miprimita.com

Reencuentros y recuerdos (y 3)

en Hetero: Infidelidad

- Nena, nena…- me zarandeaba mi amiga Rosi, para sacarme de mis pensamientos.

            - Uy, perdona Rosi… Estaba en mis cosas…- me excusé desviando la mirada de Pedro, que ya se había alejado lo suficiente.

            - Jaja, para “no estar mal” como tú dices, no veas las miradas que le has echado al deportista ese.- se rió mi amiga.- Pero vamos que lo entiendo porque está pá mojar pan.

            - No es eso… Es que conozco a ese chico… Hace años…

            - No me digas que estuviste con él…- interrumpió Rosi.

            - Bueno, es una larga historia… No se si tú…- la miré con ojos tristes pero deseando desahogarme con alguien.

            Rosi, por toda respuesta, se volvió a sentar en el banco; con una sonrisa de expectación en los labios, posó su mano en mi muslo como gesto de comprensión:

            - Ya tengo preparada la cena, así que tengo muuuucho tiempo…- susurró mostrando una gran curiosidad por la historia.

            Le conté la historia, pero a grandes rasgos por supuesto; omití casi cualquier referencia sexual explicita, aunque las preguntas de Rosi iban todas por ese camino. Le confesé que había hecho muchas cosas mal y que llevábamos sin dirigirnos la palabra cuatro años, porque él estaba fuera y yo ya estaba con Oscar. Tras escuchar a medias la historia, porque me interrumpía cada minuto con incesantes preguntas, Rosi me acarició la cara y, mirándome a los ojos, me dijo:

            - Creo que deberías saludarlo…

            - Pero, ¿qué dices?- repliqué escandalizada.- Estoy aquí con mi hija y…

            - Niña, que te estoy diciendo que lo saludes, no que te vayas con él a un motel.- me volvió a interrumpir una vez más.

            No pude menos que sonreír ante su afirmación; me dí cuenta, que la chica atrevida que había sido hace unos años era ahora una persona mucho menos lanzada… Hace unos años me presenté en su casa, con la excusa de que no había encontrado a unas amigas, pero con la intención de quedar con él. Ahora no me atrevía ni siquiera a saludarlo.

            - Mira, por ahí vuelve… No seas tonta; si de verdad tenéis algo que deciros es el mejor momento… La vida es muy corta y quien sabe cuando vas a volver a verlo…- me advirtió Rosi, que hablaba con una seguridad pasmosa en sus aseveraciones.

            Mire nerviosa al fondo del paseo y pude ver que era verdad: Pedro venía de vuelta, ésta vez andando y con los brazos en jarras con la respiración agitada. Andaba por mitad de la avenida peatonal así que, en ningún momento, me tendría en su campo visual a no ser que mirara hacia los bancos de al lado del parque infantil. Al pasar justo a nuestra altura con la vista al frente, Rosi me pellizcó el brazo haciéndome saltar del banco. La miré con cara de sorpresa mientras ella me animaba con graciosos gestos con la cabeza.

            - ¿Pedro?- pregunté acercándome a él, como si no estuviera segura de quien fuera y hubiera sido una sorpresa encontrármelo.

            Él se giró hacia un lado para mirarme, sin saber quien le llamaba; por un momento vi una extraña mueca en su cara, temiéndome que rechazara mi saludo. Pero, inmediatamente, cambió su gesto por una de sus sonrisas que me hicieron temblar algo por dentro.

            - Laura, joder que sorpresa…- dijo acercándose a mí, con intención de darme dos  besos, pero se detuvo de repente y estiró una de sus manos para ofrecérmela- Perdón, pero estoy empapado en sudor…

            Apreté su mano con fuerza, mientras un cosquilleo recorría mi estomago; fueron un par de segundos en el que el lenguaje de nuestras miradas cruzándose decían más que muchas palabras.

            - ¿Qué haces por aquí? Creí que estabas fuera…- le dije intentando aparentar normalidad.

            - Pues he venido a pasar unos días a casa de mis padres para verlos; llevo aquí tres días.- me dijo secándose el sudor de su cara con su camiseta y dejando ver un abdomen plano y definido.

            - Vaya pues es una casualidad; yo vivo aquí detrás…- dije sabiendo perfectamente que mi casa estaba bastante cerca de su casa familiar.

            En ese momento, mi hija se acercó a mí, agarrándose a mi pierna y mirando con los ojos como platos a Pedro. Fue una sensación extraña, y a la vez muy agradable, ver la mirada que Pedro le echó a mi hija Elisa.

