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Mi hermanazo Marcos (El final del final)

en Amor filial

            Desnuda, mirando su reflejo en aquel espejo de cuerpo entero que colgaba de la pared de la acogedora cabaña de madera, se sentía tremendamente relajada; había descubierto no hace mucho, que disfrutar de su sexualidad no era algo tan inmoral y sucio a como le habían enseñado durante su educación. A sus cuarenta y cinco años, empezaba a ver la vida de otra forma, aunque las apariencias aún eran demasiado importantes para ella.

            Su cuerpo mostraba algunos signos de la madurez de los años, aunque el hecho de que llevará un año y medio en el gimnasio y en clases de yoga le había hecho mejorar muchísimo; la buena situación laboral de su marido le permitía disponer de tiempo para ella. De hecho, no le gustaba engañar a su marido, pero sabía que esta búsqueda de identidad sexual que había emprendido hace unos meses, no sería comprendida por él. Enrique era un hombre bueno y comprensivo pero aún así le daba vergüenza que, de la noche a la mañana, la viera como una vulgar fulana que quisiera probar nuevas cosas en el terreno sexual.

            - ¿Estas lista, Karem…?- escuchó la voz de Nadir a su espalda mientras una calida mano se posaba en su hombro.

            - Si, perdona… Estaba distraída.- contestó Marga, que aún no se acostumbraba a escuchar su seudónimo, sacado de una novela romántica cuyo pomposo nombre hace tiempo que olvidó.

            Nadir, de quien no conocía su verdadero nombre, había sido su confidente en sus primeras incursiones en aquellas noches en los chats de ciber sexo. Todo comenzó en las conversaciones que tenía en el gimnasio con algunas de sus compañeras de clase de yoga; en todas pasaban cosas parecidas: la soledad de las largas mañanas mientras sus maridos trabajaban,  la tristeza por el abandono del hogar de sus hijos que se iban haciendo mayores… La única que hablaba de forma diferente era Laura, una divorciada de escandaloso cuerpo que provocaba envidias y simpatías a partes iguales. Una mujer peculiar con un pasado que la hacía sospechosa ante cualquier mente “bienpensante”.

            Un día, tomando un café en el bar de al lado del gym, surgió el tema del sexo sacado con total naturalidad por Laura. Les decía que había que afrontar la madurez sexual con libertad; algunas de aquellas cuatro mujeres que formaban aquel singular grupo la miraban escandalizadas pero, sin saber muy bien porqué, Marga comenzó a interesarse por las palabras de aquella mujer.

            Al acabar una de esas conversaciones que se convirtieron en habituales entre las tres mujeres que quedaron en el grupo de tertulia, Laura con toda naturalidad se acercó a Marga que estaba apurando el último sorbo de una bebida isotónica.

            - Marga, toma guárdate esto y échale un vistazo cuando estés sola en casa…- le dijo con una morbosa sonrisa pasándole un  papel con una dirección de una pagina web.

            - Gra…Gracias…- dijo guardando rápidamente el papel arrugado en su bolso como si estuviera traficante con alguna sustancia ilegal.

            Al llegar a su casa, estuvo pensando si conectar el ordenador para ver la dirección web que laura le había dado. Una extraña sensación de culpabilidad la invadía, parecía bloquearla en el deseo de traspasar el último límite. “No hacemos daño a nadie disfrutando de nuestro cuerpo” recordó decir a la alegre divorciada; aquellas palabras resonaban en su cabeza cuando se sentó en la mesa del escritorio y conectó el módem  del ordenador.

            De eso hacía ya un mes y medio, durante el cual aprendió a manejarse en aquella extraña pagina que era una web de contactos entre personas que se abrían a nuevas experiencias sexuales. Empezó por el chat de cibersexo, donde descubrió que se podía charlar con desconocidos e interpretar morbosas historias; con el tiempo, le asignaron lo que en aquella asociación liberal llamaban un cicerone, un especie de guia de más experiencia dentro de la extraña comunidad que la ayudaría a entrar más a aún en las actividades que se organizaban y en las que cada vez estaba más segura que querer participar. Ese guía fue Nadir, el hombre del antifaz que estaba ahora a su espalda en la cabaña.

            La relación con él empezó hace unas tres semanas pero, a base de conectarse cada noche durante un par de horas al menos mientras su marido veía la televisión en el salón, había entablado una gran confianza con él. Parecería extraño en una mujer nueva en estos mundos de juegos sexuales pero como le había explicado Laura, la gente perteneciente a la comunidad era de total confianza y discreción y sólo accedían a la misma, invitados por otro miembro, como había sido su caso con ella. También ayudaba el hecho de que nunca se dijeran el nombre ni la dirección y, mucho menos mostraran sus rostros. Así empezó una serie de juegos con él; desde el cibersexo, hasta comentar películas porno que veían ambos a cada lado de la red, pasando por el sexo telefónico, con número oculto, durante las noches en las que su marido salía a ver el futbol con sus amigos y su hija estaba de marcha.

            Desde que llegó su hijo Marcos, la cosa se había complicado porque había que atender a una persona más en la casa, de la que no controlado sus hábitos y, porque le apetecía compartir más tiempo con su hijo recién llegado de EE.UU. que hablar con su amigo cibernauta.

