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El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

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Hixem jugaba con la pequeña Fátima en sus rodillas, para que estuviera entretenida mientras comía. Era bastante habitual que su hermana Zahara y su hija fueran a comer con Dinah y con él, cuando Mahudaj estaba negociando algún trato importante con algún comerciante de las afueras de la medina.

-                          Me tendrás que explicar que hacía esa mujer contigo en el velatorio de Absir.- dijo Zahara sin levantar su mirada del plato de su hija.

-                          Es una amiga… Sólo quería acompañarme.- dijo el chico un poco distraído porque en su cabeza seguía presente la tarde anterior con Samira.

-                          ¿Y tú no dices nada, madre?- protestó la mujer mirando a la anciana que estaba descansando sobre el respaldo de una de las sillas.

-                          Él es lo suficientemente mayor para saber lo que hace…

-                          ¡Pero ya sabes lo que todo el mundo dice de ella!- gritó Zahara enfadada, dejando la cuchara de Fátima en el plato.

-                          Hay gente mucho peor que tienen fama de respetables…- dijo Hixem, refiriéndose a Mahudaj sin nombrarlo.

-                          Bueno, sólo digo que no me parece bien que andes en público con ella.- dijo su hermana tratando de ser algo más condescendiente con el chico.

Se hizo el silencio en la sala, mientras la mujer cogía en brazos a la pequeña para llevarla al camastro y acostarla; el chico apuró de un sorbo el vaso de jugo que estaba tomando como si estuviera preparándose para decir algo:

-                          Madre, ¿usted cree en el destino?

-                          ¿Cómo que si creo en el destino?

-                          Pues eso, que si crees que todo está escrito antes de nacer…

-                          No creo que la vida que llevamos estuviera escrita antes de nacer… Alá debería ser muy cruel para inventar algo así.- dijo la madre con voz suave y una pequeña sonrisa.

-                          Esas son las cosas que te mete esa mujer en la cabeza… ¡Es una bruja!- dijo Zahara que había vuelto a la habitación.

-                          Bueno sí, es ella la que me dijo eso; pero es que es extraño como se cumple todo…- dijo el chico mirando al techo como si hablara solo.- Y ya sabes, madre, que yo no creo en esas cosas, pero…

-                          ¿Qué te ha pasado para que ahora si creas?- dijo su hermana sentándose a su lado interesada.

-                          ¡Vaya! ¿Ahora si quieres saber?

-                          ¡Vamos nene! No seas así…- rió la mujer mientras tocaba la cabeza de su hermano.

-                          Es una chica…- dejó caer Hixem sabiendo la reacción que eso causaría en la casa, porque nunca había hablado de eso.

Por primera vez, desde que comenzaron a hablar, Dinah levantó la espalda de la silla, interesada en lo que se hablaba en la sala.

-                          ¡No me digas que te has enamorado!

-                          ¡No digas tonterias! Pero Jezabel me advirtió que me encontraría con una chica… Y ha ocurrido.

-                          ¡Que estupidez! Puedes encontrarte a mil chicas en el mercado.

-                          Ya, pero ella no vive aquí… Y la encontré tres veces en lugares distintos; tropecé con ella dos veces… No sé, es extraño. Me hace sentir raro…

-                          Madre, creo que el niño se nos ha enamorado…- bromeó Zahara levantándose para acercarse a su madre.

-                          Mira hijo, no sé si creo o no en el destino; yo creo en la buena voluntad de las personas… Te sientes raro porque es la primera chica que conoces sin esperarlo, sin que tengas que hacer guarradas con ella.

-                          ¿Pero qué dice usted, madre?

-                          ¿Crees que soy tonta? Sé perfectamente a qué te dedicas por las noches y me callo porque, al fin y al cabo, no le haces daño a nadie… Pero, quizás esa chica no pertenece a ese mundo y te ha sorprendido.

-                          Puede que sea eso.

-                          Te viene bien salir y olvidar lo del pequeño Absir- dijo la madre que miró fijamente a su hijo al nombrar a su amigo.- ¿Qué ha pasado?

-                          No sé a que te refieres, madre.

-                          Sí lo sabes, Hixem… Sé que hay algo extraño tras la muerte del pequeño Absir. Y no me lo quieres contar.

-                          Es mejor que no sepa usted, madre.

-                          Sí, mejor será que no sepa… Ya me dijiste que no tenías nada que ver; con eso me vale.

Otra vez, el silencio llenó la habitación hasta el punto de poder oír la respiración de la pequeña Fátima en la sala contigua.

-                          Pero sabe usted que debo averiguar lo que pasó, ¿verdad?

-                          Lo sé.

-                          Y que pase lo que pase, lo voy a averiguar.

-                          Lo sé…

-                          ¿Y no te opones?

La mujer lo miró a los ojos y lo abrazó  como si quisiera acunarlo como Hixem no recordaba que hiciera cuando era niño.

-                          Sé quien eres, eres igual que el ese hombre que nunca llegaste a conocer y entiendo que no te quieras quedar de brazos cruzados… No sé como os podeis parecer tanto sin ni siquiera haberos llegado a conocer.

-                          ¿Y eso es malo?- sonrió Hixem que siempre le gustaba que le dijeran que se parecía a su padre.

-                          Sólo trata de volver.

-                          Te lo prometo.

