miprimita.com

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

en Grandes Series

                  La mujer entró por aquel pasillo decorado con ricos tapices; pisaba descalza sobre alfombras persas alumbradas por el calor de unos faros de cobre. Aquellos dos guardias la dejaron pasar, no sin antes cuchichear entre ellos por las espectaculares formas que se adivinaban bajo aquella bata de seda que llevaba puesta.

                   Llegó a aquella sala inmensa ocupada por una gran mesa de comedor y unos cojines donde estaba recostado el orondo hombro, comiendo fruta de una forma ridicula. La mujer se puso ante él y se quitó la bata dejando a la vista sus tetas perfectas y su vientre plano a sus treinta y tantos años.

-                          Al final has venido, Jezabel…- dijo Abdalah mientras comía otro racimo de uvas y hablaba con la boca llena.

-                          Usted me ha llamado, ¿no?- dijo la bruja que tras hablar con Sara, fue a cumplir con el encargo que había recibido por la tarde.

              El hecho que Abdalah y su hermano Yussuf estuvieran relacionados con lo que ocurría en la medina, hizo que Jezabel no viera con mala cara el pasar una noche con este desagradable personaje… Si algo sabían en toda la medina es que Jezabel aceptaba con quien quería y cuando quería, sin importarle lo importante que fuera el hombre.

-                          Háblame de tú, me gustaría que te sintieras como en tu casa.- dijo el hombre acariciando las piernas desnudas de mujer que estaba de pie ante él.

-                          No, Abdalah… Yo tengo mi propia casa…- sonrió la mujer.

-                          ¡En un barrio de pordioseros! Tú te mereces ser tratada como una reina… Soy muy rico y pronto lo seré muchísimo más, si todo sale bien.

               Jezabel lo miró sorprendida, peor no por el hecho de lo que había dicho; si no de cómo podía ser tan bocazas… Sería facil sacarle cosas a este hombre, porque le encantaba presumir. Menos mal que su hermano Yussuf no estaba, porque Jezabel se dio cuenta que era bastante más inteligente y despiadado que su hermano menor.

-                          Ven aquí…- dijo el hombre dando palmaditas en uno de los cojines para que la mujer se sentara.

-                          ¿Hoy no vendrá tu hermano?- dijo la mujer sabiendo donde pinchar.

-                          ¿Qué pasa con mi hermano? ¡Lo deseas más que a mí!- dijo el hombre furioso.

-                          Vamos no te enfades…- dijo la mujer agachándose y metiendo la insignificante polla entre sus tetas y haciendo que Abdalah cerrara los ojos de placer.- Sólo que me gustó el detalle que tuviste con él. No sabía que tenías un hermano…

-                          Sí, es mi hermano mayor… Ummm… Pero digamos que tengo que cuidar de él, porque no sabe disfrutar de la vida.- decía Abdalah mientras disfrutaba de las caricias de Jezabeh.

              Cuando la boca de la mujer atrapó su polla, el gordinflón gimió de forma descontrolada y es que, sin ninguna duda, Jezabel era la mejor prostituta de la que había disfrutado nunca. El hecho de que fuera tan inaccesible la hacía más deseada; ella no era una de las esclavas sexuales de las que se había rodeado en los últimos años de bonanzas económicas. De hecho todas las ofertas que le había hecho para que formara parte de su servicio personal, eran rechazadas de forma sistemática por la mujer.

              El hombre acariciaba la cabeza de ella, que engullía su polla y hasta sus huevos; tener dos visitas de aquella bella mujer en menos de una semana era caro, pero la otra vez no pudo disfrutarla en soledad, al tener que compartirla con su hermano… De todas formas, ya no era cuestión de monedas porque los planes iban perfectos y pronto sería muy rico aparte de tener territorios como los tendría su hermano mayor, Yussuf.

              Jezabel se levantó y agarrando del pecho a Abdalah, lo empujó para que cayera sobre los cojines que había detrás de él; con gente como Abdalah le gustaba portarse de un modo casi violento. De hecho, estaba segura que eso es precisamente lo que a los hombres ricos de la medina les gustaba de ella: ese morbo de sentirse objetos en manos de una mujer… Se subió a horcajadas sobre su cliente y sujetando la polla se la clavó. Empezó a gemir con fuerza, porque no hay nada que le guste más a un hombre que creer que provoca un gran placer en la mujer, aún siendo mentira.

-                          ¡Asíiii! ¿Te gusta mi polla? ¡Zorraaaaa!- gritaba el hombre mientras Jezabel lo cabalgaba.

-                          ¡Me encanta, ya lo sabes!- decía la mujer fingiendo un placer que no sentía en absoluto.

-                          Sabes que cuando quieras…

-                          ¡Calla y fóllame!- dijo Jezabel metida en su papel, y que quería acabar cuanto antes ese trabajo.

                El orondo cliente levantó la cara para enterrarla en las tetas de la mujer que lo cabalgaba de forma suave; ella sabía que podía acabar con él y se lo follaba tan salvajemente como había hecho el anterior día con su hermano Yussuf.

-                          ¿Sabes una cosa? A veces pienso que te gusta más mirar que follar…- dijo la mujer descabalgando a Abdalah, que sonrió con su ocurrencia.

-                          Me conoces tan bien…

-                          De acuerdo, ¿quién quieres que me folle?- dijo la mujer de pie y desnuda ante él.

-                          Jeje, hoy quiero disfrutar de un espectáculo especial.- dijo el hombre dando dos palmas.

                En ese momento, los dos guardias que había en la puerta entraron con sus dos lanzas en las manos. Se quedaron parados ante Abdalah y mirando nerviosos a la mujer desnuda que había ante ellos.

-                          Folladla… Quiero que os la folléis hasta que no podáis más.- dijo Abdalah señalando a Jezabel.

