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El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

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Samira estaba muy preocupada porque llevaba un día entero sin saber nada de Hixem; encima no podía escapar al mercado a buscarlo, porque Sara estaba particularmente pendiente de ella quizás porque sospechaba algo de sus salidas… Las criadas que habían ido a hacer la compra al mercado no traían noticias de él, y eso la tenía en vilo… ¿Le habría ocurrido algo? Sabía perfectamente que Hixem sabía cuidarse sólo, pero el hecho de saber que lo querían asesinar no era una idea muy tranquilizadora.

Por otro lado pensó en otra posibilidad, que si bien era buena para la salud de Hixem, no para los celos que empezaba a desarrollar ella: era el “príncipe de los pícaros”, ¿no?; y en ningún momento le dijo que fuera a dejar esa actividad… Sólo de imaginarlo con otras mujeres, una punzada le atravesaba el estomago aunque no se habían prometido nada y no dudara del cariño que aquel chico.

Miraba de forma ausente hacia la ventana, tratando de ordenar sus pensamientos; no quería pensar nada malo del chico que la había convertido en mujer, pero era un día y medio sin saber nada de él.

-                          ¡Aún estás sin vestir, Samira!- protestó Sara al entrar en la habitación de la chica.

La muchacha la miró con cara de haber dormido poco y recordó la frase que aquella mujer le había susurrado hace dos noches, mientras dormía… Sabía que quizás no era el momento, pero estaba desesperada por saber algo de aquel chico y esa era la única forma de conseguirlo: confiar en ella.

-                          Te he desobedecido…- dijo la chica mirándola con los ojos llorosos.

-                          ¿En qué me has desobedecido?- dijo la nana frunciendo el ceño, y tratando de aparentar normalidad a pesar de lo que sentía latir dentro de ella.

-                          ¿Recuerdas aquel chico? ¿El idiota del mercado?

-                          S… Sí.- tartamudeó Sara que sabía perfectamente que se refería a Hixem.

-                          Lo volví a ver… Dos veces.

-                          ¿Cómo? ¿Cuándo?- dijo la mujer levantándose enfadada de la silla.

-                          Yo quería ver el mercado y me escapé sin tu consentimiento…- dijo Samira que cortó la frase, esperando la bronca de Sara. Esa bronca no llegó porque Sara estaba pálida escuchando lo que se avecinaba.- Y, digamos… Que escuché algo que no tenía que escuchar…

-                          ¿Cómo que escuchaste algo que no tenías que escuchar? ¿Qué has hecho, Samira?

-                          Es que no te lo puedo contar, es peligroso… Pero ese no es el tema ahora…

-                          ¡Claro que es el tema! ¿Por qué te empeñas en ocultarme cosas desde que has llegado a esta ciudad? Siempre has confiado en mí…

-                          Bueno, vale… Te lo contaré- dijo la chica, que la verdad siempre había encontrado en Sara a la madre que nunca tuvo.- Me perseguía un hombre con muy mal aspecto y me escondí en un callejón; allí escuché, sin querer, una conversación entre dos hombres que hablaban del asesinato de un chico y otras cosas horribles…

-                          ¡Por Alá! ¿Quién te manda salir sin mi permiso? Bueno da igual, porque eso no es asunto nuestro; no quiero asesinatos ni problemas en nuestra vida…- dijo Sara frotando nerviosa las manos entre sí.- Olvidarás lo que has escuchado y ya está. Tú no sabes que existen y ellos no te vieron…

Nada más acabar la frase, Sara se percató de que la cara de la chica se contrajo en un mueca de miedo; desvió su mirada y entrelazó sus dedos, el típico gesto que Samira hacía cuando trataba de ocultar algo.

-                          Porque no te vieron, ¿verdad?- dijo Sara visiblemente nerviosa, para ver como Samira asentía con la cabeza.- ¿¿Te vieron??

-                          Sí, pero no me reconocieron porque logré escapar… Uno de esos hombres me persiguió y me iba a atrapar…

-                          ¡Eres una inconsciente! ¡No me puedo creer que…!

-                          Hixem me salvó.- la cortó Samira tratando de calmar a Sara.

La mujer sintió como los colores de la cara le subían; se quedó sin habla al escuchar a su hija Samira decir con esa naturalidad el nombre de su desconocido hermano… Entre las miles de personas que había en la medina, tuvieron que encontrarse con él en el mercado; y, como si una jugada del destino fuera, cuando Samira se puso en peligro fue su pequeño Hixem quien la salvó.

-                          ¿Estás bien? Sara, no me asustes…- decía Samira cogiéndole la mano a su nana, que parecía no reaccionar.- Es un chico fuerte, listo y muy guapo…

Esas palabras de Samira la hicieron salir de su burbuja, porque se dio cuenta que algo aberrante estaba pasando por la cabeza de esa chica… Ya sabía que era fuerte y guapo; cuando lo vio en el mercado y dijo que se llamaba Hixem, algo en su interior le dijo que aquel muchacho era su hijo… Se parecía tanto a su abuelo, que daba miedo mirarlo. Pero la forma de hablar de él, que tenía Samira, era distinta y le causó pánico.

-                          Samira, tú no puedes…

-                          Sé que está mal, que me dijiste que no puedo verlo… Pero lo que escuché de aquellos hombres es que querían matarlo a él.

-                          ¿Matar a Hixem? ¿Pero por qué?- dijo la mujer que olvidó por unos instantes los sentimientos de Samira hacia el chico, para preocuparse por la salud de su hijo.

-                          Eso si es muy largo de explicar… Hay un robo, un plan para hacer algo malo y los hombres a los que escuché usaron de excusa a Hixem… Matándolo se cubren las espaldas.

-                          ¡Esta maldita ciudad llena de secretos y de intrigas! ¡No tenía que haber vuelto nunca!- dijo la mujer muy preocupada.- Ahora lo importante es que tú estés bien y no te metas en líos.

-                          Pero no puedo estar tranquila, llevo sin saber nada de Hixem desde hace dos días casi… Y tengo que saber de él. ¡Lo necesito!

-                          ¿Esa es la razón por la que tienen que irse?- dijo Sara, dando una información que Samira no tenía.

-                          ¿Qué dices? ¿Quién tiene que irse? ¿Dónde?- inquirió Samira impciente por saber.

-                          Debes tranquilizarte, Hixem está a salvo… Su familia se marchó hace un día de la ciudad para evitar problemas. Pero no sabíamos que era por esos problemas…

-                          ¿”No sabíamos”? ¿De quien estás hablando? ¡Me estás poniendo nerviosa!

-                          Todo a su debido tiempo, ahora solo tienes que saber que Hixem está a salvo y que tardará un tiempo en volver… No creas que…

-                          Lo amo, Sara… No sé como ha pasado pero estoy enamorada de él…

Sara se quedó petrificada al escuchar la frase que tanto temía escuchar; Samira estaba enamorada de su propio hermano, sin saber que lo era… Quizás el hecho de que el chico estuviera lejos ayudaría a solventar el problema, pero también sabía que ellos no tenían culpa de los errores que ella había cometido en el pasado. Si hubiera buscado desde el principio a su familia, quizás sus hijos se habrían criado juntos. Por otro lado, se sintió orgullosa de saber que Hixem había salvado a su hija. Extraño, ¿verdad?

