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Regreso a casa (capítulo 10: Grilletes del alma)

en Amor filial

La aguda sirena del patio de la prisión anunciaba que el recreo había acabado; Rafa se levantaba del banco donde solía leer algún libro de la biblioteca para marcharse a su celda… Las primeras semanas en la cárcel se le hicieron muy duras, tanto por el daño que había causado a su familia, como por el lógico miedo a esas cuatro paredes, rodeadas de aquella intimidante valla… Pero había una cosa que le atormentaba más  aún en esos primeros días: no haber sido capaz de hablar con Verónica antes de ingresar en prisión… No explicarle el porqué de su decisión y no tener noticias de ella, excepto por las conversaciones con su padre cuando iba a visitarlo.

Pero suponía que a todo se acostumbraba uno; ya llevaba seis meses en aquella penitenciaría y, con suerte, dentro de dos meses podría optar a la reducción de condena por buen comportamiento… ¿Qué haría después? Pues ni él mismo lo sabía, porque su padre le decía que volviera al pueblo con él y ya verían lo que hacían, pero el hecho de no saber nada de Verónica en los últimos seis meses le causaban un dolor inmenso.

Veía lógico que su prima no supiera perdonarle lo que había hecho, al marcharse sin avisarla pero trató de hacerlo después en numerosas cartas que mandaba a su amigo Oscar, sin decirle donde estaba mediante un apartado de correos,  para que se las diera a Verónica sin levantar sospechas en sus tíos

-                          ¡Ey, novelas!- le gritó Pincho mientras lo alcanzaba por el pasillo camino de la celda.

A Rafa, muchos reclusos lo llamaban el novelas por su afición a la lectura. Se pasaba las horas muertas leyendo ejemplares de libros en mal estado de la biblioteca de la prisión. En contra de lo que pueda parecer, era respetado dentro de aquel pabellón porque, aparte de ser un chico corpulento y fuerte, era simpático con todos sus compañeros y se preocupaba por conocer su historia.

Pincho era para Rafa, un chico entrañable; era su compañero de celda desde que llegó. Un muchacho de 21 años que había pasado toda su vida entre reformatorios y cárceles. Con él aprendió todos los trucos para sobrevivir en la prisión y que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades… Desde muy pequeño estuvo en un centro social, porque su madre era politoxicomanía y a su padre nunca llegó a conocerlo; se crió entre delitos menores y consumo de drogas hasta acabar en prisión al cumplir la mayoría de edad. Sin embargo, derrochaba una vitalidad que había hecho que Rafa se replanteara su actitud pasiva cuando entró en prisión.

-                          Dime, Pincho…- contestó Rafa al llegar el chico a su lado.

-                          ¿Cómo que no has estado en clase de marquetería?

-                          Tenía ganas de leer un poco en el patio…- dijo Rafa cogiendo del hombro a su compañero.

-                          Joder, tanto leer se te va a secar el cerebro.- bromeó Pincho mostrando su deteriorada dentadura por el efecto de la cocaína.

-                          Pues tendrías que ponerte las pilas, porque teníamos un trato…

El trato al que Rafa se refería era que él enseñaría a leer correctamente a Pincho mientras su compañero de celda lo protegía de posibles agresiones; más por labia que por otra cosa, porque el físico del escuálido chaval no invitaba a confiar mucho en su capacidad de proteger a nadie… A Rafa le daba igual, porque se sentía a gusto dando la posibilidad de aprender a leer a aquel muchacho.

-                          Es que el libro que me has dado es un coñazo… Menudas palizas le da el ciego al chaval. Quien escribiera eso le tuvieron que dar de hostias de pequeño en su casa…

-                          Se llama el Lazarillo de Tormes y no se sabe quien lo escribió…

-                          Pues entonces no será tan bueno el libro, para que la gente no se acuerde, ¿no?

-                          Jajaja… No seas burro, hombre… Es uno de los libros más leídos de la historia y te puede enseñar muchas cosas.

-                          Sí, a no fiarte de un ciego…

-                          No, pero los libros te enseñan cosas sin que te des cuenta; ¿sabes cómo se llama a los perros que guían a los ciegos?

-                          Pues claro, tío… Se llaman Laza… ¡Hostia! ¡El nene se llama igual que los perros!

-                          No, Pincho, los perros se llaman igual que el nene… Por este libro se llama a los perros así…

El chico miraba con desconfianza a Rafa, como si sospechara que se estuviera riendo de él; pero sabía que su compañero era un buen tío, quizás el primero que se preocupaba por él, desde hace demasiados años.

La puerta de la celda se cerró automáticamente justo cuando entraron los dos; Pincho subió a la litera de arriba y Rafa se limitó a sentarse sobre el camastro de abajo.

-                          ¿Sabes? Algún día le pondrán mi nombre a un perro…- dijo Pincho mirando al techo con los brazos tras la nuca.

-                          Jajaja… Creo que no has entendido nada…

-                          Sí que lo he entendido; ese chaval del libro se buscó la vida… Porque el que cuenta la historia es él, o sea que salió vivo de todo eso…- dijo el chico de la cama de arriba.- A mí me gustaría salir de todo esto, empezar de nuevo…

-                          Y seguro que lo harás, Pincho

-                          ¿Tú tienes alguien esperándote ahí fuera?

-                          Sí… Bueno, no lo sé; antes tenía una chica pero no sabe nada de todo esto…

-                          Ah, sí…La chica esa a la que le escribías todas esas cartas, ¿no?

-                          Sí, se llama Verónica y es una preciosa niña de ojos verdes; es lo único que me ha dado fuerzas durante este tiempo…

-                          Jejeje, que pasteloso eres, tío… ¿Y como que no sabe nada de todo esto? ¿A que te refieres?

