miprimita.com

El principe de los picaros (Capítulo 1: Destino)

en Grandes Series

El bullicio de la medina entraba por la ventana de arco mudéjar de la habitación de la casa palacio donde fueron alojados, por el amigo mercader de su tío. La llamada a la oración en el patio dela Mezquitaque estaba muy cerca provocaba una avalancha de gente hacia el recinto sagrado; desde luego, Samira miraba sorprendida la actividad de la nueva ciudad que la cobijaba… Ella se acababa de despertar y, los primeros rayos del sol esculpían su precioso cuerpo de piel canela, sólo cubierto con una camisola larga de color blanco roto que contrastaba con su pelo largo y suelto hasta la mitad de la espalda.

-                          Buenos días, mi señora.- dijo la doncella de la chica, una mujer de cincuenta años que siempre iba con ella desde que tenía memoria.- Ya te has despertado, veo.

-                          Sí, me encanta la vida que tiene esta ciudad…

-                          ¿Ya se te ha pasado el enfado por el traslado?- dijo la mujer mientras servía unos ágapes sobre la mesa de madera labrada que había junto a la cama.

-                          Supongo que no.- dijo encogiendo Samira los hombros.- Pero más me vale sacar cosas buenas de esto…

-                          Córdoba es la ciudad de las ideas, la cúspide del califato; conozco bien sus rincones, su mercado, su Mezquita.

-                          ¿Conoces la ciudad?- dijo sorprendida la chica volviendo su mirada de la ventana hacía la mujer.- ¿Has estado aquí antes?

-                          ¡Yo también he sido joven, bella Samira!- dijo riendo la mujer y sentándola en uno de los mullidos cojines.

-                          Nunca me has contado nada de eso…

-                          Nunca me lo has preguntado.- dijo la mujer con esa sonrisa y peinándole el pelo a la muchacha.

-                          Buena frase… La usaré

-                          Úsala si quieres, es de lo poco que puedes aprender de mí.

-                          No seas humilde, Sara… Siempre aprendo cosas de ti, para mi eres mucho más que una sirvienta. Eres lo más parecido que he tenido a una madre.

-                          No debes decir eso, sabes que no está bien visto eso…- dijo la mujer emocionada.

-                          ¿Y qué hacías tú aquí? ¿Y cómo llegaste a servir a mi tío?

-                          Mi familia venía desde Cadiz, y nos instalamos durante muchos años aquí, porque mi padre era orfebre y aquí con la reconstrucción dela Mezquitahabía mucho trabajo.

-                          ¿La Mezquitano estaba terminada?

-                          Siempre lo está, pero cada nuevo emir y ahora el califa, quieren darle su toque para pasar la posteridad.- dijo la mujer sentándose en uno de los cojines.- La cosa es que pasé casi toda mi infancia en esta ciudad y después, al morir mi padre, tuvimos problemas con un noble de la ciudad y fui dada como esclava como pago; me trasladé a Sevilla donde entré a servir a su tío… Tengo que agradecerle a su tía que aunque soy una esclava, siempre me trató como una sirvienta y, mucho más, cuando me dio el encargo de cuidar a una preciosa niña de la que se hicieron cargo.

Al decir esto, la mujer pareció emocionarse con los recuerdos que agolpaban su mente; bajó la cabeza de Samira para besarla en la coronilla… Sara siempre había sido una mujer muy instruida a pesar de la procedencia humilde que tenía y era la responsable de que Samira hubiera sido amante de la cultura y de la lectura. Quizás fue esto, pensó Samira, lo que hizo que su tía, la difunta esposa de Jubair, le diera el encargo de ser algo más que una sirvienta de ella, sino una especie de educadora.

-                          ¿Siempre ha sido tan bulliciosa la ciudad?- preguntó la chica interesada en la ciudad que veía a través de su ventana.

-                          Bueno, no…- dijo la mujer negando con la cabeza.- El hecho de que se haya convertido en capital del califato la hizo más visitada, pero las calles son las mismas.

-                          Me gustaría conocer la ciudad, el mercado,la Mezquita…- dijo Samira mirando a su sirvienta con ojos de cordero degollado.

