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El curso (2)

en Hetero: Infidelidad

-         Ah, ¿me estabas esperando?- escribí sonriendo ante la impaciencia demostrada por Carlos.

-         Bueno, no me refería a hoy, sino a que Mabel me dijo que no tenías cuenta de msn.

-         Vaya, que esta Mabel habla demasiado, jaja.

-         No es nada malo lo que dice de ti… Si le hiciera caso, poco más que serías la mujer perfecta.

-         Sí, bueno… Creo que tiene vocación de celestina; está empeñada en emparentarnos. Dice que yo te gusto- lancé una carga de profundidad, amparada en la distancia del chat, cosa que no me hubiera atrevido en persona.

-         No anda desencaminada, Raquel. La verdad que me gustas, eres una mujer muy atractiva.- contestó con una rapidez que volvió contra mí, toda la osadía de mi aseveración.

-         Vaya, eres un halagador… A más de una habrás embaucado con tu palabrería.

-         No me puedo quejar pero, créeme, éste no es el caso… Que yo sepa, no te he tirado los trastos… Todavía.

-         ¿Todavía? Jajaja; ¡que cara tienes!

-         ¿No te puedes permitir una amistad con un hombre sin creer que pretenda nada más?

-         Has sido un poco borde, ¿no?

-         No, no… No me malinterpretes; ¿ves? Por esto no me gusta hablar por aquí para conocer a una persona… El lenguaje escrito obvia cualquier muestra de tono, por lo que no puedes ver si estoy hablando en serio o simplemente…

-         Bueno, quizás tengas razón… Lo siento, por prejuzgarte, pero cumples todos los requisitos para ser un…

Por un momento dejé de escribir para ver su reacción, ante la frase que había dejado colgada; no tardó en contestar ni diez segundos. Parece que estaba tan interesado en la conversación como lo estaba yo.

-         ¿Un qué…?

-         Tendrás que torturarme para que confiese… ¿Recuerdas?- contesté usando la misma frase que había usado él, cara a cara.

-         Eres una rencorosa, jaja…

-         Digamos que, simplemente, como buena jugadora de póker, sé usar mis cartas, jaja.

-         Vaya, ¿juegas al póker? Jaja…

-         ¿De que te ríes ahora?

-         Nada, nada… Es que te he imaginado con tu puro, tu vaso de whisky y tus cartas, jajaja.

-         Sí, claro… Y el caballo en la puerta, ¡no te jode!

-         Jajaja, pero, ¿qué lenguaje es ese en una señorita?

-         Si es que me pones de los nervios…- escribí un poco molesta.

-         Bueno, por lo menos, todo esto ha servido para romper esa coraza que tenías.

-         ¿A que te refieres?

-         A que, en menos de diez minutos que llevamos hablando, ya hablas conmigo de forma natural, sin parecer llevar un escudo anti-misiles.

Me quedé pensando, releyendo una y otra vez sus palabras; la verdad, que estaba teniendo con él una conversación bastante más amena que con mi marido en los últimos meses. Sonreí como una boba, ante la sensación que provocaba ese hombre en mí; ya no era una simple atracción física, sino un vinculo que me hacía salir de mi monotonía.

-         ¿Estás ahí?- escribió Carlos, ante los segundos de silencio en su pantalla.- ¿Te ha molestado lo que he dicho?

-         No, no… Me ha gustado mucho. La verdad, que me gusta hablar contigo; bueno, contigo y con Mabel… Será por eso de la coraza.

-         Jaja… Entonces, ¿me lo vas a decir?

-         ¿El qué?- dije, sin saber muy bien de lo que hablaba.

-         Antes me has dicho que tenía todos los requisitos de ser un… Y no has acabado. Dímelo.

-         Bueno, por la pinta y tu forma de comportarte al principio, parecías el típico ligón de discoteca… Pero he de admitir que cuando dijiste lo de la casa rural y eso, me sorprendiste…

-         Las apariencias engañan… No todo es lo que parece, nunca debes de fiarte de tus instintos.

-         Buff, que profundo eso, ¿no?

-         Sí, parece que me pones filosófico, jaja. Pero es una máxima que siempre he seguido, y no me ha dado mal resultado.

-         Bueno, creo que lo justo es que ahora me lo digas tú… Lo que no te atreviste a decirme el otro día. ¿Qué es lo que yo te parecía?.

-         No sé, no quiero que te ofendas.

-         ¿Tan malo es?

-         No sé; ¿es malo escuchar la verdad?

-         Estás muy seguro de ti mismo, ¿no? A ver, que es lo que te parecí a primera vista…

-         A ver, allá voy: me pareciste una mujer que está harta de ser ama de casa, insegura de sí misma hasta limites que le hacen dudar de si será capaz de demostrarse a sí misma que sirve para algo más que vivir al lado de su marido. Seguramente, ese marido sea un retrogrado que siempre le ha gustado tener a una Barbie al lado como si fuera una muñeca de porcelana. Pero en tus ojos vi la insatisfacción de resignarse a eso y, por eso, te has apuntado a este curso: más por demostrarte a ti misma de lo que eres capaz, que a la gente que te rodea…

No me podía creer lo que estaba leyendo; por mucho que tratara de negarlo, aquello era como si Carlos hubiera estado dentro de mi cabeza; era increíble como había captado mi personalidad. No sabía como contestarle. Mis manos temblaban sobre el teclado, mientras tragaba saliva.

