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Regreso a casa (capítulo 3: Conociéndose)

en Amor filial

Después de una rápida caminata desde casa de la tía Rosa hasta la taberna, padre e hijo entraron en la misma. El ambiente, a pesar de ser casi las once y media de la noche, no era muy distinto al de esta tarde; de hecho, Rafa creyó reconocer casi a los mismos parroquianos que estaban hace unas horas…

-         ¡Martín!- llamó su padre la atención de un corpulento hombre que charlaba animosamente con otro hombre en la barra.

-         ¡Hombre! Ya era hora de que llegaras; ya nos han pillado la vez para el dominó…- protestó el marido de Rosa, esbozando una sonrisa y chocando con fuerza la mano de su “cuñado”.

Rafa se sorprendió un poco por el aspecto de su tío Martín al que, por supuesto, no recordaba de nada. Como ya hemos dicho, era un hombre corpulento, de gruesas formas y de piel curtida por el sol; la incipiente calvicie hacía que pareciese mayor que su padre, cuando debería ser más o menos de la misma edad. De todas formas, nada más que por los gestos y la forma de dar la mano a su padre, Rafa intuyó de era un hombre afable y bueno.

-         Hemos estado en tu casa, pero ya te habías ido… ¿Te acuerdas de mi Rafa?- dijo mi padre de nuevo con ese orgullo, ya gesto natural en él.

-         Vaya, pues claro que me acuerdo… ¡Menudo cabroncete estaba hecho de pequeño!, no había forma de separarlo de su abuela.- dijo el hombre dando una fuerte palmada en el hombro a Rafa que casi le parte la clavícula.

-         ¡Que me vas a matar al crío, animal!- rió Rafael al ver el golpe que le había dado Martín.

-         ¡Anda ya, hombre! ¡Si es un Guzmán!- contestó entre risas, dando otra palmada mas floja en el maltrecho hombro del muchacho.- Bueno, vamos a sentarnos, ¿no?

-         Sí, claro…- dijo Rafa en las primeras palabras que salían de su boca tras entrar en la taberna.

Los tres se sentaron en una mesa alejada del bullicio de las partidas de dominó; Martín pidió tres cervezas y José, al tabernero al que Rafa había conocido esa tarde, la puso sobre la mesa inmediatamente.

-         Rafa, aquí donde lo ves, este hombre es mi amigo desde que tengo uso de razón…- dijo su padre rodeando con un brazo a Martín.

-         No le digas eso al chico, que entonces creerá que no hemos sido nunca amigos, porque tú, razón no has tenido nunca.- bromeó el cuñado.

-         Jajaja… Bueno, desde hace muchos años trabajamos juntos en la panadería de la abuela, y el roce hace el carió, por muy cabrón que sea.

-         La verdad es que no me acuerdo de usted…- dijo el chico

-         ¿”Usted”?- contestó sorprendido el hombre.- ¿Tu hijo me ha llamado de usted? ¡Coño, nene, que no soy un obispo!

Los dos rieron por la contestación de Martín, que se notaba que era un hombre que no tenía maldad ninguna, pero muy bruto en sus expresiones.

-         Es normal, que no te acuerdes… Yo trabajaba en una almazara de la aldea de al lado, cuando empecé a salir con tu tía; y sólo nos veíamos por las noches. Hasta que nos casamos y ya, con el tiempo y la llegada de Verónica, nos fuimos a vivir todos juntos…

-         Y unos años después cuando la cosa del aceite se torció pues me lo traje para acá; porque, total, para tener un desconocido, pues tenía  a un amigo…

-         La panadería de tu abuela siempre ha sido un negocio familiar…

-         ¡Ah, vale! Entonces por eso no me acuerdo ni de la boda ni casi de la prima Verónica…

-         ¡Coño, nene! Es que eras muy pequeño…- rió tío Martín.- tu tendrías unos tres años o cuatro cuando nos casamos, ¿no?

-         Tres años…- asintió el padre que daba un sorbo a la cerveza.

-         Bueno da igual, la cosa es que de enano si que llegué a conocerte, pero ya está bien de hablar del pasado… Después te fuiste con tu madre y ahora estás aquí…

-         Sí, y la verdad que tenía que haber venido antes; el pueblo es genial…- sonrió Rafa.

Los dos hombres se miraron en silencio un momento, y comenzaron a reír a mandíbula batiente.

-         ¡Coño! Para que veas, tu hijo viene de estudiar por ahí fuera y dice que el pueblo es genial, jajaja.- decía Martín dando palmadas en la mesa mientras reía.