-                          Conozco esa mirada, Samira… Yo no…

-                          ¡Por favor!- dijo la chica cogiendo de las manos a Sara.- Enséñame la ciudad…

-                          Sabes que tu tío me matara…

-                          ¡Anda ya! Sabe que me cuidas como a una hija y que no me pondrás en peligro.

-                          Pero eso no lo sé, mi niña… ¿Quién sabe lo que hay ahí fuera?

-                          Me vestiré como tú.

La mujer la miró con las cejas arqueadas, provocando que la chica se sonrojara porque pensaba que quizás podía haber ofendido a la mujer; cuando ella decía de vestirse como ella se refería sin ningún vestido que denotara su riqueza o su casta de ricos mercaderes.

-                          Lo… Lo siento, yo quería decir que…- se trató de disculpar Samira un poco abochornada.

-                          No te preocupes, niña… Sé a lo que te refieres.- dijo la mujer acariciando la mejilla de su “ama”.- Pero sigo diciendo que llevo muchos años sin estar en esta ciudad y creo que no es una buena idea andar por algunos sitios de la ciudad.

-                          ¿No dejaste familia en la ciudad? Pueden ayudarnos a ver la ciudad, tranquilas.

-                          No, niña… Todo esto ocurrió hace muchos años y, si queda alguien, no guardamos ninguna relación. Vivíamos tiempos muy difíciles y la familia no podía ayudar; hace casi veinte años de esto.

-                          No sé por qué nunca me has contado esa historia…- volvió a decir Samira.

-                          Porque nunca…

-                          Porque nunca te lo he preguntado…- completó Samira poniendo los ojos en blanco.

-                          ¡Vaya! Ya usas mi frase.- sonrió la mujer.- Está bien, iremos a ver la ciudad pero, con una condición.

-                          ¡La que tú quieras!- gritó muy emocionada Samira.

-                          No te separes de mí, iremos donde yo diga y, cuando diga, de volver lo hacemos…

-                          Vaaaaaale…- dijo Samira sabiendo que no estaba en posición de insistir.

-                          Vístete con este manto.

La chica se despojó de la camisola que llevaba quedando completamente desnuda; su bello cuerpo de sinuosas formas, resaltaba en sus pechos que desafiaban las leyes de la gravedad y en ese trasero que era la misma encarnación del pecado y la lujuria. Sara la miró y sonrió orgullosa del cuerpo de su protegida.

-                          ¿Qué miras Sara?- dijo la chica sonriendo mientras se ponía el manto que le ofrecía su sirvienta y recogía su pelo bajo el propio manto, cogiéndolo con aquel afilado pincho de caoba.

-                          Sabes que nunca me ha gustado que salgas con eso a la calle, parece un arma.

-                          No lo es, Sara… Es el único recuerdo que guardo de mi tía; me dijo que perteneció a mi madre.

-                          Un extraño recuerdo, pero sigo diciendo que parece un arma.

-                          ¿Quién sabe? Quizás lo sea.

-                          Nunca se debería usar un arma; los hombres se sienten dominados por ellas y por el poder que conllevan.

-                          Me gusta esa frase.

-                          Úsala también si quieres, era la única ley que mi madre me inculcó: “Nunca uses un arma”

-                          Debía ser una buena mujer

-                          Sí,  mi niña… Una muy buena mujer…

                                                           ****************

            La anciana estaba preocupaba en la puerta de la casa, y miraba al horizonte como si deseara encontrar algo que había perdido. Talek, que conocía a la familia desde hace muchísimos años, la tenía cogida por el hombro como si tratara de calmarla.

-                          Por favor, que no se haya metido en ningún lío…- decía la mujer.

-                          Seguro que no, sabes que el chico no haría nada que pudiera preocuparte.

-                          ¿No? Se tira saltando de tejado en tejado y robándole a los ricos.

-                          Chistt, cállate… No se tiene que enterar todo el mundo. Además bien visto,  se parece a su padre...- dijo sonriendo el hombre.

La mujer lo miró con una grave miraba que hizo que el viejo Talek tragara saliva; conocía a aquella mujer de toda la vida, desde que su mejor amigo, su esposo, fue ajusticiado… Era por eso que sabía bien del carácter de la anciana y nunca se atrevía a bromear con ella. La única persona en el mundo que podía permitirse ese lujo era Hixem.

