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Entre caperucítas y lobos (Cap 1: La boda)

en Amor filial

Odio las bodas, tengo que admitirlo… Y no es por lo reacia que soy a ese absurdo sacramento que promete una fidelidad eterna a cambio de un puntual “sí, quiero”, sino por lo pesado que coincidir en el banquete con toda clase de familiares de los que, a pesar de quererlos mucho, tienes que soportar la manía de la dichosa pregunta: “¿Y tú para cuando?”… Pero bueno, era la boda de mi hermana y no podía sino aguantarme y disimular, lo que no quiere decir que no me alegrara por ella.

María, mi hermana menor, siempre había sido la realista de la familia según mi padre; era con diferencia la que tenía los pies en el suelo y sabía “de que iba la vida”, una gran frase de mi recurrente progenitor. Pero no podía negar que quería con toda mi alma a esa chica que ahora misma veía pasar junto a mí camino del altar… Ese era otra de los castigos que tendría que sufrir en la posterior celebración nupcial: mis queridas tías criticándome el hecho de que mi hermana, a sus 22 años, se estuviera casando y a mí no se me conociera ni novio formal.

Respiré hondo, y esbocé una tierna sonrisa para tratar de insuflar ánimos a mi nerviosa hermana. María ya estaba al lado del novio, Jorge, que estaba casi más nervioso que ella; me coloqué bien mi traje verde con escote palabra de honor y de falda por encima de las rodillas, mientras veía como mi tía Gertrudis se afanaba en colocar bien la cola del precioso traje de novia de mi hermana. Por supuesto iba guapísima con un tocado precioso de red en la cabeza que enmarcaban sus bonitos ojos verdes… Yo, sin embargo, destacaba por lo pálido de mi piel que hacía que el verde de mi vestido resaltara aún más. Pero, que queréis que os diga, nunca me he sentido acomplejada por eso, de hecho estoy orgullosa de esta particularidad. Nunca he necesitado los halagos superfluos de un chico para sentirme valorado y, quizás por eso, prefería el refugio de mi soledad y mis amistades que los brazos de cualquier hombre.

Mi padre, que hacía las veces de padrino, ya estaba llorando desde el momento en el que vio a María salir de la habitación vestida de novia, pero al llegar al altar parecía que el traje le impedía respirar de la ansiedad de ver a su pequeña. ¿Sabéis? Siempre he creído que mi padre fue otra persona a raíz de la muerte de mi madre, hace casi nueve años… Nunca nos he faltado de nada y se ha ocupado de nosotras como ningún padre creo que lo haya hecho, desdoblando sus esfuerzos para trabajar y estar atento a nuestros estudios, reuniones de padres e, incluso, excursiones extra escolares. Con la ayuda inestimable de mi tía Gertrudis, la hermana soltera de mi madre, que vivía en junto a nosotros y que se encargó de todos los quehaceres de la casa; aunque nunca entendí porque no sé había casado o conocido pareja alguna, porque a sus cuarenta y ocho años mantenía una figura envidiable, con sus caderas macizas y ese pecho que yo había heredado.

Así que allí estaba yo, Nuria, a mis veintiseis años, viendo a mi hermana casarse; con la felicidad de saber que ese chico, un poco canalla pero increíblemente enamorado de mi hermana, la cuidaría como yo misma y con el fastidio de lo que vendría después.

Por fin llegó el convite y, para llamar más aún la atención, me sentaron en la mesa nupcial junto a mi padre y los novios… Tragué saliva y traté de pasar ese mal rato lo mejor posible.

-                          Podrías tratar de poner buena cara; al menos hazlo por tu hermana, ¿no?- dijo mi padre en un leve susurro para no lo escuchara mi hermana que reía con alguna de las ocurrencias de su ya marido.

-                          Lo sé y lo siento, pero ya sabes lo poco que me gustan estas celebraciones.

-                          Te entiendo y sabes que nunca te he llevado la contraria en tus decisiones, pero esta “celebración” es la boda de tu hermana, y te agradecería muchísimo si me ayudaras estando un poco menos seria.- dijo mi padre cogiéndome la mano con ternura.

