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Los imposibles también existen (3: La pecera)

en Amor filial

            Iván abrió los ojos sorprendido de lo bien que había dormido; su mano buscó por instinto el cuerpo de su prima a su lado, pero se dio cuenta que no estaba. Se sintió culpable por pasar la noche en la misma cama que ella; sabía que no había connotación sexual alguna en todo aquello, pero era su prima al fin y al cabo. La hermana de Carmen. Su oído  se agudizó al escuchar el agua de la ducha caer en el aseo de su habitación y la puerta entreabierta. Una mezcla de curiosidad y morbo se apoderó de él y pensó en mirar aquella sensual escena; pero, como si el pequeño angelito se ganara la batalla al diablito de su conciencia, se vistió con la misma ropa de ayer y salió al salón.

            - Buenos días, ¿a qué hora llegaste, tío?- preguntó Luigi que veía los dibujos animados con Edu sentado en su regazo.

            - ¿Desde cuándo te interesan esas cosas?

            - Joder, pues desde que tu prima se tira media noche despierta para hablar contigo…

            - ¿Por qué tiene que hablar conmigo Sonia?- preguntó Iván mientras arrebatado el tazón de cereales que estaba tomando su amigo.

            - ¿Cuándo pensabas contármelo?

            - ¿De qué coño estás hablando?- dijo Iván un poco molesto por la actitud de su compañero de piso.

            - Lo de Carmen, tío. Te he estado consolando por lo que yo creía que era un desengaño amoroso y resulta que está muerta.

            - No digas eso…

            - ¡Qué no lo diga no la va a resucitar, Iván!- dijo Luigi, dejando al niño a un lado,  y levantándose del sofá para enfrentarse a su amigo.

            El primo de Sonia agarró con violencia de la camiseta a su amigo que no cambió un ápice su expresión ante la amenaza. Lentamente lo soltó y su gesto se tornó en tristeza.

            - Sabía que esto sería mala idea.- susurró el chico mirando al italiano.

            - ¿Por qué no dejas de culpar a todo el mundo de tus propias decisiones? Sonia no tiene culpa de nada. Y Carmen tampoco.

            - ¡El pasado es pasado, tío! Así de simple… Como tú mismo has dicho, no hablar de ella no la va a resucitar. Pero hacerlo, tampoco lo va a hacer.

            - Déjame preguntarte algo… ¿Protegerías a Sonia?

            El muchacho se quedó perplejo por los derroteros que estaba tomando la conversación.

            - ¿De qué tengo que protegerla? ¿Qué le ha pasado?- dijo Iván muy nervioso.

            - De sí misma. De que se equivoqué y haga alguna gilipollez que pueda ponerla en peligro.

            Pusó el gesto serio porque sabía lo que trataba de hacer Luigi; ponerlo en el lugar de Sonia y lo que su prima podría hacer si lo viera en problemas. A veces pensaba que su compañero de piso estaba más capacitado para la carrera de Psicologia que para las Bellas Artes. No dijo nada más. Bajó la mirada y se dirigió a su habitación de nuevo.

            - Hola, espero que no te haya molestado que use tu baño.- escuchó la voz de su prima.

            Él se limitó a negar con la cabeza y levantar la mirada para ruborizarse al ver Sonia envuelta en una toalla; igual que la vio la primera vez que la sorprendió en el baño. Pero, ¿por qué su reacción había sido distinta? ¿por qué sentía ese ardor en el pecho? ¡Maldito aroma!

            - No pasa nada, siento haber dormido contigo…- dijo Iván volviendo a bajar la cabeza de pasando junto a Sonia hacia el armario.

            - No, perdona tú por haber ocupado tu cama.

            - Dice Luigi que tenias que hablar conmigo.- soltó el chico sabiendo que la conversación podía ser dura para los dos.

            - No te preocupes, creo que debes contarme lo que quieras contarme… Nada más. Te agradezco que me hayas acogido en tu casa y prometo no crearte problemas. ¿Cómo estás?

            - Bien…

            - ¿Seguro? Iván, quiero que sepas que puedes contar conmigo.

            Los ojos del chico volvieron a clavarse en las piernas de su prima y ella se dio cuenta. Sus miradas se encontraron y parecieron abrirse las puertas de mil infiernos. Iván sonrió como si hubiera controlado la tempestad de sensaciones y se acercó a besarla en la frente.

