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El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

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           Nadir había conseguido abrir la puerta del Alcazar, pero al mirar sobre los muros, pudo ver que eran pocos los guardias califales que volvían de la batalla en las calles; al menos, les darían tiempo a Samira y Zohan para salir de las caballerizas. Pero a él lo que le preocupaba era lo que pasaba en el mercado, porque desde donde estaba sólo podía vislumbrar el humo de algunos incendios y los soldados magullados que llegaban al Alcazar en ayuda del heredero.

            Sus amigos estaban allí y sabía que estaban en peligro; Saqeb y los chicos que, a pesar de saber lo que tenían que hacer, podían sentirse desbordados como les había pasado a ellos en las caballerizas.

-                          ¡Ahí está! ¡Él ha abierto las puertas!- dijo uno de los soldados de Al Ghub que había llegado a la zona.

            Otro soldado más llegó para arrinconarlo y, lo peor, es que el joven chico había perdido su arma en su encontronazo con aquel enorme negro… Pero, por cosas del destino, un guardia califal clavó su espada en la espalda de uno de sus intimidadores; dejándole  así un camino de escape mientras veía como el otro soldado asesinaba a su defensor.

            Quedó en mitad del campo de batalla, en los jardines del Alcazar, intentando volver a las caballerizas o a la fuente donde sabía que sus amigos irían si, Alá lo quisiera, conseguían salir que aquella trampa donde andaban metidos. Esquivaba como podía los grupos de soldados luchando e, incluso, se tumbaba entre a los cadáveres para pasar desapercibido, como había hecho en la ida.

             Un gran alboroto se escuchó en la puerta con la llegada de los soldados de apoyo desde el mercado, aunque con ellos venían también algunos de los soldados de Abdalah… Aquello empezaba a ser un batalla campal y Nadir permaneció entre ese grupo que cadáveres observando sin hacer ruido; era una locura intentar avanzar más.

             Fue cuando vio a ese hombre encapuchado entrar a caballo que, nada más atravesar la puerta del Alcazar, se lanzó del caballo hacia el primer soldado que tuvo a su alcance. Los ropajes que llevaba no se correspondían con ninguno de los dos ejércitos, pero bien podía ser uno de los infiltrados de Yussuf entre los mercaderes..

              Mientras los soldados luchaban entre sí, este intruso mató al guardia sobre el que había caído y sacó de su espalda las dos espadas cortas que llevaba cruzadas.

-                          ¡Matadlo!- gritó uno de los “mercaderes” de Abdalah, por lo que Nadir descubrió que tampoco estaba con ellos.

               Aquel enigmático personaje esquivó girando hacía un lado el primer ataque y, con la segunda finta, provocó que sus dos agresores se hirieran entre sí; después se puso de rodillas y, haciendo un barrido con sus dos espadas cortas, hirió a ambos en uno de sus tobillos por lo que cayeron al suelo. Se levantó y clavó las dos espadas en los pechos de ambos soldados… El siguiente soldado se acercó corriendo hacia él, pero el encapuchado golpeó con el pie un casco de un soldado muerto que impactó en su cara para, ante el desconcierto del atacante por el golpe, cruzó su garganta con una de las espadas.

                Nadir veía anonadado como aquel hombre sin rostro, era capaz de esquivar cualquier ataque y se deshacía de soldados de ambos bandos… En un momento, en el que nadie le atacaba, y seguían luchando entre ellos, el hombre de la extraña vestimenta miraba para todos lados buscando algo o a alguien; y, por un instante, pudo ver parte de su rostro a través de esa capucha.

-                          ¡Hixem!- gritó el chico levantando la cabeza de entre los cadáveres.

                Su amigo, por toda respuesta, lanzó una de sus espadas que atravesó a un soldado que atacaba a Nadir al verlo levantarse. Después de acercó al joven chico y lo ayudó a levantarse de su improvisado escondite.

-                          ¡Hixem! ¡Has vuelto de entre los muertos!

-                          Parece que lo mismo que tú…- sonrió Hixem señalando los cadáveres.- ¿Dónde está Samira?

                 El chico señaló el edificio de las caballerizas que aparecía imponente al fondo de los jardines del Alcazar; Hixem miró sus altos muros… Nada se interpondría entre Samira y él.

-                          Está en peligro, debes ayudarla.- dijo Nadir.- pero es imposible llegar hasta allí, esto es una guerra…

-                          Pégate a mi espalda y no te separes…- dijo el príncipe de los pícaros.- Y cuando te diga corre hacía las caballerizas.

                                                              ********************

            Alejandro vigilaba que no hubiera más ataques, mientras los chicos que habían sobrevivido vigilaban desde los tejados; improvisaban un modo de pasar cubos de agua de un lado a otro del mercado para apagar los fuegos de los puestos…

-                          Alejandro, todos los guardias y los soldados han ido hacía el Alcazar.- dijo Saqeb ayudando a levantarse a un amigo herido.

-                          No te preocupes, Hixem está allí… Lo conseguirá…

        La cantidad de cadáveres y de gritos aterradores por las heridas causaban se metían en la cabeza del antiguo soldado, llevándolo hasta esos momentos de su vida en los que era él quien arrasaba los poblados. Ahora estaba en el otro lado y le daban nauseas comprobar el daño que había provocado.

-                          ¡Sara! ¿Qué hace fuera de la casa? ¡Hixem dijo que…!- gruñó Saqeb al ver a la mujer ayudando a entrar en casa a dos mujeres heridas.

-                          ¡Cállate! No me va a decir un crío como tú lo que debo hacer…- protestó la mujer.

          Alejandro sonrió ante el carácter de la mujer; se sorprendió mucho cuando Jezabel le confesó a Hixem que Sara era su verdadera madre… Por lo que la bruja dijo – aún sonreía al recordar lo que le molestaba a Jezabel que la llamara bruja- los recuerdos que bloqueaban a Hixem eran porque tenía más información de la que podía asimilar. Ese era el gran problema de aquel ritual, el contacto con los espíritus le rebelaban sensaciones respecto a otras personas que no necesariamente tenía porque saber interpretar. Por eso, Hixem sentía esa sensación tan fuerte por la figura de esa mujer cuando apenas había tenido relación con ella…. “Y, por eso, su vinculo era tan fuerte con Samira” le dijo Jezabel, sin que Alejandro llegara a comprender.

-                          El poder del corazón…- susurró Alejandro dela Fuente.

-                          ¿Qué has dicho?- dijo Saqeb que estaba a su lado.

-                          Qué tenemos que ayudar a toda esta gente…

-                          Sí, están ayudando todos…

           Y el chico tenía razón, porque los mercaderes y los habitantes de esa zona de la ciudad estaban atendiendo a los heridos mientras agradecían a aquellos chicos que les ayudaban a apagar los incendios que había en sus casas.

