecho mientras el corazón le latía desbocado.

           Su rival lanzó la piedra, pero Samira la veía venir de manera extrañamente lenta como si se estuviera congelado el tiempo; flexionó su cintura sin mover un ápice los pies del suelo, mientras sus brazos le servían de equilibrio… La piedra chocó de forma violenta contra la pared, sin tocar a Samira.

-                          ¡Vaya! ¡Lo ha hecho!- dijo Saqeb dando saltos y abrazando a su amigo Nadir que seguía con el corazón en la boca de la impresión.

-                          ¿Mi turno?- dijo Samira, recuperando la confianza que había perdido unos momentos antes.

-                          Tendrás que golpearme dos veces o, al menos, hacerme esquivar…- sonrió el chico muy seguro de sí mismo.

           Samira se preparó flexionando las rodillas y cogiendo una de las pequeñas piedras que había preparado a sus pies. Miró al chico y lo sintió demasiado lejos como para poder golpearlo; ese muchacho estaba acostumbrado a ese juego y sería muy hábil a la hora de esquivar los lanzamientos… El truco usado por él había sido lanzar a sus piernas, que era la parte de las piernas que no podía mover, pero ella lo veía difícil…

           Lanzó la piedra con todas sus fuerzas y a pequeña altura, como había visto hacer al muchacho que, con una facilidad pasmosa la esquivó.

            - ¿Sabes una cosa, zorrita? Se me está haciendo la boca agua con esas tetas que escondes…- se burló el chico que cada vez veía más cerca la victoria.

- Lamento tanto haberte fallado… Quizás no sea lo suficientemente buena para afrontar todo esto.- susurró la chica, como si tratara de comunicarse con alguien.

            Entonces, como si su mente se abriera recordó una escena vivida con Hixem; y una frase vino a su mente del día que le arrojó a ese pajar, de espaldas y sin mirar: “¿No confías en mí?” Recordaba la mirada de Hixem diciéndole que confiara en él y la fortaleza volvió a  ella. Se incorporó cogiendo otra de las pequeñas piedras.

-                          ¡Vamos, “princesa”! ¡Demuéstrame de lo que eres capaz…!- gritó Zohan, sorprendiendo a todos los que le rodeaban incluidos Nadir y Saqeb.

            La chica sonrió y, tomando impulso en la pared, lanzó la piedra a una altura muy considerable, tanto que parecía que iba a pasar por encima de su rival.

-                          ¡Fallaste!- dijo el chico al ver que la piedra iba a pasar muy por encima de su cabeza.

-                          ¡Error, cerdo!- dijo la chica negando con un dedo de su mano.- Yo nunca fallo.

             El chico se quedó extrañado sin darse cuenta que la piedra había golpeado en una de las vasijas que había sobre el muro en ruinas, y que servían a sus amigos para hacer practicas de puntería… La vasija, del tamaño de una sandía, cayó sobre la cabeza del chico rompiéndose en añicos y haciéndole caer al suelo, casi sin conocimiento.

            Los amigos del chico corrieron en su auxilio, que trataba de andar a gatas totalmente aturdido por el violento golpe de la vasija de arcilla en su cabeza… Zohan miraba sorprendido a la chica que se limitaba a recibir los abrazos de Nadir y, sobre todo, del escandaloso de Saqeb que gritaba alborozado mientras se colgaba del cuello de la chica haciéndola caer al suelo.

            Los tres amigos se detuvieron al ver como Zohan se acercaba a ella; Samira lo miró guardando las apariencias y aceptando su mano cuando la ayudó a levantarse del suelo.

-                          Lo prometido es deuda… Te ayudaré a entrar en el Alcazar.-dijo Zohan con una sonrisa.

-                          To… Todavía no me ha ganado…- dijo el bravucón mientras algunos amigos trataban de ayudarse y otros se burlaban de él.

-                          ¡Cállate! ¡Te ha ridiculizado por tu soberbia!- gritó Zohan dejando callado a su compañero que agachó la cabeza refunfuñando.

-                          Muchas gracias por tu ayuda, Zohan.- dijo la chica mirándolo directamente a los ojos.

-                          ¿Sabes, princesa? Hixem estaría orgulloso de ti.

