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Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

en Amor filial

Desperté muy temprano, pues casi no pude dormir. No voy a mentir diciendo cosas como que pasé la noche más plácida de mi vida descansando junto a mi primo. ¿Qué queréis que os diga? Acababa de tener un orgasmo en la boca de un chico que dormía apaciblemente a mi lado y no es una cosa que suela hacer con frecuencia. Como una niña curiosa, levanté las sábanas y observe ese vientre marcado con unas fornidas abdominales y el tremendo bulto que marcaba su pantalón. ¡Dios! ¿Es qué nunca se bajaba? Acaricié con la yema de los dedos aquella tableta de chocolate y dibujaba espirales en su piel, mientras mi mano se acercaba a la prominente erección que escondía su pantalón. Como una abeja a una flor. De repente, su mano atrapó la mía como si de un cepo se tratara.

-          Vaya, la Coca Cola Light se levantó juguetona…- sonrió aún con cara de sueño.

-          ¿Cómo era? Ah, sí. Cállate y confía en mí.- dije mientras mis pulgares bajaban su pantalón.

Su erecto miembro saltó como un resorte, mientras yo comencé a acariciar su ingle besando su abdomen. Depilado, duro, palpitando y mirando al techo. No soy una gran experta por mi corta experiencia pero éste era de un tamaño considerable. Cogió mi mano para romper ese momento de indecisión e hizo que mi mano rodeara su polla. Latía y podía sentir la sangre endureciéndola por momentos. Miré hacía arriba y encontré sus ojos llenos de deseo con esa media sonrisa y no puede evitar subir como una serpiente para comerme aquella boca. Sus labios húmedos me recibieron como un caliente abrazo; comencé a besar su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja derecha y Dani mantuvo la respiración. ¡Vaya! Encontré una de sus zonas erógenas. Mi lengua jugaba con su oreja, mientras mi mano subía y bajaba lentamente a lo largo de su gruesa polla, pajeándolo con parsimonia. Él encogía el abdomen a cada lametón y cerraba los ojos dando muestras del intenso placer que sentía. Descendí y mordí uno de sus pezones que encumbraban unos pectorales fornidos, se tensó dejando escapar un lastimero gemido:

-          No me puedo creer que el lobo también sea de Coca Cola Light- susurré mientras él me sonreía.- ¿Te gusta lo que te hago?

-          ¿Tú qué crees?- contestó con un ligero temblor de voz.

-          Y qué quiere mi lobo que haga…- dije mientras bajaba besando ese vientre plano hasta llegar a su pubis.

Mi mano agarró su glande y lo acarició como si tratara de limpiar una manzana; digamos que, a pesar de mi corta experiencia, el sexo oral ha sido algo que siempre llamó poderosamente mi atención.

-          Hazlo…- me rogó con los ojos entrecerrados.

-          ¿Qué?- dije de forma traviesa, porque no sé lo que me impulsaba a querer escucharlo de su boca.

-          Eso… Sexo oral.

-          Vamos, lobito. Puedes hacerlo mucho mejor.- dije mientras mi lengua tocaba la base de su miembro y subía por toda su extensión.

-          Chúpamela…- continuó retirando mi cabello para observar mi boca besando su tronco.

-          No me convences…

-          ¡Cómeme la polla!- dijo totalmente extasiado.

Sonreí, agarré sus manos para apartarlas de mi cabello y engullí aquella polla hasta la mitad; me la comí muy lentamente, como una niña saboreando una chupeta y traté de llegar hasta el final, pero me faltaba el aire. Salí muy despacio y besé con gula ese miembro para, de nuevo, introducirlo en mi boca y comenzar a mamarlo. Mi primo se aferró a las sábanas con fuerza y comenzó un ligero vaivén de sus caderas. Nuestras miradas se encontraban sin que yo parara de chupar y él retiraba su mirada para exhalar el aire de sus pulmones. Cambiaba mi ritmo de forma constante, desde una desesperante lentitud que lo mantenía en vilo, hasta engullir frenéticamente su polla llegando a mi garganta.

Sin saber porqué lo hice, coloqué su miembro entre mis pechos para empezar a masturbarlo y él resopló como un toro embravecido.

-          ¡Dios, Nuria! Me encanta eso…- creí entender entre sus gemidos.

-          No te he dado permiso para que hables.- le dije con dureza en mi voz.

¿Dureza? Dureza era lo que sentía yo entre mis pechos; aprisionaba ese manjar de carne en mis tetas y sentía sus palpitaciones acompasarse con mi corazón. ¿Por qué sentía tanto placer con aquella caricia? El simple hecho de observar a Dani bajo mi dominio me excitaba de sobremanera. Lamía con gula la cabeza de su miembro cuando sobresalía sobre mis pechos.

-          Primita, me voy a correr…

Escucharlo llamarme primita me llevó a una vorágine de sensaciones entre el morbo y el umbral de la excitación. Volví a tragarme su polla de forma frenética y, cuando sentí los espasmos que anunciaban su eyaculación, la saqué para apuntar con ella a mis pechos, sin dejar de masturbarlo. Un estallido en forma de orgasmo, como si de un geiser se tratara. Uno. Dos. Tres… Cuatro. ¡Dios! Su caliente esperma quemaba mi piel como si fueran descargas eléctricas; a cada contacto, yo no podía evitar gemir mientras sus nudillos estaban blancos de aferrarse  las sábanas e intentar no gritar.

