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El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

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            Los soldados de Al Ghub llegaron al otro lado del pasadizo que daba a un pozo vacio en el que Yussuf había dispuesto unas escalinatas; al estar situado en la zona sur de los jardines, que dejaron de ser utilizados con la construcción de las nuevas fuentes cerca del edificio principal… Eso les daba una tranquilidad a la hora de ir subiendo a la superficie sin temor de ser descubiertos por la poca guardia que quedaba en el Alcazar.

            Con los disturbios en la ciudad, se habían abierto las puertas de la muralla para que casi la totalidad de la guardia que quedaba, fuera  a sofocar esa pequeña revolución de los mercaderes. Por tanto los soldados abasíes de Al Ghub tuvieron tiempo de prepararse para atacar por los flancos a  todos los guardias… El experimentado militar abasí dio la orden justo cuando los soldados califales estaban distraídos con los que pasaba en la plaza del mercado, a través de las oberturas de la muralla.

-         Todos vosotros atacareis a los soldados de la muralla; no quiero que dejéis prisioneros y mucho menos que dejéis que avisen a refuerzos.- dijo a gran parte de los soldados que iban con él y, refiriéndose al pequeño grupo restante, añadió.- Los demás venís conmigo a buscar esa entrada por las cocinas que nos dijo el cordobés, bien pegados a la muralla para evitar a los arqueros.

-         Sí, señor…- dijeron todos a una sola voz.

-         ¡Atacad!- gritó el hombre vestido totalmente de negro con una cimitarra al aire.

           Los soldados atacaron por el centro de los jardines, gritando como energúmenos, llamando la atención de los pocos guardias que había protegiendo el edificio principal.

-         ¿Cómo han entrado aquí?- gritó el jefe de la guardia califal, desde una de las torres, a su subalterno que por toda respuesta lo apuñaló en el vientre, porque era uno de los soldados pagados por Yussuf.

-         Defended el edificio y al heredero con vuestra sangre… ¡Alá os juzgará!- gritó otro de los mandos mandando a los casi treinta guardias a la batalla.

        Aún siendo mayor el número de guardias que guardaban el Alcazar que el de intrusos, Al Ghub no temía en ningún momento por la conquista, puesto que la mayor parte de los soldados califales eran jóvenes inexpertos, por la confianza en la fortaleza de la muralla, que nada tenían que hacer contra sus experimentados soldados en cien conquistas.

          Aquel mando que quedaba, veía como sus soldados batallaban en campo abierto y intentaban mantener una línea defensiva fuerte… Estaba orgulloso de aquellos chicos que luchaban con la única recompensa de encontrar el paraíso en el más allá.

-         ¡Por el gran Abd Al-Rahman! ¡Aguantad!- dijo el mando califal a sus escasas tropas que con un gran alarido parecían recuperar algo de terreno, con la ayuda de los pocos arqueros que quedaban con vida.- ¡Los demás, dentro del edificio y cerrar las puertas!

Unos pocos soldados califales cerraron las dos puertas de acceso al edificio, sin saber que la de las cocinas estaban abiertas, tratando de fortificarse en la zona.

-         ¿Qué está pasando?- dijo Yussuf, haciendo el papel que le correspondía dentro del gobierno del califato.

-         Visir Yussuf, no sé como, pero han entrado en los jardines intrusos… Hemos cerrado todas las puertas. Pero los guardias no aguantaran mucho, casi todo están fuera sofocando la revuelta…- dijo el mando califal – Pido permiso para mandar a un soldado por las cocinas para dar el aviso desde la torre para que la guardia regrese.

-         Siempre has sido un hombre fiel a Abd Al-Rahman, deberías haber sido recompensado…- dijo Yussuf mientras escondía una daga en su espalda.- Yo me ocuparé de las cocinas y de poner a salvo a Al Hakem… Tú trata de aguantar como sea a los invasores; antes de tomar cualquier decisión ven a verme a la estancia de guardia.

-         Sí, señor.- dijo el hombre para volver a sus labores de mando.

           Yussuf se encaminó con prisa a las cocinas, donde ya estaban entrando Al Ghub y algunos de sus hombres; los saludó en silencio para no llamar la atención de los guardias que patrullaban los pasillos interiores del Alcazar.

-         Todo va según lo planeado.- dijo Al Ghub.- Aunque hay más guardias de lo que nos informaste.

-         No te preocupes, tus soldados están arrasando a la ridicula milicia del califa… Ahora esperad en las cocinas hasta que consigan entrar en el Alcazar; así los guardias que vigilan los pasillos se centraran en la defensa de la entrada y os dejaran camino libre…

-         ¿Cómo sabremos cual es la habitación del heredero?- dijo Al Ghub.

-         Es muy fácil, justo enfrente de esta puerta hay unas escaleras que llevan directamente a la parte superior del edificio; allí veréis al fondo una puerta labrada que es la de Al Hakem. Salid por el mismo sitio donde habéis entrado…

-         ¿Y como sabremos que Al Hakem no ha huido antes?

-         En este Alcazar nadie de la guardia hace nada sin avisarme… Además, Al Hakem tiene plena confianza en mí…- rió Yussuf.

-         Está bien, esperaremos tu señal…- dijo Al Ghub sentándose en la cocina.

          El visir de la guardia del califa cerró la puerta de la cocina y subió por las escaleras que había dicho a Al Ghub hasta llegar a la habitación de Al Hakem. Llamó con insistencia a la puerta hasta que el chico abrió. El heredero de Abd Al Rahman era un joven de unos diecisiete años de tez pálida y cuerpo delgado y enjuto; sus ropajes denotaban su procedencia, con un turbante que tapaba casi la totalidad de su cabeza, y al ver a Yussuf al otro lado de la puerta suspiró aliviado.