-                          Vete…

********************

No había ninguna prisa en ejecutar el plan; siempre seguía un estricto metodo aprendido por los de su clase desde tiempos ancestrales… Atrás quedó el tiempo de llamar la atención y exponerse a la vista de los demás; el anonimato y el sigilo eran mejores armas que cualquier daga o cualquier veneno.

Tres leyes principales: encontrar, conocer sus movimientos y no ser descubierto… No había prisa en ejecutar a la victima, a no ser que el cliente tuviera una fecha límite. En principio no la había…

Vio al chico salir de forma atropellada de aquella casa en el mercado; era más joven de lo imaginaba y se sorprendió con la agilidad que demostró al subirse en el tejado más cercano, usando un carro como base, en tres rápidos movimientos… No Parecía ir armado y cada vez estaba más confuso sobre la razón que podía llevar a alguien a querer asesinar a un chico como aquel… Pero bueno, a él no debía de importarle el “por qué” sino el “cómo”.

¿Dónde se dirigía a esas tempranas horas que ya casi anochecía? ¿Por qué andaba por los tejados con una facilidad tan pasmosa? Viendo su formar de sortear los obstáculos se dio cuenta de algo importante: todos los movimientos de apoyo los hacía con el brazo izquierdo, lo que dado la torpeza de alguno de ellos le hacían pensar que sufría alguna lesión en el brazo derecho…

-                          Es bueno saberlo, cualquier ventaja es buena…- susurró el encapuchado como si hablara con alguien, aún estando a solas.

Saltó a un tejado cercano sin perder de vista a su presa, desde una distancia prudencial, para ver como se acercaba a una de las ventanas de una casa de un mercader adinerado y entrada con sigilo. ¿Un vulgar ladronzuelo? ¿Lo habían mandado a  asesinar a un vulgar ladronzuelo? Negó con la cabeza, disconforme con lo que le parecía un exceso castigo para un pequeño ratero. Pero volvía a convencerse de que no debía opinar, sino actuar y callar.

-                          Calla, Alejandro… Vivimos tiempos crueles, pero no debes implicarte.- volvió a decir para sí mismo mientras observaba la ventana sentado con tranquilidad.

Allí estuvo sentado durante casi quince minutos sin que hubiera ningún movimiento en aquello ventana; eso le extrañó, porque podría significar que hubieran atrapado al chico… Se dio cuenta que sentía hasta simpatía por él, y un sentimiento de preocupación se despertó en él. Quizás ya era demasiado viejo para hacer esto, pero era lo única que sabía hacer.

Se acercó sigilosamente a la ventana para observar si había otra salida quizás o si el chico había tenido problemas… Lo que vio lo dejo perplejo: una mujer,  de unos treinta y pico años, vestida con ricos ropajes estaba de rodillas ante el muchacho mamando su polla de forma casi animal. ¿Sería un violador? No, viendo la actitud de la mujer, podía asegurar que no estaba siendo forzada. El chico permanecía pasivo con los ojos cerrados, mientras su miembro desaparecía en la lujuriosa boca de esa mujer.

Alejandro  dejó de mirar por la ventana, mientras esbozaba una sonrisa y saltaba un tejado cercano. ¿Un asunto de infidelidades? La verdad que ahora el chico le resultaba más simpático aún… Pero, sintiéndolo mucho, él tenía una misión: matarlo.

                                ***************

-                          Te veo distraído ¿Acaso no te gusta lo que te hago?- decía la mujer, mientras con lo lengua acariciaba los huevos de Hixem en una espectacular mamada.

-                          Sí, me encanta… Sólo que me duele el hombro. Me caí el otro día.

-                          Si estuvieras bajo mi servicio, no tendrías que subir por los tejados para visitar a otras… Y ganarías casi lo mismo.- dijo la mujer pajeando al chico y mirándolo a los ojos.

-                          Ya sabes cual es mi norma… Nunca estaré al servicio de nadie; no te preocupes por mi hombro, lo que a ti te importa está perfecto.- dijo Hixem agarrando su polla por la base y provocando la sonrisa de aquella mujer.

La verdad que la causa de su distracción no era el dolor en el hombro, sino que no podía sacar de su cabeza a Samira, aquella chica que lo esperaba dentro de unas horas en su tejado… Trató de concentrarse en la mujer que estaba ante él, pero su cabeza dibujaba el rostro de la otra chica. Y le gustaba, le gustaba demasiado esa sensación.

La mujer se tumbó en la cama y abrió sus piernas en una desvergonzada invitación a su visitante; Hixem no se hizo esperar y cogido a sus tobillos la penetró con fuerza.

-                          ¡Por Alá! ¡Eso es, fóllame!- gritó la mujer echando la cabeza hacia atrás.

Las embestidas del chico eran brutales, como si con esa fuerza quisiera borrar de su cabeza la imagen de Samira; el sentimiento de ternura que esa chica despertaba en él, le haría imposible follársela de esa manera, por eso mismo creía que actuando de una forma totalmente distinta, podría evadirse por un momento.

-                          ¡Eres un animal! ¡Arghh! Me vas a destrozar…- decía la mujer con los ojos en blanco.

-                          ¿Quieres que pare, señora?- sonrió Hixem sabiendo cual iba a ser la respuesta.