Su respiración se convirtió en suaves suspiros, mientras mi mano había convertido la frenética masturbación en una cariñosa caricia extrayendo los últimos restos de leche. Me puse de rodillas sobre la cama y apreté mis tetas entre sí, mostrándole su esperma resbalando por mi blanca piel.

-          ¿Te ha gustado correrte en las tetas de tu primita?- sonreí mordiéndome un dedo de manera morbosa.

Él, por toda respuesta, echó la cabeza hacia atrás mientras se incorporaba sobre sus codos.

-          ¿Qué hora es, caperucita?- dijo mi primo mientras acariciaba mi rostro.

-          Son las nueve y media, siento haberte despertado tan temprano.

-          ¿Bromeas? Despiértame cada mañana así.- dijo sin pensar muy bien la frase.

Los dos nos quedamos en un incómodo silencio. Esas palabras tenían un significado que no queríamos pensar. Implicaban una continuidad en esta extraña relación de confianza que habíamos pactado. “Lo que nos apetezca”. Así de fácil sin complicaciones ni reproches; por un momento, los remordimientos me atenazaron al sentir que me había entregado a un hombre a los pocos días de conocerlo. Yo no era así, aunque ese chico fuera mi primo.

-          ¿Sueles hacer esto?- dije cabizbaja, soportando el quemazón de mis mejillas.

-          ¿A qué te refieres?

-          No sé, Dani. Me siento mal, no quiero ser una más; me acabo de acostar con un tío que conozco de hace dos días… Esto me descoloca.

-          Bueno, al cien por cien no nos hemos acostado.- bromeó mi primo, tratando que quitar hierro al asunto.

-          Cariño, creo que ésto no es sirope…- dije señalando su semen escurriéndose por mis pechos desnudos.

Dani rió a carcajadas por mi ocurrencia, mientras yo le lanzaba un cojín, avergonzada. De nuevo, un corto silencio y sus ojos clavados en los míos.

-          Nuria, yo no suelo hacer esto. Tú te complicas demasiado y yo no me complico.- explicó, mientras yo lo miraba con cara de circunstancias.- Mis últimas relaciones han sido, polvos rápidos sin complicaciones y casi nunca repetidos. Nunca me he quedado a dormir con una chica que conozco de dos días… Pero contigo, me apetecía.

-          Es decir, que podemos decir que somos dos bichos raros metidos en un lío.- sonreí con cierta preocupación.

-          No voy a usar esto; no me arrepiento de lo que ha pasado, pero seguiremos como antes. Quiero que me hables y que compartamos inquietudes.

Me quedé unos segundos pensativa tratando de asimilar esta extraña conversación en la que no habíamos aclarado nada.

-          Solo quiero pedirte una cosa.- dije atrapando sus dedos entre los míos.- No quiero que Ali, ni mi hermana sepan nada.

-          Nuria, hemos dormido juntos en su casa, tu hermana lo sabrá.

-          Me refiero a que no quiero que nos comportemos como una pareja al uso delante de todos. No quiero aparentar ser algo que no soy.

-          Está bien…- dijo con su especial juramento de Star Trek.

-          Tonto.

Se levantó de la cama, tras besarme en la frente.

-          Voy a darme una ducha para ir a recoger a mis amigos. Llegan hoy, ¿recuerdas?

-          Sí, pero no me has contado nada de ellos. ¿Puedes acercarme mi pantalón? Hay pañuelos en el bolsillo, déjame limpiar este desastre.

Dani volvió a reír, para acercarse a mi pantalón y buscar en uno de los bolsillos para encontrar un paquete de pañuelos de patas. No pudo evitar mirar su trasero desnudo.

-          Tú también tienes un buen trasero.- sonreí mientras le daba una sonora palmada.

-          ¿Vendrás conmigo a la estación de autobuses a recoger a mis amigos? Te iré contando por el camino.

-          Está bien, pesado. Iré contigo.- dije mientras me limpiaba los pechos.- Pero tendré que darme una ducha después de ti.

-          ¡Perfecto!- exclamó a la vez que se sentaba para ponerse su pantalón y dirigirse al baño que había en el pasillo.

No habían pasado ni dos minutos cuando dos toques en la puerta me anunciaron de la llegada de mi hermana que venía con una bobalicona sonrisa.

-          ¿Y?- dijo mientras se sentaba en la cama.

-          Nada, no inventes…

-          Hermanita, estás en tetas. No voy a tratar de adivinar que son esos pañuelos arrugados sobre la mesa, que ya podías haber puesto en otro lado, ¿eh?

Tuve que sonreír lo que sirvió de confirmación a mi hermana que gritó alborozada.

-          ¡Cállate, te puede oír!- reñí golpeando su pierna.

-          ¡Bah! El primito follarín está en la ducha, no escuchará nada.

-          Bueno, no somos nada ni vamos a ser nada. Solo hemos pasado una noche en la que hemos hecho lo que nos apetecía.

-          Creo que voy a llamar al FBI, alguien ha secuestrado a mi hermana y te ha puesto en su lugar.

