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El primero en... (Confesar: Capitulo 7)

en Hetero: General

            Por supuesto, la fantástica idea de las chicas de hacer una fiesta de pijamas un  domingo, provocó que todas llegáramos tarde al día siguiente a clase;  me vestí corriendo con una falda de tablas por encima de las rodillas y una blusa blanca y atranqué con el candado la puerta y eché al correr junto a Carla que se había quedado conmigo hasta última hora, porque Miriam y Luisa tenían proyecto a primera hora.

-         ¡Joder! ¡Llegamos tarde y encima tengo clase con Pedro!- exclamé bajando las escaleras de forma atropellada.

-         Bueno, tampoco es tan grave… Es tu vecino y sabe que ayer estuvimos de fiesta.- dijo Carla muy segura de sí misma.

-         Por eso mismo no le puedo poner excusas…- me quejé amargamente.

Entramos en el campus, mucho menos bullicioso que de costumbre, porque hacia más de media hora que habían comenzado las clases; me despedí de Carla con un beso, antes de correr por el pasillo hasta la puerta del Aula Magna donde me tocaba clase de Literatura Aplicada con Pedro. Abrí la puerta para entrar sin interrumpir la clase e intentando llamar lo menos posible la atención de mis compañeros.

-         La diferencia entre afrontar la escritura de una novela histórica y otra de otra temática es que, por supuesto, ésta primera necesita de un proceso mucho más elaborado de investigación… No podemos desarrollar los personajes y que incidan enla Historiapropiamente dicha.- decía Pedro a la clase andando a lo largo del área de exposición y  mirándome sin interrumpir su locución.- Ellos están de paso: observan, tienen sus propios hechos y desdichas pero nunca debemos cambiar el rumbo dela Historia.

Yo me senté en mi banca al fondo, como casi siempre, y me puse a tomar apuntes ante las bromas de mi compañera que se mofaba de mi impuntualidad… La clase acabó al cabo de unos quince, lo que daba un cálculo de lo tarde que había llegado. Todos mis compañeros se fueron marchando de clase, excepto algunos rezagados, que se paraban recogiendo cosas de sus mesas; yo me acerqué a la mesa de exposición del profesor para hablar con Pedro, aunque sabía perfectamente que tenía que guardar las formas… Una cosa era lo que pasara de puertas para dentro de nuestras casas y, otra muy distinta, la relación entre alumna y profesor.

-         Lo siento…- dije un poco avergonzada con la carpeta pegada al pecho como una quinceañera.

-         ¿Qué sientes?- dijo él sin levantar la vista de los folios que estaba ordenando.

-         Llegar tarde, precisamente, a tu clase…

-         ¿Precisamente? Esto es una clase como otra cualquiera y tú una alumna más… No debemos confundir una cosa con otra, ¿de acuerdo?

Aunque esbozaba una grave sonrisa, me impactó la dureza de su advertencia; era como si quisiera dejarme claro, que él era el profesor y nada más… Y, tengo que admitir que me sentó muy mal ver esa reacción, esa frialdad en su mirada.

-         No te preocupes, señor profesor… Tengo las cosas muy claras; como el agua…- dije para darme la vuelta y caminar hacia la puerta.

-         Nat…alia- dijo completando el nombre ante la mirada de los alumnos que quedaban, pero sin poder evitar que me marchara.

Caminé por los pasillos de la universidad, esquivando personas como si fueran moscas; mi enfado iba en aumento en cuanto pasaba más tiempo. No me podía creer que, de la noche a la mañana, Pedro mostrara esa actitud conmigo… Pero eso aclaraba mis ideas; él buscaba una relación sexual y una amistad profunda conmigo y yo me había enamorado de él como una estúpida.

-         ¡Hey! ¿Qué te pasa?- me agarró del brazo Gonzalo que me vio pasar malhumorada.

-         ¡Déjame en paz! ¿vale?- le dije dando un fuerte tirón de mi brazo para soltarme.

-         ¿Qué haces, Nat?- dijo cogiendo de nuevo y metiéndome en un aula vacía..

-         ¿Qué que hago? ¿Por qué sois así? ¿Por qué os empeñáis en demostrar que cuando una persona os gusta, aparentáis no estar interesados? ¿Y por qué cuando no os interesa lo más mínimo, la hacéis albergar esperanzas?

-         Nat, si no me explicas lo que pasa no puedo ayudarte…

-         ¿Y quien ha dicho que necesite tu ayuda? ¿Eh?- le dije de malos modos y a punto de estallar en un llanto incontrolable.