                Los soldados miraron con deseo a la mujer que se limitó a sonreír, sabiendo que en cuestiones de juegos sexuales nada le sorprendía, mientras estuviera bien pagado… Así, de rodillas, estuvo alternando en las pollas de los dos soldados mientras terminaban de desvestirse; miraba con morbosidad a Abdalah que se masturbaba viendo la escena.

-                          ¡Soy tu dueño! ¡Me encanta que hagas lo que te ordeno!- decía el hombre machacándosela, mientras Jezabel sonreía.

                La escena era digna de cualquier orgía de palacio; la mujer cabalgaba a uno de los soldados, mientras el otro se la metía en el culo en una doble penetración que molestó un poco a Jezabel… Pero la mujer estaba dispuesta a sufrir y consentir cosas que no solía, porque sospechaba que podría sacarle a Abdalah información sobre el plan de su hermano.

-                          ¡Eso es! ¡Folladme como os ordenan! ¡Creí que los soldados de Abdalah eran más fuertes!- decía la mujer que con sus frases hacía que los soldados redoblaran sus esfuerzos, para proteger su orgullo.

-                          Son demasiado débiles para ti, ¿verdad?- decía Abdalah orgulloso, de haber provocado más gemidos, por supuesto fingidos, que sus forzudos guardias.

                Las pollas se alternaban, en un ritmo increible, entrando en el coño y el culo de Jezabel que no pudo evitar morderse el labio al sentir las embestidas de el soldado que tenía atrás en su trasero. Abdalah se levantó de repente y, colocándose delante de Jezabel comenzó a correrse en su cara, salpicando al hombre que estaba siendo cabalgado por la mujer, que cerrando los ojos, resistió de manera estoica.

-                          ¡Por Alá! ¡Que gustooooo! ¡Marchaos de aquí!- dijo Abdalah mientras Jezabel lamía la polla de aquel gordinflón

                Los dos soldados se quedaron petrificados, aún con sus pollas dentro de la mujer, sabiendo que la diversión se había acabado; Jezabel hizo un disimulado gesto de disgusto al ver que no llegaría al orgasmo, pero sabía que debía contentar a ese hombre si quería sacar algo de él. Dirigió una sonrisa discreta a uno de los guardias que sonrió por la respuesta de aquella mujer.

-                          Lamento que esos desgraciados no hayan sabido satisfacerte, mi reina.- dijo Abdalah, totalmente convencido de que era el único que podía darle placer a aquella mujer.

-                          No te preocupes, si tú has disfrutado mi trabajo está hecho.- dijo la mujer disimulando su fastidio por la interrupción de aquel estúpido engreído.

                 El hombre se dejó caer pesadamente sobre los cojines, mientras se tocaba de nuevo su flácida polla. Jezabel se sentó a su lado mientras se servía una copa de vino que había en la mesa, y es que el anfitrión no seguía ninguno de los preceptos de la religión musulmana si iban en contra de la consecución de su placer… El poder, la fama y el sexo eran las únicas metas que  el hermano de Yussuf perseguía, y eso era viento que soplaba a favor de Jezabel.

-                          ¿Entonces es verdad lo que has dicho de que vas a hacer aún más rico? Ya es increíble el palacio que tienes.

-                          Sí pero, ¿de que sirve la riqueza si nadie puede verlo? Se acabará el estar escondido, porque seremos respetados y temidos en todo Al Andalus…

-                          ¿Vas a robar un cargamento o algo?- dijo la mujer tratando de parecer despistada, mientras acariciaba el pecho desnudo de Abdalah.

-                          ¡Vaya! Parece que ahora si te interesa ser mi reina, ¿eh?

-                          Depende de lo poderoso que seas…

-                          Ya sabía yo que tu voluntad tenía un precio; todas las personas lo tienen, jaja.

                 La mujer tuvo que morderse la lengua para no escupir a ese hombre; el hecho de ser prostituta de lujo le había permitido trabajar solo para aquellas que ella elegía. No era cuestión de lo importante o rico que fuera el cliente, sino de lo que podía obtener de él… Siempre había defendido su independencia ante el yugo que el resto de las mujeres soportaban en la medina; de hecho, eso fue lo que le hizo fijarse por primera vez en Hixem: esos mismos ideales de independencia.

-                          Puede que sí… Pero a mí me gusta pasar desapercibida.

-                          Estaremos muy lejos de aquí…

-                          Supongo, porque si robáis un cargamento importante, el califa tratará de daros caza.

-                          Jajaja, no debe preocuparte el califa… Ya no estará; seremos bienvenidos en esta medina. El nuevo gobierno me deberá muchos favores.- confesaba el estúpido hombre sin importarle el estar desvelando sus planes a  aquella mujer que lo utilizaba.

-                          ¿¿Pretendéis matar al califa??- gritó la mujer, haciéndose la sorprendida pero dibujando una sonrisa en su cara que simulara emoción por la idea.

-                          ¡No! Eso sería demasiado fácil para nosotros; no queremos derrocar a un hombre, queremos destruir un imperio…

-                          ¿Y como piensas hacer eso? No tienes suficientes hombres para matar al califa.

-                          No es nuestra la idea, querida Jezabel… Nosotros solo facilitamos el desenlace.- dijo el hombre dándose importancia.- Soy el principal artífice de lo ocurrirá en Córdoba en los próximos siglos.

-                          ¿Y qué va a ocurrir en Córdoba?- dijo la mujer mientras ya echaba mano a la polla de Abdalah.

-                          Abd Al-Rahman III saldrá de la ciudad para una supuesta reunión con unos familiares lejanos… Entonces será el momento de crear una revuelta en la ciudad.

-                          ¿Un a simple revuelta? ¡Eso no bastará para acabar con el califa! Ha sofocado muchas revueltas.

-                          Pero nunca dentro de las murallas de la ciudad… Le quitaremos lo que más valora.

-                          ¿Su ciudad?