            - Hola guapa.- saludó Pedro a mi hija, poniéndose de cuclillas y alargando un dedo para tocarle la barriga.

            Sorprendentemente mi hija, muy asustadiza por costumbre, sonrió a la vez que con su manita se agarraba a aquel dedo índice.

            - Tú debes ser Elena…- le decía Pedro.

            - Elisa… - corregí yo mirando la escena

Aprovechando el momento en el que Pedro jugueteaba con mi hija, miré con sorpresa a Rosi que con una sonrisa me daba ánimos a seguir con la conversación.

- Vaya es tan guapa como la madre… Ya me lo dijo tu hermano, que tenía una sobrina guapisima- soltó a la vez que se incorporaba y me sonreía.- ¿Cómo te la vida?

- Pues bien; en pareja, con una hija y feliz… ¿Y tú?- pregunté ansiosa por saber.

- Casado, sin hijos y feliz, también.- contestó con una sonrisa radiante.

- Sí ya me enteré que te habías casado… Silvia se llamaba, ¿no?.Me alegro mucho, te mereces ser muy feliz.

- Vamos, Laura…- dijo, notándolo muy incomodo al nombrar a su mujer- Aquello eran cosas de niños; nos enfadamos y ya está pero la vida sigue y me alegra mucho verte de nuevo.

- ¿Ha venido ella contigo?- seguí cuestionando ganado confianza al ver el punto débil de Pedro; la niña traviesa había vuelto…

- No, ella tiene vacaciones a partir de este fin de semana; viajará para acá esta semana. ¿Sabes? Nunca, pensé que acabaría hablando contigo de otra mujer.

- Bueno, como tú has dicho la vida sigue, ¿no?

- ¿Y tu marido?

- No es mi marido…- dije sonando a una excusa para darle una puerta abierta.

Él me miró un momento con una sonrisa, haciéndome ver que mi frase había sonado tan mal como yo pensaba.

- Bueno, tu novio…

- Oscar, se llama Oscar… Ésta en un congreso, llegará el viernes.- le dije volviendo a darle más información de la necesaria.

Volvió a guardar silencio unos instantes y, observando un instante a mi hija jugando sentado en el suelo, me miró a los ojos y me soltó como una bomba de relojería:

-         ¿Quieres que cenemos mañana?

Yo me quedé blanca ante esa propuesta, pero no pude controlar mis labios que dijeron el “si” sin pensarlo un momento.

- Bueno, pues mañana te llamo y quedamos, ¿vale?- me dijo acercándose para darme, ahora sí, dos besos.- Y ahora me voy, que si me enfrío es peor después.

Y, dicho esto, volvió a correr con dirección a casa de sus padres, dejándome allí de pie mirando como se iba; inclinó su mano, para acariciar la cabeza de Elisa, que le respondió con una sonrisa.

- Encantado, señora.- le dijo a Rosi, saludándola con la mano.

- Adiós, guapo…- contestó mi amiga sin cortarse un pelo

Justo entonces me percaté que no podría llamarme si no tenía mi número de teléfono, así que levantando la voz, traté de llamar su atención.

- Pedro, ¿cómo me llamas si no tienes mi teléfono?

- Sí lo tengo… Me lo dio tu hermano…- me dijo haciendo un gesto con la mano, también en voz alta, mientras corría sin mirar atrás.

Me volví a sentar en el banco junto a Rosi, que me observaba divertida la cara que yo llevaba de impresión:

- Nena, te ha invitado a cenar mañana…

- Sí

- Parece que está todo olvidado

- Sí

- Acabarás en la cama con él…

- Si… Noooo… Joder, Rosi, no me líes…

- Jajaja… Es broma, mujer… Además, está casado…

Por un momento me dí cuenta de la realidad palpable; Pedro estaba casado, y ya no era un chisme dicho por una amiga, me lo había dicho él mismo. Pensé qué buscaba yo asistiendo a esa cena, pero me excuse a mí misma diciendo que había sido él quien lo había propuesto; la sensación que había sentido al estar cerca de él fue como el cosquilleo que sientes cuando estás cerca de alguien a quien deseas, el juego prohibido de dos personas seduciéndose. Supongo que mi vida rutinaria de los últimos años, habían hecho que esta situación fuera tan especial para mi.

Al día siguiente, estaba yo frente al espejo probándome ropa para impresionar a otro hombre que no era mi pareja. Rosi se había ofrecido a cuidar esa noche de mi hija Elisa y me deseó suerte.