-         ¡Ven aquí, idiota!- me dijo Gonzalo mientras me abrazaba estrechándome fuertemente contra su pecho.

Yo no pude aguantar más y exploté; lloré, maldije y pataleé mientras él me agarraba siseando para que me tranquilizara… Al final consiguió que mi sollozo le convirtiera en un suave lamento, mientras acariciaba mi pelo.

-         Nat, siempre has cuidado de mi; siempre me has aconsejado en todo, pero tú sigues con tu estúpida manía de no abrir tus sentimientos a los demás… Yo no soy los demás, Nat… Soy, Gonzalo y ¡claro que puedo ayudarte!

Me resigné a levantar la mirada para mirarlo a los ojos y ver como me acariciaba el pelo, retirar mi flequillo hacia la derecha.

-         Creo que tenemos el mismo problema…- dije bajando la mirada.

-         No te entiendo…- dijo Gonzo retirándose de mí para sentarse en una de las mesas del aula; se tomó unos minutos para pensar y, de repente, abrió los ojos como platos.- ¡Un momento! ¿Estás… Estás enamorada?

-         ¡Cállate, por dios!- dije avergonzada tapándome la cara.

-         ¡Joder, joder, joder…! ¡Esto sí que no me lo esperaba! ¿Y quien es?

Creo que la cara con la que lo miré, mitad incrédula, mitad asesina en serie, hizo que desechara la idea de seguir insistiendo en su pregunta… Levantó las manos en señal de rendición con su simpática sonrisa en los labios.

-         Vale; me importa una mierda quien sea… Pero si ese capullo te hace daño, le arrancaré el corazón. ¿Qué ha pasado?

-         No es culpa suya; la culpa es mía por equivocar sus sentimientos… Los tíos sois expertos en parecer interesados en una chica, y nos confundimos…

-         Eres una idiota… Mira, alguien me dijo que las cosas hay que decirlas; nunca tener miedo a la verdad. ¿Por qué crees que no soy capaz de decirle nada a Miriam? Porque tengo miedo a que me rechace, a que ella sólo quiera estar con el jugador de baloncesto, con el tío que sale de fiestas…

-         Lo peor de todo es que ella está colada por ti…

-         A lo que me refiero es a que tienes que… Un momento.- cortó de repente siendo consciente de mis palabras.- ¿Sigues con esa gilipollez?

-         No es una gilipollez, es la verdad… No sabe que hacer; está desesperada, Gonzalo… Esa chica te quiere y tú haces mucho más difícil todo.

-         Vale, hablaré con ella… Pero si tú hablas con él.

-         ¿Con quien?

-         Con tu querido amante que te tiene enamorada hasta las trancas…

-         No hay nada que hablar, solo tengo que relajarme y dejarme llevar; estoy a gusto como estoy, ¿por qué provocar más problemas?

-         Bueno, ese es el consejo que me has dado a mí.

-         Lo tuyo es distinto; tú ya sabes que ella te corresponde en los sentimientos.

-         Algo me dice que él siente algo más de lo que demuestra…- dijo mientras iba hacia la puerta del aula donde estabamos.

-         ¿Qué sabrás tú?- dije cruzada de brazos y riendo viendo como se alejaba.

-         Porque ha venido a buscarte…- dijo abriendo la puerta.- ¡Hola Pedro! Perdón pero yo ya me iba, ¡nos vemos, profe!

Después Gonzalo se giró hacia mí y me guiñó un ojo en un gesto de complicidad para marcharse por el pasillo hasta que lo perdimos de vista y Pedro cerró la puerta.

-         ¿Qué te pasa, nena?- dijo Pedro acercándose a mí.

-         Lo siento, me he portado como una estúpida… Una niñata que no hace  me ningún esfuerzo para demostrarte que es lo suficientemente madura como para que confíes en ella y…- decía de forma atropellada hasta que mi Gendo me tapó la boca con un beso, dándome de nuevo el sabor de sus labios y se lengua.

Para mí fue como si quitaran una trampilla bajo mis pies y me precipitara al vacío; una extraña sensación de vértigo por la persona, por el lugar y por la sangre que bullía en mi corazón. Mis brazos rodearon su nuca y él se levantó en brazos para sentarme sobre la mesa del profesor. Comenzó a subirme la falda y meter la mano en mis bragas para quitármelas y yo me quedé asombrada.

-         Pedro, para, para… ¿Qué haces? ¡Estás loco! Nos van a pillar.