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            La mujer era penetrada por aquel esclavo mientras su boca estaba ocupada por la pequeña polla de Abdalah; estaba preocupada, porque estaba empezando a cogerle gusto a estas misiones de espionaje aderezadas con sexo… Por supuesto, no por Abdalah sino por los innumerables guardias y esclavos que la habían follada en su presencia.

-                          Me encanta ver la cara de zorra que pones, con mi polla en la boca…- susurraba Abdalah con los ojos entornados cuando Jezabel se metía sus huevos en la boca.

-                          Pronto… Ummm… Seré solo tuya… Ahhh - decía la mujer mientras la polla de aquel esclavo la follaba con una fuerza inusitada.

-                          Estoy deseando que llegué mañana para que todo se concrete y huir de esta asqueroso ciudad… ¡Por Alá, que boca tienes!

           La mujer se afanaba en mamar aquella polla para ocultar las ganas de gritar que tenía por el maravilloso polvo que le estaba echando ese hombre, porque sabía que era una cosa que no le gustaba a Abdalah.

           Los gemidos del esclavo, agarrado a sus caderas, le hacían saber que estaba apunto de correrse y ella estaba deseando sentir su leche en su coño. Suponía que la ausencia de Hixem, y de antes por su relación con Samira, le habían privado de su mejor amante y ella era una mujer eminentemente sexual. No podía evitarlo, le gustaba su trabajo.

-                          ¡Me corro!- anunció el esclavo calvo, lleno de tatuajes.

-                          ¡Yo tambien, zorra!- gritó Abdalah.

            Jezabel disimuló su orgasmo, mientras sentía a ese esclavo llenarle el coñito de su espesa leche y a Abdalah vaciarse en su boca, sin que ella desperdiciera ni una sola gota.

-                          Muy bien…Ufff… ¡Lárgate!- dijo Abdalah al esclavo que seguía con la polla dura metida en el coño de la mujer.

-                          Sigo diciendo que eres muy duro con tus esclavos.- dijo la mujer tumbándose en los cojines mientras el esclavo calvo se alejaba.

-                          Y tu eres demasiado blanda para ser una futura noble.- dijo el hombre sentándose a su lado y lamiendo sus enormes tetas.

-                          Me estás ofreciendo que me vaya contigo… ¿Lo sabes?- dijo la mujer sorprendida de la actitud de Abdalah; era dantesco que el único hombre que quería retirarla de su mala vida, fuera un asesino como éste.

-                          Serás mi zorra favorita… Todos ganamos… Tú te retiras de las peligrosas calles y yo no tengo que gastar esas sumas de dinero cuando quiero verte.

-                          Puede ser… ¡Arghhh!- mintió Jezabel, mientras dejaba que ese gordo chupara sus pezones y le follara el coño con dos dedos.

-                          Seguro que aceptarás, soy lo mejor a lo que puedes aspirar en tu asquerosa vida.- dijo Abdalah cada vez más autoritario al ver tan cerca la recompensa prometida.

-                          ¿Te puedo preguntar algo?- dijo Jezabel mientras acariciaba la cabeza de ese hombre que babeaba su cuerpo.

-                          ¡Claro, mi reina!

-                          ¿Cuándo empezaran las revueltas? No quiero que me sorprendan en la calle.

-                          No te preocupes, puedes quedarte en mi palacio si quieres…- aseguró Abdalah.

-                          No, prefiero quedarme en mi casa… No quiero que en mitad de los disturbios arrasen con todo lo que guardo.

-                          Está bien… Los disturbios empezaran justo antes de anochecer, sobre las ocho de la tarde… Para esa hora procura que estas bonitas tetas estén fuera de peligro.- decía Abdalah lamiendo con gula las tetas de la chica que, sin poder evitarlo, estaba cerca de correrse con los dedos de aquel hombre en su coño.

            El hombre, que tenía de nuevo la polla dura, comenzó a masturbarse de manera frenética entre los muslos de la mujer y gemía como un animal herido, mientras los jadeos de Jezabel eran audibles en toda la sala.

-                          Arghh… ¿Y por donde…? Ummm… ¿Por donde entraran?- decía la mujer tratando de sacar la máxima información antes del climax.

-                          ¡Que buenooooo! La idea es… ¡Uffff! Empezar desde el puente hacia el mercado… ¡Ooohhhh! Para alejarlos de la zona del Alcazar para impedir su reacción.- dijo el estúpido de Abdalah dando toda la información a esa mujer que se corría entre sus brazos.

