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El Semental de las Mayén (09)

en Amor filial

El Semental de las Mayén

IX

El tiempo continuó su marcha, y nuestro plan siguió el curso planeado, ocurrió lo que esperábamos con tantas ansias. Rosario continuó acercándose a Beto, a tratar de llevarlo por caminos donde el tendría que descubrir por si mismo a sus tías, a su abuela y a su madre, como seres bellos y deseables.

Alberto fue tomando más soltura y libertad para vernos, poco a poco dejó de avergonzarse cuando nos pescaba en posiciones indecorosas, y cada vez más nos dimos cuenta de que incluso se quedaba mirándonos, disimuladamente por supuesto (según el), pero lo hacía a propósito. Hasta que cierto día, rosario lo encontró observando a unas niñas a través de la ventana de la sala que da a la calle. Rosario es bastante celosa, y no iba a permitir que unas niñas tornas nos echaran a perder nuestro tan bien planeado y orquestado plan. Se acercó a el y le sacó plática:

¡Ajá, ya vi que estas mirando picarón!

Je, je… – Beto solo se rió y se puso colorado.

¿Te parecen bonitas?

Si, son bastante bonitas. – obvio, una era canchita y de ojitos claros y la otra morenita pero con carita de bebé.

Ya les voy a contar a tu mamá que la estás cambiando por otras.

Je, je, je…

No son tan bonitas.

Si tía, son bien lindas.

No tanto como era tu madre y tus tías a esa edad.

Si, pero ya no tienen esa edad, je, je, je… – "Je, je, je", cabroncito.

¿Y qué, ahora me vas a salir con que estamos feas?

No pues pero…

Ya viste el tamaño de las chiches de todas, ¿te parecen pequeñas?

No pero…

Están más grandes que los de esas niñas.

Si, están más grandes…

"Bastante" más grandes. – le dijo Rosario con picardía y ambos rompieron en risas; ella continuó - ¿Viste ayer a tu madre con la blusita que cargaba?

Si, la vi.

Se miraba bien, ¿verdad?

Pueeeeess… no se…

¿Por qué no?

Es queee… mmmm… enseñaba mucho…

Es que ella tiene mucho que enseñar. – gracias Rosario.

Si perooo…

¿Me vas a decir que no te gusta el cuerpo de tu madre?

Emmm… – Beto titubeó mucho su respuesta – no se… es que ella es mi mamá y… pues no se.

Alberto, no hay nada de malo en admirar la belleza de tu mamá, ella es una mujer muy hermosa y se le ve en cada cm. de su piel, hasta de lejos. ¿Me vas a decir que no te gustan sus ojos?

Si, son muy bonitos.

Y el tamaño de sus senos, ¿no son muy grandes?

Pueees… si.

¿No te gustan los senos grandes?

Si, mucho.

Entonces te tiene que gustar los de tu mamá, ¿o no?

Si… si…

Beto, que no te de vergüenza, que no le estás haciendo nada malo. Ella es una mujer muy deseable y es natural que tu la encontrés atractiva también. – Rosario era una maléfica mujer, manipulaba muy bien las situaciones para llevar a Beto a donde queríamos; no lo engañábamos, no, solo le mostrábamos cosas que cualquiera se niega a ver por el miedo al "qué dirán".

Hablaron por un rato más, hasta que a mi hermana se le ocurrió una idea muy buena. Sabía que en el fondo, Alberto era medio niño para jugar, todavía le gustaban los juegos como las escondidas, el que jugaba con su prima Ingrid.

Le dijo a mi hijo que la siguiera, y llegaron hasta las duchas. Allí se encontraba mi madre, dándose un buen baño a guacalazos. Eran las 9 a.m. de un sábado. Rosario le dijo a Beto:

Cuando yo era más joven…

¡Uuuuuuuuu! – se burló mi hijo.

Ejem, ejem… cuando yo era más joven me gustaba ponerme a jugar a las espías, y espiar a todos en la casa, lo que hacían y qué hacían. Por ejemplo, me subía a una silla y me ponía a ver cómo se bañaban. ¿A ti no te gusta jugar así?

Pueeeesss…

Sinceramente Beto.

…Si, si me gusta.

¿No te dan ganas de subirte a esa silla y mirar cómo se baña tu abuela?

… ¡!… – Beto se quedó callado sin saber qué decir, así que fue Rosario la que actuó.

Mirá – le dijo y fue por una silla, la que puso frente a la puerta, subiéndose en ella.