            Por eso, cuando Nadir le propuso asistir a una de las famosas fiestas de la comunidad de las que tanto había oído hablar en los foros privados, no se lo pensó dos veces. Le apetecía desconectar de su vida rutinaria de plancha y gimnasio y vivir una aventura; además, estaba cansada de acallar sus orgasmos frente a la pantalla del ordenador, mientras veía la polla de su ciber amante corriéndose a través de la cam.

            Se inventó un retiro espiritual con sus amigas de las clases de yoga y su marido la creyó; sabía que lo haría, nunca le había dado razones para desconfiar, y además la comunidad pensaba en todo y mandaba publicidad falsa sobre los “cursos” para servir de coartada para sus miembros ante sus parejas.

            Así se marchó a la reunión en la dirección indicada donde Pablo, el organizador de todos los eventos y única persona que conocía los datos de todos, la recogió para llevarla al punto de encuentro: un pequeño grupo de cabañas de madera en mitad de ninguna parte.

            Al llegar, Pablo le ofreció una mascara para que se la colocará y, así, por primera vez se encontró en persona con Nadir, aunque para ella es como si lo conociera de toda la vida… Entraron en su cabaña particular, pues figuraban como pareja, y charlaron, largo y tendido, sobre sus experiencias mientras no dejaban de acariciarse. Él era un hombre muy atractivo a pesar de su prominente barriga y se veía que se cuidaba pues estaba depilado incluso en sus partes íntimas, como ya había visto desde la pantalla de su ordenador. Antes de darse cuenta, y solo con las mascaras puestas, ya estaban follando en la cama de aquella cabaña soltando todo lo que tenían acumulado después de un mes casi de conocerse.

            Los pocos remordimientos que le quedaban se disiparon cuando Nadir se corrió sobre sus tetas desnudas en uno de los polvos más salvajes que había echado en los últimos veinticinco años de su vida. Después del polvo, Nadir le explicó, como cicerone suyo que era, las actividades que se harían ese día en la cabaña principal y Karem, su novelesco nombre, escuchaba excitaba mientras se sorprendía masturbando de nuevo a su amante, está vez sin fibra óptica de por medio.

            Tras hacer que su compañero se corriera de nuevo, está vez con su mano, sobre el abdomen de aquel enmascarado y probar por primera vez el sabor del semen de otro hombre que no fuera su marido, se dirigió a la ducha donde se libro de la mascara por primera vez en toda la mañana para arreglarse antes de la fiesta de la cabaña principal. Después de que ella saliera, de nuevo con la mascara puesta, Nadir entró a hacer lo mismo, mientras ella se miraba al espejo observando su cuerpo desnudo, hasta que su compañero salió y la sorprendió.

            - ¿Estás nerviosa? Tranquila, no pasará nada… En estas fiestas nadie hace nada que otro no quiera y cuando te sientas incomoda nos podemos venir a la cabaña, si es que no encuentras a alguno que quieras que me sustituya.- le dijo sin quitar la mano de su hombro y besando su cuello.

            - Quizas… ¿Quién sabe? Has despertado a una bestia hambrienta- bromeó Karem mientras volvía a echar mano a la polla erecta de su guia.

            - Ya veo, ya…- dijo el hombre alejándose de ella entre risas.- Primero vamos a echar un vistazo, me han dicho por ahí que han traído a un semental de treinta años que ya se está follando a una de esas lobas.

            - Auuuuuu- aulló como una de esas lobas mientras sonreía y se dirigía a la puerta de la cabaña contoneando su cuerpo.

                                                           *

                                                     Enrique

            La verdad que al volver a casa aquella mañana tras el intenso partido de padel con mis compañeros del club, maldije el momento en el que le dejé el coche a mi hijo Marcos; ahora estaba cruzando media urbanización andando tras el agotador partido. Como suponía, Marcos habría quedado con alguno de sus ligues después de ir al gimnasio, porque no era normal que llevará más de cuatro horas fuera de casa. Bueno, no lo culpaba, si yo tuviera esa polla que vi en la película, también estaría todo el día follando.

            Llegué a casa, pensando en la ducha caliente que iba a tomar y en quedarme desnudo en la casa mientras comía las sobras de la cena que mi mujer preparó anoche antes de marcharse… Además el hecho de que la fuga de mi hijo pudiera durar hasta la tarde y que mi hija, seguramente ya estaría en el dichoso centro comercial, me daba la tranquilidad que deseaba. ¿Qué diablos harían estas chiquillas cada día durante tanto tiempo en el centro comercial? Traté de borrar una gran cantidad de escenas libidinosas de mi cabeza teniendo en cuenta que iba con su amiga Silvia.

            Entré en la casa dejando la mochila y la raqueta en el sillón próximo a la entrada, cosa que no podría hacer si mi mujer estuviera en casa. Me quité el sudado polo de padel y fui escaleras arriba para echarlo al arcón de la ropa sucia y darse la merecida ducha cuando me sorprendieron aquellos ruidos.

            - Siiiii, joooder, asiiii, Sivi…Que buenooooo. Cómemelo, asíiiii.- se oían los gemidos de mi hija provenientes de su habitación.

            Por un momento me quedé helado y solo puede reaccionar cuando mi polla ya pugnaba por salir de mi pantalón deportivo. Me acerqué de nuevo, como aquella misma mañana cuando observé a mi hija, para contemplar una escena parecida a la que había visto unos días antes. Silvia estaba con la cara entre las piernas de mi hija Sandra, mientras ésta con los ojos cerrados le apretaba la cabeza contra su encharcado coñito.