-         Ya lo has dicho antes tú, es un Guzmán…- declaró su padre.- Mira, hijo, nosotros siempre hemos sido muy de pueblo, no lo podemos evitar… Nos hemos criado corriendo por estas calles, viendo crecer el pueblo y a las personas que viven aquí y trabajando desde muy niños en oficios familiares de toda la vida…

-         Así nos ha ido la vida, jajaja.- seguía riendo aquel hombretón.

-         Pues que quieres que te diga, Martín, no os veo nada mal…- dijo Rafa dejando callado a su tío.- Llevo sólo un día en el pueblo y me gusta; sois gente sana y legal. No os podéis ni imaginar como es la gente por Londres y  por ahí fuera… Son capaces de pisotear a su familia por un puñado de euros.

-         Bueno, nene… Gente así hay en todos lados…- dijo su padre que había recobrado la seriedad para escuchar a su hijo.

-         Ya lo sé, papá… Pero tenía ganas de desintoxicarme un poco de ese tipo de vida, y sabía que el pueblo era el sitio correcto… Mamá siempre me dice que la gente del pueblo sólo piensa en trabajar y en estar en la taberna… Sin querer evolucionar…

-         Pues no suena nada mal, ¿no?- rió Martín que también escuchaba a su sobrino.

-         Pues, la verdad que no… Por eso decidí no posponer más la visita; se unieron las ganas de veros, con el cansancio de la vida allí… Y cómo tenía unos ahorrillos…

El padre abrazó a su hijo emocionado; Rafael siempre había sido un hombre sencillo, que no quería disputas con nadie. Era de las personas que creía que la felicidad de una persona no debe entorpecer la de otra, por eso nunca negó a su mujer sus ganas de crecer. Ahora estaba satisfecho con que, a pesar de no haber tenido mucho que ver en la educación de su hijo, éste se había convertido en un hombre integro y respetuoso con sus semejantes. Era algo que, de alguna forma, siempre agradecería a su mujer.

-         Bueno, pues es bueno tenerte aquí chaval…- dijo Martín apurando la cerveza.- Es bueno que gente joven llegué al pueblo.

-         No vengo para quedarme, pero el tiempo que esté bueno es…- añadió Rafa mientras hacía una señal a José para que trajera otras tres cervezas.

En ese momento, Rafa vio que un chico se acercó a la mesa; un poco pasado de kilos, pero de espaldas anchas y hombros enormes.

-         ¡Hombre! Ya era hora de que llegaras a por la llaves de la furgoneta…- dijo Martín al ver acercarse al chico por detrás de Rafael.

-         ¿Qué más da? Si sabía que ibais a estar en la taberna…- sonrió el desconocido.- Hola, yo soy Oscar…

-         Hola, yo soy Rafa…

-         Ya lo sé, tío…Algo me acuerdo de ti; entre eso y lo que tu padre habla de ti, lo he supuesto…- dijo el chaval cogiendo una silla para sentarse con ellos.

-         Bueno, pues espero que le enseñes el pueblo en estos días- dijo Rafael dándole un cogotazo al muchacho.

-         Ya ves… Se va a conocer todos los bares del pueblo y de las aldeas…- dijo riendo Oscar.

-         Esta noche no, que mañana tienes que currar…- acusó Martín.

-         ¡Pero si luego soy el primero en llegar siempre!

-         Jajaja, mira tú el niñato…- rió el padre, dando un nuevo cogotazo al chico que sonreía.

La conversación siguió entre los cuatro ocupantes de la mesa lo que duraron otras dos rondas de cervezas, sobre temas diversos: futbol, política, más futbol… Rafa congenió bien con Oscar, un tío muy peculiar como Martín pero que se veía tan noble como el resto de la gente que había conocido ese día, aunque bastante más fiestero que el resto… Rafa supuso que sería por la edad, pero le cayó muy bien…

                                               ************

Al día siguiente, Verónica salió de su casa aprovechando que era sábado; como cada mañana, su madre la mandó a recoger el pan a casa de la abuela Isabel. Llevaba puesto unos vaqueros de cintura baja, que dejaba ver sus caderas y una camiseta que enseñaba su ombligo y su vientre plano, del que tan orgullosa estaba.

No se molestó en llamar a su amiga Maite, porque al haber madrugado más de lo normal y, el día anterior haber trasnochado, sabía que estaría durmiendo… Decidió que mientras recogía el pan y volvía a casa para desayunar, su amiga ya se habría despertado y podría llamarla.

Llegó a casa de su abuela Isabel, que aunque sabía perfectamente que no era su abuela carnal, la sentía como tal. Entró por la puerta principal de la casa, porque la panadería cerraba los sábados y sólo se hacían repartos en las aldeas; pero la abuela, siempre hacía pan para su familia, fuera el día que fuera de la semana.