-                          No, su heredero…

                  La mujer lo miró sorprendida, porque esa parte de la historia no podía imaginársela. Abdalah, orgulloso de haber causado esa sensación en la mujer, empujó su cabeza para que Jezabel comenzara a mamar su polla.

-                          ¿Sabes quien son los abasíes?- comenzó a explicar el hombre orgulloso, mientras Jezabel devoraba su polla.

                                                                   *************************

-                          ¡Como le hayas hecho algo a mi familia, te juro que…!- gritó Mahudaj, sangrando por la cabeza y atado a una columna de aquel cobertizo.

-                          ¿Qué vas a hacer, estúpido?- dijo Yumel, muy enfadado con su hermano.- Todo iba según lo planeado, hasta que decidiste avisar a Hixem.

-                          ¿Qué culpa tiene él de tu avaricia? Desde el principio, negociar con ese hombre me pareció una locura… Pero, bueno, era una transacción comercial; conseguir las armas y ya está… Pero, no… Yumel tenía que querer más, ¡siempre más!

-                          ¡Cállate!- gritó Yumel abofeteando a su hermano, que lo miró con odio.

-                          ¿Qué vas a hacer? ¿matarme? ¡Hazlo! Pero te vuelvo a repetir que tú serás el siguiente… Si de verdad crees que Yussuf te dejará escapar o vivir después de saber que fuiste quien enviaste a Absir a robarle.

                 Yumel sonrió como si supiera algo que Mahudaj desconociera; metió su mano en un pequeño bolso de cuero que colgaba de su hombro y desplegó un pergamino.

-                          Aquí está la prueba del cobro del gremio de asesinos; tu cuñado Hixem ya está muerto…

                 Mahudaj se quedó mudo, porque no podía creer que su hermano hubiera llegado tan lejos. Hixem siempre había cuidado de su familia; era un chico especial que siempre le había advertido que su nueva familia eran ellos y que dejara de lado a sus hermanos, especialmente a Yumel… Siempre había cometido el error de confiar en su hermano para conseguir una posición social que le ayudara a sacar a su mujer y su hija de esa zona del mercado.

-                          Y tranquilo, tu familia salió de la ciudad… Aunque no lo creas, no soy capaz de dañar a la pequeña Fátima.- dijo el hombre señalando a Mahudaj.- Piénsalo bien… Hixem ha muerto, tú cierras la boca y colaboras… Podrás marcharte cuando todo acabe con tu familia.

-                          Vamos a morir… Aún no lo entiendes que vamos a morir. Teníamos una pequeña oportunidad si hubiéramos huido ya, pero decidiste ocuparte de lo de la casa también…

-                          ¡Es un buen negocio!

-                          ¡Hemos matado a dos chicos! ¡Mi familia ha tenido que huir y nosotros estamos en peligro! ¿Cuál es el buen negocio?- dijo Mahudaj entre sollozos.

-                          Cuando Yussuf vea el contrato de muerte del gremio, sabrá que Hixem está muerto, cobraremos nuestra parte y nos marcharemos.

-                          Ese chico es mi familia, Yumel… Al menos ten la decencia de darle un entierro digno.

-                          Demasiado tarde… No he visto el cadáver, así que supongo que lo habrán tirado al río.- dijo Yumel orgulloso, mientras tomaba un cazo de caldo caliente que tenía puesto en una marmita al fuego.

                   Mahudaj se quedó unos segundos sorprendido, para inmediatamente comenzar a reírse como podía mientras tosía por las heridas; Yumel lo miró enfadado, pero sin saber muy que es lo que había dicho que fuera tan gracioso.

-                          ¿De qué te estás riendo?- dijo dando un guantazo a su hermano, que seguía atado.

-                          A veces eres tan estúpido, que me sorprendes- dijo Mahudaj, sorprendiendo a Yumel que estaba fuera de sí.- Pero puede que hasta nos venga bien tu torpeza…

-                          ¿Cómo te atreves?- dijo el hermano de Mahudaj cogiéndolo de la barbilla y amenazándolo con golpearlo de nuevo.

-                          Te han engañado… ¿acaso no sabes lo que es una prueba de muerte?

                    En ese momento, la puerta del cobertizo voló hacia la pared contraria, arrancada con violencia; los dos ocupantes del lugar se giraron asustados para ver a aquel enorme hombre negro entrando en la estancia… Desde el umbral los observó mientras dos guardas de Abdalah armados, pasaban por sus lados amenazando a Yumel y Mahudaj.

-                          Creo que ya no somos necesarios…- susurró Mahudaj, al que sólo pudo escuchar tu hermano.

-                          ¿Qué… Qué está pasando? ¿Dónde está el señor Yussuf?- dijo Yumel nervioso mientras veía a los guardias acercarse a él.

                                                                        ****************

                   Yussuf estaba sentado en aquella estancia esperando a su interlocutor; como siempre, su hermano Abdalah llegaba tarde a la reunión lo que no le sorprendía en absoluto… Estaría en algunas de sus orgías en su macabro palacio subterráneo cercano a las fuentes de la medina. Por otra parte, casi prefería que no estuviera en la reunión con el enviado de los abasíes, porque no sabía la impresión que podía dar su hermano a esos hombres que seguían de forma tan exhaustiva los principios islámicos de austeridad y obediencia.

-                          Parece que todo cumple los requisitos que os pedimos…- dijo el enviado que venía de una de las salas adyacentes de la gran casa conseguida por los mercaderes.

-                          Por supuesto, está muy cerca del Alcazar y del rio, tal como pedisteis.

-                          ¿Y las armas han sido ocultadas de ojos extraños?

-                          Déjame a mí limpiar las posibles pistas… ¿Cuándo empieza todo?

-                          No podemos iniciar las actividades hasta que Abd Al Rahman abandone la ciudad rumbo a Carmona. Y eso será dentro de dos semanas…

-                          Pero, ¿Cuántos soldados tenéis en la ciudad?

