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Pequeño hermano mío: Dudas

en Amor filial

Como otras muchas tardes, en las que mi madre estaba con su nuevo amigo Raúl, mi hermana había aprovechado para invitar a sus amigas Carmen y Lucía a la piscina; ese día, gracias a dios, no había venido Germán, el capullo de su novio, y no tenía que aguantar sus fanfarronadas a base de lanzarse a la piscina haciendo estúpidas poses y volteretas.

Yo, como solía acostumbrar, no bajaba de mi habitación. Nunca me ha gustado bañarme con desconocidos; de hecho, nunca me han gustado mucho los desconocidos, porque supongo que habré salido a mi madre que es bastante introvertida… Mi hermana Sandra no era así, era la alegría de la casa; su jovialidad y simpatía nos hacían olvidarnos de los malos momentos a mi madre y a mí. Recuerdos las noches que dormía conmigo cuando sucedió lo del divorcio de nuestros padres. Para mí, en aquellos momentos, empezó a crearse entre nosotros algo más fuerte que una relación entre hermanos. Desde aquel día me descubría a mí mismo, mirándola obnubilado mientras ella veía la televisión o mientras dormía en el sofá con  los pies sobre mi regazo.

Su sonrisa al recibir de mí algún estúpido regalo de cumpleaños o sus brillantes ojos cuando me veía volver de aquellos campamentos juveniles a los que me iba una semana… Todos eran recuerdos que tenía en mi corazón y que me hacían comprender que había sucedido algo imprevisto: me había enamorado de mi hermana mayor.

Ahora, unos años después, observaba como reía con sus amigas en la piscina; siempre me insistía en que bajara con ellas a bañarme, pero me conformaba con mirar desde la ventana a escondidas mientras mataba Locust en el Gears of War de mi Xbox360.

A Lucía la conocía poco, me había cruzado en el instituto algunas veces con ella, pero poco más; según las conversaciones que le escuchaba a mi hermana con Carmen, era una chica insegura y, a veces, mi hermana se ponía de los nervios por ser incapaz de sacarla de su coraza. Carmen era distinta; siempre había sido como parte de la familia. Creo que desde que tengo uso de razón entra en mi casa, y desde el divorcio de mis padres, la relación entre ella y mi hermana se hizo más estrecha. Muchas noches dormía en mi casa, hasta el punto en que empecé a fantasear si no serían lesbianas… Todo eso se aclaró cuando hace unos meses apareció Germán en nuestras vidas, pero eso es otra historia.

Trataba de no coincidir con mi hermana en el baño, porque comencé a sentir cosas extrañas en su presencia… Y no era nada hormonal o por abstinencia, porque yo hacía tiempo que había comenzado a estar con chicas. Pero últimamente no podía dejar de pensar en mi hermana; la visión de su cuerpo en la piscina enfundado en ese pequeño bikini amarillo que se ponía me volvía loco… Sé que pensareis que es enfermizo, pero no podía evitar sentirme atraído por mi hermana. Bueno, de todas formas hasta ahí todo más o menos normal, porque a sus 21 años, el cuerpazo de mi hermana pondría caliente a cualquier tío de este planeta.

Pero desde el momento en que apareció Germán, todo cambió. Notaba a mi hermana más distante; sabía que ese gilipollas no la hacía feliz como podría hacerla yo, pero me tenía que aguantar… No sabéis lo que sentía por dentro, cada vez que escuchaba a mi hermana llorar al otro lado de la pared de mi habitación…Si tuviera el valor suficiente le partía la boca a ese subnormal, pero al día siguiente los veía tan felices de nuevo, que dudaba de que mi hermana fuera tan distinta a otras personas como yo imaginaba.

Todo empezó a torcerse, o a aclararse según se mire, uno de esos días de piscina de Sandra con sus amigas; ese día en particular solo había venido Carmen y charlaban de sus cosas en las tumbonas tomando el sol. Yo estaba viendo una peli en el DVD de mi habitación, cuando algo llamó mi atención en la ventana: Carmen se había levantado de la tumbona y, con toda la parsimonia del mundo, se despojó de la parte de arriba de su bikini dejando al aire un par de hermosas tetas… Yo me quedé perplejo con la mirada fija en la escena y juraría que, por un momento, la amiga de mi hermana miró hacía arriba descubriendo; rápidamente, me agaché para que no me viera para volver a asomarme un minuto después.

El espectáculo había acabado, porque las dos estaban de nuevo tumbadas, con el respaldo dándome la espalda por lo que no podía ver nada más. Pero hubo otro detalle que me hizo excitarme más aún; y es que, en la mesa que había entre las tumbonas, descansaban dos partes de arriba de diferentes bikinis. Eso quería decir que mi hermana Sandra también estaba haciendo topless… ¡Joder! Eso fue la gota que colmó el vaso; mi polla se puso durísima de pensar tanto en las tetas de Carmen como en las de mi hermana.

Pensé incluso en bajar en ese instante a darme un baño, sin que se notara; pero, a quien quería engañar, si nunca bajaba a darme un baño estando ellos y sin poder asegurar si Carmen me había visto, no parecía la más brillante de las ideas que se me podían ocurrir. Tuve que masturbarme dos veces para calmarme el calentón buscando pornografía en el disco duro de mi ordenador, pero con mi imaginación puesta en los dos cuerpazos semidesnudos que había en el jardín de mi casa.