-                          El chico estará bien, no te preocupes; estará con alguna chica…- dijo el hombre tratando de calmar a la mujer.

-                          Ninguna chica decente deja pasar la noche a ningún hombre en su cama.

-                          Bueno, decente lo que se dice decente no es que sea el chico.- dijo el hombro ganándose un golpe en el hombro de la mujer.- ¡Ay! No seas así… Ya sabes que sabe cuidarse sólo, y los chicos de hoy sólo piensan en lo que piensan.

-                          ¡Pues debería pensar en sentar la cabeza y hacerse un hombre de provecho!

-                          ¡Vamos! Tiene 19 años… Ya tendrá tiempo, además sabes que es un buen chico; siempre que cualquier mercader le pide ayuda, el muchacho pone sus riñones.

-                          ¡De la ayuda no se come!

-                          No gruñas tanto, mujer… Sabes que nunca os faltara comida mientras yo viva; Hixem no dejaría que pasara hambre nadie de su familia…

Una mano se puso sobre el hombro de Talek, que se giró asustado; tras él, Hixem lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja con una manzana en la mano.

-                          ¿Quieres una manzana?- dijo el chico con gesto simpático.

-                          ¿¿Dónde has estado toda la noche??- gritó Dinah, la madre de Hixem, haciendo que el chico se escondiera tras el mercader.

-                          Madre, no se ponga usted así… Estoy bien, sabe que nunca me meto en líos.

-                          ¿Qué nunca te metes en líos?- dijo la mujer cogiéndolo del brazo.

-                          ¿Quiere usted la manzana?- cambió de tema con la sonrisa en los labios.

-                          ¡Siempre te tomas todo a broma!- dijo la mujer sonriendo ante el pasotismo de Hixem.

La verdad que el carácter del chico le recordaba tanto a su difunto marido que no tuvo más remedio que suspirar; desde siempre había sido un chico inquieto y muy ágil. Creía en que los pobres estaban sometidos a los caprichos de un califa, que exprimía a su pueblo para poder seguir abasteciéndose de lujos, que él consideraba innecesarios… A ella le asustaba que el muchacho pareciera divertirse coqueteando con mujeres de clase alta, a espaldas de sus maridos; que jugara a ridiculizar a los guardas de la ciudad y que, para los mercaderes, fuera una especie de ejemplo de rebeldía. Dinah sabía más que nadie que pasaba en aquella ciudad con los rebeldes: su marido murió asesinado por no plegarse a los deseos del califa.

-                          ¡Anda, entra que te des un baño! Hueles a incienso y almizcle…- dijo la mujer, entrando en la casa y reprochando un olor que le hacía descubrir donde había pasado la noche.

Cuando la mujer entró en la casa, y Tarek comprobó que no podía escucharlo, trató de sonsacar al chico lo que había hecho esa noche… En realidad el viejo, sentía a aquel muchacho como si fuera familia suya y era un fervoroso admirador de sus andanzas, tanto de dormitorios como de tejados.

-                          ¿Has vuelto a estar con la bruja?- le dijo dándole con el codo y sonriendo con su mellada dentadura.

-                          Jezabel, se llama Jezabel…

-                          Bueno, eso… ¡Es un monumento de mujer! ¡Ya me gustaría tener unos años menos! ¡Y muchas monedas más!

-                          No hables así de ella… Es una buena mujer.

-                          Hixem…- dijo preocupado.- ¿No te estarás enamorando de ella? Sabes perfectamente que ella solo busca el placer y que se encama con mercaderes ricos por dinero…

-                          Ya lo sé, pero por eso no se la puede juzgar; de hecho, todos sabéis que yo hago lo mismo con ricas mujeres y nadie me trata como a ella.

-                          ¡Pero ella es una mujer!- exclamó escandalizado de la comparación el viejo.

-                          Pero respira, come y bebe como nosotros, debería de tratársele igual que a un hombre.

-                          ¡Que cosas dices, por Alá!- dijo Tarek.

-                          No sé si Alá tiene que ver algo en esto…- dijo el muchacho negando con la cabeza.- Pero algún día una mujer del pueblo puede llegar a ser reina.

-                          No se te ocurra decir esas cosas que te pueden cortar la lengua…- dijo el anciano.