Y yo sabía que no era, de ningún modo, un reproche sino una extraña petición de ayuda para que mi alegría le aislara del tremendo nerviosismo que sufría en ese instante.

-          ¿Sabes una cosa? Estás muy guapo, papi.- dije poniéndole recta la corbata color salmón que llevaba a juego con su impecable chaleco.

Él se limitó a poner los ojos en blanco, porque sabía que era una de mis habituales escapadas mediante halagos.

-                          Creo que no conozco a la mitad de los invitados.- dije mirando a las casi doscientas personas que había en el salón comiendo el primer plato del suculento menú.

-                          Es normal, casi todos los invitados son de Jorge; ya sabes que tu madre sólo tenía dos hermanos y Gertrudis es soltera. Y su hermano Mateo hace tiempo que se mudó a Mallorca.

-                          Sí, no sé por qué no ha venido a la boda; siempre estuvo muy unido a mamá… Era su hermano pequeño.

-                          Bueno, ya sabes que tu tío ha sido siempre un poco inestable.

Sonreí al escuchar la definición de mi padre sobre mi tío Mateo. Los pocos recuerdos que tenía de él eran entrañables, era el hermano pequeño de mi madre y  si es verdad que tuvo una vida un poco descontrolada; trabajaba en negocios de poca monta, y traía problemas a casa de mis abuelos… Se preocupaba mucho por nosotras y siempre estaba en nuestra casa disfrutando de sus únicas sobrinas. A todo esto se añadía el hecho de que era el ojito derecho de mi madre que lo trataba como si fuera su hijo mayor, aunque solo se llevara con ella cinco años.

Recuerdo cuando yo era pequeña y María, que no se acuerda de él, tenía unos cuatro años, que nos enteramos que el tío Mateo se iba a vivir a Mallorca; la tía Gertrudis no estaba muy de acuerdo porque decía que significaría la recaída de su hermano. Yo no entendía nada, pero luego me enteré que se refería a algunos problemas que tuvo con las drogas en su juventud. Sin embargo mi madre, que ya estaba enferma de ese terrible mal que se la llevó años después, lo defendió a capa y espada diciendo que ya estaba lo suficientemente recuperado para afrontar su vida sin ataduras.

Eso significó un gran problema entre mi madre y mi tía, aunque esta última por la enfermedad de su hermana dio su brazo a torcer… Mi tío Mateo empezó una nueva vida en Mallorca y no volvimos a verlo hasta el día del entierro de mi madre, donde estuvo muy afectado por la estrecha relación que los unía. Algunas navidades nos enviaba regalos desde Mallorca, pero mi padre no le gustaba porque sabía que no pasaba por buenos momentos económicos y porque su difunta esposa, mi madre, nunca lo hubiera permitido… Poco a poco, la relación fue más distanciada y solo sabíamos de él por las llamadas que hacía, muy de vez en cuando, a mi tía Gertrudis.

Todo esto viene a que mi padre había insistido a mi tío Mateo que viniera a la boda de mi hermana, porque era una forma de volver a recuperar el contacto, además de que era el padrino de bautizo de mi hermana, aunque no ejerciera como tal. La verdad que yo estaba expectante por volver a ver a mi tío del que casi no me acordaba y mi hermana muchísimo menos.

-                          Papá, el tío Mateo no va a venir, ¿verdad?

-                          Mi niña, las cosas de la familia de tu madre son complicadas; tú sabes que siempre he dejado que sea tu tía Gertrudis quien lleve este tema.- dijo mi padre con una sonrisa tranquilizadora.

-                          Pero, ¿lo habíamos invitado?

-                          Claro, Nuria… Nuestra casa siempre será la casa de tu tío y, como tal, tiene las puertas abiertas.

-                          Estoy casi más nerviosa por verlo a él que por todo esto de la boda…

-                          Bueno, es normal… No eres tú quien se casa.

-                          ¡Papá, no empieces!