-         Abuela, ya estoy aquí…- dijo la muchacha entrando en el salón.

Se encontró con que en la mesa estaba sentado su primo Rafa, con una coleta recogiendo sus rastas, unos pantalones cortos anchos y una camiseta de color blanco, que parecía hacer las veces de pijama; pudo sentir como se le hacía un nudo en el estomago y, si tuviera nuez, se le hubiera visto tragar saliva perfectamente. La conversación del día anterior con Maite, apenas la había dejado dormir.

-         Buenos días, Vero…- la saludó aquel chico que hacía que le temblara el alma, mientras mordía un trozo de pan tostado con mantequilla.

-         Hola… Primo…- dijo tratando de disimular su nerviosismo.

-         Oye, yo quería pedirte perdón por…- empezó Rafa sin poder terminar al entrar su abuela en el salón.

-         Niña, ¿ya estás aquí? ¿Cómo que te has levantado tan temprano con lo que tú sueles dormir?- dijo limpiándose de harina las manos en el delantal.

-         Abuela, son las once y media…- dijo Verónica que no quería quedar como una dormilona delante de su primo Rafa.

El chico, por su parte, no podía evitar mirar de reojo aquel vientre adornado con un pequeño piercing en el ombligo; su prima, con sus ojazos rasgados verdes, y esos vaqueros bajos de talle lo estaba volviendo loco.

-         Anda, siéntate y desayunas con tu primo…- dijo la anciana que se giró hacia la cocina.

-         No, abuela que mi madre está esperando el pan.

-         ¡He dicho que te sientes a tomarte un Cola-Cao! ¡Qué estás muy canija!- gritó la abuela, sabiendo en ese momento Verónica que no podía negarse a la autoridad de su abuela.

La chica se sentó enfrente de su primo, sin sentirse capaz de mirarlo a la cara, aunque podía sentir sus ojos clavados en ella. La habitación se quedó en silencio, sólo escuchándose el ruido de Rafa al morder el pan, hasta que la abuela llegó para dejar el Cola-Cao de Verónica sobre la mesa.

-         No te creas que no he visto que no te has quitado ese cacharro del ombligo, nena…- dijo la abuela mirando a su “nieta”.

-         Vamos, abuela… No seas así, yo llevó el pelo con rastas y tatuajes y no me has dicho nada…

-         A ti ya te pillaré…- dijo con una sonrisa en los labios.

-         Además no te quejes de la prima, que está guapísima…- soltó Rafa, provocando que los colores se subieran en la cara de Verónica.- Tenías que ver las pintas que llevan las chicas en Londres.

-         Pues a esas que les riñan sus abuelas, que también tendrán…- decía la anciana con los brazos en jarras.

-         Supongo que tendrán…- rió Rafa, contagiando levemente a Verónica, que estaba flipando viendo la forma en la que Rafa se estaba llevando al huerto a la intransigente abuela.

-         Anda, te quejarás, ¿eh?- dijo Isabel girándose hacía la cocina de nuevo.- ¡Cómo te defiende tu primo!

Los colores volvieron a subir a la cara de la chica, mientras la abuela los dejaba solos en el salón. Verónica cogía la taza para darle un sorbo al Cola-Cao, que rompió el silencio de nuevo.

-         Perdona…- dijo Rafa mirándola con una sonrisa en los labios.

-         ¿Por qué?- preguntó Verónica sin saber por donde venía la conversación.

-         Por lo de ayer… Cuando saliste del dormitorio… Ya sabes…

Un ataque de tos casi hace escupir todo el líquido que tenía en la boca, de la impresión; Verónica no se esperaba que Rafa sacara ese tema.

-         No… No pasa nada…- dijo su prima mirando a la mesa.

-         Pero no quiero que te avergüences, Vero, por favor…- dijo el chico cogiendo de la mano a su prima.- Fue un accidente y no vi casi nada.

Verónica miraba la mano de Rafa cogiendo la suya y sentía una presión en el pecho; ¿Qué le hacía sentir ese chico?

-         Mira, hemos empezado mal… Primero no sabía que eras mi primo cuando la broma de Genaro y, después, con el incidente de anoche… ¿Quieres que empecemos de nuevo?

-         Eres tonto…- rió tímidamente Verónica rendida a la tranquilidad con que su primo Rafa le estaba hablando.

-         Hola, soy Rafa y soy tu primo…- dijo el chico levantándose para darle dos besos a su prima.

-         Yo soy Verónica…- dijo riendo su prima, levantándose para corresponderle a esos dos besos.