- Pero sigo sin saber porque no vamos al Alcazar a ayudar a Hixem.- dijo el muchacho, disconforme con la decisión de Alejandro.

- Saca tu arma, chico.- le dijo aquel hombre, al que tanto respetaba Hixem y, por tanto, él tambien.

           Saqeb sacó su espada del cinto y la blandió mirandola manchada de sangre seca, algo que le provocó una sensación de desasosiego; Miró a aquel hombre sin saber muy bien como reaccionar ahora.

-                          Lo has sentido, ¿verdad?- dijo el hombre que había a su lado y el chico asintió.

-                          Tira esa arma, chico… Se acabaron las batallas, trata de no usar un arma más en tu vida…- susurró Alejandro poniendo la mano en el hombro de Saqeb.- Lo has hecho muy bien, chico… Puedes estar orgulloso.

            Saqeb sonrió un instante pero sin perder de vista el Alcazar; sus amigos estaban allí y él no podía hacer nada, porque las puertas se habían vuelto a cerrar. ¿Cómo estarían las cosas allá? ¿Por qué tenía tanta confianza Alejandro en Hixem? Es verdad que le había visto luchar contra esos guardias para salvarlo a él y a esas dos mujeres, pero allí dentro había una batalla… Y no sería tan sencillo.

                                                                           **********************

            El cuerpo de Zohan chocó con las tablas de otra de las cuadras, mientras él se retorcía de dolor… Omar caminaba, de nuevo, hacía él entre el silencio de las caballerizas.

-                          Para lo feo que eres, pegas fuerte ¿eh?- bromeó con la respiración entrecortada el chico; el dolor punzante que tenía indicaba que se había fracturaba alguna costilla en la paliza que le estaba dando ese grandullón.

       Mientras en otra zona de las caballerizas, Samira escuchaba los pasos de uno de los guardias acercándose al lugar donde se escondía. Aún seguía mareada por el golpe de Omar, pero tenía de reponerse para ayudar a Zohan o lo mataría.

-                          ¿Buscas a alguien?- dijo la chica saliendo a la espalda del guardía.

-                          ¡Arghhh! ¡Te mataré!- gritó el hombre girando para tratar de asestar un golpe con la cimitarra, que Samira esquivó.

        La chica aprovechó la perdida de equilibrio del soldado, por el golpe aire, para dar una patada en el lateral de su pierna lo que hizó caer a su contrincante de rodillas; después, con una nueva patada en el antebrazo lo desarmó y, con una de las dos dagas que le quedaban, le atravesó el torax, cayendo muerto al suelo… Sin darle tiempo a reaccionar, el otro soldado había llegado a su espalda y le cruzó la espalda con la cimitarra, sin que apenas pudiera esquivarlo

-                          ¡Urghhh!- gruñó Samira con el gran rasguño de su espalda mientras caía hacía delante.

-                          Ya no eres tan valiente, ¿verdad?- dijo el soldado pateándola en el vientre y haciéndola volar un metro.

       La chica tosía aparatosamente por el golpe en el estomago, mientras seguía arrodillada en el suelo. Miró al soldado con odio, porque se sentía impotente ante lo que ocurría alrededor; pensó, por un instante, en que había tratado de abarcar más de lo que podía sobrellevar. ¿Ella ser la defensora de todo un califato? ¿A quien quería engañar? Había sido una locura entrar en el Alcazar solos; de hecho, ni siquiera creía que pudieran haber hecho mucho más si hubieran ido más… Pero había una voz interior, que por una vez no era la de Hixem, que le decía: no te rindas, para esos chicos soy la princesa…

        Se levantó, esforzándose en aparentar normalidad, a pesar del tremendo dolor que tenía en el corte de la espalda. Recordaba aquellos sueños que tenía con Hixem, sus manos acariciando su cuerpo y sus promesas de que siempre estaría a su lado… Aquel día que le dijo que quería morir para estar con él y el chico de brillantes ojos verdes le decía: Aún no…Pues, quizás, había llegado el momento de estar juntos, porque no se veía con fuerzas de salir de allí; a escasos metros de ella estaba ese gran esclavo negro, asesino de Hixem, destrozando a Zohan y ella casi no podía mantenerse en pie ante su rival.

-                          ¡Vaya! ¿Así que aún crees que puedes salir de aquí?- dijo el hombre  andando despacio hacía ella que parecía derrotada.

        Pero justo cuando rompió la distancia de seguridad, y sin saber de donde sacó las fuerzas, dio una tremenda patada en la entrepierna de su atacante para sacar de su cinto la última de las dagas y clavarla en la nuca de aquel soldado… Cayó encima del cadáver con las pocas fuerzas que le quedaban. No podía rendirse, tenía que levantarse de nuevo para ayudar a ese hombre que se había metido en una guerra que no era la suya.

-                          ¡Déjalo en paz!- gritó de rodillas al salir al centro de las caballerizas.

         El enorme esclavo negro soltó a Zohan, al que estaba cogiendo del cuello, para fijarse en aquella chica que lo retaba desde el centro del edificio… Ella se volvió a levantar apretando los puños; le ardía la espalda y escupía la sangre que el golpe de ese monstruo había dejado antes en su boca.

-                          ¿Qué estás haciendo Samira? ¡Escóndete!- gritó Zohan.

-                          ¡Cállate! ¡No pienso ver como este animal mata a otra persona delante mía sin hacer nada!- gritó la chica, andando hacía atrás porque Omar se acercaba a ella.

         Sabía que no tenía nada que hacer, y mucho menos en su lamentable estado, ante este rival; encima estaba desarmada… Omar pasó sus dedos por la herida que la chica le había causado con la daga en el hombro y llevó la sangre a su boca. Samira pudo ver la lengua cortada de aquel engendro de cara desfigurada, y tragó saliva… Al menos, daría algo de tiempo a Zohan para que tratara de escapar.

         ¿Zohan? ¿Dónde estaba Zohan? La chica miró sorprendida porque el chico no estaba en el lugar donde Omar lo había dejado; era imposible que se pudiera haber escondido tan rápido en su estado. Miró hacía ambos lado y los vío: era Nadir arrastrando a Zohan de las axilas hacía un lado de las caballerizas. ¿Cómo había entrado ese chico aquí? La puerta estaba cerrada y era imposible entrar por otro lado… Miró hacía arriba. No había techo, pero era totalmente imposible subir esos muros sin llamar la atención de los soldados de fuera….