-         ¿Qué está pasando Yussuf?- dijo tratando de disimular el miedo y mostrarse orgulloso ante las adversidades como le había enseñado su padre.

-         Están atacando el Alcazar, Al Hakem…- dijo “asustado” Yussuf.- Pero no te preocupes las tropas trataran de defenderlo.

-         ¡Pero tendré que salir de aquí! ¡Avisa a mi tío!- dijo el heredero sin perder la compostura aunque por dentro estaba temblando.

-         Ya lo han ido a avisar- mintió Yussuf.- Pero mientras llega tienes que hacerme caso a mí en ausencia de tu padre. Te quedarás en tu habitación, porque salir ahí fuera ahora es imposible sin ponerte en peligro… No saldrás bajo ningún concepto y sólo abrirás si soy yo mismo quien te lo dice. ¡Nadie más! ¿Me has entendido?

-         Sí Yussuf… Nadie más que tú.- dijo el chico arrodillándose ante su cama y poniéndose la capucha que usaba para recitar versos del Corán.

          Yussuf cerró la puerta mientras el heredero seguía dentro orando mirando aLa Meca; sonrió mientras cogía aire en sus pulmones y escuchaba de fondos los alaridos provenientes del exterior del palacio. Miró a su derecha donde lo estaba esperando Omar.

-         Ya sabes donde estará esa tal Samira y sus amigos. Unos soldados la recibirán en las caballerizas; tú espéralos… Mátalos.- dijo Yussuf dando un manotazo en el pecho del gran esclavo mudo.

             Omar gruñó, a la vez que estiraba su espalda y se dirigía hacia las cocinas para salir al exterior del palacio, hacia las caballerizas.

                                  

                                                              *************************

-         ¿Dónde has oído hablar de ese rito? No debe ser usado por no iniciados…- dijo Jezabel mirando asustada a Alejandro.

-         Bueno, no soy propiamente un no iniciado, pero sí es verdad que no estoy lo suficientemente versado en estas artes para hacerlo.

-         Pero, ¿tú sabes lo que es el salmo gitano de Kavi?

-         No siempre he sido soldado, amiga Jezabel… He estado viajando por tierras muy lejanas a Al Andalus, y conocí a una familia gitana que practicaba ritos, pero nunca los vi hacer éste… Me advirtieron de su peligrosidad.

-         ¿Y por qué crees que yo puedo ayudarte? Yo no tengo tanto conocimiento; sé respetar los credos de las familias y no me inmiscuyo. Nadie ha conseguido sacar nada de ese rito nunca…

          Alejandro se levantó de la silla donde se había sentado y caminó por la estancia; cogió un gran cuchillo curvado con la hoja negra por el fuego y unas inscripciones hechas en su mango de madera de nogal.

-         Yo he conseguido sacar algo de ese rito, Jezabel… Pero necesito tu ayuda para saber que ha salido mal.

-         ¿Cómo que has conseguido sacar algo del rito? ¿Ha funcionado?- dijo la mujer apoyando su dolorida espalda en el respaldo del camastro.- Y, de todas formas, ¿qué tengo que ver yo en todo esto?

-         Más de lo que imaginas, mi hermosa bruja…

                                                                               ***********************

          Sara estaba desconcertada ante los gritos que escuchaba en la calle; sabía que Samira estaba lejos de allí, pero el simple hecho de saber que esos chicos se enfrentaban con esos monstruos la petrificaba… Un gran golpe en la entrada principal la sacó de sus pensamientos y la devolvió a la realidad; comenzó a escuchar gritos de histeria de las criadas en la entrada de la casa y trató de salir de las cocinas para saber que pasaba.

-         ¿Qué ha pasado?- gritó a una de las criadas que bajaba las escaleras gritando.

-         ¡Han entrado, ama Sara! Son los locos que están destrozando el mercado… Están incendiando la casa y están violando a las chicas…

          En ese momento, entró en la sala Jubair que venía con una gran brecha en la cabeza… Buscaba desesperado con una espada en su mano, hasta que vió a Sara.

-         ¡Sara! ¿Estás bien? ¿Dónde está Samira?- dijo el hombre que sufría por poner a salvo a su “sobrina”

-         ¡Señor! ¿Qué está pasando?- le dijo abrazándose a él.

-         Esos malditos mercaderes se han vuelto locos…- dijo el hombre.- Están asaltando las casas y el ejercito califal no puede controlarlos. Tienes que subir a la habitación de Samira y encerrarte ahí con ella

-         Pero no puedes salir ahí fuera… Te matarán…- dijo Sara, agarrándolo de la manga, en la primera vez que lo tuteaba.

-         ¡Haré lo que sea para daros tiempo! ¡Sube a por ella y salid por las cocinas!

-         ¡Eso es imposible!- dijo Sara sin querer confesarle a Jubair donde estaba su hija.- Además ahí bajan ya a las cocinas… Suba conmigo, quizás lleguemos a tu habitación y ganemos tiempo…

          El hombre miró a los ojos a esa mujer que había cuidado de Samira en los últimos años y se dio cuenta que, desde la muerte de su mujer, esa criada había ocupado su lugar en su vida cuidando tanto de la pequeña como de él; dándole autenticas lecciones de humanidad…

-         Está bien, Sara… ¡Sube!- dijo el hombre empujándola por las escaleras arriba.

          En ese mismo momento, dos de los soldados camuflados de Abdalah entraron en la cocina… Uno de ellos se abalanzó directamente a por la criada que había venido a avisar a Sara, derribándola de un puñetazo, mientras empezaba a forzarla. El otro observó como aquella pareja subía por las escaleras traseras hacía las habitaciones.