Me probé mil modelos porque, como ya he dicho antes, desde el embarazo no me veía bien con nada; había cogido algunos kilos de más, no demasiados, que me hacían ser muy distinta a la chica que conoció Pedro. Sin embargo, él estaba más musculoso, más guapo e, incluso me atrevería a decir, más alto.

Al final me decanté por una falda negra de tubo, justo por encima de la rodilla, y una camiseta verde que dejaba uno de mis hombros desnudo, la parte favorita de mi cuerpo para Pedro, y mostraba el tirante, verde también, de una camisetita que llevaba debajo. Miré mi reflejo y sonreí porque la verdad que estaba bastante atractiva; y sabía que a Pedro le gustaría, porque siempre me había insistido que me hacían falta unos kilos para estar perfecta y resaltaban mis tetas que también tenían obnubilado a Pedro desde que lo conocí.

Me dí cuenta que, por primera vez en mucho tiempo, me estaba arreglando tanto para sentirme bien conmigo misma, como para agradar a un hombre que no era mi pareja. Y tengo que admitir que eso me reconfortaba a la vez que me excitaba.

Sonó el tono de móvil y una sensación de nerviosismo se apoderó de mí; me miré otra vez en el espejo antes de contestar, como si Pedro me fuera a ver a través del teléfono

- ¿Sí?- contesté tratando de ocultar cualquier emoción en mi voz.

- Soy yo, Pedro… ¿Estás lista o sigues siendo tan tardona como siempre?

Con esa simple frase hizo que mis nervios desaparecieran; seguía sabiendo como cambiar los estados de ánimo de las personas con una sola palabra.

- Sí, si… Ya estoy lista… ¿Dónde quedamos?.

- Si quieres te recojo en el mismo sitio donde nos vimos ayer…

- En el banco del parque…

- Buena memoria, sí señora…- rió Pedro a través del auricular.

- Eres un idiota…- bromeé- En cinco minutos estoy allí.

Cogí mi bolso y las llaves de casa; me paré en la puerta de mi casa, mirando hacía dentro, e inspiré hondo como si quisiera coger fuerzas para lo que vendría después. Cerré la puerta con llave y cogí el ascensor.

Como había prometido, en cinco minutos estaba llegando a aquel banco del paseo y vi a Pedro, de pie junto a él. Iba guapísimo, con un pantalón chino de color gris sin pinzas y una camisa negra sin cuello pegada a su cuerpo y abotonada hasta arriba.

- Buenas noches, estás guapísima…- señaló Pedro, mirándome de arriba abajo y fijándose en mi hombro desnudo, lo que me hizo sonreír.

- Tú también, pero…- y sin terminar la frase, me acerqué para desabrocharle dos botones de la camisa.

Noté que se puso nervioso al sentirme cerca, lo que me hizo ganar en confianza; no era tan duro como quería aparentar. Estoy segura que sentía las mismas emociones que yo.

- ¿Nos vamos?- me dijo cortando ese incomodo momento para él.

- Vale… Tú dirás donde vamos.

- Esperaba que tú me aconsejaras, llevo tiempo fuera de la ciudad. De hecho lo de invitarte era para que me enseñaras sitios nuevos.

Llegamos a su coche, que estaba aparcado justo al lado de la avenida peatonal. Me abrió la puerta del copiloto para darme paso y se montó él en el de conductor. Observa mis piernas de reojo al levantarse mi falda un poco al sentarme. Sonreí mirando a otro lado.

Nos sentamos en un restaurante italiano, porque sabía que ese tipo de comida le encanta, y pedimos de comer; añadimos una botella de rioja bien fría para los dos.

- Me ha encantado que hayas aceptado cenar conmigo…- confesó Pedro mientras probaba los tallarines a la carbonara.

- Nos lo debíamos; no acabamos muy bien la última vez.- le dije dándole vueltas a mi plato.

- Me lo debías, más bien…- dejó caer como si nada.

Yo me quedé seria al sentir ese reproche por su parte, porque no era normal en él; pero tampoco podía culparlo, porque me lo merecía sobradamente.

- Oye Laura, que era broma, ¿eh?- me dijo al verme seria, cogiéndome de la barbilla para levantar mi mirada del plato.

- No me gusta hablar de aquello… Fui una zorra.- me acusé con una naturalidad que me sorprendió a mi misma.

- Mira, eso es el pasado; y si quieres hablar del pasado, hay otras mil cosas que compartimos mucho más reseñables que aquello. Pero la vida pasa, hemos cambiado; tenemos nuestra vida hecha y por un día que venimos a cenar no quiero que discutamos.