            El zumbido proveniente del coñito de mi hija me hacían pensar que también le estaba introduciendo un consolador a la vez que le devoraba el coño con una furia como si la quisiera matar; pero no parecía que mi hijita estuviera sufriendo con la tortura de su amiga. Delante mia estaba el culazo de Silvia meneándose como parte de una especie de danza hipnótica mientras le comía el coño a su hija.

            - Joder, Sivi… Me corroooo, sigue puta, sigueee… Bébetelo todo, asi, yaaaaaa…- gritó mi hija quedándose quieta un momento mientras las sonoras lamidas de su amiga sonaban en toda la habitación.

            Yo, apoyado en la puerta y mirando por la rendija que quedaba abierta, palpaba mi polla por encima del pantalón; pude ver como Silvia salía, totalmente desnuda de entre las piernas de mi hija y se besaban en la boca con pasión.

            - Cada día lo haces mejor, nena…- sonreía mi hija entre beso y beso.- Me has hecho correr dos veces.

            - Me pasaría horas comiéndome ese coñito, Sandy…

            - Bueno, déjame darme una ducha… De hecho creo que me voy a dar un baño; luego si quieres nos vamos a tomar algo.- dijo Sandra levantándose de la cama y dirigiendose a la puerta desde donde yo las vigilaba.

            A toda prisa, tuve que esconderme en la puerta de la habitación de al lado para no ser descubierto; a los pocos segundos, pude ver a mi hija, totalmente desnuda, pasar camino de la ducha. Su cuerpo desnudo visto desde atrás era un autentico pecado y mi erección comenzó a ser dolorosa.

            Cuando la puerta del baño se cerró y escuché el agua de la ducha correr, me dirigí como un poseso a la habitación de mi hija Sandra, donde Silvia estaba de pie, subiéndose el tanga a la altura de las rodillas. En un primer momento pareció sorprenderse, para segundos después esbozar una sonrisa mirándome.

            - Vaya, D.Enrique… No sabía que fuera usted un mirón- recriminó bromeando con aires de autosuficiencia.

            Sin decir una sola palabra, me acerqué a ella la cogí del brazo y la eché boca abajo en la cama de mi hija casi con violencia, mientras ella reía. Me bajé el pantalón deportivo hasta los tobillos sacando mi hinchadísima polla y acercándome a ella, que meneaba su culazo como momentos antes había hecho mientras le comía el coño a mi hija, le arranqué aquel tanguita con una furia provocada por la excitación que sentía por la escena que habá contemplado momentos antes.

            - He sido mala, D.Enrique… Fólleme fuerte…- me decía tratándose de usted, lo que me ponía aún más cardiaco.

            Mi polla entró en su coño casi hasta la mitad de una tacada, mientras yo echeba todo mi peso sobre su espalda.

            - JODEEER… QUE BUENOOO…- gritó sintiendo como la llenaba de carne. Aquella putita sabía sacar lo peor de mí y empezaba a pensar que le gustaba que la follaran con rudeza.

            - Cállate joder que nos va a oír…- le dije tapándole la boca mientras no arreciaba mis pollazos en su chorreante chochito.

            - Mmmmm… Te da morbo ufff que tu hija esté aquí al lado, ¿eh?... joooder- relataba en tono más dejando escapar sus palabras entre mis dedos que tapaban su boca.

            La levanté un poco de la cama agarrándola de sus caderas, dejándola en la posición de un perrito e incorporándome yo. Así  perfectamente, como podía ver mi rabo barrenaba su coñito y comos sus tetas bailaban al son del ritmo que marcaban mis caderas en su culo. El chapoteo de mis huevos chocando con su culazo resonaba en la silenciosa habitación, mientras el agua de la ducha se escuchaba de fondo en el baño.

            - Así, así… Dame duro, cabrón… Ummm, dios, papi que polla…- decía en voz baja pero sin dejar de provocarme.

            - Ufff, joder… Te… He... Dicho… Que… No…Me… Llames… Papiiiii.-le dije remarcando cada palabra con un soberano pollazo.

            - Ay, diooooos… Me voy a correr… Lléname… Córrete dentro mía, por favor….

            - Sí, putita, yo también me corro… ¿Quieres  que te preñé? Ufff…- me sorprendí, a mi mismo, diciéndole; esta vez estaba siendo mucho mas dominante que la primera vez.- Ya me viene… Toma, toma mi lefaaaaaaa…

            Sentí como un chasquido dentro de mis huevos al soltar toda su carga dentro de aquel jovencísimo coñito; cada chorrazo lo acompañaba con un golpe de riñones que me hacían sentir como un macho de cualquier especie cubriendo a su hembra..

            - Joder, que caliente…Bufff…- suspiró Silvia dejándose caer sobre la cama, sacando mi polla casi flácida de su coño.- Madre mía, cada vez que me coges me revientas… Que forma de follar.

            Como ocurrió la otra vez, en ese momento pareció darme un ataque de escrúpulos y, poniéndome en pie, me apresuré a subirme el pantalón deportivo. Silvia me miraba divertida, recogiendo la leche que salía de entre sus piernas.

            - Me ha puesto perdida… Que manera de correrse…

            ¿Me ha…? ¿Hablaba de mí en tercera persona? Por un momento me quedé helado; muy despacio me giré sobre mis talones, torpemente al tener aún el pantalón a la altura de mis rodillas.

