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Un Niño Panameño

en Hetero: Primera vez

Este es un relato que escribí con la ayuda de un cyberamigo. El me contó esta experiencia que marcó su vida y estuvo de acuerdo en que lo publicara, enriquecida con elementos de mi inspiración que en ningún momento altera el contenido original. Quiero aclarar que ninguno de los dos estamos de acuerdo con la pedofilia, a la que consideramos como una algo despreciable. Abusar de un niño por el deseo de sacarle placer no es algo que apoyemos. Este relato lleva como único objetivo que Domingo desea contar lo que le ocurrió y que ustedes se entretengan. Qué lo disfruten.

La Piedra

Desde haec un tiempo me he aficionado a leer relatos eróticos publicados en el internet, y los mismos me han motivado a escribir un suceso que dio nuevos caminos a mi vida. Esto me sucedió cuando tenía 9 años.

Actualmente tengo 23. Soy panameño y me considero bisexual, sin embargo no lo soy en activo. Soy puro tilin tilin pero nada de paleta. Quizá algún día. Todo empezó cuando regresaba de mi colegio primario. Al llegar a mi casa me encontré con mi hermano mayor y su mejor amigo de entonces, se llamaba José y tenía 16 años. Era mediano de labios gruesos, un chico normal. Todos le llamaban cabezón pero no sabía por qué. Nunca me había interesado el apodo. Al verme me invitó a su casa a jugar. Yo pensaba que mi hermano también iría y se lo pregunté. Me respondió que iría primero a hacer un mandado y que llegaba luego. Cuando llegamos a su casa, nos encontramos con su hermana menor, un año mayor que yo. José le dijo que fuera donde su abuela, quien vivía a tres casas de la de el. Ella se marchó y el me invitó a jugar en su cuarto, enseñándome un juego de lego. Me di la vuelta para verlo sin darme cuenta que el se ponía detrás de mi. Allí inició todo.

El me tomó por la cintura y comenzó a menearse contra mi trasero. Podía sentir su pene erecto surrándome, aunque en ese momento no sabía que se trataba de eso. Me pareció extraño, pero yo era un niño inocente y no pensé que fuera una insinuación sexual, ni siquiera algo malo. Le pregunté que qué era lo que estaba haciendo que se sentía tan raro. Me dijo que era parte del juego y que me iba a gustar mucho, que no me preocupara. Permití que continuara con un poco de confusión. No le miraba nada de malo, hasta sentía un poco de cosquillas. Como dije antes, yo era un niño inocente.

De repente el juego cambio. Me pidió que me bajar los pantalones cortos que traía y los calzoncillos. Me quedé sin saber qué hacer. Me daba pena hacer eso delante de el, además de que en ese momento sentí que algo andaba mal. Me negué a eso al principio. Al ver mi renuencia y adivinando mi temor, me dijo que eso era para que el juego me gustara más. Terminó convenciéndome. Luego me dio las siguiente instrucciones: que me sujetara las nalgas, las abriera con las manos y me inclinara para adelante. Ya sabrán lo que se proponía.

Obedecí lleno de confusión y temeroso. Me consolaba diciéndome que no era nada malo y me repetía que me iba a gustar. El se agachó detrás de mi. Sentí el trasero mojado y voltee para ver que estaba haciendo. Me estaba lamiendo como su fuera una naranja o una fruta. Sentía su lengua rozando mi culo y como lo besaba, dándome pequeños mordiscos en las nalgas. Me parecía algo asqueroso. Pensaba que si el olor no le desagradaría. Yo estaba completamente confundido de lo que estaba pasando. Pero me gustaba la sensación. Estaba temblando de cosquillas y sentía tanto placer que recostaba la cabeza en la pared para aguantar los escalofríos que ya se habías esparcido desde mi estómago hasta mi pequeño pene, que comenzaba a crecer.

De repente se detuvo y me sentó en su cama y me pidió que abriera la boca. Me besó. Jamás me habían besado antes, me dio un poco de asco. Me metía la lengua en la boca y me mordía los labios. Tenía un peculiar olor, el que años después comprendí que era de sexo. No me gustaba nada de lo que estaba haciendo, introducía su lengua hasta el fondo y me mordía con violencia los labios, además que me ensalivaba toda la cara porque era de labios gruesos y yo no. Aparentemente se dio cuenta que no me gustaban sus besos porque se detuvo. Inmediatamente me pidió que me inclinara contra el piso, sosteniéndome con una mano, y que me sujetara una nalga con la otra. Le obedecí como un autómata, pero volteando para ver qué hacía. El me sujetó la otra con su mano. Entonces el se sacó la pinga, y ya ustedes sabrán lo que pasó de allí en adelante...

Algo que no comprendí por bastante tiempo es por qué no me quité en ese momento. Será posible que un niño inocente que se sienta tan confundido como yo lo estaba dejaría que todo aquello pasara. Ya a estas alturas de mi vida ya no me inquieta esta duda. Su pene era grande, venoso y un poco morado. Después entendí el por qué de su apodo de Cabezón. Le ensalivó la cabeza y lo acercó hacía mi, pidiéndome que abriera más las piernas y que abriera más las nalgas. Mientras el me sujetaba la otra con fuerza para abrirme mejor. De pronto sentí como su tranca caliente chocaba contra mi culo, haciendo intentos de penetrarme. Me estaba haciendo una brochita, como se le dice aquí, hasta que de un solo lo metió. A partir de allí me penetró durante minutos que me parecieron horas, y solo me decía al oído que le avisara si me dolía.