-                          ¡Si se te ocurre parar, mando que te despellejen! ¡Ummmm!- gritaba la mujer llevándose su mano a su coño para frotárselo ante las penetraciones de Hixem.

El cuerpo definido de aquel joven la volvía loca; era superior a sus fuerzas y desde la primera vez que se lo presentaron y entró por su ventana, sabía que nunca podría renunciar a él… Por supuesto, su esposo no sabía nada y los mataría si se enterara, pero estaba dispuesta a correr ese riesgo, como muchas de sus amigas lo corrían.

-                          Muérdeme, quiero que me señales…- decía, fuera de sí, la señora que se agarró al cuello de Hixem como si quisiera fusionarse con él.

El muchacho arremetía contra ella, alojando su polla hasta el fondo de ese coño hambriento, y se inclinó para morder el cuello de esa mujer que gimió como si se hubiera roto una barrera que la llevaba a correrse… La rabia del chico mordiendo sin dejar de follarla, y ella sintiendo los dientes de Hixem en su cuello y corriéndose entre sacudidas.

-                          ¡Eso es…! ¡Arghhhhh! ¡Me corroooo! ¡Muerdeee, asíiiii! – decía la mujer arqueando la espalda.

La reacción del muchacho no se hizo esperar y sacando la polla del coño de la esposa del rico mercader, se subió sobre la cama para apuntar hacia su cara y su boca. Cada una de sus “clientes” tenía una manía distinta: la de esta mujer era que le encantaba que le llenara la cara con su simiente y tragar ese “elixir divino” como ella lo llamaba.

-                          Corto, pero intenso… Ummm.- dijo la mujer, acariciando el pecho desnudo de Hixem que yacía junto a ella en la cama.

-                          Sí, lo siento… La próxima vez…

-                          No te preocupes, no te he dicho que no guste… Ha sido genial.- decía la mujer, llevándose restos de lefa de su cara hacía su boca.- Como siempre, deliciosa…

El chico se levantó y se puso los pantalones, mientras miraba hacia otro lado preocupado.

-                          ¿Ya te vas? Quédate un rato a descansar, ¿no?

-                          Muchas gracias, señora… Pero tengo trabajo…

-                          ¡Vaya! ¿Quién te espera ahora? ¿Quién de mis amigas es?

-                          Sabes que nunca hablo de eso…

-                          Sí, eres discreto, quizás por eso nos gustes tanto… Otro, en tu lugar, usaría los privilegios que tienes.

-                          Me conformo con las monedas; los privilegios no quitan el hambre.- dijo el chico cogiendo la bolsita de monedas que había sobre una de las mesas.

-                          Jajaja… Llevas razón. Pero ser el amante de casi toda la clase alta de la ciudad te hace poseedor de un gran poder… Podrías chantajearnos.

-                          Y alguna de vosotras podría matarme. No tenéis nada que perder, porque vuestros maridos buscarían matarme a mí… Las cosas son así.

-                          Nunca haría eso… Me gustas y eso más todavía.- dijo la mujer sonriendo y echando mano al bulto del pantalón de Hixem.

La mujer observó sentada en su cama como el chico se terminó de vestir; a pesar de que follaba con él casi una vez por semana sentía un extraño impulso maternal hacia él… Sabía que, como todas sus amigas, lo protegería de lo que pudiera pasarle aunque no parecía necesitar ayuda… Ese cuerpo esculpido, moreno y musculoso era un instrumento del pecado; se mordió el labio mientras Hixem se ponía la camisola.

-                          La mujer que sea capaz de enamorarte, será muy afortunada.- dijo la mujer sin ninguna intención oculta.

-                          ¿Por qué dices eso?- dijo Hixem muy sorprendido con evidentes síntomas de preocupación.

-                          ¡No me digas que ya existe esa chica!- dijo la mujer sonriendo.

-                          ¡No! ¡Yo no he dicho eso!- dijo el chico tratando de evadir el tema, pero haciendo aún más evidente lo que pasaba por su cabeza.

-                          No te preocupes…- dijo la señora levantándose de la cama.- Es natural que, tarde o temprano, encuentres una mujer con la que pasarías el resto de tu vida… Se discreto ante todo, tus otras clientes pueden no ser tan comprensivas. ¿Cuántos años tienes?

-                          Diecinueve años.

-                          Llevas visitándome desde hace casi dos años; soy de las primeras en conocerte.

-                          Eres la primera…- confirmó el chico.

-                          Por eso… Sabía que el día que llegaras a enamorarte, te perdería. Pero debes de crecer y hacerte un hombre.

-                          ¡Pero yo no estoy enamorado!

-                          Bueno, lo que sí sé es que esa chica existe y suele estar más cerca de lo que nos creemos. Ahora debes de tener cuidado en estos días, por los tejados…

-                          ¿Y eso? ¿Qué ocurre?

-                          Ya sabes que mi esposo trabaja como proveedor de alimentos del palacio… Y parece que se prepara una fiesta importante; se dice que unos primos del califa llegaran a la medina.

-                          Y, por supuesto, habrá más vigilancia…

-                          Ya la hay, pero se pondrán las cosas difíciles. Como el encuentro será en Carmona, muchos guardias saldrán de aquí con el califa…

-                          Entonces lo que habrá será menos vigilancia.