En ese momento, la abuela entró en el salón y los vio de pie dándose los dos besos, por lo que con una sonrisa, les dijo:

-         ¿Pero que estáis haciendo?

-         Tu nieto que es tonto…- dijo sonriendo Verónica, mucho más tranquila con su primo, pero más preocupada por lo que se daba cuenta que le hacía sentir.

-         Es que, oficialmente, no nos habían presentado.- reía Rafa que se acercó a su abuela para besarla en la frente, haciendo que la pobre anciana casi lloraba por el gesto de ternura de su nieto.- Voy a subir a cambiarme…

-         Yo voy a llevarle el pan a mi madre que me estará esperando…- se dirigió a su abuela para darle un beso y después se giró para su primo.- Rafa, ¿te espero y te vienes a dar una vuelta conmigo?

Rafa se sorprendió por el cambio de actitud de la muchacha, pero sonrió porque le gustaba que su prima se mostrara menos a la defensiva con él.

-         Sí, tardo dos minutos, prima…- dijo subiendo las escaleras de dos en dos.

-         No te preocupes, te espero…

La chica fue a la cocina con su abuela, haciéndole carantoñas, mientras sufría los reproches de la anciana por llevar ese “cacharro” en el ombligo; cogió el pan recién horneado en una talega de tela que le dio su abuela y se dirigió al salón.

-         Ya estoy listo, ¿nos vamos?- dijo Rafa que acababa de bajar.

Verónica casi abre la boca de la impresión, porque todavía no había visto vestido en condiciones a su querido primo: unos pantalones vaqueros claros que le marcaban perfectamente las torneadas piernas y una camisa, abierta hasta la mitad desabotonada que dejaba ver su depilado  pecho.

-         Bueno, abuela, voy a ver donde me lleva la enana…- dijo Rafa agarrando por la cintura a su prima que sintió un escalofrío que casi hace que le tiemblen las piernas.

-         Tened cuidado y vuelve temprano para comer, ¿eh?- dijo la abuela mientras Rafa soltaba a su prima para acercarse y besar a la anciana en la mejilla.

-         Sí, no te preocupes…

Los dos primos salieron a la calle y se pusieron a caminar despacio, rumbo a casa de Verónica para llevar el pan a tía Rosa.

-         ¿Sabes una cosa? Me encanta este pueblo…- suspiró Rafa para romper otro momento de silencio.

-         Bueno, tiene su encanto… Pero no me lo vas a comparar con Londres, Ámsterdam, Varsovia…

-         ¡Vaya! ¿Quién te ha dicho los sitios en los que he estado?

-         Bueno, tus postales pasaron por mi casa… Eres el tema de conversación durante las Navidades.

-         Ah, vale…- rió sorprendido Rafa de la naturalidad que mostraba su prima hablando ahora.- Pues si te digo la verdad, son diferentes… Esas ciudades, igual que Barcelona tienen su rollo, pero no el encanto de un pueblo como éste.

-         Pues a mí me encantaría vivir en Londres…

-         No es tan genial como parece…- contestó Rafa, un poco cansado de los dos años que había vivido en el bullicio de la ciudad londinense.

-         Lo que conozco de allí me gusta bastante.- soltó Verónica, que inmediatamente se dio cuenta de lo que había dicho… Y lo peor, es que no era ninguna mentira.

Rafa observó lo turbada que se había quedado su prima por la frase que había soltado; no le sorprendió que lo dijera porque presentía que ella sentía esa extraña sensación también con él. Le acarició el hombro para tranquilizarla, dándole a entender que no pasaba nada y haciéndose el despistado siguió con la conversación.

-         Bueno, pero es que conoces el Big Ben,la Torrede Londres y poco más… Así es normal que te guste Londres.

Verónica sabía que su primo se había dado perfecta cuenta de lo que había querido decir con su inoportuna frase, pero sonrió al darse cuenta del tacto que había tenido aquel chico para sacarla de esa incómoda encerrona.

-         Aparte del pueblo, también me gusta tener una familia como ésta… Y una prima como tú.- dijo Rafa que sabía perfectamente las connotaciones de aquella frase, pero le daban igual las consecuencias.

-         Vaya, muchas gracias…

-         Bueno, ten en cuenta que nunca he tenido una familia como tal; algunos chicos darían un brazo por poder vivir lo que yo he vivido… Fuera de mi casa desde los 18 años casi, sin padres y sin nadie que me vigile.- relataba Rafa mientras caminaba al lado de su prima.- Pero tiene una parte mala: nunca he tenido una relación como tal…

-         ¿Nunca has tenido novia?- preguntó Verónica, que sabía perfectamente que su primo no se refería a eso, pero no dudó en aprovechar la coyuntura.