-          ¡Déjalo ya!- reí con sus continuas bromas.- No sé como me he dejado llevar, pero estoy asustada, María.

-          Trata de disfrutar sin pensar, no es mal chico.

-          Está bien, pero no le digas ni una sola palabra; ni una insinuación ni indirecta… Tú no sabes nada.

-          Ok, acabo de perder la memoria.

Mi hermana me abrazó y descubrí que, de repente, me sentía protegida por ella cuando debía ser al revés. Yo era la hermana mayor, ¿verdad? Daba igual, me gustaba esa sensación.

-          Nosotros hoy almorzamos con los padres de Jorge, pero vosotros os podéis quedar aquí encerraditos…

-          ¡Cállate! Hoy vienen unos amigos de Dani y vamos a recogerlos a la estación.

-          ¿Y te ha pedido que vayas con él? Interesante…- bromeó mi hermana con cara de pilla.

-          Bueno, al fin y al cabo, es mi guía turística, ¿no?- escuchamos la voz de mi primo que nos pilló en plena charla.

Me ruboricé como si hubiera cometido el más imperdonable de los pecados, aún sabiendo que Dani no me reprocharía nada. Ahí estaba él con el torso desnudo y su eterna media sonrisa de descolocaba los resortes de mi consciencia.

-          Claro, claro…- dijo mi hermana mientras se levantaba de la cama.- Yo me voy a la ducha y os dejo solos.

Pasó junto a Dani y dio dos palmadas cariñosas en su rostro.

-          Primito, cuídamela o tendré que matarte.- dijo María para darle un beso en la mejilla y salir de la habitación.

Dani me sonrió cuando quedamos a solas y pareció esperar a que yo le contase lo que había ocurrido.

-          Se lo he tenido que contar, es mi hermana.- dije bajando la mirada.

-          ¡Ey! Tranquila, nunca te echaré en cara que hayas contado nada. Los tiempos los marcas tú, las decisiones respecto a lo que cuentas y a quién le cuentas lo decides tú. Yo no he venido para cambiar tus parámetros.

-          Bueno, ya lo has hecho.- dije con una leve sonrisa.- Ya te he dicho que no había hecho esto antes.

-          ¿Te arrepientes? En el momento que quieras acabar lo entenderé y volveremos a estar como antes.

-          ¿Así de fácil? Me siento mal porque creo que le das poca importancia a todo esto y para mí significa mucho. No es que seamos novios ni me debas explicaciones, pero veo que eres demasiado ambiguo con todo esto.

Él se acercó a mí y se sentó en la cama, acarició mi cabello y me sonrió:

-          ¿Confías en mí?

-          Supongo…- contesté encogiéndome de hombros.

-          Pues dame estos cuatro días, te prometo que no te arrepentirás. El último día hablaremos.

¿Por qué conseguía convencerme con tanta facilidad? ¿Por qué era capaz de arrasar con mis miedos como si de un castillo de naipes se tratara? Lo abracé y él no pareció sorprenderse; cerró los brazos en torno a mí y estrechó mi cabeza en su pecho.

-          Recuérdame que algún día te cuente la diferencia entre querer y desear.- dijo besando mi coronilla.- Ahora, vete a la ducha que llegamos tarde a la estación.

Entré en el aseo después de lo que mi hermana acabara y me duche tomándome mi tiempo; recordaba cada caricia de Dani y mi vello se erizaba. Me vestí con ropa interior que María me había preparado y me dirigí al cuarto donde mi primo me esperaba sentado en la cama.

-          ¿Lista?

-          Me pongo mi ropa y nos vamos.- dije guiñándole un ojo.- Cuéntame un poco, ¿quiénes son tus amigos?

-          Es una pareja muy peculiar… Creo que ella te caerá muy bien, aunque es totalmente distinta a ti.- rió con una enigmática sonrisa.

-          Viniendo de ti, no sé si asustarme con eso.

-          No debes tener miedo de mí, excepto si te atreves a dejar la Coca Cola Light.- dijo arqueando las cejas.

-          ¿Es una amenaza?

-          No, es un reto. ¿Nos vamos?- dijo mientras observaba que ya me había vestido.- Me encantan esos pantalones.

Gracias a dios que salió rápidamente de la habitación, sino habría visto mi risa tonta al escuchar su halago. Bajamos en el ascensor en silencio y Dani me sonrió y tocó con su dedo índice mi nariz, en un cariñoso gesto.

-          Se llaman Lucho y Carmen.- comenzó a explicar mi primo mientras salíamos del bloque de pisos.- Los conocí en Mallorca, porque vinieron a trabajar un verano allí. Un tío de Lucho tiene un restaurante allí y necesitaban unos ahorros. Después seguimos en contacto y, sabiendo que estaba en la península, quisieron que nos viéramos.

-          Bueno, será interesante conocer otro punto de vista sobre el lobo. Tú has sacado suficiente información sobre mí. Además me has picado la curiosidad con Carmen…

Él se limitó a mirarme mientras sonreía. Llegamos a la estación de autobuses y pudimos observar a una pareja esperando con dos maletas entre la muchedumbre. El tal Lucho vestía una camiseta amplia y unos  viejos vaqueros; debo admitir que era un chico atractivo, corpulento y muy parecido a mi primo en la forma desenfadada de vestir. Después estaba Carmen… Carmen era guapísima y con un cuerpo de escándalo, cosa que me coartó un poco. ¿Por qué, de repente, me quería comparar con todas las mujeres que habían tenido algo que ver en la vida de mi primo?

