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Pequeño hermano mío: Y vivieron felices.(Epilogo)

en Amor filial

                                               Cuatro años después

 

Sandra

 

No se puede decir que seamos una familia corriente, porque los límites de la moralidad nos tachan de degenerados, de aberración, contranatural y no sé que cosas más; pero soy de las personas que piensan que los sentimientos no se pueden controlar. Son una cosa que nacen y, por más que luches en contra de ellos, tendrás que dejarte llevar. Las pocas dudas que albergaba mi corazón se esfumaron el día que Manu casi muere ante mis ojos… Fue como una advertencia divina –si es que hay un dios que esté pendiente de estas cosas-, una forma de decirme que él era mi vida, mi aliento, mi amor…

Mi hermano y yo nos mudamos, hace casi cuatro años, a un pueblecito costero de Cadiz. Siempre había soñado con eso: vivir a la orilla del mar, con el romper de las olas y la tranquilidad que da un pueblo de pocos habitantes… Manu había conseguido trabajo en una consultoría de empresas y gestión, tras terminar sus estudios superiores, y no nos podíamos quejar de nuestra vida… Tampoco nos hacía falta mucho, habíamos aprendido a valorar otras cosas más importantes que un bonito coche o una gran casa.

Mi hermano, ahora oficialmente mi pareja porque nadie en el pueblo sabía nada de nuestro parentesco, había salido a hacer running como cada domingo por la mañana; yo, en cambio, como buena dormilona, retozaba en la cama siendo ya casi las nueve de la mañana, porque tenía mi propio despertador: se llamaba Manuel, como su padre.

 Como era de esperar, se abrió la puerta del dormitorio principal de golpe y, con un enorme griterío, se tiró encima de la cama dando saltos.

-                          ¡Mamá, mamá…! ¡Despierta que ya es de día! – gritaba mi pequeño, haciendo sonreír.- ¡Nos vamos en el coche!

Hoy era un día especial, porque volvíamos a casa. ¿La razón? Una carta de Raúl, el novio de mi madre, invitándonos a su boca … La vida no es tan de color de rosa como la pintan a veces y mi madre no llevó nada bien lo de nuestra relación; algo comprensible, debido a que debe ser muy fuerte que tus hijos te anuncien que están enamorados y que esperan un hijo. No llegó a conocer a su nieto, porque su postura era la de que nos separásemos o sí seguíamos adelante, no delante de sus ojos…

Yo lo había llevado fatal porque nunca me había separado de las faldas de mi madre, pero Manu siempre había sido mi apoyo, diciendo que las cosas se arreglarían tarde o temprano… Pero no podéis llegar a saber, lo que una chica siente al dar a luz a su primer hijo que no esté su madre para apoyarla.

Pero esa carta de Raúl y una posterior llamada suya, nos ayudó un montón; nos explicó que nuestra madre estaba pasándolo tan mal como nosotros; que se culpaba por habernos alejado de ella… Raúl le explicó que los sentimientos no se controlan, que él tampoco veía normal nuestra relación, pero que no permitiría que fuéramos infelices, cuando siempre habíamos sido una familia unida.

Ahora estaba preparando la maleta, para ir a la boda de mi madre… Estaba nerviosa por abrazarla, por besarla y porque conociera a su nieto, que era la misma imagen de su hijo… Por otro lado, Manu estaba más ilusionado que yo por el hecho de que Raúl le había pedido que fuera el padrino de la boda, el hombre que llevaría a mi madre al altar.

-                          Manuel, ¿a que no sabes a quien vamos a ver hoy?- le preguntaba a haciéndole cosquillas.

-                          ¡A la abuelita!- me sorprendió mi hijo dando saltos…

-                          Sí, cariño… A tu abuelita…- le dije atusando su pelo y con las lágrimas saltadas.

Carmen

            Sentada en ropa interior frente al espejo de mi dormitorio, me estaba maquillando para el gran acontecimiento del año: la boda de la madre de Sandra y Manu… No sé si me hacía más ilusión por verlos a ellos, que por la mujer. La pobre había pasado unos años malos, en los que siempre traté de mostrarle mi apoyo; entre otras cosas, porque yo era la única que sabía el motivo de su tristeza. Gracias a ella que confió en mí, teniendo en cuenta que me conocía desde que era una cría. Además siempre me agradeció la ayuda que les presté durante el mes que estuvo Manu ingresado por la agresión de ese desgraciado.