-                          Soy mujer, gracias a él…- susurró Samira, haciendo que Sara la mirase con los ojos como platos.

-                          ¿Qué ha hecho qué?- dijo la mujer que casi no podía articular palabra.

-                          Es importante para mí que tú me entiendas, por favor…- dijo la chica sollozando y abrazándola- Es muy importante…

-                          Las cosas son más complicadas de lo que parecen, mi niña…Tú no tienes culpa de nada, pero ahora él está lejos y…

-                          ¡Tengo que verlo! ¡Necesito estar con él!

-                          ¿Estás loca? No está en la ciudad; tu tío Jubair te mataría y tienes que pensar que él está a salvo donde está escondido.

-                          ¿Pero como sabes tú eso? Sara, ¿qué me estás ocultando?

-                          ¡No te oculto nada!- dijo la mujer andando por la sala como si pretendiera poner distancia entre las verdades escondidas.- Sólo que sé que se ha marchado, por la gente del mercado.

-                          ¿Y qué interés tenías tú en saber si se había marchado o no? ¿Por qué sabes esas cosas?

-                          Son cosas del pasado… Conozco a su familia, desde hace mucho, pero ahora no es el momento.

-                          ¿Conoces a su madre?- dijo la chica provocando que Sara la mirara con la cara descompuesta.

No era el momento de hablar de eso; no podía enfrentarse a la verdad en ese momento, después de tantos años… Sentía pánico de perder a su hija, al saber toda la historia. No podía decirse que ese chico era su hijo, que ella misma era su hija… ¡Que ellos eran hermanos mellizos!

-                          Tiene que ver con el secreto que me ocultas, ¿verdad?

-                          ¿Qué… Qué estás diciendo?- dijo nerviosa la mujer, que estaba manteniendo la conversación mas intensa que nunca había tenido con Samira.

-                          Estaba despierta el otro día, cuando entraste en mi habitación… Me dijiste que lamentabas no haber sido valiente para contarme la verdad… ¿Cuál es la verdad, nana?

Sara no sabía que decir; ni en sus mayores pesadillas podía pensar que tuviera que enfrentarse algún día a ese momento… ¿Por qué tuvo que subir a la habitación de Samira aquel día cuando llegó? Tenía que haber hecho caso a su madre, Dinah, y dejar las cosas estar como estaban… Pero ninguna de ellas contaba con la relación entre los dos hermanos; con que el destino les hubiera unido de una forma no tan natural como hubieran pretendido…  La solución de Dinah de que todo siguiera como hasta ahora pero teniendo contacto, parecía la más factible. Aunque significará que nunca se enteraran que eran hermanos; pero el hecho de que los chicos se hubieran enamorado complicaba las cosas.

-                          Estoy esperando…- dijo Samira preocupada.- Yo te he dicho la verdad, aunque sabía que te ibas a enfadar… Ahora tienes que ser sincera.

-                          Está bien, Samira… Yo…

En ese momento, en la habitación entró aquella criada de la casa que tanta confianza había cogido con Samira. Se quedó un poco cortada al ver allí a Sara, porque sabía que el tema que tenía que hablar con Samira, no podía escucharlo aquella mujer.

-                          ¡Niña Samira! Tengo que decirle una cosa.- dijo la criada sin avanzar desde la puerta.

-                          Ahora no, ven luego…- dijo Samira molesta con que hubieran interrumpido la conversación con Sara.

-                          Es que es importante…- dijo la chica dando un paso hacia Samira.

La chica miró a la criada con cara de enfado, pero vio los gestos que ésta le hacía de que no podía hablar delante de Sara; eso desconcertó a Samira, que sabía que el tema tendría que ver algo con sus escapadas.

-                          Puedes hablar delante de Sara, no tengas miedo… Ya lo sabe todo.- dijo la chica cogiendo de la mano a su nana en un gesto de complicidad.

La criada se sorprendió porque no esperaba esa respuesta de la chica y por el miedo a las represalias que podía tomar Sara, si se había enterado de todo lo que habían ayudado las criadas a Samira. Pero, en un gesto de conformidad, se encogió de hombros y dijo:

-                          Alguien ha venido a buscarla, dice que es muy importante que la vea… Dice que se llama Jezabel y trae noticias de Hixem…

Samira se levantó de un salto tremendamente preocupada; algo le decía que algo malo había ocurrido, porque si no Jezabel no vendría a buscarla… Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando se puso el manto y se dirigió a la escalera.

-                          ¡Espera!- escuchó la voz de Sara detrás suya.- Yo voy contigo…

-                          Pero…

-                          No te lo estoy pidiendo; es hora de que seamos valientes, las dos.

La chica miró a aquella mujer de fuerte carácter que la había criado y asintió con la cabeza. Si de verdad pasaba algo grave, no se le ocurría una persona mejor que pudiera estar a su lado que Sara.

                                       ********************

            Yussuf entró en la casa que aquellos mercaderes habían conseguido, mediante extorsiones y chantajes; la verdad que habían hecho un buen trabajo en ese aspecto, y el sitio cumplía los requisitos que le habían sido exigidos. Cuando entró en la vivienda, los hombres de Abdalah estaban sacando el armamento de las cajas de Mahudaj había llevado hasta la entrada de la ciudad.

-                          Hay algo que sigue inquietándome.- escuchó la voz de Abdalah a sus espaldas.- ¿Para que necesitan tantas armas? ¿Por qué no vienen armados desde Damasco?

-                          Muy sencillo, así se protegen de ser interceptados por el camino por alguna patrulla del califa.- explicó Yussuf, sin dejar de mirar como los hombres descargaban aquellas cimitarras, alabardas y espadas de doble filo.

-                          Pero según lo que me has explicado, ahora mismo sólo hay dos enviados a la ciudad, ¿cómo pretenden asaltar la fortaleza que es el Alcazar?

-                          Iran viniendo de cuatro en cuatro, entre los comerciantes…- contestó el hermano mayor.- Al no venir armados y venir con caravanas de comerciantes no despertaran sospecha alguna.

-                          Sigo sin entender porque tuvimos que contar con esos estúpidos hermanos mercaderes… Porque sigo estando seguro que ellos estaban detrás del intento de robo del documento.

-                          Lo sé, y lo pagaran a su debido momento; pero, querido hermano, uno de tus mayores defectos en la vida ha sido el ser demasiado impulsivo… Como en una  partida de shatranj, hay que saber esperar y no sacrificar los peones hasta que no cumplan su cometido. Estos estúpidos, como tú los llamas, son los que han traído las armas a la ciudad. Su fama como comerciantes, su conocimiento de las rutas y sus tratos de favor con las guardias fronterizas hicieron posible que el cargamento pasara sin ser inspeccionado.

