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Compañeros de piso. Capítulo uno.

en Grandes Series

"Tan absurdo y fugaz es njuestro paso por el mundo, que solo me deja tranquila el saber que he sido auténtica. Lo más parecida a mi misma que he podido"

(Frida Kahlo)

 

La música sonaba en todo el garito, justo después del concierto. Ese momento en el que la gente se junta en corros para comentar alguna genialidad entre mil estupideces. Manu, siempre ha tendido a ser uno de esos locos que se pierden en esos momentos; a los que tienes que sacar de su mundo porque se queda absorto con la cerveza en la mano si no hay un tema de conversación que él domine. Si alguien pudiera mirar dentro de su cabeza, puede que se sorprendieran, porque hay algo que siempre lo ha fustigado y es la de ver morbo en cada aspecto de la vida. Una vez escuchó que la mente era el mayor afrodisiaco del mundo. Quizás se lo creyó porque lo de comer ostras le daba mucho asco.

- ¡Hey, tío! ¿En qué piensas?- se sacó su amigo Jose de la nube en la que estaba instalado.

- El concierto ha estado muy guapo...- trató de recuperar el contacto con la realidad.

- Venga, ¿a quién mirabas? ¿a la camarera? Está buena, ¿eh?- sonreía su amigo mientras le daba con el codo en el costado-. Ese corte de pelo con el pelo de punta y ese culo... Me la follaba, pero bien.

Manu puso los ojos en blanco sin que su superficial amigo se diera cuenta. ¿De verdad había tíos que seguían analizando a las tías por el tamaño o forma de su culo? Bueno, quizás fuera lo normal y el raro era él.

- Se llama Victoria; la verdad que no miraba a nadie; es uno de esos momentos en los que te quedas en la parra.

- Pero, está buena, ¿verdad?

En ese momento, su mirada se cruzó con la de Victoria que, con esos labios pintados de rojo y esos enormes ojos negros, le sonrió mientras le ofrecía un botellín de cerveza. La mente, ese gran afrodisiaco. Se acercó y aceptó la invitación de su amiga camarera.

- Dicen que estás buena- le dijo sin pensárselo, porque había confianza entre ellos.

- Es que lo estoy, ¿o no?- sonrió con sus enormes ojos brillando.

- Bah, del montón; desnuda tienes que ganar mucho.

- Serás...

Primer sorbo a la cerveza y vasos de chupito sobre la barra. Tequila. Manu tenía un gran problema con el tequila y era que le ponía muy cachondo. Y lo peor, es que Victoria lo sabía.

- Me estás provocando y sabes que no podemos hacer nada- dijo el chico mientras ponía la sal en su mano.

-Por lo pronto, estamos poniendo celoso a tu amigo, por baboso- contestó la camarera mientras se inclinaba para buscar el limón-. ¿Me estás mirando las tetas?

- Malas noticias, chica. No tienes tetas.- sonrió Manu, que tenía la confianza suficiente con ella.

- Aún así te gustaría verlas.

- No soy yo muy «de tetas»

- ¿Muy «de tetas»? Y, ¿de qué eres tú?

- Ya lo sabes...

- De morbo.

- Muuuuy bien, Victoria, muuuuuy bien-.se cachondeó el chico mientras cogía el vaso de chupito de tequila.

- ¡Hey! ¿Para mí no hay?- escuchó una voz a su espalda. Sabía perfectamente quién era...

- Hola, no sabía que estabas aquí, Silvia...- se alegró la camarera dándole un pico en los labios a modo de cariñoso saludo.

- Buenas, ¿tú no me saludas?- dijo la recien llegada mirando a Manu.

El chico se dispuso a darle dos besos en la mejilla, ante la risa de ella. Manu sabía perfectamente quién era Silvia. ¿Quería morbo? ¡Toma siete tazas!. Esta amiga en común era una chica lesbiana que siempre le había causado curiosidad. No podía remediarlo, había algo que le atraía de ella, pero no fisicamente, sino su forma de ser. Más de una vez se habían sorprendido mirando a la misma chica y se sonreían. Cuando una persona busca que alguien la entienda, tiende a tender puentes con personas parecidas. Y, sin saber porqué, creía que esa chica tenía ese «algo». En su caso, el morbo no estaba en querer nada con ella, sino en verla actuar. Su pelo corto, sus extrañas combinaciones a la hora de vestir y esa mirada de sorpresa o provocación dependiendo del momento de la noche.