            Escuchaba el agua de la ducha correr desde hace rato y me estaba poniendo nerviosa; se estaba haciendo tarde y este chico todavía en la ducha.

-                          ¡Luis! ¡Quieres acabar de una vez!- grité a Lucho rápidamente cortó el agua.

¡Ah! ¿No os lo he contado…? Luis y yo estamos juntos desde hace casi un año y medio; nos fuimos a vivir juntos al acabar la carrera y la verdad no me puedo quejar de cómo me trata, a pesar de conocer todas mis locuras de juventud, nunca me ha juzgado por ello… De hecho somos una pareja bastante liberal, lo que hace que sea mucho más especial para mí. Además, está la ventaja de que Lucía es mi cuñada y la desventaja de que la tengo siempre metida en casa… No me fío, después de lo de Manu y Sandra como para fiarse, ¿no? Jajaja.

-                          ¡Que pesada eres, nena! Si quedan casi dos horas para la boda…- salió del baño Lucho, secándose el pelo con una toalla y totalmente desnudo.

Yo vi su reflejo en el espejo y me tuve que morder el labio inferior… Creo que soy adicta al sexo, pero es tan divertido… Me levanté y me  hacia él, con tan solo el tanga de encaje puesto y un sujetador que dejaba muy poco a la imaginación.

-                          Carmen, que se te va a correr el rimel…- dijo riendo mientras yo ya le agarraba su polla.

-                          Cariño, créeme… No es el rimel el que se va a correr…

Manu

-                          ¿Se puede?- dije llamando a la puerta de la habitación de mi madre.

La puerta la abrió inmediatamente la maquilladora, que me miró con cara sonriente, no sé si por la emoción de la ceremonia o por lo ridículo que debía estar con aquel traje puesto.

Tengo que admitir que, aunque durante el viaje había estado bastante más tranquilo que Sandra, ahora tenía un nudo en el estomago al estar a escasos segundos de ver a mi madre, tras casi cuatro años. Entré en la habitación y allí estaba ella: la madre más guapa que puede tener un hijo. Su cara se iluminó al verme y se levantó sin importarle que la peluquera estuviera trabajando para abrazarme.

-                          Hijo mío, gracias por venir…- me dijo sollozando y sin parar de besarme.

-                          Claro que vendría… ¿Qué sería de una boda sin el padrino? Además, gracias a ti que nos has invitado…

-                          ¿Nos? Tu herm… Tu mujer ha venido… ¿Por qué no ha subido?- dijo con voz triste, al creer que mi hermana estaba molesta o algo.

-                          Creo que está más asustada que tú, por tu reacción.

-                          He sido una estúpida… Siempre habéis sido mi apoyo y os he alejado de mí…

-                          ¡Ya está bien! Hoy es el día de tu boda, ya habrá tiempo de llorar y echarnos cosas en cara, ¿vale?- le dije levantando su cara y besándola en la frente.- Hoy quiero que seas la novia más radiante del mundo y yo el padrino más orgulloso.

Ella se secó las lágrimas con un pañuelo que le ofreció la maquilladora y asintió con la cabeza.

-                          ¿Quieres que suban a verte ahora?- dije con el móvil en la mano, mientras ella se extrañaba al usar de nuevo el plural en mi frase.- Creo que tu nieto quiere conocerte…

-                          ¡Dios mío! ¿Está aquí? ¿Cómo es?- decía mientras se dirigía hacia la puerta para bajar abajo.

-                          Mamá, espera…- le dije sujetándola del brazo.- No creo que sea buena idea que los invitados vean a la novia, ¿no?

Mi madre me miró nerviosa pero sabiendo que tenía razón; al ser una boda intima para los pocos amigos y familia que teníamos, habían decidido celebrarla en el jardín de casa con una carpa y un almuerzo de catering.

-                          Tranquila, ya suben…- dije haciendo que se sentara en la silla mientras seguían peinándola.

-                          Ana, ¿podéis salir un momento, por favor?- dijo mi madre a la peluquera, que dejó el secador sobre la cama y volviendo a sonreírme salió de la habitación.