-         Dime que quieres que pare…- me dijo mirándome a los ojos y sin obtener respuesta de mi.

-         ¿Me vas a follar en la universidad, Gendo?- sonreí de forma morbosa mientras le ayudaba a que me quitara las bragas.

Me dio la vuelta de forma brusca, echándome sobre la mesa, con las tetas pegadas al tablero y mi trasero en pompa. Me tuve que morder el labio para no gritar de la excitación que sentía por su rudeza; pero sus manos acariciaban mi espalda con debajo de mi blusa… Escuchar el sonido de su bragueta me puso aún más caliente.

-         Estás loco, Pedro… Estás lo…Ummmm…- no pude evitar gemir al sentirlo entrar en mí.

-         No entiendes que te he elegido a ti, Nat…- decía mientras movía sus caderas para follarme sobre aquella mesa de profesor.

-         Lo sé, lo sé… Sigue, por favor… Uff- no podía decir nada más porque su polla entraba como un hierro candente.

La mesa temblaba por las embestidas casi furiosas de mi querido profesor; por muy fuerte que me diera, tenía la asombrosa capacidad de no causarme daño alguno, como si una especie de control mental hiciera que sólo pudiera ofrecerme placer… Sus manos acariciaban mi espalda y me levantaban para acariciar mis pechos ya desnudos. Sabía que era una locura, pero sus dientes en mi cuello y los leves gruñidos en mi oído me hacían poner los ojos en blanco. Apasionado, descontrolado, arrebatado… Se me acaban los adjetivos para describir como estaba siendo mi Gendo.

-         ¡Dios! ¡Pedro, me voy a correr!- le anuncié tratando de no levantar la voz.

-         ¡Hazlo! ¡Quiero que te corras conmigo!- dijo entre jadeos con la voz desfigurada.

El morbo de la situación, porque cualquiera podría asomarse por la ventanita que tenía la puerta a pesar de que la clase estaba escondida; el efecto devastador de lo apasionado del momento y, por supuesto, esa polla que estaba empezando a sentir como parte propia de mi existencia hicieron  que llegará a uno de los orgasmos más brutales de mi vida.

-         ¡Arghhhhh! ¡Joooooder!- grité sin poder contenerme y haciendo que Pedro tapara mi boca con su mano, mientras inundaba mi coño con su tibia y abundante descarga de leche.

-         Chisttt, calla mi amor… Tranquila.- me decía pegado a mi espalda, sin salir de mí y con su mano aún tapando mi boca, mientras yo la besaba.

Muy despacio, salió de mi y se sentó sobre la mesa, mientras yo me subía las bragas y me colocaba la falda.

-         Lo siento, no me gusta ser tan brusco… Pero es que no sé lo que tienes que me vuelve loco.

-         Soy tu cocaína, ¿recuerdas?- le dije arqueando las cejas  pero un poco sorprendida con su actitud.

-         Jaja… Puede que tengas razón, pero cuando pierdes los estribos no es bueno. Hacerlo aquí ha sido arriesgado…

-         A mí no me mires que casi me has violado…- dije molesta, por sus estúpidos remordimientos.- Haberte controlado un poquito y no te arrepentirías ahora.

-         ¿Me estás riñendo?- me dijo Pedro con una sonrisa en los labios y sorprendido; supongo que hasta ese momento nunca había visto una discusión en mí.

-         No es eso, Pedro… Pero es que no sé lo que buscamos con esto. ¿Follar? ¿Pasar el rato, juntos? ¿Ser amigos? Esto es peligroso, porque como tú dijiste los dos somos victimas de nuestro pasado… Bueno aunque cada uno desde un lado. Yo la abandonado y tú, el…- corté la frase cuando recordé lo mal que le sentó la referencia a su antigua relación.

-         No, Nat… No somos victimas; ese es tu gran problema, que estás a la defensiva y no todo tiene que ser o blanco o negro…Te preocupas demasiado en lo que pasará en un futuro… Estoy genial contigo y me apetece pasar los días contigo.- dijo cogiendo mi barbilla para que lo mirara a los ojos.- Sé que me portado como un estúpido ahí dentro, pero no creamos que se deba hacer público lo nuestro.

-         ¿Ves? Ese es el miedo que tienes, y en ningún momento te he pedido que lo hagamos público… Tengo muy claro lo que hay entre nosotros: una gran confianza que ha acabado en sexo, porque hay que decir que no follas nada mal…

-         Gracias, jaja…- dijo dándome un beso en la mejilla mientras yo le golpeaba el hombro.- Yo no he dicho que trates de hacerlo público, sino que soy tu profesor y voy a dejar que te distraigas de tus estudios; eres muy buena y puedes hacer cosas maravillosas… No te distraigas por lo nuestro o, por mucho que me duela, se acabó.