-                          Te equivocas, guapo… Cuando el califa sale, quien queda al mando es su hermano menor, Al Mughira que rivaliza por ser más cruel que su hermano.

-                          No lo entiendo, ¿qué gana él con eso?

-                          Los favores de su hermano, el califa… Quiere demostrarle que puede confiar en él cuando esté de campaña militar.

-                          Lo siento, no entiendo mucho de política pero, el califa tiene un sucesor, ¿no?

-                          Al Hakem, el “desaparecido”

-                          ¿El “desaparecido”?

-                          Sí, lo llaman así porque no participa en la vida de palacio; desde que nació, vive recluido en el Alcazar, dicen que preparándose para ser califa… Es una vida triste pero así, el califa evita que se ponga en peligro la vida de su heredero.

-                          ¿Cuántos años tiene?

-                          No lo sé con exactitud… Puede que diecisiete o veinte.

-                          Vaya, casi mi edad y ya heredero de un califato…- dijo Hixem con gesto de sorpresa.

-                          Sí, pero él está encerrado mientras tú te has follado ya a la mitad de las mujeres ricas de la medina.- bromeó la mujer mientras el chico se acercaba ya a la ventana.

-                          El “desaparecido”…- musitó el chico fascinado por el aura de misterios que rodeaba al heredero.

-                          Y tú, el “príncipe”…- dijo la mujer con una sonrisa.

-                          ¿Cómo? ¿Yo? ¿El “príncipe”?

-                          ¿No lo sabes? Pregunta por ahí, así te conocen.- dijo la mujer.- Ahora, vete ya, antes de que la guardia se coloque en sus puestos de noche.

-                          De acuerdo, muchas gracias…- dijo el chico saliendo por la ventana.

La mujer se quedó mirando por la ventana, como el chico subía de un tejado a otro con facilidad pasmosa; sentía debilidad por él porque no era un simple buscavidas, le gustaba aprender, madurar y razonar…

-                          Vuelve pronto…- susurró aunque ya no podía oírla nadie.

******************

            Yussuf estaba sentado en aquellos cojines mientras la gente salía de la sala; su hermano, que disfrutaba de una de sus lujuriosas fiestas sexuales, echó a las mujeres e invitados a disgusto, pero no podía permitirse el lujo de enfadar a su hermano mayor… Abdalah se acercó a donde estaba su hermano, que comía uvas, más despreocupado que en sus últimas visitas.

-                          Hablaste con ellos, ¿verdad?- dijo un poco nervioso el orondo anfitrión.

-                          Sí, cada vez está más cerca el desenlace…

-                          ¿Pero como pretenden hacerse con el poder?

-                          En eso tienes tú mucho que ver…

-                          ¿Ah si?

-                          Quieren secuestrar o matar a Al Hakem.- dijo el espigado hombre como si le diera miedo pensar en eso.

-                          ¿¿Qué?? ¡Yussuf! ¿Te has vuelto loco?

-                          ¡Ya no hay vuelta atrás! Está todo bien planeado… Abd Al-Rahman está obsesionado con las amenazas que vienen desde fuera y no sospechará que lo peor le vendrá dentro de las murallas.

-                          Pues dime como lo haremos…

-                          Han traído a unos interlocutores a Carmona para negociar acuerdos militares; son familia del califa, lo que hará que salga personalmente a visitarlos… Eso ya sabes lo que provocará…

-                          Al Mughira mandará a toda la guardia a las calles para arrasar a cualquier ladronzuelo o vagabundo.- rio Abdalah

-                          Lo que provocará que el Alcazar esté solo…- dijo Yussuf atusándose la barba.

-                          ¿Y eso cuando será? ¿Y como lo hacemos?

-                          La reunión será en Carmona dentro de dos meses… - dijo el hermano mayor, llevándose otra uva a la boca.- Por lo tanto, Abd Al-Rahman saldrá dentro de un mes y medio; esperaremos otros dos días para que esté allí y no pueda volver si es avisado.

-                          Así tendremos dos días de margen…

-                          Tus hombres provocaran disturbios en el mercado, y yo convenceré a Al Mughira que debe restablecer el orden, en vez de avisar a su hermano…

-                          ¿Y como entraran en el Alcazar mis hombres?

-                          No te preocupes tengo un contacto en la guardia; ¿no confías en tu hermano mayor?- dijo Yussuf cogiendo de forma cariñosa a Abdalah de la nuca.

-                          Por supuesto…- dijo el gordinflón mientras su hermano se levantaba.- Oye, Yussuf… ¿Encontraste al traidor?

-                          No te preocupes, todo arreglado… Morirán en menos de dos noches.

-                          ¿Morirán? ¿Son más de uno?

-                          No, pero no me fío de esos mercaderes; será bueno que mueran durante la revuelta.

-                          No dejar cabos sueltos.- sonrió Abdalah

-                          Eso es, hermano, eso es…

Yussuf se levantó para marcharse pero Abdalah lo sujetó por un hombro; el espigado hombre se giró sorprendido para ver la sonrisa de su hermano menor.

-                          Hoy no te irás sin aceptar uno de mis regalos; es un día feliz para nosotros.- dijo empujándolo y haciéndolo caer sobre uno de los mullidos asientos.

-                          Abdalah, ya sabes que no…- dijo Yussuf con una sonrisa.