-                          Pues que no sabe que estoy en la cárcel… En las cartas le digo que estoy trabajando fuera y…

-                          Mala cosa…

-                          ¿Cómo?- dijo Rafa, asomándose para ver a su amigo mirando hacía abajo.

-                          Si de verdad es tan importante para ti, debería saber lo que eres y lo que has hecho… Ella, si te quiere, lo entenderá.

-                          Lleva meses sin contestar a mis cartas… Y ya hace un mes que no le escribo ninguna.

-                          Oye ¿y el Lazarillo éste no dice nada sobre novias y eso? ¿No tiene ningún rollete?

-                          Pues claro que no… Es un crío.

-                          Joder, yo que sé… Aún no me lo he acabado, a lo mejor acababa follando con alguien…

-                          Desde luego, tío… No se puede hablar en serio contigo.

-                          Me refiero a que no todo se puede aprender aquí…- dijo dejando caer el libro desde la litera de arriba.- Hay cosas que solo se aprenden a base de palos… Me hubiera gustado ver al nene ese con el Padre Gutiérrez: ¡menudas hostias daba el curita!

-                          ¿Y tú? ¿Tienes alguien esperándote?- dijo Rafa, mientras su compañero bajaba de un salto de la litera.

-                          Pues, seguramente gente a la que le debo pasta, pero poco más. Jajaja… Oye, hoy es día de visita. ¿Nos traerá tabaco ese hombre que viene a verte?

-                          Es mi padre…

-                          Parece buena persona…

-                          Es tío genial, y me duele muchísimo haberle hecho daño…

-                          No seas quejíca, tío… En dos meses como mucho estás en la calle y tendrás tiempo de arreglarlo…

***************

Hola Verónica:

 

            Las cosas por Londres siguen como siempre: gente que no saluda, un clima de perros y mucho trabajo con la cámara de fotos… La razón de mi repentina marcha fue que me ofrecieron un reportaje fotográfico en Kosovo, por enfermedad de un compañero, por eso no he podido escribirte en este mes u medio, pero quiero que sepas que te tengo presente a cada momento…

            Se me hacen los días eternos en esta ciudad y las conexiones telefónicas están rotas, pero no te preocupes que aquí, excepto algunos grupos rebeldes, no hay violencia alguna, ¿vale? Trataré de estar lo antes posible contigo y lamento no poder llamarte pero sería sospechoso llamar directamente a tu casa y que tus padres no se dieran cuenta de lo que sucede entre nosotros…

            Te llegaran noticias mías mediante las llamadas a casa de la abuela o mediante las cartas que enviaré a casa de Oscar, así no levantaremos sospechas.

            Aunque aquí es difícil saber si las cartas llegaran, he puesto un apartado de correos para que me lleguen directamente (te lo pongo al final de la carta).

            Espero que sigas esperándome cuando vuelva… Porque quiero estar contigo, para siempre. Un beso muy fuerte mi peque…

 

            Verónica, sentada sobre la misma cama en la que hizo el amor por última vez con su primo Rafa, leía de vez en cuando las tres cartas que recibió hace meses de su chico; cuando por fin se decidió a contestarle, tras unas primeras semanas de resentimiento, dejó de recibir correspondencia de él… Maite le decía que la distancia hace mucho daño a las relaciones y que era una locura el plan que tenía de viajar a Londres para buscarlo: no sabía donde estaba, ni tan siquiera si aún estaba en Kosovo.

            En esa carta que mandó le dijo que no se preocupara por llamar, porque su madre lo sabía todo y que tendría que respetar la decisión que habían tomado de intentar estar juntos… Le decía que lo esperaría el tiempo que hiciera falta; que lo quería.

            Pero el tiempo fue pasando inexorablemente y los meses sin recibir carta alguna de Rafa… Ella había llorado muchas noches, agarrada a su almohada para que su madre no escuchara sus llantos. La verdad que las primeras semanas fueron muy duras pero, poco a poco, con la ayuda de su amiga Maite había intentado no caer en el mismo pozo en el que cayó con Tomás…      Aún recuerda la conversación que tuvo con su madre, el día que Rafa se marchó, tras confesarle que estaban juntos… Ella la acusó de querer separarlos, pero su madre le explicó que era por motivos de trabajo.

-                          Sé que creerás que es una locura, pero en esta situación, la distancia es buena para vosotros.- recordaba decir a su madre mientras ella la escuchaba sollozando sentada en el taburete.

-                          ¡Júrame que no tienes nada que ver en su marcha, mamá!

-                          Te lo juro por lo que más quiera, mi vida… Ahora que me has dicho esto, no te puedo decir que no esté de acuerdo con que se haya marchado pero no tengo nada que ver…

-                          ¿Y sabes por qué se ha marchado? ¡Dímelo, por favor…!

-                          Es por trabajo… No hay nada más, ¿vale?

-                          Él nunca se iría sin despedirse… Lo sé.

-                          Mira, cariño… Rafa no quería que nadie se enterara de vuestra relación; ha estado aquí unos días y ahora se marcha, y eso lo sabías tú, ¿o no? Eres mayorcita para saber cuando un hombre, por muy primo tuyo que sea juega contigo.

Aquella última frase de su madre la estuvo reconcomiendo durante esas semanas en las que no podía dormir, hasta que recibió esa primera carta de Rafa y se agarró como un clavo ardiendo a esa infructuosa espera: a la esperanza de que su primo volviera a por ella…

Dobló con cuidado la carta, la miró con los ojos llorosos y la rompió en pedazos para tirarla a la papelera.