            Allí estaba Sandra, mi hija, apoyada en el marco de la puerta y totalmente desnuda, con sus enormes pechos mirando desafiantes. Su rostro mostraba una mezcla entre excitación y una incipiente sonrisa, mirándome de arriba a abajo.

            - Bueno, yo mejor os dejo solos, que voy a darme una ducha para limpiarme esto…-  dijo Silvia pasando por mi lado meneando su culazo,  con restos de mi semen en sus dedos.

            Al pasar junto a Sandra, se paró junto a ella unos instantes que la miraba divertida. Alargo uno de sus dedos impregnados en mi lefa y lo metió en la boca de mi pequeña que chupó con mucho morbo. Después se dieron un beso con mucha lengua mientras sus pechos se juntaban y, separándose, Silvia salió de la habitación sonriendo.

            Mi hija me miraba divertida desde el dintel de la puerta y recogía con su dedo restos que habían quedado en la comisura de sus labios. Comenzó a acercarse a mí de forma decidida que la miraba con mis pantalones en las rodillas y la polla volviendo a ponerse medianamente dura.

            - Espero que no lo hayas gastado todo con mi amiga, papi…

                                                           *

                                                      Marcos

            Entré en aquella gran cabaña, una especie de casa colonial hecha de madera, con mi mascara puesta y cogido de la mano de Laura que me guiaba por el pasillo principal. Aquella casa estaba alumbrada mediante bombillas de poca intensidad que daban a todo un aspecto lúgubre pero muy acogedor. Desde el fondo del pasillo provenían escandalosos gemidos y susurros que me hacían pensar en que había un gran grupo de personas al otro lado.

            Yo tengo que admitir que, aunque estaba acostumbrado a ver escenas muy fuertes en los rodajes y el mundo del porno, estaba un poco nervioso ante la situación que se me planteaba. Cruzamos la puerta y mi vista se adapto rápidamente a la amplitud de un salón con más sofás de los necesarios. Podría haber unas diez personas en la amplia estancia entre hombres y mujeres, todos enmascarados.

            Laura se acercó a mi oído mientras acariciaba mi pecho desnudo por la apertura de la bata de ante negro que me había colocado antes de entrar.

            - Recuerda que tú eres Omar y yo soy Anais… Disfruta de la noche, mi niño.- me dijo susurrándome a la vez que abría mi bata dejando mi pollón durísimo que saltó como un muelle, atrayendo las miradas de algunos de los asistentes a esa reunión tan especial.

            Me hizo gracia lo del nombre de Omar que Laura había elegido para mí; decía que era porque tenía la polla como un negro. Bueno al menos no me había puesto Mogambo ni nada por el estilo.

            Anais –Laura- se arrodilló ante mí para comenzar a pajear mi polla a la vez que daba lametones en mi babeante capullazo. No me cansaba de que esta mujer me la chupara; es una de las mejores felatrices que he visto en mi vida y, creedme, yo sé un poco de esto. Yo, oculto tras el anonimato que me daba la mascara, pude echar un vistazo a mi alrededor a la vez que sentía la calentura del interior de la boca de la madre de Silvia.

            Sin que suene engreído por mi parte, puedo asegurar que destacaba mi cuerpo entre el de los demás asistentes masculinos a la fiesta. Casi todos ellos superaban ampliamente los cuarenta años y las mujeres no quedaban atrás. A nuestra derecha, sentado en una silla, había un hombre de unos cincuenta años con incipiente barriga y unos kilos de más que estaba recibiendo una espectacular mamada de una rubia tetona de rodillas ante él.

            Justo enfrente mía y a espaldas de Anais, que seguía de rodillas ante mí, una mujer estaba apoyada en un aparador mientras un hombre la follaba fuerte, haciendo sonar sus huevos al chocar con aquel culazo. Otros a un lado estaban haciendo un cuarteto, donde incluso los dos hombres no hacían ascos a sus respectivas pollas… Aquello era una bacanal en toda regla y yo estaba en medio recibiendo una mamada de campeonato y sintiendo observado por todos lo que me tenía al límite de la eyaculación.

            - Ufff… La… Anais… Creo que me voy a correr…- dije entrecortadamente superado por la situación, mientras mi compañera se sacaba la polla de la boca y me miraba con estupefacción.

            - No me digas que hoy es cuando menos vas a tardar, jaja…- decía a modo de reproche mientras seguía pajeandome.- Aguanta un poco cariño, que eres mi semental de esta noche…

            Se levantó del suelo y, cogiéndome de la polla, me llevó como un perrito hasta la chica de enfrente que estaba apoyada en el aparador. El hombre se acababa de correr sobre su espalda y se había echado a un lado. Laura le hizo un gesto de que no se incorporara y acercó mi polla a su coño como si fuera una mamporrera.

            - Ufffff… Joder.- suspiró la desconocida, dejando salir todo el aire de sus pulmones al sentir mi polla entrando hasta la mitad.

            - Omar, fóllatela… Dale duro…- me pidió Laura de un modo que parecía una orden de una ama a su esclavo. Eso me excito y me envalentonó y cogiendo a la cuarentona de la cintura le enterré todo mi pollón hasta los huevos de un golpe de riñones.