Ella se puso a ver a mamá bañándose, y esta se dio cuenta. Con señas le preguntó qué estaba haciendo, pero cómo no recibió respuesta alguna, siguió en lo suyo, pero esta vez restregándose y tocándose cachondamente. Y sin darse cuenta, Rosario llamó a mi hijo e hizo que se subiera a la silla. Beto vio cómo su abuelita se enjabonaba los senos sobándoselos con gran sensualidad, y se impresionó del tamaño que estos tenían, realmente nunca vio senos tan grandes fuera de una revista… incluso esos no eran así de hermosotes, estaba simplemente anonadado. Vio también como se restregaba las nalgas, esas nalgas grandotas y carnosas que siempre protuían escandalosamente debajo de cualquier prenda. Y su cinturita, tan estrecha, tan chiquita… si, mi hijo estaba mirándola como un mula.

Mamá lo vio de reojo, y se alarmó al principio, pero rápido comprendió que era un ardid de Rosario y decidió participar en el. Se dio la vuelta y se comenzó a lavar los genitales. Le mostró a su nieto en todo su esplendor su denso matorral dorado mientras lo enjabonaba y lo lavaba concienzudamente. Mi hijo no terminaba de creérselo, no le cabía en la cabeza que su abuela estuviera tan buena. En eso, mamá subió la vista, y sus ojos azules se cruzaron con los celestes de mi hijo. Con una cara pícara le dijo "…Betooooo", y mi hijo se asustó y se cayó de la silla.

Rápido corrió con Rosario hacia el sitio a esconderse, mientras mi hermana de moría de la risa. El no se reía para nada, en realidad estaba muy asustado de lo que yo pudiera hacer si me llegara a enterar de esa travesura. Pararon bajo el jocotal y hablaron.

¡Se va a enojar… la abuelita se va a enojar!

No Beto, vas a ver que no…

¡Y mi mamá me va a regañar mucho!

No, tampoco Beto, vas a ver que no te van a regañar, ninguna de las 2.

Pero, ¡vi a la abuelita desnuda!

¿Y qué?

… ¡!… ¿cómo "y qué"?

Si, ¿y qué? Solo la viste desnuda, nada más.

… pero… pero… ¿qué hubiera pasado se fuera a vos a la que hubiera visto desnuda?

Mmmm… nada. Solo te preguntaría que si te gustó. – Beto se quedó con los ojos más abiertos que un huevo.

… ¡!…

¿Me vas a salir ahora con que a mi no me espiarías? – le dijo Rosario a quemarropa, pues había hallado un punto al que quería llegar.

Pueeess… ¿Ah? ¿qué?

Si Alberto José (ese es el nombre completo de Beto), no me vayás a decir que a mi no me verías porque me ofendo.

… ¡! (gulp)… – Beto se quedó tragando saliva; Rosario se paró y se agarró los senos entre sus manos.

¡¿Me vas a decir que estas chichotas no te gustan?!

E… eh… si, si, son muy bonitas…

¿Qué tanto?

Muy bonitas… bastante… – entonces Rosario hizo una acción verdaderamente temeraria, tomó una de las manos de mi hijo y se la llevó a una de sus chiches.

¿Y ahora si te gustan?

Beto se quedó estático como una piedra. Toda su vida soñó con poder tocar y acariciar un buen par de senos, y ahora que los tenía no sabía qué hacer con ellos, tal vez por el simple detalle de que eran los senos… ¡de su tía! Beto estaba anonadado, asustado, no sabía qué hacer ni dónde estaba parado, y la malvada de Rosario, con toda la desvergüenza y frialdad de que era capaz, le dijo a quemarropa "¿qué, ahora si te parecen buenos?".

Cuando Rosario nos contó lo que hizo, ninguna podíamos creerlo. Nos impresionó tanto que hasta interrumpimos una de esas sesiones de práctica que organizábamos para decir "¡¿que qué?!". Imagínense, yo que me encontraba chupando apasionadamente la vulva de Bertita enderecé la cabeza y me levanté con los ojos muy abiertos y la boca y cara embarra de flujos. Soy una mamá celosa y no lo pude evitar. Mi madre también se quedó con la boca abierta dejándose de masturbar, y Blanqui paró de mamarle las chiches a Rosario. Nos sorprendimos demasiado. Ella nos miraba con sorpresa, como una niña cuando ha sido sorprendida en plena travesura. Le exigimos que nos contara con lujo de detalles.