Cuando acabé de correrme, me limpié con unos pañuelos de papel que había en mi habitación para estos de imperiosa necesidad, porque cuando se vive solo con dos mujeres en casa hay que ser cuidadoso con no dejar restos de tus desahogos solitarios.

Seguí viendo la película que estaba viendo antes de la morbosa distracción, pero sin dejar de imaginar las tetas de mi hermana en mi cabeza; aún así, traté de olvidarme de las vistas desde mi ventana y centrarme en la absurda trama de aquella película de Van Damme.

Unos minutos después, la puerta de mi dormitorio se abrió de repente y Carmen entró sin avisar; bueno al menos llevaba un pareo puesto y, por supuesto, la parte de arriba del bikini.

-                          Hola Manu, ¿se puede?-dijo con una sonrisa en los labios mientras ya estaba en el centro de mi habitación.

-                          Bueno, ya has entrado…- dije parando la reproducción de la película y mirándola a ella.

-                          ¡Hijo, que seco eres!- dijo sentándose en la cama a mi lado.

En ese momento, yo estaba flipando porque en mi cama estaba sentado el morbo personalizado; no os podéis imaginar como babean los chicos de mi clase por la tía que estaba ahora a centímetros de mí.

-                          Mira, tu hermana está en la ducha y yo quería hablar contigo…- dijo buscando mi mirada, lo que me ponía más nervioso; mis ojos se iban, de vez en cuando a sus piernas y a esas tetas que hace una hora había visto totalmente desnudas.

-                          Oye… Lo siento… Yo no quería mirar… Pero no he visto casi nada…- dije creyendo que quería pedirme explicaciones por haberme pillado mirándolas.

-                          ¿Quéeee? ¿qué me has estado espiando?- dijo haciéndose la indignada.

Me dí cuenta de que había metido la pata; Carmen no se había dado cuenta de nada y yo, como un estúpido, le había confesado todo. Mi cara debía ser un poema y no sabía donde meterme.

-                          Oye, no te pongas así, Manu…- me tranquilizó acariciándome la cabeza.- Era broma; claro que te he visto mirar pero no me molesta, al fin y al cabo, solo son dos tetas, ¿no?

-                          Bueno, sí…- respondí sin saber muy bien que decir.- Solo dos tetas…

-                          Al menos te habrán gustado supongo…- dijo arqueando las cejas y, fijándose el bultazo que se marcaba en mi pantalón por la tremenda erección que sufría, añadió- Vaya, parece que sí que te han gustado.

-                          ¡Bueno, ya está bien de reirte de mí, Carmen!- dije algo enfadado mientras me levantaba de la cama.

-                          Perdona, hijo; sólo quería romper el hielo un poco… Cómo te pones…

Yo la miré por un instante; estaba sentada allí en mi cama con las piernas cruzadas y dejándome ver sus muslos desnudos. Yo ya no traté de ocultar mi erección. De hecho si no hubiera sido la amiga de mi hermana, ya me habría abalanzado hacía ella… A quien quiero engañar, yo no soy así. Me hubiera quedado igual que estaba, con cualquier chica…

-                          Mira, Manu… Quería hablar contigo, en serio.- me dijo cambiando el tono de su voz, lo que me hizo entender que no iba de farol.- Llevas un tiempo muy raro; no sales, no hablas conmigo de nada… O sea, no es que antes habláramos muy fluido, pero al menos bajabas a saludar, bromeabas conmigo…

-                          Te ha mandado mi hermana, ¿verdad?

-                          ¡Joder, tío! No me ha mandado nadie… ¿Desde cuando nos conocemos? ¿Ocho? ¿Diez años?- decía bastante molesta mientras se levantaba de la cama también.- Creo que puedo tener derecho a preocuparme por, no el hermano de mi amiga, sino por mi amigo…

Su reprimenda me llegó muy hondo; tenía razón. No tenía derecho a recriminarle nada, porque desde siempre había habido confianza entre los tres. Desde pequeños jugábamos juntos, me había criado con ella como si fuera otra hermana más… Pero era difícil de contar mi secreto: “Oye, Carmen, es que estoy loco por mi hermana”. No, no parecía buena idea.

-                          Vale, lo siento… Supongo que tienes razón pero es que es difícil de explicar…

-                          Mira, supongo que algo tiene que ver con Germán… Desde que tu hermana sale con él, no se te ve el pelo.

-                          Bueno, creo que no es un secreto que me cae como el culo ese subnormal…- dije malhumorado de sólo escuchar el nombre del novio de mi hermana… Puros celos.

-                          ¿Te puedo hacer una propuesta?- me dijo sonriendo y cogiéndome del brazo.

-                          ¿Qué clase de propuesta?- contesté, aún a la defensiva.

-                          Mira, este fin de semana tu hermana se va con Germán a pasarlo en una casa rural creo con sus padres o yo que sé…

-                          Sí, ya lo sé- contesté con fastidio; sólo de imaginarme a mi hermana en brazos de otro tío me ponía enfermo.

-                          Pues he pensado que podrías quedar conmigo a tomar algo, ¿no? Estamos solos… No te verá tu enemigo intimo, jeje.