-                          No te preocupes, los suficientes para entrar en el Alcazar. Vosotros solo teneis que provocar la revuelta, para hacer que la guardia del califa salga a las calles y abandone los puestos de vigilancia.

-                          Así se hará… Mi hermano tiene cerca de cincuenta guardias, más algunos guardas califales que están bajo mi mando.

-                          Está bien… Mis hombres empezaran a instalarse en esta casa y, para no levantar sospechas, trabajaran como porteadores de los mercaderes- dijo aquel extraño personaje con acento extranjero.

-                          ¿Y la reunión de Abd Al Rahman?

-                          Estará entretenido lo suficiente para que nuestros planes salgan bien; ¿habéis conseguido los planos del Alcazar? Una vez tengamos a Al Hakem, Córdoba será nuestra… Y mi amo le comunicará en la reunión a Abd Al Rahman que tiene que dejar la ciudad, con su familia…

               Mientras los dos hombres hablaban, muchos soldaddos abasíes iban colocando las armas fuera de los carromatos para esconderlos en arcones, fuera de la vista de curiosos; Yussuf se sorprendía de la disciplina de aquellos hombres vestido con túnicas totalmente negras y la cara tapada, sólo dejando ver los ojos… No que estuviera de acuerdo con el extremismo islámico que profesaban la dinastía abasí, pero si estaba más cerca de ellos que de la asquerosa opulencia en que había convertido el califa a la corte.

              Quizás ese desprecio por el estilo de vida de los mandatarios de la ciudad, le había costado perder un lugar en los puestos de privilegio a los que creía optar… Él pensaba que se podía vivir, como su hermano, cerca al gozo de los placeres de la vida, pero siempre guardando las formas y en la intimidad. Para Yussuf, ya no solo era una cuestión de venganza sino de reafirmarse en unas creencias que creía justas de cara a Alá; tampoco él tendría que sufrir el yugo de la dinastía abasí, porque había acordado la entrega de unos tierras para ejercer un gobierno independiente.

-                          Perdón por la tardanza…- dijo Abdalah, entrando en la sala como un elefante.

              Yussuf  miró avergonzado y enfadado a su hermano menor que no había hecho caso de ninguna de las indicaciones que le había hecho para la reunión. No sólo había llegado tarde a la reunión, sino que venía vestido de blanco y adornando su cuello y sus manos de joyas de oro que hicieron que el enviado de los abasíes lo mirara con desconfianza.

-                          Supongo que habrás estado muy ocupado.- ironizó el hermano mayor, mirando con enfado a Abdalah.

-                          Algunos asuntos comerciales me han entretenido más de lo debido…- dijo el hombre dándose más importancia de la aconsejable ante aquel desconocido interlocutor.

-                          ¿Éste es el hombre en quien debemos confiar la revuelta?- dijo el enviado señalando con desdén al recién llegado.

-                          ¡¿Cómo te atreves a…?!- gritó Abdalah haciéndose el ofendido y levantándose de forma intimidatoria.

-                          ¡Cállate!- gritó Yussuf dando un manotazo que cruzó la cara de su hermano.- ¡Siéntate y compórtate!

               Abdalah se sentó frotándose la mejilla donde había recibido el guantazo de su hermano y mirando hacía abajo; siempre había estado dominado por su hermano y el respeto que le profesaba a aquel desconocido.

-                          No te preocupes, mi hermano es un poco ostentoso, pero sabe muy bien lo que debe de hacer.- dijo Yussuf tratando de tranquilizar al enviado que en ningún momento hizo gesto alguno de preocupación ante la amenaza física de Abdalah.

-                          Si sabe hacer bien su trabajo, el resto me da igual; yo sólo soy un enviado pero os recomiendo que tengáis más cuidado de las formas en presencia de los miembros de la familia… No son tan condescendientes como yo.

               Hubo un silencio incomodo en la estancia, quizás porque imaginaron las consecuencias que las salidas de tono de Abdalah podían tener. Yussuf trató de cambiar el tema de conversación para que la gravedad del asunto se olvidara.

-                          Le estaba diciendo a nuestro amigo que estamos solucionando el problema de los posibles testigos.- dijo a su hermano.

-                          Sí, por fin hemos encontrado a esas dos sabandijas.- dijo Abdalah, mientras el enviado miraba sin saber a que se referían.

-                          Puedes estar tranquilo.- asintió Yussuf tratando de calmar al enviado que veía demasiados puntos sin resolver.- Sólo son dos comerciantes que nos han ayudado a conseguir el cargamento de armas, y hoy deben de cobrar su recompensa… Morirán esta misma noche.

-                          Bueno, no quiero saber nada de cómo lo logras pero esos problemas deben estar solucionados antes de la semana que viene que vendrán algunos miembros de la familia. Confió plenamente en ti, Yussuf y me da igual de la gente que te rodeas- dijo aquel hombre mirando a Abdalah con desprecio que ésta vez bajó la cabeza.- Si después procuras que no quede rastro, puedes hacer lo que quieras.

                El hombre se levantó y dio cuatro besos en las mejillas de Yussuf y, sin cambiar el gesto, hizo lo mismo con Abdalah. Cogió un pequeño pergamino y se lo entregó al hermano mayor que lo miró con sorpresa.

-                          Es la planificación de la entrada en la ciudad y como localizarnos… Yo me marcho de la ciudad y volveré con la familia cuando todo esté solucionado.

-                          No te preocupes… Que Alá te acompañe, amigo.- dijo Yussuf abrazando al enviado.

                Quedaron solos los dos hermanos mientras el hombre vestido totalmente de negro se metía en una de las estancias; Yussuf miró con desagrado a su hermano que, avergonzado, no fue capaz de devolverle la mirada.

-                          ¿Dónde te habías metido? ¿Sigues sin darte cuenta de lo importante que son las apariencias con esta gente?- protestó Yussuf mientras caminaba hacia el exterior.