-         Jajaja, no me refería a eso, Vero… Me refería a que nunca he tenido una relación padre-hijo o madre-hijo y, créeme, cuando no se tiene se echa de menos…

-         Yo la verdad, que creo que no podría vivir sin mi madre, por muy pesadita que sea…- confesó Verónica que sabía valorar a una madre que era mucho más moderna que las madres de sus amigas.

-         Tía Rosa…- nombró Rafa recordando las pocas imágenes que tenía de su infancia, contrastadas con las sensaciones que despertaron sus curvas, la noche anterior.- ¡Ah! Respecto a lo otro, no tengo ni he tenido novia…

Verónica se puso, de nuevo, colorada ante el cambio en el tema de la conversación de su primo, pero decidió jugar sus cartas para demostrar que sabía apostar tan fuerte como él.

-         ¿Y novio?

-         Jajaja… No, guapa, no. Me gustan demasiado las mujeres, aunque me hubiera ahorrado muchos problemas siendo gay…

-         Vaya, así que mi primo es un ligoncete…- afirmó Vero, cada vez más cómoda con su primo, al que empezaba a ver como una persona cercana y cariñosa.

-         No, siempre he sabido elegir… No me fijo en la primera que me cruzo por la calle…

Otro hachazo de su primo que la dejó temblando; ese chico despertaba en ella una sensación muy fuerte, nada que ver con lo que Tomás le hizo sentir en su día… No era sólo atracción física, que también porque su primo Rafa estaba buenísimo, sino esa sensación de poder tener una conversación con él. Era muy especial, al menos para ella… En ese momento dejó de preocuparse, y decidió dejarse llevar; disfrutar de la compañía de su primo, mientras lo tuviera al lado, aún a sabiendas de que, cuando se marchara del pueblo, le partiría el corazón.

-         Voy a subirle el pan a mi madre…- dijo Verónica abriendo la puerta del portal, donde ya habían llegado.

-         Subo contigo, que como tu madre se entere que he estado aquí abajo y no he subido a verla, me mata.

-         También es verdad, jajaja.- dijo la prima, abriendo la puerta y entrando delante de él.

No pudo evitar menear de forma insinuante el trasero, como si quien viniera atrás fuera un chico cualquiera conocido en una discoteca… ¿Estaba provocando a su primo? ¿De verdad quería hacer eso? Se sorprendió con una voz interior que le decía “sí”…

Abrió la puerta del ascensor, echándose a un lado para dejar pasar a Rafa y pulsó el botón del cuarto piso… La subida del ascensor se le hizo eterna y, debido a la estrechez del habitáculo, Verónica podía sentir la cercanía del cuerpo de su primo. En un momento dado, y casi llegando a su destino, Rafa estiró su mano para acariciar la mejilla de su prima con el dorso de la mano; a ella se le nubló la vista y, como pudo, sonrió. Cuando el ascensor se paró en la planta correspondiente,  Vero abrió la puerta rápidamente para huir de allí, porque no sabía lo que era capaz de hacer…

Llamó al timbre de la puerta, sin mirar atrás, sabiendo que su primo salía en ese momento del ascensor; su madre abrió la puerta con una sonrisa al encontrarlos juntos.

-         Vaya, aquí están los dos primos…- dijo abriendo la puerta para que pasaran.

-         Hola tía…- dijo Rafa dándole dos besos y apoyando la mano en su cintura.

-         Al final no te han dejado ir a hacer el reparto con ellos, ¿no?

-         No había forma de convencer a mi padre ni a tu marido… ¡Capaces de echarme del pueblo!

-         Anda, entra… No te quedes en la puerta. Sentaros y os pongo el desayuno.- dijo cogiendo la bolsa del pan de las manos de su hija.

-         No, mamá; ya he desayunado con el primo en casa de la abuela… Ya sabes como es…-dijo Verónica soltando la bolsa y entrando hacía dentro de la casa.- Voy un momento al baño…

Rafa se sentó en el mismo sofá donde estuvo la noche anterior, mientras su tía lo hacía a su lado.

-         Oye, ayer no te quise preguntar por no ponerte en un apuro delante de tu padre; ¿hasta cuando piensas quedarte?

-         Pues no sé, tita… La verdad que ahora estaba trabajando por libre y me puedo permitir estar unas semanas, pero no quiero poner fecha por si me tengo que ir antes…

-         ¿Y por qué vas a tener que irte antes, nene? ¿Qué es ese trabajo tan importante que te retiene en Londres?