Justo cuando salía del cuarto, se cruzó con mi hermana y el pequeño Manu, que entró como una exhalación para abrazarse a mí. Mi madre, en un primer momento, no reparó en él porque se fue directa a abrazar a mi hermana con una fuerza y un sentimiento que aún hoy me ponen la piel de gallina… Las dos mujeres más importantes de mi vida estaban abrazadas y llorando; os puedo asegurar que, en ese momento era el hombre más feliz del mundo, con mi hijo en brazos que jugaba con un peluche que había cogido de la habitación de Sandra.

-                          ¿Sois felices?- preguntó cogiendo la cara de mi hermana entre sus manos.

-                          Mucho, mamá…- contestó mi hermana secándose las lágrimas de los ojos.

-                          Eso es lo más importante para mí…- dijo girándose para ver a mi hijo para decirle bromeando.- ¿Y quien es este soldadito?

-                          Manuel…- dijo mi hijo muy seguro de lo que decía, provocando la carcajada de los tres.

-                          ¿Y yo quien soy…?- dijo sin saber que contestaría el niño.

-                          La “agüela”…

-                          Sí, cariño… Tu abuela…- le dijo cogiéndolo en brazos.

Sandra

 

         Por todo lo que conllevaba, la boda fue muy emotiva para todos; la escena de ver entrar en el jardín a mi madre del brazo de mi hermano, su padrino, me hizo saber que la vida siempre pone a cada uno en su sitio. Puede haber muchos obstáculos, hasta el punto de llegar a creer que no merece la pena luchar, pero momentos como éste me hace estar orgullosa de mi hermano, que no se rindió ni cuando las cosas estaban más difíciles.

La celebración también fue en la parte trasera del jardín; Lucho y Manu jugaban  con mi hijo Manuel dándole patadas a un balón; mientras Carmen, Lucía y yo mirábamos embelesadas la escena.

-                          Oye si tiene una hermanita, los pondrás en habitaciones separadas, ¿no?- bromeó Carmen con su peculiar sentido del humor.

-                          Pero que bruta eres, hija…- le dije dándole una palmada en el hombro.- Y tú, ¿Qué tal con Lucho?

-                          Bueno, vamos despacio, pero es un tío encantador… Además…

-                          Folla de puta madre…- terminé la frase sabiendo por donde iban los tiros.

-                          A veces me sorprendo de lo bien que me conoces, jaja…

-                          Por supuesto que sí… Pero, hazme caso y cuídalo, Lucho vale mucho la pena.

-                          Te lo prometo…- dijo Carmen haciendo perfectamente el gesto de Star Trek.- Además como no lo haga me mata Lucía.

Lucía nos miro, sin saber muy bien de que estábamos hablando porque estaba embobada viendo a Manuel jugar en el césped. Las dos nos reímos al ver su cara de despistada.

 

                                      Manu

 

La fiesta terminó ya bien entrada la noche; mientras mi hermana se daba una ducha, yo me asomé a ver como dormía mi hijo al que habíamos acostado en mi habitación… Veía esos posters antiguos, esos muebles y comics que mi madre no había cambio a pesar del tiempo que había pasado; y después, veía a mi hijo arropado en la misma cama en la que yo dormía hace cuatro años.

Salí de la habitación y fue al dormitorio de matrimonio de mi madre, que es donde íbamos a dormir nosotros, porque ellos tenían una suite en un hotel cercano para su noche de bodas. Pero antes de bajar las escaleras, vi una tenue luz en la habitación de mi hermana, y me asomé… Allí estaba mi hermana sentada en su cama, con tan solo un conjunto de lencería que cortaba la respiración; se levantó y comenzó a acercarse a mí.

-                          Aquí empezó todo, nene…- me dijo besándome en los labios muy suave y desabrochándome los botones de la camisa.

Puedo decir que hoy que no me arrepiento de nada, que quizás algunos vean lo nuestro como una aberración si se enteraran… Aún hoy solo lo sabemos los pocos amigos que todos conocéis, que son los que de verdad me importan lo que piensan.

Y ahora tumbado al lado del cuerpo desnudo de mi hermana, en aquella cama donde nos acostamos por primera vez, me dispongo a terminar esta historia… Y no se me ocurre mejor forma, aunque sea un poco cursi y pasteloso, que hacerlo como en los cuentos de hadas para niños:

“Y vivieron felices…”

 

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