-         Madre mía…- escribí por fin

-         ¿He acertado?

-         Bueno, has sido un poco bestia, pero… Madre mía.

En ese momento, escuché el coche de mi marido aparcando en el garaje; me puse nerviosa como si estuviera haciendo algo malo. Bueno, en verdad,  quizás si estaba haciendo algo malo… Porque me sentía muy atraída por ese hombre que me hablaba  a través de la pantalla del ordenador de mi marido.

-         Tengo que cortar… Ha llegado mi marido.

-         Vale, pero ¿te puedo pedir una cosa?

-         Rápido, ¿Qué cosa?

-         Mañana,  en vez de llegar a las nueve como siempre, llega a las ocho y media para tomar un café conmigo, en la cafetería de siempre…

El ruido de la puerta abriéndose me puso más nerviosa aún; no sabía muy bien que contestar porque sabía que, aceptar su invitación, era dar un paso muy importante en ese juego que me había aconsejado Mabel.

-         ¿Qué contestas?- vi escrito en la pantalla el mensaje de Carlos.

-         De acuerdo… A las ocho y media, allí.- contesté sin pensarlo mucho.- Me voy ya. Adiós…

-         Adiós, guapísima.- leí antes de cerrar la sesión, segundos antes de que la puerta del despacho y entrando mi marido.

Yo abrí una carpeta de fotos de las vacaciones, de donde había sacado la foto en bikini que había puesto de avatar en el msn, para disimular.

-         Buenas noches, cariño. ¿Qué haces aquí?

-         Pues estaba viendo fotos de las vacaciones…- dije disimulando y levantándome para darle un beso a mi marido.

El mismo beso frío de cada noche; normalmente mi marido no era muy efusivo, pero esa noche se había juntado con mi desgana, al tener mi cabeza ocupada con la conversación de Carlos.

-         Bueno, sigue si quieres… Yo voy a darme una ducha, y luego me preparas la cena, que me quiero ir a la cama pronto.

-         Vale, ya he acabado… Ya voy a la cocina.

Javier salió del despacho hacia el cuarto de baño, mientras yo suspiraba de desidia frotándome los ojos. En ese momento, decidí que no hacía daño a nadie por querer tener una amistad con ese chico. Iba a conocerlo con todas las consecuencias; necesitaba sentir que interesaba a alguien… Y Carlos me hacía sentir así.

Preparé una tortilla francesa y unos filetes de lomo para él; una ensalada y unas piezas de fruta para mí. Cuando salió de la ducha cenamos viendo el televisor sin cruzar ni una palabra: “¿Qué tal cariño?”, “¿Cómo te ha ido el curso?”, “Estás muy guapa esta noche”… Nada. Sus filetes, su tortilla y su televisor… ¿Cómo era posible que, de la noche a la mañana, me hubiera dado cuenta que Javier no me tenía en cuenta para nada? Llevaba meses viviendo en una burbuja que me impedía ver el distanciamiento entre nosotros.

Recogí la mesa, mientras él se echaba en el sofá a seguir viendo un aburrido programa sobre economía y política del Canal Intereconomía.

-         Me voy a la cama, cariño… Mañana empiezo el curso más temprano.

Ni caso. No contestó siquiera y ni quitó los ojos de la pantalla… Pero, en contra de lo podáis pensar no me enfadé, simplemente me resigné a lo que me había tocado vivir; pero, al menos, ahora con el curso, tenía otra vida que me ayudaba a evadirme.

                             ***********

A la mañana siguiente, cuando sonó mi despertador, Javier todavía estaba durmiendo; me levanté de su lado y me dirigí a la ducha. Empecé a espabilarme cuando el agua templada comenzó a caer sobre mi cuerpo desnudo. Me dí cuenta que estaba excitada sólo de pensar en que había quedado con otro hombre; no había ningún componente sexual en la cita, pero el hecho de saber que me estaba preparando para encandilar a Carlos, me tenía cardiaca.

Frente al armario, empecé a pasar las perchas para observar las prendas que podría ponerme. Entonces, se me ocurrió que ya estaba bien que querer aparentar ser lo que no quería ser: cogí una vaqueros bastante ceñidos que usaba cuando iba a la compra, una camiseta ancha que dejaba al aire uno de mis hombros y unas zapatillas cómodas. Me miré al espejo y dí un poco de color en la cara, pero sin llegar a maquillarme como lo hacía normalmente. Me recogí mi pelo en una coleta baja que caía sobre mi espalda y bajé las escaleras hacía la cocina.

Esa mañana me sentía particularmente activa y exprimí un par de naranjas para hacerme un zumo y me preparé un sándwich de pavo en pan integral. Comí en silencio, sentada en la cocina mientras ordenaba mis pensamientos, y después me levanté para dirigirme a la puerta.

Al pasar junto al mueble de la entrada, cogí mi monedero y las llaves del coche. Salí a la calle con las primeras luces de la mañana y la luz de las farolas aún encendidas. Me dirigí hacía la cochera, pero vi como desde el fondo de la calle se acercaba el autobús del barrio, que llevaba al centro de la ciudad. Sonreí, me guardé las llaves en el bolsillo y crucé la calle hacía la parada. La gente que esperaba en la parada el autobús a esas tempranas horas para ir a trabajar, pensarían que estaba loca por llevar esa sonrisa… Me daba igual; llevaba desde que me casé sin coger un autobús urbano y, para mí, era otra método de liberación.

