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El principe de los picaros (Cap 10: Decisiones)

en Grandes Series

            El chico corría por las calles vacías de la medina; ya era más de medianoche y sólo sus pasos resonaban en el empedrado suelo… Miraba hacia atrás con temor mientras las dos figuras lo perseguían a grandes zancadas; él usaba las sombras para tratar de no ser visto, pero lo angosto de las calles de la ciudad daban poco lugar donde esconderse, ni siquiera entre los puestos cerrados del mercado.

            Dejó de escuchar los ruidos detrás suya y, sin dejar de correr por mitad de la calle, echó de nuevo un vistazo atrás para ver sí lo seguían todavía. No había nadie pero al volver a mirar adelante, algo chocó con su cuello haciéndole caer de espaldas, de manera estrepitosa contra el duro suelo…

-         ¡Ughh!- gritó de forma ahogada por el violento golpe en la garganta.

           Con la vista nublada, miró desde suelo hacia arriba para ver una cuerda que cruzaba la calle de un extremo a otro. Dos hombres salieron de los lados haciendo que la cuerda se destensara; los dos perseguidores, que venían desde atrás, se quedaron a sus espaldas. Y, por ultimo, un chico se acercó a él que seguía tosiendo por el golpe.

-         ¿Estás bien? Parece que funciona…- dijo el muchacho dándole la mano a su amigo para ayudarlo a levantarse.

-         Cof, cof… Sí, funciona… Pero sigo sin saber porqué tengo que probar yo todas las trampas…- dijo Saqeb, el pícaro charlatán que acompañó a Samira la primera vez en los tejados, mientras se sacudía la ropa y se echaba mano al cuello.

-         Porque así aprenderás a no espiarme cuando estoy desnuda.- dijo Samira bajando de uno de los tejados cercanos y, dirigiéndose al otro chico, el más serio- ¿ha funcionado bien la cuerda, Nadir?

-         Sí, quizás hay que tensarla más para que derribe a más gente.

-         ¡Yo no pienso probarla otra vez!- protestó Noah, el chico magullado.

          Todos rieron a la vez, mientras el chico ponía cara de pocos amigos para, instantes después, ponerse a carcajearse… Eran seis los chicos que estaban allí y recogieron la cuerda, de nueva, enterrándola entre la arena del suelo.

-         Bueno chicos, por hoy ya está bien… Mañana por la noche continuamos.- dijo Samira, haciéndole a Nadir un gracioso gesto de que estaría vigilándolo.

          Los chicos se fueron perdiendo por las oscuras esquinas de la ciudad, mientras Nadir y Saqeb seguían en mitad de aquella calle viendo como Samira se marchaba.

-         ¿De donde sacará esas ideas para las trampas?- dijo Saqeb, mientras seguía sacudiendo tierra de sus ropajes.

-         Dice que hay libros que hablan de estrategias y cosas raras de esas…- dijo Nadir, con la mano sobre el hombro de su amigo.

-         ¿Me estás diciendo que estoy sufriendo por culpa de los libros? ¡Después quiere mi madre que aprenda a leer!- dijo echándose manos al cuello y mirando los moratones que tenía de otras pruebas.

-         Bueno, no sólo los libros… También es culpa de ella, es muy inteligente.

-         Y tiene un culo genial... ¡Aughh!- gritó Saqeb al sentir en golpe en la coronilla de su amigo, por el ultimo comentario.

-         ¿Ves? Por comentarios como éstos son por los que luego te mereces probar las trampas.

-         Bufff, por favor no digas nada… Cómo siga así, no llega a las revueltas.- dijo Saqeb implorando a Nadir.

-         ¡Vamos aguanta!- dijo el chico golpeando la espalda de su amigo.- ¡Sólo quedan dos semanas!

                                                                          ******************

         Ya habían pasado dos meses y medio desde la muerte de Hixem; las noches de Samira pasaban entre lamentos y las visitas de su amado de brillantes ojos verdes entre sueños. Pero cada vez eran menos frecuentes; como si el muchacho quisiera dejarla descansar tras los agotadores días de entrenamientos y ensayos de trampas.

          Se levantó de su cama cuando la claridad entró por su ventana; se desperezó y, desnuda como se había acostumbrado a dormir, se miró al espejo para empezar a recoger su pelo en una trenza. Sonrió al ver su reflejo, su cuerpo un poco más musculado, pero sin perder ese aspecto frágil que tanto le encantaba a él. No era capaz de quitárselo de la cabeza, aunque en sus saltos ya no sentía ese cosquilleo… Él ya no estaba allí. Jezabel le decía que era lo normal, porque ya la veía preparada para “volar” por sí misma, pero que seguro que estaba orgullosa de ella.

          ¿Estaría orgullosa de su “princesa”? Recordaba su sonrisa y sus vivaces ojos que, sin tener el brillo que tenían en sus sueños, transmitían una confianza y una fe fuera de lo común… Ya no sentía lo que hacía como un deseo de venganza, sino como una continuación de la misión de Hixem: no permitir que la codicia de algunos hombres, pusiera en peligro a la gente humilde del mercado.