-                          Es que no sé como no tienes un novio formal y sientas la cabeza… Dime que no eres…- dijo arqueando las cejas, sabiendo lo que sugería con gesto de pavor.

-                          No, papá… No soy lesbiana. Pero, ¿qué pasa si lo fuera?- pregunté sabiendo que ponía en un compromiso a mi padre, un hombre de mente antigua que se intentaba adaptar a los “tiempos modernos” como decía él.

-                          No… No pasaría nada, supongo…- dijo encogiéndose  de hombros pero apretando la mandíbula.- Si tú eres feliz, aceptaría lo que quieras.

Sonreí dándole un beso en la mejilla y cogiéndolo del brazo. Mi padre se había convertido en una persona muy especial: una especie de evolución propia del macho de taberna que era cuando era joven, para convertirse en un atento padre de familia, tras la muerte de mi madre… Tuvo que convivir con la adolescencia de sus dos hijas, con su pubertad y con una cuñada maniática que lo traía por la calle de la amargura.

-                          No sabía si podría llegar para la boda, por eso nos pidió que no le reserváramos menú, pero sí vendrá a pasar unos días con nosotros, antes de que tu hermana se vaya de viaje de novios.

Me encogí de hombros ante esa extraña relación de mi tío Mateo, pero en ese había salido a mi padre: lo que dijera mi tía Gertrudis… Terminó la cena de esos extravagantes platos, sobre los que bromeaba con mi hermana con el extraño nombre que le ponían en la carta. Después el corte de la tarta, las bromas de los amigos y el baile de los novios. Todo genial, todo perfecto y mi hermana con una sonrisa de oreja a oreja que me hacía tremendamente feliz.

Mi hermana se acercó a mí y me abrazó; se cogió de mi brazo y me llevó a un rincón, alejada de las curiosas miradas.

-                          ¿Estás bien? Te veo muy seria…- dijo mi hermana con esa cara de niña mimada que me volvía loca.

-                          Sí, cariño… Pero ya sabes que me ponen con los nervios con las preguntitas…

-                          Venga, no seas así de cabezota…- dijo mi hermana acariciando mi espalda que mi vestido dejaba al aire.

-                          ¡No hagas eso!- dije encogiendo la espalda, porque mi hermana sabía perfectamente cual era mi punto débil, aquel con el que conseguía lo que quería de mí.

-                          Bueno, ¡vale!, pero tómate algo conmigo… Y no te vayas muy lejos que ya mismo voy a tirar el ramo.- dijo ella riendo y dándome un beso en la mejilla.

Se marchó junto a su reciente esposo para brindar con algunos de mis tíos por parte paterna, mientras yo pensaba en lo que había dicho mi hermana; estaba loca si creía que iba a ponerme ahí en medio a tratar de coger el ramo… Mi tía Gertrudis llegó junto a mí, me saludó con su característico pellizco en la mejilla.

-                          Algún día…- se limitó a decir, con una sonrisa enigmática.

-                          Algún día, ¿qué?- dije para mirar a donde ella señalaba, que era a mi hermana con Jorge en su brindis y cogidos de la mano.

-                          Ya sabes, algún día serás tú la que esté ahí…

-                          ¡Qué manía, tía! ¿Por qué te empeñas en casarme?

-                          No te enfades, mi niña… Pero será porque no quiero que te quedes como yo, para vestir santos.

-                          Pero, tía Gertru, por dios… ¡Que tengo veintiséis años!

-                          Yo no he dicho ahora, pero en un futuro encontrarás a ese hombre…

-                          ¿Quién te ha dicho que no he encontrado a más de un chico?- dije mirando de forma desafiante a mi tía.

-                          Cariño, yo no soy tu padre; no me vas a escandalizar con los polvos que echas o dejas de echar…- dijo mi tía, con una actitud que me sorprendió.- Hija mía, que yo no me haya casado no quiere decir que no sepa de la vida; así conmigo no juegues que soy tu aliada, no tu enemiga.