Hoy por primera vez, saldría a la plaza con su amiga Maite, que no se había separado ni un instante de ella en esos meses de enclaustramiento. Se puso unos vaqueros, una camiseta y se maquilló lo justo para esconder las ojeras por tantas lágrimas derramadas.

-                          Por fin sales de casa por la tarde, tía… De la escuela a casa y de casa a la escuela, no podía ser sano…- dijo Maite cuando la vio salir por el portal.

-                          Bueno, supongo que es hora de afrontar la realidad, ¿no? Me ha dejado y ya está.- dijo Verónica que había cambiado en los últimos días la esperanza por resentimiento.

-                          Creo que tu gran problema es que te tomas todas las relaciones como si fueran a ser la última… Mira, puedes hacerte lesbiana…

-                          Vete a la mierda, Maite…

-                          Jajaja, ¡esa es mi niña! Echaba tanto de menos que me mandaran a la mierda, jaja- rió la amiga cogiendo por la cintura.

Compraron un paquete de pipas y un refresco de dos litros y se sentaron en su banco preferido del parque, viendo pasar a las parejas y a los niños jugando.

-                          Oye Maite, ¿tú también piensas que Rafa jugó conmigo?

-                          Bueno, no soy psicóloga pero creo que no… Tu primo estaba contigo porque le gustabas y mucho; no creo que se jugara todo lo que se ha jugado por echarte un par de polvos.

-                          ¡No seas bruta!

-                          Joder, es una forma de hablar… Me refiero a que se le notaba colgado y lo dio todo por ti. ¿Recuerdas aquella pelea? Te defendió como si fueras algo suyo…

-                          No me la recuerdes, que a veces me viene a la cabeza y me pongo mala…

-                          Mira, creo que se marchó y las cartas que recibiste demostraban que apostaba por la relación; pero ya te he dicho que la distancia hace que se vean las cosas con perspectiva…

-                          ¿Crees que ha encontrado a otra?

-                          Me importa una mierda si ha encontrado a otra, porque seguramente no te llegará ni a los suela de los zapatos… Pero esa no es la razón; el estar lejos de ti habrá hecho que vea que su vida es más complicada contigo.

-                          ¿Pero por qué se marcharía así? No lo entiendo…

-                          Eso es lo más extraño, pero bueno también es verdad lo que dice la carta esa… Tus padres, supuestamente, no sabían nada y no era cuestión de ir a despedirse de ti y levantar sospechas…- dijo Maite tratando de buscar alguna explicación a la huida de Rafa.- pero si es extraño, sí…

-                          ¿Y Oscar no te ha dicho nada?

-                          ¿Oscar? Está tan decepcionado con él, como tú… O más. Él también dejó de recibir cartas y cree que no tuvo huevos de decir las cosas claras.

-                          ¿Sigue saliendo con vosotros?

-                          ¡Que va! Desde la noche de la pelea, no ha vuelto a salir… He hablado un par de veces con él cuando iba a recoger las cartas de Rafa, pero poco más.

Las dos amigas guardaron silencio analizando los puntos oscuros que quedaban en todo este asunto y que llevaban a una sola conclusión: Rafa no quería saber nada de Verónica y había empezado una nueva vida lejos de allí.

-                          ¿Sabes lo que te digo? Que hoy es el día en el que vas a empezar de nuevo…- dijo Maite saltando del banco.- ¿Recuerdas lo que hicimos el día que saliste a la calle tras la ruptura con Tomás?

-                          No sé… No me acuerdo…

-                          Ir a la ciudad, a la peluquería y ¡de compras!

-                          Estás loca…- sonrió con tristeza, Verónica que seguía con pocos ánimos para seguir el ritmo de su alocada amiga.

-                          Nada de eso… Es lo que te hace falta para olvidarte por unas horas de tu primo… Tienes que sacarlo de tu vida…

Verónica se levantó con paso cansino, cuando Maite tiró de su brazo… Miró a los ojos brillantes de su amiga y recordó la última frase de la carta de Rafa: “para siempre”. Y recordó el titulo de una vieja canción de Héroes del Silencio que escuchaba hace años: “No hay nada para siempre”

                        *****************

-                          Rafael Guzman…Tiene un aviso en las dependencias- lo llamó el altavoz del patio para que se presentara enla Oficinade gestión de la prisión.

Rafa no se acostumbraba a escuchar su nombre completo con su apellido, porque ese era el nombre de su padre y él no se sentía digno de llevarlo; habían pasado otros 20 días en prisión… Veinte largos días sin noticias de Verónica lo que, a pesar de dolerle, podía entender por no haberle contado la verdad.

Con la charla que tuvo con Pincho, entendió que estaba haciendo las cosas mal; y se decidió a escribirle otra carta donde le contaba toda la verdad… En ella le contaba que estaba en la cárcel, que todo lo hacía para empezar una nueva vida con ella, porque estaba harto de escapar de su pasado; que la quería, que soñaba cada día con ella en aquella lúgubre celda.

Pero ni aún así, obtuvo respuesta de ella; supuso que estaba tan dolida con él; o que quizás el hecho de confesarle su oscuro pasado de robos, violencia o palizas a personas indefensas la habían hecho ver en él a un personaje que no le valía la pena… Él aceptaba la decisión de ella y se propuso no volver a escribirle más; le valía con que su padre le dijera que Verónica estaba bien, que era feliz y que continuaba con su vida. Cuando saliera dentro de dos meses tendría tiempo de decirle las cosas a la cara y ser, por fin, valiente con sus sentimientos.