-                          Tranquilo, todo va bien… Lo importante es que consigamos lo que nos pidieron y ya lo hemos conseguido, con una semana de antelación sobre el plazo previsto- contestó Abdalah siguiendo a la salida de la casa que habían encontrado los mercaderes.

-                          Entonces, ¿ya habéis encontrado a esos mercaderes?

-                          Sí, la idea era matarlos cuando vinieran a cobrar la recompensa, pero según me han informado los guardas que los vigilaban hay problemas entre ellos.

-                          Que típico… Peleas por el dinero de la recompensa.

-                          Da igual; los hemos encontrado y Omar ya ha ido hacia allá… No llegaran a cobrar ese dinero.

               Yussuf sonrió ante la imagen mental de Omar cumpliendo con su cometido; su hermano podía ser tremendamente estúpido, pero se había sabido rodear de gente eficiente que no solía fallar en sus encargos. Trató de olvidar el enfado que tenía con su hermano para centrarse en el cumplimiento de los objetivos.

-                          ¿Qué es ese tema que te ha retrasado tanto?- sonrió Yussuf tratando de aparentar normalidad.

-                          El poder conlleva deseo, hermano… Las mujeres son susceptibles de ser usadas como los animales que son. Un poco de diversión nunca viene mal…- rió Abdalah, refiriéndose a su tarde noche con Jezabel.

                                                       ********************

            Jezabel andaba rápido, tapada por aire frío que corría por la zona cercana a la ribera del gran río; en su cabeza bullía toda la información que ese estúpido había confesado para darse importancia mientras le comía la polla… El verdadero objetivo de la trama no era el califa, sino su hijo Al Hakem. Querían provocar la salida de Abd Al Rahman de la ciudad y crear una revuelta para distraer a la guardia, mientras secuestraban a “El desaparecido”.

            Pero lo que más le había asustado es el hecho de que informaron delante suya, de que habían localizado e iban a deshacerse de Mahudaj y Yumel porque, dando por muerto a Hixem, eran los únicos testigos que quedaban de todo lo que pasaba.

           La verdad que su objetivo era ocultarle esa parte de la información a Hixem, porque tenía la firme convicción de que trataría de salvar a su cuñado. A ella le asustaba esa idea, porque se pondría en peligro ante gente que no tenía escrúpulos… El sentido de la justicia de Hixem siempre le había traído problemas y, por otro lado, creía que Mahudaj se había buscado lo que estaba apunto de ocurrirle. No creía, como Hixem, que sólo era un estúpido que se había dejado engañar por su hermano Yumel.

           Llegó al callejón que daba acceso a su casa y se apresuró a abrir la puerta; trató de hacer el menor ruido posible para no despertar a Hixem. Encendió una de las teas que había en la pared… Miró hacia la cama y vio, tumbada de lado, aquella silueta de mujer. Sus ojos se abrieron como platos y se apresuró a despertar a Samira.

-                          ¡Samira…! ¡Despierta, Samira!- dijo la mujer asustando a la chica que se incorporó sobresaltada y desnuda.

-                          ¿Qué pasa?- dijo la chica mus asustada, mientras Jezabel andaba por las otras estancias de la casa.

-                          ¿Dónde está Hixem?- dijo preocupada la bruja.

-                          Está…- dijo Samira, aún adormilada sin ser muy consciente de los que pasaba.

             Se fijó en el lado de la cama que ocupaba su amante, que ahora estaba vacio, y palpó el lugar como si no lo creyera.

-                          ¿Dónde está Hixem?- preguntó ahora Samira.

-                          ¡Ese maldito inconsciente ha ido a buscar a Mahudaj! ¡Vístete!- le dijo tirando su ropa.- ¡Tenemos que encontrarlo antes que ellos!

-                          ¿Ellos?

-                          Los hombres que han enviado a matar a Mahudaj, si Hixem los sorprende…

-                          No, por favor…- dijo Samira vistiéndose, corriendo mientras Jezabel la esperaba en la puerta.

                                                                 *******************

             Para Hixem no era muy difícil saber  donde se podían esconder Mahudaj y Yumel; cada vez tenía más claro que Mahudaj sólo era un muñeco en manos de su hermano. Era tan estúpido que no sabía donde le había metido. El dolor de su hombro le recordaba que aún no estaba en condiciones de afrontar una lucha con garantías; pero ni Yumel, ni mucho menos Mahudaj, eran rivales para… Además, su intención no era luchar contra ellos, sino convencerlos de que abandonaran la idea de colaborar en ese tremendo plan de asesinar al califa. Aún estaban a tiempo de huir de la ciudad.

             Estaba incluso dispuesto a olvidar que podrían haber tenido algo que ver en la muerte de Absir; ese no era el momento de juzgarles por eso, porque Mahudaj no dejaba de ser el padre de su sobrina y el esposo de su hermana.

             Llegó a aquel cobertizo que siempre le servía de escondite a los hermanos cuando tramaban alguno de sus planes absurdos que casi siempre terminaban en nada… Si todo iba bien, podría regresar junto a Samira antes de que despertara y escapar de la ciudad… Le daba igual lo que le pasara al califa; esa no era su misión.

            Se acercó y se sorprendió al ver la puerta del cobertizo, cercano al puente que cruzaba el rio, destrozada y unos gritos en el interior. Se apresuró a entrar pasando por su mente la imagen que aquel “viejo” que le atacó y ante el cual, si en perfecto estado tuvo poco que hacer ahora muchas menos posibilidades. Pero Hixem no podía dejar que mataran a Mahudaj.

-                          ¡Hey! ¿Quién ha destrozado la puerta?- dijo el chico, haciéndose el gracioso para despistar a los atacantes.

              La situación no era, ni mucho menos, como él la esperaba; dos soldados flanqueaban a un enorme hombre negro cuya espalda era digna de un muro del palacio.