-                          No me digas que tú…- dije, teniendo que dejar la frase a medias, para reirme con el asentimiento de mi tía y su pícara sonrisa.

-                          Bueno, ese no es el tema, ahora… La cosa es que sé lo que estás haciendo, y sabe dios que esto no me gusta, pero le prometí a tu madre que cuidaría de ti.

-                          ¿Y que se supone que estoy haciendo?

-                          Pues no sé, supongo que habrás tenido un desengaño con alguien y te estás encerrando en ti misma…

Miré hacia el suelo con una mueca incomoda por el cariz que estaba tomando la conversación; entre otras cosas porque tenía parte de razón. No había sido una relación problemática, sino el simple hecho de que no había ningún chico que me llenara. En ese momento, muchos recuerdos vinieron a mi cabeza y, la verdad, me agobié un poco.

-                          Bueno, eso no es el tema ahora, cuando tú quieras hablamos y te cuento lo que quieras saber.- dije cogiendo la mano de mi tía.- Pero ahora, la protagonista es María.

-                          Sabes que siempre estaré orgullosa de ti, así ahora tómate algo y diviértete.

-                          Por supuesto, que sí, tía Gertru.- sonreí para acercarme a su oído y preguntarle.- ¿Cómo se supone que me daré cuenta de ese chico tan especial? ¿Amor a primera vista?

-                          No, no creas en esas pamplinas de novelas rosa. A las personas hay que conocerlas, con sus virtudes y sus defectos; y eso, mi niña, no se consigue con un vistazo… Las mujeres siempre solemos fijarnos en el chico más inadecuado.

-                          O sea que me equivocaré mil veces antes de encontrar al correcto…

-                          O dejarás pasar al correcto, buscando la perfección de un imposible.- dijo mi tía mientras se alejaba hacia la barra donde estaba mi padre con otros familiares.

Empezó un gran bullicio en la sala, y me fijé en que estaban levantándole el vestido a mi hermana para quitar la liga que llevaba en la pierna, en una de esas absurdas ceremonias de las bodas; sabía lo que venía después, que era el lanzamiento del ramo y, como pude me escabullí de la sala para no afrontar la segura encerrona de mi hermana… Salí del salón por uno de los laterales en busca de los aseos y pasé junto al pasillo que llevaba a la zona de camareros; allí había una puerta oculta que parecía llevar a la calle. No estaba de más tomar un poco el aire; lo malo es que ya no fumaba, porque a pesar de llevar casi nueve meses sin fumar, me apetecía un cigarro.

Me senté en un banco de madera que había en el jardincito donde unas horas antes se había celebrado la copa de bienvenida; una fuente de piedra con uno de esos simpáticos angelitos, echando el agua por la boca y muchas flores, perfectamente cuidadas que daban lustre al recinto. Justo al otro lado estaba el aparcamiento donde se escuchaban las risas de algunos de mis primos que estarían fumando y charlando fuera de la vigilancia de sus padres. Cogí mi cara entre mis manos para descansar la cabeza; era como si todo el cansancio de esos últimos días de preparación se hubieran acumulado de repente.

-                          ¿Estás bien?- escuché una voz hablándome a una prudente distancia y asustándome.- Perdona, no quería asustarte pero creí que estabas mareada o algo.

-                          No, no… Estoy bien muchas gracias.- dije fijandome en el chico que había ante mi.

Con el pelo muy corto, casi rapado, y una barba de tres días; quizás era unos diez centímetros más alto que yo y se notaba a leguas que no estaba acostumbrado a llevar traje, por la forma tan desenfadada en que llevaba la corbata fina que adornaba su blanca camisa. Para mi era totalmente desconocido, pero teniendo en cuenta que en aquellos salones de boda se celebraban más de una boda en esos momentos, no me extrañó que otra persona tuviera la idea de perderse por esos jardines.

Además, no sé el porqué pero el hecho de que el chico mantuviera esa distancia de seguridad de casi diez metros del banco, me hizo ver que no había ninguna mala intención en su preocupada actitud.