Se dirigió a las dependencias de la oficina, dejando a Pincho en el patio estudiando un libro sobre historia de España, porque había decidido presentarse a las pruebas de Graduado Escolar…

-                          Ya estoy aquí, Manuel…- dijo Rafa, al llegar a la puerta de la oficina donde le esperaba el responsable del pabellón, con el que tenía una gran relación.

-                          ¿Cómo te va todo, Rafa?- dijo el gordinflón hombre de pelo canoso dando un cariñoso golpe en el cuello de chico.

-                          Ya me voy acostumbrando…

-                          Bueno, la verdad que se va acercando la vista para la reducción de pena y lo que estás haciendo por Pincho, te lo tendrán en cuenta.

-                          Es un buen tío, Manuel.- dijo Rafa pasando al pasillo de salida por la puerta que había abierto el responsable.

-                          Jajaja, no, no… Sigue siendo un pillastre pero el profesor dice que estaba mejorando en cuestión de días.

-                          Lamento cortarte, Manuel… Pero no creo que me hayas hecho venir para hablarme de mi compañero de celda, ¿no?

-                          No, no… Tienes razón.- dijo el hombre disculpándose con gestos.- Te he llamado porque tienes una solicitud de vis a vis, y tú nunca has hecho ninguna petición… Pero es una mujer que viene de fuera la que lo ha pedido y, aunque no es muy legal y va contra las normas, he querido preguntarte si querías aceptarla…

-                          ¿Un vis a vis?- preguntó Rafa un poco confundido.

-                          Claro chaval… Es lo que piden las parejas para estar juntos, ya me entiendes…

-                          No, si yo sé lo que es un vis a vis , pero no me cuadra que alguien lo pida conmigo.

-                          Algunas veces, se conceden por buen comportamiento y el tuyo es ejemplar… Pero lo raro es que ha sido ella quien lo ha pedido.

La cabeza de Rafa empezó a darle vueltas al asunto; ¿una petición de cita privada por parte de una chica?  No podía ser Verónica, ¿o sí?... Puede que hubiera recibido su última carta y quisiera hablar con él en persona… ¿Podría ser que ella se dignara a venir a verlo?

-                          Bueno qué… ¿La hago pasar a la sala de encuentro?- dijo Manuel que sonreía a aquel chico que para él era uno de los mejores presos que había conocido en todos sus años como funcionario de prisiones.

-                          Sí… Hazla pasar…- dijo el chico visiblemente emocionado.

-                          Anda tienes media hora, para darte una ducha y arreglarte un poco… No querrás que una chica tan guapa salga corriendo al verte, ¿no?

-                          Muchas gracias, Manuel…- dijo echando a correr hacia su celda el chico.

-                          De nada, hijo, de nada…- dijo el funcionario mientras veía al chico alejarse por el pasillo, aunque no pudiera escucharlo.

Rafa salió de la ducha, se cogió en una coleta las rastas y se puso un uniforme limpio de la prisión; se echó desodorante que le había traído su padre en una de sus visitas y se dirigió al pasillo de daba acceso a la zona de encuentros… Allí lo esperaba otro funcionario que le habría la puerta.

-                          Sala 3… Tienes una hora; dentro tenéis toallas limpias y condones.

Rafa observó a aquel chico que no tendría muchos más años que él que le miraba con desconfianza y entendió por un momento lo triste y distinta que era la vida tras unos barrotes. También pensó en lo frío que era reencontrarse con Verónica en una sala destinada a que los presos desfogaran sus ansias de sexo… Pero le daba igual, a pesar de tener un miedo atroz de encontrarla frente a frente.

Entró respirando hondo en la puerta adornada con un número tres pintado en negro; y justo al entrar escuchó una suave voz que le decía:

-                          Hola, Rafa, cariño…

Miró hacia el viejo camastro de la habitación y, allí sentada con las piernas cruzadas y una mirada llorosa, estaba su tía Rosa, que se levantó de inmediato para abrazarlo tan fuerte como pudo mientras estallaba en lágrimas.

Rafa se quedó helado por un momento, porque no sabía de estaba decepcionado porque no fuera la persona que esperaba o preocupado por no saber la razón de tan inesperada visita.

                                   *****************

-                          Estás guapísima con ese corte de pelo, mi niña.- decía la abuela Isabel mientras ponía el plato de comida a su nieta encima de la mesa.

-                          Muchas gracias, abuela…- agradeció la chica esbozando una gran sonrisa.

Los últimos días le habían sentado de maravilla; Maite no la había dejado un instante a solas y la verdad que su cambio de look, con ese cortísimo corte de pelo y ese tinte negro, le habían cambiado el ánimo. No es que no pensara en Rafa, a veces, pero se sentía capaz de luchar contra su recuerdo y, como decía Maite, empezar una nueva vida lejos de ese sufrimiento.

Ese día estaba almorzando en casa de su abuela, porque su madre había ido a la ciudad a arreglar unos papeles del medico; dijo que volvería tarde porque aprovecharía para hacer algunas compras. Por eso, Vero había planeado pasar toda la tarde en casa de su abuela porque hacía mucho tiempo que no hablaba con ella.

El tema de Rafa estaba vetado en casa de la anciana, entre otras cosas porque nunca supo nada de la relación que mantuvieron sus dos nietos… Por lo que era un buen lugar para evadirse de recuerdos dolorosos, aunque estar en esa estancia le traía algunos de los que más le dolían.

-                          ¿Quieres más?- dijo la abuela con la cazuela de guiso en la mano.

-                          No, por dios, abuela… Qué voy a reventar.

-                          ¡Anda ya, si estás hecha un palo!- protestó su abuela a la que, a pesar de todo, se le caía la baba con la chiquilla.- Me alegro mucho que hayas venido a verme, ya te iba a echar la bronca.