            - Todo está bien, no te preocupes.- dijo para coger del armario unos boxers azules y dirigirse al aseo para darse una ducha.

            La chica se quedó sorprendida por lo que había ocurrido. Su primo la había mirado con deseo; y ella no había sido capaz de recriminarle nada de lo que Luigi le había contado. ¿Así era como se sentía su hermana? En realidad, cuando su primo llegó a casa la noche anterior aún no estaba dormida pero no fue capaz de reaccionar. Después los gestos de su primo la hicieron caer en una ternura que no había sentido nunca. “Es un chico especial” le decía, una y otra vez, su hermana Carmen. Ahora entendía a qué se refería. Era difícil preguntar a su primo hasta donde había llegado la relación con su hermana… No era nadie para juzgar los sentimientos de otras dos personas.

            Se dirigió a su habitación para cambiarse y vio a Luigi en el salón que seguía con atención los dibujos que veía Edu. Le gustaba como su hijo estaba llevando toda aquella situación; se había adaptado al colegio infantil de maravilla y eso le daba a ella unas horas para dedicarse  a las compras y las tareas de la casa.

            - Gracias por cuidar de él.- dijo la chica aún envuelta en la toalla.

            - ¿Se lo dices a él a o a mí? – dijo Luigi bromeando como siempre hasta que se fijo en el atuendo de su compañero.- ¡Joder, culito! Ve a vestirte que me vas a matar un día…

            - Vaaaaale…- dijo la chica dirigiéndose a su habitación.- Oye, Luigi, ¿te importa si Edu y yo vamos contigo a la tienda?

            - ¿Y eso?

            - Bueno, tienes razón.- dijo la chica encogiéndose de hombros.- Debo cambiar un poco de actitud…

            - Por supuesto, además Rubén estará encantado.- sonrió el italiano mientras Sonia ponía los ojos en  blanco y cerraba la puerta de su habitación.

            Luigi se quedó pensativo en el salón viendo la soledad que le rodeaba; mientras Edu seguía sentado en sus rodillas con su mirada fija en el televisor, él pensó en los problemas que se avecinaban. Porque todo cambio supone problemas; pueden ser fructíferos o no, pero problemas son. Nunca se había preocupado por la vida que pudiera llevar Iván porque, a pesar de ser su amigo, no se inmiscuiría en su vida. Pero la llegada de Sonia le había hecho despertar. ¡Ese tío tenía vida, tenía un pasado que le atormentaba! Quizás Sonia era un bendito problema…

            Iván salió de la ducha y se sorprendió por el silencio que reinaba en el piso. Se limitó a ponerse unos vaqueros sobre sus ceñidos boxer y una camiseta  ancha que disimulara su fibroso cuerpo. Llegó, una vez vestido, al salón y descubrió que estaba sólo;  la estancia se encontraba desierta, tan solo ocupada por los restos del “torbellino Edu” que había dejado distintos juguetes por el suelo. Agarró aquel conejo de peluche y no pudo evitar sonreír tímidamente. ¿Qué clase de prueba le estaba poniendo la vida? ¿De alguna forma, Sonia venía a salvarle? Y, lo que era más importante, ¿quería él ser salvado por ella?

            Se sentó en aquel sofá, con el conejo aún en sus manos, y pensó en lo que había ocurrido desde que llegó hace unos años a la capital. Todo se había desmoronado desde aquella acusación de violación de Amanda; sabía que, como acusaba su tío a su prima Sonia, él tampoco podía negar evidencias… Por su estilo de vida en el pueblo y porque verdaderamente había tenido relaciones sexuales con Amanda aunque fueran consentidas. Cualquier prueba de paternidad, cabía la posibilidad de que diera positivo y la palabra de la hija de un terrateniente era más importante que la de un hijo de jornaleros. Ahora se culpaba por haber huido, por no haber afrontado las consecuencias; habló con Amanda, le rogó que contara la verdad. ¿Su respuesta? “Te voy a joder la vida” Iván puede dar fe de que lo logró con creces.