Al principio no me dolía y yo aguantaba sus arremetidas asustado y sin poner la menor resistencia. Sentía una placer extraño. No sabía lo que estaba haciendo, me estaba violando y no me daba cuenta. Solo sabía que me empezaba a gusta y que mi pinguita se estaba haciendo grande. El mío era pequeñito (era un niño de 9) y era rosadito. José seguía metiéndomela repitiéndome al oído "¿te duele?". No me dolía, pues sus arremetidas no eran tan duras. Ya pasados varios minutos aceleró el paso y los empellones se hicieron más violentos. Comenzó a arderme y a dolerme. Al principio me aguanté, pero se hizo insoportable, se sentía como si me estuvieran metiendo un palo con espinas. Me ardía mucho. Y cómo no, semejante verga me estaba partiendo en dos mi culito virgen. El me escupía allí de vez en cuando para lubricarme, pero no me bastaba y le comencé a pedir que se detuviera.

El me pedía solo un poco más de tiempo, que ya iba a acabar. Entonces sentí su leche derramada en mi culo. Una sensación caliente dentro de mis entrañas. Salió de mi interior y se fue al baño. Yo me quedé sin saber que hacer. Podía sentir el esperma tibio, que me gustaba, pero no sabía qué pensar de lo que había pasado. Me incorporé para irme pero el me detuvo. Me pidió que me quedara un rato a ver la tele. El se sentó en un sillón con las piernas abiertas. No cargaba calzoncillos y se le salía la verga, con su ancha cabeza morada, que aún estaba algo dura. Morcillona como diría un español. Me pidió un último favor. Que si se lo hacía me iba a invitar a un helado la próxima semana, que me prestaría su lo que le pidiera, etc. Casi me ofreció bajarme el sol y la luna. Quería que me sentara encima de el.

Bueno, como se imaginarán, accedí después que me rogó como por media hora. Me puse encima de el y José comenzó a menearse. Para entonces me gustaba lo que sentía cuando me tocaba o punteaba. Me bajó suavemente los pantalones cortos y el calzoncillo y me pidió que colocara las piernas cada una en las braceras del sillón. Lo hice, quedé completamente abierto. Entonces me volvió a penetrar, pero esta vez lo sentí mucho más adentro de mi. Creo eso se debió a mi posición, que llegó más profundo. Debe haberme metido hasta loa huevos. ¡Carajo, qué dolor más hijueputa! Intenté salirme pero me agarró con fuerza y me abrazó. Forcejeamos unos momentos, tiempo que aprovechó para arremeterme con furia.

Allí si sentí miedo, y comencé a llorar. Me dijo que me dejaría con una condición, que yo tendría que hacerle lo que el quisiera. Tanto era el dolor y mi miedo que acepté inmediatamente. Me dejó para ponerme el pantalón, yo pensé que sangraba o algo así.

José me pidió en ese momento que le chupara la verga como su fuera una paleta, y ay de mi si se la mordía. Cómo no quería, me recordó una y otra vez mi promesa, así que terminé aceptando. Me indicó que me arrodillara y, acercándomela, que le mamara la cabeza. Lo hice. Luego me ordenó que me la tragara toda y me agarró del pelo y me la metió hasta los huevos. Su rudesa se acompañaba de quejidos y susurros sin importarle que me estuviera ahogando. "Mámamela" repetía. Para entonces ya me estaba gustando un poco tenerla en la boca. La lamía como me indicaba, hasta los huevos le mamé. Me estaba excitando. Finalmente sentí su leche en mi boca. Me quise quitar porque creí que era pipí, pero mo tenía del pelo. Me dijo que tragara todo y se la limpiara bien. Luego me susurró "¡qué rico!", me besó en la boca, y se fue al baño. Nos quedamos unos minutos viendo tele hasta que llegó mi hermano. Luego llegaron sus padres y nos fuimos con mi hermano a mi casa.

Mi vida cambió desde ese día. Me inquietaba saber qué era lo que le gustaba tanto de mi. Comencé a explorarme el ano al salir de la ducha. Jamás me lo había visto. Me metí el dedo y me comencé a excitar. A partir de allí aprovechaba cualquier oportunidad que me quedara solo para tocarme. Luego me comencé a decir vulgaridades, que para ser sincero me excita más que un penetración. Tuve otras experiencias con José después, y con otro amigo de el al que me prestó, y nada más. Esas son otras historias de mi niñez.

Si alguien está interesado en conocer a Domingo y a La Piedra, o simplemente darnos sus opiniones de lo que leyeron, se lo agradeceremos. Pueden escribirnos a:

domingos02@hotmail.com o a hardstone@soloadultosweb.zzn.com

Hasta pronto.

La Piedra y Domingo Sanjur

NOTA: Si son mayores de 30 o que sean maduros mejor para Domingo. Esta es una de las consecuencias.

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