-         Soy diseñador grafico y fotógrafo pero por libre; pero no es eso, solo que supongo que soy igual que mi madre: “un culillo de mal asiento”

Rafa pudo notar que tía Rosa torció el gesto cuando mentó a su madre, aunque tratara de disimularlo. Lo veía lógico porque hasta ahora todo el mundo en el pueblo hablaba bien de ella, pero Rosa era con diferencia, la persona más natural y racial de la familia, por lo que entendía que como mujer no entendiera que se fuera del pueblo sin pensar en la situación de su marido.

-         Bueno, pues el tiempo que estés aquí, bueno será… Además espero que ahora tus visitas sean más seguidas, ¿no?- dijo Rosa dando un beso en la mejilla a su recién recuperado sobrino.

Verónica salió del baño, donde había podido escuchar parte de la conversación entre su madre y su primo Rafa; la posibilidad de que su primo se marchara la aterró. ¿Por qué estaba jugando a este juego tan peligroso con un chico con el que no podía plantearse ningún futuro?

-         Ya estoy, primo…- dijo abrochándose el botón del vaquero.- Si quieres damos un paseo y te enseño el pueblo, aunque hay poco que ver…

-         ¿Sabes una cosa, tita? Tu hija también le gustaría viajar como tú y ver Londres o Barcelona… ¿Cuándo os vais a animar las dos a venir?

La propuesta de Rafa sorprendió a Vero, que esperó en silencio la más que posible respuesta negativa de su madre; sabía que, si en todos esos años no había salido del pueblo, era poco probable que lo hiciera ahora. Y, por supuesto, la posibilidad de plantear que ella se fuera sola con su primo era inviable.

-         Bueno, ¿quién sabe? Si tu prima saca buenas notas, quizás el verano que viene tengas  allí a dos turistas, jaja.

-         Por mí encantado, ya te lo dije ayer…- dijo Rafa, sin dejar de mirar a su prima con una simpática sonrisa.

Mientras, Verónica estaba callada y anonadada por la respuesta de su madre; no podía creerse que siquiera se planteara la posibilidad de ir a Barcelona o, mejor aún, a Londres como recompensa por sus estudios. Miró a Rafa sin esquivar su mirada y sonrió feliz de que ese chico hubiera aparecido en su vida.

-         Bueno, eso me lo creeré cuando estemos en el avión.- dijo Verónica y cogiendo de la mano a su primo, hizo que se levantara del sofá.- ¡Vamos!

-         Jajaja… Y yo me lo creeré cuando saques el curso en condiciones.- retó Rosa dándole un manotazo en el culo a su hija delante de su sobrino.

Se dirigieron los dos a la puerta del piso, tras darle dos besos a la mujer y salieron, de nuevo, al descanso de las escaleras.

-         Tened cuidado, ¿eh? ¡Y no llegues tarde para comer, Verónica!

-         Síiiii, mamá…

Tras cerrar Rosa la puerta del piso, Rafa se dirigió a pulsar el botón de llamada del ascensor, pero Verónica pasó por su lado y se dispuso a bajar por las escaleras.

-         ¿Vas a bajar cuatro pisos por las escaleras?- dijo Rafa sorprendido.

-         Sí, hay que hacer ejercicio…- dijo de forma poco convincente la chica que lo que no quería era encerrarse de nuevo con su primo en un sitio tan estrecho. Una caricia más de Rafa y no sabía como reaccionaría.

-         Bueno, vale, tú sabrás, jajaja.- dijo Rafa quitándole importancia, aunque sabía perfectamente que Vero estaba, cada vez más, nerviosa en su presencia.

Al abrir la puerta del portal, Verónica se encontró que llegaba Maite, su amiga d, que estaba a punto de llamar al portero automático.

-         ¡Vaya horitas de bajar!- dijo Maite haciendo gesto con el dedo a un reloj imaginario en su muñeca.- Son las doce y media, tía.

En ese momento, tras Verónica, salió Rafa del portal, dejando flipada a Maite que miraba con los ojos desorbitados a su amiga.

-         ¡Ah, hola Rafa!- dijo Maite tratando de recuperar la compostura.

-         Hola, eras Maite, ¿no?- dijo Rafa acercándose para darle dos besos a la amiga de su prima.- Tenía ganas de verte…

-         ¿Ah sí?- preguntó Maite, mientras Vero miraba la escena con una extraña sensación de ¿celos?

-         Sí, quería pedirte perdón por tomarte el pelo con lo de que era extranjero…- dijo Rafa dejando un poco chafada a Maite, que pensaba que las ganas de Rafa por verla, se debían a otra cosa.