-                          ¡Me corrooooo, Abdalah!- decía Jezabel, haciendo que el gordo se enorgulleciera de dar tanto placer a una mujer como esa.

-                          ¡Yo tambien, zorra!- britó llenando los muslos de la mujer con una escasa corrida.

           Los dos se quedaron tumbados unos instantes en aquellos cojines, recuperando el aliento; pero unos minutos después, Jezabel se levantó para ponerse su túnica larga de color púrpura.

-                          ¿Ya te marchas? Creí que te quedarías esta noche conmigo…- dijo Abadalah acariciando su insignificante polla, tratando de recuperar una más que improbable erección.

-                          No, mañana tienes muchas cosas que hacer… ¡Eres el líder de esta rebelión! Yo dormiré tranquila en casa y descansaré…- dijo la mujer que sabía como hablar para desarmar a Abdalah basándose en su orgullo y sus ansias de poder.

-                          Sí, la verdad que mejor que te vayas a tu casa… No quiero distraerme de mis labores de gobierno.- dijo el orondo hermano de Yussuf, tratando de aparentar más de lo que era.

-                          Gracias, mi señor…- dijo la mujer haciendo una sensual reverencia y dándose la vuelta para marcharse.

            Pero, al darse esa vuelta, se encontró de bruces con Yussuf que la mirada con gesto de enfado. Ella tragó saliva asustada porque aquel hombre, acompañado de su guardia de confianza imponía mucho respeto.

-                          Buenas noches, Yussuf… Ya tenía ganas de pasar un rato a solas contigo.- dijo la mujer de forma provocativa mientras acariciaba el pecho del delgado hombre sobre la túnica.

            Yussuf agarró con violencia la muñeca de la mano que la acariciaba y la apretó hasta hacer que la mujer gritara y pusiera una rodilla en el suelo.

-                          Así que tienes ganas de estar conmigo a solas, zorra…- dijo el hombre a una asustada Jezabel que lo miraba con pánico.- ¿No te ha dado el estúpido de mi hermano suficiente información?

           El hermano de Abdalah la golpeó con fuerza con el dorso de su mano, lleno de anillos, en el rostro haciéndola caer de espaldas.

-                          ¡Yussuf! ¿Qué estás haciendo?- se quejó Abdalah levantándose mientras Jezabel se limpiaba la sangre que salía de su boca.

-                          ¡Tú cállate si no quieres que te raje esa asquerosa barriga que tienes y te saque las tripas!- gritó Yussuf amenazando a su hermano.

-                          No…No sé de que me estás hablando.- trató de defenderse Jezabel, que sabía que aquel era su fin, pero lo que más le dolía era no poder llevarle esa valiosa información a Samira.

-                          ¿Qué no sabes de que te estoy hablando? Lo he escuchado todo hoy y, por fin, me doy cuenta como pudo ese chico llegar en auxilio de esos dos estúpidos mercaderes.- acusó Yussuf dando una patada en el costado a la dolorida Jezabel que se retorcía en el suelo.- ¡Tú eres una de esas dos mujeres que huían del puente cuando llegué!

-                          No… Por favor…- gimoteaba Jezabel que pensaba en las consecuencias de ser capturada.

-                          ¿Por favor? ¿Ahora dices por favor?- decía Yussuf mientras la cogía del cabello y la arrastraba por la sala.- ¡Sucia ramera! ¿así que te gusta follar para conseguir información verdad?

             La levantó del cabello y la echó sobre una mesa rasgando su túnica y dejando su culo al aire, mientras dos guardias le sujetaban las muñecas para que no se incorporara.

-                          ¿Disfrutas follando verdad? ¿te gusta, zorra?- le decía al oído.

-                          ¿Pretendes follarme? ¿Ese es tu castigo?- se rebeló Jezabel, mientras era golpeada contra la mesa por Yussuf que la hizo sangrar por la nariz.- ¡Me da igual lo que me hagas! Porque te mataran… Caerás bajo su cuchillo…

-                          No estás en disposición de amenazarme, puta…- susurró Yussuf en su oído mientras seguía inmovilizada.- Además no eres digna de ser follada por uno de los hombres más poderosos del nuevo imperio abasí… Tengo algo preparado para ti… ¡Omar!