-         ¿Qué haces ahí desnuda?- dijo Sara al entrar en la habitación y sorprender a la chica.

-         Nada, solo pensaba…- dijo la chica con una sonrisa.

-         ¿Desnuda?- rio Sara.- Cada vez te pareces más a…

          Cortó la frase antes de soltar algo que no deseaba; iba a decir a su abuelo, pero Samira seguía sin saber que Sara era su verdadera madre y, por consiguiente, Hixem era su hermano.

-         ¿A Hixem?- completó la frase como ella le hubiera gustado que fuera.- La verdad que, a veces, no sé que pensaría él de todo esto.

-         Mi niña, tu no eres una continuación de él; estás convencida de lo que haces… Él estaría orgulloso de que tú respetes a los débiles. Eres una buena chica.

          La chica guardó silencio mientras, ahora, era Sara quien le terminaba de hacer la trenza. Por el reflejo del espejo miraba la figura de aquella mujer que le había dado tanto en la vida, pensaba en como había cambiado su actitud en las últimas semanas… De mostrarse en desacuerdo de que ella se pusiera en peligro, a animarla a que siguiera preparando la ofensiva… La relación entre ambas se había hecho muchísimo más intima, si es que eso era posible. Ya no se ocultaban nada, ni sus miedos ni sus sueños…

-         ¿Piensas en él, Sara?- dijo la chica buscando su mirada en el espejo.

-         Pues claro que pienso en él, siempre está presente.

-         Eso lo sé… Si te digo que lo veo en sueños me dirías que estoy loca, ¿verdad?

-         No estás loca, mi niña… Es normal que sueñes con él.- dijo la mujer dándole la vuelta y besándole la frente.

-         Sara, que es eso que llevas tanto tiempo cosiendo…- dijo la chica refiriéndose a la capa que la mujer cosía a escondidas.

-         Bueno, es una vieja prenda de cazador que pertenecía a mi padre. Siempre la he estado arreglando, me servía para acordarme de él y pensar con claridad…- dijo la mujer con una sonrisa triste en la cara.- Hacía tiempo que no trabajaba en ella, pero la muerte de Hixem me hizo recuperar esa costumbre.

-         Cada cual lleva el luto como quieres… Tú coses y yo salto por los tejados.- sonrió Samira, provocando un golpe de Sara en su hombre; porque una cosa es que respetara su decisión y otra muy distinta que no le preocupara.

-         Bueno, vístete… Tengo que ir al mercado y Jezabel me ha avisado para la visites esta tarde que tenía información para ti.

-         ¿Sabes una cosa? Me sabe mal mentir a mi tío Jubair…

-         Es un buen hombre, pero hay cosas que es mejor no contarle. Si no, no saldrías de esta casa en tu vida.

                                                                           ****************

            La mujer cabalgaba sobre la polla de aquel hombre; gemía con sus manos en el pelo, mientras sentía como las rudas manos del soldado apretaban su culo… De entre todos sus clientes prefería, de vez en cuando, a algún hombre fuerte y joven a pesar de que las ganancias eran mucho menores. No quería llamarlo vicio, pero que menos que disfrutar de su profesión alguna vez.

            El soldado de piel morena y torso musculoso se incorporó para ponerse sobre Jezabel; y, entre sus piernas, empezó a follarla como si la vida le fuera en ella. El calor de la habitación, el sudor de los cuerpos y los gemidos de ambos, creaban un ambiente excitante.

-         ¡Eso es soldado! ¡Fóllame! ¡Soy tuya de una vez!- gemía Jezabel mientras la polla del hombre la penetraba con una voracidad increíble.

-         ¡Por fin te tengo! Estaba harto de verte follar con ese gordo y no poder participar!

-         No pienses en él ahora, ¡solo en hacer que me corra…! ¡¡Otraaaaa vezz!!- gritó la mujer sintiendo un nuevo orgasmo.

El hombre mordía sus tetas, lamía su cuello y metía dos dedos en su boca; esa actitud tan bárbara excitaba increíblemente a la bruja que hace tiempo que no disfrutaba tanto en su trabajo.

-         ¡Me voy a correr! ¡Quiero hacerlo en esa boca donde se corre ese cerdo!- dijo el guarda levantándose y poniendo la polla cerca de la boca a la mujer.

-         ¡Hazlo! ¡Ahora es tuya!- dijo Jezabel, engullendo ese miembro y chupándolo fuera de sí.

-         ¡Síiiiiiiii! ¡Meee corroooooo! ¡Arghhhhhh!- gimió el hombre mientras toda la leche de sus huevos era tragada por la bruja que estaba ante él de rodillas.

          Jezabel le limpió los restos que caían por sus tetas y, golosamente, se lo llevaba a la boca; el guarda se había sentado en el camastro tratando de recuperar el aliento.

-         Es difícil veros ahora… Cuando visito a Abdalah, casi no hay guardias.- dijo Jezabel empezando su labor de investigación.

-         Sí, ahora estamos en otra casa que tenemos que proteger.

-         ¿Una nueva casa de Abdalah?