-          ¿Cómo ha ido el viaje?- preguntó mi primo llamando la atención de los visitantes.

Lucho se sorprendió y dio un tremendo abrazo a Dani, levantándolo del suelo como si fuera un pelele. Carmen me sonrió y alargó la mano para saludarme. ¿En esta pandilla nadie rompía esa distancia de seguridad?

-          Yo soy Carmen, mejor nos presentamos nosotras mientras estos dos trogloditas hace su demostración de testosterona.- dijo la atractiva chica mientras agarraba con fuerza mi mano.

Con mi manía de analizar los detalles pude comprobar que Carmen era una mujer que dominaba las distancias cortas; el fuerte apretón de manos y su tono de voz denotaban una gran confianza en sí misma. No sé si eso era un buena señal, porque nunca había sido muy amiga de personas engreídas; pero Dani tenía razón, a primera vista Carmen era una persona peculiar.

-          Yo soy Nuria, la prima de Dani.- dije con un hilo de voz.

-          ¿Su prima? Ah, pues es un placer. ¡Dani, deja de sobar a mi novio y ven a darme un beso!

Mi primo la saludó como un militar y le dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.

-          Ella es Nuria, es…

-          Tu prima, ya lo sé.- dijo Carmen guiñándome un ojo.- No pretenderías que dejara a la chica aquí parada mientras vosotros hacíais el baile del gorila.

-          Hola, yo soy Lucho.- dijo el chico que parecía bastante más tímido que ella.

-          Bueno, hechas las presentaciones, vamos a desayunar que me muero de hambre.- dijo Dani con el brazo sobre el hombro de Lucho.

-          A mí me gustaría llegarme antes por el hotel a darme una ducha y dejar las maletas.- dijo Carmen haciendo gestos de su incomodidad con la ropa del viaje.

-          Yo también debería pasar por casa, para dar señales de vida. Si no quieres que mi padre nos mate.- dije con gesto de preocupación.- ¿En que hotel estáis?

-          Es un hotel pequeñito en el centro.- explicó Lucho mientras sacaba un pequeño papel donde, supuse, llevaría las indicaciones.- Hotel Colón.

-          Sí, se donde está. El dueño es amigo de mi padre.

-          Pues tendrás que acompañarnos.- me pidió Dani.- Debes hacer de guía turística, porque yo no conozco la ciudad…

Carmen, por toda respuesta, se enganchó de mi brazo y comenzó a caminar dejando a los chicos atrás:

-          Sois un auténtico desastre los tíos.- dijo frunciendo en ceño y provocando una leve sonrisa en mí. Una mujer de carácter, me gusta.- ¿Llevas estos días haciendo de guía del mallorquín? Al menos que te pague, aunque sea en carnes.

-          ¡Somos primos!- traté de disimular, haciéndome la escandalizada.

-          No sé, el dicho dice “cuanto más primo, mas te la arrimo”- soltó sin inmutarse y provocando que sonriera.

-          No creo, somos familia y hay cosas que no funcionan así.- dije sin cambiar mi versión de los hechos.

-          Primos… Si yo te contara, nena, te caías muerta. Algún día te hablaré de Sandra y Manu, unos amigos míos.

Seguimos caminando mientras Carmen me contaba cosas banales y otras que me ayudaban a conocerla un poco mejor. Me explicó que ya llevaba algunos años con Lucho y que, aunque nadie daba nada porque esa relación funcionara, ella había tenido un pálpito.

-          Muchas personas pueden decirte que un chico no te conviene y rendirte antes de tiempo.- dijo con esa sonrisa que parecía no borrarse nunca.

-          Pero, a veces, hay que saber cuando rendirse si ves que no te conviene.

-          Sí, pero siempre debes de descubrirlo por ti misma, no porque otros te lo inculquen.

Llegamos a la puerta del hotel donde, mientras Lucho y Carmen hacían efectiva la reserva, Dani se colocó a mi lado y rozó los dedos de mi mano; un gesto casi imperceptible que me hizo mirarlo con sorpresa mientras él miraba al frente con su flamante media sonrisa. “Debes descubrirlo por ti misma” dijo Carmen como advertencia. Estaba entrando en una dinámica peligrosa en la que cada pequeño gesto de mi primo significaba un torrente de emociones para mí.

-          Bueno, ya está. Todo arreglado, voy subir las maletas y me voy contigo, ¿no?- dijo Lucho a mi primo.

-          Yo ya he cumplido, voy para casa a pasar parte de daños y tratar de apaciguar a la bestia de mi padre.

-          Cuando acabes, ¿por qué no vuelves aquí?- me dijo Carmen, casi llegando al ascensor.- Me daré la ducha y nos vamos a tomar algo juntas, deja que estos dos desfoguen por ahí.

-          Va… Vale.- dije con algunas dudas sobre las intenciones de Carmen, que parecía conocerme de toda la vida.

Mientras nuestros visitantes subían a la habitación, mi primo y yo quedamos a solas y esta vez sí agarró mi mano y buscó mi mirada.