            El enorme esclavo negro, de músculos desproporcionados y rostro desfigurado se acercó a Jezabel; la mujer se limitó a mirar con gesto de orgullo mientras el esclavo mudo bajaba sus pantalones y sacaba una polla de un tamaño colosal y muy gruesa, para colocarse detrás suya.

-                          Pedirás perdón… Seguro que pides que te matemos, pero te estará violando hasta que pierdas el conocimiento; y, cuando despiertes, te azotaran hasta sacarte la piel a tiras… Tanto, que desearás que Omar venga a violarte de nuevo, porque acabarás por sentir placer con su polla…- dijo Yussuf al oído.

            Jezabel lo miró con odio y le escupió a la cara; el hombre le limpió asqueado la saliva de la mujer de su rostro y la golpeó de nuevo.

-                          ¡Follala! ¡Revientala!- ordenó Yussuf mientras se alejaba de ellos y, acercándose a los dos guardias les dijo- quiero que la desperteis cada hora para azotarla y violarla, pero que no muera… Todavía no.

            Yussuf salió de la sala junto a su avergonzado hermano, que miraba con lastima a su amante, que comenzó a gritar al ser salvajemente penetrada por el enorme esclavo negro. Aquella gigantesca polla la estaba destrozando, mientras ella tenía la vista nublaba por el dolor y, gracias a Alá, perdió pronto el conocimiento.

            Omar terminó de follarsela hasta correrse, a pesar de estar inconsciente; después los guardas la llevaron arrastrando a una pequeña habitación que servía de calabozo…

                                                               ******************************

            Samira estaba sentada en aquella mesa de la cocina, mientras Sara servía dos platos de comida a Nadir y Saqeb que devoraban con ansía, ante la desconcertada mirada de las criadas.

-                          Señora, tenía que haber visto como lanzó Samira… ¡Plaaf! ¡En toda la cabeza!- decía excitado Saqeb que casi se atraganta mientras Samira reía.

-                          ¡Deja de hablar y come, que se enfría!- gruñó Sara, dándole un golpe en la coronilla, como los de la princesa.

-                          ¡Aughh! Samira, ¿seguro que no es tu madre?- dijo Saqeb quejándose del golpe y provocando la risa de las criadas y de Samira.

-                          No… No lo es, pero no me importaría que lo hubiera sido…- dijo la chica mirando a los ojos de su verdadera madre, aunque ella no lo supiera.

             Sara desvió la mirada y se puso a recoger los platos de la mesa para pasar ese incomodo momento lo más rápido posible.

-                          Bueno, lo importante es que hemos conseguido que tu amigo Zohan nos ayude a entrar en el Alcazar.- dijo Samira.

-                          De todas formas somos pocos para evitar las revueltas y las matanzas si encima nos separamos para entrar en el Alcazar.- dijo Nadir que, aunque confiaba en Samira, seguía viendo inconvenientes en el plan.

-                          Zohan ha dicho que sus chicos nos ayudaran…- dijo Saqeb

-                          Saqeb, me gustaría que tú te ocuparas de las revueltas y de controlar las trampas con todos los chicos… Yo entraré en el Alcazar.- dijo Samira, mientras desplegaba un plano con la situación de la salida del alcantarillado dentro de los jardines.- Me gustaría que tú vinieras conmigo, Nadir.

-                          Vale, ¿pero qué vamos a hacer nosotros dos solos contra ese ejército?- dijo el chico.

-                          La idea es entrar sin ser vistos y llegar antes que ellos a los aposentos de Al Hakem…

-                          Pero, hay un problema…- dijo Nadir mirando el plano.- Si no queremos ser vistos, tenemos que encontrar un sitio por el que entrar; este plano nos lleva solo a las caballerizas de los jardines.

              La chica miró con sorpresa el plano porque, aún creyendo que los hombres del ejército abasí entraran a los jardines y provocaran un enfrentamiento con la guardia que quedara, era complicado entrar sin ser visto en el edificio principal del Alcazar.

-                          Una vez que salgáis de las caballerizas, tenéis que dirigiros al muro norte del edificio; allí encontrareis una fuente rodeada de arbustos.- dijo Sara indicando el plano, ante la sorpresa de todos los presentes.- Si buscáis en esa zona un pequeño edificio que servía de casa de recreo, dentro de ella hay un pasadizo que os llevará directamente a los aposentos del heredero.