-         Creo que ese gordo no sabe ni las casas que tiene…- dijo el soldado comenzando a vestirse.- Pero no creas lo que te cuenta, porque ahí quien manda es su hermano Yussuf…

-         Tengo el placer de conocerlo.- sonrió Jezabel.

-         ¡Serás zorra!- río el soldado, cogiendo las tetas de Jezabel.- ¡Por Alá! Creo que te has follado a casi toda la medina.

-         ¿Y donde tendré que ir si quiero verte?

-         La casa está pegada al río; al otro lado del puente… Es una vieja casa que entes servía para albergar a los jinetes de los ejércitos.- dijo el soldado que ya ponía la espada en su cinto.- Pero no vayas allí… Yo vendré a visitarte. Allí hay más de veinte soldados además de la guardia de Abdalah.

-         De acuerdo, entonces esperaré noticias de tí… No me interesa que Abdalah me vea cerca de uno de sus soldados… Jaja-  se carcajeó Jezabel, haciendo creer al soldado que sentía devoción por él.

-         Jajaja, sí a mi tampoco… Por el bien de mi cabeza.- dijo el hombre.- Ahora me tengo que ir, que ya te dije que tenía que entregar esto a Abdalah antes de la noche.

          El hombre llevaba en la mano un pergamino atado con una guita, se lo guardó en el cinto y ajustándose las botas se dispuso a salir de la casa.

-         Toma, hermosa… Tus monedas…- le dijo mostrándole una bolsa de monedas.

-         No te preocupes… Esta vez no cobro, ye me has dado más de lo necesito…- dijo Jezabel mordiéndose el labio y acariciando sus tetas.

-         Jajaja… Lo tendrás siempre que quieras…- dijo el hombre marchándose y dejando sola a la bruja.

          La mujer esperó unos segundos y se asomó a un ventanuco que daba a la plaza a que salía su casa. Allí podía ver al soldado caminar entre la gente con aires de superioridad; la gente se apartaba temerosa, porque todos conocían a la guardia de Abdalah y sabían que podían hacer lo que les viniera en gana y no sufrirían consecuencias… Pero al estar en mitad de la gente, el soldado chocó con un transeuante encapuchado que cargaba con un saco de trigo que casi le hace caer.

-         ¡Mira por donde vas, imbecil!- dijo el soldado de forma cruel para dar un manotazo al hombre en la cara que le hizo caer al suelo.

-         Lo… Lo siento…- dijo el hombre tratando de levantarse mientras el guarda se alejaba.

          Con grandes esfuerzos el hombre se levantó y, tambaleándose, llegó directamente a la ventana desde donde Jezabel para, de entre los ropajes, entregarse el pergamino que le había robado al soldado sin que se diera cuenta.

-         ¿Por qué me toca a mí siempre que me golpeen?- dijo Saqeb que ponía la mano en su mejilla sonrojada por el golpe.

-         Quizás porque eres el mejor ladronzuelo de la medina.- dijo Jezabel, sonriendo y dando un dulce beso en los labios al muchacho.

          Saqeb se fue con una sonrisa dibujada en la cara, mientras Jezabel cerraba el ventanuco y, cruzando la sala entera, salía al patio interior de su propia casa.

-         Estás haciendo un buen trabajo con esos chicos…- dijo Jezabel entregando el pergamino a Samira que estaba sentaba en un banco de ese patio, escondida de miradas extrañas.

-         Ya eran muy buenos, pero dicen que tener una motivación hace que los talentos parezcan mejores.- dijo Samira con su pelo recogido en una trenza.

-         ¿Qué pone en ese pergamino que era tan importante?- dijo Jezabel.

-         Sí no equivocó, es el último mensaje que Yussuf manda a Abdalah antes de las revueltas… A ver:

          “Ya está todo preparado para la marcha del califa; he conseguido que llevé más guardia con él, debilitando su ejercito en la ciudad, basándome en los oportunos asaltos provocados por tus hombres, las últimas semanas en los caminos… Dentro de seis noches saldrá hacía allá, por lo que en diez noches, tus hombres deben empezar con los disturbios… Recuerda que, aunque vayan armados, deben ir vestidos como mercaderes normales… No falles… Diez noches”

-         O sea, los hombres de Abdalah se ocuparan de los disturbios.- dijo Samira tras leer el pergamino.

-         Pues son unos cincuenta, según mis cálculos… Será difícil.

-         Sí, y los veinte hombres de Yussuf y sus aliados, serán los que entren en el Alcazar.

-         Aún así, lo del mercado será una masacre… Si los guardas de Abdalah van disfrazados como mercaderes, los soldados del califa atacaran a todo lo que se mueva…- dijo Jezabel muy preocupada.

-         Será mas complicado pero confiemos en que salgamos adelante…- dijo Samira atando, de nuevo, el pergamino como estaba.

          La chica se llevó los dedos a la boca y, apretando su labio inferior, emitió un silbido agudo muy característico… Unos segundos después, un golpe sonó en el tejado que daba al patio donde ellos estaban. Samira levantó su mano con el pergamino hacia el cielo y una mano lo recogió con suavidad.