-                          No te enfades, abuelita… Ya sabes que te quiero.- dijo la chica abrazando a la anciana.

En ese momento, entró Fale en la casa y se encontró a su sobrina justo de cara; para él era muy duro, ver sufrir a aquella chiquilla, sabiendo todo lo que sabía y le costaba mucha trabajo disimular.

-                          Hola, preciosa, ¿cómo estás?- dijo Fale dándole un beso en la frente a Verónica.

-                          Hola tito… Me he quedado aquí a comer, porque mi madre está en la ciudad.

-                          Sí, ya lo sé…- dijo Fale, que sabía los verdaderos motivos de la ausencia de su prima Rosa, porque le había contado que iba a hablar con Rafa a la prisión.

-                          ¿Lo sabes? Pero si me dijo que no podía acompañarla, porque le había surgido la cita con el medico de improviso…

-                          Bueno… Ehh… Me lo ha dicho tu padre en la taberna…- se excusó Fale tratando de salir del atolladero.

-                          ¿Y Martín no ha podido a venir a comer aquí?- protestó la abuela Isabel que se dio la vuelta para ir a la cocina.

-                          No, mamá… Por lo visto, Rosita le ha dejado comida preparada y se quiere acostar un rato… Yo también voy a acostarme.- dijo Fale para escapar hacia su habitación, porque no se sentía cómodo en presencia de su sobrina, de la que sabía que su hijo estaba perdidamente enamorado.

-                          ¿Y no piensas comer nada?

-                          No, mamá, gracias… Tengo el estomago un poco revuelto…

Dicho esto, se dirigió hacia el pasillo que daba acceso a su dormitorio pero Vero lo cogió por la muñeca par que se detuviera; el hombre miró a su sobrina con sorpresa…

-                          Tito Fale… No quiero que estés raro conmigo por lo de Rafa, ¿vale? Ya lo voy superando y quiero que seas ese tito tan cariñoso que has sido siempre.- dijo Verónica, sabiendo perfectamente que su tío sabía por su madre de la relación entre ellos dos.

-                          Princesa, solo quiero que pienses que las cosas son mucho más complicadas de lo que a veces nos creemos… Las personas no son malas o buenas; a veces, hacen cosas que conllevan unas consecuencias.

-                          No te entiendo, tito…

-                          Nada, nada…- dijo Fale que estaba a punto de contarle todo a su sobrina.- Sólo quiero decirte que haya hecho lo que haya hecho, nunca pienses mal de tu primo, porque te quiere mucho…

Tras unos segundos de silencio en los que los dos se miraron a los ojos, Fale se giró a avanzó por el pasillo, dejando a Verónica petrificada y sin saber que decir.

-                          Nena, ¿quieres postre?- dijo la abuela sacándola de su letargo y llevando un yogurt en la mano.

-                          Sí, abuela, muchas gracias…- dijo Verónica sin dejar de pensar en las palabras de su tío mientras se sentaba en el banco de al lado de la mesa del comedor.

******************

-                          ¿Qué haces aquí, tita? No me asustes, por favor…- decía Rafa separando a Rosa de él, para mirarla mientras lloraba.

-                          Esto no tenía que pasar, no tenía que pasar, Rafa…- repetía entre sollozos la mujer.

-                          No tenía que pasar, ¿qué?- preguntaba nervioso el chico.

-                          Lo sé todo, Rafa…. – empezó Rosa secándose las lágrimas con una toallas que había sobre el camastro.- Verónica me contó que estabais juntos, que os habíais enamorado y no sé que más…

Rafa se sorprendió porque, aunque suponía que tarde o temprano, todos se enterarían, no eran ni el lugar ni el momento que había pensado para hablarlo con su tía Rosa.

-                          ¿Y se puede saber porque estás aquí encerrado? Se supone que ibas a huir…

-                          No puedo huir, tita… La quiero, y cuando salga quiero intentarlo con ella.

-                          ¡Pero estáis locos!

-                          Siento que hayas tardado tanto en enterarte pero…

-                          ¿Tanto?- dijo incrédula Rosa.- Verónica me lo contó el mismo día que te fuiste. Y juro que trato de entender, pero no puedo… No puedo, no sabéis lo que estáis haciendo… No sabéis nada…

-                          Sé todo lo que necesito: que la quiero…

-                          Nunca has sido sincero con ella, ni conmigo… Tuve que obligar a tu padre a que me dijera donde estabas; y cuando me dijo que estabas en la cárcel, casi me muero, nene…

-                          Tía Rosa, te juro que lo hago por el bien de todos… No quiero huir del pueblo y no poder volver nunca, porque allí vive lo que yo más quiero en este mundo…

-                          ¡Cállate! No hables así de ella…- dijo Rosa, dándole un sonoro bofetón a Rafa que le cruzó la cara.

Rafa se tocó el labio, porque había llegado a hacerle sangrar. Miró a su tía con respeto y se sentó en el camastro para observarla.

-                          Lo… Lo siento, mi vida… Pero es que no sabes lo que esto me duele. Es la felicidad de mi hija la que está en juego; la hemos hecho sufrir mucho y cuando por fin se está recuperando, mandas esa carta contándole la verdad.

-                          ¿Có…Cómo lo sabes?- tartamudeó Rafa levantando su mirada.

-                          Oscar se enfadó con lo de tus cartas y por no saber nada de ti y le dio la clave del apartado de correos a tu padre…- dijo Rosa metiendo las manos en su bolso y sacando unas cuantas cartas pilladas con una goma.

El chico cogió el montón de cartas de las manos de su tía; y allí estaban mezcladas tanto cartas de él, como de Verónica… Y, sobre todas ellas, la última que había mandado.

