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Regreso a casa (capítulo 4: Ante todo, sinceridad)

en Amor filial

Tras haber estado casi hasta las tres con Oscar -bebiendo cervezas en la taberna, donde luego se unieron su padre, Martín e, incluso, Gerardo- Rafa comió en casa de su abuela y, después, subió a su habitación a descansar un poco.

La verdad que la mañana había sido larga y provechosa; había llegado a conocer, mucho más de lo que esperaba, a su prima. Había conocido también a ese tal Tomás del que todo el mundo hablaba; y había descubierto en su amigo de la infancia, Oscar, un amigo entrañable con el que disfrutar de momentos divertidos.

Pensando en esas cosas, se quitó la ropa, quedándose en boxer para evitar el calor y se quedó dormido, tanto por cansancio como por los efectos de las muchas cervezas que había bebido en la taberna.

Cuando se despertó, unas horas después, se fue directo a la ducha, lo que le sirvió para espabilarse un poco… El agua templada de la ducha le hizo relajarse y el tiempo pasó volando; salió de la ducha casi cuarenta minutos después para dirigirse a su habitación. Entonces encontró un papel sobre su cama:

“Rafa

He estado abajo esperando a que te despertarás pero he visto que te has metido en la ducha; esta noche vamos a la disco, pero antes estaremos en el parque por si quieres pasarte. Tengo ganas de verte…

                                                                       Verónica”

Rafa sonrió y dobló cuidadosamente el papel para guardarlo en su mochila; se puso una camisa blanca y unos pantalones vaqueros. Verónica había cumplido su promesa de pasar a verlo por la tarde, y eso le hizo feliz; esa chica lo estaba encandilando y, la verdad, es que no pensaba evitarlo… Bajó las escaleras con la esperanza de que no se hubiera marchado aún, pero ya no había nadie en el salón.

-                          Tu prima Verónica ha estado aquí buscándote… Parece que habéis hecho buenas migas.- dijo su abuela desde el umbral de su dormitorio donde doblaba ropa recién planchada.

-                          Es una chica muy linda, abuela… Se interesa por hacerme sentir como en casa…

-                          Sí, es una buena chica pero…- dejó Isabel la frase a medias, sentándose en la mesa del salón.

-                          Pero, ¿qué?- contestó Rafa sentándose a su lado y cogiéndola de la mano.

-                          Pues que no me gustan sus compañías…

-                          Bueno, para eso está Oscar, ya sabes que es buen chico…

-                          Sí, es buen chico pero muy despistado…

-                          Y ahora también estoy yo, abuela. ¿Crees que dejaría que le pasara algo a Verónica estando yo aquí?

-                          Ya lo sé, amor… Cuídamela, ¿eh? ¿Me lo prometes?- dijo la abuela con los ojos llorosos.

-                          Claro, abuela, te lo prometo; pase lo que pase y aunque me marche, nunca la dejaré sola… Ahora es mi familia y la cuidaré.- dijo Rafa besando las manos de su abuela.

-                          Gracias, Rafa… Tú también eres un buen chico.

-                          Bueno, ahora límpiate esas lágrimas, que la Guzmana no llora…- bromeó Rafa.

Justo en el momento en el que la anciana se enjugaba sus lágrimas con el delantal que colgaba de su cuello, se escuchaba un ruido en la puerta de la casa. Y como si de un elefante en una cacharrería se tratara, Oscar aparecía en el salón con una caja inmensa cargada sobre su hombro izquierdo.

-                          ¡Abuela Isabel! ¡Ya está aquí la levadura! ¿Ve usted como no se me olvidaba?- sonreía el muchacho dejando la caja sobre la mesa del salón.

-                          ¿Qué no se te olvidaba? ¡La madre que te parió! ¡Que llevo sin levadura desde ayer!- gruñó la abuela sabiendo que el chico lo que trataba era de sacarla de sus casillas.

-                          Desde luego sois como el perro y el gato, ¿eh?- dijo Rafa que veía la escena sentado en el salón sonriendo.