-                          Bueno, supongo que te pasa como a mi, que todos estos circos nos vienen grandes… ¿Te puedes creer que estoy en una boda en la que casi no conozco a los novios?- rió el chico con una simpática sonrisa.

-                          Creo que mi principal problema es que yo conozco a todos los invitados.

-                          ¿Eso es un problema?- dijo el chico sacando una caja de chicles y ofreciéndome uno.

-                          No es que sea un problema,- dije, cogiendo el chicle y alejándose de nuevo el chico, una vez lo hice.-Pero a veces me gusta estar en soledad para ver las cosas en perspectiva.

-                          Y vengo yo a joderte tu gran momento de intimidad.- sonrió el chico, con esa boca que me hacía mirarlo fijamente.

-                          No has jodido nada, te has preocupado por una desconocida.

-                          Bueno, puedes estar tranquila; no ha sido ningún truco para ligar.

-                          No tienes pinta de eso.

-                          ¿De ligón?

-                          No, de tener necesidad de usar trucos con chicas solas en un jardín.

Hubo un momento de silencio entre los dos; el chico pareció sorprendido por mi frase y se tocó la oreja de una forma muy graciosa que me dio una pista sobre lo descolocado que estaba con todo aquello… Y es que una cosa era verdad: aunque tuviera poca experiencia con chicos en terreno sentimental, mis amigos me valoraban por mis palabras claras sin remilgos.

-                          ¿Sabes? Me gustas…- dijo el chico haciendo que lo mirara con los ojos entornados.- O sea, quiero decir… Que me gusta tu actitud, no que me gustes tú… Bueno, tu eres muy guapa y ese traje te queda genial, pero… Joder.

-                          ¡Para ya!- reí a carcajadas, ante el lío que había montado el chico al tratar de justificarse.- Lo he entendido.

-                          Bueno eso, que a veces las personas no valoran lo que de verdad importa.

-                          ¿Ah sí? ¿Y qué es eso que hay que valorar?

-                          La confianza y la sinceridad…

-                          Pues, sinceramente, creo que no te has puesto una corbata en toda tu vida.

-                          ¡Zas!- exclamó el chico con el gesto de un golpe en su propia boca.

-                          ¿Qué significa eso?- reí cada vez más a gusto de la extraña compañía.

-                          No sé, es una expresión como “menudo hachazo”; ¿sueles hablarle así a todos los chicos que conoces?- dijo el chico sentándose en el banco de enfrente al mío.

-                          Bueno, tú me has pedido sinceridad. Digamos que soy buena observando.

-                          ¿De verdad? ¿Y qué más has observado de mí?

-                          Creo que eres un chico que consigue lo que quiere y ha luchado por lo que tiene; estás bien educado, porque en ningún momento has intentado sobrepasarte conmigo, incluso te has sentado en el banco de enfrente…

-                          Bueno, desde aquí se ven mejor tus piernas…- dijo el chico con una pícara sonrisa.

-                          ¡Serás idiota!- dijo ofendida y tapando mis piernas como podía.

-                          ¡Es broma! ¿De verdad crees que voy a estar aquí hablando contigo con tal de mirarte las piernas?- dijo el chico riendo, y girándose en el banco para no mirarme.- Dime, ¿qué más has descubierto?

-                          No sé, que te tomas muy pocas cosas en serio…

-                          ¿Eso crees? ¿Qué no te tomo en serio?

-                          Bueno, tienes pinta de lobo feroz…

-                          Vaya, me han llamado muchas cosas pero nunca lobo feroz. ¿Y tu eres caperucita?

-                          ¡Nah! ¡Olvídalo, no podrías mantenerme!- dije riendo.

-                          No creo que seas la clase de chica que necesite de un chico que la mantenga.

-                          ¿Ves? Tú también eres un buen observador si te empeñas…- le dije guiñando un ojo, y en ese momento sonó mi teléfono móvil que llevaba en el bolso, con la melodía de “I can´t get no” de Rolling Stones.