-         ¡No vais a escapar!- dijo al soldado corriendo escaleras arriba tras ellos.

-         ¡Corre, Sara!- gritaba Jubair empujando a Sara, que aceleraba como podía.- ¡Arghhhhh!

          Sara escuchó el tremendo grito de Jubair a sus espalda y se detuvo en el primer rellano para mirar que el intruso había herido al hombre en una pierna con la cimitarra y estaba a punto de alcanzarlo. El tío adoptivo de Samira trataba de subir las escaleras arrastrándose.

-         ¡Vete Sara! ¡Lárgate!- gritaba con lagrimas en los ojos el hombre.

-         ¡Estate quieto, viejo asqueroso!- gritaba el asesino que agarraba a Jubair del tobillo para impedirle arrastrarse y, con la cimitarra en alto gritó- ¡Muérete!

          ¡Crash! Un gran ruido sonó sobre el cuerpo de Jubair que miró con miedo para ver como su agresor caía escaleras abajo, tras haberse roto una vasija en su cabeza. Miró escaleras arriba para ver en el rellano a Sara con la respiración agitaba tras haber lanzado la ceramica.

-         ¡Sara!- dijo el hombre agradecido.

-         ¡No hay tiempo para nada, Jubair! ¡Tienes que levantarte!- dijo la mujer ayudando al hombre a levantarse.- ¡Tenemos que llegar a tu habitación!

          La extraña pareja se incorporó y, apoyado él en ella, llegaron a la habitación cojeando ostensiblemente. Al ir a entrar observaron que dos asaltantes los vieron desde el otro lado del pasillo y empezaron a correr tras ellos; pero les dio tiempo a entrar y cerrar la puerta atrancándola con fuerza. Los golpes de los hombres no tardaron en sonar al otro lado de la puerta.

-         No aguantará mucho, Sara…- dijo Jubair blandiendo su espada y apoyándose en su pierna sana.- Sal por la ventana y, por el tejado podrás llegar a la habitación de Samira.

-         Pero Jubair, ¡no pienso dejarte aquí solo!- dijo sollozando Sara.- Además, no sirve de nada porque Samira no está en su alcoba.

-         ¿Dónde está la niña, Sara?- dijo sorprendido el hombre.- ¿Está a salvo?

          Los golpes en la puerta cada vez eran más fuertes y la madera empezaba a crujir; la mujer no sabía como explicarle todo lo relativo a Samira, sin que el hombre se enfureciera.

-         Da igual, si tú le has permitido que vaya, estará bien hecho- dijo el hombre sonriendo con pena.- Nadie la cuidará mejor que su propia madre.

          Sara miró sorprendida a aquel hombre herido con la espada temblando en su mano mientras la puerta estaba casi abierta; se supone que no sabían era la madre de la chica, pero ahí estaba él para confesárselo ahora.

-         Lo sé desde que murió mi esposa; me pidió que nunca os separase, porque tú eras la verdadera madre de Samira… Sé que le prometiste que nunca se lo diría y has cumplido; pero ya es hora de que ocupes el lugar que te corresponde, aunque no quieras decírselo pero te toca a ti cuidar de ella

-         Jubair, yo…- dijo la mujer, mientras el hombre tiraba su espada al suelo y abrazaba a la mujer.

-         No digas nada… Para ella has sido una madre todo este tiempo y para mí esa mujer que faltó a mi lado; si hubiera sido valiente te hubiera pedido que te casaras conmigo pero sabía que no debía porque tu corazón solo pertenece a Samira.

          La mujer estaba aún más sorprendida por la declaración de amor de ese hombre; tenía razón en que ella no sentía lo mismo por él pero no era el momento de hablar de eso… Sonrió y besó dulcemente en los labios al viejo Jubair.

-         Ahora, vete por la ventana y escóndete…- dijo el hombre cogiendo de nuevo su espada cuando la puerta ya estaba cayendo.

-         Pero, Jubair, yo no puedo…

-         ¡Vete, maldita cabezota!- gritó el hombre empujándola a la ventana.

          Sara salió por la ventana hacia el tejado, con cuidado de no caer, a la vez que escuchaba la puerta de la habitación de Jubair derrumbarse. Jubair con su espada en ristre y gesto amenazante, plantó cara a los agresores mientras trataba de dar tiempo a Sara a escapar por el tejado.

-         Veo que sois muy valientes con mujeres… ¡A ver que tal se os da con un hombre!

           Los dos asaltantes sonrieron mirando al pobre viejo que no se tenía en pie; y, sin darle una oportunidad, uno de ellos atravesó el pecho del hombre con una lanza, haciéndolo caer mal herido de espaldas… El otro se acercó con una sonrisa cruel en su cara y lo degolló con su daga sin pensarlo.

           Sara, que veía la escena desde la ventana escondida, se mordió el puño para no gritar y siguió caminando hacia la habitación de al lado: la habitación de Samira.

                                        

                                                                     **************************

            Samira llegó al final de aquel angustioso canal y encontró la trampilla de salida; la subió lentamente para dar a un gran edificio de caballerizas. Salió sin hacer ruido aunque, al fondo, el sonido de una batalla campal en el Alcazar ocultaba cualquier ruido que pudiera hacer. Sus dos acompañantes subieron tras ella y observaron lo que les rodeaba: un edificio de dos alturas con numerosas cuadras, casi todas vacías porque eran los caballos utilizados en el viaje del califa.

-         Esto es más grande de lo que imaginaba.- dijo un asombrado Nadir, mientras miraba la grandísima estructura que componía las caballerizas.