-         Devolvedlo a su dueño, pero que no se dé cuenta que lo ha perdido… ¡Rápido!- dijo la chica.

          Dos nuevos golpes en el tejado y Jezabel pudo ver la silueta de dos chicos saltar al tejado de enfrente y perderse en el atardecer de la medina.

-         Princesa Samira… Muy buen trabajo con esos chicos…- repitió Jezabel asombrada con las habilidades de esos críos.

-         ¡Buen trabajo el que te ha hecho a ti ese soldado!- rió la chica dando un golpe en el hombro a Jezabel, relajando el ambiente.

-         Estaba fingiendo…- dijo ruborizada Jezabel.

-         ¡No te lo crees ni tú!- se carcajeó Samira.

-         ¡Vaaaaale! ¡Lo admito! No follan nada mal esos soldaditos…- dijo la mujer mientras le hacía cosquillas a Samira.

                                                                       *********************

                                                                          الرفيق قبْل الطريق والجار قبْل الدا

                                                                                  - Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego-

 

            Las soluciones no suelen estar a simple vista, tendrás que usar la razón, el entendimiento, la perspicacia para descubrir el camino más corto a la victoria… No sirve de nada la fuerza ante la inteligencia.., El poder del ingenio es más fuerte que el de la espada… Si tu enemigo no ve en ti a un rival digno, será tan estúpido de descuidar sus defensas… No seas tú el estúpido…

 

                                                                     **********************

-         La entrada al pasadizo que da al Alcazar está en la zona sur del puente, hay que bajar las escalinatas y se esconde tras la noria.- dijo Yussuf enseñando el mapa al soldado al mando de los hombres enviados por los abasíes.

-         ¿Cuántos guardas suele haber dentro?- preguntó el hombre.

-         No más de diez… Confían mucho en la fortaleza de los muros; además nadie ha llegado nunca tan lejos, como para entrar en el Alcazar.

          El soldado observaba el plano, sacado de los archivos del palacio; entrarían a los extensos jardines de fastuosas fuentes y escalones grandiosos para llegar al fondo donde se levantaba la construcción que era el Alcazar.

-         Es increíble que el palacio del califa esté tan mal vigilado.- dijo el soldado mirando al enviado de los abasíes que miraba sin entender mucho de estrategia militar.

-         Hace tiempo que el califa no vive en el Alcazar; toda la corte se mudó a las afueras, a un palacio de verano llamado Madinat Al-Zahra.- dijo Yussuf atusándose la barba.- Por tanto, todos los esfuerzos de la guardia está en proteger aquel palacio que es donde reside el califa.

-         Un momento…- interrumpió el enviado que, desde su desencuentro con Yussuf y la llegada del militar al mando que tenía un rango superior al suyo, hablaba con mucho más respeto.- ¿El califa no vive en el Alcazar?

-         No, vive sólo Al Hakem con su propia corte… Es una forma de prepararlo para ser califa; todo el día estudiando, preparándose para la misión de su vida… Sin ningún tipo de relación personal, para evitar que se desvíe de sus deberes.

-         Triste…- dijo el enviado con una sonrisa.

-         Pero necesario…- contestó el soldado jefe, de ideas mas conservadores que sus dos acompañantes.- ¿Cómo encontraremos al heredero?

-         No entrareis por la puerta principal; yo mismo os dejaré abiertas las puertas de las cocinas y desde allí podréis subir a los dormitorios.

-         Perfecto, con la guardia distraída en las revueltas y paso libre para llegar a los dormitorios, no será difícil.- dijo el hombre, doblando el plano y guardándolo en su cinto.- Ahora, voy a descansar…

          El soldado, perfectamente uniformado con un manto negro y un turbante a pesar del calor de la habitación, se retiró de la sala; Yussuf se sentó en una de las sillas mientras se atusaba su delgada perilla.

-         Tiene mucha confianza en sí mismo.- dijo sin dejar de observar al soldado que se alejaba.

-         Se llama Al Ghurb… Es el mejor militar de la familia abasí; de hecho, no me puedo creer que lo hayan mandado aquí. Es el soldado de más alto rango del ejército. Sólo responde ante el hijo del emir Ghudirah, que es el que lleva todos los asuntos militares del emirato abasí. Es famoso entre todos los militares por haber dirigido misiones de conquista del emirato; dicen de él que es el guerrero más preparado de todo Oriente.

-         Desde luego parece que para la familia, este asunto se ha convertido en algo valioso.- dijo Yussuf, sonriendo al pensar en los beneficios que tendría tras la usurpación de Abd Al-Rahman.

-         Muy importante…- dijo el enviado con otra sonrisa en sus labios.

                                                                      **********************

         Samira estaba sentada sobre el tejado, justo al lado de su ventana; era una de las costumbres que había heredado de Hixem: ver el anochecer de la medina desde una situación privilegiada… La soledad de ese momento, con el sonido de los pasos de los últimos transeúntes y el agua caer desde algunas ventanas, le servía para relajarse y sentirse en paz consigo misma. Se limitaba a cerrar los ojos e inspirar aire en sus pulmones.