-                          Y si ya está el cargamento aquí, ya han conseguido la casa sin levantar sospechas… ¿Por qué siguen vivos?

-                          Bueno ha llegado el momento de prescindir de sus servicios…- dejó caer Yussuf.

Una sádica sonrisa se dibujó en la cara de Abdalah que, con una simple señal de su mano, hizo que Omar, el gigantesco esclavo africano se acercara. Para Yussuf, aquel hombre seguía siendo impresionante por su desproporcionada musculatura; recordó la escena de la sodomización que estaba dando a  aquella mujer el día que lo vio por primera vez… ¡Qué manera de follar! Era el guardián perfecto: fuerte, obediente y sin lengua para poder contar nada.

En ese momento, los dos guardias del califa que iban normalmente con Yussuf, entraron en la sala; Abdalah miraba con desconfianza porque, aunque sabía que su hermano como consejero del califa tenía contactos comprados entre la guardia, el simple uniforme de esos hombres lo ponía nervioso. Su hermano y él podían ser muy fuertes o estar muy bien relacionados, pero un simple gesto de Abd Al Rahman y serían aniquilados.

-                          Tenía usted razón, señor… No hay rastro de ningún cadáver. Quizás lo han lanzado al rio.- dijo uno de los guardias.

-                          No os pago para que hagáis suposiciones.- dijo Yussuf atusándose su extraña perilla.- No creo que sean tan cuidadosos. Podeis marcharos…

Los dos guardias, haciendo una reverencia, se marcharon de la sala sin mirar siquiera a los otros ocupantes ni a las armas que había.

-                          ¿De qué hablan, Yussuf?- preguntó Abdalah que estaba un poco perdido.

-                          Estoy confirmando mis sospechas de que ese chico no ha muerto.

-                          ¿Qué sospechas? ¿Qué chico?

-                          Yumel, uno de los mercaderes, me dijo que el culpable del robo había sido el chico que mató Omar y otro amigo suyo… Un tal Hixem.

-                          ¿Y por qué no me lo dijiste y lo hubiéramos matado?

-                          No nos conviene mancharnos las manos de sangre cada vez que haya un problema.- dijo Yussuf, bastante más reflexivo que su hermano menor.- Les encargué que solucionaran el problema a ellos, sabiendo que solo era una excusa para exculparse del robo.

-                          O sea que se inventaron la historia de ese muchacho.

-                          Seguramente, pero quería probar si lo matarían… Yumel me confirmó que el chico había sido asesinado ya, pero los guardas me han dicho que no han encontrado ningún cadáver.

-                          ¿Y qué quiere decir eso?

-                          Que ese muchacho no ha muerto; además, Yumel fue sin su hermano a la última reunión lo cual fortalece mi teoria.

-                          ¿Me puedes explicar la teoría?

-                          Según me dijo el propio Mahudaj, ese chico es familiar de su esposa; eso puede hacer que él estuviera en contra de matar al chico… Y Yumel tomara represalias contra él, porque tratara de avisar al chico.

-                          Entonces ¿el chico está muerto o no?

-                          Ni lo sé, ni me importa… El hecho de que esté muerto era para saber la lealtad de esos dos parasitos.

-                          Pero si dices que ese tal Mahudaj le advirtió…

-                          Creo que, aunque Yumel crea lo contrario, su hermano Mahudaj es bastante más inteligente que él… Si tú fueras avisado de que te quieren matar, ¿que harías?

-                          Supongo que huir de la ciudad…

-                          Eso es lo que ha hecho Mahudaj… Ha puesto a su familia a salvo; uno de tus hombres me avisó de que vio a Yumel hablando con un carromato con mujeres que salía de la ciudad.

-                          Su familia…- musitó Abdalah.- Las mataremos si saben algo.

-                          No creo que sepan nada; pero, de todas formas, sabemos que están fuera de la ciudad y no suponen un problema… Por ahora.

-                          Bueno, yo no entiendo mucho de planificaciones y esas cosas… Tú eres el inteligente de los dos… Yo actúo, ¿qué tengo que hacer ahora?

-                          Ya puedes matar a Yumel… Tus hombres saben donde se esconde, quizás Mahudaj esté con él si sigue con vida…

-                          Esa parte me gusta más, ¿ves lo fácil que es hacerme feliz, Yussuf?

Con una simple mirada de Abdalah, Omar se puso en marcha con tres soldados detrás de él; había escuchado toda la conversación y sabía muy lo que tenía que hacer… Los dos soldados armados; a él no le hacían falta armas… Él mismo era un arma.

-                          ¿Y que tenemos que hacer ahora?- dijo Abdalah, mientras sus enviados salían de la casa.

-                          Quedan dos semanas para el encuentro del califa en Carmona; sólo nos queda esperar, hermano, esperar…- dijo Yussuf, sentándose pesadamente en una silla.

***********************

            Hixem estaba de pie, recuperado tras el reparador sueño; se miraba en el espejo de aquella sala, mientras flexionaba con cuidado su hombro, comprobando que tenía bastante movilidad a pesar del dolor, lo que quería decir que no estaba fracturado. Se miró entre el cabello, para ver como Jezabel le había cosido la brecha que llevaba en la frente… La verdad que nunca había conocido a un hombre tan fuerte como aquel; menuda paliza le había dado. Él que estaba acostumbrado a vapulear a cuantos le retaran, había sido apalizado por ese hombre que pareció tener en todo momento el control de la situación.

            Se puso la camisola, con esfuerzo al sentir un pinchazo al levantar por completo los brazos. Pensó en todo aquello que le había dicho Jezabel: que Tarek le había dicho que su familia estaba fuera de la ciudad… Eso era bueno, así no tendría que preocuparse por su seguridad. Pero el hecho de que Mahudaj se hubiera quedado no hacia sino confirmar sus sospechas de que formaba parte del plan que tuvo como consecuencia la muerte de su amigo Absir.

            Mahudaj y su hermano no eran lo suficientemente valientes para atacarlo por ellos mismos… Quizás ese hombre fuera enviado por ese tal Yussuf, que parecía ser quien controlaba todo. Le costaba trabajo respirar, por los golpes en el pecho, pero estaba bastante mejor que hace unas horas. Al menos podía mantenerse en pie…

            En ese momento, la puerta de la casa se abrió y al girarse pudo ver a Jezabel entrar, junto a Samira y aquella mujer que siempre acompañaba a la chica.

-                          ¡Por Alá! ¿Estás bien?- dijo Samira abalanzándose sobre él y estrechándolo entre sus brazos.

-                          ¡Sí, estoy bien! ¡Pero estate quieta que vas a conseguir lo que ellos no han conseguido! ¡Matarme!- dijo el chico separando a Samira de ella.

-                          Eres un idiota…- dijo la chica comenzando a llorar.- Me tenías muy preocupada.

Los labios de la chica se pegaron muy suave a los de él, cogiendo su cabeza con sus manos y poniéndose de puntillas; como si temiera romperlo, como si fuera una pieza frágil de orfebrería que necesitará de los mayores cuidados: su bien más preciado. El calor de los labios de la chica, y la humedad de su lengua reconfortó el alma de Hixem y parecieron desaparecer todos los dolores, mientras rodeaba con sus brazos su cintura y acariciaba con sus dedos el final de su espalda.