-                          Bueno da igual, olvídalo… Oye Tarek, siempre me has tratado como un hijo; ¿puedo preguntarte una cosa?

-                          Sí claro, la cosa es que este viejo chocho sepa responderte…- dijo el hombre orgulloso del trato que le dispensaba el chico.

-                          ¿Tú crees en lo que ella dice?

-                          Lo que dice, ¿quién?

-                          Jezabel… Esas cosas que hace con las piedras.

-                          Pues no lo sé, Hixem… A mí nunca me ha adivinado nada pero si es verdad que he oído que a gente le ha solucionado problemas; además esos ungüentos que prepara funcionan muy bien para los dolores.- se explicó el hombre muy interesado en lo que Hixem tenía que confesarle.- ¿Por qué? ¿Qué te dijo?

-                          No sé, nada claro… Y eso es lo que más me hace dudar. Me dicho que tropezaría con mi destino y que el pasado se haría presente para evocar un futuro.

Los dos hombres se quedaron en silencio como si estuvieran analizando las palabras de la bruja; la verdad que la ambigüedad de las palabras de Jezabel, daban multitud de posibilidades de interpretación… Precisamente en eso, quizás, se basaba el truco de la situación. Hixem pensaba que como iba el pasado a influir en su futuro…

-                          No tengas en cuenta esas cosas, ¿sabes lo que decía el marido de Dinah cuando éramos jóvenes?

-                          Mi padre…

-                          Bueno sí, lo siento.- dijo el hombre bajando la mirada.- Es la falta de costumbre; ya sabes que a tu madre no le gusta que lo nombremos.

-                          Me gusta que me hables de él…

-                          Decía que un hombre debía ser fiel a sus ideas, defender sus convicciones y luchar contra las injusticias.

-                          Pero él nunca quiso meterse en líos y murió asesinado por un ladrón.- dijo el chico que no sabía nada de la verdadera historia del ajusticiamiento.- ¿Y por qué crees que mi madre no quiere que nombremos a mi padre?

-                          Bueno, ya sabes que es muy orgullosa, no quiere que le tengan lastima por eso…- mintió el hombre que sabía que el motivo era que no hubiera represalias contra sus descendientes.

El joven Hixem se encogió de hombros, sin entender muy bien que malo había en admitir que su padre había sido un héroe. Pero siempre había respetado la voluntad de su madre y nunca la desobedecería en eso… Se sentía orgulloso cuando ella decía que, como su padre, siempre hacía lo que le venía en gana; era una forma de sentirse cerca de ese hombre del que estaba tan orgulloso sin ni siquiera haberlo llegado a conocer, porque murió antes de que su madre diera a luz.

-                          Y respecto a lo de tropezar con el destino, procuro no tropezar en los tejados cuando estás subido o no habrá ni presente ni futuro.

-                          Tranquilo, eso no pasará.

-                          Aquí en el mercado lo más que puede tropezar es con una rata, con un pordiosero o con un ladronzuelo…

-                          Mejor no tropezar…- bromeó el chico mientras abrazaba a Tarek.

**************

Yussuf entró en aquella habitación abriendo las puertas de una patada; estaba muy furioso con su hermano, que estaba sentado comiendo uvas en su poltrona mientras dos chicas peleaban en el barro, semidesnudas.

-                          ¡Abdalah!- gritó fuera de sí tirando unas vasijas que había sobre una mesa.

El estruendo causado por las piezas de metal caídas al mármol del suelo hizo que todos los ocupantes de la estancia, incluidas las fulanas llenas de lodo, volvieran la mirada hacía esa figura espigada que había entrado por la puerta como un elefante en un mercado. El gordinflón escupió el vino que bebía llenándose la túnica.

-                          ¡Me has asustado, Yussuf!- se quejó el hombro limpiando su túnica y mirando con pavor a su hermano.

-                          ¡Y debes estarlo, maldito gordo irresponsable!- dijo Yussuf cogiendo otra de las vasijas y tirándosela a la cabeza a Abdalah, que se tapó la cara esperando el impacto.

El enorme guarda africano, que Yussuf había visto unos días antes violando a aquella joven ante su hermano, se interpuso en el camino. El cacharro metálico impactó en el pecho desnudo del esclavo y cayó al suelo sin causarle daño alguno… Después, hizo el amago de agarrar a Yussuf del brazo para inmovilizarlo.