-                          ¡Que va! Si en el fondo la abuela me tiene cariño, ¿a que sí?- bromeaba Oscar mientras rodeaba a Isabel de la cintura con los brazos y la besaba en la mejilla.

-                          ¡Quita ya, sobón, que eres un sobón!- reía la mujer, que en el fondo no podía evitar sentir predilección por aquel muchacho que trabajaba en su casa desde hace casi diez años.- ¡A ver donde vas a llevar a mi nieto hoy! ¡Qué te conozco!.

-                          Pues de putas, abuela, me llevó a Rafita, de putas…- rió Oscar provocando de nuevo la furia de la abuela.

Allí estaba aquella pizpireta mujer, persiguiendo a Oscar por todo el salón amenazándolo con un rodillo, mientras el chico se escondía detrás de su nieto, usándolo de parapeto.

-                          Bueno ¿y tú ya estás listo?- dijo Oscar mirando a Rafa.

-                          Yo sí, pero tú estás de harina hasta los ojos…- sacudió a su amigo levantando una polvoreda en el salón de su abuela.

-                          Jajaja, joder… También es verdad. Bueno, voy a mi casa y me cambio en un momento.

-                          ¿Y qué tienes pensado hacer esta noche?- preguntó Rafa mientras se levantaba de la mesa.

-                          Pues iremos con tu prima Verónica como esta mañana…- dijo Oscar guiñando un ojo, sabiendo que la abuela Isabel estaría escuchando.

Rafa sonrió pensando que a él no le importaría ir a buscar a aquel ángel de ojos verdes; recordó la nota que su prima le había dejado sobre la cama y como se había presentado en casa de la abuela para buscarlo. Pero sabía que, si quería superar todos los obstáculos hacia ella, tenía que respetar los tiempos.

                                       ********

-                          Entonces, ¿no me vas a contar nada?- empezó la conversación Maite, en uno de sus característicos interrogatorios.

-                          ¿Qué quieres que te cuente?- decía Vero, sentada en el banco, comiendo pipas.

Mientras su mirada no paraba de buscar en el fondo de la plaza, por si aparecía su primo Rafa, al que le había dicho que estaría allí; aún no se podía creer que hubiera sido capaz de dejarle aquella nota… Había olvidado cualquier tipo de prudencia cuando llegó a casa de su abuela para verlo; tenía la imperiosa necesidad de verlo después de lo esa mañana, con Tomás… Sabía que él no le aceptaría ninguna explicación, porque no había nada que excusar, pero quería verlo, hacerle ver que necesitaba de su compañía.

Cuando aquella tarde llegó a casa de su abuela y ésta le dijo que su primo estaba dormido y que subiera a llamarlo si quería, no se lo pensó dos veces. Subió aquellas escaleras y llegó al cuarto que estaba vacío… Entonces escuchó el agua de la ducha y supo que ya se había despertado; se dirigió a la puerta del baño, con la idea de llamar con los nudillos y decirle que estaba abajo esperándolo.

Pero no contaba con que la puerta estuviera entornada… Y allí estaba él, bajo el agua de la ducha, desnudo. El corazón de Verónica se aceleró ante la visión del agua cayendo por la espalda de Rafa, que con la cara bajo el chorro no se daba cuenta de nada.

Durante unos minutos, Verónica observó a su primo, del que solo podía ver su escultural espalda y su durísimo culo, mientras ella se mordía el labio inferior. Sintió una punzada en el estomago, cuando Rafa se giró frotándose los ojos y pudo ver su sexo expuesto ante ella… No se quiso arriesgar más y dando torpes pasos hacía atrás, se dirigió al cuarto de su primo, donde se sentó en la cama para recuperar el aliento.

Vio un cuaderno de dibujo en la mesilla de al lado de la cama y cogió una hoja para dejarle un mensaje… Le dijo donde iban a estar por la noche, por sí quería verla: ¿era un ofrecimiento o una petición? Decidió marcharse antes de que su primo saliera de la ducha.

Al bajar le dijo a su abuela que su primo estaba en la ducha y que le dijera que había estado allí buscándolo; la abuela sonrió, ante la manera, en la que Verónica se sentía cerca de su primo…

-                          Pero, ¿qué miras tanto, tía?- rompió Maite sus pensamientos para traerla de nuevo al presente.