Pero los ojos se clavaron en la mirada esquiva de Sara, ante esas caricias y separó a la chica

-                          Lo sé y lo siento… Por eso quería que vinieras, tenemos que explicarle todo a Jezabel.- dijo el muchacho sentándose en la cama sin soltar la mano de Samira.

Samira miró sorprendida a Hixem, le parecía extraño que la hubiera llevado hasta allí sólo para contarle todo a aquella otra mujer. ¿Celos? Puede, pero ni siquiera la había besado cuando la vio… Aunque por otra parte, estaba Sara delante.

-                          Señora, le juro que no es mi intención hacerle daño a Samira.- dijo el chico mirando a aquella mujer que no se atrevía a mirarlo.

Hixem pensaba que era por enfado al haberse enterado de la relación que mantenía con Samira; pero nada más lejos de la realidad, porque Sara no se atrevía a mirar al chico porque trataba de controlar el impulso de una madre de lanzarse preocupada hacia él… Estaba demacrado de la paliza que había recibido y no podía ni siquiera mostrarle el cariño que deseaba darle.

-                          Bueno y ¿qué es eso que tiene que explicarme Samira?- dijo Jezabel cruzada de brazos.

La chica miró a Hixem que con una media sonrisa la animó a contarle lo que habían descubierto sobre aquel escudo; ese gesto simpatico hizo a la chica llenarse de confianza, porque el muchacho mostraba su apoyo incondicional a su tesis… Sabía perfectamente que, conociendo a Hixem, habría tenido relaciones con Jezabel en el pasado pero no parecía importarle ahora, porque parecía que aquel chico bravucón y temerario que conoció en el mercado.

-                          El escudo que encontrasteis en el cuerpo de Absir pertenece a una rama de la familia de los abasíe; es una familia que exterminó a la dinastia de los Omeyas en Damasco…- dijo Samira, como si recitara una lección bien aprendida, pero que detuvo al ver el gesto de desconcierto de Jezabel.- La dinastía Omeya es a la que pertenece nuestro califa Abd Al- Rahman III.

Al escuchar aquel nombre, Sara se tensó como si una pequeña congestión la hubiera afectado; la relación que mantuvo en aquel tiempo con el califa no había sido tan fría como le había contado a  sus padres… De hecho, sabía que su amor por el califa era correspondido pero su embarazo perturbó las cosas hasta el punto de que ella fuera más un recipiente que contenía algo de muchísimo valor. La primera esposa  de Abd Al Rahman,  Fátima al-Qurasiyya, lo convenció de que había alternado con más personas de la corte y que no podía asegurar que el hijo que esperaba era suyo… Eso hizo enfurecer al califa, algo muy normal en una persona conocida por su crueldad y sus ataques de ira, y mandó deshacerse de Samira cuando diera a luz.

Siempre había pensado que si el califa fuera como ella lo conoció, todo seria mucho mejor para todos; pero se había entregado al placer, despreocupándose por el destino de su pueblo y centrándose en campañas de conquista con reyes cristianos.

-                          Pero, ¿Y qué hacia Absir con eso?- preguntó Jezabel.

-                          Creemos que quieren matar al califa en la reunión que tendrá en Carmona dentro de dos semanas con unos primos suyos; no son familia suya, son los abasíes haciendo pasar por ellos…- dijo Hixem, con la mano en el muslo de Samira, que se ruborizó al notarlo.

-                          Bueno, pero sigo sin saber que tenemos que ver nosotros en todo esto… Le podemos contar eso a alguien de la guardia califal y que ellos se arreglen.- dijo Jezabel mirando a los chicos sentados en el camastro.

-                          ¡A mi me da igual lo que le ocurra al califa! De hecho merece que lo maten por como trata a su pueblo!

-                          No digas eso…- susurró Sara, que sintió una punzada en su corazón al ver como su hijo hablado de su desconocido padre.

-                          Señora, usted viene de fuera; no sabe las barbaridades que éste hombre es capaz de hacer por diversión… Si usted lo conociera…

La mujer tragó saliva; “si tú supieras cuanto lo conozco” pensó para sus adentros. Pero no era el momento ni el lugar para hablar del pasado. Aunque se sentía extraña de ver las caricias que Hixem procuraba a su hermana, también se sentía orgullosa de cómo ambos estaban solventando aquella intrigante situación.

-                          Primero, llámame Sara, porque hace mucho tiempo que deje de ser señora… Y segundo, nunca olvides esto, hijo mío…- dijo, sin darse cuenta de la expresión utilizada.- Nunca se debe desear la muerte de nadie, por muy mal que te haya hecho…

-                          Vaya, Sara… Me recuerdas a mi madre hablando.- dijo Hixem sonriendo y provocando un escalofrío en Sara.- Lo importante no es el califa, sino que Mahudaj está metido en esto y eso sí es de mi incumbencia…

-                          No debería, ya te ha demostrado que no es digno de tu confianza.- dijo Samira enfadada de la preocupación de su amante por aquel hombre.- Además, ¡ha intentado matarte!

-                          Pero es el padre de mi sobrina y el esposo de mi hermana… Se merece tener oportunidad de explicarse, además algo me dice que hay algo raro en la marcha de mi familia…

-                          ¿Y sí es mentira que se hayan marchado? ¿Y sí esos mal nacidos les han hecho algo?- dijo Samira, fuera de sí.

-                          Mahudaj puede ser muchas cosas pero nunca haría daño a mi hermana y a su hija… Estoy totalmente seguro.

Todos quedaron en silencio como si estuvieron analizando las preocupaciones y dudas que asaltaban su cabeza; Hixem trataba, no de disculpar a Mahudaj, sino de auto convencerse de que no era posible que hubiera llegado tan lejos… Su cuñado podía ser ambicioso y estúpido pero, nunca pondría en peligro a su familia.

-                          No debes preocuparte… A tú familia no le ha pasado nada.- dijo Sara dejando perplejo a Hixem que la miró, mientras ella se acercaba para cogerlo de la mano.- Fue el propio Mahudaj quien las convenció para que marcharan a casa de un primo suyo y, supuestamente, te buscaría para que fueras con ellas.

-                          ¿Cómo sabes eso, Sara?- dijo el muchacho.

-                          Me lo dijo Dinah…

-                          ¿Conoces  a mi madre?- dijo Hixem, provocando que la mujer no supiera que responder.

-                          Sí… Conozco a Dinah, desde hace mucho…- dijo desviando la mirada.

-                          ¿Sabes que Sara vivió en está ciudad hace muchos años?- dijo Samira sonriendo.

-                          Vaya, que pequeño es el mundo, ¿verdad?- dijo Hixem contento.

Jezabel se percató del extraño gesto de Sara durante esa parte de la conversación y no pasó desapercibido para ella que algo raro ocurría con esa mujer. La forma en la que trataba a Hixem y qué conociera a su madre… Demasiadas casualidades.

