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Conquistada por mi sobrino

en Amor filial

Esta historia es la continuación del relato titulado "Conquistando a mi tía".La tía es la protagonista ahora del relato, contándonos su versión.

No se puede decir que la luz que entraba por la ventana de mi habitación me despertara, ya que apenas había podido pegar ojo en toda noche; la pasé casi totalmente en vela con una mezcla de remordimientos por lo que habíamos hecho y un deseo casi incontrolable por volver a repetirlo. A mi lado aún dormía Mario: desnudo, guapísimo. Con su verga semierecta y de un buen tamaño y un cuerpo apolíneo, musculado y depilado... ¡Que Dios me perdone! Pero este chiquillo es un pecado imposible de evitar. Me incorporé sobre mis codos para observar la habitación; aún estaba pegajosa de la mezcla de fluidos de la noche anterior. Me levanté intentando hacer el menor ruido posible, para no despertar a mi sobrino y me dirigí hacia el cuarto de aseo para tomar un baño relajante, después de la nochecita tan intensa que habíamos pasado.

Totalmente desnuda me encaminé hacia el aseo. Me sentía liberada. Aún me temblaban las piernas de la arrebatadora sesión de sexo que me regaló Mario. Entré directamente en la ducha y abrí la llave del agua. La sensación de pureza del agua tibia me ayudaba a poner en orden mis ideas. ¿Por qué iba estar mal lo que había hecho?. ¿Acaso no me merezco, a mi edad, la atención de un hombre que me proporcione toda la pasión que mi marido dejó ir por su trabajo?. El agua caía por mi cuerpo desnudo, escurriéndose por entre mis grandes "tetazas"como las llamaba él; permanecí en silencio, con los ojos cerrados, bajo el chorro que caía de la alcachofa de la ducha. Y entonces lo sentí... Mario había entrado en la ducha detrás mía que, ensimismada en mis pensamientos, no me había percatado.

Tocó mi cintura y agradecí el gesto abriendo los ojos y esbozando una sonrisa de aprobación; el deseo se reflejaba en su mirada, lo que hizo desechar la idea de que se arrepintiera de algo de lo que hicimos la noche anterior.

  • Hola, cariño, ¿has dormido bien?- me dijo mientras abarcaba con sus fuertes brazos mi cintura, a la vez que nuestros cuerpos compartían el agua caliente de la ducha.
  • Muy bien, Mario...La mejor noche en mucho tiempo.- le susurré con mis labios tocando los suyos, que respondieron con un jugoso beso donde nuestras lenguas se entrelazaron.

Los gestos y las caricias sustituyeron a las palabras, su mano bajó hasta mi sexo y sus labios incidieron con fuerza en mi cuello, haciendo perder en un segundo cualquier rastro de duda que tuviera. Que lengua tiene el muy desgraciado; con ella había destrozado todas mis convicciones moralmente aceptables la noche anterior. Sus manos ya no paraban quietas y recorrían todo mi cuerpo pareciendo conocer cada uno de mis puntos erogenos, porque me tenía en una especie de inicio de orgasmo interminable... Me cargó a peso, haciendo rodear con mis piernas su cintura y pegándome a la pared, aún debajo de la ducha, lo hizo: me folló.

Y digo, me folló, porque es exactamente lo que hizó... Aunque era muy cariñoso y me comía la boca a besos, la fuerza con la que introducía su polla en mí era desgarradora. El placer me inundaba a oleadas, haciendo que me corriera a los pocos minutos. Oía sus jadeos, mientras mi sexo se estrechaba contra el invasor que se abría camino hacía mis entrañas.

  • Buenos...Dias, tita...- me decía sonriendo mientras el calor de su polla me abrasaba. Por supuesto, yo no podía ni contestar, puesto que el reciente orgasmo me había dejado sin habla.
  • Diooooos, Mariooo... Buenos dias, amor míooo...- conseguí formar entre los múltiples gemidos y la falta de oxigeno en mis pulmones.