Me subí al bus, pasé por el pasillo hasta que encontré un asiento vacío, y notando como los hombres me devoraban con los ojos, mirando mi culo apretado en esos vaqueros.

Llegó mi parada mientras yo jugueteaba con un estúpido juego de mi teléfono móvil; bajé, atrayendo de nuevo las miradas de mis compañeros de viaje, y me dirigí hacia la cafetería en la que había quedado con Carlos. Mi corazón latía desbocado y, mas aún, al ver la moto aparcada en la puerta.

Allí estaba él, apoyado en la barra, charlando con el camarero y dándome la espalda; llevaba unos vaqueros que le sentaban de muerte y una camiseta que, como la del día anterior, marcaban su musculosa espalda y sus fornidos brazos.

-         Buenos días.- dije interrumpiendo la conversación que tenía él con el camarero.

-         Buenos días.- dijo él girándose para quedarse callado al verme vestida de manera tan informal.- Vaya, Raquel, estás…

-         Sí, ridícula ¿verdad?- le dije un poco avergonzada.

-         En absoluto… Estás mucho más guapa que de costumbre.

-         Vaya no sé si eso es bueno o malo, Carlos.

-         Primera lección…- dijo cogiéndome del brazo como una pareja de ancianos y dirigiéndonos hacía una de las mesas del local.- Si tú te sientes cómoda y atractiva, no hace falta lo que te digan los demás.

-         La verdad, que estaba un poco cansada de tacones y faldas…

-         Y ese vaquero no te queda nada mal, ¿sabes?

-         ¡Oyeee! No seas tan lanzado…

-         No me estoy lanzando sólo pienso que te queda muy bien… Me gustan mucho más las mujeres naturales, sin tanto artificio.

El camarero trajo los dos cafés que habíamos pedido y seguimos charlando sobre nosotros, nuestras vidas, nuestros proyectos y nuestro futuro; Carlos me sorprendió por la capacidad de análisis que tenía, cada cosa que yo le contaba parecía ya haberla pensado él antes. También me sorprendía la seguridad que tenía en sí mismo y mi capacidad de superarme. Era como una vitamina para mi moral; una persona muy especial… Y tengo que aclarar que durante toda esa hora que estuvimos en la cafetería, llegando tarde al curso, no hubo ni una sola referencia sexual, ni ningún intento de acercamiento físico por su parte.

Cuando nos dimos cuenta de la hora y de que se había hecho tarde, pagamos corriendo y salimos a toda prisa como dos colegiales hacia el curso… Al entrar en clase, yo primero y Carlos tras de mí, Mabel me miró con cara de sorpresa y una sonrisa en los labios. Nos sentamos cada uno en su sitio, tras disculparnos con el profesor del curso, y volvimos a nuestras clases.

-         ¿No tienes nada que contarme?- me requirió Mabel nada más sentarme a su lado.

-         Pues no, sólo hemos tomado café, juntos…

-         O sea, ayer lo agregas a tu cuenta de msn y hoy ya has quedado con él “para tomar café”.

-         Pues es la verdad…

-         Ya, y tampoco tiene nada que ver en que vengas con vaqueros y con el pelo recogido…

-         Bueno, en eso quizás tienes tú mucho más que ver… Tenías razón en lo que necesitaba mirar un poco más por mí…

-         ¿Yo te dije eso? Bueno, me alegro que haya funcionado…

La clase se me hizo bastante más amena ese día, en parte por haber llegado casi una hora tarde y, en parte, porque el recuerdo de la conversación con Carlos me tenía lo suficientemente entretenida como para no prestar mucha atención. Mabel y yo salimos de clase y Carlos no tardó en ponerse a nuestra altura.

-         Hola Mabel…- saludó educadamente Carlos, poniéndose al lado de amiga.- ¿Quieres que te llevé hoy a tu casa también?

Mabel me miró como pidiéndome permiso, cosa que me hizo reír porque me atribuía ya una especie de derecho de pernada sobre nuestro amigo; yo asentí, de forma disimulada, para que Carlos no se diera cuenta.

-         Pues si no te molesta…- contestó Mabel a Carlos cogiéndose de su brazo.- Pero esta vez, si puede ser, ve un poco más despacio.

-         De acuerdo, lo que usted diga, jefa…- bromeó Carlos, mientras llegábamos ya al aparcamiento.

Carlos se giró hacía mí, sin soltar a Mabel del brazo, y me sonrío de forma pícara. Yo devolví la sonrisa de forma involuntaria, sin saber muy bien que sentido tenía aquello.

-         ¿Te espero esta noche?- dejó caer como una bomba delante de Mabel.

-         ¿Cómo?- dije sin captar a lo que se refería.

-         Que si te espero esta noche en el msn…- aclaró mientras Mabel esbozaba una sonrisa.

-         No… No sé…- dije algo nerviosa.

-         Bueno, yo te esperaré por si acaso.- dijo mirando otra vez a Mabel.- ¿Y tú? ¿Ya no te conectas?

-         Sí, sí… Lo que pasa que ayer me fallaba la conexión.- mintió Mabel, porque yo sabía perfectamente que no se había conectado para provocar la conversación entre Carlos y yo.- ¡Ah! Raquel, dame tu número de teléfono, por si te quiero llamar algún día.