            - ARGGGHHH… DIOS SANTOOOOO.- rugía aquella mujer al sentirse empalada con un grito que llamó la atención de todos los asistentes.

            Yo alentado por los gemidos de mi pareja, saqué la polla casi por completo y volví a penetrarla; recuperé la compostura, estando como estaba acostumbrado a follar en público, y empecé a llevar el control de la situación. ¿No quería Laura un semental? Lo iba a tener.

            - AY DIOS MIO… DIOS MIOOOOOO. ME MATAAAAS.- gritaba fuera de sí la enmascarada.

            Yo busqué con la mirada a Laura y la encontré a mi lado de rodillas, comiéndole los huevos a uno de los extraños que miraba mi escena.  Yo seguí follando como una bestia a mi “victima” a la que ya le temblaban las piernas y ya había anunciado que se estaba corriendo. Me quedé prendado de otra mujer botando sobre la polla de un hombre que estaba tumbado en el suelo a escasos metros de mí. Sus tetazas se sacudían de forma exagerada en un movimiento hipnótico al mismo ritmo que mis pollazos.

            Ya estaba fuera de mí y cuando estaba apunto de correrme, saqué la polla del coño de aquella mujer, que quedó derrotada encima del viejo aparador. Me acerqué con paso firme a la mujer que botaba sobre aquella polla mientras me masturbaba frenéticamente.

            - Me voy a correr… Me corrooo, jodeeer.- gemí mientras con mi polla a modo de manguera apuntaba a aquellas maravillosas ubres.

            Ella por toda respuesta, dejó de botar con aquella polla incrustada en su coño mientras juntaba sus tetas, ofreciéndomelas. Fue demasiado, comencé a correrme aullando como un animal; borbotones de lefa salían de la punta de polla para caer sobre aquellas tetas, salpicando en su mascara e incluso en los muslos de su compañero.

            - HOSTIAAAA… ARGHHH…- grité totalmente desatado.

            - ESO ES NIÑOOO… ECHAMELO TODOOOHH…- contestó también gritando a la vez que volvía a cabalgar a su pareja a la vez que comenzaba tener un brutal orgasmo.

            Otra de las desconocidas se puso ante mí y comenzó a comerme la boca mientras me pajeaba la polla que aún no había perdido su dureza y que volvía a reaccionar. En ese momento, llegó Anais para librarme de aquel acoso.

            - Perdona, Mabel… Luego te lo presto un ratito, ¿vale?- le dijo besándola en el cuello a la vez que amasaba su generoso trasero.

            - Pero que no se te olvide, ¿eh?. No me quiero ir hoy sin probar esa polla…

            - ¿Cuándo te he fallado yo, guapa?- dijo entre risas mi “dueña”.

            Me excitaba mucho aquel papel de esclavo fiel que me había impuesto Laura. Y cogido de su mano me llevó hacia la mujer que había recibida mi corrida en sus tetazas, que aún llena de mi leche se levantó para situarse junto a mí.

            - Hoy es el primer día que asistís los dos a una de nuestras fiestas; creo que lo ideal es que os vayáis solos a pasar un rato de intimidad.- nos dijo Anais, en un papel de anfitriona que le sentaba de maravilla.- Karem te presentó a Omar. Omar, ésta es mi amiga Karem. Trátala bien…

            Yo, por toda respuesta, ofrecí mi mano a aquella espectacular mujer de senos bañados en mi lefa que dudando un poco me la cogío. Llevando yo el control de la situación la conduje, agarrada a mi mano, hacia el pasillo de entrada, de camino a mi cabaña privada.

                                                           *

                                                     Sandra

 

            - SIIII… DIOS… ASIII… PAPÁ… QUE POLLA TIENES…- no podía parar de gritar mientras cabalgaba a mi padre agarraba a los pelos de sus pectorales, estando él tumbado en la cama de mi habitación.

            El pobre no decía nada con una cara mezcla de excitación y algo de remordimientos; pero lo que no tenía remordimientos era su polla que llevaba clavándome yo misma desde hace cinco minutos y que estaba dura como una barra de hierro.

            De repente, noté sus manos apretar mi culo, marcándome el ritmo. Haciéndome llegar hasta el fondo; si bien, no era tan grande como la de mi hermano Marcos, si que era bastante más gorda. No sé como mi amiga Silvia se había podido meter semejante pollón en su culo. Se incorporó sobre sus codos para empezar a chupar mis tetazas que se quedaron al alcance de su boca, al estar yo inclinada sobre él.

            - AYYYY, QUE RICOOO, PAPIII… ASI, CHÚPALOS… NO DEJES DE FOLLARME… ME LLENAS…- no podía parar de decir barbaridades y sentía como pequeños orgasmos me sacudían mientras la temperatura de mi coño subía segundo a segundo

            Mi padre se incorporó del todo, abrazado a mí y levantaba sus caderas de la cama para hacer más profundas las penetraciones mientras ya mordía mis pezones. Me encantaba ese trato tan bestia, que me recordaba mucho al que me daba Marcos cuando lo enfadaba. Comenzó a gemir con mis tetas en su boca a la vez que su polla entraba, una y otra vez, hasta los huevos. Yo no paraba de botar como una loca, sintiendo como crecía un brutal orgasmo en mis ovarios.