-          ¿Qué te pasa? ¿Estás incómoda con ellos?- dijo Dani que levantó mi barbilla con su mano.

-          No es eso, digamos que tienes razón en que Carmen es una chica muy peculiar.

-          La famosa “sinceridad brutal”.- razonó mi primo negando con la cabeza.

-          ¿Qué es eso?- pregunté con cierta curiosidad.

-          Carmen no rige, no sabe medir. Ella lo llama “sinceridad brutal”, porque dice que nada de lo que dice lo dice con animo de ofender.

Me encogí de hombros, porque bien era cierto que nada de lo que Carmen había hablado conmigo me había resultado ofensivo. De hecho, me sentía a gusto hablando con ella; supongo que no me sentía tan cohibida con ella como con Ali, porque no conocía nada de mi pasado. El ascensor se abrió y Lucho salió dando palmas y deseoso de salir a la calle como un león enjaulado.

-          ¿Interrumpo?- dijo al ver nuestras manos entrelazadas, pues no nos habíamos dado cuenta que seguíamos con ese íntimo contacto.

Yo retiré la mano como asustada de que nos hubieran descubierto, lo que hizo que mi primo me mirara sorprendido y Lucho riera a carcajadas.

-          Voy para casa, ¿vale?- me disculpé mientras besaba a mi primo en la mejilla y huía del lugar como si hubiera perpetrado un vil atraco.

Creo que el camino a casa se me hizo cortísimo por el hecho de que no dejaba de pensar en mil y una razones que hacían imposible una relación con Dani y otras mil que me hacían desearla. Llegué a la puerta de casa y, al abrir, mi padre seguía viendo televisión con mi tío como el día anterior.

-          Hola, papá. Hola, tito.- dije dejando las llaves sobre la mesa.

-          Creí que Dani estaba contigo.- dijo mi tío mientras mi padre seguía atento a una vieja película de western.

-          Yo he dormido en casa de mi hermana María, para ayudarle con el equipaje para su viaje. Dani me ha llamado porque han venido unos amigos suyos a ver la ciudad.

-          Sí, Lucho y Carmencita.- confirmó mi tío, ante lo que mi padre prestó más atención.- Tranquilo, cuñado. No tienes nada que temer de Lucho, solo tiene ojos para Carmen. Pongo la mano en el fuego por él.

Y es que mi padre trataba de analizar las consecuencias de cualquier acercamiento del género masculino a alguna de sus hijas. Creo que los famosos interrogatorios de mi hermana los había heredado de mi padre; aún recuerdo lo que nos reíamos María y yo desde la cocina escuchando la primera conversación del patriarca con el pobre Jorge.

- Bueno, he quedado ahora con ellos y quizás almorcemos por ahí, papá.

Mi padre sonrió con vehemencia sabiendo que no podría negarse a nada estando su cuñado delante que siempre lo tildaba de talibán en la educación de las chicas. Entré en mi habitación y me cambié de ropa con una camiseta más ceñida y unos vaqueros que no estuvieran desgastados; me sorprendí mirando como se veía mi trasero en el espejo. Supongo que comenzaba a importarme cómo me vería Dani.

De nuevo, salí al salón donde mi padre y mi tío estaban absortos con la película. Me limité a coger las llaves de la mesa y marcharme tras despedirme sin que me prestaran mucha atención. Me empezaba a gustar que mi tío estuviera en la ciudad, porque hacía a mi padre más permisivo y, sobre todo, salía de ese mundo interior donde se había encerrado tras la muerte de mi madre. Caminé y miré mi teléfono móvil, donde tenía un mensaje de whatsaap de Dani: “Estamos en el bar de nuestras citas”, acompañado de una emoticons sacando la lengua. Sonreí ante las ocurrencias de mi primito y parecía estar como pez en el agua en este pantanoso terreno donde nos encontrábamos. Yo me dirigí al hotel Colón, porque había quedado en recoger a Carmen y, la verdad, me apetecía hablar con esa chica. Su carácter me cautivaba de una extraña forma; no hacía falta que desnudara mis sentimientos delante de ella, porque me hablaba como si nada le importarse pero siempre con la frase justa que decir. Supongo que sería cosa de su “brutal sinceridad”

Tras preguntar en recepción por su nombre, la mandé llamar y ella bajó en el ascensor. Venía espectacular con una falda corta y una rebeca cruzada que ceñían sus enormes pechos que desafiaban las leyes de la gravedad. Incluso, el conserje de recepción levantó la mirada al ver a  esa joven que podía ser perfectamente una modelo de Women´s secrets. Empecé a sentirme ridícula al pensar que la seguridad de una chica parte de que esté feliz con su cuerpo… ¡Dios! Si Ali me escuchara decir eso, me destripaba sin remordimiento alguno.

-          Bueno, ¿dónde vamos?- preguntó al llegar a mi altura.

-          Dani me ha escrito diciendo que están en un bar tomando…

-          Nena, por favor- me interrumpió cogiéndome del brazo.- Deja  a esos dos que se emborrachen, hablen de mujeres y se beban unas cervezas. La dependencia de la mujer es algo muy antiguo; menos por ese dichoso libro que nos ha hecho volver al siglo pasado…

-          ¿Qué libro?