-         Toma…- contesté ofreciéndole una tarjeta de visita que llevaba en el monedero.

-         ¿Para mí no tienes una de esas?- preguntó Carlos mirando la tarjeta.

-         Tú te la tienes que ganar, guapo…- contestó Mabel por mí, provocando la risa de los tres.- Y ahora, vámonos ya que tengo que recoger al niño del colegio…

Subieron los dos a la moto de Carlos y se fueron, mientras Mabel me saludaba con un gesto de su mano diciéndome que me llamaría después.

                                         *************

Así pasaron algunos días del curso, y la confianza entre Carlos y yo era cada vez mayor, sin querer sobrepasar en ningún momento el límite. Me sentía muy a gusto en su compañía con la tranquilidad de que, si bien sabía que él me miraba como mujer, nunca hizo ningún comentario sobre ello. En cierto modo, y aunque me llaméis loca, su actitud me hería en el orgullo por no ser capaz de despertar sus instintos. “Nunca te dejes llevar por tus instintos” recordé que me dijo un día; y tengo que admitir, que él se aplicaba su propio consejo de manera admirable.

Durante esa semana, nuestras conversaciones por msn cada noche, se habían convertido en algo habitual. Los días que mi marido estaba en casa y no podía hablar con Carlos, daba vueltas por la casa como una loba. Me había hecho adicta a leer sus “buenas noches” en mi pantalla, antes de irme a la cama con mi marido.

Ese día en particular, me levanté un poco ansiosa porque la noche anterior me fue imposible hablar con Carlos por msn, además de que el día anterior él no había ido al curso por motivos desconocidos. Me dí cuenta que en cualquier momento podía perder el contacto con él y, ni siquiera, le había dado mi teléfono… A esas alturas, era estúpido negar que me sentía muy atraída por mi compañero de clase.

Llegué a clase casi una hora antes en el autobús urbano, como hacía cada día desde nuestra primera cita ante las protestas de mi marido, y vi la moto de Carlos aparcada en la puerta de la cafetería como en nuestra primera cita… Entré con una sonrisa de impaciencia para ver a Carlos sentado con Mabel en una de las meses tomando café; en el fondo, creo que la presencia de mi amiga me sirvió de freno, porque de buena gana me habría lanzado a los brazos de Carlos, sin importarme las consecuencias.

-         Vaya, Raquel, buenos días…- me saludó Mabel con un gesto simpático.

Al decir esa frase,  Carlos se giró para verme pues no se había percatado de mi llegada; me encantó como le cambió la cara al verme, porque denotaba la misma ansiedad que yo tenía. No dijo una sola palabra, pero al cruzarse su mirada con la mía hubo una química que me hizo estremecer. Y es que nos habíamos acostumbrado a vernos todos los días, excepto los fines de semana, y se nos hacía extraño el faltar algún día a la cita.

-         Te pediré un café, ¿vale?- dijo Carlos muy amable, levantándose de la silla y dejándome su sitio, mientras se dirigía a la barra de la cafetería.

-         Sí, por favor… Sólo con hielo, ¿vale?- le agradecí, levantando él su dedo pulgar como signo de confirmación.

-         ¿Y bien…?- me preguntó Mabel al quedarnos a solas.

-         Y bien, ¿qué?- dije con una sonrisa por sabía por donde iban los tiros.

-         Mira, no es el momento de hablar, porque Carlos está aquí, pero esta tarde te llamaré y nos vamos de compras. Tenemos que ponernos al día de tus avances.

Asentí con un gesto cómplice, mientras Carlos llegaba a la mesa con mi café sólo en una mano y en la otra la copa con hielo.

-         ¿De qué hablabais?- preguntó él, interesado por seguir nuestra conversación.

-         De nada…- disimuló Mabel.- Estaba quedando con Raquel para ir de compras esta tarde. ¿Por qué no te vienes?

Yo la miré sorprendida porque si una de las causas por las íbamos a quedar era para charlar las dos a solas sobre Carlos, veía absurdo invitarlo a que viniera con nosotras; pero también sabía que Mabel no daba puntada sin hilo, así que le seguí la corriente esperando la respuesta de nuestro amigo.

-         Lo… Lo siento, pero tengo un compromiso esta tarde…- dijo algo nervioso lo que me extrañó mucho porque nunca lo había visto a la defensiva.

-         Bueno, no pasa nada… Otro día será…- dijo Mabel mientras me golpeaba por debajo de la mesa, para que estuviera atenta a su actitud.

Terminamos de tomarnos el café, cambiando de tema para que Carlos se sintiera más cómodo, puesto que había algo que le preocupaba y no sabía adivinar lo que era. Poco a poco, se fue tranquilizando y volviendo a ser el de siempre, pero había creado una honda preocupación en mí.

La clase pasó entre explicaciones sobre estrategias de marketing y miradas entre nosotros como si tratáramos decirnos algo; en un momento dado, me sonrió y me guiñó un ojo, lo que me tranquilizó un poco pero estaba deseando de estar a solas con él para que me contara lo que le pasaba. Pero unos minutos antes de que acabara la clase, sonó su teléfono móvil y, pidiendo disculpas al profesor, recogió sus cosas y salió del aula.