-                          ¿Có…Cómo sabes eso?- tartamudeó Samira que cada día encontraba en Sara algo nuevo de lo que sorprenderse.

-                          Ya tenéis lo que queréis; se acabaron las preguntas…- dijo la mujer acariciando la cabeza de su hija y marchándose de la cocina.

              Los tres amigos se quedaron sorprendidos mirándose sin saber muy bien que decir; como si tuvieran que hacer algo para romper ese momento, Nadir dobló el plano mientras lo guardaba. Samira no quería insistir en el tema de Sara y buscó algún tema recurrente, diciéndole a una de las criadas.

-                          ¿Ha venido hoy Jezabel por aquí?

-                          Sí, pero dijo que tenía trabajo y que mañana en la mañana la vería.- dijo una criada que sabía perfectamente el tipo de trabajo que tenía aquella mujer.

-                          Está bien…- dijo la chica sorprendida porque ya era muy tarde para que estuviera buscando información.

-                          No te preocupes, estará cansada y habrá ido a su casa a descansar… Mañana será un día duro…- dijo Sara que había vuelto a la cocina a despedir a Nadir y Saqeb que ya se iban.

-                          Mañana es el día…- dijo Samira bebiendo el vaso de agua que se había servido.

***************************

-                          ¡Señor! Hemos encontrado a este chico merodeando por la zona.- dijo un soldado abasí, tirando al muchacho lleno de harapos a los pies de Al Ghub.

             Aquel chico temblaba de miedo a los pies de aquel hombre de mirada fría y un uniforme que desconocía… No sabía muy bien en donde se había metido, pero la conversación que pudo escuchar entre esa chica que lo ridiculizó y Zohan, hablaba de una casa al otro lado del río, muy cerca del Alcazar. El simple hecho de ver a tantos hombres alrededor de esa casa, viendo las horas que eran de la noche le convenció de que no se equivocaba de sitio.

-                          ¿Te has perdido, perro?- dijo Al Ghub haciendo una señal para que lo levantaran del suelo.

-                          Ven…Vengo a ver al señor Yussuf.- dijo el chico, que ya se había meado encima.

-                          ¿Y qué quiere un desecho como tú de mí?- dijo Yussuf que había escuchado la conversación y se acercó desde la otra sala.

-                          Tengo información sobre las revueltas y la entrada al Alcazar…- dijo el chico.

Al Ghub miró a Yussuf con los ojos desencajados, enfadado porque alguien de la calle conociera detalles de su plan; Yussuf tragó saliva mientras llamaba con un gesto a dos de los guardias de su hermano que lo acompañaban y les decía que trajeran a ese chico.

-                          Déjamelo a mí…- susurró Yussuf al jefe abasí.- Yo me ocuparé de que me diga todo lo que sabe.

-                          No me gustan las sorpresas, Yussuf… Cuidado.- dijo con gesto amenazante el gran soldado.

-                          Tranquilo…- dijo el hermano mayor de Abdalah mientras sus guardias arrastraban al chico hacía el otro extremo de la sala.

             El chico empezó a pensar que no había sido buena idea dejarse llevar por la ira del momento y traicionar a Zohan y sus amigos, por el simple hecho de que Samira le hubiera ganado.

-                          Dime lo que sabes…- dijo Yussuf

-                          Sólo eso, que van a entrar unos chicos en el Alcazar, pero no sé nada más.- dijo el chico mirando al suelo.

-                          Creo que no sabes con quien estás hablando…- dijo Yussuf cogiéndolo de la barbilla y, con rápido gesto, cortandole una oreja con una daga afilada.

-                          ¡Arghhhh! ¡Noooooo, por favor!- gritaba el chico mientras sangraba.

-                          ¿Es que a todo el mundo le ha dado en esta medina por gritar “por favor”?- dijo el hombre malhumorado, mientras ponía la daga en la otra oreja del muchacho- ¡Dime todo lo que sabes…!

-                          ¡Samira! ¡Se llama Samira! ¡Van a entrar al Alcazar por las alcantarillas que llegan a las caballerizas!

Yussuf soltó al chico que seguía llorando tapándose el hueco donde antes estaba su oreja izquierda.