-                          Hi… Hixem… Pero, ¡Tú estás muerto!- gritó Yumel, que no sabia si estaba más asustado por la presencia de los hombres de Abdalah o por la de Hixem.

-                          Tanto como muerto, no… Un poco magullado, sí.- dijo el chico sacudiéndose la ropa de forma despreocupada.

-                          ¡Esto no es asunto tuyo! ¡márchate!- dijo uno de los guardias acercándose con la lanza en ristre hacia el chico.

             Hixem miró, por encima del hombro del guardia, para ver a su cuñado atado a aquella columna y herido; como sospechaba,  era Yumel quien había planeado todo aquello… Y quizás ahora estaban a punto de pagar por sus errores a manos de los hombres que los habían contratado. Mahudaj le sonrió débilmente en un gesto que parecía de agradecimiento por haber aparecido.

             En un rápido movimiento, sin darle tiempo al guardia a atacar con el arma, el chico arrebató la lanza de sus manos y, usándolo como báculo, golpeó sus tobillos para hacer caer al soldado de espaldas. Cuando el hombre trataba de incorporarse, y el otro guarda se acercaba con la cimitarra fuera, Hixem asestó una tremenda patada en el rostro, que lo hizo caer sin conocimiento.

-                          ¡Matadlo! ¡Él fue quien contrató a aquel ladronzuelo!- gritó Yumel tratando de desviar la atención sobre Hixem

-                          ¡Vaya! Así que tu eres el amigo de ese crío mal nacido…- dijo el guarda que quedaba en pie mientras se acercaba al chico al que le cambió la cara, al escuchar la referencia a Absir.

-                          ¿Fuiste tú?- susurró Hixem mirando a aquel guarda.

-                          Tengo que admitir que era un chico muy escurridizo, pero nada puede escapar al chocar contra una muralla.- dijo el soldado señalando con el pulgar al enorme hombre negro, que miraba la escena con una tranquilidad pasmosa.

            Ese especie de sopor del chico fue aprovechado por el guardia para atacarlo con la cimitarra, dando un tremendo grito; Hixem esquivó el golpe, sintiendo un pinchazo en su hombro dolorido, para responder con un brutal golpe en la traquea con el dorso de la mano, que hizo caer al soldado… Cogió la cimitarra que había en el suelo y la levantó contra el guarda que lo miraba con pavor. El rostro desencajado del chico, pasando por su cabeza imágenes de Absir y de los momentos vividos junto a él, era la muestra de la tensión de ese momento.

-                          ¡Mátalo, Hixem!- escuchó la voz de Yumel que miraba la escena desde el fondo del cobertizo junto a su maniatado hermano.

             Pero el chico dudaba, no había sido educado para hacer eso, y sabía que matar a aquel desgraciado no arreglaba nada porque no era nada más que un subordinado. Ese momento de indecisión fue aprovechado por Omar, el mudo esclavo negro, que reaccionó golpeando con una fuerza sobrehumana a Hixem en la espalda, lanzándolo contra una columna cercana.

             El chico, tumbado en el suelo, se esforzó en levantarse pero notaba como si lo hubieran golpeado con una piedra. Su hombro se resintió y solo pudo darse la vuelta para ver, como aquel enorme mastodonte lo agarraba y lo volvía a lanzar contra la otra pared del cobertizo.

-                          Ve… Vete, Hixem…- decía Mahudaj, al lado del que había caído.- Debes poner a salvo a la familia y dejarnos morir.

-                          Tú eres mi familia…- dijo el chico mientras se levantaba de un salto para esquivar un nuevo ataque de Omar, que destrozó parte de la pared de adobe al golpearla con el puño.

              Hixem, situado ahora a sus espaldas, lo golpeó con todas sus fuerzas en el costado; para darse cuenta como, lentamente, aquel hombre se daba la vuelta sin sentir ningún daño.

-                          ¿Pero de qué estás hecho?- dijo Hixem, agotado y sorprendido.

              Por supuesto Omar, que no tenía lengua, no contestó y se limitó a golpear con el antebrazo en el cuello al chico haciéndolo caer.

-                          ¡Ayudalo, Yumel! Es nuestra ultima posibilidad de sobrevivir…- dijo Mahudaj con el poco aliento que le quedaba.

-                          ¿Estás loco? ¿Estás viendo a ese monstruo?- dijo Yumel mientras Omar cogía del tobillo a Hixem y lo lanzaba de nuevo contra la pared.

-                          Por Alá, Hixem…- susurró Mahudaj viendo la paliza que estaba recibiendo su cuñado.- ¡Yumel, desátame y déjame ayudarle!

-                          ¡Cállate!- gritó fuera de sí Yumel mientras clavaba una daga en el pecho de su hermano.

               Hixem vió la escena sorprendido y apretó los dientes de rabia para incorporarse mientras Omar ya se acercaba a él. Gritó desesperado y corrió hacia aquel montón de músculos que era Omar; justo cuando el grandullón lo iba a atrapar, se lanzó al suelo para pasar entre sus piernas abiertas y situarse a sus espaldas. Yumel, conmocionado por lo que acababa de hacerle a su hermano que agonizaba a su lado, se echó hacia atrás, mientras arrancaba la daga del pecho de su hermano, como si así pudiera borrar lo que había hecho.

               El chico lo miró con odio y observó la marmita que había en el fuego calentando aquel líquido hirviendo… Ante otro ataque de Omar, rodó hacia aquella marmita, quedándose justo al lado de Yumel, que volvió a retroceder, tropezando y cayendo al suelo. Hixem cogió dos buenas porciones de paja con ambas manos y, acercándose al fuego dijo:

-                          Lo que no se puede romper, se puede quemar…- dijo casi sin fuerzas Hixem, para coger la marmita y echarle el contenido en la cara a Omar, que ya se acercaba.

                 El primer sonido que salió de la garganta de aquel hombre era un desagradable grito gutural de angustia, al notar como aquel caldo le abrasaba la cara. Cayó de espaldas retorciéndose y chillando del dolor.