-                          Bonita canción para un strip tease.- soltó el desconocido descansando sobre el respaldo.

-                          ¡Que bruto eres!- dije mandándolo callar poniendo un dedo en mis labios y haciendo él un gesto de rendición con las manos en alto.- ¡Sí, papá! Estoy en el parque… ¡Pues claro que no estoy fumando! Ya vooooy… No, no estoy sola; aquí hay mucha gente. Hasta ahora, un besito.

El chico guardó silencio incluso cuando yo corté la comunicación; yo lo miré de forma fija y me levanté, atusándome la falda del vestido y fijándome en que, en ningún momento, miró mis piernas lo que tengo que admitir que hasta me molestó… ¿Sería tan cabezota de impedir esos gestos con tal de que no lo pillara?

-                          El padre de la criatura…- dijo el chico, levantándose también del banco.

-                          ¿Cómo?

-                          La llamada… Era tu padre, ¿no?

-                          Sí, me tengo que marchar ya; me esperan en el banquete…- dije haciendo el amago de acercarme para darle dos besos.

El chico de pelo rapado y corbata desubicada alargó su mano para estrecharla; ese gesto me descolocó del todo, pero estreché la mano que me sorprendió por su suavidad a pesar del gran tamaño que tenían.

-                          No debes de acercarte nunca a un lobo feroz.- dijo el chico con una mirada profunda y sin soltar mi mano.

-                          Creo que no llegas a lobo, te quedas en caperucito.- dije provocando que se riera.

-                          ¿Caperucito?

-                          Será una buena forma de llamarte.

-                          Bueno, prefiero que, al menos, sepas mi nombre… Me llamo Dani.- dijo el chico con sus ojos marrones iluminando aquel jardín y  una sonrisa tranquila.

-                          Yo soy Nuria…- dije volviendo a hacer el amago de besarlo en las dos mejillas, y evitándolo de nuevo.

-                          Hagamos una cosa… Me darás esos besos la próxima vez que nos veamos.

-                          Jajaja, o sea supones que nos volveremos a ver…

-                          ¿Quién sabe? Está ciudad no es muy grande, ¿no?

-                          Bueno, Dani… Me tengo que ir.- dije alejándome de él y dándome la vuelta.- Ha sido un placer conocerte.

-                          Igualmente…- dijo el chico mientras veía como me alejaba.- Oye, dijiste que, si me empeñaba, podía ser un buen observador…

-                          Sí, ¿y?- dije extrañada por esa frase dicha cuando ya casi lo perdía de vista.

-                          Tienes un buen trasero...

Puse los ojos en blanco y me alejé rumbo al salón del banquete de la boda de mi hermana; pero sonreí ante la desfachatez de Dani, aquel chico que con una simple charla había conseguido hacerme sonreír y coquetear más que con ningún chico en los últimos años… Recordé la frase de mi tía Gertrudis sobre los hombres y las elecciones incorrectas, y sabía que ese tal Dani sería una mala elección… ¡Un momento! ¿De verdad estoy pensando en que me volveré a encontrar con ese chico?

Llegué al salón de celebraciones y mi hermana corrió a buscarme con una sonrisa en los labios:

-                          ¡Te lo has perdido! ¡Sabía que te escabullirías para no coger el ramo!- dijo mi hermana con esa sonrisa que me mataba de alegría al verla.

-                          Te dije que teníamos que haberla atado a la silla…- dijo Jorge, llegando por detrás y cogiéndome de la cintura.

Jorge era un  buen chico, quizás un poco chulo pero cuidaba mucho de mi hermana y la trataba como la princesa que merecía ser; mi padre se había encargado de advertirle lo que peligraban sus pelotas en caso de hacerle daño a María. Yo le entregaría las tijeras de podar…

-                          Bueno, la cosa es que el ramo lo cogió la tía Gertrudis…- rió mi hermana haciéndome reír a mi también.

-                          Sí, se peleó por él como una autentica amazona.- dijo Jorge mientras nos acercaba dos copas de champagne.