            Se levantó del sofá como un resorte como si quisiera distanciarse de ese pasado que lo atormentaba y volvió a su habitación. Abrió el cajón de la mesilla y cogió aquella caja metálica pillada con gomas para sacar algo del dinero cobrado la noche anterior. Entonces, cuando volvió a esconder la caja, sus manos tropezaron con ese viejo sobre amarilleado por el sol. Un tremendo suspiro surgió de sus pulmones y cayó derrotado sobre la cama. Luigi tenía razón y el hecho de no hablar de ella no iba a hacer que resucitara. Con muchísimo cuidado, extrajo la carta que tantas veces había leído y que hace tiempo guardó para olvidar.

“Hola cariño:

 

            Sé que no te gustó que te pidiera que te marcharas del pueblo; sé que tu cabezonería te hacía querer estar aquí y afrontar lo que había pasado. Pero me niego a que tengas que cargar con unas culpas que no son tuyas solo por querer estar a mi lado. Tú sabes mejor que yo que un pueblo es un pueblo y nunca te librarás de esa sospecha… No es justo para ti que arrastres esa condena.

 

            Además no puedo aceptar la petición que me hiciste. Me sorprendió que me dijeras que estabas enamorado de mí en esa carta, que me ofrecieras intentarlo allí; pero las cosas no son así de fáciles. Sabes que te adoro, que siempre lo he hecho, pero debes diferenciar entre amor y deseo. Y no me refiero a la estúpida convicción moral de nuestro parentesco, sino a que tienes que acostumbrarte a que la vida no es un supermercado en el que puedes coger las cosas de las estanterías. Hay que saber razonar, asumir los riesgos y lo nuestro traería demasiado. Yo no estoy enamorado de ti, cariño. Me pides que lo intentemos, pero tenemos mucho más que perder que ganar. Sabes que,  esté donde esté, siempre estaré cuidándote.

 

            Llegará el día en que podrás perdonarme y podrás comenzar a ver la vida de otra forma; porque yo te quiero más de lo que imaginas pero no de la forma de la que tú deseas que te quiera. Dónde menos te lo esperas encontrarás a la persona adecuada y, créeme, que yo seré feliz por ello.

 

            Aunque quiero que me hagas una promesa y debes cumplirla, pese lo que te pese. Quiero que bajo ningún concepto vuelvas al pueblo. Ocurra lo que ocurra, a no ser que yo te lo pida. Por favor, hazme ese último favor.

 

                                                                                              Te quiero,

                                                                                                     Carmen”

 

            Semanas después recibió la noticia de su enfermedad; esa maldita leucemia que le estaba arrebatando a la mujer que más había querido en su vida. Quería viajar, estar a su lado, abrazarla, decirle que todo saldría bien. Pero algo le ató a esta maldita ciudad… Una llamada de teléfono.

            - Iván, no quiero que vengas.- escuchaba la voz de Carmen, muy débil por la enfermedad.

            - Pero, ¿te das cuenta de lo que me estás pidiendo? ¡Me da igual lo que pienses de mí! ¡Me da igual lo que el pueblo piense de mí?- gritaba el chico fuera de sí.

            - Me hiciste una promesa.

            - ¿Y qué?

            - Tú siempre cumples tus promesas. Me pondré bien y prometo ir a visitarte; sólo yo sé dónde vives. Solo yo sé como encontrarte. Pero quiero que cumplas tu promesa, por favor.

            - Mira, Carmen… Ya no te hablo como aquel tío que estaba enamorado de ti.- mintió Iván tratando de convencer a su prima.- Solo soy tu primo y quiero verte… ¡Necesito verte! Y tú me necesitas a tu lado, lo sabes.

            - Cariño, si vienes sabes como reaccionará mi padre… No me dejará verte y sufriré más sabiendo que puede estar pasándote algo. ¿De verdad quieres preocuparme de esa forma?- le espetó la chica con su débil hilo de voz con un razonamiento que sonaba a chantaje.

            Por supuesto, Iván no fue. Cumplió su promesa de no acompañarla; de esperar que la grave enfermedad remitiera y poder algún reencontrarse. Pasaron semanas y meses sin ninguna llamada más, hasta que no soportó más la espera y escribió una carta a su tía Auxi… Unos días después recibió la devastadora noticia: Carmen había fallecido solo unos días después de aquella llamada de teléfono, hace casi tres meses. No tenían forma de contactar con él; era un fantasma… El mundo de Iván se derrumbó. Nunca pudo despedirse de ella y solo le quedaron tres palabras como un último mensaje de su prima: “Cumple… tu… promesa”.