                 Hixem se acercó, inmediatamente, a su cuñado que respiraba de forma dificultosa por la herida que aquella daga clavada en su pecho, le había causado

-                          Tranquilo, Maduhaj… Jezabel vendrá y te salvaremos.

                 El hombre cogió la cabeza de Hixem y la acercó a su boca para hablarle al oído con la poca fuerza que le quedaba.

-                          Hixem… Cuida de Fátima y de Zahara…- dijo tosiendo de forma dolorosa y lanzando esputos de sangre.

-                          Cállate, no hables…- decía Hixem que miraba a su alrededor buscando ayuda.

                Solo estaba un guardia inconsciente y otro malherido en el suelo; Omar revolcándose casi desmayado del dolor, entre lamentos y Yumel, tratando de huir. Pero eso es lo que menos le importaba en ese momento a Hixem, que seguía al lado de su moribundo familiar.

-                          Hi…Hixem… Perdóname… Os quiero, lo siento…- dijo el hombre que murió de la mano de aquel chico que un pudo aguantar las lágrimas.

-                          ¡¡Yumeeeel!!- gritó desbocado Hixem levantándose furioso, mientras el homicida hermano, dejaba todo el sigilo para echar a correr desesperado.

                  Hixem, muy dañado por la pelea con Omar, lo perseguía cojeando y agarrándose el hombro con dolor; pero toda la rabia que sentía le ayudaba a sacar fuerzas para perseguirlo por el puente cuando ya había salido al exterior.

-                          ¡¡Yumeeeel!!- volvió a gritar Hixem, mientras el hombre caía al suelo tropezando, mientras corría.

                                           ****************

-                          Pero, ¿dónde vamos? ¡Espérame!- gritaba Samira que corría desesperada tras Jezabel que ya llegaba al puente cercano al cobertizo.

-                          ¡Vamos! Ya estamos muy cerca…- dijo la mujer que aventajaba en unos metros a Samira.

                “¡¡Yumeeeel!!” escucharan la voz de Hixem retumbar en los muros del puente. Las dos mujeres miraron hacia el lugar de donde provenía el grito y la escena las dejó petrificadas: Hixem, sangrando y cojeando, salía del cobertizo mientras Yumel corría desesperado en la misma dirección de donde procedían ellas.

                Sin darle tiempo a reaccionar al pasar junto a Jezabel, a la que reconoció como amiga de Hixem, la cogió del cuello y usándola de escudo le puso la daga. Aún manchada con la sangre de su hermano.

-                          ¡Aléjate! O te juro que la mato…- dijo el asesino, amenazando a Jezabel.

-                          ¡Sueltala, Yumel!- dijo Hixem, parado ante la puerta del cobertizo sin moverse.

                Samira, que miraba la escena a unos metros de Yumel y Jezabel, estaba aterrada; sus ojos iban hacía Hixem, viéndolo malherido de nuevo y hacia Jezabel con aquella daga en su cuello. Caminó hacia atrás, temerosa, para tropezar con un carro de mercancías del mercado… Como si el destino se hubiera puesto de su lado, al chocar unas manzanas cayeron al suelo. Samira las miró sorprendida y cogió una de ellas.

-                          Me vas a dejar marchar… No tengo nada contra ti, Hixem… No me obligues a matarla…- decía el hermano del fallecido Mahudaj, temblando de pánico.

                 Samira miró la manzana en su mano y observó como Hixem la miraba de reojo, mientras hablaba con Yumel para distraerlo. Recordó el gesto de Hixem, el día que la salvó que aquel hombre la perseguía. “Yo nunca fallo”, pensó mientras se llenaba de valentía y, mordiendo la manzana como hizo su amante, la lanzó con todas sus fuerzas para impactar en la cabeza de Yumel, que sin saber de donde había venido el golpe, soltó a Jezabel.

-                          ¡Corre hacía mí, Jezabel!- dijo Hixem, haciendo que la mujer saliera del alcance del asesino.

-                          ¡Maldita zorra!- dijo el hombre, dándose cuenta de donde vino aquella manzana que lo deconcertó.- ¡Túuuu!

                  Yumel gritó al reconocer a aquella mujer como la que los había espiado aquel día; no podía ser casualidad que conociera a Hixem y los hubiera escuchado… Se abalanzó sobre ella, totalmente descontrolado con la daga en la mano, para usarla de escudo.

-                          ¡Samira, no!- dijo Hixem temeroso de que le ocurriera algo a la chica de sus sueños y cayendo al suelo de rodillas por el esfuerzo.

El hombre la atrapó justo en el momento en que Samira se soltaba el pelo y, con un rápido movimiento, clavó aquel afilado pincho que llevaba para recogerse el cabello, en el cuello de Yumel.

                    El hermano de Mahudaj cayó de rodillas, echándose mano al cuello que sangraba de forma abundante al haberle atravesado la garganta y soltando la daga. La chica dio dos pasos adelante para quitarse del alcance del moribundo personaje.

-                          Sara tenía razón, parece un arma…- sonrió Samira mientras veía a Jezabel corriendo hacía ella y abrazándola, mientras Hixem se levantaba apoyándose en el marco de la puerta del cobertizo.

-                          ¿Estás bien?- dijo la mujer asustada y abrazando a la chica, que sabiendo que eran hermanos, trataba de protegerlos a los dos por igual.

-                          Ya acabó todo… Estamos a salvo.- dijo la chica mirando a su amante desde la distancia mientras no dejaba el abrazo de Jezabel.

              Pero su mirada se congeló por el pánico cuando, observando la sonrisa de Hixem que ya estaba incorporado, vio una tremenda silueta levantarse tras él. Las palabras no le salían pero el simple gesto de su cara tuvo que advertir a Hixem, que perdió la sonrisa. Antes de poder girarse para defenderse, aquella lanza atravesó el vientre del muchacho, que con los ojos como platos y sangrando por la boca agarró la punta con desesperación

-                          ¡Nooooooo!- gritó Samira que trató de correr en su ayuda, siendo sujetada por Jezabel que vio salir a otra guardia.-¡Déjame!