Lo tuve que mirar con gesto de agradecimiento y una sonrisa; levanté mi copa de vino para brindar pero él se me adelantó:

- Por tu pequeñaja… Tan guapa como su madre.- brindamos y dimos un sorbo a la copa.- ¿sabes? Aún tengo por ahí la foto que me diste de cuando eras pequeña…

- Pedro, por dios no me acordaba de esa foto… ¿Cómo que aún la guardas?

- Bueno, no la guardo yo, sino que estando en casa de mis padres encontré un pequeño álbum y estaba esa foto… Ya sabes, cosas de mi madre.

Estuvimos conversando durante toda la cena, hasta acabar la botella de vino; nos preocupamos de familiares, nos reímos de las meteduras de pata de mi hermano con las mujeres e, incluso, hablamos de mi padre y sus antiguas malas formas con él.

Pagó la cuenta y al levantarnos me dijo si quería tomar una copa en algún pub de la zona; yo asentí sin pensármelo, dada la confianza con la que se estaba desarrollando la velada. Nos sentamos en una mesa en un rincón de un pub, como sí inconscientemente buscáramos algo de intimidad; nos sirvieron la copa y sonreí al ver que seguía bebiendo whisky como siempre.

- Hay cosas que no cambian…- dijo al ver mi expresión al pedir la bebida.

- Y otras que cambian demasiado.- le dije de forma sensual, cruzando las piernas.

- Estás genial… Te has esperado a no estar conmigo para coger un poco más de peso; siempre te dije que te sentarían muy bien.

- Todo es desde el embarazo; no lo hice a propósito, aunque me gusta que te guste.- solté y es que la botella de vino y la mitad del combinado que estábamos bebiendo ya estaba haciendo su efecto en mí.

- Seguro que a tu marido también le gusta.- contestó con una sonrisa en los labios.

- No es mi marido… ¿Y tu mujer?

- Bien, gracias.- volvió a bromear.

- Eres un idiota, ¿sabes?

- Me gustaba mucho que me llamaras idiota.

- Oscar, digamos que, no está muy pendiente de mis cambios físicos.

- ¿Oscar?- arqueó las cejas

- Mi marido, bueno mi pareja… Me estás haciendo un lío.

- Jaja, tú que te lías con mucha facilidad.- me dijo poniendo su mano en mi muslo lo que me causó un escalofrío.

Pedimos otra copa más para seguir con la conversación, cada vez con más dobles sentidos. Las risas cómplices y los amagos de caricias acompañaban cada una de las palabras de la conversación. Me sentía muy a gusto con este juego de seducción con Pedro; nos conocíamos a la perfección y eso hacía que nos lanzásemos los dardos donde más nos dolían.

Salimos del pub sobre las dos de la mañana, y andábamos separados hacía su coche; yo me había quitado los zapatos porque ya me molestaban y Pedro se reía de mis andares.

Subimos en su coche y lo aparcó justo enfrente de mi casa siguiendo mis indicaciones. Con el motor aún en marcha, nos quedamos unos segundos en silencio como queriendo alargar esa despedida.

- Bueno, me ha encantado esta noche. Gracias por invitarme.

- Gracias a ti. Prefería cerrar esta herida entre nosotros…- me dijo mirándome a los ojos.

- Ya me puedes llamar, otra vez que vengas por la ciudad. Ya no tendrás miedo de verme.

- No es miedo, es respeto.- bromeó mientras yo abría la puerta para bajarme.

Me bajé sintiendo su mirada en mi culo, ceñido en aquella falda. Justo antes de cerrar la puerta y sacando fuerzas de flaqueza me giré.

- ¿Te tomas la última en mi casa?- invité sabiendo las connotaciones que esa invitación llevaba.

Su cara cambió de color, quizás por lo inesperado de la invitación o tal vez por estar manteniendo la misma lucha interior que mantuve yo para hacer la pregunta:

- Laura, creo que es mejor que lo dejemos aquí.- contestó sin que extrañara ni enfadara la respuesta, porque lo veía lógico.

- Bueno, sí… Tienes razón…- dije algo avergonzada.

- ¿Te enfadas?- me preguntó buscando de nuevo mis ojos con su mirada.

- No, Pedro, de verdad… Ya hemos bebido suficiente.- lo tranquilicé para que viera que no pasaba nada.- Buenas noches… Otro día nos vemos.

Me dí la vuelta cerrando la puerta del coche, y me dirigí hacía el portal de mi casa. Él permaneció con el motor del coche arrancado y sin marcharse hasta que yo conseguí encontrar la llave en mi bolso para abrir la puerta; me giré y antes de entrar me despedí con la mano y le lancé un beso con otra.