            Recordaba aquella sensación de frío que sintió en su interior y que, desde entonces, no le había abandonado. Como si le enterrara en vida para nunca más sufrir. Abandonó sus estudios y se encerró durante días en su habitación; solo Luigi era capaz de romper ese muro de aislamiento y darle ánimos ante lo que creía que era una ruptura. Le convenció para salir y evadirse. “Hay más tías, no puedes perder el norte por ella” le decía Spaghetti con su eterna sonrisa… Y eso hizo. Salir. Una noche y otra. Y otra más. Y beber y encontrar ese maravilloso polvo blanco que le daba calor a la frialdad de su corazón… Así comenzó a trabajar en Sunset, una de los pub de moda y más selectos de la ciudad; y así conoció a su jefa que le ofreció dos formas de evadirse. La informalidad del sexo… Y más cocaína.

            - ¿Y de verdad la gente compra estas cosas? – preguntaba Sonia mientras tocaba toca clase de bolsas de abonos.

            - Antes se pusieron de moda los kebabs y ahora estas cosas.- rió Rubén al que le brillaba la cara de ver a la chica en la tienda.

            - Si quieres te puedes ir a currar a un kebab…- bromeó Luigi que jugaba con Edu y con un peluche con forma de hoja de marihuana.

            - No me fío de un sitio donde vale lo mismo el cordero que el pollo.- contestó Rubén haciendo reír a Sonia.

           

Los dos amigos volvieron a discutir entre bromas como siempre solían hacer. Sonia observaba la escena dándose cuenta que su primo no era como ellos; que, como decía Spaghetti, había perdido la alegría el día que supo de la muerte de Carmen. Ahora estaba preocupada por él. Por esas confesiones de su compañero de piso que le advertían que Iván había roto con la depresión a base de salidas nocturnas y de trabajos nocturnos. Si algo tenía su primo era don de gentes y empatía, por lo que había conseguido trabajo como camarero en uno de los locales más selectos de la ciudad. Era un fantasma que vagaba de día y resurgía de noche.

- Oye, Luigi… He pensado que voy a buscar un trabajo.- dijo Sonia llamando la atención de los amigos, cuya conversación iba ya por nombres míticos de series de culto.

- Lo veo bien.

- ¿Sí? ¿De verdad?- se sorprendió la chica que no estaba acostumbrada, por su padre, a que aceptaran sin más sus ideas.

- Sí, no puedes estar eternamente de chacha nuestra. Puedes encontrar un trabajo de media jornada, aprovechando que Edu está en la escuela infantil

- Sí pero, ¿qué hago? No tengo estudios. En el pueblo solo hacía de canguro para otras mujeres, ordenaba algunos almacenes o ayudaba en un colmado de una vecina.

- Sabes hacer muchas cosas.- sonrió Rubén mientras daba con el codo a su amigo Luigi.- Veamos… Ordenabas almacenes, pues… Experiencia en gestión y control de grandes stock comerciales.

- ¿Queeeeé? ¡Estás loco!- rió a carcajadas Sonia que no se podía creer la imaginación del chico.

-  Y experiencia en el sector comercio y atención al cliente, puede ser lo del colmado.- continuó Luigi compartiendo la broma de su amigo.

- ¡Claro! Y si se enteran de cómo follo puedo decir experta en francés y griego.- rió la chica dejando perplejos a los dos chicos que se miraron entre sí.- ¡Es broma, tíos! ¿Sabeis? Creo que no estáis muy acostumbrados a que vuestras amigas digan las cosas claras.

- Griego dice la cabrona.- balbuceó Rubén mientras Sonia no para de reír.- Se me ha puesto dura, nada más que de pensarlo.

Luigi dio un cogotazo a su amigo que se frotó el pelo acostumbrado a los castigos de su compañero.

- Tenéis toda la razón, quiero sentirme útil. Trabajar, salir con Edu o salir sola.- decía la chica mientras Rubén levantaba la mano ante esta última opción y volvía a recibir un cogotazo de su amigo.- Quiero recuperar el timón de mi vida y solo así podré ayudar a Iván.