          Bueno, pero ese no era la mayor de sus preocupaciones ahora porque aquel gigante se estaba acercando a ella con una mueca parecida a una sádica sonrisa… Pero cuando estaba a diez metros de ella se detuvo, cambiando el gesto… Y, entonces, sintió un golpe seco justo a sus espaldas como si algo hubiera caído del cielo. No le dio a tiempo a mirar cuando su cuerpo comenzó a reaccionar; unas manos sujetaron su cintura y ella, por toda reacción, exhaló el aire de sus pulmones y sintió como su piel se erizaba como en sus sueños… Y una voz, esa voz que la haría ir al fin del mundo sin pensarlo.

-                          Tranquila, diosa, ya estoy aquí…

           ¡Era él! Aún no había mirado pero era él quien estaba tras ella. ¿Significaba esto que había muerto y, por fin, estaban juntos? No podía ser tan real…

-                          Ponte detrás de mí y busca a Nadir… Debéis seguir adelante.- dijo Hixem al que, ahora sí, tenía delante de sus ojos aunque con una capa con capucha que reconocía perfectamente.

-                          ¡Hixem!- abrazó la chica al muchacho como si el peligro se hubiera esfumado.- ¡Estás vivo! ¿Dónde has estado?

-                          En tus sueños, pero ahora no es el momento de discutirlo ¿no crees?- dijo el chico señalando a Omar que miraba la escena sin saber muy bien como podía ese chico estar vivo.

-                          ¡No pienso dejarte! ¡Esta vez no!- gritó la chica cogida de su brazo.

-                          Samira, ¿confías en mí?- dijo Hixem quitando la capucha de su cabeza.

          Tenía el pelo más largo que lo que ella recordaba, pero esa sonrisa de confianza en sí mismo que nunca había podido olvidar…

-                          Sí, idiota, confío en ti…

-                          Pues, hazme caso y vete con Nadir…- dijo Hixem dándole un manotazo en el culo.- Oye…

-                          ¿Qué?- dijo Samira volviéndose, con los ojos en blanco

            El chico, por todo gesto, se señaló la mejilla para recibir un beso que aquella mujer que lo había traído desde el más allá… La chica lo cogió de la barbilla y lo besó en los labios, para después alejarse como pudo con la herida de su espalda… Hixem recogió el sabor de Samira de sus labios… Jezabel tenía razón: ella era el vínculo. Se puso la capucha mientras los ojos ardían en un verde brillante…

                                                    **************************

-                          ¿Estáis bien?- dijo Samira al llegar al sitio donde estaban Nadir y Zohan.

-                          Un poco dolorido, pero sobreviviré…- dijo Zohan, sentado en el suelo y apoyado en una bala de paja; tenía grandes moratones de la paliza de  Omar.

-                          Tenemos que aprovechar para salir de aquí, me lo dijo Hixem.- dijo Nadir.

-                          ¿Hixem? ¿Está aquí?- se sorprendió Zohan.

           Samira sonrió con gesto feliz, aún incrédula. Su vida había cambiado mucho en los últimos meses y todo era por aquel chico; de ser una muchacha culta deseosa de un poco de acciones e intrigas a estar escondida en las caballerizas reales con una herida de espada en su espalda y salvada en el último instante por Hixem…

-                          Pero, yo creí que estaba muerto…- dijo Zohan echando mano a sus doloridas piernas.

-                          Debemos irnos, por favor…- dijo Nadir tirando de la camisola de Samira.

-                          No pienso irme y dejarlo aquí…- se quejó Samira.- No me voy a separar de él… ¿Has visto a ese negro sin lengua?

-                          ¿Y tú has visto pelear a Hixem ahora? No sé donde ha estado pero…

-                          ¡¿Habéis visto eso?!- exclamó Zohan  cortando a Nadir; ahora sí, observaba la pelea que había comenzado.

                                                                           **********************

       Omar se levantaba del suelo, donde había caído porque aquel chico había esquivado su primer ataque, haciéndolo tropezar. El enorme esclavo se levantó sin perder de vista a aquel chico que se movía con una agilidad sorprendente; sonrió mientras se limpiaba el polvo que había en su pantalón.

-                          ¡Vaya! ¿Un animal que sonríe?- dijo Hixem con sorna, observando a su contrincante.- Creo que tienes pocas cosas por las que reirte, porque ahora es a mí a quien tienes que golpear… Y, créeme, eso no te va a ser fácil.

       El asesino de Absir atacó como un loco y, de nuevo, Hixem lo esquivó; pero, antes de que  su rival cayera al suelo desequilibrado, el chico se apoyó en una de las columnas de las caballerizas para tomar impulso y dar una patada en el rostro de Omar, que cayó derribado.

-                          ¿Sabes? Te veo distinto… ¿Te has hecho algo en la cara?- se burló el joven de sus cicatrices, por las quemaduras que él mismo le había provocado.

        Como podía el esclavo se levantaba del suelo, de nuevo, con la mano en su cara por el golpe de Hixem… Escuchaba las burlas de ese muchacho y la sangre le hervía; la tranquilidad con la que ese crío hablaba le sacaba de quicio. Gruñó para volver a atacar con un grito gutural que llenó la habitación… El chico hizo una finta hacia un lado, pateó la parte de atrás de la rodilla de Omar, haciéndolo caer sobre las mismas, y dio un tremendo golpe en su garganta con el puño cerrado.

-                          “La paciencia es la llave de la solución” No te debes dejar llevar por la ira, amigo…- dijo Hixem, recordando las enseñanzas recibidas por Alejandro durante las últimas semanas, y golpeando con su dedo índice la frente del enorme negro que tosía echándose las manos al cuello.

        Omar agarró en un rápido gesto el brazo de Hixem y con su otro brazo golpeó en el pecho al chico lanzándolo dos metros hacia atrás; el chico se levantó de un salto como si no hubiera pasado nada, aunque se echó mano a las costillas frunciendo el ceño. El gigante se levantó sin dejar de tocarse el cuello por el golpe sufrido antes y apretó los puños de nuevo.

-                          ¡Vaya! Eso ha dolido… Parece que todavía sabes pelear.

        Su enemigo avanzó hacia él, estaba vez andando más calmado; era como si hubiera tenido en cuenta el consejo del chico de que la furia le haría perder sus opciones… Hixem se preparó porque sabía la pelea empezaría a igualarse; tenía razón Alejandro cuando decía que la ira hacía cometer errores, pero Omar parecía que había aprendido pronto la lección.

        Hixem lanzó una patada al costado de Omar, que la paró con el antebrazo; apenas podía creer la fuerza que tenía ese chico en las piernas, porque le dolió ese bloqueo en el brazo. Él contestó con un puñetazo que el chico esquivó para tratar de ponerse a sus espaldas pero, esta vez, Omar reaccionó rápido y con un codazo en la cara derribó a Hixem. El agresor trató de golpear con un tremendo puñetazo al chico que estaba tumbado en el suelo, pero que lo esquivó rodando sobre sí mismo… Reaccionando rápido, el chico dio un puntapié justo en el costado del esclavo, casi en la zona abdominal, que hizo que soltara todo el aire de sus pulmones.