-                          ¡Atrévete a tocarme y desearás tener lengua para poder pedir clemencia!- dijo muy seguro de sí mismo Yussuf, haciendo que el africano retrocediera.

-                          Tranquilo, hermano… Todo está controlado.

-                          ¿Todo está controlado? ¡No puedes controlar ni tu pequeña polla dentro de tus pantalones!- gritó el consejero del califa, levantando a su hermano de la poltrona, agarrándolo del pecho.

-                          Pe…Pero todo está bien; todo va según lo planificado por ti.

-                          ¡No está dentro de los planes que nos roben uno de los pergaminos, idiota!

-                          ¡Eso no es culpa mía! ¡Tú sabrás en quien confías! Fue a mi al que robaron y fui yo quien lo recuperó…- dijo Abdalah quitándose de encima la mano de su hermano.- ¿Quién sabe de la existencia de esos pergaminos? ¿Y quien sabe que los tengo yo escondidos?

Las palabras de Abdalah parecen que hicieron recapacitar a Yussuf que soltó a su hermano y se atusó la barba… Todos las personas estaban atentas a aquella situación tan violenta, porque nunca habían visto a su amo Abdalah tan temeroso de nadie y, mucho menos, al  mudo esclavo africano retroceder ante una amenaza.

-                          Tienes razón, yo me ocuparé de eso, pero recuerda una cosa: no quiero tener que recoger más cadáveres de las calles.- dijo Yussuf mirando al africano.

-                          ¡Vamos, hermano! Es escoria… Un ladronzuelo de poca monta que se ha partido el cuello cayendo de un tejado.

-                          ¡Está abierto en canal, por Alá! ¡Eso llama la atención de cualquiera!

-                          No me digas que le tienes miedo a represalias de los ladronzuelos…

-                          No, le temo a que el califa decida investigar esas muertes.

-                          ¡No me hagas reír! Para Abd Al-Rahman esos ladronzuelos son ratas.- dijo el orondo hombre.

-                          Pero si encuentra cadáveres donde antes no los había y sabe que sus guardias no han sido, comenzará a hacer preguntas.- protestó Yussuf mirando de forma desagradable a su hermano.

-                          El califa está demasiado obsesionado con los reinos cristianos, con Sancho y Ordoño, que no se fijará en nosotros.

-                          ¡Qué Alá te oiga! Porque si todo sale mal, no habrá sitio en la tierra donde escondernos.- dijo Yussuf dando su primera muestra de temor que su hermano veía en años.

-                          Estamos bien protegidos; si algo sale mal podremos pedir ayuda a…

-                          ¡Ni se te ocurra nombrar a nadie! Y no sueñes con que vendrán a ayudarte…- dijo mientras se iba hacía la puerta.

Yussuf se dirigía a la puerta y, con una simple mirada, el esclavo negro se apartó con un reverencial respeto; el miedo que había visto en su amo por ese hombre le hacía sospechar que no era buena idea enemistarse con él. El espigado hombre volvió a mirar a su hermano cuando llegó a la salida.

-                          Guarda ese pergamino, es nuestra única baza… Yo me ocuparé de lo demás.

**************

Samira entró el los jardines dela Mezquitamientras los cantos a la oración del iman resonaban entre los árboles frutales y las fuentes; la gran afluencia de gente hacía pequeña la magnificencia de la construcción, pero no impedía que la chica mirara a su alrededor sorprendida por la belleza de cada una de las puertas que daba paso al interior del edificio religioso.

Sara no la soltaba de la mano como si fuera una niña pequeña, aún fuera Samira la que tiraba de ella para observar cada rincón de aquel majestuoso patio. La miraba con devoción, y es que esa niña era mucho más que una simple ama… Mucho más.

-                          No me puedo creer la cantidad de gente que hay aquí.- decía la chica con los ojos llenos de alegría.

-                          Bueno, todo ha cambiado mucho desde que me fui… Antes era un emirato y ahora es la capital del califato.

-                          La gran creación de Abd Al-Rahman III para la eternidad, según dicen los historiadores.- dijo la chica haciendo uso de su vasta cultura.

-                          O uno de sus caprichos…- dijo Sara en voz baja a la muchacha.