- ¿Ayudar a Iván?- preguntó Rubén un poco desconcertado sin percatarse de la sonrisa de orgullo de Luigi.

- Mi hermana siempre decía que hay momentos en la vida en las que una sabe lo que debe hacer; puede que no sea lo mejor para una misma, pero debe hacerlo.

- ¿Qué te parece si empezamos tu nueva vida con una salida esta noche conmigo?- dijo Rubén que, esta vez, esquivó el golpe de su amigo.- ¡No es una cita! ¡Y prometo devolverla a casa pronto! Una pizza, unas cervezas y una copita si quieres…

Luigi miró a Sonia con media sonrisa y arqueando las cejas, dándole muestras de que la decisión era suya.

- ¿Y Edu?

- Yo cuidaré de Edu, ¿verdad, campeón?- dijo el italiano poniendo la mano para que el niño la chocara con fuerza.

- Con una condición.- dijo la chica con el dedo índice en alto.- La pizza debe ser barbacoa.

- ¿Eso es un sí?- dijo el chico mientras Sonia asentía.- ¡Bingo!

La puerta del piso se abrió mientras Iván trataba de entrar cargado de bolsas del supermercado. Puso observar a Luigi tumbado en el sofá mientras Edu jugaba con algunos de sus extraños juguetes.

- ¿Cómo ha ido el día de trabajo, spaghetti?- preguntó el chico mientras pasaba ante el televisor rumbo a la cocina.

- Bien…- contestó extrañado Luigi que no esperaba esa conversación después del choque de ayer.

Iván comenzó a colocar las cosas en los armarios de la cocina; básicamente se había limitado a reponer las cosas que se habían agotado y que formaban parte de las listas de compras que hacía Sonia. Desde que su prima estaba aquí, y no es porque fuera mujer, su alimentación había mejorado muchísimo; en parte, le recordaba a su tía Auxi y a su madre.

- Iván, ¿estás bien?- preguntó Luigi desde el umbral de la puerta de la cocina.- ¿Has hecho la compra? ¿Tú?

- Esta mañana cuando salí de la ducha os habíais ido y pensé que tampoco es bueno que Sonia se cargue de trabajo. No es nuestra sirvienta.

- No, si me parece genial.- dijo el italiano encogiéndose de hombros.

- Oye, Luigi. Siento mucho lo de esta mañana; no debí agarrarte así del pecho. Eres mi mejor amigo y sé que últimamente no está siendo nada fácil vivir conmigo.- dijo Iván poniendo la mano en el hombro de su compañero.

- Y yo siento haberte reñido y exigido que me lo contaras. Entiendo que lo de Carmen era algo muy personal y yo no debo de inmiscuirme.

- Sí, dejemos eso a un lado.

- Ok, solo te pido que tengas cuidado, tío. Ya sabes lo que opino de esa gente para la que trabajas. Sé que te dije que era bueno que te evadieras de todo y disfrutaras la vida, pero…

- Tranqui, tío. Todo va bien; es un trabajo normal y corriente. Sirvo copas en un pub y soy relaciones públicas del sitio.

- Y te follas a la dueña.- matizó el chico con una media sonrisa.- ¿Eso son relaciones púbicas?

- Eso deberías hacer tú, follar más.- rió Iván mientras se preparaba un sándwich

- Hablando de follar, tu prima Sonia…- dijo Luigi esperando la reacción de Iván que se volvió hacia él apretando la mandíbula.- ¡Es broma, hombre! Solo quiero que sepas que esta noche va a salir con Rubén.

- ¿Quién es ese Rubén?- dijo el chico con su faceta protectora.

- Mi colega Rubén… Tío, te lo he presentado tres veces, deja la droga.- rió el italiano.- Es buen tío, yo respondo por él.

Iván levantó el dedo índice en señal de advertencia, mientras Luigi no borraba la sonrisa de la cara. ¿Por qué sentía eso al saber que Sonia iba a salir con otro tío? No era simple instinto de protección; sentía celos de que alguien tocara  a su prima y eso era absurdo… No podía suceder otra vez. No iba a permitir que sucediera. Salió de la cocina y se dirigió a la habitación de la chica, donde llamó con los nudillos antes de entrar.