Me quedé cortado mirando, sin saber que hacer; no sabía que contestarle. Volví a pensar en mis amigos; si estuvieran viendo que estaba dudando entre aceptar o rechazar una cita con una de las tías más buenas del barrio, me habrían dado de hostias.

-                          ¿Te lo estás pensando? ¡Joder con el niño! Creo que sería la primera vez que me rechazan… Bueno la verdad es que es la primera vez que yo doy el paso.- decía como hablando para sí misma.- Mira, mañana sábado estaré en Moloko, ¿lo conoces?

-                          Sí, sé donde es…- dije con el gesto serio, porque no me creía lo que estaba escuchando.

-                          Pues si quieres te pasas… No es una cita, sólo me apetece charlar contigo; que te abras un poco conmigo y a ver si puedo ayudarte, ¿no? ¿Lo intentarás?

-                          Lo intentaré…- confirme pero sin mucha convicción.

-                          Bueno me voy, que como tu hermana me pille en tu habitación es capaz de arrancarme la cabeza… Parece tu novia, de cómo te protege.- dijo marchándose hacia la habitación de Sandra, mientras el agua de la ducha se oía aún correr.

Esa última frase de Carmen me había dejado preocupado o esperanzado… “Parece tu novia, de cómo te protege”. Suspiré sintiendo un gran alivio en mi pecho, por volver a estar sólo. No salí de mi habitación en el resto de ese caluroso viernes, aparte de para cenar con mi madre y mi hermana.

                                               *

La tarde del sábado salí a correr por el barrio, como solía hacer normalmente. Me colocaba mi Ipod y salía hacia el parque. Esto me ayudaba  a despejarme un poco de todo lo que me comía la cabeza últimamente; bueno no era mucho, sólo una cosa: me gustaba mi hermana a rabiar…

Mira, pensándolo bien, el aislamiento social que me había impuesto desde la aparición de Germán – como bien decía Carmen, no salía los fines de semana para no encontrármelos juntos- había hecho que recuperara hábitos bastante saludables. Cuando no salía a correr,  nadaba de noche en la piscina; y cuando no quedaba para jugar a futbol con unos amigos, quedaba con otros para jugar a basket.

Bueno, como iba diciendo, después de una agotadora sesión de carrera por el barrio y de los estiramientos en el parque de al lado, me dirigía a mi casa. Entonces, desde la esquina de la calle, pude ver como mi hermana sacaba una maleta grande para subirla al coche de Germán que la esperaba dentro del mismo; Sandra no podía casi ni arrastrar aquella bolsa deportiva y el subnormal de su novio no se dignaba ni a bajarse del coche para ayudarla. Pero, por supuesto, no iba a ir yo ayudarla a subir el equipaje con el que se iba a ir a pasar esos días con su novio. Bufff, sólo de pensarlo me ponía enfermo.

Esperé en aquella esquina hasta ver como mi hermana se montaba en el coche con él y se marchaban en dirección contraria a donde yo estaba. Entre en mi casa enfadado, sin saludar a mi madre, para subir la ducha.

-                          Buenas tardes, ¿no?- me dijo mi madre mirándome desde el sofá.- A ver si aprendes un poco de educación…

-                          Hola, mamá…- dije acercándome a ella para darle un beso en la mejilla.

-                          Tu hermana se acaba de ir ahora mismo… ¿No te has cruzado con ella?

-                          No… No la he visto- mentí- vengo del parque de echar un rato corriendo.

-                          Sí, si… Ya se nota…- aclaró con un gracioso gesto tapándose la nariz para hacer referencia a mi olor corporal- Me ha dicho que te diera un beso…

-                          Sí, vale…- dijo con desgana y aún enfadado.

-                          Hoy ponen una película de bichos de esos que te gustan a ti…- dijo haciendo referencia quizás a alguna película de extraterrestres o sabe dios a qué, porque la catalogación de “bichos” de mi madre podía abarcar cualquier cosa.

Me quedé un rato pensativo, mientras me secaba el sudor de la frente con el dorso de la mano. El enfado que tenía me hizo, quizás, ser más atrevido que otras veces.

-                          No, mamá… Esta noche voy a salir a tomar algo.

-                          ¿Ah si?- preguntó mi madre con una mueca de sorpresa y de alegría en la cara.

-                          Sí… He… He quedado con unos amigos para tomar algo y charlar.

-                          Vale… Pues date una buena ducha y te prepararé algo de cenar antes de que te vayas.

Subí las escaleras pensando en lo extraño de aquella situación. Mi madre me animaba a salir de marcha a mis 18 años; supongo que, en parte, era por la preocupación que tendría de verme tan aislado los últimos meses. Sólo le faltó decirme: Anda, cariño, sal y emborráchate y, si puedes, tírate a una de esas putillas de discoteca. Surrealista, ¿verdad? Pues la actitud de mi madre fue lo que terminó por decidirme, porque mi hermana estaba por ahí con su novio y yo, como un capullo, llorándola en mi habitación. Además tenía una invitación de Carmen, una de las chicas más preciosas de la universidad.

Me duché con tranquilidad, dejando caer el agua templada de la ducha sobre mi cuerpo sudado; salí casi media hora después y con sólo un pantalón deportivo puesto me tumbé en la cama mirando el techo. Recordaba una a una las palabras de Carmen, diciéndome que tenía que salir un poco y que ella estaba allí para que le contara lo que me pasaba. Sabía que no sería capaz de decirle lo que me ocurría, pero al menos saldría a despejarme un poco.