Me bajó de su cintura y. cogiéndome de la mano, me sacó fuera de la ducha, dejando incluso el agua de la ducha correr... Se sentó en el water y con su polla apuntando como un obelisco hacía el cielo, me invitó a sentarme encima suyo a horcajadas. Era suya. No podía creer que fuera a hacer esto, yo que llevaba años sin cambiar del triste misionero con mi marido, de no salir de la cama para hacerlo... Y este chico me había follado en la ducha, pretendía hacerlo en el water y, lo más importante, a mi no me importaba que lo hiciera en cualquier parte de la casa.

Me subí encima y bajé notando como esa barra de carne me penetraba hasta el fondo. Me abracé a él que con los ojos abiertos escrutaba el placer de mi cara. Y comencé a cabalgarlo, primero suave, pero después, ayudada por su manos en mi culo que me marcaban el ritmo, empecé a machacarlo con mis acometidas. Me sentía desfallecer, pero no pensaba parar. Parecía que me quería demostrar a mí misma que yo podía seguir el ritmo de este chico que me había abierto un mundo nuevo en cuanto a sexualidad.

  • Así... Cariño...Muévete... Fuerte. Ahhhhh.- gemía él, disfrutando de que yo llevara la iniciativa.

Yo botaba sobre su polla, notando como un nuevo orgasmo se formaba desde lo más alto de mi columna vertebral. Aceleré el ritmo para terminar de correrme, con el control totalmente perdido.

  • Me... Me corrooo... Mario, dios mio... Ahhh, me vieneee, me vieneee otra veeeeeeeeez...- gritaba desaforada, mientras mis tetas se sacudían sin control contra su rostro y él mordía mis pezones, totalmente erectos y oscuros de la excitación.
  • Titaaa, te voy a llenar... Quiero correrme dentro de tí...
  • Hazlo, mi vida...Llename de tí... Ahhhhh.- le contesté y sentí como una catarata de leche me llenaba el coño. No entendía como podía tener tanto semen en sus testículos después de la corrida de anoche, pero juró que pensé que me había orinado dentro.

Nos quedamos durante algunos minutos recuperando el aliento, sin desacoplarnos. Besándonos. Sintiéndonos una sola persona. No sólo me follaba de maravilla, sino que era un chico muy atento... Seguramente de haberlo conocido hace muchos años me habría enamorado perdidamente de él. Así era mi situación, sin saberlo, estaba mezclando los sentimientos de tía-sobrino, con lo de mujer-hombre y no lo veía extraño... Al contrario, me encantaba.

El resto de la mañana pasó rápido. Él se duchó y, poniéndose ropa deportiva de su primo, salió a hacer jogging... Yo llamé a mi amiga Marina, para tomar café con ella; por supuesto no pensaba contarle nada, pero necesitaba distraer la mente con otros temas, pues no dejaba de pensar en él y en el maravilloso día que me hizo pasar.

  • Vaya, Susi, vienes radiante. Me tienes que decir que desayunas por las mañanas- dijo Marina, haciéndome pensar por un momento que sabía algo. Pero, ¿como lo iba a saber? ¿Mario se lo habría dicho?.
  • Chica, te has quedado blanca... ¿Que te pasa?- continuo marina con su simpatía habitual, que me hizo aceptar que solo era producto de la casualidad lo incisivo de su pregunta.
  • Nada, no he pasado bueno noche... Apenas he dormido... Ya sabes, el calor.- trataba yo de explicar, con frases atropelladas que denotaban aún más mi nerviosismo.
  • Sí, no has debido dormir bien, porque esta mañana no has venido al gym. Me quedé esperándote.
  • Sí, lo siento... Tenía que arreglar algo de ropa, que mañana viene Jóse de viaje y lo tenía todo por medio.- Traté de excusarme, pero la verdad es que de la paliza que me había dado mi sobrino no podía ni mover las piernas.
  • Bueno, por una parte me ha venido bien que no vinieras... Al salir del gym, me he encontrado con tu sobrinito.- me confesó esbozando una sonrisa.- Ese nene cada día esta mas rico.
  • Marina, por favor, ¡que es un crío!- le espeté, quizás mas como forma de marcar mi territorio que de reprocharle algo, pues ese crío me estaba dando la vida.
  • No seas tonta, Susi. Tu sobrino está para que nos de una alegría. Quizás si probaras con un chico de esa edad se te quitaría esa cara de cuarentona frustrada que tienes, jaja.
  • Ja ja, si Marina... Pero entiende que es el hijo de mi hermano y que trate de velar por él.
  • Si, cariño, si no me enfado... Incluso entiendo que te pongas celosa de tener un tío así tan cerca y no poder echarle el lazo.
  • Serás hija de... Jaja.