Me quedé muy seria mirándolo; noté como la simple referencia a que podía dejarme, me hundía en la mayor de las miserias y eso que solo nos habíamos acostado un par de veces… Pero me resigné a aceptarlo como una simple broma, en el sentido de que sus palabras no tenían más significado que el de hacerme ver las cosas no una forma diferente. Pedro había cambiado, en los últimos meses de mi vida, muchas de mis convicciones para tener una mente mucho más abierta y no me puedo quejar de que estuviera mal… Quizás yo esperaba más, pero eso no se lo podía reprochar a él, ¿verdad?

-         Está bien, trato hecho… Yo estudio y tú me invitas a cenar esta noche.- reí cogiéndome de su brazo.

-         Trato hecho…

-         Pero nada de pizzas… Soy una señorita y me merezco una cena en condiciones.- seguí bromeando.

-         Por supuesto, my lady.- dijo él bajando de la mesa para ponerse de rodillas delante de mí y besarme la mano.

-         ¡Anda tonto!- dije quitando la mano de sus labios.

-         Con una condición… La cena será en tu casa.

-         ¡Ah, mejor! Así podré estar en pijama…

-         Ni hablar, quiero una cena en condiciones… Y te quiero guapísima para tu Gendo.

Lo miré entornando los ojos como si sospechara que me estuviera tomando el pelo, mientras él se levantaba de la mesa para dirigirse a la puerta. Tengo que admitir que mi mente estaba distraída mientras mis ojos se clavaban en su trasero. ¡Dios mío, era enfermiza la atracción que ese hombre ejercía sobre mí!

-         Esta bien… ¿A qué hora?- contesté antes de que se marchara.

-         Eso es cosa tuya… Esta vez eres la anfitriona.- sonrió guiñándome un ojo.

-         Vale, a las nueve y media, ¿vale? ¿sabes donde vivo?- bromeé provocando que se riera mientra salía del aula.

Allí estaba yo, sentada en la mesa del profesor de un aula vacía, sintiendo aún su humedad en mi interior; abrochándome la blusa y dándome cuenta lo especial que era ese hombre para mí… Sería difícil pero estaba dispuesta a luchar por él.

                                   *****************

Salí de la ducha sobre las ocho y media de la tarde, porque había estado esperando a que se fuera el cerrajero que llamé para arreglar la cerradura. En mi habitación miraba la ropa que había preparado, y no es que me fuera a poner un traje de fiesta, pero estaba indecisa… Al final me decidí por un vestido negro corto y ceñido sin tirantes, que se amoldaba perfectamente a mi cuerpo; me ondulé el cabello y me pinté los labios de rojo. Terminé de prepararme con unos zapatos de tacón rojos y un poco de color en las mejillas y ojos.

Antes había preparado la mesa con el mantel más elegante que pudiera tener en un piso de estudiante y puse dos velas que compré al salir de la universidad. Estaba realmente nerviosa sin saber si me había pasado a la hora de vestirme… Por un momento, pensé que si Pedro se presentaba vestido de manera más informal me moriría de la vergüenza.

Cuando llamaron a la puerta a las nueve y media una punzada apretó mi pecho, pero respire hondo y avancé para mirar por la mirilla… Allí estaba él: mi Gendo. Abrí la puerta para observarlo y, por supuesto, no me decepcionó. Una camisa blanca de seda desabotonada hasta el principio del pecho, una rebeca gris de punto y unos pantalones de pinza negros, con las perneras ajustabas a sus musculadas piernas.

-         Vaya, Nat, estás… Estás…- tartamudeó como un adolescente sin entrar en el piso.

-         Ridicula…

-         No digas tonterías; estás preciosa…

-         Me gusta oír eso de tus labios. Pero, pasa…

Entró en mi casa mientras yo me quedaba sujetando la puerta; mis ojos de nuevo a su trasero y me sonrojé. Cerré la puerta mientras él dejaba dos bolsas que traía en la cocina y yo me dirigí a ayudarlo.

-         ¿Qué vas a preparar?- dije sorprendiéndome a mi misma, cogiéndolo por la cintura desde atrás y pegando mi cabeza a su espalda.

-         He comprado carne para la plancha y una ensalada especial que hace mi madre. ¿Te importa abrir mientras el vino?- me dijo sacando una botella de una de las bolsas.