Me levanté y me vestí con unos vaqueros y una camiseta gris que llevaba tiempo sin ponerme y que me dieron una ligera idea de la transformación que había sufrido mi cuerpo últimamente al estarme bastante más estrecha que antes. Me peiné e, incluso, me eché colonia. Después bajé a la cocina donde mi madre acababa de terminar de hacerme dos suculentos sándwiches.

-                          Vaya… Que guapo estás. Si no fuera tu madre, pensaría que vas a salir a ligar…

-                          ¡Mamá, por favor!- contesté ante su frasecita.

-                          Vale, vale, jiji… Ahí te he dejado eso- dijo refiriéndose a la cena.- Y en el mueble de la entrada tienes las llaves de casa, por si vuelves tarde.

Joder, por si vuelvo tarde… Me daba hasta vergüenza que mi madre fuera tan condescendiente conmigo. ¿En que me había convertido para que tuviera esa opinión de mí? Me comí los sándwiches y recogí la cocina; me lavé los dientes y me dirigí a la puerta donde estaban las llaves de casa y treinta euros.

-                          Mamá…- le dije viendo como se incorporaba en el sofá donde veía la televisión.- Muchas gracias…

-                          Anda, tira…- me dijo con una sonrisa en la cara y mirándome con ojos de madre orgullosa.

Salí de casa con la sonrisa puesta, como dice la canción de Tequila, y me dispuse a pasar una noche distinta a la de los últimos meses…

                                                           *

Allí estaba yo apoyado en la barra de Moloko con un Nestea en la mano y viendo la fauna que había por allí; Carmen no aparecía por ningún lado, pero también es verdad que era más temprano de lo habitual… Había tenido la “suerte” de encontrarme a dos compañeros de clase que se sorprendieron al verme por allí, porque si ya era raro que últimamente saliera de marcha, mucho más era encontrarme en sitios tan llenos de gente como ese.

Jesús y Adrián, que así se llamaban mis amigos, estaban tonteando con dos tías que también estaban en la barra; no sé si era por verlo desde fuera o porque no estaba bebiendo hasta ese momento, pero veía perfectamente que esas tías solo querían sacarle copas a cambio de unos pocos magreos… Una de ellas se acercó a mí y con voz melosa me insistió si la invitaba a una copa.

-                          Lo siento, pero estoy esperando a alguien…- dijo como modo de defensa, sin pensar en ningún momento en Carmen que supuse había encontrado algún plan mejor.

-                          Tío, estás tonto…- dijo Adrián.- ¿Por qué no espabilas un poco y entras al tema? ¿No ves los ojitos que te está poniendo?

La chica en cuestión de había alejado de mí y conversaba con sus amigas; en ese momento, pensé en que porqué desperdiciar oportunidades… Llevaba casi dos meses sin echar un buen polvo y antes se me daba bastante bien ligar con desconocidas. Me giré hacía la barra y me pedí una copa, como método de evadirme un poco.

-                          Vaya, ya era hora de que bebieras algo, tío… Anda invítala a una copa.- me dijo Jesús, mi otro amigo, haciendo un gesto para que las amigas se acercaran de nuevo.

Las chicas se acercaron y se pusieron a nuestro lado, mientras Jesús pedía una ronda de chupitos.

-                          Oye, ¿Cómo te llamabas?- preguntó Adrián a la chica que se me había acercado antes.

-                          Me llamo Sofi…- dijo mirando altiva a mi amigo; me arrepentí de repente de intentar algo, porque en mi cabeza, todas las chicas sufrían una comparación con mi hermana… Por supuesto salían perjudicadas.

-                          Mi amigo quiere invitarte a tomar algo…- dijo mi amigo lanzándome a los leones.

-                          No sé… Es que antes me ha dicho que estaba esperando a alguien y…

-                          ¿Éste esperando a alguien?- rió mi amigo, lo que me molestó un poco.- Como no sea a su hada madrina…

Bebí un largo trago de mi copa, mientras oía las risas de toda la pandilla de chicas; me lo tenía merecido, por darle pie a este capullo a que me presentara tías. Sofi me miró con una mueca mas altiva todavía y yo no sabía muy bien que hacer…

-                          Perdón guapo por llegar tarde, pero me ha entretenido mi madre.- escuché una voz entre en gentío justo a  mi lado.

Me giré para mirar, siguiendo las miradas de asombro de mis amigos y las caras de poker de las chicas, que pararon de reír. Allí estaba Carmen, con una sonrisa de oreja a oreja. Sin esperarlo, y delante de todos los que nos miraban, me dio un beso en los labios mojando los labios tímidamente con su lengua.

Yo conseguí mantener la compostura a duras penas… Ella se cogió de mi brazo con naturalidad y mirando a las chicas añadió:

-                          Gracias por cuidármelo, nenas…

Y tiró de mí para sacarme de aquella barra hacia la otra punta de aquella discoteca. Mis amigos, que eran del grupo que antes decían que babeaban viendo a Carmen por el barrio, se quedaron sin habla sintiendo que quizás si que tenía un “hada madrina”. Sonreí mirando a Carmen; me había sacado de un lío y, por primera vez en mucho tiempo me sentía bien con un atrevimiento de ese tipo.