         A veces, sentía pánico de olvidar a Hixem; de que, con el paso del tiempo no pudiera ni recordar su rostro… Porque ella tenía una misión pero ¿luego qué? Llegaría el día en que su tío Jubair quisiera volver a Sevilla y a ella, nada le ataba ya a esa ciudad. Abandonaría esos rincones que había descubierto con Sara y con su hijo… Su hijo. Aún no podía creer que el destino le tuviera reservada la sorpresa de enamorarse del hijo de esa mujer que lo había cuidado desde pequeña.

-         ¿Te molesto?- escuchó la voz de Nadir, el chico responsable que la ayudaba.

          La chica se giró para ver llegar por el tejado a ese muchacho; sonrió porque se había encariñado con esos chicos. Era increíble la fuerza de voluntad que tenían; nunca habían tenido las cosas fáciles, porque la mayoría de ellos no tenían familia y vivían en casas vacías a pie del río.

          Por Nadir tenía un cariño especial, porque era el más maduro de todos ellos, y no por ello el menos sensible. Había dado un paso al frente para que los chicos respetaran a Samira; controlaba los excesos de Saqeb y hacía que todos trabajaran duro para cumplir los objetivos.

-         Sabes que no molestas… Siéntate conmigo, anda.- dijo Samira dando unos golpecitos en el tejado.

-         Quedan dos días…

-         Lo sé- dijo la chica sin dejar de mirar al horizonte y poniendo una mano en la rodilla del chico que se ruborizó.

-         ¿Te puedo preguntar una cosa?

-         Sí, claro…- dijo Samira mirándolo con ternura.

-         ¿Es malo tener miedo?

-         ¡Por supuesto que no, Nadir!- dijo la chica viendo la cara de pánico del muchacho.- Alguien me dijo una vez que “ser un temerario no es ser un valiente”. El miedo nos hace cuidadosos, siempre es bueno tener respeto por los peligros.

-         Yo no tengo miedo de los soldados, para eso estamos preparados… Lo que tengo miedo es de no hacerlo bien… De… Decepcionarte.

          Samira sonrió porque sabía desde hace tiempo que ese crío, a sus quince años, se sentía atraído por ella. Lo achacaba a que quizás era la primera mujer con la que tenía una relación continua de confianza. De todas formas, nunca había observado una mirada lasciva por su parte, como en su amigo Saqeb… Pensaba que esos dos chicos eran una especie de reencarnación del carácter de Hixem: la bondad y respeto de Nadir y la socarronería y desparpajo de Saqeb.

-         Nadir, no me vas a decepcionar pase lo que pase. Te agradezco mucho todo lo que me has apoyado en estos tres meses. No teníais porque haberme ayudado y habéis estado ahí, sobre todo tú.

-         Gracias  a ti que has confiado en nosotros… La gente nos trata como ladronzuelos y somos algo más que eso… Hixem nos enseñó que no debíamos dejarnos pisotear por nadie.

-         ¿Te puedo preguntar ahora yo algo?- dijo Samira mirándolo con seriedad y haciendo que el chico asintiera.- ¿Cómo era Absir? Nunca llegué a conocerlo.

          Nadir la miró sorprendido por al pregunta, porque para él era u tema sensible. Pero sabía que Samira sólo trataba de sentirte más cerca de lo que ellos sentían. Los esfuerzos de esa chica por ser como ellos era encomiable… Recordaba la primera vez que Hixem habló de ella: una niña malcriada con la que había tropezado en el mercado: todos los crios se rieron por la cara que tenía Hixem, porque esa chica le había impresionado… Ahora, Nadir sabía porqué; Samira, además de una mujer hermosa, tenía una personalidad arrebatadora y, en lugar de hundirse con la muerte de Hixem, dio un paso al frente para vengar su muerte.

-         Absir era como el hermano pequeño de Hixem… Bueno, en realidad todos somos los hermanos pequeños de Hixem, pero a Absir fue al primero que conoció… Tenían muchas peleas porque a Hixem no le gustaba que Absir, ni ninguno de nosotros, anduviera por los tejados. Más de una vez nos ha tirado a la alberca cuando nos ha pillado por la noche merodeando.- sonrió el chico al recordar algún que otro chapuzón.

-          Bueno, solo os protegía… Porque te puedo decir que quería muchísimo a Absir.

-         Absir se hacía querer, ¿sabes?- dijo Nadir sonriendo.- Era un año mayor que yo y siempre tenía ideas raras para llevar la contraria a Hixem; cuando más de reñía, más buscaba la forma de sacarlo de quicio… Pero para Absir, Hixem era algo más que un amigo… Era un hermano mayor. Y trataba de hacer cosas para hacerle ver que podía valerse por sí mismo.

-         Nunca debió aceptar ese trabajo…- dijo Samira suspirando al recordar la causa de la muerte del pequeño Absir.

-         Pero era un cabezota… Recuerdo la bronca que se llevó de Hixem cuando empezó a enseñarnos a los demás chicos a saltar por los tejados.