Abrí la botella y eché dos copas de vino dándole una, mientras el ponía la carne en la plancha y preparaba la ensalada; se dio la vuelta se acercó a mi para brindar sin decir una palabra. Bebimos un trago de vino y, dejando la copa en la mesa, me aupó por las axilas para sentarme en la encimera de la cocina, justo a un lado de la vitrocerámica.

-         Huele muy bien…- dije acercando mi nariz a la salsa que preparaba en un cazo aparte.

-         Toma, pruébalo…- dijo sacando un poco con una cuchara pequeña y soplándole él para que se enfriara.

Con mucho cuidado lo acercó a mi boca con una mano debajo para que no goteara y manchara mi vestido.

-         Ummm, está riquísimo…- dije dejando limpia la cucharilla.

-         Salsa roquefort, no es tan extraño…

-         Bueno, supongo que mi incapacidad para la cocina me hace valorar mucho a gente que sabe cocinar.

-         Eres un encanto, ¿sabes?- dijo mientras daba un suave sorbo a su copa y me pasaba el vino a mi boca en un delicado beso.

Seguimos charlando, mientras terminaba de hacer la comida y yo seguía sentada sobre la encimera con las piernas cruzadas y enseñándole buena parte de mis piernas, que él acariciaba cada vez que pasaba por mi lado en busca de algún utensilio de cocina; las bromas eran constantes y me dí cuenta de la facilidad que tenía para entablar conversación con él y olvidar cualquier preocupación que antes me causaba el hecho de tener cualquier relación social con “desconocidos”.

Nos sentamos en la mesa para cenar y Pedro bromeó por el estado en el que se encontraban las velas a estas alturas de la noche, que yo había olvidado apagar. Aliñó la ensalada y me sirvió la carne, muy hecha como a mí me gusta…

La verdad que fue una de las cenas más exquisitas de las había disfrutado en los últimos meses y, por un momento, pensé en las que me preparaba hace tiempo Esteban, tambien un experto cocinero; pero, ¿por qué diablos pensaba en Esteban en un momento como ese? ¿De verdad quería comparar a Pedro con él?

-         Nat, ¿te pasa algo? Te has quedado seria de repente.- dijo Pedro dejando los cubiertos sobre la mesa y limpiándose con una servilleta con un gesto gracioso.

-         Nada… No es nada…

-         Mira, me encanta bromear contigo, pero sobre todo me gustaría que confiaras en mí.

-         Yo confió en ti…- dije mirándolo un poco ofendida sin que él borrara esa sonrisa de su cara.

-         Bueno, es igual, déjalo… No te pido que me cuentes lo que sientes; eso es cosa tuya, pero sólo quiero que sepas que si tienes algún problema lo puedes hablar conmigo… No quiero que lo nuestro se quede en unos pocos polvos y un par de cenas.

¿”Lo nuestro”? ¿Pedro había hablado de “lo nuestro”? Ahora me sentía aún peor trayendo a mi mente a Esteban, porque el hombre que tenía enfrente se merecía que, al menos, fuera sincera con él.

-         Para mí eres mucho más que un par de cenas y unos pocos polvos, aunque admito que no están nada mal.- sonreí para relajar el ambiente mientras él me miraba arqueando las cejas.

-         Bueno, ¿sabes una cosa? Es de mala educación pedir confianza y sinceridad a una persona si no se ofrece lo mismo.- me dijo dando un sorbo a su copa y poniendo el gesto serio.- En el tiempo que llevamos conociéndonos has hecho un par de referencias a mi pasado, supongo que por cosas que te han contado; y creo que te debo una explicación…

-         No hace falta, Pedro… No me debes nada, como tú decías cada persona tiene un pasado y tenemos que vivir con él.

-         Quiero contártelo… Sé que me ayudaría a descansar poder hablarlo con alguien porque nunca lo he hecho… Y tú eres la persona en la que más confío ahora mismo.

Demasiadas emociones en una sola frase; tuve que darle un largo sorbo a mi copa de vino…  Hablaba de “lo nuestro”, quería confesarme su pasado y decía que era la persona en la que más confiaba. Creo que si el corazón no se me paró en ese instante es que soy inmortal. Lo miré a sus profundos ojos y asentí en señal de aprobación para que comenzara a “confesar”, sin saber muy bien si lo que iba a oír me iba a dañar o no.

-         Ella me dejó a mi…- dijo sin mirarme a los ojos y jugueteando con sus cubiertos.