-                          Nada, le había dicho a Rafa que estaríamos aquí…- dijo Verónica tratando de aparentar toda la normalidad de la que fuera capaz.

-                          ¿Así que has invitado a tu primito?- rió su amiga poniendo la mano en la rodilla desnuda de Verónica, que llevaba un short vaquero muy ceñido.

-                          Bueno, no lo he invitado porque sé que no le gustará la discoteca, pero le he dicho que estaríamos aquí antes de irnos.

-                          Y, por supuesto, el hecho de que no insistas en que venga a la discoteca no tiene nada que ver con que allí esté Tomás, ¿verdad?- dijo con ironía, Maite.

-                          Pues que quieres que te diga… ¿Qué no los quiero a los dos en un mismo sitio? Pues, tienes razón… Ya sabes como es Tomás; sólo tienes que ver como se ha puesto de gallito esta mañana…

-                          Sí, sí, jaja… Tengo la teoría de que no soporta la idea de que no estés loca por sus huesos…

-                          La culpa es tuya por decirle que tenía un nuevo rival…

-                          Pues, ¿sabes una cosa? Que yo creo que hasta podrían llevarse bien; tu primo es un tío que no acapara el protagonismo y, mientras no lo haga, Tomás seguirá como siempre…- dijo Maite muy convencida.

-                          ¿Cómo siempre? ¿Y eso es bueno?- rió Verónica.

-                          Bueno, tampoco le puedes pedir a una oveja que te de seda, ¿no?- bromeó Maite haciendo reír a su amiga.- Mira, cariño, tienes que relajarte y dejar que las cosas sigan su curso… Las cosas planeadas suelen salir mal…

Verónica pensó en la frase que acababa de decir su amiga; ¿se podía considerar la nota que dejó sobre la cama como una cosa planeada? Maite podía ser un poco bruta y bastante promiscua, pero siempre le había dado buenos consejos… Era una amiga en la que confiar y con la que podía tratar cualquier tema; de hecho, es la única con la que hablaba de su primo, sabiendo que ella intuía que le gustaba, sin necesidad de llegar a decírselo con palabras. La miró y sonrió con cara de traviesa.

-                          ¿De que te ríes?- preguntó Maite que no sabía a que venía el cambio de actitud de su amiga.

-                          Estamos empatados…- dijo Verónica sin abandonar su gesto sonriente.

-                          ¿Empatados? ¿Quién?

-                          Rafa y yo… Hoy lo he visto desnudo…- soltó Vero susurrándole a su amiga.

-                          ¿¿QUÉEEE??- gritó Maite fuera de sí.

-                          He ido a buscarle esta tarde y estaba duchándose…

-                          ¡Y te has puesto a mirar! ¡Serás guarra! Jajaja…- reía descontrolada Maite, excitada por la idea de imaginarse el cuerpo de aquel chico.- Pero… ¿desnudo, desnudo?

Verónica, por toda respuesta, separó sus manos para simular el tamaño de la polla de su primo, haciendo que las dos chicas rieran abrazándose.

-                          ¿De que os reís?- escucharon preguntar a Tomás que llegaba en ese momento.

-                          De lo tardón que eres…- rió Maite tratando de evitar el tema.

-                          ¡Ah, Vero! He visto a tu primo…- dijo Tomás con una sonrisa en los labios.

-                          ¿Ah sí?- dijo ella un poco a la defensiva.

-                          Sí, estaba con Oscar saliendo de su casa…

La chica se quedó pensativa; su primo había salido de la ducha, había visto la nota y, aún así, no había ido a la plaza para verla. ¿Estaría ella imaginándose cosas que no eran? ¿Y si la actitud de su primo solo era producto del cariño que sentía por ella como familia?

-                          Eso está bien, gorda…- dijo Tomás.- Yendo con Oscar, sabes que conocerá todas casas de putas de la provincia, jaja…

Verónica trató de disimular el disgusto por la aseveración de su ex pareja; sabía, perfectamente, que era cierta la fama de putero que tenía el joven compañero de trabajo de su padre y le dolió imaginar que Rafa fuera a entrar en ese juego.