-                          No acepto un “no” por respuesta…- dijo dando una sonara palmada que hizo que se abriera la puerta del salón.

Por la puerta, recién abierta, entró unas mujer con el pelo por la cintura y los pechos desnudos; los ojos de Yussuf se abrieron como platos, porque eso no era una esclava típica de las que se follaba su hermano… Era una autentica belleza. Movía sus caderas con una sensualidad, digna de quien se sabe poderosa por el deseo que provoca en los hombres.

-                          Digna de reyes, de nobles y de dioses… No es una esclava, costó muchas monedas traerla.

La mujer se sentó a horcajadas sobre Yussuf, con una posición dominadora que tenía enyugado al cruel hermano; bajo un hechizo digno de una bruja… Hacía tiempo que no se sentía tan dominado y esa sensación le gustaba. Como si fuera su dueña, cogió la nuca del hombre, y la metió entre sus tetas; Yussuf comenzó a comerse esod pechos con lujuria.

Abdalah se acercó y sacando su insignificante polla la acercó a los labios de la mujer que, sin pensárselo engulló con cara de deseo.

-                          Asíiiii… Valió la pena esperar…- dijo el hombre que estaba recibiendo la mamada, mientras la mujer se frotaba contra su hermano mayor, que devoraba las tetas de la mujer…- Eres tan buena como decían, Jezabel…

                                       ******************

Samira estaba nerviosa mientras se vestía con la ropa de dormir; no podía vestirse de forma distinta porque sino Sara sospecharía algo; de todas formas, contaba con la colaboración de esa criada que tanto hacía por ella para distraerla… Se perfumó con aroma de lavanda, aún sin saber si eso le gustaría a Hixem. ¿Qué estaba haciendo? Se estaba preparando para la visita de un hombre, que le hacía despertar sentimientos contradictorios.

¿A quien deseaba? ¿A Hixem o al “príncipe de los pícaros”? Eran la misma persona, pero a la vez eran tan distintos… Admiración y morbo por la leyenda; cariño y atracción por el chico que había tras la leyenda. La camisola corta le cubría poca más abajo de su hermoso trasero y, en su tejido trasparente, dejaba adivinar las curvas que el chico ya había podido observar al verla desnuda; su pelo largo recogido en una coleta baja que tocaba su espalda. Su cara lavada y ese intenso olor a lavanda… Le daba igual leyenda o realidad, porque se dio cuenta que la mujer que llevaba dentro quería conquistar a Hixem.

Un suave silbido apenas audible le anunció la llegada del chico al tejado. Corrió a abrir la ventana, para encontrarse al muchacho sonriente frente a ella… Su mano alargada para ayudarla a salir a la zona del tejado. Al subir la pierna para tomar impulso, Hixem pudo ver casi todo el muslo desnudo de Samira, lo que le produjo un nudo en la garganta. Nunca una chica le había hecho sentir aquello: era deseo sexual y atracción sentimental.

-                          Buenas noches, Samira.- dijo el muchacho sonriendo con un gesto que desarmó a la chica.

-                          Hola, ya creí que no venías.

-                          Hueles muy bien, ¿es lavanda?

-                          ¡Vaya! ¿sabes de perfumes?

-                          Bueno, vivo entre mercaderes…

La chica tropezó al salir al tejado, provocando que Hixem la abrazara para evitar la caída; su pecho pegado al del chico y sus miradas unidas como si existiera un puente entre ellas…

-                          Cuidado…

-                          No estoy muy acostumbrada a las alturas…- dijo la chica riendo.- ¡Oye! Estás chorreando…- dijo Samira viendo como su camisola se había empapado marcando más aún sus curvas.

-                          Bueno, me lancé al río… Hacía calor.- dijo el chico, que lo hizo para quitarse el olor a sexo que desprendía tras su “trabajo” de esa tarde

-                          ¿Calor? ¿A las nueve de la noche?- dijo la chica con los brazos en jarras y gesto preocupado.

-                          ¡Vaya! ¡Me estás riñendo!

-                          No te estoy riñendo…- dijo Samira avergonzada.

Los dos rieron ante la situación, y el contacto con Hixem había mojado la camisola de Samira provocando que se pegara a sus pechos; los ojos del chico miraron a esas dos apetitosas montañas bajo la prenda, y sus pezones marcados… La chica se percató pero, en lugar de taparse se sintió orgullosa del efecto que causaba en Hixem. El chico se dio cuenta de que había encontrado la horma de su zapato… Desafiante, orgullosa pero, a la vez, frágil y vergonzosa.

-                          Bueno, al menos ya no me llamas idiota.

-                          ¿Cómo que no, idiota? Sigues siendo un engreído; te hace falta alguien que te baje los humos.- dijo la chica acercándose a la ventana de su habitación.

-                          ¿Dónde vas? ¿Te vas? Tenías algo que contarme, por favor.- dijo el chico sorprendido de que Samira se marchara.

-                          No me voy; nos vamos… Entra y sécate, puedes pillar un enfriamiento.

-                          ¿Me estás invitando a entrar en tu habitación?- dijo el chico sorprendido.

-                          No te hagas ilusiones, solo trato de ser amable…- sonrió la chica entrando por la ventana, seguida de Hixem.