-         No sé a lo que te refieres…- mentí sintiéndome incómoda con la situación.

-         No seas tonta, me da igual… Sé que se habla mucho de lo que pasó con Maribel, la hija de Don Ramiro. Y, de verdad, siempre me ha dado igual lo que piense la gente pero para mí es muy importante que tú sepas la verdad.

-         ¿Por qué es importante que yo sepa la verdad?- dije tratando de sacar las palabras que tanto ansiaba escuchar de sus labios.

-         Eres especial, y me afecta que pienses mal de mí

-         Sabes perfectamente que nunca te juzgaré por algo que pasó hace tiempo.

Guardó silencio unos instantes mientras servía otra copa de vino para cada uno para volverse a sentar después en su silla; me miró a los ojos y, tomando aire, comenzó a  hablar.

-         Maribel y yo nos conocimos cuando yo empecé de becario en la facultad tras haber acabado la carrera universitaria… Al principio no contábamos con la aprobación de su padre, D. Ramiro, que me veía como una cabeza loca al que culpaba de la vida que llevaba su hija. Ella vivía al día, por que supongo que toda la autoridad que su padre sabe poner en el alumnado no fue capaz de inculcárselo a su hija, pero yo estaba profundamente enamorado de ella.

Buff, eso me dolió… La primera vez que escuchaba una referencia al amor en su boca e iba dedicado a esa ex novia a la que fue infiel.

-         Don Ramiro, poco a  poco, fue confiando en mi trabajo porque veía que pude conseguir una plaza de profesor en el una reputada universidad y me negué para continuar con mi labor de investigación que había comenzado bajo su tutela… Esto enfadó mucho a Maribel, que veía en mi traslado la posibilidad de empezar una nueva vida lejos del yugo de su padre.- explicaba Pedro bastante afectado con la conversación.- Decidió que ella iría a estudiar al extranjero con una beca… Por supuesto, su padre la apoyó porque pensaba que así podría encauzar su vida de alguna forma, porque ni estudiaba ni trabajaba.

-         Pero… Pero ¿no pidió tu opinión?- dije sorprendida por la historia que estaba escuchando.

-         Se nota que no conoces a Maribel…- rió resignado mi profesor.- Yo no me iba a oponer a algo que su padre auspiciaba y, además, tenía las mismas esperanzas que él en que esa beca podía ayudarla a madurar un poco.

-         Madre mía…- susurré totalmente desconcertada.- ¿Y qué pasó?

-         Vaya, ahora parece que te interesa la historia.- dijo sonriendo.

-         ¡Pedro!- protesté para que siguiera contando.

-         El hecho es que los meses pasaron y los contactos eran cada vez menos frecuentes; ella en lugar de encauzar su vida, se desmadró allí… Su padre me preguntaba por ella y yo la excusaba diciendo que todo iba bien, aunque yo sabía por referencias de otra gente que estaba con otros chicos allí.

-         ¿Por qué hacías eso? No se lo merecía…

-         Bueno, creo que tú sabes tan bien como yo que cuando amas a una persona haces muchas gilipolleces… La cosa es que yo para distraer mi mente de esas cosas, me ofrecí para entrenar al equipo de baloncesto de la universidad. Gonzalo, Dani y los demás chicos me ayudaron a encontrar una vía de escape y gané el campeonato de ese año… Después vino aquella fiesta de la que has odio hablar y todo lo demás.

-         ¿Qué paso en esa fiesta?

-         No pasó nada…

-         Pedro…- insistí, porque era la única parte de la historia que tenía lagunas para mí.

-         Bueno, bebimos mucho, jugamos a todo lo que quisimos y nos desmadramos un poco… Había chicas de la universidad y hubo de todo un poco…

-         ¿Te acostaste con una alumna?

-         Me acosté con una chica, pero no era alumna de la universidad… La cosa es que hubo fotos y videos de esa noche, que llegaron a manos de D. Ramiro al estar colgadas en Internet… Me exigió de inmediato que dejara la relación con su hija; una relación que ya llevaba rota un tiempo, sin que él lo supiera. Esa ruptura le sirvió a Maribel para continuar sus “estudios” un año más allí.

-         ¿Y por qué no le contaste todo a su padre?

-         Da igual, Nat… Ella es feliz allí y yo tengo mi trabajo aquí.

-         ¿No has vuelto a verla desde entonces?