-         ¿Estáis oyendo esos gritos? ¿qué está pasando ahí fuera?- dijo Zohan que estaba un poco perdido de las circunstancias que rodeaban esa incursión.

-         Digamos que no somos los únicos que hemos entrado en el Alcazar; los mismos que están causando la matanza en el mercado, están aquí.- dijo el chico joven.

-         ¿Y se puede saber que buscan?- dijo Zohan mirando a Samira.

-         Al Hakem…- masculló la chica.

-         ¿¿Qué?? ¿Hemos entrado aquí para salvar a Al Hakem?

-         Te recuerdo que has entrado con nosotros porque has querido…- dijo Samira sin dejar de observar cada rincón de la habitación.

-         Sí, porque he querido…- dijo Zohan mirando con el ceño fruncido a Nadir que sonrió pícaramente.

-         ¿Tienes el plano, Nadir?- dijo Samira reuniéndose en torno a sus compañeros.

          El chico buscó en su bolsillo para sacar un plano doblado perfectamente; lo abrió sentándose en el suelo y señaló la posición de las caballerizas en la parte izquierda del plano del Alcazar.

-         En toda esta zona no debemos entrar para no entrar en conflicto con los dos ejércitos.- dijo Samira, señalando la zona donde precisamente se desarrollaba la batalla.

-         ¿Dos ejércitos? ¿Qué es lo que no me habéis contado?- dijo Zohan echándose las manos a la cabeza.

-         ¡Ahora no hay tiempo para eso, Zohan! Si quieres ayudarnos, hazlo… Si no, lo entenderé y ahí tienes la trampilla para largarte.- dijo Samira mirando severamente al hombre que los había ayudado a entrar.

          Zohan miró a la chica sorprendido de nuevo de la decisión que mostraba; se volvía a recordar que nunca había conocida a una chica con esa fuerza de voluntad. No pensaba en ejércitos ni en consecuencias, sólo en la loca idea de salvar al heredero del califa; no alcanzaba a entender si había una razón oculta en todo aquello pero se decía a sí mismo que, cuanto menos supiera del asunto, mejor.

-         Hay que salir de las caballerizas y dirigirse el jardín que hay tras el edificio y allí encontraremos esa fuente que nos dijo Sara.- dijo Nadir señalando la ruta a seguir en el plano.

         Las puertas de las caballerizas se abrieron y se escucharon pasos; los tres chicos se sorprendieron y se escondieron en una de las cuadras vacías.

-         ¡Vamos! Sabemos que estáis escondidos en algún lugar.- gritó una voz grave que no podían ver a quien pertenecía.

-         ¿Cómo saben que estamos aquí?- preguntó Nadir susurrando.

-         No lo sé, pero las cosas se complican- dijo en voz baja, dando un puñetazo a la paja que había en esa cuadra.

-         Relájate, los nervios no te van a ayudar a salir de aquí.- dijo Zohan poniendo la mano en su hombro.- Quedaros aquí y yo iré a tratar de ver cuantos son… Así sabremos lo que podemos hacer. Mucho mejor evitar la confrontación.

        Samira sonrió ante la frase de ese muchacho, porque podía ser una frase perfectamente dicha por Hixem; esa capacidad de ver las cosas con perspectiva cuando peor se ponía… Seguía sin imaginar cual pudo ser la razón de su enfado, pero apostaba a que Zohan también era tan cabezota como su difunto novio

-         ¿Qué miras? ¿Me miras a mí?- dijo el chico al ver la extraña mirada de Samira.

-         Nada… No seas engreído.- protestó Samira con una sonrisa.

-         Vale, esperad hasta que os haga una señal para salir.- dijo Zohan.

         Y salió de la cuadra por debajo de la media puerta abatible que había; empezó a andar entre las balas de paja y heno hasta situarse en la otra esquina de las caballerizas. Pudo observar a cuatro guardias califales armados, que rondaban la zona de las cuadras… No podía asegurar que no hubiera más pero, al menos, veía por donde venían.

- ¡La única puerta está vigilada! ¡Es imposible que salgáis sin pasar por aquí!

- ¡Fácil! ¡Pasaremos por encima vuestra!- gritó Zohan atrayendo las miradas de los guardas hacía esa zona.

          El muchacho le hizo un gesto a Nadir y a Samira de que salieran en sentido contrario para rodear a los guardias mientras lo buscaban a él; la chica se quedó petrificada porque nunca hubiera esperado que ese hombre, que hace un momento se estaba quejando del lío donde lo habían metido, estuviera dispuesto a poner en peligro su vida con tal de ayudarlos.

-         ¡Vamos Samira! ¡Tenemos que aprovechar!- gritó Nadir casi arrastrándola fuera de la cuadra.- ¡Tenemos que hacer lo que Zohan nos ha dicho!

          Los dos chicos salieron de la cuadra y comenzaron a caminar por la parte norte de las caballerizas; Samira delante andando a gatas con Nadir detrás a escasos metros.

-         ¡Ughhhh!- se escuchó un quejido de hombre al otro lado de las caballerizas.

          Samira y el chico se quedaron parados y pálidos porque parecía que habían encontrado a Zohan… Sin pensárselo un instante, Nadir se levantó y corrió en dirección a Zohan.

-         ¡Nadir! ¡Nooo!- gritó Samira al ver al chico atravesar las caballerizas para ir en busca del antiguo amigo de Hixem.

-         ¡Ahí está uno de ellos!- dijo una de los guardias arrojando una lanza al joven pícaro.