- Por los tres...-brindó Victoria, guiñando un ojo.

Los tres bebieron sus chupitos y Manu se despidió de ellas, mientras volvía a atender a sus amigos. Hay situaciones que prefería no afrontar y. no sabía el porqué, pero Silvia lo ponía nervioso.

                                                                                                     ************

Cualquier gesto era como una descarga. Cualquier baile era una invitación, un explñicita provocación que llevaba demasiado tiempo en el ambiente... Otro chupito más que servía aquel camarero a Victoria y Silvia. Por mucha gente que hubiera alrededor, hace un rato que les sobraba el mundo. Porque con miradas y sonrisas, se folla. Y quién no sepa hacerlo, le falta un mundo por descubrir. No sabía que aquel juego de «mamoneos» como Silvia lo llamaba se le fuera a ir tanto de las manos. Siempre le había dado mucho morbo lo que «jugar» con chicas abiertamente heterosexuales y llevarlas al límite. Y Victoria siempre había sido una de ellas. Un tía morbosa que correspondía a esos tonteos e incluso le seguía el rollo. Ahora estaban con lo que quedaba de aquella pandilla con la empezó Silvia la noche y a la que se unió Victoria cuando acabó en Moloko, donde trabajaba.

- Cualquier día, te vas a enterar...- susurró la camarera, mientras Silvia bailaba pegada a su trasero.

- Estás deseando quemarte y lo sabes...

Tenía toda la razón. Victoria nunca había nada con otra mujer excepto ese morbo de qué podía pasar. Pero Silvia le había enseñado a encender la mecha, a jugar con fuego y a desear abrasarse. Una última copa y algún beso fugaz entre la multitud.

- ¿Por qué no nos tomamos la última copa en tu casa? Tu y yo.- dijo Victoria al oído, quizás queriendo saber hasta dónde era capaz de llegar, acercándose a su amiga que estaba hablando con algunos de los amigos de la pandilla.

- ¿Te quedas a dormir?- preguntó, entre susurros, mientras seguía «atendiendo» a la otra conversación de la que ya había perdido el hilo

- Tenga ganas de todo menos de eso.- le decía al oído, mientras escuchaba hablar a otro amigo al que no prestaba atención.

Silvia aprovechó para escapar hacía el baño pero, antes de cerrar la puerta del pequeño aseo, Victoria se cuela detrás de ella.

- ¿Qué haces, loca?- rió Silvia ante el «ataque» de su amiga.

- Quiero jugar...- dijo Victoria, mientras cerraba la puerta del baño y hacía que su amiga pegara la espalda a ella para empezar a enrrollarse.

No era la primera vez que lo hacían en la intimidad de algún baño de algún pub; pero no dejaba de hacerle gracia ese ansia con la que la chica heterosexual se desataba para comerle la boca. Sus manos recorrían su cuerpo y se apoderaban de sus tetas.

- Me encantan tus tetas, tía. Quiero comertelas...

- ¿Aquí? Estás zumbada...- se resistió debilmente Silvia, a la que Victoria volvió a estrellar contra la puerta mientras mordía su cuello-. Joder, me estás poniendo mucho.

Se separaron lo justo para mirarse a los ojos. Sabían que esa era la noche. Tanta provocaión, tanto juego y hoy se desataría todo. Y les importaba una mierda todo. Querían pasar una noche juntas y era ahora...O nunca.

- Vamos a mi casa- dijo Silvia en un susurro-. Allí me podrás comer las tetas todo lo que quieras.

Victoría sonrió y volvío a comerle la boca a lo bestia mientras se sobaban y rozaban contra la puerta del baño. Alguien llamó y las interrumpió.