La habitación de Samira no era igual que la de las ricas mercaderes que visitaba Hixem, pero también tenía ricos telares y ropas de cama dignas del alto escalafón social que la muchacha ostentaba… Se diferenciaba en que había una mesa llena de pergaminos y libros “cuidadosamente” desordenados, que Hixem ojeó distraído a pesar de que nunca había aprendido a leer con soltura.

Por el reflejo de un espejo que había al fondo de la habitación, se percató que Samira estaba dándole la espalda y despojándose de la camisola, mostrando su preciosa espalda desnuda y su imponente trasero.

-                          Bo… Bonita habitación.- tartamudeó el chico que seguía viendo el reflejo en el espejo, ahora del pecho desnudo de Samira.

-                          ¡Vamos idiota! Ya has visto muchas habitaciones mejores que esta.

-                          ¿Cómo dices?- dijo Hixem desviando la mirada del espejo, a la misma vez que un paño caía en su espalda.

-                          Toma, sécate.- dijo la chica que ya se había puesto otra camisola, si acaso, incluso más sugerente que la anterior.

Hixem no estaba dispuesto a dejarse amilanar por esa muchacha de pelo largo hasta la cintura, que lo descolocaba con cada uno de sus gestos… Y, sin dejar de mirarla a los ojos, se despojó de la prenda que le cubría el torso. La chica se sorprendió por lo musculoso que era el cuerpo del muchacho, con esas abdominales marcadas, y delimitados cada uno de los músculos del pecho y los hombros.

El invitado se secaba el cuerpo con esa toalla sin desprenderse del pantalón, por supuesto. Samira lo miraba sentaba en la cama, frotando sus piernas casi desnudas al habérsele subido la camisola… Era una situación bastante extraña, con los ojos de ambos clavados en sus cuerpos.

-                          ¿Por qué has dicho antes que he visto habitaciones mejores que ésta? Ya has visto en la zona de la ciudad en la que vivo…- dijo el chico sin dejar de mirar a su alrededor.

-                          Idiota, sé a lo que te dedicas… Las mujeres adineradas a las que visitan tendrán mejores habitaciones que ésta.- dijo Samira dejando perplejo a Hixem, que la miraba avergonzado.

-                          Yo no…- dijo el chico que no sabía que decir.

-                          No te preocupes, sólo yo sé que eres “el príncipe”

-                          ¿Qué “príncipe”? Eres la segunda persona que me llama así hoy, y no tengo ni idea de lo que es

-                          ¿No lo sabes?- sonrió la chica entusiasmada con descubrirle eso a Hixem.- Las criadas que las casas que visitas te llaman “el príncipe de los pícaros”

-                          ¿Yo? ¿Un príncipe?- dijo Hixem alucinado con las ocurrencias.

-                          Dicen tantas cosas de ti… Unas que eres alto y guapo, otras un ex soldado cristiano sin escrúpulos… Otras un simple pícaro que vende su cuerpo.

-                          ¿Y tú que crees que soy?- dijo el chico colgándose de la mirada de la mujer que seguía sentada en la cama, con sus muslos desnudos.

-                          Un idiota…- esbozó una sonrisa.

-                          ¡Eres insoportable!- dijo el muchacho molesto por la actitud chulesca de Samira.

-                          ¿Por qué lo haces? Me gustaría saberlo…

-                          No he dicho que yo sea ese “príncipe”…

-                          Mira, idiota… Puede no ser tan guapa ni tan rica como muchas de las mujeres de mercaderes que sueles frecuentar, pero lo que sí soy es más inteligente…

Hixem sonrió por la capacidad que tenía Samira para sorprenderlo con cada una de sus frases; se sentó a su lado en la cama y se tumbó. La chica lo miró extrañada, como si no supiera que hacer en ese momento… Al fin y al cabo, por primera vez en su vida había un hombre en su cama.

-                          ¿Cómo lo descubriste?- sonrió Hixem que se sentía aliviado al saber que esa chica sabía su secreto, sin saber muy bien por qué.

-                          Bueno, escuché el golpe en el tejado la otra noche; tu lesión de hombro que me dijiste que fue por un gato…

-                          ¿Y sólo por eso ya supones que yo soy ese hombre?

-                          También te escuché tu “visitas” a la señora de esta casa, mientras yo estaba en el baño… Parece que eres bueno en lo que haces.

-                          Eso nunca lo sabrás…

-                          Pero, ¿cómo te atreves a insinuar eso? ¡Soy una señorita!

-                          ¡Vamos! No eres una señorita…

-                          ¿Ah no?

-                          No, eres Samira…- dijo incorporándose y cogiendo su mano.- Y eso, no sé porqué, me gusta…

La chica retiró la mano de la de Hixem, un poco avergonzada. No quería, bajo ningún concepto, parecer una mujerzuela cualquiera, aunque sabía ese chico la hacía sentir muy bien.

-                          Dime la verdad; eres tú, ¿verdad?- dijo la chica separándose un poco de Hixem y mirándolo fijamente.

-                          ¿Y por qué tengo que decírtelo?

-                          Porque soy Samira, y te gusto- dijo sonriente la chica.

-                          ¡Yo no he dicho eso!

-                          ¡Venga dímelo!

-                          Vale sí, yo soy el “príncipe” ese…- dijo el muchacho tumbándose de nuevo en la cama de Samira.