-         Sí… Ella vino un tiempo después y se vio conmigo para pedirme disculpas por no decir a su padre que todo había acabado… Su padre nunca supo nada de ese encuentro, y a ella, mi “infidelidad “ le sirvió de excusa para su padre le permitiera seguir en el extranjero. Todos felices…

-         ¿Todos felices? ¡Pero que coño dices! Esa tía es una…- no termine la frase ante la cara con la que me miró Pedro. No podía ofenderme por su reacción  porque, aún con el daño que me había hecho, tampoco yo permitía que hablaran mal de Esteban en mi presencia.- Lo siento…

-         No pasa nada… Entiendo lo que la gente puede opinar de ella, pero lo hecho, hecho está; Maribel es buena chica y sé que nunca buscó dañarme… Aquel día nos despedimos con una última noche para nosotros y seguimos nuestra vida… Se merece ser feliz.

-         Un momento, ¿te acostaste con ella esa noche?- dije sintiendo una punzada en mi corazón, como si hubiera sido engañada de repente, cuando yo ni conocía a mi Gendo entonces…

-         Nat, no quiero hablar contigo, de sexo que haya tenido con otras…- dijo un poco apesumbrado.

-         Vale, perdona… Tienes razón.- le dije sonriendo y cogiendo su mano como muestra de apoyo.

Apuramos las copas de vino y empezamos a recoger la mesa como dos autómatas, sin decir una palabra más… Los platos se acumulaban en la pileta de la cocina y, al girarme y pasar por su lado para volver a la mesa, me cogió de la mesa para pegarme a él. Mi cara se quedó a centímetros de la suya.

-         Muchas gracias.- me dijo mirándome con esos pequeños ojos llenos de sentimiento.

-         No hay por qué, de hecho tendría que dartelas yo por querer contarme todo eso.

-         Pero ahora pensaras de otra forma respecto a mí… Ya no soy tan interesante…- sonrió con sus manos bajando a mi trasero.

-         O quizás me des más morbo, ¿quién sabe?- sonreí cogiéndolo de su mano para llevarlo hacia mi habitación.

-         ¡Vaya! ¿Tu habitación? Creí que éramos adictos a los sofás…

-         O a las mesas de profesor.- continué con la broma, mientras de un empujón lo tumbaba en mi cama.

-         ¿Otra vez quieres llevar tú el control?

-         Creo que te debo una, después de la “violación” de esta mañana.

Pedro me observaba desde mi cama, mientras se quitaba las botas que traía y yo desabrochaba su cinturón. Sus manos fueron directas a mis caderas pero, con un pequeño golpe con su propio cinturón,  hice que me soltara.

-         ¡Augh!- protestó retirando su mano y mirándome con gesto divertido.

-         He dicho que hoy mando yo…- dije levantándome con mi vestido negro de la cama y cogiendo el mando a distancia del equipo de música que tenía en mi habitación.

Al pulsar en el mando a distancia la tecla de play, comenzó a sonar una canción que me encantaba: “Heads will roll” de Yeah Yeah Yeah´s… No sé si os lo he dicho alguna vez pero tengo la habilidad de encontrar en mi cabeza la banda sonora para cada momento de mi vida y no se me ocurría una mejor canción para ese instante, con Pedro en la cama y yo apunto de regalarle un striptease al ritmo de esa canción…

                                          Off with your head

                                          Dance until you´re dead

                                     Heads will roll… heads will roll… heads will roll

                                          On the floor

Mi pierna sobre la cama, lanzando el zapato de tacón rojo al aire que cayó sobre la cama, al lado de Pedro. Mi pie desnudo en la bragueta de mi amante, que lo acarició pero, inmediatamente, retiró su mano al ver mi advertencia, con su cinturón en la mano.

                                       Glitter on the west streets

                                         Silver over everything

                                           The rivers all wet

                                           You´re all chrome…

Me di la vuelta, dándole la espalda a mi compañero, e inclinándome para poner mis manos en mis rodillas y mostrarle mi trasero marcado en mi ceñido vestido. Giré mi cabeza para mirarle por encima del hombro, y ver su cara de asombro por el espectáculo… Me mordí un dedo mientras lo miraba y movía mi trasero con una cadencia sensual al ritmo de la música electrónica. Sin subir mi vestido, metí mis manos bajo él y, cogiendo mis braguitas con las cinturas las bajé muy despacio para sacarlas por el tobillo y echárselas a la cara. Me desabroché el vestido y lo dejé caer al suelo, quedando totalmente desnuda delante de él que, como un buen cachorrito se quedaba quieto en la cama como una más que apetecible erección en su pantalón de pinzas.