-                          Le habéis escondido las cartas a ella…- afirmó sin ser capaz de mirar a su tía.

-                          Rafa, no es lo que tú crees… Tu padre no sabe nada de esto; el pobre lo está pasando fatal,  por eso me ha dejado que venga a hablar contigo.

-                          Mira, tita… No sé cual es la razón por la que has hecho esto.- dijo Rafa levantándose muy enfadado.- Y puede que tengas razón al pensar que un tío que ha estado en la cárcel, por muy sobrino tuyo que sea, no es un buen partido para tu hija… Respeto tu decisión y si es lo que quieres me alejaré de ella, pero no puedes echarme la culpa de enamorarme de mi prima, porque eso no es malo… Somos un hombre y una mujer y no pudimos evitarlo, así que no me digas que no ves bien la relación porque somos primos porque es la excusa más mala que he oído en mi vida…

-                          No es porque estés en la cárcel, Rafa… Las cosas son más complicadas de lo que crees…

-                          ¡Y una mierda, más complicadas! Es complicado de aceptar que tu hija se enamore de alguien como yo…

-                          ¡Te he dicho que no es por eso!- dijo Rosa, levantando la mano otra vez para dar otro guantazo a Rafa, que está vez agarró su muñeca para impedírselo.

-                          ¿Ah no? Pues dime por qué…

-                          ¡Porque sois hermanos!

Rafa se quedó blanco mientras su tía rompía a llorar desconsolada; “hermanos”, “hermanos”, “hermanos”… La palabra retumbaba en su cabeza como si no fuera capaz de asimilarla; se dejó caer en el camastro echándose las manos a la cabeza. Estaba a punto de volverse loco y no sabía que hacer…

-                          Lo siento, Rafa, lo siento mucho…- dijo su tía sentándose a su lado.

-                          Pero… ¿Cómo? ¿Y mi padre sabía todo esto y no me dijo nada?

-                          No, por dios… Tu padre no sabe que Verónica es su hija…

-                          ¿Cómo que no sabe que no es su hija? Joder, joder, joder…

-                          Es una historia muy larga, Rafa…

El chico se levantó nervioso de su asiento y paseó por la estancia, miró el reloj que había colgado en la pared, para controlar la hora de la visita.

-                          Tenemos tiempo de sobra, tita…- dijo girándose hacía ella.

La mujer tragó saliva, porque esta no era la situación que tenía pensada… Ella pretendía explicarle a Rafa que la mejor opción era alejarse de Verónica, porque la vida los llevaba por caminos distintos. Pero aunque sabía que podía llegar el momento de tener que darle la tremenda noticia, no se esperaba que le fuera tan difícil.

-                          Mira, Rafa… Juro por dios que no fue intencionado; yo vivía en casa de la abuela por aquel entonces y tu madre se había ido contigo a… Bueno, se pelearon por primera vez… Y a tu padre le dio por beber; fue una época muy mala para toda la familia, porque no sabíamos donde estabas tú y tu madre.

El chico, aunque escuchaba atentamente las palabras de su tía, tenía la cabeza ladeada mirando a algún punto perdido del muro de la habitación.; Rosa observaba las reacciones de su sobrino y respirando hondo siguió hablando:

-                          Esa noche, tu padre llegó particularmente borracho y se caía por el pasillo, antes de llegar a su habitación… Las cosas entre tu abuela y él no estaban muy bien y yo tenía miedo de que ella tomara la decisión de echarlo de casa, porque hubiera sido su perdición.- lamentaba la mujer intentando que su voz no se quebrara al recordar aquellos duros momentos.- Le ayudé a llegar a su habitación, para meterlo en la cama y, entonces, lo hizo…

-                          ¿Te violó?- dijo Rafa con voz grave y mirando a su tía por primera vez en un largo rato.

-                          No, cariño… Él estaba medio inconsciente y no hacía nada más que nombrar a tu madre… Sé que hice mal, que tenía que haberlo detenido, pero no pude… Quizás…

-                          ¿Quizás…?

-                          Pues que quizás una parte de mí deseaba que eso ocurriera; para mí, tu padre era mi hermano, mi brújula en la vida… Pero te juro que nunca quise romper nada entre tus padres. De hecho, unas semanas después, tu madre y tú, volvisteis al pueblo y todo volvió a la normalidad.

-                          No del todo, por lo que parece…

-                          Bueno sí, yo llevaba a una hija de tu padre en mis entrañas, pero no estaba dispuesta a que una noche de borrachera, de la que tu padre ni siquiera se acordaba, estropeara su recién reencontrada felicidad…

-                          Y te casaste con Martín…

-                          Sí, me casé con él… Llevaba unos cuantos meses cortejándome, como se decía antiguamente en los pueblos, y yo no empezaba una relación con él porque era muy jovencita y porque él vivía fuera del pueblo y yo no quería separarme de las faldas de tu abuela…

-                          ¿Y él lo sabe?

-                          No, y es lo que más me duele porque es un hombra cariñoso y bondadoso que aceptó mi embarazo, anunciado unas semanas después de casarme con él, como si un milagro le hubiera sido concedido.

Rafa guardó silencio de nuevo y se volvió a sentar en el camastro al lado de su tía; ella le puso la mano en la rodilla en señal de comprensión, porque podía llegar a imaginar el golpe moral que era para su sobrino, conocer todo esto de sopetón.

-                          Cariño, nunca imaginé que después de tantos años, este secreto podía suponer un problema en la familia… La abuela dijo que…

-                          ¿Cómo? ¿La abuela Isabel lo sabía? ¿sabía que estabas embarazada y que el padre era mi padre?- dijo Rafa con los ojos abiertos como platos.