           El chico se lanzó al aire para esquivar la lanza, mientras la chica miraba horrorizaba la escena; gracias a Alá pudo esquivarla, pero la caída fue terrible sobre uno de sus brazos… Los soldados corrieron hacía donde había caído el muchacho pero, rápidamente, unos brazos lo cogieron arrastrándolo hacia un lugar seguro.

-         ¡¿No te he dicho que fueras hacia el otro lado?!- escuchó la voz de Zohan.

-         Creí que te habían descubierto…- dijo Nadir echando mano a su brazo dañado.

-         Lo han hecho, pero me las arreglo, cabezota.- dijo el muchacho señalando a un guardia inconciente al que había golpeado con una pala.

          Zohan cogió la cimitarra del guardia que había en el suelo y la blandió mientras le decía a Nadir que guardara silencio; un guardia apareció corriendo por el sitio donde había rescatado a Nadir y Zohan lo recibió cruzando el pecho con la cimitarra.

-         Creo que esto se va a poner feo…- dijo el hombre ya al descubierto, viendo como tres guardias venían hacia ellos; había algunos más de los que él pensaba.

          Pasando la cimitarra de mano a mano, esperaba a que cualquiera de los tres guardias atacara; el primero que trató de romper la distancia, sufrió un espadazo en el brazo pero consiguió distraer a Zohan lo suficiente para que otro de los soldados le golpeara con una maza en la espalda…. El muchacho cayó de rodillas pero antes de que lo pudieran rematar, apareció Nadir clavando su espada corta en la espalda del agresor.

-         ¡A por ellos! ¡Qué no escapen!- gritó uno de los soldados mientras los dos soldados restantes iban hacia los chicos.

-         ¡Vamos, tienes que levantarte!- gritaba Nadir cubriendo a Zohan, que trataba de recuperarse del brutal golpe en su espalda.

          Uno de los guardias golpeó con su espada al joven muchacho que, al cubrirse con su espada corta, cayó de espaldas quedando desarmado. El soldado fue a dar el segundo golpe con el chico ya vencido, pero se quedó petrificado dejando caer su espada con la mirada perdida; cayó de rodillas para derrumbarse con una daga clavada a su espalda… Samira había llegado justo a tiempo para evitar la muerte de sus amigos; los dos guardias que quedaban vieron a la chica que se escondió haciendo que fueran detrás de ella.

-         ¡Ahora! ¡Es el momento de escondernos!- le dijo Nadir a Zohan que se había levantado.

          Los dos se escondieron en otra de las cuadras mientras trataban de recuperar el aliento; Zohan estiraba la espalda tratando de recuperar movilidad sin ese punzante dolor en su espalda.

-         ¡Salid de una vez! ¡No podréis estar siempre escondidos los tres!- gritó uno de los soldados.

          Zohan escuchaba las amenazas lo que le tranquilizó porque significaba que tampoco habían atrapado a Samira; cada vez confiaba más en esa chica. Sólo recordar la forma en la que derribó a su amigo con la vasija y como había visto, hace unos instantes, esa daga desde casi diez metros.

-         ¿Me puedes explicar porqué nos persiguen los guardias del califa si supuestamente queréis salvar a  Al Hakem?- susurró Zohan a Nadir.

-         Bueno, en más complicado de lo que parece… Según sabemos algunos soldados califales apoyan a los abasíes, por Yussuf.

-         ¿Quién son los abasíes? ¿Quién es Yussuf?- preguntó desconcertado el muchacho.

-         ¿Ves? Te dije que era complicado… Sólo tienes que saber que alguien quiere secuestrar o matar al heredero y para distraer a la guardia han provocado una matanza en las calles del mercado, así la guardia ha salido a sofocarla y han dejado desprotegido el Alcazar.

-         Con las puertas cerradas para evitar que esos asesinos entren en el Alcazar…- razonó Zohan.

-         Lo que ha hecho que los de dentro quedan aislados del exterior y en inferioridad…

-         ¿Y estos soldados?

-         Supongo que ese tal Yussuf, que trabaja en la corte califal y está traicionando al califa, tiene apoyos dentro de la guardia.

-         Sigo sin saber que hacemos aquí metidos…- dijo Zohan negando con la cabeza y tratando de levantarse- Bueno, no estaré tranquilo hasta que no salgamos de aquí o al menos estemos los tres juntos.

          Nadir se enorgulleció de su nuevo compañero y lo miró, mientras Zohan se ponía en pie.

-         ¿Sabes Zohan?- dijo el chico agarrando la pernera del pantalón del muchacho.- Te quiero pedir perdón por lo que te dije antes; lo de Hixem…

-         No te preocupes, chico… De verdad, que no soy igual que Hixem pero me hubiera gustado haber compartido más momentos con él.- dijo Zohan acariciando la cabeza del chico que seguía sentado.- Saca ese plano que llevas…

          El chico no sabía muy bien las intenciones de Zohan pero le hizo caso; ahora empezaba a descubrir porque su amigo Saqeb tenía tanto respeto por este ladrón. Sacó el plano y lo desplegó.

-         Yo te cubriré, tienes que llegar a esta torre de la muralla; desde ahí se puede lanzar un aviso al exterior prendiendo unas teas y, también, abrir la puerta. Es importante que esa guardia vuelva para defender el Alcazar; eso nos dará tiempo para entrar y llegar, no sé cómo, al heredero.

-         Pero, ¿cómo os voy a dejar sólos?- se quejó Nadir.

-         Es la única forma, chico… Tienes que conseguir que la guardia vuelva o estamos perdidos.

          Nadir asintió sin mucha convicción y apretando la mandíbula por su disconformidad; pero no pudo hacer nada cuando Zohan volvió a salir a campo abierto provocando las miradas de los guardias que corrieron hacia él.