-                          Todo el mundo tienes puntos débiles…- decía el chico mientras se incorporaba Omar con la mano en el costado y sin apenas respiración.-Uno es la garganta, otro el costado y otro…

       Dejando la frase en el aire hizo un amago de golpear la entrepierna de Omar que se cubrió agachándose permitiendo que Hixem pudiera dar un puñetazo brutal en la cara que lo hizo sentarse de culo.

-                          ¡Niño malo! ¡No se pega!- dijo el chico burlándose otra vez.

       Omar saltó como una bestia, sorprendiendo a Hixem y tirándolo al suelo de un golpe tremendo en la cintura; se colocó sobre él y le asestó un puñetazo en la cara que dejó desorientado a Hixem. El sabor a sangre inundó su boca, porque le había roto el labio… Esperaba el siguiente golpe y se maldecía por no hacer caso al consejo de Alejandro de que el exceso de confianza era enemigo del vencedor.

-                          ¡Déjalo en paz!- escuchó la voz de Samira.

       Cuando abrió los ojos vio a su chica colgada de la espalda de aquel animal, agarrándolo del cuello tratando de frenar el golpe. Omar echó manos a su espalda y. incorporándose, agarró a Samira para estrellarla contra el suelo.

-                          ¡Ughhh!- se quejó ella al golpearse, otra vez, la espalda herida.

-                          ¡Samira!- gritó Hixem que se levantó de un salto, para ir en su ayuda.- ¿Estás bien?

-                          Duele… Ufff…- se quejó la chica con la mano en su espalda.

         Hixem se levantó con un brillo verde intenso en sus ojos y la mandíbula apretada; Omar lo miraba divertido, esperándolo y haciendo el gesto de golpearse con el dedo índice en la cabeza… Dejando a Samira tumbada en el suelo, donde inmediatamente llegó Nadir a su lado, Hixem atacó a Omar.

         El enorme enemigo lanzó un puñetazo que Hixem esquivó con pasmosa facilidad y golpeó fuerte en el costado a Omar.

-                          Nadie…- el rival se inclinó por el golpe del muchacho.- …Golpea…- una patada fuertísima en la entrepierna del gigante que cayó doblado.-… A Samira…- terminó Hixem con salto y un violento rodillazo en la cara de Omar, mientras lo agarraba por la nuca.

         Aquel hombre cayó derribado de espaldas con la nariz destrozada y con sangre que le llenaba el rostro; escupió la sangre que le llegaba a la boca mientras trataba de incorporarse, para atacar a Hixem con furia.

         Hixem dio un pisotón a un mango de madera que había en el suelo, saltando por los aires un horquillo, usado para remover la paja de las cuadras, que agarró con fuerza mientras Omar corría hacía él

-                          ¡Esto por Jezabel!- gritó el chico, interponiendo la herramienta entre Omar y él,  clavándola en el vientre del agresor que abrió los ojos como platos y escupió sangre.

         Omar echó sus manos al palo del horquillo y se lo sacó, emitiendo un grito grave, poniendo sus manos en la herida por donde manaba sangre… Pero Hixem seguía fuera de sí y, apoyando sus pies en otra de las columnas saltó hacia  el hombre herido; sacando sus dos espadas cortas de su espalda, las cruzó cortándoles el cuello con ambas.

-                          Y esto por Absir…- dijo el chico mientras el grandullón caía agonizando en el suelo de las caballerizas.

         Samira se levantó apoyada en Nadir y miró a Hixem con cara de comprensión. Aquel chico que era incapaz de coger un arma se había convertido en todo un experto en su uso… El chico se acercó a ella tras limpiar las espadas en los mismos ropajes de Omar y guardarlas en su espalda.

-                          ¿Estás bien?- le dijo tocándole la espalda mientras Nadir aún la sujetaba.

-                          Sí, pero debemos continuar si no, nada de esto habrá servido de nada.- dijo Samira.

-                          Pero, estás herida y…

-                          ¡He dicho que estoy bien! ¡sabes que no me gusta que me mandes!- cortó la chica a Hixem que sonrió sorprendido por la actitud de la muchacha.

-                          Está bien…Eres una malcriada…- rió Hixem mientras iba a ayudar a Zohan.

-                          Y tú un idiota…- contestó Samira, provocando la risa de todos.

-                          Sí, pero me adoras.- dijo Hixem que le guiñó un ojo mientras se dirigía con Zohan a la puerta de las caballerizas.

           Todos seguían riendo y Samira se mordió la lengua de la rabia; porque era verdad, adoraba a ese chico que la volvió loca desde el primer día que se cruzaron en el mercado.

                                                                      ********************************

            Yussuf dio dos golpes en la puerta de las cocinas que se abrieron para que dos de los cuatro soldados que acompañaban a Al Ghub salieran al pasillo. El visir militar de Abd Al- Rahman hizo la señal a Al Ghub que se dispuso a subir a la habitación del heredero.

-                          El camino está libre, han venido refuerzos califales pero tus hombres resistiran un tiempo.- dijo Yussuf.

-                          Hasta la muerte si es necesario… ¿Seguro que Al Hakem no ha escapado con ningún guardia?

-                          Ya te dije que confía en mí no le abrirá la puerta a nadie y la única llave la tengo yo…- dijo Yussuf entregándole al jefe militar abasí el objeto que le daría acceso a Al Hakem.

-                          Eso está bien…- dijo Al Ghub.- Saldremos por el mismo sitio y escaparemos por la noria.

        Yussuf asintió orgulloso de que, después de todo, el plan se estuviera cumpliendo como pensaba a pesar de los problemas que esos chicos del mercado estaban poniendo.

-                          Subid… Ese crío estará rezando arrodillado ante la cama; es lo único que sabe hacer: pedir a Alá o a su padre…- rio Yussuf mientras Al Ghub y sus hombres subían a la habitación de Al Hakem.

         Momentos después, los soldados califales de dentro de palacio estaban ocupados tratando de evitar que los intrusos tiraran la puerta de acceso abajo y pudieran apoderarse del edificio del Alcazar… El mando de las tropas califales se acercó, de nuevo, a Yussuf:

-                          No podremos resistir mucho, señor Yussuf. Lo mejor es que saquemos de aquí al heredero.

-                          Muy bien, sube conmigo…- le dijo el visir militar, para dejarse pasar delante de él para subir por las escaleras principales hacia los aposentos del heredero.

         Al subir ambos, con el mando de tropa primero, se encontraron con Al Ghub y sus soldados ante la puerta del heredero.