-                          ¡Por nosotras, hermanita!- dijo María levantando su copa.

-                          No, hoy es día de brindar por vosotros dos…- dije señalándolos a ellos.

Los dos novios se miraron con una mirada que llevaba tiempo sin ver en una pareja y se besaron dulcemente en los labios; y yo, como una tremenda estúpida pensando en ese caperucito…

-                          ¡Nuria, Maria! ¡Venid aquí!- escuchamos la voz de mi padre desde un lado del salón.

Nos acercamos las dos suponiendo otra de las fantásticas ideas lacrimosas de mi padre, al que ya se le notaba un poco el consumo de alcohol al que no estaba acostumbrado. A su lado había un hombre de su misma altura, con el pelo largo casi hasta debajo de las orejas y una perilla que disimulaba un pronunciado mentón.

-                          No os acordáis de él, pero tu tío Mateo os quiere saludar…- dijo mi padre haciendo que nos quedáramos sorprendidas.

-                          Hola, Nuria…- dijo mi tío acercándose a abrazarme y, no sé porqué, lo estreché entre mis brazos con lagrimas en los ojos; quizás porque el ultimo recuerdo que tenía de él, era durante el entierro de mi madre.- Y aquí está la novia mas guapa del mundo…

Mi tío Mateo cogió de la mano a mi hermana pequeña y la hizo girar para ver su vestido completo.

-                          Te pareces muchísimo a tu madre, mi niña.- dijo besándola en la frente. Después estrechó la mano a Jorge, mirándolo con cara de pocos amigos.- Y tú debes de ser Jorge… Ten cuidado de mi sobrina, muchacho; yo ya soy mayor para darte una paliza pero alguien lo hará por mí. Venid aquí, niñas, os quiero presentar a alguien que llevo mucho tiempo queriendo presentaros.

Mi hermana y yo nos miramos sorprendidas esperando a la novia de tío o a su mujer; entonces soltó la bomba que me hizo tambalear sobre mis tacones.

-                          ¡Dani, ven aquí! Os presentó a vuestro primo Dani…- dijo llegando a su lado ese lobo feroz que me había hecho dudar de mi cordura hace unos minutos; el hecho de que los ojos de mi nuevo primo casi se le salieran de las orbitas al verme, me hicieron saber que no sabía nada de nuestro parentesco y estaba tan sorprendido como yo.

-                          Encantado…- dijo acercándose a mi hermana y dándole dos besos.- Felicidades por la boda, primita.

-                          Gra… Gracias…

-                          Y un placer conocerte a ti también…- dijo sonriendo y acercándose para recibir esos dos besos que, por fin, nos dimos. Y añadiendo en voz baja- ¿Ves? Te dije que me los daríamos la próxima vez que nos viéramos.

-                          ¡Y ahora vamos a brindar por la familia unida de nuevo!- dijo mi padre pidiendo unas copas a los camareros.

La familia unida de nuevo… ¡Bufff! Si Dani era el lobo feroz, yo estaba metido en la mismísima guarida del lobo.

(CONTINUARÁ)

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Miradas (Parte 2 de 2)

Miradas (Parte 1 de 2)

Mi hermanazo Marcos (El final del final)

Mi hermanazo Marcos (Jugando con fuego)

Mi hermanazo Marcos (la historia sigue...)

Breves historias de morbo: Vacaciones de verano

Breves historias de morbo: Al salir de trabajar

Mi hermanazo Marcos (el desenlace)

Mi hermanazo Marcos (2)

Mi hermanazo Marcos

Despedida de soltera (y 3)

Vacaciones en Tenerife (3 y fin)

Vacaciones en Tenerife (2)

La Despedida de soltera (2)

Vacaciones en Tenerife

La Despedida de soltera

Infiel con mi cuñada (2)

La visita de mi sobrino (2)

La visita de mi sobrino

Conquistando a mi tia (el desenlace)

El encuentro (Conquistando a mi tia 3)

Conquistada por mi sobrino

Infiel con mi cuñada

Conquistando a mi tía