-          “Cincuenta sombras de Grey”, odio ese libro.

No pude evitar sonreír, porque mi hermana era una de las grandes defensoras de las excelencias de esa saga. Me planteé una comparación entre Carmen y María y me hizo gracia comprobar que se parecían muchísimo en la forma de ser. Puede que, sin darme cuenta, tenía a mi alrededor a un tipo de amiga que me hacía sentir protegida; o era por mi carácter cohibido o por casualidad, pero Ali, María y, ahora, Carmen, parecían psicólogas que me trataban.

-          Yo no los he leído, pero hablan bien de ellos aunque a mí no me gustan esos números de sadomasoquismo y de sexo tan duro. Es humillante para la mujer.- expliqué mientras caminábamos tranquilamente. Supongo que soy más de Coca Cola Light.

-          La “teoría de las Coca Colas” de Dani, la conozco.- dijo con una amplia sonrisa.- Un día nos la explicó a Lucho y a mí. Yo no estoy en desacuerdo con las escenas sexuales del dichoso libro; de hecho la mayor parte de ellas las he probado…

¡Madre mía! Pobre Lucho, creo que me imagine por un instante a Carmen empuñando una fusta y azotando a su novio.

-          ¡No te asustes, chica!- me dijo viendo mi cara de estupefacción. En el sexo no hay Coca Colas, sino una serie de límites que nos imponemos nosotros mismos y que deben cruzarse solo si los dos están de acuerdo.

-          Supongo que hay muchos prejuicios aún. No puede decirte que yo sea muy abierta con eso.- dije sintiéndome a gusto hablando del tema con Carmen.

-          No se trata de ser abierta o permisiva. Se trata de que una pareja quiera probar cosas distintas siempre con consentimiento mutuo. Lo que sucede en una alcoba queda en una alcoba… Bueno o en un ascensor, o una piscina, o una biblioteca o un vagón de metro…- enumeraba aquella chica mientras yo me quedaba boquiabierta.- Vamos a tomar un café, ¿quieres?

Se agarró de mi mano y entramos en una de las cafeterías del centro, donde nunca había entrado. Un local con música de fondo con una clientela joven que parecía hacer hora para comenzar con las cervezas.

-          Lo que me molesta de ese libro es que las mujeres parecen vanagloriar a ese gilipollas.- dijo ella mientras avisaba al camarero.- Es deplorable.

-          Pero no sé, pero según me dice mi hermana, se supone que es de mutuo acuerdo; la protagonista firma una especie de contrato con el gilipollas, como tú lo llamas.

Carmen guardó silencio, mientras llegaba el camarero y le pedíamos dos cafés; nos los sirvieron de inmediato y la chica echó el sobre de azúcar con parsimonia.

-          Mira, sé lo que es un tío obsesivo porque lo he vivido en mis carnes. Conozco a amigas que lo han pasado muy mal con esa clase de comportamientos y, ahora, me indigna que las mujeres lo aplaudan.

-          Supongo que simplemente lo ven como un libro, una ficción y nada más. Que alguien lea “El Señor de los Anillos” no quiere decir que vaya a salir a matar orcos.- sonreí con suficiencia, mientras Carmen me devolvía el gesto.

-          Ya lo sé, pero eso no evita que me indigne. Te explico mi razonamiento.- dijo la chica mientras entrelazaba los dedos de sus manos como si fuera a emitir un juicio de valor.- Parece que el gilipollas ese es el príncipe azul con el que todas soñamos. Un hombre atento, pasional, atractivo y, por supuesto, rico. Un hombre dispuesto a salvarnos de la horrible rutina en la que nos hemos envuelto. Solo que más que atento es un poco controlador. Y, más que pasional, es obsesivo. Pero sigue siendo rico, ¿no?

-          Visto de esa forma…- me encogí de hombros, divertida de asistir a una de las lecciones de “brutal sinceridad”

-          Por lo visto, un hombre tan controlador que sería capaz de hacer que nos despidieran para meternos en su empresa y poder vigilarnos de cerca, que es lo que nos gusta a nosotras, ¿verdad? – decía con sarcasmo, cada vez más alterada.- A ver, en su empresa nos metería en un alto cargo, y es evidente que una pobre chica como nosotras solas, no íbamos a poder llegar tan alto, así que no está mal.

-          La verdad que eso no tiene nada de morboso.- sonreí sorprendida por los argumentos de Carmen; estaba deseosa de sentar a María y a la amiga de Dani en una misma mesa.

-          Espera, hay más… - decía mientras buscaba algo en su teléfono móvil.- El perfil que buscamos es el de un hombre que se enamora de nosotras por parecer sumisas. Fantástico. Un tío que elija nuestra ropa, nuestro trabajo, nuestro horario y el anticonceptivo que usamos. Lo que más me jode es que los hombres ven esto como una chorrada y son las mujeres las que aplauden con el chicha ante este comportamiento patológico. Él nos hablará de nada de su vida porque no lo entenderíamos; nosotras nos tenemos que dedicar a estar buenísimas, y totalmente disponibles para cuando nuestro maromo decida atarnos y liberar tensiones un rato.

-          Joder, dicho así parece un ogro.- dijo frunciendo el ceño, aunque no estaba del todo de acuerdo con ella.