De todas trató de sacarla de ese lío en el que se había metido, ya tendría tiempo de averiguar cual era el secreto de esa mujer.

-                          Bueno, entonces ¿qué piensas hacer?- dijo la bruja cambiando de tema.

-                          Pues, buscar a Mahudaj…- dijo el chico

-                          Pero, Hixem hay fuera está el hombre que casi te mata.- dijo Sara, muy preocupada.

-                          Ese hombre debe pensar que ya he muerto…- dijo Hixem, tratando de tranquilizar a las mujeres.

Él sabía perfectamente que eso no era así; un hombre tan experto como aquel lo había perdonado la vida, porque nunca cometería el error de no comprobar la muerte de su victima.

-                          Sigo sin entender una cosa.- dijo Jezabel que seguía dandole vueltas a lo que habían descubierto los chicos.- Si el plan es asesinar al califa en su visita a Carmona, ¿para qué le hacen falta Yumel y Mahudaj? ¿Y por qué está implicado un consejero del califa con acceso a palacio?

-                          Eso me lo contestará Mahudaj…- dijo Hixem levantándose de la cama.

-                          Ni hablar.- dijo Samira.- Tú descansas unos días más hasta que te recuperes; la visita no es hasta dentro de dos semanas…

-                          Pero…

-                          ¡Pero nada, idiota! Tienes que sanar, ¿verdad Jezabel?

La mujer asintió sonriendo de que la chica compartiera con ella el carácter protector sobre Hixem; ella misma había dicho que esa chica era su destino y. la verdad, se veía una mujer capaz de cuidar de Hixem, como se merecía.

-                          ¿Por qué todas las mujeres me tratan como a un bulto? Sara, ¿tú también piensas como ellas?

-                          A mí no metas… Soy una criada.

-                          Pero conoces a mi madre… Dí algo…

Sara quedó en silencio, mirando a las dos mujeres y volviendo a coger la mano del chico que estaba de nuevo sentado en el camastro, dijo:

-                          Pienso lo mismo que la niña Samira… Eres idiota.

Las tres mujeres comenzaron a reír a carcajadas, mientras el chico se dejaba caer sobre la cama, como si lo hubieran herido con un mazazo.

-                          Anda, descansa, voy a acompañarlas a su casa.- dijo Jezabel abriendo la puerta mientras Samira miraba con cara de fastidio, porque no había podido estar a solas con su amante.

Jezabel quería dejar descansar al chico, pero también le interesaba averiguar algo más sobre aquella extraña mujer llena de secretos: Sara.

Las tres mujeres atravesaron la ciudad sin problema alguno, a pesar de que estaba atardeciendo; para Sara fue una sorpresa porque sabía de la peligrosidad de aquella parte del barrio judío, pero aquella gente sabía muy bien quien era Jezabel y sabían que si le pasaba algo a alguna de ellas en esa zona, responderían ante Hixem…

Un pequeño crujido en un tejado cercano atrajo la mirada de Samira; se fijó en que, a una distancia prudencial, había dos chicos andando por los tejados a la misma vez que ella, siguiéndolas. Podían ser dos críos de unos dieciséis años, pero bastante agiles.

-                          Jezabel, creo que nos están siguiendo…- dijo la chica cogiéndose del brazo de Sara.

-                          No te preocupes, son amigos de Hixem… Es lo bueno de ser su… Amiga.- dijo Jezabel, dejando colgada la ultima palabra.

Samira sonrió ruborizada, parece que el “príncipe” tenía su propia guardia y se sentía protegida por ellos a pesar de ser unos críos. Pero Jezabel seguía pendiente del gesto ausente de Sara; como si no existiera nada de lo de alrededor.

Llegaron a la gran casa donde vivían y su tío Jubair las esperaba en la puerta con gesto enfadado; Samira se escondió tras Sara como protegiéndose de la posible bronca de su tío. La verdad es que estaba atardeciendo y no era una buena hora para que dos mujeres estuvieran solas en las calles oscuras de la medina.

-                          ¿Se puede saber donde estabas? ¡Me tenías preocupado!- dijo Jubair cogiendo del brazo a la chica.

-                          Estaba conmigo, señor…- dijo Sara, que tenía la particularidad de calmar siempre al tío de Samira.- Estuvimos en casa de una costurera para encargar un traje a la niña Samira.

-                          ¿Tú, un traje?- dijo Jubair sorprendido, porque la chica nunca había demostrado ningún gusto por ampliar su vestuario.

-                          Bueno, no sé… Me gustaron las telas.- dijo la chica tratando de disimular.

-                          De acuerdo, sube a tu habitación ya es muy tarde y mañana quiero que estudies lo que no has hecho hoy.

-                          Vaaaaale…- dijo la chica obedeciendo a su tío sin rechistar; tampoco era cuestión de enfadar a su tío y que la castigara.

La muchacha entró en casa con su tío detrás que, por un momento, se giró para mirar a Sara y a la exuberante mujer que venía con ellas.

-                          ¿No entras, Sara?- dijo Jubair, con una sonrisa; y es que el cariño que sentía por aquella mujer que tanto le había ayudado tras la muerte de su esposa, era muy grande.

-                          No se preocupe, señor… Enseguida entro, tengo que terminar unas cosas con mi amiga.

-                          ¿Es seguro que tu amiga vuelva sola a casa? Puedo mandar que la acompañen.- dijo Jubair, mostrándose preocupado por Jezabel.

-                          Tranquilo, vivo muy cerca; además conozco bien el barrio, de verdad.

-                          Bueno, como querais… No tardes en entrar, Sara. Está anocheciendo.

El hombre entró en la casa mientras Sara observaba como se perdía de vista. Después se giró hacia Jezabel y la miró con gesto preocupado.

-                          Sabes muy bien que todo esto es una locura…- dijo Sara sin atreverse a mirarla.

Jezabel se limitaba a observar a la mujer, con un gesto serio, y a escuchar sus palabras; seguía tan intrigada como cuando la conoció, suponía que el sexto sentido que siempre había temido y que la había ayudado en su negocio, tenía algo que ver. Porque la mayor parte de las veces no le hacía falta adivinar el futuro, sino que sabía interpretar los problemas de los demás; no era tan descabellado adivinar lo que iba a ocurrir, si conocías a la persona. Era una simple cuestión de saber observar y conocer las necesidades de la persona.

 La cara de preocupación que tenía Sara al ver a Hixem; el gesto de cogerle la mano con una sensibilidad extrema para una desconocida y el hecho de conocer a la familia del chico… Había algo que no cuadraba.

-                          ¿Me estas escuchando? Digo que es una locura que dejemos que los chicos se embarquen en nada de eso. ¿Salvar al califa? ¿Buscar a Mahudaj? ¡Por Alá!

-                          ¿Quién eres?- dijo Jezabel, como si no le importara lo que estaba diciendo Sara.

-                          ¿Cómo?

-                          ¿De que conoces a Hixem? ¿Y a su familia?