Yo no pude evitarlo y me levanté para ir detrás suya hacían el exterior de la clase; cuando salí, Carlos ya no estaba en el pasillo… Se me estaba yendo todo de las manos, algo gordo tenía que pasarle porque no tenía ningún sentido su cambio de actitud. No podía decir que me había utilizado y aprovechado de mí, porque entre nosotros no había pasado nada, así que me resigné a esperar a ver si esa noche se conectaba para charlar con él.

Me había quedado sentaba en un banco del pasillo hasta que acabó la clase y Mabel sacó mis cosas, dándome un beso en la mejilla.

-         Toma, aquí tienes tus cosas. ¡Ah! Ha sonado tu móvil hace un momento.- dijo con cariño y atusándome el pelo.

Con desidia, abrí mi bolso para sacar el teléfono móvil y ver un mensaje recibido de un número desconocido; lo abrí con curiosidad:

“Siento mucho haberme marchado así. Tenía ganas de hablar contigo, perdóname, pero tengo un problemilla con el trabajo, nada grave… Esta noche te espero. Un beso. Carlos”

No puedo decir que el mensaje me tranquilizara, pero al menos me demostró que el problema no era conmigo; ¿a quien quería engañar? No era tan egoísta como para no preocuparme, a pesar que no fuera problema mío.

-         Lo siento, yo le dí tu teléfono…- dijo Mabel, y cogiéndome del brazo para impedir que llamara a Carlos.- No lo llames, Raquel…

-         ¿Tú sabes lo que le pasa?- dije preocupada y mirando a los ojos a mi compañera.

-         No me ha querido decir nada durante el desayuno; pero creo que está preocupado por algo, pero no es por ti.

-         ¿Cómo lo sabes?- dije interrogando a Mabel.

-         Joder, pues por cómo te ha mirado al llegar; cómo habla de ti y cómo me ha preguntado si ayer preguntaste por él…

-         ¿Y qué le has dicho?

-         ¿Qué querías que le dijera? ¡Pues la verdad!- musitó Mabel, bajando la voz para que no nos oyeran los demás.- Que estuviste toda la mañanita, dando por culo preguntando por él a todos los compañeros.

-         ¿Y por qué le dijiste eso? ¡Por dios!- gemí un poco asustada por la impresión que Carlos tendría de mí.

-         No seas tonta, Raquel… Estás loca por él. Hace tiempo que habéis pasado el límite del juego de seducción para tener algo más fuerte entre vosotros…

-         Pe…Pero yo estoy casada y no p…

-         ¿Eso me lo dices a mí? ¿O tratas de autoconvencerte?- me cortó mi amiga.- No sé como estarán las cosas en tu casa, pero la gente tiende a buscar fuera lo que no tiene en casa.

-         Yo… Yo nunca le he sido infiel a ninguna de mis parejas…

-         Bueno, mira no pienses en nada malo. Ahora vete a casa y descansa; esta tarde te llamo y nos vamos de compras… Que eso siempre anima, ¿no?

-         Vale…

-         Anda, corre… ¡Que vas a perder el autobús!

Subí al autobús tras darle un beso en la mejilla a Mabel; la verdad que no recordaba cuando tiempo hacía que no tenía una amiga con la que pudiera hablar de mis preocupaciones. Y es que las amistades, que había conocido con mi marido en sus fiestas de sociedad, sólo hablaban de joyas, coches, viajes, tratamientos de estética y otras cosas superficiales. Así que, en menos de dos semanas, había encontrado tanto una amiga con la que desahogarme como un hombre que había hecho temblar los cimientos de mi matrimonio.

Llegué a mi casa y me sorprendí de ver el coche de mi marido aparcado en la puerta, puesto que los viernes solía tardar bastante más por las reuniones dela JuntaDirectiva.Abrí la puerta con cuidado y dejé la carpeta y me bolso en el lujoso hall.

-         Javi, ¿estás aquí?- pregunté

-         Sí, cariño… Estoy haciendo las maletas, que salgo de viaje dentro de tres horas; ha surgido un imprevista en la oficina de Barcelona y tengo que ir sin falta…

-         Vaya, ¿y es mucho tiempo?- dije preocupada, porque una cosa es que las cosas fueran regular con él y otra que me gustara que estuviera fuera.

-         No, no sólo el fin de semana…- me dijo mientras doblaba fatal una de sus camisas para meterla en la maleta.

-         Anda, déjame a mí; que vas a llegar a Barcelona mañana y con la ropa hecha un asco.- le reñí quitándole otra prenda de sus manazas.

-         Muchas gracias, cariño…- me dijo dándome un beso en el cuello desde atrás.- Mientras me voy a dar una ducha. ¿vale?

-         Sí, mejor… Así ahorras tiempo que vas a perder el avión…

Javier se metió en el baño y segundos después escuché el agua de la ducha caer; yo me afanaba en organizar aquella desastrosa maleta, pero decidí sacar toda la ropa y empezar de nuevo. Al quitar la ropa para organizarla mejor, me encontré en el fondo de la maleta un teléfono móvil, que no era el de mi marido. Me extrañé muchísimo y lo cogí con desconfianza.

Abrí la agenda y no había nada más que un nombre guardado y yo ponía “Su”; en un principio pensé que sería un teléfono de empresa, pero observé que el buzón de mensajes estaba lleno… Sé que quizás no debía de haberlo hecho pero la curiosidad me pudo.