                                   **********

            Rafa observaba el ambiente de aquel burdel, desde la barra, mientras Oscar pedía dos copas, demostrando la familiaridad que tenía con el camarero al tratarlo por su nombre de pila. Nunca había estado en un prostíbulo, al menos, no en uno tan peculiar como aquel; los clientes, gente de las aldeas de alrededor, no pegaban casi nada con las, sorprendentemente, espectaculares chicas que trabajaban allí.

            Él daba sorbos a su cubata, oteando cada uno de los rincones de aquel lugar; ellos estaban sentados en unos taburetes en la barra, justo enfrente de un escenario con un barra americana, donde actuaba una chica que no tenía que hacer muchos esfuerzos para provocar la excitación y las voces de los presentes.

            La atractiva chica, de tetas pequeñas pero muy bien colocadas y un culo digno de una campeona del mundo de voleibol, hacía las delicias del “irrespetable”… Se movía como una serpiente alrededor de aquella barra, en un baile exótico y casi hipnótico que tenía a Rafa hechizado.

-                          ¿Te gusta el espectáculo?- le sacó de su hipnosis, Oscar que se sentó en el taburete de al lado.

-                          ¿Sueles venir mucho a este sitio?- dijo Rafa dándole un nuevo sorbo a la copa.

-                          ¡No me jodas que tú también vas a venir con los cuentos de moralidad y copón…!- dijo algo molesto su amigo, quizás un poco harto de que lo prejuzguen.

-                          ¡Hey! Relájate… He venido contigo, ¿no?

La respuesta de Rafa pareció calmar un poco a Oscar, que lo miraba como si buscara algo de apoyo. A Rafa le sorprendía que un tío tan afable y bueno como Oscar se escondiera en sitios como ese, lleno de gente mucho mayor que él; de hecho eran, con diferencia, los más jóvenes de aquel lugar.

Por otro lado, todavía no había visto a Oscar con la gente joven del pueblo; en la taberna, trasnochaba con los cuarentones del pueblo y estaba tan feliz…No tenía porque ser malo, porque ninguna ley decía que tuviera que relacionarse con gente de su edad; pero, además si en la taberna estaba con compañeros de trabajo, pues lo veía hasta lógico… Pero, para Rafa, lo de que se viniera a sitios como éste sin nadie si era más extraño.

-                          Vale, tío, lo siento… He sido un borde pero es que estoy hasta la polla de que la gente opine sin saber…- se disculpó Oscar visiblemente afectado.

-                          ¿Sin saber qué…? ¿Qué un tío soltero, sin relación ninguna, paga por sexo?- dijo Rafa, tratando de levantar el ánimo de su amigo.

-                          No suelo subir con ninguna chica… Vengo, veo el espectáculo y me tomo unas copas. O sea, alguna vez sí, pero lo normal es que venga a tomar unas copas.

-                          Eso si es raro, ¿ves?, jaja… Porque las copas aquí son un huevo de caras…- bromeó Rafa provocando las carcajadas de Oscar.

Tras unos minutos de charla, una de las prostitutas se acercó a la pareja; era una mulata de pechos prominentes, y vestida tan solo con una escueta ropa interior.

-                          Hola, mi niño.- saludó a Oscar.- ¿Quién es tu amigo?

-                          Hola, Karina… Un amigo de fuera, ¿por qué no le enseñas como tratáis aquí a los amigos?- rió Oscar.

La chica se acercó a Rafa, que miraba a su amigo con cara de querer despellejarlo, y le echó mano al paquete sin aguardar un instante. El muchacho encogió el cuerpo, por instinto, cuando aquella mano empezó a acariciar su polla sobre el pantalón.

Los labios de la mujer comenzaron a besar el cuello de Rafa mientras la otra mano acaricia el pecho por la abertura de la camisa blanca que llevaba puesta.

-                          Oye, mi niño, ¿no quieres subir conmigo a pasar un rato?- susurró la mulata en el oído de Rafa.