-         Ah, bueno, no te preocupes… Ya se ha reído bastante tu primita de mí.

Desde el fondo de la plaza se escuchó un silbido y los tres se giraron para ver al fondo a un grupo de chavales junto a unos coches aparcados.

-         Es Tomás, Mario, y los de la peña…- dijo Maite.- Pensábamos ir a los billares y he pasado a llamarte.

-         Pero estoy con Rafa; le quiero enseñar el pueblo…- dijo Vero.

-         Joder, pues que se venga con nosotros, ¿no?- contestó Maite dirigiendo su mirada a Rafa.

A Verónica no le gustaba la idea de mezclar a su primo Rafa, con Tomás y sus amigos, vaya que se le pegara algo de ellos. Pero tampoco creía que fuera buena idea rechazar la invitación de Maite, porque despertaría habladurías en la pandilla.

- No te preocupes, prima… Yo voy a ir a casa de la abuela. Mi padre habrá acabado ya el reparto, además había quedado con Oscar.

- ¿Con Oscar?- se sorprendió Maite.- Así que el desaparecido ha vuelto…

Rafa se fijó en la cara que puso Maite al nombrar a Oscar y la expresión de su prima al escuchar la respuesta de su amiga. Sonrió por dentro, pensando que aquel chico tan amable quizás fuera un personaje digno de conocer.

Fue entonces cuando desde el gentío de los coches, Tomás se acercó a los tres; lo hizo más por curiosidad de ver al nuevo componente de la familia Guzmán que por otra cosa. Cuando Verónica vio que se acercaba se puso blanca, porque no sabía como reaccionaría su primo ante la más que posible provocación de su “ex”.

-         Oye, ¿nos vamos?- dijo haciéndose el despistado y sin saludar a Rafa.

-         Sí, si, ya vamos…-dijo Verónica tratando de evitar la conversación.

-         Tomás, éste es Rafa y es el primo de Verónica.- soltó Maite, haciendo que Vero deseara pegarle un pellizco que le dejara señal.

-         Hola tío, encantado de conocerte…- dijo estrechando fuerte la mano de Rafa.

-         Yo también…

-         Oye gorda, ¿Por qué no se viene tu primito?- dijo Tomás poniendo énfasis en el apodo a Verónica y en el diminutivo a su primo

Rafa esbozó una sonrisa, porque las cosas que había escuchado de Tomás no le hacían justicia: era más tonto todavía… Se dio cuenta, también, que estaba prejuzgando al chaval, por el simple hecho de que lo consideraba un rival ante su prima. Y eso tampoco era justo.

-         No, muchas gracias, Tomás pero prefiero ir a casa… Ya nos vemos otro día, ¿vale?- le dijo dirigiendo un guiño a su prima que miraba la situación avergonzada y nerviosa.

Se giró tras despedirse y empezó a caminar hacia casa de su abuela, cuando escuchó una voz de su prima

-         ¡Rafa!

Se dio la vuelta para ver como Verónica se acercaba a él corriendo para decirle algo ya alejados de los otros dos compañeros de conversación.

-         Perdona, pero hay cosas que no sabes de mí… A mí…

-         No te preocupes, cariño, ya nos vemos luego…- le dijo acariciándole de nuevo la mejilla con el dorso de la mano.

-         Pero espera… Quiero que sepas que aunque me haya quedado callada, me encantaría que vinieras con nosotros; bueno, que vinieras conmigo a los billares.

Rafa guardó silencio sopesando la decisión, observando los brillantes ojos verdes de su prima… Aunque su padre no lo supiera, sabía que algo pasaba entre Tomás y su prima y quería enterarse.

-         No, prima, he quedado con Oscar… Esta tarde nos vemos, ¿vale?- dijo Rafa cogiendo de la mano a su prima para tranquilizarla.- Y no estoy enfadado y no me tienes que pedir perdón.

-         Bueno, vale… Luego iré a buscarte a casa de la abuela, ¿puedo?

-         Te estaré esperando…- sonrió Rafa mientras se marchaba.

Verónica se quedó allí parada viendo como su primo se marchaba dándole patadas a una lata de refresco vacía que había en el suelo. No sabía porqué pero algo la empujaba a sentirse mal por dejar que se marchara así.

-         ¡Venga gorda!- gritó Tomás llamando la atención de Verónica, que puso los ojos en blanco.

-         Te he dicho que no me llames gorda…- le recriminó la chica que sabía que el apodo no era consecuente con la realidad, sino un modo de mostrar una familiaridad con ella delante de su primo.