-                          Pero que…- dijo el mando califal echando mano a su cimitarra para ser atravesado por la espada de un abasí antes de que pudiera desenfundar.

          El hombre moribundo se dio la vuelta y cayó de rodillas ante Yussuf, agarrando su túnica, con la cara desencajada y sollozando.

-                          ¡Por favor! ¡Muere con un poco de dignidad!- dijo Yussuf para atravesar su cuello con el cuchillo que llevaba escondido en sus ropajes.

          El cadáver del mando cayó al suelo, mientras Al Ghub miraba extrañado a Yussuf; cada vez le desconcertaba más ese hombre, porque era capaz de ser mucho más cruel de lo que aparentaba ser.

-                          Era el último escollo, estaré abajo distrayendo al resto de la guardia mientras salís por las cocinas.

-                          Está bien…- dijo Al Ghub, mientras veía bajar las escaleras  a Yussuf con tranquilidad; después miró a sus soldados y les hizo la señal de que abrieran la puerta.

          Uno de los soldados abrió la puerta mientras los otros flanqueaban la habitación; como había dicho Yussuf, allí estaba ese chico de espaldas a ellos con la túnica, con hilos de oro y seda persa puesta y apoyado en la cama.

-                          Al Hakem… Levántate, ahora eres prisionero de la dinastía abasí.- dijo Al Ghub desde la puerta cuando sus soldados entraban en los aposentos del verdadero príncipe de la ciudad.

           El chico se levantó, sin dejar de darles la espalda a los intrusos que había en la habitación. Se giró muy despacio con la cabeza agachada en señal de sumisión; estiró sus brazos hacia abajo y dos espadas cortas cayeron por las amplias mangas de la túnica ceremonial, hasta que el muchacho las agarró por los mangos.

           Los soldados se sorprendieron y se apresuraron a sacar sus armas, mientras el chico levantaba la cara, cubierta con la capucha de la túnica que usaba para orar y unos ojos verdes brillantes los miraron, causándoles pánico.

-                          El señor Al Hakem ha salido a unos asuntos.- dijo Hixem con una sonrisa en los labios y las dos espadas cortas girando en sus manos.- ¿Puede ayudarles en algo?

                                                                       *************************

-                          Pero, ¿Quiénes sois vosotros?- preguntaba el joven heredero, con la capucha de Hixem puesta, mientras era llevado casi arrastrado por el pasadizo que llevaba al exterior del edificio.

-                          No es el momento de hacer muchas preguntas; pero que te baste con decirte que te estamos salvando la vida.- dijo Samira bastante enfadada por haber tenido que dejar atrás a Hixem.

-                          ¡Yo no puedo salir de mis aposentos así! ¡Soy Al Hakem, heredero del califato Omeya, principe de Córdoba y elegido por…!

-                          ¡Ohhh, cállate!- dijo Samira deteniéndose y haciendo un gesto de golpearle, ante lo que el chico se quedó pálido pero con su gesto altivo.- ¿Sabes cuando gente ha muerto porque querían secuestrarte? ¿sabes cuando cadáveres se amontonan en las calles, mientras tú te limitas a rezar en tus aposentos?

           El heredero, de apenas diecisiete años, se quedó petrificado ante el tono de voz de aquella chica; la primera mujer con la que tenía un trato directo, excepto las de su familia… Nunca nadie de fuera de palacio se había atrevido a hablarle así; pero el hecho de ver como los dos hombres que la acompañaban no le llevaban la contraria, le daba una ligera idea de cómo respetaban a esa chicas de pechos exuberantes bajo esa escotada camisola.

-                          Perdónela usted, excelencia pero Samira es…- dijo Nadir haciendo una reverencia para recibir, inmediatamente, un golpe en la coronilla de la chica -¡Aughh! ¿Por qué me pegas?

-                          Cada vez me recuerdas más a Saqeb…- dijo la chica enfadada, por la justificación de Nadir, para que Zohan se riera a carcajadas a pesar de que casi no podía caminar.

            Al Hakem miraba sorprendido la escena, porque no hubiera imaginado nunca una relación de poder de una chica así; ese tipo de relación de amistad entre todos… Si era verdad que trataban de secuestrarlo, ¿cómo podían estar tan tranquilos?

-                          ¿Cómo habéis entrado en mi habitación? ¿Dónde lleva este pasadizo?- decía andando despacio tras ellos, porque seguía desconfiando.- ¿Y quien era ese hombre que se ha puesto mi túnica?

-                          Otro príncipe…- rió Zohan, divertido con la situación; el hecho de ver que la persona en la que descansaba la responsabilidad del futuro del califato, no era más que un crío le hacía sentir que las personas no estaban tan lejos unas de otras.

-                          ¿Un príncipe? ¿Pertenece a la realeza y lo habéis dejado abandonado a su suerte?

-                          No pertenece a la realeza, pertenece a la realidad… Un sitio al que gente como tú debe volver…- insistió Samira.

-                          ¿Por qué estás enfadada conmigo? Yo no tengo culpa de haber nacido aquí… Llevo desde que nací encerrado, sólo entre libros y las batallas a a las que mi padre me lleva.

-                          Pobrecito…- sonrió Nadir, que veía como un chico que llevaba una túnica con la que el pueblo se habría alimentado una semana, lloraba porque estaba solo en palacio.

           Los cuatro chicos habían llegado al edificio cercano a la fuente donde daba ese pasadizo; lo difícil sería salir ahora del Alcazar, porque aún se escuchaba ruido de batalla ahí fuera.

-                          Dijo que no lo esperáramos…- sugirió Nadir.

-                          Y yo digo que lo esperaremos.- añadió Samira

           Durante unos minutos se hizo el silencio, y los chicos se miraban entre sí; Al Hakem sentado en aquella vieja casa destinada al servicio, miraba a sus compañeros como tratando de desentrañar los misterios que le acompañaban.

-                          Yussuf se enfadará conmigo.- dijo apenado, y sintiendo que si su padre se enteraba de que había salido del palacio lo mataría.

-                          ¿Yussuf? Creo que si debe estar enfadado.- rio Nadir, provocando que el heredero lo mirara con extrañeza.

-                          ¿Sabes lo que no te enseña ningún libro?- dijo Samira, poniendo la mano en el hombro del muchacho, por el que empezaba a sentir lastima.- A saber en quien debes confiar de verdad… No te dejes llevar nunca por los halagos; el verdadero amigo es aquel que te dice lo que haces mal, sin miedo de que te enfades.

-                          No entiendo que me quieres decir…

-                          ¡Que ese tal Yussuf es un asesino que te ha vendido por un puñado de monedas!- gritó Nadir, que se desesperaba por la poca capacidad de reacción del chico.