-          Escucha esto, encontré una selección de frases del libros, vas a alucinar- dijo mientras seguía buscando algo en su smartphone.- ¡Aquí está! “Me está costando una barbaridad no follarte encima del capó de este coche ahora mismo, para demostrarte que eres mía y que, si quiero comprarte un puto coche, te compro un puto coche”

Tenía razón Carmen en que alucinaría escuchando esa barbaridad; yo siempre había sido muy independiente con las parejas que había tenido, y ya me sentía ninguneada si se empeñaba en pagar todos los gastos de una cita o me colmaban de regalos. Sí, lo sé, para muchas chicas seré gilipollas.

-          Aún hay más… “Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que he estado dentro de ti. Sólo yo, eres mía” ¡Ohhh! ¡Ésta es mi favorita!- decía la despampanante chica con una falsa sonrisa.- “No te masturbes, quiero que te sientas frustrada. Así es como yo me siento cuando no me cuentas las cosas, cuando me niegas lo que es mío” ¿Perdona, chico? ¿Tú me vas  a decir cuándo puedo hacerme una paja o no?

Carmen hablaba como si tuviera al tal Grey ante ella, y había levantado la voz lo suficiente como para que dos chicos de una mesa cercana nos miraran con sorpresa. Yo no puede evitar reír a carcajadas y, es que la presencia de esa mujer, me desinhibía hasta el punto de no avergonzarme de nada.

-          Me parece entender que ese hombre no es tu tipo de chico, ¿no?- bromeé, mientras ella se calmaba y reía conmigo.

-          No, creo que no está entre mis futuros polvos.- ironizó Carmen.

La chica me miró con una pícara sonrisa como si esperara alguna reacción por mi parte. ¿Nunca habéis tenido esa sensación de que os están leyendo la mente? Porque, en ese instante, solo una cosa pasaba por mi cabeza.

-          Venga, hazlo.- dijo Carmen con una seguridad que me dejó pasmada.

-          ¿El qué?- contesté, ruborizándome y haciéndome la despistada.

-          Pregúntame por él, por Dani. Se nota a kilómetros que te gusta y debo decirte que tú a él, porque conozco cada uno de sus gestos de pavo real.

Jugué un momento con la cucharilla en mi taza de café sin atreverme a mirar a mi interlocutora; nunca había sido una persona que se avergonzara de mantener conversaciones con sus amigos, sea cual sea el tema a tratar, pero con esa chica era distinto porque me creaba una sensación de desasosiego, como si cualquier cosa que pudiera contarle pudiera sonar ridículo.

-          Me dijo que había sido un cabrón con algunas mujeres y que no se sentía orgulloso de ello. ¿Qué hizo?

-          ¿Eso te dijo?- preguntó Carmen arqueando las cejas.- Este niño es tonto… Mira, Dani tiene la extraña cualidad de entregar más de lo que debe, pero no creo que haya maldad en ello.

-          No te entiendo. Quién entrega más de lo que debe, no pudiera considerarse un cabrón.

-          Hasta cierto punto, sí. A Dani siempre le han gustado las mujeres y no es capaz de medir las consecuencias de sus actos. Cuando estuvimos en Mallorca, estuvo liado con una chica y parecía que sería capaz de asfaltar caminos de barro para que ella pasara… Pero la chica, como es lógico comenzó a sentir algo más y Dani se asustó.

-          Un poquito cabrón sí es.

Carmen sonrió ante mi análisis de la situación, y es que si algo no soportaba en un hombre era la falta de decisión. Las personas tienen que ser consecuentes con sus actos; es una de las lecciones que aprendí a base de desengaños.

-          Hubo una chica…- dijo Carmen con un leve susurro de voz.- Esto lo sé por Lucho.

-          ¿Una chica?- repetí con nerviosismo. El hecho de que una figura importante hubiera formado parte de la vida de mi primo me incomodaba.

En ese momento pensé si, de verdad, quería saber cosas de su pasado. Quizá era más feliz cuando lo veía como un alocado chico guapo que practicaba el mejor sexo oral de mi vida.

-          Sí, pero no pudo ser. Siempre dice que, en su momento, fue un cobarde; que sabía que esa historia era imposible y, aún así, continuó hasta el límite. Como cuando estiras una goma sabiendo que se va a partir y te va a cruzar la cara…

-          ¿Por qué no pudo ser?

-          Pues ni idea, no sé la historia completa. Pero esa relación exigía una serie de cambios en su vida que no se atrevió a dar. Siempre le habla a Lucho de ella con un cariño inmenso y muy dolido consigo mismo por haberla dañado.

-          ¿Cómo la dañó?

-          Desapareció sin dar explicaciones y nunca más la vio.

Mi corazón comenzó a latir de forma desbocada. Si supiera que era imposible, diría que mi primo Dani era aquel chico de Internet que tanto daño me causó, pero era imposible porque yo sí lo vi por cam.

-          El gran problema de la humanidad es que quiere separar sexo de amor. Y eso, salvo en contadas ocasiones, es imposible. No me refiero a sexo esporádico, sino a una serie de relaciones sexuales consentidas. Eso implica un acercamiento entre dos personas que comienzan a desnudar su alma después de su cuerpo y hace que alguno de los dos pueda cruzar el límite. La pregunta es: ¿estás preparada para ello?