-         ¿Absir os enseñó? Creí que había sido Hixem…

-         ¿Hixem? ¡Nooo!- dijo Nadir que parecía disfrutar de la confianza que la chica le daba.- Él se enfadó muchísimo con Absir por ayudarnos… Y Absir, le decía que él le había enseñado cuando era pequeño, que cual era la diferencia.

-         Lo hacía para protegeros, no quería que os pasara nada…

-         Y al final, han sido ellos a los que les ha pasado…- dijo Nadir.

        El chico enseguida se dio cuenta que la contestación podía haber sentado mal a la chica y se puso colorado… Samira sonrió entendiendo lo que el chico quería decirle; al fin y al cabo, no andaba descaminado: El hecho de que Hixem tratara de ayudar a otros es lo que le llevó a la muerte. Y, ahora, el hecho de que ellos ayudaran a la gente del mercado podían llevarlos a la muerte, tambien.

-         O sea que crees que Hixem estaría en contra de que vosotros participarais en esto.

-         Por supuesto… Si Hixem estuviera a aquí y supiera que nos estas enseñando esas cosas, acabarias en la alberca.- rió el chico mirando a Samira.

-         Vaya, no había pensado en eso… Fue él quien me enseñó a mí y dices que eso sólo lo hizo con Absir… La muerte de su amigo le marcó mucho.

-         Bueno, no te preocupes… Él no está y nosotros hemos elegido ayudarte.

          Samira se acercó a abrazó al joven Nadir que se emocionó de sentir el contacto de la chica sobre su cuerpo. Suspiró porque sabía que ella vivía solo para el recuerdo de Hixem, pero soñaba con encontrar algún día una mujer como ella.

-         Me dijo Jezabel que pretendes entrar en el Alcazar para perseguir a ese tal Yussuf.

-         Sí, no quiero vengar a Hixem; quiero desbaratar los planes de esos asesinos… Que por una vez descubran que no pueden conseguir lo que se propongan.

-         Pero entrar en el Alcazar es imposible…

-         No, será tan fácil como esperar a la revuelta para ver como ellos rompen las defensas para entrar.

-         Dudo mucho que ellos vayan a entrar por las puertas; las murallas son prácticamente invulnerables, aunque no haya guardias para vigilarlas.

-         ¿Entonces?- dijo Samira que no había pensado en eso.

-         Deberán de usar otra forma para entrar sin ser vistos.- dijo Nadir, que seguía sorprendiendo a Samira por su astucia con solo quince años.

-         Eso complica las cosas; he cometido un error al no tener eso en cuenta…

          Los dos chicos que quedaron en silencio pensando en alguna solución para el obstáculo que habían encontrado. Fue Nadir quien, dando un golpe en el tejado, reaccionó con una sonrisa.

-         ¡Saqeb!- dijo dando un golpe en el hombro de Samira que se sorprendió por su efusividad.

-         ¿Qué pasa con ese granuja?- dijo Samira sin saber por donde iban los tiros.

-         Hace tiempo que para sus robos de poca monta, como Hixem no le dejaba subir por los tejados, conoció a unos chicos que andan por las viejas alcantarillas romanas de la ciudad. Recuerdo que un día me dijo que se podía llegar hasta los mismísimos jardines del Alcazar para coger las flores más bellas.

-         ¿Y crees que podrá encontrar a esos chicos? ¡Tengo que hablar con ellos!

-         Samira, esa gente no es de los nuestros…

-         ¿Qué quieres decir con eso?

-         Que no te respetaran como para darte información.

-         Bueno, puedes venir conmigo, ¿no?- dijo Samira dándole un beso en la mejilla.

-         Sí, iré contigo.

-         Muchas gracias…- dijo la muchacha.- Busca mañana a Saleq y ahora vete a descansar mañana será un día muy duro.

                                                           *******************

          La chica tenía los ojos cerrados adormilada y desnuda cuando sintió esa sensación de escalofrío en la piel; abrió los ojos muy despacio como si temiera despertar del sueño que tanto tiempo llevaba buscando… Aquella no era su cama, eran un conjuntos de cojines de una sala que no reconocía haber visitado nunca; pero, ¿qué mas daba el lugar? Lo importante era quién estaba allí: aquel muchacho de mirada verde esmeralda que brillaba de manera que le hacía arder el alma.

-         Llevas tiempo sin venir…- dijo Samira como si sus sueños fueran una especie de visita oficial.

-         Debes descansar…- dijo el chico con un susurro de voz que la llenaba de paz.

          La chica observaba el cuerpo desnudo del muchacho y no pudo evitar acariciar su pecho y besarlo en los labios. Él correspondió cogiéndola de la nuca y besándola con su lengua. Samira soltó un suspiro mientras rodeaba con sus brazos la fuerte espalda del muchacho. El chico lamió el cuello de la chica en un gesto muy instintivo y la muchacha se estremeció.

           Rozó con sus pulgares la fuerte espalda desnuda del chico que gruñó cuando notó clavarse las uñas de Samira justo al terminar la espalda y empezar el trasero. Ella sonrió al ver como la cara de desaprobación del chico transmutó en una mueca simpática. Era imposible que se enfadara con ella, y ella lo sabía y lo utilizaba.