Ella estaba preciosa, con un vaquero cortísimo que enseñaba hasta la parte de debajo de sus cachetes y una camisa anudada por encima del ombligo y que mostraba un sugerente escote.

-                          Mu… Muchas gracias, Carmen… Creí que no vendrías- le dije aún un poco trastocado por el beso.

-                          De nada, además no besas nada mal, así que… Pero el próximo te lo tendrás que currar tú.- dijo mientras jugaba con su larga melena.

-                          ¿Cómo se te ocurre ligar con esas tías?

-                          Yo no estaba ligando…

-                          Bueno, la verdad es que se estaban riendo de ti y de tus amigos- dijo siguiendo cogida de mi brazo y con el culo apoyado en una de las mesas que rodeaban la pista de baile.

-                          Oye, si has venido para echarme la bronca…- dije bastante enfadado

Ella guardó silencio un momento, como si le hubiera molestado mi frase; por un instante, creí que había vuelto a meter la pata. Pero Carmen está hecha de una pasta especial, porque volvió a esbozar una sonrisa que iluminó toda la discoteca.

-                          Vaya, Manu… Eres un guerrero, ¿eh? Me gustas, ¿sabes?

-                          Gracias…- contesté con confianza recuperada.

-                          ¿Quieres otra copa? No le diré nada a tu hermana. Te lo juro.- dijo haciendo un simpático gesto, tratando de imitar el que nos hacíamos mi hermana y yo.

Sonreí ante la burda imitación, porque descubrí que Carmen estaba allí para ayudarme; quizás debía ser más sincero con ella, pero no sabía hasta que punto para que no me tomara por un enfermo. Nos tomamos dos copas más y el efecto del alcohol nos hizo desinhibirnos un poco más, lo que nos ayudaba en la conversación a la hora de reírnos y bromear entre nosotros.

-                          Carmen, ¿puedo besarte otra vez?- le dije sin saber como me atreví.

-                          Jaja, Manu, de educado que eres a veces pierdes hasta el norte… Déjate llevar y sigue tu instinto.

No la deje continuar y cogiéndola de la cintura con parsimonia, la acerqué a mí para darle un morreo intenso. Nuestras lenguas lucharon en nuestras bocas e hicieron que me empalmara en un instante. Ella lo notó porque estábamos muy juntos y sonrió.

-                          Joder, nene… Menudo beso…- dijo mientras con la pierna rozaba mi bultazo a escondidas de otras miradas.- Parece que tus amigos están flipados con la escena.

-                          No lo he hecho por ellos… Me apetecía besarte… Tenías razón, tengo que confiar más en alguien y creo que tu eres la persona en la que puedo confiar.

-                          Eso es un halago, nene… Te conozco desde hace años; eres como un hermano para mí. Aunque los hermanos no hacen estas cosas…- me dijo dándome un tierno beso en los labios. ¿Quieres que salgamos y hablamos tranquilos?

Los hermanos no hacen estas cosas… ¡Plaf! La primera en la frente; esa frase era como un torpedo a mi línea de flotación. Pero estaba decidido a abrir mis sentimientos a Carmen, porque algo me decía que si alguien podía ayudarme esa era ella.

                                               *

Una hora después, y habiendo hablado de muchas cosas que no le habíamos contado a nadie, ya hablábamos como si fuéramos confidentes de toda la vida… Recuerdo que estábamos sentados en la terraza de verano de la misma discoteca, muy juntos con las manos entrelazadas como una pareja cualquiera. Entonces fue ella la que empezó a incidir en el tema.

-                          Bueno, Manu… Conozco todos tus rollos; tú sabes hasta con quien perdí la virginidad… Pero sigo sin saber porque has cambiado tanto en los últimos meses.

-                          Es algo complicado de explicar…

-                          Creo que te he demostrado que estoy aquí para ayudarte, ¿no? ¿Por qué has cambiado tanto con nosotras? Tu hermana está preocupada…

-                          No, mi hermana estará follando con el subnormal ese…- dije cambiando el tono de mi voz para demostrar que estaba muy molesto.

En ese momento, ella pareció entenderlo todo. No sé muy bien como llegó tan rápido a esa conclusión, pero lo cogió al vuelo.

-                          Joder, parece como si estuvieras celoso de ese tío… ¡Ni que fuera tu novia!- dijo bromeando con los ojos fijos en mi

Pero fue cambiándole de repente la cara cuando vio mi gesto de vergüenza mientras miraba al suelo.

-                          Joder… Manu… ¿Es eso?- dijo totalmente sorprendida.- Estás colado por tu hermana…

-                          ¡Calla, joder!- dije pidiéndole que bajara la voz.

-                          Pero, tío eso es…- dijo sin saber que palabras elegir para no ofenderme.

-                          Sabía que no tenía que habértelo contado… Pensarás que soy un enfermo…- dije con lágrimas en los ojos y levantándome para alejarme de aquel lugar a paso ligero con dirección a mi casa.

Caminé pensando en que mi vida se iba ala mierda; si Carmen, una tía que me había demostrado que era capaz de escucharme, se escandalizaba por esto, habría que ver a cualquier otra persona. Lo peor es que ahora ella se lo diría a mi hermana y mi relación con ella se acabaría para siempre. Eso si mis padres no se ponían de acuerdo, por primera vez en meses, para mandarme a un psiquiátrico…

Escuché el sonido de un claxon de un coche justo al lado de donde yo andaba; era Carmen que estaba conduciendo su coche justo mi altura. Bajó la ventanilla para que la escuchara:

-                          Manu, por favor, sube…- decía con voz de suplica mientras yo seguía caminando.- Perdóname, por favor… No te juzgaré pero sube a hablar conmigo.