-                          ¡Pero como te atreves!- dijo Sara girándose para encaminarse a la casa.

-                          ¿No estás cansada de esconderte? ¿De ocultar tus sentimientos? ¿De no afrontar la verdad?- dijo Jezabel como si supiera todos los secretos de aquella mujer.

Sara se detuvo justo en la entrada de la puerta y miró con pavor a aquella mujer; ¿qué extraño poder tenía que era capaz de desentrañar las secretos que tanto tiempo llevaban enterrados? Volvió sobre sus pasos, hasta encontrarse a escasos metros de ella.

-                          ¿Cómo lo sabes?- dijo Sara, haciendo que la propia Jezabel reforzara sus sospechas de que ocultaba algo.

-                          La forma de mirar a Hixem; como lo has tratado y el gesto de preocupación… No eres una simple criada, lo sé.- dijo la bruja.- Si quieres que empecemos a entendernos, debes contarme la verdad…

Sara sonrió débilmente al sentirse acorralada y decidió tirar hacia delante con todos; eran muchos años de continuo silencio y ya era hora de que, al menos alguien, supiera lo que sentía.

-                          ¿Cómo es? ¿Es buen chico?- preguntó Sara, cambiando de tema.

-                          El mejor… Cuida de los suyos, es honrado, pero muy cabezota.

-                          ¿Y tú eres su…?- dejó la palabra en el aire.

-                          Su amiga, su compañera y nada más… Todo lo demás lo es ahora Samira.

Al escuchar eso, Sara hizo un gesto extraño que tampoco pasó desapercibido para Jezabel; había algo que hacía que esa relación no le pareciera bien a Sara y no parecía el tipo de mujer que se opusiera a eso por cuestiones sociales.

-                          ¿Te preocupa que Hixem haga daño a Samira? No lo creo, el chico adora a esa muchacha; créeme nunca ha tenido ese brillo en los ojos.

-                          Hixem es mi hijo…- dijo de forma atropellada como si quisiera sacar algo malo de dentro de ella.

-                          ¿Cómo? Espera… Tú…

-                          Y tambien soy la madre de Samira. Son mellizos.

Jezabel se quedó perpleja porque eso si que no lo podía haber adivinado ella ni en un millón de años. Por eso había esa conexión entre los dos chicos; ese entendimiento… ¡Eran hermanos!

Sara se tapó la cara con las manos y se puso a llorar; Jezabel se acercó y la abrazó. Aún sin saber la historia que había detrás de todo aquella, podía entender que sería tremendo haber tenido que renunciar a dos hijos y pasar la vida como una simple criada al cuidado de su hija, Samira.

Miró hacia el cielo, con Sara acurrucada entre sus brazos; entonces, vió un  figura salir de la ventana que había en el tejado… Una figura femenina con lo que parecían ser unos pantalones de monta, muy anchos y un pañuelo en su cabeza… Sonrió porque se dio cuenta de que ni los secretos más perversos, ni las líneas de sangre, ni nada podían separar a dos personas que se amaban.

Allá, en los tejados, una “princesa” iba a buscar a su “príncipe”…

                        ************************

            La verdad que podía ser una locura, pero no podía dejar a Hixem solo; quería tenerlo entre sus brazos y sabía que era totalmente imposible, salir por la puerta cuando su tío estaba en casa… Caminaba por las tejas, afianzando sus pasos como si tratara de acostumbrarse a un terreno desconocido para ella. En cierto modo lo era, porque a pesar de las enseñanzas de Hixem, no había perdido el respeto a las barbaridades que hacía el chico desde el tejado.

            Dudó un momento y recordó los instantes en los que aferrada al cuerpo que Hixem, volaba impulsada por aquella cuerda… El miedo era un enemigo, la confianza un salvavidas. Respiró hondo y comenzó a correr hasta el borde del tejado, como la otra vez cuando su amante la retó. Ésta vez el salto era un poco más grande que el de aquella vez, pero también llevaba ropa más adecuada con esos pantalones que usaba en Sevilla cuando iba a cazar con su tío Jubair.

            Tomar impulso lo más cerca posible del borde, sobre las punteras; flexionar las piernas, como había visto hacer a Hixem, y echar el peso del cuerpo hacia delante para que le sirviera para equilibrarse… Como si el hecho de observar a Hixem le hubiera hecho aprender, antes de darse cuenta ya estaba saltando al vacio para llegar al tejado más próximo. Como la otra vez, no pudo guardar el equilibrio al pisar en el tejado y estuvo a punto de caer, cerrando los ojos con miedo. Una mano la agarró del brazo, como ya hiciera Hixem, y la ayudó a subir…

            Samira abrió los ojos sorprendida por ese gesto que le resultaba tan familiar, para observar a uno de aquellos chicos que las seguían antes por los tejados; el chico con una sonrisa en los labios, la ayudó a subir al tejado y la miraba el cuerpo mientras Samira se sacudía.

-                          Debes saltar un poco después y, siempre, es diagonal…- dijo el chico de voz aniñada, mientras Samira sonreía al ver como se fijaba en sus pechos marchados en la camisola.

-                          ¿En diagonal? Hixem salta recto…- dijo la chica un poca confundida.

-                          Hixem no es un buen ejemplo del que aprender. Es el mejor, por eso se puede permitir algunos lujos.

-                          Si saltas en diagonal, y preferiblemente en las esquinas, tienes la posibilidad de agarrarte al tejado si caes hacia atrás como te ocurrido.- escuchó Samira la voz de otro de los chicos, que se había acercado a ella sin darse cuenta.

-                          ¿Sois amigos de Hixem?

-                          Es algo así como nuestro hermano mayor; siempre nos ha cuidado.

-                          ¡Chisst! Pero no le digas que nos has visto… No le gusta que estemos en las calles al anochecer.

-                          Vale, no se lo diré con una condición…

Los chicos se miraron extrañados sin saber muy bien a lo que refería aquella guapa mujer.

-                          Me enseñareis a saltar sin que Hixem se entere.- dijo Samira feliz de haber encontrado a unos cómplices.

-                          De acuerdo, lo haremos.- dijo uno de los chicos, riendo.- ¿Empezamos ahora?

-                          Voy hasta casa de Jezabel, ¿me acompañáis?- dijo la chica empezando a caminar por el tejado.

Por su lado, pasaron los chicos corriendo y saltaron hacia el otro tejado desde la esquina; Samira vio como aquellos críos flexionaron sus piernas, y saltaron con una facilidad pasmosa… Ella, como si hubiera asistido a una clase magistral de aquellos muchachos, corrió hacia el borde aguantando la respiración.

-                          ¡En diagonal!- escuchó la voz de uno de los chicos antes de saltar.

Samira saltó sin miedo tomando un buen impulso en sus fuertes piernas acostumbradas a montar a caballo y, por supuesto, en diagonal… Llegó hasta el otro tejado con una facilidad pasmosa que sorprendió a los propios chicos; perdió el equilibrio pero lo recuperó haciendo aspavientos con sus brazos.