- Pasa.- escuchó la voz femenina como permiso para entrar.

- Hola, me ha dicho Luigi que vas a salir.- dijo Iván viendo a su prima que se peinaba frente a un espejo.

- Sí, pero no es una cita no nada por el estilo… Solo se han empeñado en que me vendrá bien tomar el aire.

El chico, justo a las espaldas, se quedó mirando el bonito trasero que enmarcaban esos vaqueros; no pudo evitar sentir ese quemazón cuando ella levantó los brazos para coger una coleta en su pelo y dejó al aire la zona baja de su espalda, con esos dos marcados hoyos en la cadera. Se parecía tanto a Carmen que asustaba.

- Joder…- susurró el chico apartando la vista de ese escaparate de lujuria para su mente.

- ¿Te pasa algo?

- Nada, solo quiero que tengas cuidado y no vuelvas tarde, por favor.

Sonia miró sorprendida a su primo que desviaba la mirada a otro lado. ¿De verdad estaba preocupándose por ella? Por primera vez, se parecía al chico que conoció en el pueblo.

- ¿Estoy guapa, primo?- dijo Sonia girando sobre sí misma para atraer la atención del chico.

Como toda mujer, sabía cuando era observada; se sabía deseada y, sin saber porqué, en los ojos de primo le gustaba ver esa sensación.

- Estás preciosa, Car…- dijo el chico quedándose perplejo y dando la vuelta para salir de la habitación.

- ¡Espera, por favor!- gritó Sonia que no logró detener la huída de su primo, que cogiendo su abrigo salió del piso en estampida.

- ¿Qué ha pasado?- preguntó Luigi que salió de la cocina al escuchar el portazo.

- Creo que tienes razón, mi primo estaba muy enamorado de mi hermana. Me ha llamado con su nombre…

- El problema de tu primo es que, con todos mis respetos, hasta que no entierre el fantasma de tu hermana no podrá amar de nuevo.

- ¿Amar?- preguntó Sonia que se sentía cohibida con la simple mención a un sentimiento tan poderoso entre familiares.

- Anda, ha llamado Rubén que ya está llegando.- sonrió el chico tratando de romper el incómodo silencio.- Pórtate bien, nada de griego.

- ¡Idiota!- rió a carcajadas mientras golpeaba el hombro de su amigo.

La mujer movía las caderas sobre Iván, dejando caer todo su peso, una y otra vez, para ensartarse con la dura polla del chico. Él chupaba los pezones llegando a morderlos en esa fina línea que separa al dolor del placer y que tanto le gustaba cruzar a su dueño. Se había acostumbrado a ser el amante de aquella mujer; primero de forma esporádica y después con una continuidad que rozaba la monotonía.

- ¿Te gustó Meredith? Ummmm.- gemía la mujer mientras aceleraba el ritmo de la follada.

- Te domina, eso te gusta.- decía Iván agarrando el culo de la mujer para clavar su polla hasta lo más profundo.

- ¡Jooooder! ¡Síiiiiii! Me pone mucho, es superior a mí. Eso es lo que yo quiero hacer contigo, ufffff.

Iván levantó a la mujer en vilo sin sacar su miembro de su hambriento coño; ella seguía aferrada con sus brazos al cuello, mientras el chico comenzó unas bestiales embestidas que le cortaban el aliento.

- ¡Conmigo eso no funciona!- decía el muchacho tras cada pollazo que hacia chocar sus testículos con el trasero de la mujer.- ¡Solo sexo! ¡Sexo y negocios!

Todo se precipitó cuando Iván echó sobre unas cajas a la mujer y comenzó a follarla como una bestia. Diez minutos sin bajar el ritmo, sin dejar de follarla como si fuera un objeto.La mujer gimió con fuerza al correrse con el salvajismo de Iván; le gustaba sacar de quicio al chico porque sabía que solo así conseguía esa dureza que necesitaba. Se sentía como una verdadera maestra sexual. Escuchó gruñir al chico cuando se tensó para soltar andanadas de leche caliente en su coño.

- ¡Diooooos, casi me matas!- suspiró la mujer mientras el chico respiraba de forma agitaba, aún sobre ella.

- Me provocas, es culpa tuya.