-                          ¿De verdad crees que el califa es un hombre caprichoso? Yo lo tenía por un hombre integro y justo.

-                          No creas todo lo que lees en los libros.

-                          Hablas como si lo conocieras.- rió Samira.

-                          ¿Cómo voy a conocer yo al califa? Pero he conocido a otros que, con mucho menos poder, abusan de él.

-                          ¿Mi tío, por ejemplo?

-                          Pero, ¿qué dices? Tu tío es una buena persona, no puedes imaginar cuanto; no confundas la disciplina con la soberbia.

-                          Lo sé, tengo mucho que agradecerle.

-                          No sabes cuanto, bella Samira.

Las dos mujeres se dirigieron hacia la puerta norte del patio, para dirigirse al mercado ante las reticencias de Sara; Samira no sabía el miedo que la mujer tenía al mercado, porque sabía perfectamente que de la forma que iba vestida pasaba totalmente por una mujer de familia humilde… Además ella sabía cuidar muy bien de sí misma, pero respetaba los miedos de la mujer y trataba de dejarse guiar por ella, sin soltarse de su mano.

-                          Por favor, Samira… No se te ocurra alejarte de mí, ¿eh?

-                          No, Sara, no te preocupes.- dijo la chica emocionada de ver tanta gente en los puestos ambulantes de la calle que llevaba hastala Mezquita.

Los puestos, llenos de telas de colores, de olores de especias traídas desde otros puntos; las voces de los mercaderes en distintas lenguas y distintos tonos se perdían entre la multitud de personas que abarrotaban aquella plaza donde llegaron.

-                          ¡Cuanta gente hay!- decía con la boca abierta Samira.- ¿Siempre hay esta gente?

-                          El mercado de Córdoba siempre ha sido muy importante, pero es verdad que está muy concurrido.

-                          ¿Concurrido? A veces, me sorprende las palabras que usas…

-                          ¿Para ser un esclava?- dijo sonriendo Sara.

-                          No me refería a eso, sino a las palabras que usan en cualquier situación… Nunca te he tratado como una esclava.

-                          Lo sé, mi niña…- dijo la mujer que miraba de forma preocupada a su alrededor.- ¿Nos vamos ya?

-                          ¿Por qué? Déjame ver los puestos, por favor…

-                          Está bien, pero en un rato tenemos que volver… No quiero que tu tío se preocupe.

-                          ¡Muchas gracias!- dijo la muchacha andando hacia atrás y chocando contra alguien que la hizo caer sobre Sara, que también estuvo a punto de perder el equilibrio.

Samira cayó de rodillas al suelo pero, antes de que Sara corriera la misma suerte, un fuerte brazo la sujetó de la mano para ayudarla a no caer.

-                          ¿Estás bien?- dijo el muchacho ayudando a la mujer a incorporarse.

-                          Sí, sí, muchas gracias…- dijo Sara un poco abochornada y es que los ojos de aquel joven la habían dejado impresionada.

-                          Lo siento, iba despistado y choqué con alguien…- dijo el chico sin prestar atención a la otra muchacha que se levantaba como podía del suelo.

-                          ¡Conmigo! Y muchas gracias por ayudarme, ¿eh?

-                          Bueno, tú eres muy joven para levantarte sola.

El chico rió ante el genio de la chica y miró a la mujer mayor que iba con ella, que le devolvió la sonrisa como dándole la razón.

-                          Aún así deberías disculparte, eres un maleducado.

-                          ¡Ha sido un accidente!- gruñó el muchacho.

-                          Los accidentes los provocan los inconcientes.

-                          ¿Qué me has llamado?- dijo el chico medio enfadado y medio risueño.

-                          ¡Ya vale los dos!- dijo Sara metiéndose entre medias de los dos.- No ha pasado nada, así que no discutáis… Además el chico se ha disculpado conmigo.

-                          ¿Estás defendiendo a este idiota?- se enfadó Samira señalando al chaval que miraba la escena con media sonrisa.

-                          ¿Por qué me llamas idiota?

-                          Porque lo eres…

-                          Lo que mereces son un par de azotes, niña malcriada.