-                          Sí, mi vida… Sabes que para mí siempre has sido mi debilidad; desde pequeño he cuidado de ti, cuando tus padres no estaban y tu regreso significó para mí lo más grande que me ha pasado en años.- decía Rosa compungida por la emoción.- Pero no podía sospechar que Verónica y tú os ibais a enamorar… Lo siento, cariño, pero eso no puede ser y lo sabes…

El chico no decía palabra alguna, solo miraba al frente de la habitación como si estuviera en un estado de parálisis inducida. Ya no derramaba lágrimas, ni mostraba emoción alguna… Se levantó del camastro, de nuevo, y se acercó a la puerta de salida, pulsando el botón para avisar al funcionario de que la visita había acabado antes del tiempo permitido.

El sonido del timbrazo resonó en el habitáculo y Rosa miró a Rafa que se limitaba a esperar a que le abrieran.

-                          Rafa, por favor, no te vayas así…- decía Rosa levantándose y rompiendo de nuevo a llorar.

Rafa se giró hacía su tía sin alejarse de la puerta de salida; la miró a los ojos y, de repente, una señal de ternura se dibujó en su rostro.

-                          Tita, no te preocupes… Lo entiendo; me alejaré de ella para siempre, porque no puedo tratarla como a una hermana y, si ella no lo sabe, no puedo enfrentarme a eso yo solo…- dijo Rafa abrazando a su tía y besándola en la frente.- Os quiero mucho a todos y cuando regresé a casa, no pretendía causar tantos problemas… Lo siento.

-                          Por favor, Rafa, no digas eso… Tú no eres un problema…

-                          Bueno, es mi forma de ver las cosas… Solo quiero pedirte una cosa y, por favor, tienes que prometerme que lo harás…

-                          Dime cariño…

-                          Nunca le digas a Verónica que estoy aquí; solo espero que sea muy feliz y que me sepa perdonar algún día por irme sin contarle la verdad…

-                          Rafa, te quiero mucho mi niño…- dijo Rosa abrazándose fuerte al chico y sin dejar de llorar.- Pronto saldrás de aquí y podrás pensar de otra forma las cosas, porque tú no eres culpable de nada.

-                          Soy de todo, menos inocente, tita… Sólo quiero que me perdonéis algún día.

-                          ¿Por qué tenemos que perdonarte?- dijo Rosa  tratando de calmar a su sobrino que seguía con esa tierna sonrisa.

Justo en ese momento, se abrió la puerta de la habitación y entró aquel funcionario que le puso mala cara a Rafa al entrar… Pidió a Rafa que se apoyara en la pared, mientras le realizaba un rutinario cacheo, para evitar que pudiera introducir algún elemento no permitido. Mientras tanto, otro funcionario estaba en la puerta y se dirigió hacia Rosa, que miraba la escena preocupada.

-                          Señora, ¿me acompaña, por favor?- dijo el hombre para acompañarla a la salida.

-                          Sí, enseguida…- dijo la mujer saliendo de la sala, no sin antes mirar por última vez a su sobrino mientras era cacheado; Rafa la miró con esa sonrisa y le guiñó un ojo.

Rosa caminó por el pasillo seguida de cerca por el funcionario hasta que cruzó la cancela de salida; se secó las lágrimas y pensó que, aunque había sido muy duro para los dos, Rafa había sabido comprender esa parte del pasado.

                                    **************

Rafa llegó a la clase de marquetería donde estaban todos sus compañeros… La conversación con su tía seguía atormentándolo; Verónica, su niña de ojos verdes, era su hermana y nadie podía cambiar eso. Seguía pensando que, en menos de cuatro meses, tendría la vista por buen comportamiento y estaría en la calle donde tendría que enfrentarse de nuevo a esa realidad que le había tocado afrontar.

Cruzó el aula de la prisión, pasando entre uno de los pupitres, donde se situaban algunos de los presos de bandas latinas más peligrosos de la prisión… Todo el mundo sabía que había que respetar las jerarquías en prisión y, en el único momento en el que los reclusos estaban juntos, se mantenían la distancia con ellos.

De todas formas, Pincho había sabido mantener a Rafa lejos de ser objetivo de cualquiera de las bandas. Cada día había peleas, agresiones y violaciones en algún punto del pabellón de al lado, pero ellos se mantenían al margen al no inmiscuirse en sus asuntos.

Rafa llegó a donde se encontraba sentado su compañero de celda, que se afanaba en pegar con cola una moldura hecha en madera.

-                          Hey, novelas… ¿Cómo te ha ido en la visita? Joder vienes blanco, jaja… Pues si que te has desfogado bien…- dijo Pincho levantando la mirada sin soltar la brocha impregnada en cola de carpintero.

-                          Pincho, perdóname…- soltó Rafa con un hilillo de voz.

-                          ¿Pero qué coño estás…?- dijo el compañero de Rafa, sin saber a qué se refería su amigo.

Rafa se dio la vuelta y se dirigió a la mesa de los miembros de las bandas latinas; se puso al lado de Brandon, el musculoso y agresivo líder de la banda, que lo miró sorprendido de la desfachatez de aquel blanquito:

-                          ¿Qué estás mirando pendejo? ¿Buscas novio para las noches en tu celda?- dijo el hombre levantándose para pegar su frente con la de Rafa, que no se inmutaba.

-                          ¡Rafa!, ¿qué cojones estás haciendo?- gritó Pincho tirando la cola al suelo mientras corría al encuentro de su amigo, justo en el mismo momento en que los amigos de Brandon se levantaban para apoyar a su lider.