-         ¡Corre!- dijo el hombre a Nadir que comenzó a correr hacia la puerta de las caballerizas, rodeando a los guardias.

         Justo cuando cruzaba la puerta, mirando hacia atrás chocó con algo que lo hizo caer de espaldas; horrorizado comenzó a arrastrarse hacia atrás, cuando vio que había chocado con un enorme hombre negro con la cara desfigurada… Cuando Omar hizo el gesto de ir a agarrarlo, una daga se clavó en su hombro.

-         ¡Urghhh!- gruñó el gigante mudo mirando la daga y a la chica que había delante de él; se arrancó la daga del hombro y la lanzó al suelo.

-         ¡Vete, Nadir!- dijo la chica sin perder de vista al asesino de Hixem.

          El corazón de Samira latía desbocado; las imágenes de ese mastodonte atravesando con la lanza a Hixem bullían en su cabeza. No podía dejar de temblar y de apretar los puños… El chico se arrastró para salir corriendo, pero Omar trató de atraparlo. Samira dio una patada en la cara al esclavo negro que se despistó, dándole la oportunidad de escapar a Nadir; Omar lanzó su manaza golpeando con fuerza el rostro de Samira que voló por el aire.

-         ¡Samira!- gritó Zohan que luchaba con los dos guardias que quedaban, ocultándose entre las balas de paja.

         La chica andaba a gatas mareada por el tremendo golpe mientras la boca le sangraba. Podía escuchar los pasos del asesino y miró temerosa; pero se dio cuenta que el hombre lo que hacía era cerrar la puerta de las caballerizas, aislándolos del exterior. La chica se levantó como pudo y sonrió al pensar como Hixem pudo siquiera casi derrotar a este hombre; miró al cielo, ya que las caballerizas no tenían techo y dejaban ver ya las estrellas de la medina.

          Como si el tiempo se hubiera detenido, cerró los ojos unos segundos que parecieron horas; pensó en el porqué ya no sentía a Hixem cerca en esos momentos, cómo podría hacer para salir de esta… Justo abrió los ojos, cuando sintió cortarse el aire por un nuevo golpe de Omar, esquivándolo justo a tiempo y huyendo hacía las cuadras con el esclavo negro persiguiéndola.

-         ¡No lo ataques, Samira! Hay que darle tiempo a Nadir… ¡Aguanta!- gritó Zohan mientras pateaba a uno de los guardias y esquivaba a otro, que lo hirió en el brazo.

           Omar gruñó golpeándose el pecho y yendo hacia donde estaba Zohan; quitando a uno de los guardias golpeó en la cara al muchacho que no pudo hacer nada… Lo agarró de una pierna y lo lanzó contra las cuadras. La espalda del chico sufrió un nuevo golpe, dejándole desorientado… Samira miraba la escena horrorizada, mientras trataba de recuperarse del golpe recibido en la cara. Como una simple señal de Omar, mandó a los guardias a buscar a Samira mientras él andaba despacio hacia Zohan.

-         ¿Quién me iba a decir a mí que iba a morir defendiendo el califato?- sonrió el chico tratando de ponerse en pie.

                                                                               **********************

        De los ancestros recibirá la ayuda necesaria y el conocimiento para no abandonar este mundo; debe de tener la fuerza de espíritu suficiente para saber que se enfrenta a una lucha inmensa por no perder su alma… Encuentra el vinculo...

                              Oh, alma del bosque

                                 Reina de fuego

                                    Indícale el camino

                                       Aunque deba temer luego.

            El chico convulsionaba sobre la tabla de aquella mesa, con la herida cicatrizada en el abdomen pero amplios vendajes que cubrían su torso… Con un cuenco hecho con madera de nogal y un pequeño punzón pintaba los versículos del salmo en el pecho de la victima, con sangre de un gallo al que había degollado.

            Quiero ser el guía, venid conmigo

            Quiero ser eterno, dadme la luz

            Quiero ser juzgado, matadme si debéis

            Ayudadme a regresar o llevadme de una vez

            El cuchillo con las extrañas inscripciones en el mango de nogal fue retirado del fuego, mientras el extraño olor a opio, para calmar el dolor de la victima, y a mirra, para quitar el olor a sangre llenaba la habitación. Puso un trapo en la boca del muchacho, para que no se mordiera la lengua, por el daño que estaba apunto de sufrir… La hoja al rojo vivo del cuchillo de ceremonia rasgó con delicadeza la carne del pecho del chico. Gritó sin sonido por estar amordazado con las pocas fuerzas que le quedaban y comenzó a convulsionar hasta quedar inerte... Por un instante, abrió el chico los ojos y al hombre se sorprendieron esos ojos  mágicamente verdes que lo miraban con súplica para, segundos después, vaciar sus pulmones de aires y desvanecerse sobre la mesa ritual.

                                                           *************************

-         Sigues sin explicarme nada, Alejandro.- dijo Jezabel muy nerviosa.- No sé que tengo yo que ver con ese ritual y porqué me pides ayuda en esto. Te agradezco mucho que me salvaras pero tengo cosas más importantes que hacer que esto…

-         Ya lo sé, pero sólo trataba de buscar un vínculo con su vida; regresó físicamente, pero algo lo bloquea, le impide recordar… Hace mucho tiempo de eso y decidí buscar…

-          ¿Una bruja? Ya sabes que ese rito trae el cuerpo de vuelta, no necesariamente el alma…- dijo Jezabel tratando de ponerse en pie para caer, de nuevo, mareada sobre la cama.- ¡Va a morir mucha gente en la medina! ¡Gente inocente y tengo que hacer algo!

           El soldado que descargaba el carro, escuchó la conversación y se acercó a ellos con gesto contrariado.