            De repente, uno de los  grandes dedos de las manazas de mi padre se introdujo en mi virgen culo, haciendo quedarme quieta con la boca abierta, buscando aire; fue él quien volvió a marcarme el ritmo moviendo mi culo sobre aquel mástil de carne y sintiendo como, además de su polla, su dedo entraba en mi culo hasta el nudillo.

            - ASÍ CARIÑOOO… FÓLLATELA POLLADEPAPI… ERES UNA HIJA MUY BUENA SANDRITA…- rompió el silencio mi padre, llamándome como me decía cuando era una niña, lo que me puso aún más cachonda.

            - AY PAPI, QUE GANAS TENÍA DE ESTOOOOHH… JOOODER. ME MEOO DEL GUSTOOO.- repetía apretando de nuevo su cabeza contra mis tetas, llenas de babas.

            - ESO ES MI AMOR… CÓRRETE CON PAPI… ESTOY A PUNTO… ¿TE GUSTA EL DEDO EN EL CULO?

            - SIIII…OHHH… JODER… ME LO ÉSTAS DESTROZANDO, DIOOOOS… ME CORRO PAPI… NO AGUANTOOOOHH.- le avisé al sentir una brutal corrida que tuvo que ponerle los huevos chorreando; de hecho creo que casi me desmayo en sus brazos.

            Como si fuera una muñeca, y al quedarme casi inmóvil sobre él, mi padre me quitó de encima suya, cayendo sobra la cama boca arriba; se puso de rodillas sobre el colchón al lado de mi cabeza y, cogiéndome del pelo, levantó mi cabeza para meterme la polla en la boca donde empezó a correrse de forma animal, mientras me la follaba.

            - ARGGGGGHHH… SIIII…. DIOOOOS, ME DA IGUAL, MI NIÑAAAAHHH… TRÁGATELOOOOHHH.- decía moviendo sus caderas hasta el punto de provocarme arcadas de la cantidad de lefa que entraba directamente en mi garganta.

            Tosí, con su polla aún dentro de mi boca, saliendo a borbotones los restos de lefa que llenaban mi boca para caer en mis pechos… Mi padre, exhausto, sacó su polla dejando caer mi cabeza al colchón al soltar mi pelo. Tuve que girar la cabeza para escupir los últimos tragos de semen que ya no cabían en mi boca, para no ahogarme. El sabor de su semen era mucha más fuerte que es de mi hermano, pero nada desagradable; tenía razón Silvia al decir que tenía que probar con un hombre maduro.

            Del agotamiento, empecé a quedarme dormida mientras mi padre besándome en la frente se levantaba de la cama y se iba. Yo cerré los ojos sabiendo que, por fin, había conseguido follarme a mi padre. Pero ahora solo quería dormir, desnuda y con el estomago lleno de la leche de Don Enrique.

                                                           *

                                                      Marga

            Quien iba a pensar que una mujer como yo, que hace menos de dos meses pensaba que Laura era una guarra por vivir la vida así, iba a estar ahora con las piernas abiertas jadeando como una puta mientras aquel chico me comía el coño como no me lo habían comido nunca en mi vida.

            Yo sabía que Anais era Laura; ella misma me lo confesó para que yo estuviera tranquila, sabiendo que podía contar con ella en cualquier momento de apuro. En parte, por eso acepté irme con este desconocido a su cabaña; si Anais me lo ofrecía, es que era digno de su confianza. Bueno, por eso y por la polla que colgaba de sus piernas y que me puso perdida al correrse en mis tetas. Dios mío, quien iba a pensar que yo ofrecería mis tetas a un desconocido para que se corriera en ellas si creo que nunca se lo dejé hacer a mi marido. La cosa es que, en ese momento me retorcía como una anguila sobre el colchón acariciando la cabeza tapada por la mascara de aquel chico que me comía el coño a la vez que metía un dedo dentro.

            - Así, que ricoooo… Sigue, sigue, que lengua tienes, cabrón…- le decía susurrando mientras apretaba el coño contra su cara subiendo las caderas.

            - ¿Quieres que te folle? Pídemelo… Pídemelo…- me retaba mirándome desde entre mis piernas con unos ojos que tenían un halo de confianza que me hacían relajarme.

            - Fóllame… Fóllame con esa polla que tienes… Quiero que me partas en dos…- decía sin pensar, fruto de la excitación.

            El chico se subió sobre mí colocando su pollón entre mis piernas y noté como un gran trozo de carne me apretaba la entrada del coño; abrí las piernas completamente para facilitarle la labor. Su polla entró casi de golpe echándose encima mía y, no sé si fue al primer o al segundo pollazo, me corrí como en mi vida me había corrido temblándome todo el cuerpo.

            - ARGGGGGHHH… DIOOOOOOS… HIJO DE PUTAAAAHHH…- grité mordiendo con fuerza su musculoso hombro con todas mis fuerzas.

             Él, por toda respuesta, se incorporó un poco sin sacar su pollón de mi coño, para ver el moratón que le había hecho en su cuerpo del tremendo bocado. No se quejó. Simplemente cogiendo una de mis piernas y colocándola sobre su hombro sano, comenzó a follarse como si tuviera un pistón ahí abajo. Fuerte, duro. Chof, chof, chof…El chapoteo de mi coño, al recibir aquellas puñaladas de carne dura, resonaba en la habitación. Mis gritos, cada vez más débiles, salieron de mi garganta durante los siguientes quince minutos en los que aquel semental con nombre musulmán no bajó el ritmo.