“Me encantó la noche que pasamos en Mallorca…”; “No puedo aguantar sin verte otra noche…”; “Tenemos que tener cuidado, Raquel puede sospechar algo…” “¿Cuándo volvemos a la isla…?”. Eran algunos de los mensajes que se intercambiaba con aquella desconocida. Sin poder creérmelo, y mientras seguía escuchando el agua de la ducha caer, busqué en su cartera de mano el sobre con el billete hasta que lo encontré. “Aeropuerto Internacional Son Sant Joan (Palma de Mallorca) “, ponía en los billetes, porque eran dos los billetes.

Todo encajaba ahora; el aumento de sus reuniones en los últimos meses, los continuos viajes, su desgana en el terreno sexual conmigo… ¡Javier me estaba siendo infiel! En ese momento no puedo decir que me pusiera celosa, ni histérica porque estaba en shock. Yo preocupaba por el acercamiento que tenía con Carlos y este hijo de puta estaba liado con otra mujer… Respiré hondo y creo que, por una vez, apliqué perfectamente el consejo de Carlos de no dejarse llevar por los instintos.

Porque mi instinto me decía que entrara en el baño y echara un secador enchufado dentro de la ducha para freírlo… Pero, como ya he dicho, la imagen que venía a mi cabeza era Carlos. Y decidí razonar fríamente y dejar pasar por hoy la pelea. Que Javier se fuera a Mallorca con esa furcia que yo iría a por Carlos, porque ahora ninguna objeción moral me lo impedía.

Tenía un fin de semana para mí sola y pensaba aprovecharlo, y ya habría tiempo de plantearle el divorcio a este mal nacido. Me sentía humillada por haber sido engañada, cuando le había entregado toda mi vida por sus estúpidos amigos.

Coloqué las cosas de nuevo como estaban, para no levantar sospechas, y justo cuando Javier salía de la ducha, yo estaba cerrando la maleta.

-         Vaya, que rápida eres, cariño… Muchas gracias.- me dijo el desgraciado dándome un beso en la mejilla.

-         Bueno, cuanto antes te vayas, antes vuelves, ¿no?

-         Jajaja, ojala fuera así de fácil, pero ya sabes lo que son los negocios, veremos a ver si no se alargan más días.

¡Que hijo de puta! pensaba yo…

-         Bueno, ahora voy yo a darme la ducha, ¿vale?- dije mientras comenzaba a desnudarme delante de él.

-         Muy bien, yo voy a ir llamando al taxi; dame un beso por si cuando salgas ya no estoy…- me dijo con una sonrisa de autosuficiencia en la cara. ¡Si él supiera que lo sabía todo!

Me acerqué con mi cuerpo desnudo y le besé en los labios, muy suave… Fue como un beso de Judas, porque me supo a hiel pura.

-         No trabajes mucho y tráeme algún recuerdo de Barcelona, ¿vale?- dije con sorna para ponerlo en un compromiso.

-         Anda, vete a la ducha.- dijo dándome un azote en el culo desnudo.- Ya sabes que apenas tengo tiempo de salir a hacer turismo, pero lo intentaré…

Me metí en el cuarto de baño y cerré la puerta; tuve que hacer un esfuerzo para no gritar de rabia pero, de nuevo, me controlé. Mi marido se iba y yo tenía un fin de semana para conseguir mi objetivo: seducir a Carlos…

Cuando salí de la ducha me eché en la cama, totalmente desnuda para dar una cabezada. Mi marido ya se había marchado y yo ni siquiera recordaba que no había almorzado nada. Supongo que la tensión provocada con el descubrimiento de mis cuernos, me habían quitado el apetito… Me quedé dormida a los pocos minutos.

Me desperté unas dos horas después sobresaltada por el sonido incesante de mi teléfono móvil. Miré la pantalla, estando un poco adormilada, para ver que era mi amiga Mabel.

-         Dime…- dije con una reconocible voz de sueño.

-         No me digas que estabas dormida, jajaja…- rió ella al otro lado del auricular.

-         Bueno, sí… Pero ya estoy duchada y todo. Cuando tú me digas quedamos…

-         Vaya, que cambio de actitud respecto a esta mañana, ¿no? ¿Has tomado vitaminas?

-         Ya te contaré cuando quedemos; que te vas a caer te culo…

-         ¿Ah si? Pues quedamos dentro de una hora, ¡que son ya las seis de la tarde!

-         Vale, vale… Lo que tarde en vestirme, ¿dónde quedamos?

-         En la puerta principal de Zara, y ya desde allí decidimos donde vamos…

-         Perfecto, ahora nos vemos. Adiós.- dije cortando la comunicación.

Me levanté muy descansada y cómoda al estar totalmente desnuda; abrí las puertas dobles del vestidor y decidí que me iba a vestir de forma provocativa porque tenía ganas de demostrarme que mi cuerpo valía la pena enseñarlo. Camisa blanca semitransparente, mostrando un sujetador negro, y una mini falda vaquera con unas sandalias romanas.

Salí de mi casa y esta vez cogí el coche que me había regalado mi marido para llegar con tiempo. Aparqué en un parking público de la zona comercial del centro y me dirigí hacia el lugar donde había quedado con Mabel. Veía a algún que otro hombre girarse para mirarme y eso me llenaba de orgullo.