Subí a mi casa y al entrar solté el bolso en el perchero, los zapatos bajo el mueble de la entrada y me senté en el sillón del salón. Metí mi cara entre mis manos y respiré hondo; había sido una noche muy intensa y ahora tenía toda la noche para mí sola, para pensar en todo lo sucedido. Me levanté y comencé a desabrocharme la cremallera de la falda, mientras me quitaba la camiseta verde por encima de la cabeza.

Justo cuando estaba marchando por el pasillo hacia mi habitación de matrimonio, sonó un mensaje en mi móvil.

“¿Sigue en pie lo de esa copa en tu casa, o he perdido la oportunidad?”

            Me sorprendí tanto por el mensaje de Pedro, como por mi reacción pues una sonrisa morbosa se dibujó en mi cara. Tecleé en mi móvil una respuesta simple y concisa:

3º2 Voy echando los hielos en los vasos”

            A los pocos segundos, sonó el portero automático; lo abrí sin ni siquiera hablarle. Unos suaves golpes de nudillos sonaron en mi puerta dos minutos después. Me situé frente a la puerta, abrochándome de nuevo la falda y colocándome en su sitio la camisetita corta de tirantes, ya que me había desprendido de la que llevaba encima.

            - Hola…- le dije tras abrirle y encontrarlo tras la puerta.

            - He pensado que es de mala educación rechazar tu invitación.-sonrió sin atreverse a pasar.

            - ¿Vas a entrar o te saco la copa aquí?- le dije apoyando mi cadera en el mueble de la entrada.

            - Mejor paso, ¿no?

            Yo sonreí por toda respuesta, mientras abría más aún la puerta dándole paso. Entró en mi piso y el corazón me latía a mil por hora; todo esto se nos estaba yendo de las manos a los dos. Si Rosi me hubiera visto en el momento me hubiera dicho que me lanzara a por él. Pero no fue así…

            Fue él que nada más cerrar con mucho cuidado la puerta para no hacer ruido dada las horas que eran y lo sospechoso que sería que un vecino viera entrar a otro hombre en mi casa a esas horas. Me miró de nuevo apoyado en la puerta cerrada a sus espaldas:

            - Buenas noches…- susurró sin dejar de mirarme de arriba abajo.

            - Creo que eso ya lo has dicho antes…

            Fue entonces cuando él se lanzó; me abrazó por la cintura y comenzó a comerme la boca y yo casi me pongo a llorar por la emoción. Sus labios tiernos, su húmeda lengua entrando en mi boca, el sabor de su saliva tan particular como siempre. Jadeé ante lo profundo de ese beso. Sus manos recorrían mi espalda y bajaban hacía mi culo, el cual abarcó sin ningún problema con sus dos manazas.

            Separamos un momento nuestras bocas para mirarnos a loa ojos con una sonrisa de lujuria.

            - Esto no está bien, Pedro…- le decía oponiendo una falsa resistencia sin dejar de acariciar su cara y su cabeza rapada al cero.

            - Sólo esta noche, nena.- me susurraba buscando mi cuello con sus labios.

            Escucharlo decirme nena de nuevo me aflojaba las piernas; él bajó sus brazos y me cogió en brazos y, como si conociera mi casa entró en el pasillo camino de las habitaciones.

            - Al fondo, la de la izquierda.-guié yo divertida, porque estaba apunto de meterse en el cuarto de baño.

            Me dejó sobre mi cama de matrimonio y, de pie frente a mí, comenzó a desabotonarse la camisa. Yo mientras, nerviosa, me quité por encima de la cabeza la camisetita de tirantes quedándome sólo con un sujetador que apenas tapaban mis tetazas, otro de las consecuencias de mi embarazo y mis kilos de más. Me quité la falda levantando las piernas, mientras él me ayudaba a sacarla por los tobillos.

            Allí estaba yo en ropa interior sentada en la cama con Pedro, el hombre con el que había compartido la mayor parte de mi vida.

            Me cogió por los tobillos y me arrastró hacía los pies de la cama, poniéndose de rodillas entre mis piernas. Esta brusquedad, nueva en él, me estaba excitando más aún. Comenzó a besar la parte interior de mis muslos a la vez que echaba mi tanga a un lado, dejando mi depilado coñito ante sus ojos. Siguió besando mientras pasó su mano muy suave sobre mi sexo, haciendo que yo arqueara la espalda de la sensación. Estaba mojadísima y él sonrió.

            Sus besos se fueron acercando a mi coñito para, al llegar, darme una lamida que me hizo estremecer de gusto, mientras daba dos puñados a las sabanas de la cama de matrimonio.