-                          Pero él no… Siempre ha sido… No puede ser…

            Al Hakem empezó a razonar los acontecimientos de los últimos días; como había sido Yussuf quien insistió a Abd Al Rahman de la conveniencia de que él se quedara en el Alcazar en lugar de acompañarlo a esa reunión. Recordaba la negativa del visir a que saliera de la ciudad para estar con su tío y sus hermanos en el palacio califal. Y, por último, como le convenció para que no saliera que aquella habitación que según los chicos era una trampa mortal.

-                          Y ese príncipe, como ustedes lo llamáis…

-                          Hixem, se llama Hixem…- cortó Samira mirando al chico.- Olvida lo de príncipe, no le gusta…

-                          Bueno, Hixem… Se ha quedado en mi lugar… ¡Eso es una locura! Podemos avisar a la guardia para que lo salve…- dijo Al Hakem, preocupado.

-                          Créeme… Más les vale a esos soldados salvarse ellos de Hixem.- dijo riendo Nadir y provocando la carcajada de Zohan.

-                          ¡Callaos! No me gusta bromear con eso… No es invencible y no me gusta que sea tan orgulloso.- dijo Samira, que seguía molesta porque Hixem la había obligado a marcharse, dejándolo allí.

-                          No seas gruñona, tú eres bastante más orgullosa que yo…- escuchó la voz de Hixem detrás de ella, saliendo por el pasadizo que ellos habían usado.

-                          ¡Idiota!- gritó la chica abrazando al muchacho y besándolo en los labios.- ¿Estás bien?

-                          Sí, pero debemos irnos ya. No he encontrado a Yussuf y el que parecía ser el mando de esos asaltantes ha escapado. Tenemos que…

-                          No…- dijo Samira con voz suave.

-                          ¿Qué?

-                          Que se acabó. No quiero más luchas, no quiero perseguir a nadie… Que se vayan…`- dijo Samira sin dejar de abrazar a Hixem, mientras los demás miraban la escena.

         Hixem miró a  Samira con ternura, porque sabía que era lícito que pensara en dejar atrás todo… Ellos no pertenecían a ese mundo; él no había nacido para salvar a nadie. De hecho, no sabía muy bien para que había nacido hasta que encontró a Samira. Soñaba con estar lejos de allí a solas con ella y empezar una nueva vida… Le fijó en el chico que llevaba su capa que lo miraba con admiración. Antes no había tenido tiempo de hablar con él, por la rapidez del intercambio.

-                          Hola, creo que esto es tuyo…- dijo Hixem quitándose la túnica ceremonial para entregárselo a su dueño.- ¡Cómo pesa, chico!

-                          Gracias Hixem, os estaré eternamente agradecidos por lo que habéis hecho.- dijo el heredero ofreciendo su mano al chico en un gesto sincero.

           La mano de Hixem estrechó la de Al Hakem en señal de saludo; la fuerza con la que cogió su mano sorprendió a Hixem, que miró sus ojos y parecía ver algo extraño en él. Y es que, desde que Jezabel le hizo recordar, había cosas que se le escapaban… Recuerdos fugaces que aparecían en su cabeza o sensaciones extrañas al contacto con algunas personas. Su amiga le dijo que eso era algo normal, porque durante ese transito habría accedido a conocimientos que habría dejado atrás al despertar… De todas formas, él no quería descubrir más de lo que sabía, solo volver a la normalidad.

-                          ¿Nos hemos visto antes?- preguntó Hixem con su mano entrelazada a la de Al Hakem.

-                          No… Creo que eso es imposible…

            Y, por supuesto, que era imposible porque cuando Sara escapó del palacio ninguno de los dos habían nacido… Eran dos hermanos por parte de padre que nunca se habían conocido, al igual que Samira. Tres hijos de Abd Al Rahman en la misma habitación y no lo sabían. Pero Hixem sentía algo extraño al estar cerca de ese chico y Samira lo notó; veía como su chico miraba con extrañeza al heredero.

            - ¿Sabes? Te imaginaba distinto… Mayor…-dijo Hixem con una sincera sonrisa.

            - Bueno, supongo que hay muchas leyendas sobre mí; y solo soy una persona normal.- dijo Al Hakem.

            - Normal, normal, tampoco.- sonrió Nadir que estaba sentado en el suelo, ante lo que el propio Al Hakem sonrió también.

            - Creo que es hora de marcharnos… También somos intrusos aquí y, ahí fuera tus guardias han conseguido sofocar el asalto.- dijo Samira.

            - ¡Puargh! ¿Otra vez por las alcantarillas?- dijo Nadir.

            - No querrás que salgamos por la puerta, ¿no? Esto está lleno de guardias.- dijo Zohan.

            - Bueno, al fin y al cabo, soy el heredero, ¿no?- se encogió de hombros Al Hakem.- Mis amigos pueden salir del Alcazar por donde quieran…

                                                                       *************************

            Habían pasado seis meses desde el día del asalto y la ciudad de Córdoba se esforzaba en recuperar la normalidad; por supuesto, Dinah y Zahara volvieron con Fátima a la ciudad…El asesinato tanto de Mahudaj como de Jubair hizo que las mujeres, junto a Sara se establecieran en la casa familiar. Pero habían rehecho su vida en torno a una misión común: ser el hogar que los chicos de los tejados nunca tuvieron. Saqeb, Nadir y sus amigos siempre tenían un plato de comida en la mesa de Dinah, que junto a Sara se convirtió casi en la abuela de todos ellos.

            Aquella pesadilla había conseguido unir más a la gente del mercado; los chicos ayudaban a los mercaderes con los productos y defendían la zona de posibles asaltos. En un pacto sin firmar, la guardia califal ya no entraba en la zona del mercado que casi se autogobernaba en materia de seguridad.

-                          Estaba riquísimo, señora Sara…- agradeció Nadir mientras Saqeb apuraba lo que quedaba en el plato.

-                          ¿Cómo que habéis venido tan temprano a comer? ¿Qué estáis tramando?- dijo Dinah, cogiendo a uno de ellos de la oreja.

-                          ¡Aughhh! ¡Nada, nadaaa!- se quejó Saqeb

-                          Solo hemos quedado con un amigo para dar un paseo, como todos los viernes.

-                          No quiero tejados, ni quiero que os metáis en líos, ¿entendido?- dijo Sara, advirtiéndoles.- ¡Y nada de espiar a las chicas en el río!

-                          ¡Vaaaaaale!- dijeron los dos al unisono, mientras salían de la casa.

           Por supuesto, eran tan desobedientes como lo era Hixem a su edad y, lo primero que hicieron fue justo lo que las mujeres les habían prohibido: subir a los tejados… Era la forma más rápida de llegar a la ribera del rio, sin tener que cruzar la ciudad entera.