-                          No, muchas gracias, amor, pero hoy no tengo muchas ganas, ¿vale?- se disculpó educadamente.

-                          Pues tu amiga no dice eso…- contestó con una sonrisa la mujer refiriéndose a la tremenda erección del pantalón de Rafa, que sobaba con su mano.

-                          Pero ella piensa por sí misma, jaja… Muchas gracias, de verdad.-se escabulló Rafa cogiendo la mano de la chica y quitándola de encima de su durísima polla.

-                          Vale, mi niño, pero si cambias de opinión, búscame, que eso quiero yo probarlo.- rió mirando el bultazo del pantalón del chico, para luego marcharse meneando las caderas.

Cuando se quedaron de nuevo a solas, Oscar no paraba de reír por el aprieto en que había puesto a su amigo.

-                          ¡Que cabrón eres!- bromeó Rafa dándole un golpe en la rodilla a su amigo.

-                          Jajaja… Si no tienes pareja, ni compromiso, ¿no?- contestó Oscar, usando el argumento que antes había usado él mismo.

-                          Anda, pide otra copa…

-                          Sí, sí, porque follar no follarás, pero beber…- dijo Oscar llamando al camarero.

-                          Tío, pues perdona que insista, y si quieres me mandas a la mierda, pero lo que me parece extraño es que vengas aquí solo.- relató Rafa.

-                          No sé… A ver, yo salía con la pandilla del pueblo pero, que quieres que te diga, no me sentía muy integrado; además estaba el tema de Verónica…

Rafa sintió un escalofrío al escuchar nombrar a su prima; si el problema de que Oscar se hubiera aislado era su prima, sabía que le iba a afectar. Aunque no podía imaginar a Vero, despreciando de alguna forma a aquel chaval.

-                          ¿Qué tiene que ver Verónica en todo esto?- dijo Rafa tratando de comprender.

-                          Ella nada, es decir, no directamente… Pero ya sabes como es tu abuela Isabel; yo tenía que vigilar a su niña y sé que Vero se sentía incómoda conmigo cerca, por ese motivo.- comenzó Oscar a sincerarse.- Y mira, Rafa, no me lo tomes a mal pero yo a tu prima la quiero como a una hermana pequeña y no quería que esa sensación de que la vigilaba estropeara mi amistad con ella…

Rafa suspiró al entender que no había ningún trasfondo de desprecio por parte de su prima, ni de enamoramiento por parte de Oscar…

-                          Y ese es el motivo por el que te vienes aquí solo… Lo veo normal, muy natural…- sonrió Rafa con sarcasmo.

-                          A ver si va a ser ahora cuando te mande a la mierda…- contestó Oscar dándole un sorbo a la copa que acababa de traer el camarero.

-                          Lo que digo es que, ahora estoy yo aquí y que ni tienes que venir aquí solo, ni huir de ningún sitio por Verónica.

-                          ¿Sabes una cosa? Aunque tienes pinta de hippie, eres buena gente, jaja.

Los dos amigos se abrazaron y rieron, contándole Oscar, mil anécdotas de sus incursiones en solitario en las clubs de carretera y de sus polvos con las prostitutas del lugar.

-                          Oye, hablando de estas cosas me he puesto como un burro, jaja… ¿Quieres que subamos?- dijo Oscar echándose mano a los huevos.

-                          Jajaja… Yo paso, pero vamos sube si quieres; yo te espero tomándome una copa…

-                          Con lo cargado que voy, creo que no llegas a tomarte ni media copa, antes de que baje…- dijo riendo su amigo mientras se levantaba de la silla y se enganchaba del brazo de una pequeña morena que había estado sentado muy cerca suya desde hace rato.

Rafa se quedó solo en aquel sitio, donde las chicas paseaban semidesnudas y, a juzgar por la cantidad de humo que había en el local, no se tenía muy en cuenta la ley anti-tabaco. En ese momento, la chica que antes bailaba en el escenario se acercó a la barra y se pidió un gin tonic… Ningún hombre se acercaba a ella a molestarla a pesar del cuerpazo que tenía la chica, que llevaba una bata abierta, tapando la desnudez que antes mostraba en el escenario. Su larga melena con un exagerado tinte de color rojo y un tatuaje japonés, que cruzaba su pierna desde el muslo hasta el tobillo llamaban la atención de Rafa.