No hubo tiempo para más… El chasquido de la nariz de aquel hombretón al partirse resonó en toda la clase, tras el cabezazo de Rafa. Cuando Brandon cayó como un peso muerto al suelo, Rafa se sentó en su pecho y comenzó a golpear salvajemente el ensangrentado rostro de aquel violento personaje, como si le fuera la vida en ello.

Recibió una patada en el costado que le hizo caer de encima de aquel hombre totalmente inconsciente; Pincho se montó como un mono sobre la espalda de este segundo agresor y fue lanzado hacia las mesas de las clases, causando un gran estruendo… Rafa tuvo el tiempo justo de levantarse y empujar a aquel mastodonte que había pegado a su compañero; cuando aquel tío lanzó un puñetazo, Rafa lo esquivó para agarrarle el barro y golpearle con el codo en la cara y tirar del brazo hacía abajo, luxándole el codo hasta casi la rotura.

El sonido de los silbatos de los guardas y la sirena de la alarma resonaban por el pasillo, a la vez que otros dos miembros de la banda trataban de agarrar por la espalda a Rafa, que tomando impulso en ellos, asestó una patada con las dos piernas juntas en el pecho del hombre al que acababa de pegar, lanzándolo contra las mismas mesas de donde se estaba levantando Pincho, que esquivó por poco el cuerpo.

Cuando los dos hombres que lo agarraban tiraronla Rafaal suelo y empezaron a patearlo, llegaron los guardas que, a base de porrazos, consiguieron disolver la trifulca. A Rafa lo cogieron de las axilas dos funcionarios, para arrastrarlo fuera de la clase; él no oponía ninguna resistencia… Le pusieron unas esposas y lo sentaron en un banco de una sala anexa.

-                          ¿Qué has hecho Rafa? Por dios…- dijo Manuel, aquel amable guarda que tenía predilección por el muchacho, que entró en la sala unos diez minutos después.

Rafa no decía nada, solo se limitaba a limpiarse con la manga, a pesar de estar esposado, la sangre que caía de la comisura de sus labios por algún golpe recibido.

Manuel cogió una silla para sentarse frente al chico, que no era capaz de mirarlo a los ojos… Con un gesto, hizo que salieran todos sus compañeros de la sala para quedarse a solas con el chico.

-                          Dicen que has empezado tú… ¿Por qué has hecho eso?- dijo lamentándose el hombre.- ¡Mírame a los ojos cuando te hablo, chaval!

-                          Ya no tengo motivos para portarme bien, Manuel…- susurró Rafa mirando al carcelero.

-                          ¿Te has cargado tu vista de buena conducta a propósito?- preguntó sorprendido el funcionario de prisiones.

-                          Así tendré tiempo para pensar…

-                          No te entiendo, chico… Solo quiero que sepas una cosa: me tienes aquí para hablar de lo que necesites; porque eres un buen muchacho y sé que esto no es normal en ti.- dijo el hombre levantándose y acariciando el pelo de Rafa.

La puerta de aquella sala anexa se abrió atrayendo la atención de los dos ocupantes; otro de los guardas entró con urgencia y la respiración agitada.

-                          Dos heridos han sido trasladados a la enfermería del pabellón Sur y Brandon Osvaldo ha sido evacuado al hospital clínico penitenciario…

-                          Bien, avísame con lo que sea…

-                          Hay algo más…- dijo el guarda, sin moverse de la puerta.

-                          ¿Qué pasa ahora?- dijo molesto Manuel.

-                          Es Javier Sánchez… Dice que el empezó la pelea provocando a los de la banda de Brandon

Rafa levantó la cara, por primera vez, al escuchar lo que había dicho el guarda; porque ese tal Javier Sánchez era Pincho, su compañero de celda que se estaba autoinculpando de lo que él había hecho. Manuel miró a Rafa esperando una reacción por su parte.

-                          ¡Vamos, Manuel! Sabe usted que Pincho está mintiendo para protegerme… Lo sabe…- dijo Rafa levantándose y provocando que el guarda de la puerta se echara mano a la porra.

-                          ¿Y no te dice eso nada, Rafa?- dijo el hombre guardando la compostura.- Aquí hay gente dispuesta a dar la cara por ti… ¡Y tú, suelta esa porra!

-                          Vamos, Manuel… Yo asumo toda la culpa, pero deje en paz a Pincho, es un buen chico…

-                          Lo sé… Por eso creo que te puede ayudar, como tú lo estás ayudando a él… No sé que te pasa, pero lo voy a averiguar…- dijo el hombre con gesto serio.- Guarda, lleva al recluso Rafael Guzmán y al recluso Javier Sánchez a la celda de aislamiento.

El guarda se acercó con cautela al prisionero como si esperara alguna reacción violenta de Rafa, que se levantó muy despacio, con las manos esposadas.

-                          Y quítale esas esposas, por dios…- dijo Manuel que parecía estar sufriendo con toda aquella situación.

-                          Pero señor…- protestó el guarda un poco inseguro.

-                          ¡Que se las quites, coño!- amenazó el jefe del pabellón.

Las manos de Rafa quedaron libres y pudo mover las muñecas para recuperar la circulación en las mismas. Miró a Manuel con un gesto de agradecimiento y fue empujado fuera de la instancia.

-                          Rafa…- le llamó el funcionario de pelo canoso, haciendo que Rafa se volviera.- Sabes que se tomaran medidas contra ti y que puede que te alarguen la pena; pero procura no meterte en más líos… Hazlo por mí…

Rafa se limitó a esbozar una sonrisa y a asentir sin mucha convicción, mientras se marchaba de la sala con el funcionario detrás.

(CONTINUARÁ)

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