           Los chicos, cuando llegaron a su destino, se sentaron en las piedras que habían al en la zona cercana al puente; un crujido de escuchó de detrás de la noria del río, para que la compuerta se abriese y Al Hakem apareciera.

-                          ¡Llegas tarde, como siempre!- se quejó Saqeb.

-                          Lo siento, no es nada sencillo escapar del Alcazar sin ser visto…- dijo el heredero con una sonrisa en los labios.

-                          ¿Qué llevas en la mano?- dijo Nadir.

-                          Una manzana…Tenía hambre.- dijo Al Hakem, mordiendo la fruta.

-                          El tonto de las manzanas.- rió Saqeb provocando la carcajada de su amigo.

-                          No os burleis de mí, puedo hacer que os decapiten…- dijo el chico pasando entre ellos que se habían quedado petrificados.- ¡Es broma! Vamos que las chicas ya estarán en el río.

                                                                     **********************

           

            Jezabel nunca regresó de la casa que había habitado Alejandro; era un extraño vínculo entre esas dos personas. Dos solitarios y descubrieron que podrían acompañarse de la mejor manera posible… Alejandro dela Fuenteocupándose, como siempre había soñado, de un pequeño huerto y viviendo en paz retirado de todo el ruido. Desde aquel día dejó las armas, para nunca más usarlas; ya había otros que las empuñaban par según que menesteres. La antigua bruja lo observaba desde la puerta:

-                          ¿No hace mucho calor para estar arando ahora?- preguntó desde el dintel de la puerta.

-                          No hace tanto, cuando yo estaba en el ejército…- dijo Alejandro.

-                          Deja las batallitas, abuelo.- cortó Jezabel con una sonrisa.

-                          ¿Ah sí?- contestó él acercándose a ella y besándola, apretandola contra él- ¿Soy un abuelo?

-                          Cuidado, bruto… Puedes hacerle daño.

-                          Eso no me lo perdonaría por nada del mundo.- dijo Alejandro acariciando el vientre embarazado de su bruja.

                                                                  *******************

            Hixem estaba metido en la gran bañera que habían colocado en la antigua vivienda de Jezabel, donde se había ido a vivir junto a Samira… Su cuerpo desnudo disfrutaba del agua templada que había preparado; sus músculos se relajaban de la tensión acumulada. Unas manos femeninas lo sorprendieron posándose en sus hombros e hicieron que se asustara, mirando hacia atrás.

-                          ¿De qué te asustas? ¿A quien esperabas?- sonrió la chica, besando en el cuello al muchacho.

-                          A nadie, pero no te oí entrar…- sonrió Hixem disfrutando las caricias en el pecho de su novia.

-                          Bueno, quizás subestimas de mi sigilo; aprendí del mejor…

-                          No, aprendiste sola… Yo no estaba.- dijo echando hacía atrás las manos para acariciar el cuello de Samira.

-                          Sí estabas… Siempre has estado, nunca te fuiste.- dijo la chica poniéndose en pie y frente a él.

-                          ¿Y dejarte aquí sola para que te fueras con otro?- bromeó el muchacho.

-                          Eres un idiota… Oye, ¿crees que hay sitio para mí en esa bañera?- dijo la chica dejando caer su túnica y quedando desnuda ante Hixem

           Los ojos del chico observaron sus tetas, su perfecto ombligo; sus caderas que lo volvían loco y esos hombros que lo trastornaban… Esa piel canela y su larga melena morena que caía sobre su espalda y, por supuesto, sus labios que habían sido creados por Alá para tentar a los hombres.

-                          Por supuesto que cabes…- dijo el chico alargando la mano para ayudarla a entrar.

           Samira entró en el agua para, directamente sentarse sobre su amado y besarlo con pasión en la boca; las manos del chico se sumergieron para agarrar su trasero con fuerza. Ella dejó escapar un gemido mientras mordía el labio de Hixem.

-                          Vaya, parece que no cabemos bien…- dijo bromeando la chica.- Tengo que estar encima tuya; mejor me salgo, ¿no?

-                          Ni se te ocurra…- dijo el muchacho comenzando a lamer los pezones de Samira que se habían quedado a la altura de su boca.

-                          ¡Ummmm! No sabes lo que me haces sentir con cada uno de tus besos… Uff… Es increíble…

           El chico no hablaba se limitaba a lamer los pechos de la chica, mientras la miraba a los ojos con un sentimiento que derretiría los hielos…Ahora tenía todo lo que había buscado en la vida; un motivo para ser feliz al lado de la mujer que un día le dijeron que sería su destino… No se equivocaban, no se planteaba la vida sin ella al lado… La chica introdujo su mano entre las piernas para agarrar el duro miembro de Hixem y ponerlo a la entrada de su coñito; se fue dejando caer, introduciendo aquella polla en su interior, muy despacio. Jadearon profundamente, mirando los dos al techo de la habitación.

-                          Momentos como éste, son los que me hacen desear no separarme de ti nunca.- dijo la chica mientras empezaba a girar las caderas en círculos.- Ummm… Es genial…

-                          ¿Sabes? Ummm… Me encanta que seas mi destino…- sonrió el chico mientras Samira aceleraba el ritmo.

           El chapoteo en el agua crea un ritmo que completaba el ambiente sensual de aquella habitación; la chica cabalgaba ya de forma salvaje a su pareja mientras le besaba la boca.

-                          Sigue Samira… Fóllame… Ufff…- repetía el chico de forma entrecortada.

-                          Sí, asíiiiii… Que bueno… La siento tan dentro…- gemía escandalosamente Samira.

            Las manos del chico agarraban sus tetas, mientras su boca mordía su cuello; sus cuerpos, sudados a pesar del baño, se acoplaban como una perfecta maquinaria preparada para el placer… El chico, con fuerza, se incorporó con ella en brazos y la apoyó en la pared. La mantenía en vilo, mientras él seguía con los pies dentro de la bañera… Las piernas de Samira se cruzaban en su espalda y con los talones lo espoleaba en el trasero para que no bajara el ritmo.

-                          Síiiiii… Hazme tuyaaa… Eso es, amor…- gritaba la chica desbocada.

-                          No sé como consigues ponerme así… Ummm… Me vuelves loco.- decía Hixem aumentando el ritmo para clavar su polla hasta los huevos.

-                          Me voy a correr, cariñooooo… Arghhh… Me corrooooo…- gimió Samira abrazada a Hixem.

             El chico, sin poder articular palabra, gruñó como una bestia para derramarse en el interior de la chica, que sentía como la leche caliente de Hixem entraba a borbotones en su coñito, para desbordarse y caer por sus muslos… Samira trataba de recuperar la respiración sin bajarse de la cintura del chico, que seguía con su polla dentro. Apoyó su frente contra la de Hixem y, mirándolo a los ojos le dijo:

-                          Ya no eres el príncipe de los pícaros, ahora eres simplemente mi príncipe idiota

-                          Y tú mi princesa malcriada.- contestó el chico con una sonrisa.