- Jajajaja, eres tan tierno…- dijo la mujer abrazando al chico que se separó de forma enérgica ante el gesto cariñoso.- ¿Qué coño te pasa?

- Nada, sabes que no me gusta eso.

- ¿Qué es eso? ¿Un abrazo? ¡Ahhh, es verdad! Sexo y negocios.- sonrió la mujer.- Iván, es muy triste que trates de vivir en una pecera.

- ¿En una pecera?

- Sabes que nunca te he preguntado por tu vida, entre otras cosas porque me importa poco; siempre me has dejado claro que eres una polla pegada a un hombre y así te trato…- dijo la mujer mientras abrochaba el corchete de la falda.-Pero te he cogido cariño y eso no es malo.

- Ya sé que no es malo.- decía el chico que, extrañamente, se sentía a gusto hablando de estos temas con su jefa.

- Pues parece que no lo sabes. Eres como un pez que se aferra a vivir en una pecera en la playa cuando puede vivir en el mar. Ese pez tiene miedo de las corrientes, de las mareas y de cualquier cosa que pueda romper su esfera de cristal; sin embargo mira con anhelo ese mar desbocado.

Iván miró a su jefa totalmente alucinado, porque nunca había escuchado hablar así a esa mujer; siempre había creído que era una superficial que solo disfrutaba de la noche, la vida… Quemar la vida como si fuera un habano, poco a poco y saboreándola.

- ¿Sabes que me das miedo?- sonrió el chico que abrochaba su cinturón.

- Iván, como te he dicho no sé nada de tu vida ni pretendo darte lecciones. Porque puede que cuando aprendas a saltar de esa pecera, te pierda para siempre. Pero es lo riesgo que quiero asumir.

- Creo que mi pecera es grande y apacible.- contestó el chico con esa pícara mirada que encantaba a su jefa.

- Por muy grande que sea la pecera, el pez siempre acaba pegado al cristal.- dijo la mujer besándolo en la mejilla.- ¡Y ahora a trabajar que por follarte a la dueña no quiere decir que no tengas que trabajar!

El chico salió al bullicio de la sala del pub, donde una de las camareras le sonrió; era el encargado y su atractivo hacía que muchas de las trabajadoras del pub se fijaran en él. Pero sabían perfectamente, o sospechaban, de su relación con la dueña lo que lo hacía inalcanzable.

- ¡Hombre, por fin apareces!- le espetó entre risas el dj que había llegado a la barra a por una botella de agua.- Tienes que tener la polla en carne viva.

- ¿Qué hora es ya?

- Son todavía las dos, queda una hora y media.

- Tengo ganas de irme a casa.

- ¿Tú? ¿A casa? Joder, cada vez eres más raro. Que se te ha perdido allí.

- Nada, solo estoy cansado.

- Eso tiene fácil arreglo…- dijo su amigo sacando un gramo de cocaína.

Iván siguió a su amigo a la cabina de dj donde tendrían algo más de intimidad. El pub estaba lleno de gente que se agolpaba en la pista de baile y la música era ensordecedora. El chico preparaba dos rayas junto a la mesa de mezclas, mientras Iván miraba todas esas personas que vivían la noche con desenfreno; hasta que sus ojos se quedaron clavados en la espalda de una chica, en unos vaqueros ceñidos y dos hoyos en la cadera. Observó al chico que la acompañaba y, por fin, recordó al tal Rubén.

- Sonia…- susurró el chico totalmente obnubilado sin equivocarse esta vez de nombre.

Fue en ese instante cuando un pez llamado Iván, en la inmensidad de su pecera, chocó con el cristal.

(CONTINUARÁ)

           

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Compañeros de piso. Capítulo uno.

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Regreso a casa (epílogo)

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Regreso a casa (capítulo 8: El error)

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Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

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Despedida de soltera (y 3)

Vacaciones en Tenerife (3 y fin)

Vacaciones en Tenerife (2)

La Despedida de soltera (2)

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La Despedida de soltera

Infiel con mi cuñada (2)

La visita de mi sobrino (2)

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Conquistando a mi tia (el desenlace)

El encuentro (Conquistando a mi tia 3)

Conquistada por mi sobrino

Infiel con mi cuñada

Conquistando a mi tía