Me detuve en la acera y mirándola vi que me hizo un gesto de complicidad a la vez que habría la puerta del copiloto, estirándose desde su asiento y mostrándome su glorioso escote que casi hace que se le salgan las tetas. Me monté y guardé silencio mirando al suelo. Ella comenzó a conducir para dirigirse a un viejo campo de futbol, donde algunas parejas se iban a follar en el coche; pero Carmen se alejó un poco de esa zona para irse a otra un poco más tranquila.

-                          Cuéntamelo, Manu… Juro que trataré de ayudarte.

-                          ¿Se lo dirás a mi hermana?

-                          Sólo si tú me lo pides…- me dijo con una sinceridad en los ojos que me dejaron pasmado.

Supongo que lo intenso del momento o quizás el hecho de haberle podido contar a alguien lo que sentía desde hace casi dos años, hizo que comenzara a llorar como un loco. Carmen me abrazó abarcándome en sus brazos; me hizo poner la cabeza en su regazo y acariciaba mi pelo para tranquilizarme.

-                          Mira, Manu… Me has dejado un poco a cuadros al principio, pero quiero tratar de entenderte. Hace tiempo me enamoré como una tonta de uno de mis primos y nunca tuve el valor de confesarlo… Vale, sé que no es lo mismo; que una hermana no es un primo… Pero me refiero a que el amor no se puede controlar. Tu hermana y tú habéis pasado momentos muy difíciles juntos y siempre os habéis protegido el uno al otro. Es algo natural que los sentimientos afloren.

-                          Pero está mal… Ella nunca entenderá que…

-                          Nunca entenderá ¿el que…? ¿Tú has tratado de acercarte a ella?; desde luego si eso que sientes hace que te alejes de ella, como lo estás haciendo, la perderás hasta como hermana.

Me paré un momento a pensar en sus palabras y, levantando la cabeza de su regazo, la miré a los ojos; esos ojos llenos de comprensión y que me infundaban una tranquilidad. Lo fácil que sería haberme enamorado de Carmen, una chica preciosa, que me conocía y que estaba casi seguro que con el tiempo me correspondería.

-                          Lo he estado pensando y creo que te voy a ayudar…

-                          ¿A que te refieres?- dije temiendo alguna de sus locas ideas.

-                          A que tu hermana se fije en ti o al menos a que estáis más cerca el uno del otro… Es difícil que tú solo consigas acercarte, pero quizás…

-                          Por favor, Carmen no quiero meter la pata con Sandra… Mejor es que no hagamos nada; guárdame el secreto y ya está…- dije arrepintiéndome por un momento haber dado el paso.

-                          Mira, ahora es tarde y necesitamos asimilar todo lo de esta noche… Te voy a llevar a tu casa y si todavía quieres que te ayude me llamaras para quedar por la tarde.- me dijo dándome su teléfono.

Me llevó hasta la puerta de mi casa sin que cruzáramos ni una sola palabra más; yo miraba por la ventanilla, ella ponía toda su atención en la carretera.

-                          Manu… ¿Puedo besarte ahora yo a ti?- me dijo con una bellísima sonrisa en su boca.

-                          Sí,  claro…- le dije viéndolo como lo más natural del mundo.

Nuestras bocas volvieron a unirse en un tremendo y húmedo beso, mientras mis manos acariciaban sus piernas y su cintura. Tras separarnos con mucho esfuerzo, me bajé del coche y me asomé a la ventanilla abierta del coche para verla por última vez.

-                          Prométeme que pensarás llamarme… Si no es para eso, por lo menos para quitarme este calentón me has metido, jaja.- espetó riendo.

-                          Me lo pensaré, Carmen…

-                          Te esperaré hasta la noche; si no te decides, prometo guardar tu secreto para siempre.

-                          Gracias…

         Carmen arrancó el coche y desapareció por el final de la calle, mientras yo me giraba pensativo hacia la puerta de mi casa… Había sido un día muy intenso y necesitaba pensar si me atrevería a seguir con este peligroso juego.

                                                                                               *

           

            Eran sobre las cuatro de la tarde, cuando llegué a la puerta de la casa de Carmen; me había dicho que estaría sola en casa y podríamos hablar sin temor a ser escuchados por nadie… Me había costado decidirme, pero una noche de insomnio pensado en todo lo que la amiga de mi hermana me había dicho fue suficiente para decidirme. Puede que fuera en parte la desesperación de sentir un apoyo después de tanto tiempo aislado sin poder contar a nadie lo que sentía. Yo no era de confiar mucho en personas ajenas a mi familia, pero aquella chica era especial y su comprensión bien valía mi confianza.

            Llamé al timbre sin saber muy bien lo que me esperaría allí dentro; de hecho, no sabía como Carmen quería ayudarme a solucionar o mitigar mi problema. La puerta se abrió y allí estaba ella: Carmen. Sólo llevaba puesta una camiseta corta y unas braguitas que cubrían muy poco de su anatomía; esas preciosas piernas y esos pechos turgentes, con sus pezones marcados en la tela de la camiseta, que indicaban que no llevaba nada debajo… Un modelo bastante sugerente para recibir visitas, la verdad.