-                          ¡Wiiii! ¡Lo sabía!- dijo la chica emitiendo un agudo chillido y apretando su propia cara con una mano en cada una de sus mejillas.

-                          ¿Y ese gesto?- rió Hixem sorprendido.

-                          Feliz… Me gusta saber que eres tú.

-                          Estás loca…- sonrió el chico levantándose de la cama.- Rematadamente loca.

-                          ¿Soy la única que lo sabe?

-                          Eres la única que lo ha averiguado por sí misma.

El muchacho se alejó para sentarse sobre la mesa que estaba repleta de libros como si quisiera poner tierra de por medio con Samira… Era indispensable se quería concentrarse en algo más que las curvas de la chica, la atracción que le poseía y el encanto de sus palabras.

-                          Bueno, pues ahora que sabes mi secreto, debes decirme lo que sabes de la muerte de Absir.

-                          En realidad no sé nada seguro… Simplemente escuché una conversación entre dos hombres en el mercado y hablaban de Absir y de que había sido asesinado.- dijo la chica subiendo las piernas a la cama, y pegando las rodillas a su pecho, mostrando aún más sus deseados muslos.

-                          ¿En el mercado?

-                          Sí, según lo que pude entender Absir trabajaba para esos hombres y tenía que robar algo importante… Pero lo mataron antes de que lo consiguiera.

-                          ¿Cómo eran esos hombres?- preguntaba Hixem cada vez más nervioso.

-                          Uno de ellos es familia tuya… El esposo de tu hermana, Mahudaj…

-                          ¿¿Cómo sabes todo eso??- dijo el chico cogiendo por los hombros a Samira y sacudiéndola.

-                          ¡Hixem, por favor! ¡Me haces daño!

-                          Lo… Lo siento.- dijo el muchacho, presa del desaliento y sentándose en la cama.

-                          Estaban hablando de que el chico fue asesinado; que el hecho de robar aquello era simplemente una garantía ante un tal Yussuf…

-                          No entiendo nada.- dijo el chico apoyando su cabeza en sus rodillas.

-                          Yo tampoco mucho… De todas formas, Mahudaj no parecía estar muy convencido del plan.

-                          Ese plan no podía ser cosa suya; es algo muy elaborado para él…Demasiado torpe para una idea así.

-                          Sí, parecía que todo el plan era cosa del otro hombre que decía ser su hermano.

-                          Yumel… Ese mal nacido…- dijo Hixem golpeando los cojines de la cama y sorprendiendo a Samira que nunca lo había visto así.

-                          Según lo que pude entender, tenían un trato hecho con un tal Yussuf, no sé muy bien para qué.

-                          ¿Cómo era ese tal Yussuf?- dijo el chico interesado, que recordaba ese nombre de escucharlo en casa de su cuñado durante aquella extraña reunión.

-                          Un hombre alto, espigado, con ropajes oscuros pero de alta calidad para aquel lugar tan desagradable… Tenía una fina perilla en la barbilla y que no paraba de atusar.

-                          Sí, ya lo he visto antes…

-                          Y él parece que a ti, también; parece que buscaba un traidor…- dijo Samira que trataba de ordenar sus pensamientos.- Y preguntó por el chico que se cruzó en aquella reunión…

-                          Y ellos me vendieron.- continuó el chico sabiendo el tipo de personas que eran los dos hermanos mercaderes.

-                          Sí, y ese Yussuf mandó que se deshicieren de ti, por haber contratado a Absir.

-                          Sigo sin entender nada… ¿Qué tienen que ver los planes de Yussuf con la muerte de Absir?

-                          Creo que yo sí empiezo a entenderlo…

-                          ¿Ah si?- dijo Hixem intrigado.

-                          Yussuf contrata a Yumel y Mahudaj para conseguir algo o que le hagan algún trabajo sucio… Los hermanos creen que pueden sacar mayor provecho si, tras llegar a un acuerdo con Yussuf, juegan a dos bandas y consiguen ese objeto que tanto desea robándoselo.

-                          Para eso, contratan a Absir…- dijo el chico completando la teoría.

-                          Que es sorprendido y asesinado durante el robo… Yussuf sospecha inmediatamente de los dos hermanos y ellos, asustados, derivan las acusaciones en ti.

El muchacho volvió a meter la cabeza entre sus piernas, mientras se frotaba con fuerza su desaliñado peinado; parecía querer hacer hueco a toda esa información que le llegaba a borbotones.

-                          Descubrimos a Mahudaj y Yumel, preparando el cadáver de Absir para el velatorio… Cuando ellos nunca han tenido relación con esa familia. Trataban de ocultar la herida mortal en su vientre, para hacerlo pasar por un accidente.

-                          Supongo que a Yussuf no le interesaba llamar la atención de la guardia sobre asesinatos extraños en la medina; pero si todo pasa por un accidente en un tejado…

-                          No habría ninguna investigación…

-                          Eso es…

-                          Pero eso no tiene sentido… La primera vez que vi a Yussuf, iba acompañado de la guardia califal.

-                          Quizás este asunto afecte a alguien más importante que Yussuf.

-                          Y si Yussuf ya sospechaba de Mahudaj y de Yumel, porque los mandó a revisar el cadáver de Absir.