Uno de los chicos la miró desde una distancia prudente y asintió sonriendo, ante la pericia de la chica. Los dos “maestros” siguieron saltando de tejado en tejado, mientras Samira los seguía imitando sus movimientos… Llegaron a un extremo donde el tejado de enfrente estaba demasiado lejos para saltar; Samira se quedó mirando el vacio y miró pálida a los chicos creyendo que pretendían saltar.

-                          Siempre hay que buscar el camino más seguro, aunque suponga dar un pequeño rodeo.- dijo uno de los chicos poniéndose a su lado, justo en el momento en el que se escuchaba un leve silbido proveniente del otro extremo del tejado.- ¡Por ahí!

El chico que estaba al lado de Samira corrió hacia el lugar de donde provenía el silbido; allí estaba el otro chico junto a una cuerda que unía una de las esquinas del tejado con la otra. Samira miró sin saber muy lo que pretendían hacer.

-                          ¿Y esa cuerda?- dijo extrañada.

-                          Muchas de ellas las colocamos nosotros.- dijo uno de los chicos mientras se quitaba la camiseta, dejando ver un delgado cuerpo aún sin desarrollar.- Otras estaban ya puestas, para pasar la ropa de una azotea a otra.

Samira seguía sin entender muy bien para que se había quitado la camiseta el chico y miraba interesada sus movimientos. Él paso su camiseta por encima de la cuerda y usándola como agarradera se deslizó por la cuerda a modo de tirolína. La chica se sorprendió con la facilidad con la que el chico llegó a la otra azotea un poco más baja que ésta en la que estaban.

-                          Usamos la camiseta para deslizarlos; echamos grasa a la cuerda cada dos días para que escurra bien.- dijo el chico sorprendiendo a Samira de lo bien preparadas que tenían todas las vías de escape.- Te toca… Debes usar tu camiseta…

Al decir esto, el chico se quedó mirando las tetas de Samira, apretadas bajo la tela de la camiseta; la chica le dio perfecta cuenta de la mirada morbosa del chico que casi estaba babeando.

-                          ¡Ni lo sueñes!- le dijo dándole un golpe en el cogote, que hizo tambalearse al chico.

-                          ¡Vale, vale! Había que intentarlo. No te pongas así… Usa la mía.- dijo el chico avergonzado mientras se quitaba la camiseta.

La muchacha cogió la camiseta de manos del crío, mientras pensaba divertida que esos chicos habían aprendido de Hixem algo más que saltar de los tejados. La colocó, pasándola por encima de la cuerda.

-                          Agárrala fuerte y solo déjate caer…- dijo el chico mostrándole el movimiento.

-                          ¿Y tú?- preguntó Samira que pensó que si usaba la camiseta del chico no podría cruzar.

-                          No te preocupes, bajaré y subiré en el otro.

Samira se concentró, agarró la camiseta muy fuerte y se aproximó al borde cerrando los ojos con fuerza. Y así se lanzó y, como le pasó con Hixem en la carrucha usada para subir en el muro, antes de darse cuenta ya estaba en el otro lado. La sensación de mareo era importante, pero había llegado a la terraza colindante a la casa de Jezabel.

-                          Si quieres entrar en la casa de Jezabel, sin hacer ruido, en la parte de atrás la puerta siempre está abierta, porque da a un patio interior.- dijo el chico que aún seguía con ella,  que era bastante más serio que el otro, mientras se ponía la camiseta.

-                          ¿Lo he hecho bien?- dijo Samira sonriendo y señalando la cuerda.

-                          Bueno, Hixem te habría reñido por cerrar los ojos, pero lo has hecho bien.- dijo el chico.- Ahí abajo está la puerta de atrás de la casa.

-                          Muchas gracias por enseñarme, ¿seguiréis haciendo sin que se entere Hixem?

-                          Tarde o temprano se enterara y se enfadara mucho… Él siempre se entera de todo.- dijo el chico encogiéndose de hombros resignado.

-                          No te preocupes, éste será nuestro secreto, ¿vale?

El chico esbozó una sonrisa preocupada mientras miraba al suelo; Samira se dio cuenta que éste chico tenía una tristeza clavada en su mirada.

-                          ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?- dijo Samira frotándole el cabello, porque a sus quince años el muchacho era un poco más bajo que ella.

-                          ¿Te puedo preguntar una cosa, Samira?- dijo el crío, haciendo que la chica se sintiera extraña porque la llamara por su nombre.

-                          Sí, claro… Dime.

-                          ¿Es verdad que mataron a Absir? ¿Qué no fue un accidente?

-                          No hagas caso de todo lo que dicen, lo que tenéis que intentar es no meteros en líos.- dijo la chica mientras usaba una escalera que había para bajar a ese patio interior.

-                          Hixem los atrapará… Seguro.- dijo el muchacho mientras Samira asentía orgullosa del respeto que mostraban por su pareja.

Samira se acercó a la puerta de atrás y comprobó que, efectivamente, estaba abierta; se deslizo dentro para darle una sorpresa a Hixem, mientras el muchacho la observaba desde la terraza

-                          ¿Ya se ha ido?- preguntó el otro chico que había llegado a lo alto del tejado en ese instante.

-                          Sí, ya ha entrada en la casa…

-                          Jeje…- sonrió el recién llegado.

-                          ¿En qué estás pensando?

-                          En que está buenísima.- dijo bajando las escaleras.

-                          ¡No! Hixem te va a matar como se de cuenta.

-                          ¡Venga, hombre! Ya lo hemos hecho otras veces…- dijo mientras empujaba un barril para situarlo bajo un alto ventanuco que había en el patio.

El chico se subió y, con mucho cuidado, habría el postigo para asomar la cabeza; el otro muchacho negaba con la cabeza suspirando mientras miraba la escena para, unos segundos después, bajar las escaleras rumbo al patio.

-                          Déjame sitio, yo también quiero mirar…- dijo subiéndose al barril junto a  su amigo.

************************

            La chica entró en la casa y avanzó hasta la sala principal donde estaba el camastro que Jezabel había preparado para Hixem; la oscuridad era total, aunque se vislumbraba los contornos de los objetos y los muebles. La luz de la luna entrando por la ventana, recortaba perfectamente la silueta de Hixem tumbado en la cama.

            Samira se quedó unos instantes observando aquel torso que la volvía loca; el chico sin camiseta, con los brazos tras la nuca, trataba de no mover el hombro que aún llevaba vendado. Su amante se montó a horcajadas sobre y, muy despacio, comenzó a besarle el ombligo, el pecho hasta llegar a su boca… Lo besó de forma suave, con un leve roce de sus labios, traspasando la calentura de los labios de Hixem a los suyos. Sabía que a Hixem le volvía loco su labio inferior y ella lo besaba con fruición mientras acariciaba su pecho desnudo.

-                          Sa…Samira…- dijo Hixem entre sueños mientras abría los ojos por las caricias.- ¡Samira! ¿Qué haces aquí?

-                          Cuidarte… No podía dejarte solo. ¿Me extrañas?- dijo sin dejar de acariciar su pecho desnudo y besar su cara.