- Calla, tía. Que nos van a pillar.- parecía recuperar Victoria la compostura ante las risas de su amiga.

Abren la puerta y hay una chica esperando que las mira sorprendida, mientras Victoria se recoloca las tetas en su sitio, ante la risa de Silvia que la abraza por la espalda.

 

                                                                                                     **************

Ese pub no iba con él, demasiada gente. Pero Hugo, uno de sus amigos, insistió en tomarse la última copa. ¿Qué más da el sitio si puedes echar una risas? Porque Manu estaba en uno de esas «noches de tíos» que les gustaba, donde se dedicaban a poco más que a emborracharse y contar anecdotás estúpidas llenas de tetosterona.

Había ido al baño a echarse un poco de agua en la cara; esa maldita fijación de sus amigos por las rondas de chupitos... Esperaba su turno, junto a la puerta del aseo de chicos, cuando un golpe y unas risas dentro del baño de las chicas lo sorpendieron. Su mirada se cruzó con la de la chica que estaba esperando la cola. Una de esas tías estiradas a la que cualquier sonrisa de un hombre le parecía un intento de acoso. Si no estuviera tan borracho le habría dicho que había visto museos con menos pinturas. La chica golpea la puerta para romper esa incómoda situación. Se abre el aseo de chicas y sale Victoria que se coloca bien el top. Él está justo a su espalda, cuando toca su turno. En el último instante, antes de entrar en el baño, ve salir a Silvia que soba el culo de Victoria entre risas mientras le besa el cuello.

Entra rápido en el baño para no ser visto y abre el grifo del agua, tras asegurarse que la puerta está bien cerrada. Se mira al espejo y sonríe. Sabe que su mente va a empezar a imaginar cada escena de lo que ha podido pasar en ese baño.

- Joder...

                                                                                                 *********

El leve zumbido del ascensor subiendo era acompañado por el ruido de sus besos y suspiros; hace un rato que habñian perdido el control de la situación. Ya les sobraba el mundo alrededor y decidieron poner cualquier excusa tonta con la pandilla para escaparse. Entre los cuchicheos del pasillo, mientras reían,Silvia intentaba abrir la puerta del piso a pesar de la borrachera. Casi las cinco de la mañana, cuando Victoria entra en el piso y ella la manda a callar. El hecho de vivir sola no le libra de guardar las formas con los vecinos. Cierra la puerta con llave y al girarse, Victoria se abalanza contra ella y la arrincona. Sus lenguas se entrelazan y las manos de la camarera se apoderan de sus tetas entrando bajo la camiseta.

- Esta noche no te escapas, te voy a follar.- le dice la chica con un brillo especial en los ojos que ponía terriblemente cachonda a Silvia.

No sabía porqué pero le encantaba jugar con chicas que a priori eran heterosexuales, para romper cualquier etiqueta. Sí, era divertido. Y Victoria le había sorprendido a veces con algún beso a escondidas, con algún roce que le hacía ver que tenía que ser toda una bestia... ¿Y por qué no? ¿Qué norma no está hecha para desobedecerla?

- Me encantan tus tetas, tía.- seguía diciendo la invitada, mientras su boca bajaba y atrapaba uno de los durísimos pezones de su anfitriona. Silvia se limitaba a gemir con la espalda apoyada en la puerta.

Victoria se separa para observar una de esas imagenes que se clavan en tu retina. Silvia con sus tetas al aire y despeinada que jadeaba pegada a la puerta. Nunca había hecho nada con una mujer pero no sabía porqué tenía tantísimas ganas de hacerlo con ella. Esa amiga lesbiana que le había enseñado a encender la mecha, jugar con fuego y abrasarse en las llamas. Pero hay algo que a Silvia le ponía muchísimo desde hace tiempo: «morbo». Esa palabra que era como la gasolina que alimentaba su vida. «Morbo» por disfrutar de cada momento y cada instante. Ese pensamiento parecía despertarla y agarró la mano de Victoria y la llevó al sofá. Se sentó sobre ella, ofreciendo de nuevo sus tetas a esa ansiosa boca que los lamía, chupaba, mordía...