Bueno, cuando le puse la mano a Bato sobre mi chiche, el pobre no sabía ni qué decir, ni lo que estaba haciendo… era como si quisiera, pero mejor no. Yo le seguí preguntando "¿te gusta?", y el apenas podía medio balbucear "Si", ja, ja, ja.

Bueno, total que la Rosario se portó muy cruel con el pobre de Beto, arremetiendo de frente como una tora contra su inocencia. Debo decir que no me gustó esa acción, se las reclamé varias veces, pero a la larga probó ser muy útil para nosotros.

Rosario continuó coqueando a mi hijo, se le quedó viendo con ternura y mirada picaresca. Le tomó el brazo y comenzó a restregarse su mano cobre su teta. Beto no podía creerlo.

Beto, ¿te gusta esto?

… ¡!… – mi hijo no atinó a articular palabra alguna, pero su tremenda cara de felicidad lo decía todo.

No te pongás así, es normal que te guste… sos hombre y son senos bonitos… y no te preocupés, que a mi no importa que me los toqués.

¿N… n-no… no te implorta? – ni siquiera podía hablar bien mi bebé.

No amor, no, porque yo se lo que hacés sin malas intenciones. Además, en estos momentos estás pasando por una etapa muy confusa de tu vida, querés descubrir nuevas cosas, tener nuevas experiencias, y yo se que eso es principalmente con las mujeres, ¿o me equivoco?

No… no te equivocás… – respondió colorado.

Y precisamente es en esta etapa donde sos más vulnerable a las malas personas que se van a tratar de aprovechar de ti. Por eso creo que lo mejor es que aprendás con las mujeres que te quieren y te cuidan…

…¿Cómo ustedes?

Si, como nosotras. – después de una pausa para tomar aire, continuó – Alberto – le dijo en tono serio – yo se que se manejan mucho tabúes con respecto a hacer esto que estás haciendo ahorita, tocándole un seno a tu propia tía, se dicen muchas cosas malas de eso, pero yo creo que son solo cosas que a la gente le da miedo. Tu sabés como es de miedosa la gente cuando no conoce las cosas. Yo quisiera enseñarte algunas cosas, como estas por ejemplo – y se levanta la falda, enseñándole su bonito y pequeño calzón blanco que cubría cómo podía las 2 hermosas y carnosas nalgas de mi hermana – para que sepás y conozcás.

Pero…

Que no te de miedo amor, además tu mami ya está de acuerdo, ella también piensa igual… todas tus tías y tu abuelita pensamos así. Tú sos el único hombre de nuestra familia, todos han salido malos, y queremos que tú seas diferente, que tú si seas responsable y un hombre de bien. Además, como te dije, ¿Quiénes mejor para guiarte y encaminarte en el camino de tu desarrollo que las 5 mujeres que más te quieren en el mundo?

Mmmm… – Beto no respondió nada, solo asentía con la cabeza, pensativo.

Tu no te preocupés y dejanos todo en nuestras manos, que te aseguro que no te vas a arrepentir… y sobre todo, pase lo que pase, nunca olvidés que te queremos más que a nosotras mismas y que siempre te vamos a querer y a apoyar en todo… por que lo que vamos a hacer ahora, – dijo en un tono más pausado, mientras se bajaba los tirantes de su vestido, exponiendo en todo su esplendor sus 2 majestuosas tetas – y lo que yo estoy haciendo… Beto… es porque te quiero… te quiero muchísimo.

Rosario tomó sus manos con las suyas y las llevó a sus 2 senos, tan suaves y firmes a la vez, tan tiernos y delicados. Beto los tomó entre sus palmas y los apretó, pero tiernamente, era solo una caricia. Rosario estaba muy nerviosa, de hecho, casi todo lo que le dijo no fueron palabras bien pensadas para que el confiara en ella y que su transformación en nuestro amante fuera más rápida. No, sus palabras fueron como los de una muchacha que le declara su amor al muchacho que le gusta. De hecho, ella estaba más nerviosa que el mismo Beto.

Alberto acarició un poco más a mi hermana, y ella se dejó entregándosele. De verdad, si Beto hubiese sido uno de esos patojos malintencionados, se hubiera aprovechado totalmente de ella y le habría hecho quién sabe que cosas. Pero no, mi hijo es un joven muy bueno, lo era antes y lo sigue siendo ahora. El solo la acarició con ternura, como un niño lo hace siempre. Se abrazaron en un cálido intercambio, Beto con su tibieza y gran corazón, y la pobre de mi hermana entregándole el suyo, su vida y su alma… tal y como todas lo haríamos poco tiempo después.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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