-                          Vaya, muchas gracias.- dijo con la puerta abierta, ante la mirada que le estaba echando de arriba abajo sin decir palabra.

-                          ¿Por qué?- pregunté obviando el tema.

-                          Una mirada así, venida de ti, es agradable… Pasa y cierra la puerta.- contestó y dándose la vuelta hacía dentro de la casa y dejándome una glorioso visto de su espectacular. Trasero con aquellas braguitas blancas de algodón.

Yo estaba un poco cortado a pesar de todo lo ocurrido ayer; porque el día anterior tenía la excusa del consumo de alcohol, algo que nunca solía hacer, pero ahora estaba cara a cara con la amiga de la hermana de la que estaba enamorado y, para colmo, paseándose en ropa interior delante de mi cara. Me vio allí de pie en el salón mientras ella estaba sentada en el sofá y mi hizo un gesto de que me sentara a su lado dando unos suaves golpecitos al asiento.

Me senté sin saber todavía muy bien a que atenerme, aunque la erección de mis pantalones me indicaban una estrategia un poco más lanzada de lo que mi cabeza intentaba controlar.

-                          Bueno, parece que vas en serio.- dijo suspirando y sentándose en el sofá en postura flor de loto.

-                          La verdad que aún no sé si esto va a funcionar…- dijo con poco convencimiento.

-                          No, si me refiero a que has superado la prueba de no tirarte encima de mí, ¿sabes? Tienes algo especial, Manu…- refirió sin que yo entendiera nada.

-                          ¿Una prueba? Carmen, esto no es ningún juego… Para mí es muy importante tratar de arreglar esto de alguna forma.

-                          No estoy jugando, veras… ¿Qué diferencia a una relación entre hermanos de una relación de pareja?- dijo poniendo su mano en mi muslo y buscando mi mirada con sus ojos verdes.

-                          Pues creo que casi todo…

-                          ¡Error!- gritó dándome una palmada en el muslo.- En una relación entre hermanos hay cariño, comprensión, fidelidad…

-                          No te entiendo…

-                          Pues que lo único que diferencia esos dos tipos de relaciones es la atracción física…- dijo con una sonrisa en los labios como si hubiera hecho un gran descubrimiento.- Y ese es el mayor tabú que hay en nuestra educación… ¡Pero hasta hace treinta años a los homosexuales se les metía en la cárcel!

-                          Joder, Carmen… Creo que son cosas distintas.

-                          Bueno, sí… El sexo entre hermanos no está moralmente bien visto pero…

-                          Espera… Yo no estoy hablando de sexo…

-                          ¡Claro que sí! El amor ya lo tienes, lo que has pasado es la frontera del deseo… Tu anhelo más grande es besar a tu hermana… ¡Follártela!

-                          ¡Carmen!- protesté ante la crudeza de sus palabras

-                          No seas cortado… Has venido para que hablemos claro, ¿no?- me dijo para añadir.- Joder, ¿te puedes creer que todo esto me está llegando a poner?

Sus pezones durísimos se marcaban en la camiseta, mientras frotaba sus muslos entre sí y se mordía el labio inferior.

-                          Parece que a ti también, ¿no?- me dijo mirando el bultazo que se marcaba en mi pantalón.

-                          Joder, no soy de piedra… Estás sentada a mi lado medio desnuda y estás buenísima…

-                          ¡Eso es cariño!- gritó de nuevo dándome un suave beso en los labios.- tienes que demostrarle a tu hermana que no eres de piedra… Mírala. Que note que la buscas… Eso nos encanta.

-                          Pero se puede enfadar si la miro de esa forma…

-                          No tienes que mirarla como un depravado, sino verla como una mujer… Además yo la prepararé para eso.- volvió a besarme y se montó a horcajadas sobre mis piernas mientras yo seguía sentado en el sofá.

Por fuerza tenía que notar mi bultazo clavada en el algodón de sus braguitas; yo seguía mirándola y escuchándola, como un alumno recibiendo la lección. Ella continuaba hablando mientras desabrochaba los botones de la vieja camisa que me había puesto.

-                          Segundo: también tienes que dejar que ella te vea con otros ojos… Que vea este cuerpo que tienes…- decía mientras comenzaba a  besar mi cuello y mi pecho desnudo.- Cualquier excusa es buena para que os quedéis a solas y tu cuerpo este cerca del suyo… Créeme las hormonas tiran más que las neuronas.

Sonreí ante la “científica” frase de Carmen… No sé como lo hacía pero estaba haciendo que me relajara y tomara todo el tema con calma; bueno, con esa relajación me refiero a mi cabeza, porque mi polla iba a reventar dentro de mi pantalón.

-                          Tercero: tu actitud… Tienes que dejar de encerrarte en tu habitación; que te vea por la casa, pero que crea que lo haces por ella.- explicó mientras con sus manos bajaba mi pantalón y mi boxer dejando mi polla durísima, pegada a sus braguitas ya empapadas.

-                          Pe… Pero, ¿cómo voy a hacerla creer que lo hago por ella? Ufff…- trataba de concentrarme con su culo acariciando mi polla, con movimientos circulares, mientras seguía sentada en mi regazo.