-         ¡Raquel!.- escuché la voz de Mabel desde la puerta de la tienda en la que habíamos quedado.

Me acerqué al lugar de donde provenía la voz hasta que la encontré.

-         Hola, nena…- me saludó dándome dos besos en las mejillas.- ¿Por dónde empezamos?

-         Por tomarnos una cerveza que tengo muchas cosas que contarte…

-         Huy, compras y chismes… ¿Dónde has estado el resto de mi vida?- dijo riendo y cogida de mi brazo en dirección al primer bar que encontramos.

Nos sentamos en una mesa de la terraza con nuestras cervezas frías en la mesa y las miradas de muchos de los hombres, que esperaban a que sus mujeres acabaran de comprar, clavadas en nosotras.

-         Bueno, a ver… ¿Me notas algo en la cabeza?- dije con una naturalidad que hasta me sorprendió a mi misma.

-         Pues… Llevas el mismo peinado de siempre y no llevas esa coleta que siempre llevas en clase… No sé… ¿El qué tengo que notar?

-         Pues digamos que hace unas horas que he estrenado unos cuernos en mi cabeza…

-         ¿QUÉEEE?- gritó mi amiga levantándose de la silla y acaparando las miradas de la terraza entera.

-         Siéntate, por dios, y te lo cuento…- dije cogiéndola del brazo para hacerla sentar.

-         Pero… Pero, o sea… Tu maridito tenía una aventura… Madre mía. Te lo dije, ¿a qué sí?- parloteaba apresuradamente mi amiga, que trataba de decir todo lo que pensaba de una sola vez.- ¿Cómo ha sido? ¿Te lo ha contado él?

-         Si me dejas hablar, te lo podré contar…- reí dejando perpleja a Mabel por la forma en la que me había tomado la infidelidad de mi marido.

-         Vale, vale… Me callo y escucho.- dijo apoyando los codos en la mesa y poniendo un gesto de total atención a mis palabras.

Le dí un sorbo a mi cerveza, tomándome mi tiempo y, sonriendo ante la mirada que me echaba Mabel. Quizás era la mujer más rara del mundo pero me gustaba la sensación de tranquilidad que me daba el hecho de que mi marido estuviera con otra. Absurdo, ¿verdad?

Le conté todo a mi amiga, que escuchaba cada una de mis palabras con cambios de humor: cómo descubrí el teléfono móvil con los mensajes de esa tal “Su”, cómo hablaban de su nidito de amor en Mallorca y cómo encontré los billetes con destino a la isla, en lugar de a Barcelona como él me había dicho. Mabel no entendía como pude reaccionar con tanta frialdad y sosiego sin confesarle a Javier lo que había descubierto.

-         Yo lo habría despellejo vivo…- dijo mientras daba una palmada en la mesa.

-         A veces no puedes dejarte llevar por tus instintos.- contesté dándole otro sorbo a mi cerveza.

-         ¿Pero que instintos, ni que instintos? O sea, te pone los cuernos tu marido; lo pillas con los billetes en la mano… ¿Y no le arrancas la cabeza?

-         Bueno, supongo que he decidido analizar las cosas. Si le hubiera dicho algo, no se hubiera ido de viaje, cuando el mal ya estaba hecho.

-         Claro, y mientras tú analizas las cosas, tu marido se está follando a otra en Mallorca…

-         Pero eso ya lo ha hecho antes, ya no hay vuelta atrás; y así, tengo un fin de semana entero para preparar todo y dar rienda suelta a todo lo que llevo guardando últimamente…

-         ¿Lo que te estás guardando últimamente? ¿Te refieres a Carlos?

Asentí mirándola a los ojos y esperando su alegría porque por fin le confesaba que estaba enamorada de Carlos y que sería capaz de dejarlo todo por él. Pero no fue eso lo que recibí de ella; me cogió de la mano muy suave y devolviéndome la mirada, comenzó a explicarme.

-         Mira, Raquel…Sé que ahora, no ves las cosas con mucha claridad, pero no puedes lanzarte a los brazos de Carlos así como así. No lo puedes hacer participe de un divorcio sin saber lo que de verdad siente él por ti.

-         Él ha llegado a confesarme que le gusto mucho…- traté de defenderme viendo como, quizás, mi amiga tenía razón.

-         Pero “gustar mucho” no quiere decir “el resto de mi vida”, cariño. Eres una mujer joven y muy guapa, así permítete el lujo de darte una aventura sin más complicaciones…

-         Bueno, yo no he dicho que vaya a casarme con él…

-         Nena, sólo te digo que no te impliques tanto; que vivas la vida. Por supuesto, métele unos buenos cuernos a tu marido… Y si es con Carlos, pues mejor. Pero sólo que tengas cuidado.

-         Muchas gracias, Mabel… Hace dos semanas nunca hubiera imaginado que tendría tanta confianza contigo.

-         Es que soy muy simpática y me hago querer.- bromeó Mabel levantándose de la silla y dejando el dinero de las cervezas sobre la mesa.- Y ahora, vamos de compras que vamos a parecer Julia Roberts en Pretty Woman… Pero más putas, jaja.

Estuvimos cerca de tres horas de compras, en las que no me privé de nada para aprovechar las últimas ventajas de la tarjeta de crédito que Javier me daba para mis cosas… El polvo en Mallorca le iba a salir bien caro; negociar un divorcio ventajoso para mi sería bastante difícil con su legión de abogados, aunque la verdad su infidelidad estaba de mi parte. Pero a lo que no renunciaba era a todos los caprichos que me iba a permitir ese fin de semana, antes de que se desatara la tormenta.