                         The men cry out…The girls cry out

                                           The men cry out… The girls cry out

                                                   The men cry out, oh no

Me subí a la cama, sobre sus piernas, y con mi trasero desnudo apoyado en sus pantalones desabroché la bragueta para sacar sus pantalones; mis manos fueron a su camisa de seda y, de un fuerte tirón, abrí arrancando todos los botones para descubrir su pecho. Él no protestaba, se dejaba llevar sorprendido por mi actitud y muy excitado a tenor del bulto que sentía clavado en mi culo, a pesar del boxer que llevaba puesto. Me incliné sobre él y su boca trataron mi alcanzar mis pechos; tengo que admitir que notar su aliento cerca de mis pezones casi me hace abandonar el control y dejar que me follara como había hecho esa mañana… Pero quería que el juego continuara… Eché una de sus manos atrás y, contando con su colaboración, até sus manos al cabecero de la cama con su propio cinturón que aún llevaba en la mano. Pedro sonreía y se mordía el labio y yo tenía que estar mojándolo de lo empapada que estaba.

                                            You can last

                                             Take the past

                                             Shut your eyes

                                                Realize

            Totalmente sumiso e inmovilizado, me miraba sin decir una palabra y dejándose llevar por la música a todo volumen que inundaba la habitación… Yo alargué mi mano para coger una vela aromática de encima de la mesilla de noche y un mechero y encenderla, mientras él me miraba con cara asustada. Yo me mordía el labio, quemando la cera de esa vela que olía a frutas del bosque… Mientras se repetía la letra y yo bajaba su boxer liberando su polla durísima que saltó como un resorte.

                                             Glitter on the west streets

                                                Silver over everything

                                                 The glitter´s all wet

                                                  You´re all chrome

                                                  You´re all chrome

 Comencé a derramar la cera caliente sobre su pecho desnudo, provocando que mi Gendo diera un gruñido que me excitó más aún… La cera se solidificaba al contacto con su piel, al igual que mi sexo se humedecía cada vez más en contacto con su polla… Bajé mi mano para agarrar ese duro tronco y pasarlo por la entrada mi coñito, para dejarme caer y que se fuera clavando en mí.

                             Off off off with your head

                                         Dance dance dance until you´re dead

Lo cabalgaba muy suave, sintiendo cada centímetro de su polla entrar y salir de mi interior… Inclinada sobre su pecho, mordiendo y lamiendo sus pezones, mientras él arqueaba la espalda y su polla palpitaba en mi interior.

                            Off off off with your head

                                        Dance dance dance until you´re dead

Mis manos en su pecho, y mi cadera moviéndose en círculos con su miembro hasta el fondo, sintiéndolo en mi útero… Mirando al techo mientras sus ojos cerrados y su boca entreabierta sin querer interrumpir ese momento mágico.

                            Off off off with your head

                                        Dance dance dance until you´re dead

La canción llegaba a su fin, con mi cuerpo volcado sobre él; cabalgándolo de forma salvaje y comiéndole la boca con inusitada violencia, hasta el punto de morderle el labio y hacerle sangrar, cuando me sentía arder mi cosita a punto de llegar a uno de los orgasmos más brutales de mi vida…

-         ¡Dios miooooooooo!- grité al sentir que me corría y su leche me inundaba en cantidades asombrosas.

-         ¡Nat!- gimió con el labio sangrando y los brazos atados al cabecero mientras se vaciaba en mi interior.

Fue uno de esos orgasmos en los que mojé todas las sábanas, sus piernas, y su polla… Me quedé desecha sobre su pecho; me aupé para desatar la correa y que sus manos estuvieran libres. Pedro acarició mi espalda y mi cabello sin decir una sola palabra.

Yo me quedé tumbada sobre él, con su miembro aún medio duro en mi interior y mi cabeza apoyada en su hombro… Menos de cuatro minutos y uno de los polvos más placenteros que había echado en mi vida. Me noté desfallecer y, poco a poco, quedarme relajada y casi dormida. Todo era paz en mí; ya no existían miedos ni problemas… Lo miré a los ojos, y él me miraba con una tierna sonrisa acariciándome el cabello.

-         Te quiero.- escuché de sus labios mientras mis ojos se cerraban debido a una tranquilidad y una paz que llevaba años sin sentir.

-         Yo tambien, mi Gendo

 

(CONTINUARÁ)

                                        

                                  

                                   

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Compañeros de piso. Capítulo uno.

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La calma y la furia

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El principe de los picaros (Prólogo)

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Regreso a casa (epílogo)

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