-                          Samira… Esa debe ser la otra chica que vi en el puente.- dijo Yussuf susurrando.- ¡Llamad a Omar quiero que venga aquí esta misma noche!

-                          Por favor, por favor, señor… Déjeme marchar…

              El hombre se puso de cuclillas ante el desesperado chico, que lo miraba con lágrimas en los ojos.

-                          ¿Sabes lo que me gusta de la gente como tú? Sois listos y astutos; sois capaces de traicionar a vuestros amigos. Unos chivatos supervivientes sin escrúpulos… Me recuerdas a mí cuando tenía tu edad…- dijo Yussuf mientras se levantaba.- Pero hay una cosa que no me gusta… No quiero ser tú amigo porque también podrías traicionarme y, además, te pareces a mí y yo… Quiero ser único. ¡Matadlo!

-                          ¡No, por favor! ¡Noooooo! ¡Arghhhh!- se escuchó un grito ahogado en sangre mientras un soldado le cortaba la garganta al chico.

                                                           **********************

            Aquel hombre andaba pesadamente cruzándose con borrachos hasta llegar a aquella recóndita plaza… Le costó situarse en aquella ciudad llena de callejas estrechas y suelos adoquinados, pero estaba casi seguro que ese era el lugar donde había peleado con aquel chico. Alejandro volvía con la idea de encontrar la casa donde se refugio aquel día el muchacho… Por supuesto, tras dejarlo moribundo se quedó observando escondido como el chico sacaba fuerza para arrastrarse por aquel callejón; era increíble la fortaleza de ese crío que no debía pasar los veinte años.

              El asesino recordó la visión de su victima arrastrándose cruzando la plaza hacia una calleja escondida, y la reconoció. Entró en aquella calleja sabiendo que el chico no podía haber ido muy lejos en ese estado, y descubrió que solo había una casa en ese callejón. Se acercó a ella, recordando como hace más de tres meses, ese muchacho sacaba fuerzas de flaqueza para llegar a esa puerta.

             Al llegar Alejandro allí, escuchó fuertes ruidos dentro y la puerta abierta de par en par; eso no cuadraba con lo que él esperaba y se asomó para ver a dos guardias destrozando la casa; parecían buscar algo de información. Uno de los guardias vio al extraño en el dintel de la puerta observando.

-                          ¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¡Fuera de aquí, viejo!- dijo el soldado acercandose a él.

                           Alejandro sacó de entre sus ropajes una espada corta, haciendo que el soldado buscara corriendo su arma en el cinto pero, antes de poder desenfundar, la espada del asesino cruzó su pecho abriéndolo en canal.

-                          ¡Mal nacido!- gritó el otro guardia, mientras lo atacaba.

             El primer golpe de espada del guardia, detenido por Alejandro, le hizo tambalearse; por un momento pensó que ya estaba viejo para esos enfrentamientos directos… Pero agachándose y pateando las piernas de su oponente hizo que éste cayera con violencia al suelo.

                           Trató de subirse sobre él para inmovilizarlo, pero el soldado intentó clavarle una daga en el pecho que esquivó con facilidad, para ponerle la espada en el cuello.

-                          ¿Dónde está?- dijo el asesino apretando la hoja de su espada corta contra el cuello del soldado.

-                          ¡No sé a que te refieres!- dijo el hombre asustado.

-                          Llevo matando gente desde antes de que tú nacieras… No seas idiota y no quieras morir por unas pocas monedas. ¿Qué buscáis y donde está?

-                          Esa bruja… Jezabel… Está prisionera en el palacio de Abdalah… Buscamos información que nos lleve a la otra chica.

-                          Llévame al palacio de Abdalah…- dijo en un susurro el hombre sentado sobre el pecho del asesino.

-                          ¿Estás loco?

-                          Sí, puede que esté loco por dejarte vivo…- dijo Alejandro apretando la espada y cortando un poco al soldado.

-                          De acuerdo, de acuerdo… Te llevaré.

                           Alejandro levantó al hombre del suelo y lo sacó de la casa para que lo guiara a aquel palacio donde tenían encerrada a la dueña de aquella casa; esa “bruja”, como la había llamado el soldado, que le podía dar las respuestas que buscaba. ¿Quién se lo iba a decir? Alejandro dela Fuente: soldado, asesino y, ahora, héroe.

                                                                     (CONTINUARÁ)

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