          Con un gesto rápido, la giró y la elevó su trasero mientras su cara se aplastaba contra la almohada; con sus manos agarró sus muñecas detrás de su espalda… Lamió su espalda de abajo a arriba, como si fuera una bestia en celo, hasta que ella sintió la polla del chico pegaba a su trasero.

          Sintió el tacto de su mano acariciando su intimidad para luego apoyar la punta de su miembro en su coñito y comenzar a penetrarla muy despacio.

-         ¡Uffff! ¡Me encanta!- gimió Samira que se sintió invadida por aquel trozo de carne duro y caliente.

          La sensación de sumisión al estar inmovilizada por el chico, sin llegar a usar la violencia, le hacía alcanzar cotas increíbles de excitación… Las embestidas se iban acelerando en golpes secos y lentos, mezclando los gruñidos de él con los gemidos descontrolados de ella.

          El primer y arrebatador orgasmo llegó mientras el musculoso chico seguía martilleando con su herramienta el coño de Samira; como si se abrieran las puertas del infierno para hacer arder sus ovarios… Tuvo que morder las sabanas de aquel extraño camastro. Cayó desmadejada mientras el chico besaba su espalda y acariciaba su trasero.

-         Deseo morir para estar contigo siempre…- dijo la chica con lágrimas en los ojos.

-         No digas eso nunca, mi diosa. Llegará nuestro tiempo, pero aún no…

-         Aún no…- repitió Samira, mientras el muchacho le daba la vuelta y se colocaba entre sus piernas.

          De nuevo, sintió esa polla dura entrar en su interior y se mordió el labio inferior. Se agarró a su trasero, empujando para que la penetración fue más intensa… Se quedó quieto en su interior, mirándola a los ojos. Ojos verdes brillantes. Y sus labios en contacto, de nuevo. Empujar fuerte para follarla duro mientras gritaban mezclando el sudor de sus cuerpos; morder los labios de la chica hasta el umbral mismo del dolor; agarrar su culo con sus fuertes manos para penetrar con fuerza…

          Un gemido ronco anunció a Samira que el chico se iba a correr y, sujetando su trasero para sentirlo dentro, notó como los músculos de culo se contraían para sentirse inundada por enormes chorros de su semen caliente.

-         No importa que no me veas, sabes que te protegeré siempre…- dijo jadeando el chico, mientras Samira lo besaba dulcemente en los labios.

                                                                       ***************

          Zahara sirvió el plato de comida a su hermana Sara, que seguía mirando a la puerta cerrada del aposento de su madre. Hacía una semana que había llegado y ya tenía que volver a Córdoba. Desde el primer día que dio la noticia de la muerte de Hixem y Mahudaj a su familia, que seguían de huéspedes en casa del primo lejano del fallecido esposo de Zahara, su madre Dinah se había encerrado en su habitación y no salía para nada. Las dos mujeres estaban preocupadas porque la anciana, aunque permitía que le llevaran comida, no se comunicaba con ellas. Había sido un golpe demasiado duro para todas.

-         ¿Le has llevado hoy la comida a madre?- dijo la madre de Hixem a su hermana menor.

-         Sí, pero casi no ha probado bocado.- dijo la mujer enseñando las sobras del plato.

-         ¿Y tú como estás?- se preocupó Sara por su hermana.

-         Pues mal, hermana… Ya sé que quizás no era un buen hombre, pero yo lo amaba y ahora ¿cómo cuidaré de Fátima yo sola?

-         No digas eso, Zahara. Era un buen hombre, pero no sabía imponerse a su hermano. Hixem confiaba en él y algo me dice que no se equivocaba.

-         ¿De verdad pensáis que mi esposo tuvo algo que ver en la muerte del pequeño Absir?

-         No, Hixem creía que tanto Mahudaj como su hermano se metieron en algo demasiado grande para ellos… Eso provocó la muerte de Absir

-         Y Hixem… ¡Por Alá! ¡Siempre se lo dije! Hacía cosas demasiado peligrosas y cualquier día lo iba a lamentar… Sigo diciendo que tenías que haber venido aquí con Samira y huir de allí.

-         Es tan cabezota como su hermano…- dijo Sara con resignación.- Además, ella es, sobre todo, sobrina de Jubair y no podía sacarla de la ciudad.

-         No se lo has dicho, ¿verdad?- dijola Zahara.

-         No, aún no…

-         Ni debe hacerlo…- escucharon la voz de Dinah que salía de su casa.

-         ¡Madre!- exclamó Zahara levantandose.

-         Estoy bien, no te levantes.

           La anciana se acercó con mucha parsimonia a la mesa mientras sus hijas las miraban; se sentó en la silla y miró con tranquilidad a su hija mayor.

-         La niña ha sido feliz en su vida y, sin saber que era su hermano, se enamoró de Hixem; ¿qué ganamos diciéndoselo? Sólo la haréis sufrir más…

-         Entonces, ¿vivirá siempre sin saber que Sara es su madre?- dijo la hermana menor.