                                                                                  ************************

          Yussuf se había escondido bien durante esos meses; por supuesto, nunca podría volver a Córdoba ni a Damasco, tras haber arrasado el ejército de Abd Al Rahman III todo el ejército invasor abasí que esperaba a las afueras de la ciudad.

          Con los pocos supervivientes del ejército de su hermano, se había escondido en las montañas de Carmona; esta vez sus aspiraciones estaban en vivir las tierras libres del califato… Un pequeño pueblo donde Abd Al Rahman no se molestaba en buscar… Él era la ley allí y el califa ni siquiera sabía situar esas tierras en el mapa.

           Sabía que él había nacido para ser algo más que un simple vasallo y ahora era algo así como emir de esas pequeñas tierras. Aún recuerda lo cerca que estuvo de conseguirlo hace unos meses; cómo consiguió tener al califato en sus manos… ¿Quién era ese hombre encapuchado que ocupaba el lugar de Al Hakem? ¿Era un enviado de Alá para ayudar al califa? Él nunca había creído en esas estúpidas historias y leyendas en las que tanto creía su difunto hermano que fue culpado de traición por el califa… pero había podido ver con sus propios ojos como se deshizo con facilidad de cuatro soldados y como solo la oportuna aparición de más guardias en el interior de palacio le permitió escapar mientras ese hombre asesinaba a todo lo que se ponía por delante.

           Ya le daba igual todo aquello; no tenía aspiraciones tan vastas, sino cobrar el diezmo a todos los habitantes del pueblo como un pago por su protección… Cada mes, paseaba por las calles de Carmona con cuatro esbirros armados.

           Un gran golpe sonó en el suelo detrás de ellos y arrodillada una figura que había caído de los tejados; una capucha cubría su rostro y dos espadas cortas cruzadas a su espalda… Yussuf miró con una mezcla entre pánico y oido, porque lo reconoció cuando el desconocido comenzó a avanzar hacia él.

-                          ¡Matadle, maldita sea!

            Los soldados atacaron pero antes de que se pudieran aproximarse, el encapuchado lanzó dos dagas que se clavaron en el cuello de dos de ellos… Los otros dos trataron de atraparlo, pero con una finta se deshizo de uno de ellos, cortando con su espada la parte de atrás del gemelo y haciendo caer para clavar la otra espada entre sus omoplatos. Yussuf huyó mientras el único soldado que quedaba entablaba combate de aquella bestia. Corrió hasta perderse por las calles, entre las esquinas de la ciudad; pero alcanzó a escuchar el alarido de aquel desgraciado al ser asesinado por su perseguidor. Al menos le habían dado tiempo para cogerle ventaja y huir de él.

             Giró la esquina más cercana, mirando hacia atrás y una espada se clavó en su vientre; miró hacia delante y abrió los ojos como platos al ver a ese encapuchado delante de él… Era un fantasma, porque era imposible hacer lo que había hecho. Notaba como se estaba desangrando y esos ojos verdes brillantes lo miraban bajo la capucha.

             Al estar tan cerca pudo ver su rostro y era aquel chico que se cruzó en la puerta de la casa de los mercaderes; aquel chico que Yumel había mandado asesinar; el mismo que Omar había matado y lanzado al río… La vida se le iba mientras seguía sin entender que clase de ser había ante él.

-                          Abd Al- Rahman nunca olvida a los traidores…- se susurró el chico, rajando hacia arriba y sacándole las tripas que cayeron al suelo.

              Hixem subió al tejado con una facilidad pasmosa y se alejó muy lentamente del lugar; al cabo de unos minutos llegó a sentarse en un tejado y respiró hondo:

-                          No me has hecho caso, te dije que esperarás.- dijo Hixem mientras otro encapuchado vestido exactamente igual que él se sentaba al lado.

-                          Vamos idiota, no te enfades… Sabes que no me iba a pasar nada.- dijo Samira quitándose la capucha.- Aprendí del mejor…

             El chico miró a su novia y la besó en los labios pero con gesto de enfado; esa chica era una loca a la que nunca podría cambiar… Pero, a él le encantaba así.

-                          Vámonos, ya acabó todo... Volvamos para Córdoba, es tarde.

-                          Muy bien, tú mandas…- dijo la chica mientras los dos se ponían la capucha.

                                                                      *************************

                Cuenta la leyenda que Abd Al Rahman III sufrió casi un centenar de intentos de rebelión o asesinato; se convirtió en un califa bastante más afable con el tiempo y permisivo con su pueblo… Murió muy viejo, sin que ninguno de los intentos de asesinarlo prosperaran… Se dice que lo protege Alá, que mandó un espíritu que protege a él y a Al Hakem.

                Dicen las leyendas que ese espíritu es invencible, que puede volar por los cielos y aterrizar como un pájaro. Que lo han visto en dos sitios a la vez, incluso no han llegado a verlo cuando su victima ha muerto.

                ¡Cuidado! Asesinos o ladrones, porque está en todos sitios y no está en ninguno… Es un príncipe vigilando a otro príncipe… Lo llaman el príncipe de los pícaros y cuida de la ciudad de Córdoba.

                                                                           (FINAL)

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Compañeros de piso. Capítulo uno.

Compañeros de piso (Prólogo)

Entre caperucitas y lobos (Cap 5: El problema)

Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

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Los imposibles también existen (5: El principio)

Los imposibles también existen (4: El capricho)

Los imposibles también existen (3: La pecera)

Entre caperucítas y lobos (Cap 2: ¿Un lobo?)

Entre caperucítas y lobos (Cap 1: La boda)

Solos en casa (Cap 9: Simplemente, Marta)

Solos en casa (Cap 8: Miedos y costumbres)

Solos en casa (Cap 7: ¿Lo sabías?)

Solos en casa (Cap 6: Día de convivencia)

Solos en casa (Cap 5: Un, dos, tres... Emitiendo)

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Solos en casa (Cap 3: La creación de Alice)

Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

Solos en casa (Cap 1: ¿Que me estás haciendo?)

El principe de los picaros (Capitulo 13: ¿Dónde?)

El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

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El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

El principe de los picaros (Capítulo 2: Desafio)

El principe de los picaros (Capítulo 1: Destino)

El principe de los picaros (Prólogo)

El primero en... (Epilogo)

El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

El primero en... (Huir: Capítulo 8)

El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

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El primero en... (Descubrir: Capítulo 3)

El primero en... (Jugar: Capítulo 2)

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Regreso a casa (epílogo)

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