-         Creo que llegas tarde… Los disturbios empezaron hace rato. Así estaba planeado.

-         ¡Por Alá!- gritó Jezabel.- ¡Tengo que hacer algo, Alejandro!

-         No puedes moverte, no estás en condiciones…

-         ¡No puedes retenerme!- dijo la mujer golpeando el pecho de Alejandro y sollozando.

-         Te prometo que iré y ayudaré en lo que pueda…

-         ¡Samira está en peligro!- gritó la mujer totalmente desesperada

-         ¿Samira? Yo he escuchado ese nombre…- dijo Alejandro.- Lo repite el chico en sueños… Trato de hacerle recordar pero no puedo, algo perdió durante el rito.

-         ¿En sueños? ¿Qué chico?- dijo Jezabel que empezaba a vislumbrar la verdad.

-         Ven, acompáñame… Ya es hora de que lo conozcas y me ayudes…

         Alejandro de la Fuente apoyó a Jezabel en su fuerte hombro y la ayudó a caminar hacia la parte trasera de la casa, donde había un patio; conforme se iban acercando, la mujer podía escuchar unos golpes secos que se repetían una y otra vez. Y, al salir a ese patio exterior, lo vio… Golpeando con su pierna, con muchísima fuerza,  un pilar forrado con paja y cuerdas.

         Su cuerpo mucho más musculoso que antes y más fibroso; su pelo largo, ya hasta los hombros y su barba más cuidada… Jezabel se quedó sin palabras, ¡era él! ¡Estaba vivo! El chico que siempre había cuidado de ella, la única persona que le había demostrado que no se debía juzgar a las personas antes de conocerlas; aquel chiquillo que con una simple sonrisa fue capaz de desmontar toda esa coraza que existía en su relación con otras personas…

-         Hi… Hixem…- dijo Jezabel casi sin emitir sonido.

          El chico la vio pero no pareció reconocerla; dejó de golpear el pilar y la observó como un animal que olisquea a su presa… Se echó las manos a la cabeza y se arrodilló como si un gran dolor hubiera atravesado su cerebro… Jezabel trató de acercarse, pero Alejandro se lo impidió agarrándola de la muñeca.

-         Espera… Déjame a mí… Lo está pasando mal, porque no recuerda nada de su pasado.- dijo Alejandro, acercándose al chico que sollozaba en silencio.

-         ¿Pu…Puede hablar?- dijo la bruja asustada guardando la distancia, mientras veía la gran cicatriz que había en su abdomen y la señal del cuchillo al rojo vivo en su pecho.

-         Sí, tranquila…

          El hombre se acercó a Hixem que tapaba su cara con las manos, y acarició su pelo; el chico pareció valorar el gesto y miró con sus ojos marrones al viejo soldado.

-         Escúchala, Hixem… Ella te hará recordar; es difícil, pero debemos intentarlo. Te lo debo; te lo debes a ti mismo…

          El chico miró a aquella mujer que hacía que miles de imágenes  pasaran por su cabeza… Se veía hablando con ella y riendo; como le echaba las runas tras follar de forma animal sobre el suelo de una casa. Como la conoció aquel día en el mercado en el que le ofreció una manzana, apenás siendo un crío de dieciséis años.

-         Je… ¡Jezabel!- dijo Hixem con una sonrisa inmensa de felicidad.

-         ¡Sí, cariño! ¡Soy yo!- dijo la bruja abrazándose al chico que seguía de rodillas.

-         No puedo recordar, Jezabel… Estoy confuso…

-         No te preocupes es normal; tienes que buscar tu vinculo y volverás a ser el mismo…- dijo la mujer, mirando a los ojos del chico, que seguía abrazado a ella con lágrimas en los ojos.- Es Samira, mi niño… Hace tiempo que lo entendí. Es la fuerza que te une a este mundo; Samira está en peligro y nunca la dejarás así.

           Hixem levantó la mirada y dejó de llorar al escuchar el nombre de aquella mujer; fue como si algo hubiera ordenado parte de sus recuerdos.

-         Samira… ¿Dónde está?- dijo el chico levantándose.

                                                                         ********************

          Sara entró en la habitación de Samira por la ventana, muy impresionada por la altura del tejado y por haber presenciado el asesinato de Jubair… Esos desgraciados no tenían escrúpulos y los gritos de las criadas siendo violadas y masacradas sonaban por toda la habitación.

-         ¡Señora Sara! ¡Corra!- gritó la criada de confianza de Samira desde la puerta de la habitación.- ¡La escalera está libre ahora!

          La madre de Hixem no se pensó y corrió como podía hacía esas escaleras, donde había derribado al primer agresor del difunto Jubair… Uno de los guardias que había en la planta de arriba y que salía de la habitación del “tío” de Samira la vio, y corrió tras ella.

-         ¡Ven aquí, zorra!- gritó corriendo tras ella, escaleras abajo.

           La mujer corría mientras a los pies de las escaleras la esperaba la criada, desesperada de ver que el intruso estaba apunto de alcanzarla.

-         ¡Arghhhhhhh!- se escuchó un tremendo grito desde encima de las escaleras y un golpe en la espalda del agresor.

           La criada quitó de en medio justo a tiempo a Sara, para ver como dos personas caían rodando por las escaleras… Era Saqeb que, al caer encima del asesino, le apuñaló la espalda.

-         Aughhh…- dijo muy suave Saqeb, tumbándose boca arriba, al lado del cadáver.- Duele…

-         Saqeb, ¿cómo has llegado?

-         Te vi en el tejado y supuse que algo iba mal en la casa…- dijo el chico tratando de recuperar el aliento por el tremendo golpazo por las escaleras.