-                          Atrévete a dármelos…

-                          ¡Se acabó!- dijo la mujer cogiendo del brazo a Samira y sacándola de allí, para ponerla detrás de ella.- Sólo estamos viendo el mercado, y no queremos problemas con nadie.

-                          No se preocupe, señora… No es mi intención causarle problemas, pero procure que la chica no insulté a otro. Espero que disfruten del mercado, si tienen algún problema búsquenme.

-                          ¡Seguro!- dijo de forma irónica, Samira parapetada tras Sara.

-                          Muchas gracias, que Alá te acompañe…- se despidió Sara.

Justo cuando iban a marcharse, un chico venía corriendo desde el otro lado del mercado y se aproximaba a ellos.

-                          ¡Hixem! Te estaba buscando…- dijo el chico entregándole un papel doblado.

-                          Vale… Ahora voy.

-                          Nosotras nos vamos.- dijo la mujer muy nerviosa de repente, tirando de Samira.

El chico se encogió de hombros extrañado pero vio normal que quisiera, calmar la situación creada con aquella impertinente muchacha.

-                          ¡Hasta pronto, niña malcriada!- dijo Hixem levantando su mano.

-                          ¡Hasta nunca, idiota!- contestó Samira que era arrastrada por Sara fuera del gentío.

Al salir de la plaza  y dejar atrás los puestos, Samira sujetó a Sara para detenerla en seco.

-                          ¿A qué viene tanta prisa? ¡Me vas a sacar el hombro!- protestó la chica.

-                          Lo siento, pero no me gusta ese chico…

-                          ¿El idiota?- arqueó las cejas la chica.- Pero si lo estabas defendiendo…

-                          No lo defendía… Y no lo llames idiota, ese chico tiene un nombre…

-                          Sí, Hixem ¿no? Nombre de idiota.

Sara palideció al escuchar de nuevo el nombre del muchacho y trató de ocultar sus ojos de la mirada inquisitiva de Samira, que se percató al instante.

-                          ¿Qué pasa con ese nombre, Sara?

-                          Nada… ¿Qué pasa con el nombre?

-                          Te has puesto pálida al escucharlo y, pensándolo bien, tratabas estupendamente al idiota hasta que dijeron su nombre.

La mujer dudó un instante sin saber como explicarle a Samira lo que pasaba por su cabeza; ese nombre era una sombra del pasado, unas ascuas en una hoguera que hace tiempo creía apagada y que aún calentaba su corazón.

-                          Nada, sólo es un nombre del pasado… Me recuerda a alguien que se llamaba igual.- dijo la mujer comenzando a andar de nuevo y dejando a la chica atrás.

-                          ¡No me digas que es el nombre de tu novio tuyo!- sonrió la chica caminando tras Sara.

-                          ¡No digas tonterías, niña!-  protestó la mujer, sabiendo que tendría que aguantar bromas, con tal de no decir la verdad.

-                          Jajaja… Pues a decir verdad, el idiota era guapo…

-                          ¡Olvida a ese chico, no lo verás nunca más en tu vida!- gritó Sara cogiendo de las muñecas con fuerza a Samira.

-                          Vale, vale… Era broma.- dijo la chica viendo la reacción de la mujer que la cuidaba desde niña.

*****************

Hixem desdoblaba el papel mirando el contenido y esbozando una sonrisa; era un mensaje de una de las ricas nobles de la ciudad para que le hiciera una visita aquella tarde.

-                          Vaya, ¿ya tienes un trabajito para esta tarde?- dijo Jezabel apareciendo detrás de él.

-                          ¡Me has asustado! No sé como lo haces, pero eres la única persona que me sorprende…

-                          Llevo un rato observándote…

-                          ¿Ah sí? ¿Tan interesante soy?

-                          ¿No te ha pasado nada fuera de lo normal hoy?

-                          Bueno, si fuera de lo normal llamas a tropezar con esa niña malcriada.

-                          Tropezar…- repitió con una sonrisa en los labios Jezabel.

-                          Sí, tropezar…- dijo el chico para darse cuenta de repente de la connotación de esa palabra.- ¡Tropezar! Eres una…

-                          Oye, guapo… Que el que has tropezado con tu destino eres tú.

-                          ¿Mi destino? ¿Esa niña? ¡No me hagas reir!

-                          Soy bruja, no bufona.- dijo la mujer de pelo largo mirando al chico con esa sonrisa que lo volvía loco.