-                          ¿Estás loca? ¡Te matarán!

                Omar, furioso como una bestia y con la cara ensangrentada por las quemaduras, cogió del cuello a Hixem y lo levantó en el aire, mientras el chico pataleaba. Sentía que el aire se le escapaba de los pulmones; mientras con la otra mano, el gigante sacaba la lanza, provocando un grito ahogado del chico que dejó de moverse.

-                          ¡Hixem!- gritaba Samira mientras Jezabel tiraba de ella, agarrándola de la cintura, al ver llegar otros dos guardas por el otro lado del puente.

-                          ¡Tenemos que irnos! ¡Ya no podemos hacer nada!- gritaba la bruja, haciendo que la chica la siguiera, pero sin dejar de mirar atrás.

                Samira giró la esquina, perdiendo de vista el cuerpo de su amante, mientras unos guardias las perseguían. Lloraba de forma desconsolada pero sabía que ya no había solución… Jezabel, que conocía perfectamente la ciudad, cogía ventaja respecto a sus perseguidores arrastrando a la desconsolada chica.

                Era el momento de ser fuerte y pensar en una sola cosa: venganza.

                                **********************

               Omar cogió el cadáver de Hixem y lo montó al hombro como un saco de paja, mientras dos guardias que habían llegado cogían el de Mahudaj y a Yumel. En ese momento, llegó Yussuf que sonrió al ver la escena de los tres cadáveres.

-                          Deshaceros de los cadáveres… No quiero problemas con la guardia califal.- dijo el hombre espigado.

                Los tres cuerpos fueron lanzados al río por el puente, perdiéndose en las oscuras aguas.

-                          Atrapad a esas dos mujeres… Las quiero muertas.- dijo marchándose por donde había venido.

(CONTINUARÁ)

Mas de kiosquero

Compañeros de piso. Capítulo uno.

Compañeros de piso (Prólogo)

Entre caperucitas y lobos (Cap 5: El problema)

Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

Entre caperucitas y lobos (Cap 3: ¿Jugamos?)

Los imposibles también existen (6: Apariencias)

Los imposibles también existen (5: El principio)

Los imposibles también existen (4: El capricho)

Los imposibles también existen (3: La pecera)

Entre caperucítas y lobos (Cap 2: ¿Un lobo?)

Entre caperucítas y lobos (Cap 1: La boda)

Solos en casa (Cap 9: Simplemente, Marta)

Solos en casa (Cap 8: Miedos y costumbres)

Solos en casa (Cap 7: ¿Lo sabías?)

Solos en casa (Cap 6: Día de convivencia)

Solos en casa (Cap 5: Un, dos, tres... Emitiendo)

Solos en casa (Cap 4: De conciertos y confesiones)

Solos en casa (Cap 3: La creación de Alice)

Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

Solos en casa (Cap 1: ¿Que me estás haciendo?)

El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

El principe de los picaros (Capítulo : Doctrina)

El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

El principe de los picaros (Capítulo 2: Desafio)

El principe de los picaros (Capítulo 1: Destino)

El principe de los picaros (Prólogo)

El primero en... (Epilogo)

El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

El primero en... (Huir: Capítulo 8)

El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

El primero en... (Leer: Capítulo 4)

El primero en... (Descubrir: Capítulo 3)

El primero en... (Jugar: Capítulo 2)

El primero en... (Fantasear: Capítulo 1)

El primero en... (Conocer: Prólogo)

Regreso a casa (epílogo)

Regreso a casa (capítulo 12: Soluciones)

Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)

Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)

Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Regreso a casa (capítulo 5: Encuentros)

Regreso a casa (capítulo 3: Conociéndose)

Regreso a casa (capítulo 4: Ante todo, sinceridad)

Regreso a casa (capítulo 2: Volver a sentir)

Regreso a casa (capítulo 1: Prólogo)

El curso (y 4)

El curso (3)

El curso (2)

El curso (1)

Pequeño hermano mío: Y vivieron felices.(Epilogo)

Pequeño hermano mío: Viviré para hacerte feliz

Pequeño hermano mío: Tú y yo es nosotros

Pequeño hermano mio: Por ahora...

Pequeño hermano mío: El tiempo no todo lo cura...

Pequeño hermano mío: Dudas

Pequeño hermano mío: Cuando el rio suena...

Pequeño hermano mio: Cosquilleo

Pequeño hermano mío: Carmen, ¡cuentamelo ya!

Mi querido vecino

Reencuentros y recuerdos (y 3)

Reencuentros y recuerdos (2)

Reencuentros y recuerdos (1)

Verdades que duelen (Parte 2 de 2)

Verdades que duelen (Parte 1 de 2)

Miradas (Parte 2 de 2)

Miradas (Parte 1 de 2)

Mi hermanazo Marcos (El final del final)

Mi hermanazo Marcos (Jugando con fuego)

Mi hermanazo Marcos (la historia sigue...)

Breves historias de morbo: Vacaciones de verano

Breves historias de morbo: Al salir de trabajar

Mi hermanazo Marcos (el desenlace)

Mi hermanazo Marcos (2)

Mi hermanazo Marcos

Despedida de soltera (y 3)

Vacaciones en Tenerife (3 y fin)

Vacaciones en Tenerife (2)

La Despedida de soltera (2)

Vacaciones en Tenerife

La Despedida de soltera

Infiel con mi cuñada (2)

La visita de mi sobrino (2)

La visita de mi sobrino

Conquistando a mi tia (el desenlace)

El encuentro (Conquistando a mi tia 3)

Conquistada por mi sobrino

Infiel con mi cuñada

Conquistando a mi tía