- Joder... Ummm-gimió Silvia con ese último mordisco mientras se frotaba contra ella y levantaba su mentón para volver a comerle la boca.

Caen sobre aquel sofá que tantas historias podría contar y empieza a estorbar la ropa. Silvia muerde el cuello; Victoria agarra con fuerza su culo... La dueña del piso toma la iniciativa, desabrochando el pantalón y bajándolo para lanzarlo a mitad del salón. Victoria se estira en el sofá arqueando la espalda, con un grito mudo, mientras la lengua de Silvia baja desde su cuello a su ombligo... Le encanta tomarse su tiempo... O no. Llegar rápido pero jugar a desesperar.

- ¿Sabes lo que voy a hacer?- preguntó con la cabeza entre sus piernas mientras apartaba a un lado las pequeñísimas bragas de encaje negro.

- Síiiiii... -contestaba la camerera que apretaba sus propios pechos de la excitación.

- Dímelo.

- ¡Cómemelo!

- Dímelo, bien.- insistió Silvia con una leve susurro mientras soplaba los labios de ese coñito, coronado con un piercing cerca el clitoris.

- ¡Cómeme el coño, ya!- se desesperó Victoria agarrando la cabeza de su amante para apretarla contra sí.

Como si se desatara una tormenta. La lengua de Silvia lamió, se metió para follarla para alejarse y volver a jugar con la punta en su clitoris. Los gemidos de Victoria subían de intensidad y eso hacía que las ansias de su amiga fueran en aumento.

- Me voy a correr...- suspiró Victoria apretando los dientes y cerrando las piernas.

Esto no hizo que Silvia bajara el ritmo sino que lo subió hasta notar como su amante exhalaba el aire de sus pulmones mientras temblaba y su boca se llenaba con ese orgasmo que le dejó deshecha.

-Bufff, me encanta.- dijo Silvia que salía de su prisión, entre las piernas de la camarera, para relamerse como una niña con un caramelo.

Los ojos de Victoria brillaban mientras trataba de recuperar la respiración.

- Sientate en mi cara- dijo con unas ganas de seguir que la inundaba; quería comerse un coño y quería que fuera el de Silvia.

Por supuesto, no se lo pensó y se quitó los pantalones y las braguitas para subirse a horcajadas con una rodilla a cada lado de la cabeza de Victoria. Comenzó a bajar el culo para acercar su coño a la boca; pero no pudo esperar mucho, porque su compañera agarró el culo para bajarla y empezar a comer como si se fuera a acabar el mundo. «Morbo» no es que le comieran en coño en el sofá. «Morbo» era que fuera esa tía con la que tanto había «mamoneado» -como le gustaba decir a ella-. «Morbo» era saber que era la primera, aunque le sorprendía su pericia. Clavar la mirada en el techo, sabiendo que esa noche iba a ser muy larga...

- Sigue, sigue...- iba subiendo el tono de su voz Silvia, a la vez que basicamente frotaba su coño con la cara de Victoria. Sus manos en tus pechos, sus caderas moviendose y la lengua de su amante clavada y follándola.

Como una descarga que poco a poco va llegando, lo sintió. Se iba a correr y miró hacia a bajo entre sus piernas para ver los ojos de su amiga abiertos mientras lamía. el orgasmo fue devastador y mojó la cara entera de Victoria que hasta se asustó.

- ¡¡Tía!! Menuda corrida, ummm.

- Bufff - se limitó a decir Silvia mientras se dejaba caer en el sofa.

Por un momento, se miraron y sonrieron. Medio desnudas. Silvia sin nada debajo y las tetas saliendo sobre el sujetador; no recordaba siquiera cuando se había quitado la camiseta. Victoria con esas braguitas de encaje y la respiración agitada.

- ¿Quieres una cerveza?- dijo Silvia, mientras se levantaba para ir a la cocina.