-                          Enhorabuena, bailas muy bien…- rompió el silencio Rafa, recibiendo de la chica una total mirada de desprecio e indiferencia.- Vaya, perdona…

Rafa rió ante la mirada que aquella stripper le había echado; por un momento se puso en su lugar y entendió la de babosos y salidos que le tirarían los tejos día tras día… Pero, desde luego, esa no era su intención porque de hecho no sabía ni porque había empezado esa conversación; suponía que en un lugar como ese, no estaba bien visto que se alabara a una chica por como bailaba específicamente. Volvió a su posición, con la espalda apoyada en la barra haciendo equilibrio con dos patas del taburete y observando cada rincón de ese sitio… No, no era precisamente uno de los clubs de lujo de Londres.

-                          Tú no eres de aquí, ¿verdad?- se interesó el camarero, mientras le servía una copa que él no había pedido.

-                          Bueno, nací aquí pero llevo toda mi vida fuera; he llegado hace poco…

-                          Se nota por las pintas…- dijo el hombre de unos treinta y pocos años, rapado el cero y con una camisa sin mangas de dejaban ver dos hombros tatuados.

-                          Sí, parece que las rastas no se llevan mucho por estos sitios.

-                          No, hombre, me refiero a la pinta de turista que tienes; miras todo como si fueras un japonés en un museo…

-                          Jajaja… La verdad es que, no te ofendas, pero es un sitio pintoresco.

La chica que le había mirado con mal gesto se acercó a donde estaban ellos, al escuchar parte de la conversación. Se sentó en el taburete donde hace unos minutos estaba Oscar y le pidió otro gin tonic al camarero con el que hablaba Rafa.

-                          ¿Yo también te parezco pintoresca?- dijo la chica muy seria; sentada como estaba, se le había abierta la bata mostrando un tanga de brillo y parte de sus pequeños senos.

-                          Oye, siento si te he ofendido antes, no era mi intención… Soy Rafa.- se presentó el chico estirando la mano para saludar a la chica.

Ella miró extrañada porque no estaba acostumbrada a que guardaran las distancias de esa forma, a que la miraran pero con esa sutileza que no faltaba al respeto; se había sentado al lado al escuchar a aquel chico hablar con el camarero sin ninguna estridencia ni ningún mal… Suponía que se había acostumbrado a otro tipo, no ya de hombres, sino de personas.

-                          Yo soy Brenda…- dijo la chica estrechando la mano de Rafa que esbozó una sonrisa de confianza.

-                          ¡Vaya! ¿te llamas Brenda?

-                          Bueno, es algo así como mi nombre artístico; he tenido tantos que ya casi no recuerdo mi verdadero nombre. ¿De donde vienes Rafa?

-                          Pues en este momento vengo de Londres, he estado trabajando allí los últimos dos años… Pero vivir, vivo en Barcelona.

-                          Umm, Londres… Eso tiene que ser la bomba…- dijo la chica cogiendo la copa que había dejado el camarero en la barra.

-                          Pues si te digo que vengo huyendo de allí…- dijo Rafa con un gesto de fastidio.

-                          No te digo yo que es un tío raro.- aseveró el camarero que volvía a la conversación.

-                          Supongo que tendrá alguna razón para salir huyendo… ¿Drogas? ¿Mujeres? ¿Mafia?- dijo Brenda, interesada en la azarosa vida de aquel muchacho.

-                          No, no, nada de eso… Cuando digo “huir”, me refiero al tipo de vida… llevo fuera de casa casi cinco años y me apetecía desintoxicarse de ese tipo de mundo. Sé que, quizás por aquí, no entendáis que me harte un poco se ciudades agolpadas por gente en las entradas de metro, por vecinos que no conocen ni tu nombre y por una comida asquerosa…

La explicación de Rafa hizo reír al camarero que se alejó de ellos para servir en la otra punta de la barra a dos hombres en un estado deplorable. Pero Brenda lo miraba con asombro, sorprendida de la lucidez que mostraba aquel chico que buscaba la tranquilidad de un pueblo en lugar de las oportunidades de una gran ciudad.