-                          Eso déjamelo a mí, ¿vale? Ya veré como lo hacemos pero conseguiré que lo haga… Otra cosa, tienes que romper la frontera de las zonas comunes…

-                          ¿Qué coño significa eso?

-                          Significa…Ummm… Que entres en su cuarto a preguntarle cualquier cosa… Que entres al baño cuando esté ella maquillándose con cualquier excusa o… Joder… Que dejes la puerta del baño entreabierta cuando te estés duchando.

-                          Creo que lo ves todo demasiado simple…

-                          ¡Cállate!- dijo alargando la mano hacia una mesilla que había al lado del sofá y cogiendo unas tijeras.- Y escucha…

Jugó pasando las tijeras por mi pecho, ante lo que tengo que admitir que me acojoné un poco… Bajó su mano con la afilada herramienta por mi ombligo y pude escuchar el sonido que de cómo las abría a la altura de nuestros sexos. Un chasquido al cerrarse las tijeras se escuchó y yo lancé un gemido por el propio miedo, aunque mi polla en ningún momento perdió la dureza. Vi como levantaba un poco su culo y sacó sus braguitas de algodón cortadas por la cintura. Sonrió de forma traviesa y lanzó las tijeras y las destrozadas braguitas blancas a sus espaldas; cogió mi polla con su mano y la dirigió hacia su coñito.

-                          Cuarto: por último y la más importante… Celos…- dijo dejándose caer lentamente y clavándose mi polla poco a poco.- Joooooder, Manu…

Mis manos agarraron su culo y lo apretaban mientras sentís mi polla apretaba en aquel estrecho coñito. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras rotaban sus caderas sobre mi polla y llenaba de aire sus pulmones.

-                          Le contaré esto… Dios… Que hemos follado… Ahh- decía entre gemidos mientras mis manos ya marcaban el ritmo suave de su cabalgada.- Que entienda que lo que tiene al lado es un hombre… Madre mía… Además de un hermanoooohhh…

Yo escuchaba en silencio sus explicaciones, viendo esas tetazas botar bajo su camiseta y como aquel coñito engullía mi polla. Ella volvió a besarme sin dejar de follarme y acelerando el ritmo.

-                          ¿Confías en mí?- me dijo entre jadeos cada vez más intensos

-                          S…Sí… Confío en ti.

-                          Joder… Me voy a correr, Manu… Arghh… Que buenooooh…- decía alejándose del tema.

No me pude resistir y levantando su camiseta comencé a lamer esas tetas, incorporándome un poco del respaldo. Ella gritaba notando llegar su orgasmo y acariciando mi pelo mientras yo devoraba esos melones. Se corrió entre grandes gritos y sacudidas sobre mi polla.

-                          Confía en mí y tendrás eso que tanto deseas…Ufff… Joder que polvo…

-                          ¿Por qué haces esto?

No contestó. Simplemente se sacó mi polla de dentro y poniéndose de pie vio que mi polla seguía durísima apuntando al techo.

-                          ¿No te has corrido?- dijo algo sorprendida tratando de recuperar el aliento.

-                          No, pero no te preocupes…

-                          Ven aquí.- dijo cogiéndome de la mano y levantándome del sofá para llevarme escaleras arriba.- Mis padres no vienen hasta esta noche y tenemos muchas “dudas” que solucionar…

Volvimos a reír y mis ojos estaban fijos en ese culo, ahora desnudo, que se meneaba delante de mí al subir las escaleras… Tenía razón, quedaban muchas “dudas” por aclarar.

(CONTINUARA en un ULTIMO capitulo)

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Compañeros de piso. Capítulo uno.

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Entre caperucitas y lobos (Cap 5: El problema)

Entre caperucitas y lobos (Cap 4: El tobogán)

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Solos en casa (Cap 5: Un, dos, tres... Emitiendo)

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Solos en casa (Cap 2: ¡Tequila!)

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El principe de los picaros (Cap 14: Desenlace)

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El principe de los picaros (Cap 12: Desastres)

El principe de los picaros (Capítulo 11: Daños)

El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

El principe de los picaros (Cap. 9: Determinación)

El principe de los picaros (Capítulo 8: Desdicha)

El principe de los picaros (Capítulo 7: Dudas)

El principe de los picaros (Capítulo 6: Dolor)

El principe de los picaros (Capítulo : Doctrina)

El principe de los picaros (Capítulo 4: Dilema)

La calma y la furia

El principe de los picaros (Capítulo 3: Deseos)

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El principe de los picaros (Capítulo 1: Destino)

El principe de los picaros (Prólogo)

El primero en... (Epilogo)

El primero en... (Morir: Capitulo 10. Final)

El primero en... (Arriesgar: Capitulo 9)

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El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

El primero en... (Sucumbir: Capítulo 6)

El primero en... (Perder: Capítulo 5)

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Regreso a casa (epílogo)

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Regreso a casa (capítulo 11: Pasado y futuro)

Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

Regreso a casa (capítulo 9: Consecuencias)

Regreso a casa (capítulo 8: El error)

Regreso a casa (capítulo 7: Verónica)

Regreso a casa (capítulo 6: La consecuencia)

Regreso a casa (capítulo 5: Encuentros)

Regreso a casa (capítulo 3: Conociéndose)

Regreso a casa (capítulo 4: Ante todo, sinceridad)

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