-                          ¿De verdad hace falta preguntarlo? ¿O es que te gusta escucharlo?

-                          Me encanta escucharlo de tus labios.

-                          Pues… Te extraño.- dijo el chico incorporándose un poco y besando a Samira con fuerza, atrapando con los dientes ese labio inferior.

La chica lo hizo pegar de nuevo su espalda al camastro, provocando que Hixem se quejara al apoyarse en el hombro herido.

-                          ¿Ves? Por eso he venido… Tengo que cuidarte…- dijo la chica moviendo las caderas en círculos sobre la entrepierna de Hixem que la miraba excitado.- Estate quieto y déjame hacer a mí, ¿vale?

-                          Va…Vale…- tartamudeó Hixem que no estaba acostumbrado a no llevar la iniciativa.

Samira, como si formara parte de un rito de conquista, seguía moviendo las caderas sobre el ya endurecido miembro de Hixem; emitió un gemido al notar su dureza y metió sus manos bajo la camiseta, acariciando sus tetas desnudas.

-                          Uffff…- suspiró profundamente el chico al ver las caricias que se hacía Samira a sí misma y, como el hecho de haber metido sus manos bajo la camiseta, había hecho que ésta subiera mostrando su ombligo.

-                          ¿Te gusta?- dijo Samira acercándose al oído de Hixem y mordiendo el lóbulo de la oreja.

-                          Si es contigo, me gusta todo…- dijo el chico dejándose llevar por el aluvión de sensaciones que lo embargaban.

-                          ¡La quiero ya!- dijo la chica metiendo la mano en el pantalón de Hixem y agarrando su durísima polla.

Se incorporó la chica para deshacerse del pantalón que llevaba sin dejar de pajear la polla de Hixem… Sentir el calor que aquel trozo de carne entre sus muslos hizo que, descontrolada besara a su amante. Sus lenguas se entrelazaron en una caliente danza, con la banda sonora de sus gemidos y el olor de sus fluidos.

Cuando Samira se incorporó, sacándose la camiseta para dejar sus tetas al aire, Hixem las agarró, como si quisiera que no se escaparan; la punta de la polla del chico rozó la entrada del coñito de Samira y ella se frotó para sentir como iba entrando centímetro a centímetro en su interior.

-                          Ummm, creo que podría acostumbrarme a vivir contigo dentro…- dijo la chica sonriendo mientras echaba la cabeza hacía atrás

Los movimientos lentos de cadera de Samira y sus besos en el pecho, estaban llevando al cielo a Hixem que, bajando sus manos de sus tetas, agarró las nalgas de la chica con fuerza. La cabalgada de ella se fue haciendo más intensa, conforme más mojada se ponía… Con las manos apoyadas en el pecho, mirando al techo de la habitación y sintiendo aquella polla dentro de ella. Era su hombre, era su destino, era para quien ella había estado esperando toda su vida.

El chico ladeaba la cabeza para no mirar a la chica a la cara, porque era capaz de correrse con tan solo ver la cara de excitación que tenía Samira, con la boca abierta y sus tetas botando descontroladas. Pero no pudo aguantar más y, haciendo un esfuerzo grande con su hombro, se incorporó para abrazar a esa jinete que su cabalgaba desbocada mordiendo y chupando sus tetas.

La chica se detuvo y sacó aquella polla hasta solo dejar la cabeza dentro, quedándose Hixem extrañado de que cortara así sus movimientos.

-                          He dicho que mando yo… No hagas esfuerzos, túmbate.- dijo la chica haciendo señales graciosas de advertencia con el dedo indice.

El chico suspiró sonriendo y se dejó caer en la cama. La chica, sujetando la polla con una mano y con la otra apoyándose en el vientre de Hixem, se dejó caer clavándosela hasta los huevos del chico…

-                          ¡Arghhhh!- gritó ella de placer mientras Hixem cerraba los ojos y se mordía los labios.

-                          ¡Que buenooooo!- exclamó sin poder remediarlo, cuando la chica repitió la misma operación otras cinco veces seguidas.

La sacaba muy despacio hasta dejar solo la punta y se dejaba caer para penetrarse hasta el fondo… Hasta que una de las veces se la dejó dentro y empezó a follárselo fuerte, rotando sus caderas; pegando sus tetas a su pecho, mordiendo su cuello.

-                          Samira, me voy a correr…

-                          ¡Hazlo! ¡Por favor! ¡Quiero sentirte!- dijo la chica recuperando la verticalidad sobre el cuerpo de su amante y volviendo a apoyar las manos en sus pecho, acelerando los movimientos.

Por la cabeza de Hixem pasaron las escenas de sus negativas a correrse dentro de una mujer por miedo a engendrar a un hijo, sin quererlo… Pero a Samira la había desvirgado él sin haberse casado y, por tanto, ya no podía ser para otro hombre. Además sabía que esa chica era la mujer que quería que la acompañara en el largo camino de la vida. Cerró los ojos y se dejó llevar…

-                          ¡Me corrooooo! ¡Amoooor!- dijo el chico vaciándose dentro de Samira.

-                          ¡Síiiiiiiiii! ¡Queeeeeeema!- gimió Samira, notando los latigazos de leche de su amante entrar en su interior.

Después cayó desmadejada sobre su pecho mientras el muchacho acariciaba su cabello, sin salir de su interior.

-                          Eres un encanto…- dijo Hixem con un susurro.

-                          Y tú eres… Un idiota.- dijo Samira haciendo que los dos se echaran a reir mientras Hixem se hacía cosquillas en los costados.

-                          ¡Para, paraaaaa!- gritaba entre risas la chica…

El chico se detuvo para mirarla a los ojos y, tras darle un beso en la frente, le dijo:

-                          Tienes que irte a casa o Sara nos matará…- dijo Hixem.

-                          Déjame quedarme esta noche contigo…

Hixem dudó pero se dio cuenta que no podía negarle nada a aquella mujer que lo había conquistado desde el primer día.

-                          Está bien, pero duermete…

-                          Ahora sí, porque estás aquí para vigilar mis sueños…- dijo Samira acurrucándose en su pecho.

*********************

            Los dos chicos que miraban por el ventanuco, se bajaron del barril tras haber visto toda la escena… Se habían estado masturbando mientras veían a la pareja.

-                          La verdad que folla mejor que salta…- dijo el más simpatico de los chicos mientras subían la escalera del patio interior.

Su amigo, bastante más serio que él pero que tambien había caído en la tentación de mirar, le dio un golpe en el cogote por lo bruto del comentario hecho.

-                          ¡Auuughhh! ¿Por qué os habéis empeñado todos en pegarme en la cabeza?- dijo el chico frotándose la cabeza.

-                          Desde ahora, está prohibido hablar así de Samira… ¿O quieres que Hixem se enteré?

El chico tragó saliva mientras negaba con la cabeza; esa chica era la compañera de Hixem y, por tanto sería respetada por todos los pícaros de la ciudad…

(CONTINUARÁ)

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