-                          Pues, chico, no entiendo si huyes de todo eso, como acabas en un sitio como éste.- dijo señalando el club donde estaban.

-                          La verdad que si es raro, jajaja. Vengo con un amigo, tampoco hay mucho más que hacer en el pueblo a estas horas.

Los dos guardaron silencio un instante como si estuvieran estudiando sus próximas palabras.

-                          Perdona que me meta, pero ¿y tú? ¿Qué haces en un sitio como éste?- preguntó Rafa dándole un nuevo sorbo a su copa.

-                          Trabajar, pero no soy puta, ¿eh? Sé que es una excusa que te habrán dicho mil veces…

-                          No suelo entrar a sitios así…

-                          Bueno, me refiero a que sólo soy stripper… Hago mi espectáculo en tres sesiones y cobro por noche; no dejo que ningún tío me toque…

-                          Vale, ahora entiendo tu reacción cuando te he hablado…

-                          Bueno, sabía que no eras de aquí, porque los hombres de aquí me conocen y saben muy bien que conmigo no pueden intentar nada.

-                          De verdad, sólo quería decirte que bailas muy bien…

-                          Algo más te habrá gustado, ¿no?- coqueteó Brenda cruzando las piernas.

-                          Jajaja… Bueno sí, eres preciosa pero no ha sido ese el motivo por el que te he felicitado; de hecho soy muy vergonzoso con las chicas…

-                          Creo que más bien es que sabes jugar muy bien tus cartas…

-                          Oye, algún día podíamos quedar para tomar algo fuera de aquí, ¿te apetece?- lanzó la chica sin pestañear.- Me gustaría que me contaras mas cosas de esa vida tan bohemia que llevas.

Rafa se dio cuenta que aquella despampanante chica le estaba tirando los tejos, pero sonrió de forma amable…

-                          Créeme, no me queda tiempo para ser bohemio, jaja.

De las escaleras bajó, por fin, Oscar acompañado de la menuda chica que se había marchado con él; conforme se fue acercando al lugar donde estaba Rafa con aquella chica se dio cuenta de quien era y se sorprendió.

Brenda que vio venir a Oscar, al que conocía por ser un cliente habitual de la sala se levantó del asiento para marcharse.

-                          Bueno, me voy que me tengo que preparar para el próximo número; ¿te vas a quedar a verlo?- dijo la chica levantándose y tapándose con la bata.

-                          No creo, pero ha sido un placer conocerte; ya vendré a verte otro día… ¿Cómo te llamabas?- dijo sonriendo Rafa, comprendiendo Brenda a donde quería llegar aquel muchacho.

-                          Marta, me llamo Marta…- dijo sintiendo que se estaba abriendo a aquel chico de forma brutal.- Pero llámame Brenda, ¿vale?

-                          Ok, Brenda, encantado…- dijo Rafa estirando de nuevo la mano.

Aquella mujer estrechó su mano con delicadeza y mantuvo el contacto unos segundos, mientras miraba a los ojos a aquel chico;  a pesar de los treinta y pocos años que tenía, la había turbado de forma extraña.  Se giró justo cuando llegaba Oscar al que saludó amablemente pero de forma distante.

-                          ¿Qué coño ha pasado aquí, Rafa?- preguntó Oscar recuperando su sitio junto a su amigo.- Me voy dejándote solo y cuando vuelvo estás hablando, ni más ni menos que, con la tía más inaccesible del local.

-                          No pasa nada, solo estábamos hablando.- dijo Rafa que echó una ultima mirada a Brenda que ya entraba en la zona de camerinos.- Bueno y tú, ¿Qué tal?

-                          Buahhh, de lujo, tío…- dijo el amigo resoplando de forma exagerada.

-                          Jajaja, la madre que te parió…- rió Rafa desatando otra serie de bromas de aquel desvergonzado chaval.

Tras beberse la última copa, decidieron abandonar el club… Al salir, Rafa trató de retomar la conversación por donde la había dejado antes de que Oscar se fuera.