**********

            Rafa llegó a casa de su abuela, en cuya puerta estaba su padre terminando de colocar las cajas vacías de pan.

-         ¿Qué tal, hijo?- dijo Rafael acercándose para darle un beso a su hijo.

-         Bien, he estado dando un paseo con la prima Verónica y he ido a casa de la tía Rosa.

-         Vale…- asintió conforme su padre.- Siento no tener más tiempo libre para acompañarte, con tanto trabajo.

-         No te preocupes, papá. Tenemos tiempo de sobra…

Rafael rió, porque no era capaz de quitarse de la cabeza que su hijo estaba de paso y tenía miedo de no aprovechar el tiempo a su lado lo suficiente y que luego se fuera a arrepentir.

-         Oye, ¿Oscar no ha venido contigo?- preguntó Rafa a su padre.- Había quedado con él.

-         Sí, está ahí dentro discutiendo con tu abuela como siempre, jaja.- rió Rafael señalando el interior de la casa.

Rafa entró en la casa para encontrarse una escena bastante peculiar: la abuela Isabel y Oscar discutían, de forma simpática, sobre un encargo de levadura que su nuevo amigo había olvidado traer

-         ¡Si pensaras en algo más que en comer te acordarías de las cosas!

-         ¡Venga abuela, no te enfades!- reía Oscar esquivando los tortazos en la cabeza de la anciana.- Mañana la traigo sin falta.

La mujer dejó la discusión al ver entrar a su nieto en casa; aquel chico tenía un efecto calmante en su carácter.

-         Hola, cariño. ¿Ya estás aquí? ¿Y tu prima Verónica?

-         Se ha quedado con sus amigos; yo había quedado con mi padre y con Oscar.

-         ¿Con sus amigos?- frunció el ceño preocupada la abuela, mientras miraba a Oscar como reprochándole algo.

-         Vaaaale, vaaaale, ya vooooy a vigilarlaaa…- dijo el chico mientras se dirigía a la salida.

Aquello sorprendió mucho a Rafa que despidiéndose de su abuela, salió tras Oscar.

-         ¿Vigilarla?- preguntó Rafa a Oscar al llegar a su lado.

-         Bueno, sí… Tu abuela se empeña en que vigile a tu prima, porque no le gustan sus amigos.

-         ¿Lo dices por Tomás?

-         ¡Ah! ¿Lo conoces?

-         Sí, he tenido el placer.- dijo de forma sarcástica y siguiendo los pasos de su corpulento acompañante.

-         ¿Placer? Jajaja… Esa ha sido buena, jaja.

-         Pues parece que no cumples con tu misión, porque Maite dice que lleva mucho tiempo sin saber de ti.

-         Bueno, tío no sé… Yo sé que si tu abuela cree que la vigilo se queda tranquila, pero no me apetece ir detrás de tu prima; ella es buena chica y sé que sabe cuidarse sola.- dijo sonriendo Oscar que se notaba que sentía un cariño especial por Verónica.

Pasaron por la puerta de la taberna y Oscar entró con Rafa detrás con toda la naturalidad del mundo. Se sentaron en la barra y pidió dos cervezas.

-         ¿Te puedo preguntar una cosa?- dijo Rafa dándole un sorbo a la cerveza.

-         Morcillona y a la derecha.- contestó Oscar echándose mano al paquete.

-         Jajaja, no me interesa como tienes la polla, tío- rió Rafa con la ocurrencia de su amigo.- Quiero que me digas que ha pasado entre ese tío y mi prima.

Oscar guardó silencio y dio un largo sorbo a su cerveza para volver a posarla en la barra; después miró a los ojos a Rafa y dijo muy serio.

-         Eso se lo preguntas a tu prima, porque yo no tengo ni idea…- mintió Oscar que se veía que no quería inmiscuirse en ese tema.

-         Vale, tío, siento si te he molestado…

-         Que va, hombre… No me molesta, pero eso es algo que te lo debe contar ella; yo no quiero hablar de relaciones y esas cosas…

-         Ya lo sé… Pero me preocupa que ese tío le haga algo.

-         No, por eso no te preocupes; lo conozco, es un capullo pero nunca ha chuleado a ninguna tía ni le ha levantado la mano… Y menos a tu prima: sabe que lo mato.

Rafa apuró la cerveza y la dejó con un golpe seco sobre la barra, como si quisiera de esa forma cambiar el tema de la conversación.

-         Bueno, ¿y esta noche donde me llevas?- dijo Rafa echando el brazo sobre el hombro de Oscar.

-         Pues a lo de siempre… Whisky y putas, Rafa, whisky y putas… Jajajaja.

(CONTINUARÁ)

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