            Creo que conté unos ocho orgasmos con mi cuerpo derrotado mientras él me cambiaba de postura una y otra vez, como si fuera una muñeca hinchable. Me gustaba sentirme utilizada por mi macho.

            - Karem… Ufff… Me voy a correr… ¿La quieres otra vez en tus tetas?- preguntó bajando un poco el ritmo para retrasar la eyaculación.

            - N…Nooo… Échamelo en el coño, quiere sentirme mío, Omar…- le contesté al limite de mis fuerzas y a punto de perder el conocimiento.

            Sin saber como lo hizo, me levantó en vilo con su polla incrustada en mi coño, mientras yo me abrazaba deshecha a sus hombros. Me pegó la espalda a la pared y con tres potentes pollazos que casi me llegan al utero, comenzó a correrse.

            - ARGGGHHH… TÓMALAAAAHH… JOOOOODER… KAREMMM… QUE BUENOOOHH…- gritó mientras lanzaba lo que yo sentía como litros de lecha caliente.

            Estoy segura que si no me hubiera hecho hace tiempo la ligadura de trompas, este animal me habría preñado con este polvazo… Me dejó suavemente en la cama, como si hubiera recuperado la delicadeza tras correrse y se tumbó a mi lado, quedándonos los dos dormidos.

            Creo que pasaron casi tres horas cuando me desperté, con dolores por todo mi cuerpo y vi que él ya no estaba a mi lado. Sentado en una silla de la cabaña estaba mi cicerone, Nadir, que me observaba con una expresión divertida.

            - Vaya, por fin ha despertado la bella durmiente…- me dijo acercándose a la cama.

            - Uf, lo siento, Nadir… Te dejé sólo en la fiesta… Yo…

            - Chisttt- me interrumpió poniendo su dedo en mi boca.- Karem, era tu iniciación y es normal que acabaras con ese chico… Además ya me diste más de lo que esperaba; no pensé que fueras a cabalgarme de ese modo delante de otra gente, jaja.

            - Uff, yo tampoco, pero la verdad hay tantas cosas que no me creo últimamente…- dije con gesto apenado.

            - ¿Te arrepientes de algo de lo que has hecho?- me dijo acariciando mi pecho desnudo…

            - Por supuesto que no…- dije recuperando el control de mis sentimientos.- No hago daño a nadie, si nadie se entera…

            - Pues podrás venir a todas las fiestas que quieras que vengamos, o traer a alguien nuevo…

            - Bueno la verdad que sí me arrepiento de una cosa…- dije interrumpiendo ahora yo a él.

            Mi querido Nadir me miró como no entendiendo nada y preparado para recibir alguna mala noticia.

            - De no haberle pedido el teléfono a ese chico, jajajaja- le dije riendo a carcajadas mientras él me hacía cosquillas ya recuperado del susto que le había dado.

            Pasamos aquel día en la cabaña y creo que follamos otro par de veces. Me pidió follarme el culo, cosa que le negué al ser virgen y darme miedo hacerlo por mucha confianza que tuviera con él. Aquella noche hubo otra fiesta, pero ya no estaba ni Laura ni mi maravilloso semental; aún así, por primera vez probé un trío con mi Nadir y otra chica.

            El fin de semana acabó y Pablo, el organizador, me acercó hasta la parada de bus más cercana a mi casa.  Al entrar en casa, encontré a mi marido sentado en el sofá con mi hija Sandra. No sé por qué reaccione así, pero me acerqué y, después de darle un cariñoso beso a mi preciosa hija, besé a mi marido metiendo tímidamente la lengua en su boca dejándolo totalmente sorprendido.

            - ¿Y esto?- me dijo con los ojos abiertos como platos.

            - No sabes lo que me relajan estas sesiones de yoga, cariño.- le contesté con una sensualidad como hacía años no usaba con mi esposo.

            - Buenoooo.- sonrió sorprendida mi hija Sandra, levantándose del sofá y guiñándonos un ojo- Yo os dejo solitos, que esto promete y luego me pongo celosa, jiji.

            Al salir del salón se cruzó en la puerta con mi hijo Marcos, que como siempre venía sin camiseta bajando las escaleras.

            - Anda, hermanito, vámonos arriba que estos están hoy cariñosos.- le dijo cogiéndolo de la muñeca, mientras mi hijo nos miraba sonriendo.- Jooooder, Marcos, que coño te ha pasado aquí… ¡Madre mía!

            El grito de mi hija nos asustó creyendo que era algo grave y por la cara pálida que puso mi Marcos.

            - No es nada… Es… Es una rozadora de la camiseta del gimnasio.- decía tratando de quitarse a su hermano de en medio, mientras subía las escaleras.

            - ¡Y una mierda para ti!- se oía aún a mi hija desde el principio de las escaleras corriendo tras su hermano- Eso es un mordisco de una tía en el hombro… Menudo moratón, Marquitos… ¿Te has puesto la antitetánica?... Jajaja.

            Yo me quedé blanca y las piernas me flaquearon derrumbándome sobre mi marido que volvía a estar pendiente de mí.

            - Marga, cariño… ¿Estás bien?- me preguntaba preocupaba mientras me ayudaba a sentarme en el sofá.