Marina se acercó a mi oído y me dijo:

  • Espero que no te enfades conmigo, pero he quedado en mi casa con él dentro de 20 minutos...

Esa confesión fue como un jarro de agua fría para mí. Mario se iba a follar a Marina. Le iba a hacer sentir lo que me hacía sentir a mi. ¿Eran celos lo que sentía?. ¿Como se atrevía Mario a hacerme esto?. Pero por otro lado, pensaba que el chico estaba en plena explosión sexual, que como iba yo a tratar de frenar ese ímpetu hormonal... Me hacía daño que no me lo dijera, porque me di cuenta que mientras fuera mío, no me importaría compartirlo.

Me fui a casa, deseándole suerte a Marina en su cita. Nada más entrar en casa, como una colegiala, cogí el móvil y le mandé un SMS a Mario de reproche:

Me he enterado de tu cita con Marina, ¿por qué no me has dicho nada?

Por supuesto, no hubo contestación; eso me puso furiosa. Era una gata en celo que no iba a dejar que me robaran a mi semental, así que cogí el coche y me fui a un centro comercial, alejado de mi zona residencial... Entré en una tienda de lencería y me compre un conjunto muy provocativo; después, visite un sex shop y estuve mirando de todo: desde aceites aromáticos para masajes, hasta unas bolas chinas. Me ruborizaba al ver la de cosas que existían para el placer femenino y que en los 26 años que llevaba casada me había perdido. Gracias a Dios, el dependiente era una joven chica que me aconsejo sobre mis adquisiciones( no sin echar antes unas risas sobre la cara que ponía al ver algunos artilugios).

Me fui a mi casa y me di un agradable baño con espuma en la bañera me comencé a vestir y echándome aceite a tocar mis senos, mis piernas... Me sentía atractiva, guapa y aterradoramente sexual y, aunque me cueste decirlo, se lo debía a Mario, que me había enseñado a apreciar en mi, la mujer que llevaba, todos estos años, escondida. Me sorprendí llevando las manos a mi coño empapado y, más aún, excitándome al pensar ¡lo que Marina y mi sobrino estarían haciendo!. Pensaba en, como mi amiga, sentiría la polla de mi amor entrando dentro de ella. Como la fuerza natural de Mario estaría arrancando orgasmo tras orgasmo a esa tremenda zorra. Seguro que pensaría que podría enseñarse cosas sobre el sexo, pensé. Mario la estaría follando a cuatro patas como una perra; la follaría encima de ella abriendo su coño al máximo. Eché mano a la bolsa de mis compras para dejar el aceite, y me topé con el pequeño vibrador que había comprado y con las dos películas que la chica me había recomendado y que eran una sorpresa para Mario.

Fuera de control, puse una de las películas, donde un hombre follaba con dos chicas; me excitó hasta los limites mas insospechados ver como ese hombre le follaba el culo a una de las chicas y ésta parecía disfrutar, mientras la otra chica le comía su coñito... Como una autómata, acerque el vibrador a mi culo y comencé a jugar con él; el zumbido del aparato tapado un poco el volumen de la televisión, por lo que subí el volumen, inundando las paredes d ella habitación de los alaridos que daba la chica al conseguir correrse como una bestia. El consolador estaba casi por completo dentro de mi culo, mientras, frenéticamente, movía los dedos sobre mi clítoris, acercando lo que se antojaba un gran orgasmo. Unos segundos antes de llegar, mi calenturienta mente me jugó una mala pasada: sustituí en mi imaginación a los personajes de la película... Mario penetraba el culo de Marina, mientras yo le comía el coño salvajemente... me corrí en un orgasmo tan brutal que me quedé desecha.

Cuando me recuperé, le escribí un nuevo mensaje a Mario:

Tenemos que hablar... ¿te quedas esta noche a dormir conmigo, amor?. Necesito que me folles.

No lo podía evitar había sido conquistado por mi sobrino.

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