-          Yo no… No sé.

-          ¡Vamos, Nuria! Qué te has tirado a tu primito se nota a la legua. Los lazos familiares no tienen nada que ver, pero sabéis que, ambos tenéis un tormentoso pasado de relaciones sentimentales y, esto puede salir muy bien o muy mal.

-          Y, ¿qué sugieres?- dije, entregándome al consejo de esa chica.

Ella se encogió de hombros haciendo que yo pusiera los ojos en blanco; sonrió y cogió mi mano en un gesto cariñoso.

-          Imagina que te subes a un tobogán enorme, desde el que casi no puedes ver el suelo… Tú estás allí arriba ahora y tienes dos opciones: o te das media vuelta y bajas, o te atreves a lanzarte sin saber a ciencia cierta lo que te espera abajo.

-          Lo que me apetezca…- susurró como si estuviera sola.

-          ¿Cómo?- preguntó Carmen que, por supuesto, no entendía el significado de mi respuesta.

-          Ese es el consejo de Dani, siempre me dice que hagamos lo que nos apetezca.

-          ¡Vaya! No es mal consejo.- sonrió Carmen, mientras llamaba al camarero para pagar.- Sólo quiero que sepas a lo que te enfrentas.

-          Bueno, tampoco Dani es un monstruo.- inquirí con sarcasmo.

-          No me refiero a él, me refiero a que sepas a que te enfrentas tú.

Debo admitir que el resto de la mañana con Carmen fue muy animada, visitando tiempo de ropa donde trataba de convencerme de vestir más sexy para mi primito, encontrando mi total oposición. Lo de trasformarse por un hombre iba en contra de mis principios; además, a mi fugaz amante parecían gustarle mis pantalones descoloridos.

Poco a poco, Carmen se fue convirtiendo en ese pequeño demonio que se posa en tu hombro izquierdo ante la toma de decisiones. Supongo que Ali sería el angelito en esa extraña dualidad.

-          Como Lucho se enteré de la pasta que te has gastado en esos modelitos, te va a matar.- sonreí mientras ayudaba a la espectacular mujer a cargar con las bolsos.

-          Como Lucho vea el conjunto de tanga y sujetador que me he comprado, ya te digo que no va tener sangre en el cerebro para poder pensar.

Mi móvil comenzó a sonar al recibir un mensaje de whatssapp de Dani. “¿Vais a venir a tomar algo con nosotros?”. Carmen leía el mensaje por encima de mi hombro y me arrebató el teléfono con una rapidez asombrosa.

-          ¡Ey! ¿Qué vas a hacer?- protesté, mientras ella se sentaba en un banco de la plaza y daba golpecitos a su lado para que me sentara a su lado.

-          Dime una cosa, ¿vas a bajar o te vas a lanzar del tobogán?- dijo poniendo el móvil fuera de mi alcance.

Yo me limité a mirarla con indecisión; pero la indecisión propia de quién no es capaz de mostrar lo que siente sin creer hacer el ridículo.

-          Vale, ya me has respondido…

Comenzó a teclear en mi teléfono móvil, haciéndose pasar por mí. “La pregunta es: ¿quieres que vaya a tomar algo contigo?” “Claro que quiero” contestó Dani de inmediato. “Pero ¿me vas a invitar a una Coca Cola Light, o pasamos a los combinados con alcohol?” Unos segundos de incertidumbre, hasta que Dani volvió a escribir: “Las niñas que juegan con lobos, se acaban perdiendo en el bosque”

-          ¿Qué es eso de niñas y lobos jugando en el bosque?- preguntó Carmen sorprendida por la respuesta de su amigo.

-          Eso es cosa mía, digo que parece un lobo con piel de cordero.

-          ¡Madre mía! Me está dando morbo hasta a mí.- dijo Carmen haciéndome reír a carcajadas y entregándome mi móvil.- Anda, contéstalo y pregúntale dónde están.

Quedamos en encontrarnos en el hall del hotel donde Lucho y Carmen se hospedaban, para que ella pudiera soltar la ropa que había comprado e ir a almorzar a algún lado. Comenzamos a caminar rumbo al lugar de la cita, pero Carmen me desvió para acercarse a una farmacia.

-          Espera aquí…- dijo guiñándome un ojo y entrando dentro.

Al cabo de unos minutos salió con esa pícara sonrisa que me indicaba que nada bueno planeaba. Se acercó a mí y sacó una caja de preservativos y la metió en mi bolsillo.

-          Nena, es hora de tirarse del tobogán, No seas tonta, fóllatelo.

Y volvió a caminar dejándome allí plantada, totalmente ruborizada. “Es una chica peculiar” había dicho Dani. Creo que se había quedado corto.

(CONTINUARÁ)

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Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

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El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

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El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

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El principe de los picaros (Prólogo)

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El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

El primero en... (Huir: Capítulo 8)

El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

El primero en... (Leer: Capítulo 4)

El primero en... (Descubrir: Capítulo 3)

El primero en... (Jugar: Capítulo 2)

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Regreso a casa (epílogo)

Regreso a casa (capítulo 12: Soluciones)

Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)

Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)

Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Regreso a casa (capítulo 5: Encuentros)

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