-                          Oye, Oscar, que conste que yo vendré contigo las veces que tú quieras, pero ahora te atreverás a que vayamos a otros sitios aunque coincidas con mi prima.

-                          Supongo que sí; el hecho de que tú vengas conmigo me libra del papel de vigilante… Eso se te supondrá a ti, que eres su primo, jaja.

-                          ¿Puedo preguntarte una última cosa?- dijo Rafa que estaba dispuesto a dar el paso al que antes no se atrevía.

-                          Claro, tío.

-                          ¿Tú sabes si entre mi prima y ese tal Tomás ha habido algo?

-                          Eso ya me lo has preguntado antes, ¿no?- dijo Oscar mientras se dirigían al coche.

-                          Sí, pero no me contéstate…

-                          ¿Y que te hace pensar que lo voy a hacer ahora?

-                          Bueno, supongo que soy un hippie pero buena gente…- contestó Rafa abriendo la puerta del copiloto para subirse al coche.

Oscar arrancó el coche, se encendió un cigarro y colocó bien el asiento y los espejos. Después miró a Rafa y dándole una calada al cigarro empezó a contarle todo:

-                          Mira tío… Sí, entre Tomás y tu prima hubo algo; además algo fuerte para Vero… Yo conozco a Tomás desde pequeño y sé de que pie cojea y se lo dije a tu prima… Porque yo nunca me he metido en los asuntos de Tomás con las tías, pero siendo tu prima Verónica era distinto.

-                          Es normal, ¿y qué pasó?

-                          Nada, le advertí a Vero que Tomás era un personaje que buscaba lo que buscaba y que tuviera cuidado, pero no quiso hacerme caso… Me hizo prometerle que no me iba a inmiscuir en eso. Y es lo que hice…

-                          ¿Y siguen juntos?- preguntó Rafa cada vez más interesado en el tema.

-                          Pues no sé. Sé que hace tiempo se pelearon pero ahora no sé si están juntos o no… Pero, ¿por qué tienes tanto interés en saber eso?

Rafa guardó silencio y le quitó el cigarro de las manos a Oscar para dar una profunda calada. Oscar empezó, de repente, a atar cabos y su cara era un poema…

-                          Rafa, ¿no me jodas que te gusta tu prima Verónica?- soltó con una sonrisa entre los labios.

-                          Ya no soy tan buena gente, ¿verdad?

-                          Jajaja, no, no… No lo eres…- bromeó Oscar arrancando el coche.- Mira tío, no soy nadie para juzgarte porque me has demostrado que tienes la cabeza muy bien amueblada… Pero te advierto lo que tu prima no me dejó advertirle a Tomás: si le haces daño a Vero, por muy prima tuya que sea, te arrancó la cabeza…

-                          Sí, tío, no te preocupes… Sólo te he dicho que me gusta no que me vaya a abalanzar sobre ella…

-                          ¿Sabes una cosa?- dijo comenzando a conducir de vuelta al pueblo.- Que, en el fondo, creo que hacéis hasta buena pareja.

Los dos rieron mientras Oscar conducía despacio por aquellas carreteras secundarias que llevaban al pueblo.

-                          Bueno, como has dicho antes, ahora que estás aquí ya podemos ir a otros sitios, ¿no?- dijo Oscar con una sonrisa que hacía temer a Rafa que lo llevara a otro antro de carretera.

-                          Sí, ¿Qué tienes pensado?

-                          Pues con todo lo que me has dicho y con las ganas que tengo de tomarme una copa, nos vamos a la disco a buscar a tu prima… No me pierdo por nada del mundo la cara de gilipollas que va a poner Tomás., jejeje.

Rafa sonrió sin saber muy bien si había hecho bien o mal al sincerarse con Oscar; pero, quizás, se lo debía por haberlo hecho su amigo antes con él, respecto al motivo de su retiro de la pandilla… Bueno, ya no había vuelta atrás; Oscar cogió el desvío hacia las afueras del pueblo. Al fondo el destello de las luces de la discoteca donde estaba Verónica con sus amigos…

(CONTINUARÁ)

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