            - Umm, Pedro… Por Dios… Pedro…- gemía yo sin poder evitar repetir su nombre.

            Él no contestaba y se concentraba en empezar a comerme el coñito usando su lengua sus labios e incluso sus dientes en pequeños mordisquitos que me daban descargas eléctricas hasta la nuca. Me levantó los tobillos para sacarme el tanga ya totalmente empapado en mis jugos y volvió a su trabajo, esta vez sin ningún obstáculo.

            Y ahí estaba yo mirando al techo de mi habitación de matrimonio, apunto de tener mi primer orgasmo en meses, mientras mi exnovio me comía el coño como no me lo había comido nunca mi pareja.

            - Me voy a correr, cariño…- le dije sin poder evitar la palabra “cariño”, lo que hizo que se detuviera para mirarme a los ojos con una sonrisa en los labios.

            Después volvió bruscamente a comerme el coñito mientras uno de sus dedos se perdía en mi interior y haciendo que me corriera mordiendo el cojín de la cama para no gritar a pleno pulmón. A pesar de que me había corrido, él seguía dándome lametazos lo que ya me hacía cosquillas por la sensibilidad de la zona.

             Me incorpore sobre mis codos y me puse de rodillas sobre la cama.

            - Levántate…- le ordené y él no tardo en ponerse de pie.

            Jugué con mi lengua en su pecho musculoso y depilado para empezar a lamer sus pezones, que sabía que era una de sus zonas más sensibles. Es lo bueno de reencontrarte con un ex amante, que ya sabes donde atacar… Sus manos acariciaban mi espalda y mi pelo, mientras las mías desabrochaban el cierre de su pantalón, dejando a la vista una boxer de color morado que marcaban su erección.

            Metí la mano por dentro para acariciar su polla, que estaba en todo su esplendor, pajeándola suavemente. Nuestras bocas volvieron a unirse en un morreo con lengua mostrando desesperación y ansia en cada uno de nuestros gestos. Me separé de su boca para tumbarme en la cama y quedarme a la altura de su polla. La lamí como si fuera un helado y chupé aquel tronco de lado. Pedro suspiraba mientras acariciaba mi cabeza.

            - Joder… Laura…

            - Chistt, no digas palabrotas.- sonreí antes de meterme aquel trozo de carne en la boca con ansia.

            - Ufffff- dejó escapar a través de sus labios casi cerrados mientras miraba al techo.

            Yo lamí, chupé y mamé aquella polla como si fuera la última que me fuera a comer en mi vida; con una mano acariciaba sus huevos y con la otra masturbaba el trozo que se quedaba fuera de mi boca. Como dije en el capitulo anterior, el francés es una de mis practicas favoritas y si además la polla era la de Pedro me volvía loca.

            Tras más de diez minutos chupando aquella polla, y subiendo de vez en cuando hacia su ombligo, me levanté poniéndome de rodillas en la cama frente a él, que seguía de pie.

            - Fóllame…- pedí sin dejar de pajear aquel rabo.

            Él sonrió y empujándome me hizo tumbarme en la cama; lo recibí con mis piernas abiertas, mientras Pedro se acomodaba entre ellas. Al sentir como comenzó la penetración casi me quedo sin respiración y con los ojos en blanco. Entró en mí muy despacio pero sin pausa. Hasta el fondo; y se quedó quieto ahí unos segundos.

            Volvió a besarme en la boca y el cuello a la vez que empezó a mover sus caderas iniciando un suave mete y saca…

            - Ahhhh, que bueno… Sí, Sí…- susurraba por miedo a levantar la voz y que me oyeran los vecinos.

            - ¿Por qué siempre acabamos igual en la primera cita?- bromeó Pedro sin dejar de follarme cada vez a un ritmo mayor.

            - No lo sé… Pero como te pares soy capaz de matarte…- le dije apretando su cabeza contra mi cuello, que seguía devorando con ansiedad.

            - No pienso parar hasta que te hartes de mí…- decía mientras sus huevos chocaban contra mi culo.

            - Pues entonces tendrás que tener aguante…

            - Sabes que nunca he tenido ese problema.- y cogiéndome en vilo me dejó montada sobre él, con mis piernas alrededor de su cintura.

            La penetración era así mucho más profunda, ya que todo mi peso recaía sobre su polla. Me apoyó contra la pared del dormitorio para darme unas violentas embestidas.

            - Joder, Pedro… Me corro, otra vez, lo sientoooooohh…

            - Yo también me voy, nena…- anunció entre los soberanos pollazos que me estaba dando con mi espalda apoyada en la pared.