            - Si, si… Sólo ha sido un mareo… Será por el autobús, ya sabes que me descompone…- me excuse mientras no se me iba de la cabeza que el chico que me había follado en aquella cabaña podía ser mi hijo Marcos… En mi cabeza bullían miles de ideas y remordimientos si aquello era cierto. Pero cada vez que recodaba las escenas de aquel polvazo si me mojaban las bragas, incluso imaginándome que tras la mascara estaba mi querido hijo.

                                                           *

                                                     Epilogo

 

                                                         I

            Dos semanas después, la familia al completo estaba en la puerta de embarque del vuelo con destino a Boston. Marga lloraba desconsolada en el hombro de su marido porque su hijo volvía a su ciudad pero además por otra causa: su hija Sandra se iba con él… Sería sólo un año y medio, pero es como si se le fuera la vida. Se acercó a su hija y le dio un fuerte abrazo y dos sonoros besos que avergonzaron a la chica frente a la mitad del pasaje. A su hijo lo abrazó pegándose a su pecho, y aspirando su aroma sin que se diera cuenta.

            - Toma, cariño… Te he traído un regalo, pero no lo abras hasta que no llegues allí… Prométemelo.

            - Así de feo será, que lo hace para que no se lo devuelvas- bromeó Sandra sacando la lengua.

            - No le hagas caso, mamá… Te lo prometo. No lo abriré hasta que no llegue.

Última llamada para el vuelo E.2533 con destino a Boston. Por favor embarquen. Última llamada…

- Venga nenes que lo perdéis…-dijo Enrique, dándole dos besos a su hija Sandra que lo abrazó gimoteando y un fuerte abrazo a su hijo Marcos.

Tras un rato de despedidas, los chicos subieron al avión dejando a sus padres en silencio en el aeropuerto.

- ¿Quieres una copa?- sorprendió Enrique a su mujer; pero había tantas cosas con las que le sorprendía últimamente.

- ¿Una copa…?

- Bueno, son las siete de la tarde… No querrás un café, ¿no?

En matrimonio se dirigió hacia la salida, donde habían aparcado el coche, cogidos de la mano y con una amena conversación.

                                                           II

            Acomodados en sus respectivos asientos de aquel avión transoceánico en el que llevaban al menos una hora, los dos hermanos no dejaban de jugar con sus manos entrelazadas, como una pareja de enamorados.

            - ¿Allí me tratarás como a tu hermana?- preguntó sonriendo Sandra a su hermanazo Marcos.

            - Casi no te he tratado como mi hermana en casa de papá y mamá, así que allí…- dejo sin terminar la frase para besar a su hermana suavemente en los labios.

            - Sí, además viene bien que se queden solos un tiempo… Parecen unos recién casados… Mamá parece otra. Increíble…

            Al escuchar referirse a su madre, Marcos sacó aquel paquete regalo de su bolso de mano y lo observó antes de abrirlo.

            - Prometiste que no lo ibas a abrir hasta llegar…- dijo Sandra con una divertida mueca.

            Marcos comenzó a romper el envoltorio para descubrir lo que había dentro. Parecía frágil, así que lo hizo con mucha paciencia lo que ponía de los nervios a su hermana que miraba desde su asiento.

            - ¿Una mascara veneciana? Ves te dije que sería una horterada, jaja.- se carcajeó Sandra al ver aquel regalo en las manos de su hermano.

            Marcos se quedó pálido. Sus manos temblaban con la mascara en sus manos y miles de imágenes de aquella noche asaltaban se cabeza. Eran las tetas de su madre en las que se corrió aquella noche; era el coño de su madre donde se vació después; era su madre la que botaba sobre la polla de otro hombre.

            - Bueno, Marcos, tampoco es tan fea. No te pongas así…- dijo su hermana quitándole la mascara de las manos y poniéndola sobre su cara.

            Marcos miró a su hermana con la mascara puesta, sin olvidar las imágenes de su madre clavadas en su mente. Vio a su peque con aquella mascara puesta sobre la cara… No pudo evitar empalmarse como un burro.

            - Peque, tengo que contarte algo…- dejó salir de su boca casi tartamudeando.

                                                          

                                                           III

            Eran las doce de la noche, cuando Enrique salió de la ducha. Esa primera copa se había alargado más de lo que pensaban. Pero no iba poner límites a estas nuevas diversiones que había redescubierto con su mujer. Ahora se metería en la cama a dormir que mañana sería el primer día de vacaciones con la casa para ellos solos.

            Cruzó el pasillo en calzoncillos haciendo el menos ruido posible por si su mujer estaba ya durmiendo. Se asomó al pasar a la habitación vacía de Sandra, recordando los momentos vividos en ella. Se sobó la polla sobre el calzoncillo alcanzando una media erección y se dirigió de puntillas a su habitación.

            Al entrar con la penumbra de la ventana y la luz de la luna, vio a su mujer desnuda incorporada sobre sus codos que lo miraba.

            - ¿Qué haces? Jaja- sonrió al verla, sorprendido.- Pensé que te habrías quedado dormida…

            - No, esta noche es especial…- dijo con voz sensual.

            - ¿Si?, ¿Qué tiene de especial?- le dijo Enrique de pie junto a la cama.

            Marga se levantó se puso a cos el culazo en pompa delante de su marido y meneándolo le dijo:

            - Hoy es el día en el que me vas a follar el culo…

            Enrique se terminó de empalmar hasta dolerle. Se quitó el boxer mientras se acercaba a su mujer…

                                                             FIN

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