-                          Bueno, supongo que sólo trataba de ponerlos a prueba. Si no lo hacían, se ponían en evidencia… Y, así si alguien descubría algo, ellos parecerían culpables por tratar de ocultar el asesinato…

-                          Se estaban poniendo en peligro, hicieran lo que hicieran…

-                          Sí, ese Yussuf es bastante astuto.

-                          Y ellos muy estúpidos.- dijo Hixem viendo en el lío que los dos hermanos se habían metido.

-                          También podían tener una razón para aceptar el encargo de ocultar las heridas del cuerpo de tu amigo.

-                          ¿Sí?- dijo extrañado el chico.

-                          La esperanza de encontrar algo que Absir hubiera sido capaz de ocultar, antes de ser asesinado.

Hixem abrió los ojos como platos, y metió la mano en uno de los bolsillos de su prenda superior, para sacar el trozo de pergamino arrugado que encontró Jezabel en la boca del cadáver de Absir.

-                          ¿Cómo esto?- dijo el chico mostrando el pergamino a Samira.

-                          ¿Qué es eso?

-                          Estaba escondido en la boca de Absir; dice Jezabel que estaba mojado de saliva, por lo que lo tuvo que poner Absir ahí, antes de morir… Pero no sabemos lo que significa.

Samira cogió el fragmento de pergamino y lo abrió para encontrarse aquel escudo de familia con elementos árabes… Como si una llama se hubiera encendido en su cabeza, se acercó a la mesa llena de libros y cogió una de los grandes libros que descansaban en ella. Lo abrió, con nerviosismo y buscaba por las páginas, pasándolas sin mirar.

-                          ¡Aquí está! ¡Sabía que me recordaba a algo!- dijo la chica, totalmente eufórica, llamando a Hixem con un gesto.- No es igual, pero debe de pertenecer a la misma familia.

Hixem se acercó y miró por encima del hombro de la chica para ver, en el libro, dibujado un escudo verdaderamente similar al del pergamino que escondía Absir.

-                          Pertenece a la dinastía abasíe; son los enemigos de la familia Omeya de donde procede nuestro califa… Mataron a toda su familia, que gobernaba en Damasco, y solo un antepasado suyo pudo escapar para comenzar a un nuevo emirato en Al Andalus.

-                          ¿Y qué hace Absir con ese escudo?

-                          Quizás lo que trató de robarle a Yussuf, pertenecía a la dinastía abadíe… Los documentos expedidos por las familias suelen ir firmados con su sello.

-                          ¿Y que hacen un documento abaste aquí? ¿Qué buscan aquí esa familia?

-                          Dice la leyenda que la dinastía abasíe no descansará hasta que no asesine al ultimo de los Omeyas y conquiste sus tierras…- dijo la chica, asustada de ver hasta donde llegaba la intriga.

-                          Quieren… Quieren matar al califa y conquistar Al Andalus

El chico caminó hacia la ventana como un autómata; pensaba en el lío en que se habían metido Mahudaj y su hermano que, al fin y al cabo, se merecían lo que les pasara. Pero todo eso podía afectar a su hermana Zahara y a su madre Dinah.

-                          Hixem, por favor, esto es demasiado gordo para tí, ¿o pretendes salvar al califa?

-                          ¿Al califa? ¡Me da igual el califa! La familia que venga no puede ser peor quela Omeyaque nos maltrata y nos ningunea, para mantener de nivel de vida.- dijo el chico negando con la cabeza.- Pero Mahudaj y Yumel siguen teniendo cosas que explicar.

-                          Quiero que me prometas que no te vas a poner en peligro…- dijo la chica mirando a Hixem ya saliendo por la ventana.

-                          ¿Y por qué tengo que prometerte eso?- dijo el chico sonriendo.

-                          Porque te gusto…- le sacó la lengua Samira.

-                          Eres una engreída.

-                          Prométeme al menos que no darás ningún paso hasta que no hables con Jezabel.

-                          ¿Con Jezabel? ¿Por qué?

-                          Parece una persona mucho más reflexiva que tú; además a ella le harás caso.- dijo la chica sintiendo algo de celos de compartir a Hixem con otra mujer en el plano sentimental; a pesar de saber que se acostaba con media medina, esto le afectaba más.- Además me debes un favor…

-                          ¿Un favor? No recuerdo deberte ningún favor…

-                          Yo te he ayudado con el escudo y te he contado lo que sabía.

-                          Esta bien…- dijo Hixem poniendo los ojos en blanco.- ¿Qué quieres?

-                          Quiero que el idiota me enseñe el mercado… Mañana.

-                          ¿Mañana?- dijo el chico un poco fastidiado, porque sabía que Samira lo hacia para que no se metiera en líos hasta dentro de unos días.

-                          Mañana…- confirmó la chica, cogiendo de la camisola a Hixem y pegando su cuerpo al suyo mientras olía su cuello.

-                          ¿Siempre consigues lo que quieres?

-                          Siempre…- sonrió Samira alejándose del chico que se subió al marco de la ventana.

-                          Está bien… Mañana.- sonrió Hixem.- Te espero en la entrada de las criadas de la casa.

-                          Vale, idiota…- dijo Samira con una sonrisa.

Hixem volvió a poner los ojos en blanco mientras resoplaba… Y saltó fuera de la ventana para perderse en la noche de la bella ciudad de Córdoba.

(CONTINUARÁ)

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