            - Lléname, cariño… Córrete dentro, quiero sentirte…- dije fuera de mí pero convencida porque tomaba precauciones para no quedar embarazada de nuevo.

            - Ahhhhh, argggh, síi, síiiii…

            Al sentir el semen Pedro llenarme el coñito, comencé a correrme agarrada a su cuello con mis brazos y a su cintura con mis piernas. Nos quedamos quietos un instante, yo totalmente derrotada en brazos de mi amante.

            Tras unos segundos me dejó sobre la cama, saliendo de mí. Nos quedamos tumbados uno al lado del otro y no pude evitar acariciar su pecho y abrazarme a él. Sentía su respiración agitada al apoyar mi cabeza en su pecho.

            - Ha sido genial. Una locura, pero genial…- le dije, levantando mi mirada para buscar la suya.

            - Sí, tienes algo especial que me hace revolucionarme.- me dijo sonriendo.

            - Bueno, quizás porque a esta alturas sabemos lo que nos gusta a cada uno.

            - Y a mí me encanta esto.- dijo acariciando mis tetas.

            - Jaja… Qué romántico eres, nene…- bromeé y mirando hacía abajo añadí.- Madre mía, Pedro ¿así estás otra vez?

            Él simplemente sonrió, encogiéndose de hombros; su polla volvía a estar casi a punto y no pude evitar acariciarla. De nuevo me agaché a mamársela, sintiendo en mi boca la mezcla de nuestros sabores juntos.

            - Lo tuyo es vicio, Laurita…- bromeó Pedro mirando como metía su polla en mi boca.

            - No creas que esto se lo hago a cualquiera- reí y menos mal que Pedro no hizo referencia a nada relativo al pasado, porque me habría muerto de la vergüenza.

            Abandoné mi juguete para montarme sobre él a horcajadas y colocando su miembro en la entrada de mi sexo, comencé a sentarme muy despacio sobre, sintiendo la penetración poco a poco.

            - Ummmm, joder, ¿cómo la puedes tener tan dura otra vez?

            - Pues tú tendrás algo que ver… Creo.

            Sus manazas me cogieron el culo y comenzaron a marcar el ritmo de mi cabalgada. Lo sentía entrar en mí como un cuchillo en mantequilla; mis jugos empapaban sus muslos de lo excitada que estaba.

            - Así, así… Sigue, que bueno…- le pedía con los ojos cerrados mientras mis tetas botaban por el movimiento descontrolado de mi cuerpo sobre aquella polla.

            - No recordaba lo buena que eras en la cama…- espetó Pedro con la voz entrecortada de placer.

            - Serán las ganas que te tenía.- le confesé haciendo círculos con mi cadera sobre su mástil

            Estuve cabalgándolo a ritmos diferentes durante casi diez minutos más, hasta que nació en mi interior un orgasmo que me quemaba por dentro.

            - Me voy a correr otra vez…- le dije, entre fuertes jadeos sin importarme a esas alturas que los vecinos escucharan algo.

            Él se incorporó abrazándome y comiéndose mis pechos mientras apretaba con fuerza su pelvis contra mi coñito.

- Yaaahh… Dios miooo… Me corro, me corroooohh…- gemí quedándome floja clavada aún en su polla.

Pedro, usando como una muñeca de trapo, siguió marcando el ritmo sobre él, hasta que un minuto después sentí como su leche caliente me llenaba de nuevo.

A la mañana siguiente me desperté desnuda y sola en mi cama… Me asusté porque Pedro no estaba y me sentía de repente desprotegida; no podía creer que se hubiera ido sin despedirse, peor quizás era mejor así. Entonces noté un olor a pan tostado que venía de la cocina. Me levanté poniéndome solo una bata para tapar mi desnudez y me dirigí a la cocina.

Y allí estaba él; Pedro con sus boxer de color morado como única prenda de vestir haciendo un suculento desayuno. Sonreí pensando en que seguía siendo el galán que siempre había sido.

- Huele muy bien…- le dije, rodeando su cintura con un abrazo y besando su espalda.

- Bueno, yo te invité a cenar, lo normal es que me invites a desayunar.

- Creí que te habías ido sin despedirte.- susurré sin separarme de su espalda.

- Eso eran otros tiempos…

Se giró y cogiéndome me sentó sobre la encimera de la cocina, abriendo mi bata. Se bajó el boxer y follamos de nuevo allí muy intensamente, mientras un olor a pan quemado llenaba la cocina.