Hixem miró  a la muchedumbre como si fuera a ser capaz de ver de nuevo a la chica que, por supuesto, no logró encontrar.

-                          El destino se encuentra, no se busca.- dijo Jezabel abrazando por la espalda a Hixem.

-                          Bueno, si tu lo dices…

-                          Hazme caso, Hixem… Todo ha comenzado…

(CONTINUARÁ)

Mas de kiosquero

Compañeros de piso. Capítulo uno.

Compañeros de piso (Prólogo)

Entre caperucitas y lobos (Cap 5: El problema)

Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

Entre caperucitas y lobos (Cap 3: ¿Jugamos?)

Los imposibles también existen (6: Apariencias)

Los imposibles también existen (5: El principio)

Los imposibles también existen (4: El capricho)

Los imposibles también existen (3: La pecera)

Entre caperucítas y lobos (Cap 2: ¿Un lobo?)

Entre caperucítas y lobos (Cap 1: La boda)

Solos en casa (Cap 9: Simplemente, Marta)

Solos en casa (Cap 8: Miedos y costumbres)

Solos en casa (Cap 7: ¿Lo sabías?)

Solos en casa (Cap 6: Día de convivencia)

Solos en casa (Cap 5: Un, dos, tres... Emitiendo)

Solos en casa (Cap 4: De conciertos y confesiones)

Solos en casa (Cap 3: La creación de Alice)

Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

Solos en casa (Cap 1: ¿Que me estás haciendo?)

El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

El principe de los picaros (Capítulo : Doctrina)

El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

El principe de los picaros (Capítulo 2: Desafio)

El principe de los picaros (Prólogo)

El primero en... (Epilogo)

El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

El primero en... (Huir: Capítulo 8)

El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

El primero en... (Leer: Capítulo 4)

El primero en... (Descubrir: Capítulo 3)

El primero en... (Jugar: Capítulo 2)

El primero en... (Fantasear: Capítulo 1)

El primero en... (Conocer: Prólogo)

Regreso a casa (epílogo)

Regreso a casa (capítulo 12: Soluciones)

Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)

Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)

Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Regreso a casa (capítulo 5: Encuentros)

Regreso a casa (capítulo 3: Conociéndose)

Regreso a casa (capítulo 4: Ante todo, sinceridad)

Regreso a casa (capítulo 2: Volver a sentir)

Regreso a casa (capítulo 1: Prólogo)

El curso (y 4)

El curso (3)

El curso (2)

El curso (1)

Pequeño hermano mío: Y vivieron felices.(Epilogo)

Pequeño hermano mío: Viviré para hacerte feliz

Pequeño hermano mío: Tú y yo es nosotros

Pequeño hermano mio: Por ahora...

Pequeño hermano mío: El tiempo no todo lo cura...

Pequeño hermano mío: Dudas

Pequeño hermano mío: Cuando el rio suena...

Pequeño hermano mio: Cosquilleo

Pequeño hermano mío: Carmen, ¡cuentamelo ya!

Mi querido vecino

Reencuentros y recuerdos (y 3)

Reencuentros y recuerdos (2)

Reencuentros y recuerdos (1)

Verdades que duelen (Parte 2 de 2)

Verdades que duelen (Parte 1 de 2)

Miradas (Parte 2 de 2)

Miradas (Parte 1 de 2)

Mi hermanazo Marcos (El final del final)

Mi hermanazo Marcos (Jugando con fuego)

Mi hermanazo Marcos (la historia sigue...)

Breves historias de morbo: Vacaciones de verano

Breves historias de morbo: Al salir de trabajar

Mi hermanazo Marcos (el desenlace)

Mi hermanazo Marcos (2)

Mi hermanazo Marcos

Despedida de soltera (y 3)

Vacaciones en Tenerife (3 y fin)

Vacaciones en Tenerife (2)

La Despedida de soltera (2)

Vacaciones en Tenerife

La Despedida de soltera

Infiel con mi cuñada (2)

La visita de mi sobrino (2)

La visita de mi sobrino

Conquistando a mi tia (el desenlace)

El encuentro (Conquistando a mi tia 3)

Conquistada por mi sobrino

Conquistando a mi tía

Infiel con mi cuñada