Abrió la nevera y el frío hizo que sus pezones se endurecieran. Cogió dos botellines y, al cerrar la puerta del frigorifico y agarrar el abridor, notó las manos de Victoria en su cintura, subiendo hasta abarcar sus pechos.

- ¿Te he dicho ya que me vuelven loca tus tetas?

- No tenía que haber abierto las cervezas.- dijo mientras se giraba y volvían a besarse.

Después, Victoria quitó una de las cervezas de su mano para beber muy lentamente directamente del botellín. Silvia sonrió porque esa chica no era consciente de su mente era capaz de imaginar. ¿Cómo sería verla comerse una polla? A la cabeza le vino Manu y la conversación que parecían tener. Arrebató el botellín para dejarlo sobre la encimera y cogiendola de la mano, le dijo:

- Vamos a la cama, ya.

- Parece que me has cogido con ganas.- rió Victoria mientras iba detrás de ella por el pasillo.

- Tengo mucho que enseñarte.

- Quizás te enseñe yo a ti.

- Bueno, lo divertido es aprender.- sentenció Silvia al sentarse en la cama y comenzar a besar el ombligo de su amiga que permanecía de pie frente a ella.

Lentamente, Victoria se fue echando sobre ella para inmovilizarla, sentándose en su barriga para darse la vuelta y formar un perfecto 69. Silvia podía ver el coñito de su amante y para lamer despacio, mientras recibía el mismo tratamiento; el hecho de estar inmovilizada, como si fuera una gata domada, la ponía muy caliente. El ambiente se torno solo en una sinfonia de gemidos cuando las dos amigas se proporcionaban placer mutuo. Las manos de una en los muslos de la otra; la lengua en lo más profundo de su sexo. Lamidas, mordiscos pequeños...

Agotadas, parecieron poner una pausa en esa pasión que las devoraba. y se tumbaron ambas en la cama. Victoria observaba a Silvia y pasaba su dedo por sus pechos hasta su trasero para volver a subir.

- Bufff, me ha gustado.- sonrió.

- ¿Seguro que es tu primera vez con una tía?- entornó los ojos Silvia que seguía sorprendida por lo bien que se desenvolvía su acompañante.

- Te lo prometo, supongo que es cuestión de dejarse llevar. Solo lo hacía como me gustaría que me lo hicieran a mi.

- Déjame mostrarte algo que seguro que nunca te han hecho.- dijo Silvia, incorporándose.-Abre las piernas...

Victoria se llevo un dedo a la boca de manera provocativa, para ver como ella entelazaba sus piernas con las suyas. Los dos sexos se unieron y se frotaron; alimentandose uno con la humedad del otro. Una tijera formada con sus piernas y comenzaron a follarse. Porque eso era follarse... Mirarse a los ojos, gemir de gusto e ir aumentando el ritmo. Ahora era Silvia quien llevaba la «voz cantante» y casi estaba incorporada sobre Victoria, frotando su coñito.

- ¡Que bueno, siiiii!- disfrutaba la camarera con los ojos en blanco. No llegaron a saber cuanto tiempo estuvieran dándose placer, hasta caer rendidas al lograr más de un orgasmo.

De nuevo, tumbadas en la cama, mirando al techo. Y comenzaron a reir... A carcajadas, como las que hubiran hecho alguna travesura.

- ¿Te imaginas que alguien nos hubiera visto?- dijo Victoria sin darle importancia a su frase.

- Ummm...

- ¿Cómo que «umm»? jaja. ¿En que piensas?

- No, en quién pienso.

- Que guarra eres.- rio Victoria, tomandoselo a broma, mientras hacia cosquillas a Silvia.

Pero ella no lo podía evitar. No lo decía en broma. Mientras se sacudia de las caricias de Victoria, miraba el sillón que había en su habitación. Vacío. Y se mordía el labio. Ojalá alguien se sentara en él a mirar...

                                                                                                   **************

Manu se sentó en el sillón de la habitación para quitarse las zapatillas. Una noche demasiado larga. Y a su cabeza volvió la imagen de Silvia y Victoria enrrollandose. Le hubiera encantado mirar dentro de ese baño...

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