Desayunamos lo poco que conseguimos salvar de la catástrofe del tostador y después nos vestimos para que me llevara casa de Rosi para recoger a mi hija Elisa. Se despidió de mi con un tierno beso y se marchó.

Cuando se marchó de la ciudad me mandó un mensaje que aún guardo en mi móvil:

“La vida ha hecho que nuestros caminos se crucen muchas veces; no sé si lo volverá a hacer, pero me alegro de haber compartido esa noche contigo, porque una historia como la nuestra no merecía terminar de la forma que acabó. Muchas gracias por existir, Laura...”

            Han pasado seis meses de esto y, con la oposición de mi padre, estoy en trámites de separación de Oscar. No sé lo que la vida me depara, ni siquiera si volveré a ver a Pedro alguna vez… Pero por una noche, una maravillosa noche, me sentí su mujer.

                                               (FIN)

Mas de kiosquero

Compañeros de piso. Capítulo uno.

Compañeros de piso (Prólogo)

Entre caperucitas y lobos (Cap 5: El problema)

Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

Entre caperucitas y lobos (Cap 3: ¿Jugamos?)

Los imposibles también existen (6: Apariencias)

Los imposibles también existen (5: El principio)

Los imposibles también existen (4: El capricho)

Los imposibles también existen (3: La pecera)

Entre caperucítas y lobos (Cap 2: ¿Un lobo?)

Entre caperucítas y lobos (Cap 1: La boda)

Solos en casa (Cap 9: Simplemente, Marta)

Solos en casa (Cap 8: Miedos y costumbres)

Solos en casa (Cap 7: ¿Lo sabías?)

Solos en casa (Cap 6: Día de convivencia)

Solos en casa (Cap 5: Un, dos, tres... Emitiendo)

Solos en casa (Cap 4: De conciertos y confesiones)

Solos en casa (Cap 3: La creación de Alice)

Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

Solos en casa (Cap 1: ¿Que me estás haciendo?)

El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

El principe de los picaros (Capítulo : Doctrina)

El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

El principe de los picaros (Capítulo 2: Desafio)

El principe de los picaros (Capítulo 1: Destino)

El principe de los picaros (Prólogo)

El primero en... (Epilogo)

El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

El primero en... (Huir: Capítulo 8)

El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

El primero en... (Leer: Capítulo 4)

El primero en... (Descubrir: Capítulo 3)

El primero en... (Jugar: Capítulo 2)

El primero en... (Fantasear: Capítulo 1)

El primero en... (Conocer: Prólogo)

Regreso a casa (epílogo)

Regreso a casa (capítulo 12: Soluciones)

Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)

Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)

Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Regreso a casa (capítulo 5: Encuentros)

Regreso a casa (capítulo 3: Conociéndose)

Regreso a casa (capítulo 4: Ante todo, sinceridad)

Regreso a casa (capítulo 2: Volver a sentir)

Regreso a casa (capítulo 1: Prólogo)

El curso (y 4)

El curso (3)

El curso (2)

El curso (1)

Pequeño hermano mío: Y vivieron felices.(Epilogo)

Pequeño hermano mío: Viviré para hacerte feliz

Pequeño hermano mío: Tú y yo es nosotros

Pequeño hermano mio: Por ahora...

Pequeño hermano mío: El tiempo no todo lo cura...

Pequeño hermano mío: Dudas

Pequeño hermano mío: Cuando el rio suena...

Pequeño hermano mio: Cosquilleo

Pequeño hermano mío: Carmen, ¡cuentamelo ya!

Mi querido vecino

Reencuentros y recuerdos (2)

Reencuentros y recuerdos (1)

Verdades que duelen (Parte 2 de 2)

Verdades que duelen (Parte 1 de 2)

Miradas (Parte 2 de 2)

Miradas (Parte 1 de 2)

Mi hermanazo Marcos (El final del final)

Mi hermanazo Marcos (Jugando con fuego)

Mi hermanazo Marcos (la historia sigue...)

Breves historias de morbo: Vacaciones de verano

Breves historias de morbo: Al salir de trabajar

Mi hermanazo Marcos (el desenlace)

Mi hermanazo Marcos (2)

Mi hermanazo Marcos

Despedida de soltera (y 3)

Vacaciones en Tenerife (3 y fin)

Vacaciones en Tenerife (2)

Vacaciones en Tenerife

La Despedida de soltera (2)

La Despedida de soltera

Infiel con mi cuñada (2)

La visita de mi sobrino (2)

La visita de mi sobrino

Conquistando a mi tia (el desenlace)

El encuentro (Conquistando a mi tia 3)

Conquistada por mi sobrino

Infiel con mi cuñada

Conquistando a mi tía