-         Sara, hija mía- dijo Dinah mirando a su hija con grandes ojeras señaladas por las noches de llantos.- Has sido muy valiente afrontando todos estos años a su lado sin confesarle nada, porque sabías que era lo mejor para ella… De todas formas, Zahara, la niña se sentirá de nuestra familia porque sabe que tu hermana es mi hija.

-         ¿Me está diciendo madre que está de acuerdo con que la niña esté ahora lejos de nosotros? ¡Allí están los asesinos de Hixem!- dijo Zahara que era la que menos convencida de todas estaba.

-         Hixem ha sido para mí como un hijo, y no creas que no lamento su muerte, pero me recuerda tanto a tu padre que, al final, he aceptado que no podemos hacer nada por los hombres de esta familia… Nacieron así y, por desgracia, morirán así.

          Zahara no podía creer lo que estaba oyendo mientras Sara sonreía tímidamente al comprender el carácter de su madre, a pesar de no haber compartido con ella los últimos años de su vida. Ella vivió, más que su hermana pequeña la reacción de su madre tras la muerte de su padre; como se despidió de Dinah con un simple beso en la frente y una sonrisa: “Vete, cuida de Sara hasta el parto… Eres fuerte” Y ella le limitó a recibir el suave beso de su esposo y a asentir… Nunca había un gesto cariñoso con ella en toda su vida, pero ese fue un gesto de confianza que convenció a Sara de que su padre amaba a su madre.

-         Ahora tengo que volver a Córdoba. Samira y Jezabel me esperan; las cosas se pondrán difíciles y quiero estar con ellas

-         ¿Jezabel? ¿Es esa mujer que siempre iba con Hixem?- dijo Zahara, mirando con desconfianza a su hermana.

-         Zahara, te puedo asegurar que, se dedique a lo que se dedique, es una de las mejores mujeres que he conocido en mi vida; y no sabes cuanto cuidaba a Hixem y como se preocupa ahora por Samira… Te puedo asegurar que si no fuera así no la habría dejado con ella.

          La hermana menor seguía sin confiar mucho en aquella mujer, pero los razonamientos de Sara y la aceptación de su madre, ante lo que no tenía nada de objetar.

-         Ahora, tengo que pediros un favor: vais a ir a Sevilla; Samira os ha conseguido una casa donde os acogerán unos días… No sabemos de que son capaces estos asesinos.

-         ¿¿De verdad pretendes que nos traslademos con Fátima y todo??- gritó Zahara que estaba harta de de viajar de un punto a otro.

-         Haremos lo que dice tu hermana…- dijo con mucha tranquilidad Dinah.

-         Gracias madre…- dijo la mujer abrazando a su madre.

-         Sólo prométeme una cosa…- dijo la anciana acariciando la mejilla de su hija.- Iré a Sevilla como ha dicho la niña y sé que me estáis ocultando algo grave, pero no quiero más muertes en mi familia… Prométeme que tendreis mucho cuidado.

-         Te lo prometo.

-         Estoy tranquila, porque igual que tu padre nos estuvo protegiendo durante años, ahora sé que Hixem lo hará con vosotros.

Las tres mujeres no pudieron evitar emocionarse y abrazarse mientras las tres lloraban; sólo aspiraban a que algún día pudieran estar juntas para siempre.

           

                                                            *************************

                                                     لا تكُن رطْباً فتُعْصر ولا يابِساً فتُكْسلا تكُن  فتُعْصر ولا يابِساً فتُكْس

                              - Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo-

 

                No puedes pensar en lo que pudo ser, no puedes desear lo quieres tener; no te dejes llevar por las distracciones porque son veneno para tu misión… ¡Claro que puedes tener sentimientos! Eso te hace fuerte… Tan fuerte como una roca es tu corazón. Utilízalo como arma… Lucha, grita, ama… Y vence.

 

                                                           ******************************

           Samira miraba en el reflejo sus tetas desnudas coronadas de esos preciosos pezones de aureolas rosadas; su ombligo en el centro de un vientre duro por el entrenamiento de los últimos meses… Se ponía el pantalón tapando ese pubis rasurado, como era costumbre en las mujeres musulmanas de familias acaudaladas y una camisola, dejando su pelo largo y negro suelto casi hasta la cintura.

           Miró de reojo a la ventana mientras sonreía y se agachaba a abrocharse los cintos de las botas. Se levantó con mucha rapidez y lanzó una pequeña daga que tenía en su bota para quedar clavada en el dintel de la ventana a centímetros del rostro del mirón.

-         Saleq, tendrías que dejar de espiarme por la ventana de mi habitación… Es peligroso para tu salud.- dijo la chica mientras el crío entraba por la ventana.

-         No fue con intención, de verdad…- se excusó Saleq mientras recuperaba la daga y se la daba a su dueña.- Venía para decirte que ya he quedado con Zohan y sus amigos, los muchachos de las alcantarillas.

-         Muy bien… Pues ya nos vamos.- dijo la chica andando hacia una mesa para coger algunos utensilios.- ¿Algo más que decirme?

-         Que desnuda eres más guapa aún…- rió el muchacho mientras Samira le lanzaba un cojín de la cama a la cara.

-         ¡Vámonos ya, anda!

(CONTINUARÁ)

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