-         ¡Tenemos que salir! ¡La puerta de la cocina está abierta!- dijo la criada tirando de Sara.

-         ¿¿Estáis locas?? ¡No podéis salir fuera! ¡Eso es una matanza!- dijo Saqeb tratando de incorporarse, con dolor.

-         ¿Estás bien, mi niño?- dijo Sara en unas palabras que emocionaron al pequeño pícaro porque era la primera muestra de cariño que tenía en mucho tiempo.

-         No se preocupe, señora Sara… Samira me enseñó a base de golpes- sonrió en chico.

          Observando el final de las escaleras, Saqeb vio a otros guardias que vieron en cadáver de su compañero a su lado, y comenzaron a bajar corriendo las escaleras.

-         ¡Corred!- dijo el chico empujando a las dos mujeres hacia el cuarto de costura que era la única escapatoria que tenían.

Cerraron la puerta, tratando de contener mientras pudieran el acoso de los intrusos que ya golpeaban la puerta.

-         ¡Abrid de una vez! ¡Sabéis que entraremos!- gritaban los hombres.

          La mano de Sara apretó el brazo del magullado Saqeb, que la miró con los ojos desencajados; sabía que aquellos hombres tenían razón y que, de un momento a otro, derribarían la puerta y él no estaba en condiciones de defenderlas.

         De repente, se escucharon un gritos en la cocina y un tremendo golpe; sonido de cosas cayendo y choque de armas. Las quejas de hombres al ser golpeados… Y ellos encerrados en aquella habitación sin saber que pasaba. Pero, sin tiempo para pensar, la puerta se derribó haciendo que los tres ocupantes dieron un salto hacia atrás asustados… Pero la puerta cayó derribada con el peso de un cadáver de uno de los intrusos encima con una espada clavada en la espalda.

          Saqeb miró sorprendido e hizo una señal a las dos mujeres de que esperaran dentro, porque seguía escuchando ruido de una pelea en esa cocina… Cuando se asomó vio no menos de cinco cadáveres y, al fondo, un hombre con el torso desnudo esquivando los ataques de cimitarra de uno de los atacantes, con una facilidad pasmosa. Aquel desconocido flexionaba el tronco, sin dejar que la hoja de la espada lo tocará; en uno de esos golpes fallidos, su defensor agarró el brazo del soldado de Abdalah y lo partió luxando el codo… El agresor se retorcía en el suelo de dolor mientras el joven se giraba para ver a aquel crío en la puerta del cuarto de costura.

-         ¿Estais bien?- dijo el muchacho acercándose a Saqeb.

-         ¡Hixem! ¿Eres tú?- dijo el chico para romper a llorar abrazando a aquel chico, que recibía el abrazo sin saber muy bien quien era aquel chico.

          Cuando Sara, desde dentro de la habitación, escuchó el nombre de su hijo se levantó corriendo; casi no podía respirar al ver la figura de su hijo, algo cambiada, allí de pie en mitad de las cocinas. La mujer, sin decir palabra alguna, lo abrazó con fuerza y el chico correspondió. Le daba igual lo que pudiera parecer, lo que pudieran sospechar… ¡Su hijo estaba vivo y estaba entre sus brazos!

-         Encerraos en esta casa… Tengo que ir a por Samira.- dijo Hixem separando a su madre de él.

-         Pero, ¿cómo nos vamos a quedar en esta casa?- dijo la criada.- ¡Hay, al menos, doce asaltantes!

-         Ya no hay ninguno…- dijo el chico mirándola muy serio.- Alguna de tus compañeras están mal heridas. Atendedlas.

          Sara fue hacia el cuarto de costura y cogió la capa que tenía terminada; volvió al lado de Hixem y se la entregó tras besarle en el hombro.

-         Póntela, Hixem… Por favor, no puedes ir así…- dijo la mujer aún emocionada por el reencuentro.

-         Gracias, madre…- dijo el chico mirando a la mujer que se quedó petrificada.- Tranquila, sé que eres mi verdadera madre; Jezabel está a salvo conmigo y me lo dijo… Ya tendré tiempo de explicarlo todo. Porque aún estoy confuso y no recuerdo muchas cosas.

          Una avalancha se escuchó en la calle y todos miraron a la puerta de las cocinas, donde pareció Alejandro, mientras Hixem se colocaba los cierres de esa prenda con capucha; cogió dos espadas cortas de dos soldados derrotados y las colocó cruzadas en los enganches de los cintos de su espalda, mientras se ponía la capucha.

-         ¿Estás listo, Hixem? No sé cómo, pero la puerta del Alcazar se ha abierto… La guardia se dirige hacía allí… ¡Es el momento de entrar!

          El chico salió fuera y montó en el caballo que traía Alejandro. Pudo ver con horror como, los chicos que había en el mercado con la ayuda de los guardias califales, estaban consiguiendo a duras penas sofocar esas revueltas, aunque los cadáveres de inocentes y de soldados de ambos bandos se amontonaban en las calles… Alejandro corrió hacia la plaza a ayudar a los pocos chicos que quedaban en pie.

-         ¡Hixem!- gritó Sara desde dentro de la casa haciendo que el chico la mirara.- Por favor, ayuda a Samira.

           Otra vez, sin pensárselo, Hixem cerró los ojos para recordar la cara de Samira; esa chica que la visitaba entre sueños y que Jezabel decía que había sido su vinculo con este mundo para que el rito funcionara y pudiera volver… Quedaba algo por hacer, no podía irse sin verla una vez más… Arreó a la montura y comenzó a galopar con destino al Alcazar… 

                         (CONTINUARÁ)

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