Salimos de la zona comercial y nos dirigimos a mi coche para soltar todas las bolsas de compras; había logrado convencer a Mabel para quedarnos un rato a cenar y tomarnos una copa, puesto que ese fin de semana su hijo estaba con su ex marido. La verdad que, en contra de lo que pueda parecer, Mabel era muy casera y me costaba la misma vida mantenerla fuera de su casa.

-         Vale, una cena y una sola copa, ¿de acuerdo?- dijo dejándose convencer por mis gestos de niña pequeña.- Desde luego, porque eres una cornuda y tengo que cuidarte si no… Jajaja.

-         Vaya… Nunca había pensado que una infidelidad me sirviera de tanto.- bromeé agarrándome los supuestos cuernos que adornaban mi cabeza.- Vamos primero a tomar una  copa que aún es temprano para comer…

Llegamos a otra de las zonas de terrazas de la zona comercial; me guiaba Mabel, puesto que yo, acostumbrada a los restaurantes de lujo donde me llevaba mi marido, no estaba muy acostumbrada a bares de copas ni de raciones de comida. Pero me dí cuenta que yo pertenecía a ese mundo: al bullicio de la gente riendo en la puerta de los bares, al olor a fritanga que desprendían las cocinas, a niños que corrían entre las mesas jugando con lo primero que pillaban.

Uno de esos críos tropezó justo delante de nosotras y comenzó a llorar escandalosamente. Yo me apresuré a levantarlo del suelo y sacudirlo de la suciedad que manchaban sus pequeños pantalones vaqueros.

-         Ya está, amor. No ha pasado nada.- le decía acariciándole la mejilla al chico, de unos cinco años, que lloraba con amargura.

-         ¡Adrián!.- escuché gritar a la madre, supongo, que se acercaba a nosotras corriendo alarmada por el llanto de su pequeño.- Muchas gracias…

Era una chica de mi edad, más o menos, con el pelo corto rubio y unos vaqueros y una blusa desabotonada. Me gustó mirarla por el hecho de ver a alguien de mi edad con su vida totalmente realizada cuando yo no había hecho sino empezar a reconstruir la mía.

-         No es nada, sólo ha sido un rasguño, pero Adrián es un campeón y ya no le duele, ¿a que no?- le dije, mientras el chico me sonreía con algunas lágrimas cayendo aún por sus mejillas.

-         Anda vámonos… Dile adiós a tu amiga, Adri…- dijo la madre levantando a su hijo en brazos, que se despedía de nosotras lanzándonos besos con la mano.

Nos quedamos las dos observando como se alejaban entre las mesas, mientras seguía la madre mirando si su hijo había sufrido algún daño. Llegaron a su mesa y, entonces, se desató la tormenta; vi como, de la misma mesa, se levantaba Carlos que recogía al crío de los brazos de su madre mientras le besaba la frente; la chica cogía de la cintura a Carlos y parecía explicarle lo ocurrido, señalando en nuestra dirección.

En ese momento, Carlos dirigió la mirada hacía donde se señalaba su acompañante y nos vio allí de pie, Mabel distraída y yo de pie observándolo. Puedo asegurar que, a pesar de los casi cincuenta metros que nos separaban, pude ver como la cara de mi compañero de curso cambiaba de color a un blanco impoluto.

Cogí del brazo a Mabel y tiré de ella hacía el lado contrario, con un enfado monumental; y es que todo aquello que había imaginado en mi cabeza no había previsto esa situación: que Carlos estuviera también casado o que tuviera una familia… De hecho su reacción no ayudaba mucho a su defensa, por su nula capacidad de reacción.

-         ¡Ey…! ¿Qué pasa?- decía Mabel que casi cae al suelo por el tirón que di de su brazo.

-         Nada, nos vamos…- dije muy enfadada.

-         Pero, ¿por qué? Si tú querías quedarte…- preguntaba mi amiga que no se había percatado de nada.

-         Estaba ahí Carlos, pero no estaba solo… Iba con una mujer y con ese crío que se ha caído delante de nosotras.

-         ¿Cómo? Jaja- rió Mabel por la esperpéntica situación.

-         ¿Se puede saber de que te ríes?- dije algo molesta por su risa y parándome ya bastante lejos de Carlos y su familia.

-         No puedes negar, que ya es casualidad, ¿no?- dijo sin dejar de reír.- Perdona hija, ya está… Además, más te vale relajarte, porque ahí viene Carlos…

-         ¿Quéeee…?- dije mirando hacía atrás y viendo a Carlos acercándose a nosotras a paso ligero.- Vámonos…

Volví a coger a Mabel del brazo pero, antes de poder alejarnos, Carlos me sujetó del mío…

-         Tenemos que hablar, Raquel…- dijo con tono serio mientras Mabel, que observaba la escena, se alejaba de nosotros para darnos intimidad.

(CONTINUARÁ EN UN ÚLTIMO CAPÍTULO... LAMENTO LA AUSENCIA DE SEXO POR EL MOMENTO, A PESAR DE SER UNA PÁGINA DE RELATOS ERÓTICOS)

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La calma y la furia

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