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El Legado (06: El Ladrón de Almas)

en Dominación

El Legado VI

El Ladrón de Almas:

¡Qué fea es la mañana cuando uno no quiere que esta llegue! Pues a pesar de los mimos de Sheny, de Fabiola y de Rocío, no conseguí sentir un poco la inmensa belleza de ese amanecer colorido, alegre, entusiasta y bullanguero. No, mi alma estaba dolida y así se iba a quedar por un buen rato. Y peor hoy, hoy que me iba a topar de frente con mi triste realidad, con mi triste pasado y futuro… iba a conocer a mi abuelo.

I

"Chomp, chomp, chomp" sonaban los labios de Sheny recorriendo mi verga, chupándola toda a conciencia, esforzándose en realizar un buen trabajo. Me encontraba sentado sobre la cama, ella en el suelo con las piernas abiertas. Fabi buceaba entre ellas, recorriendo su oscura mata de pelos con su pequeña lengua. Rocío estaba arrodillada sobre la cama ofreciéndome sus senos para que yo los chupara. Esta es una bonita forma de amanecer.

Los oscuros senos de Sheny se contoneaban al ritmo en que ella movía sus caderas para darle mayor cabida a la lengua de la niña, la cual recorría su pusa por todo lo largo, sorbiendo sus jugos, saboreándolos. Pese a tener apenas 10 años ya había desarrollado una gran afición por los fluidos de sus 2 amigas. Mientras, Sheny lamía amorosamente todo lo largo de mi pene de 17 cm. ¿Por qué solo 17 cm. si normalmente medía como 21? No, normalmente tengo 17, los 21 son solo durante la luna llena.

Rocío acariciaba mi cabello mientras se restregaba contra mi rostro, ansiosa de sentir mi lengua recorriendo sus inmaduros senos. Las 3 mujeres se esmeraban en tenerme bien atendido, en hacerme sentir lo mejor que podían. Sheny les había explicado muy bien lo que era ser propiedad de un hombre. Recordemos que ella era una puta antes de conocerme a mí. Todas las noches ponía lo mejor de todo lo que había aprendido vendiendo su sexo para mi deleite.

Las puse boca arriba en hilera, una después de la otra, con las piernas abiertas y sus sexos chorreantes, palpitantes. Las 3 me miraban expectantes, esperando su ración de verga. Ver esos 3 chochos era muy interesante, pues eran muy distintos uno del otro. El de Sheny, moreno y peludo, con labios mayores cortos y los inferiores grandes. El de Fabi, pequeño, delgado, delicado y totalmente lampiño. El de Rocío era un intermedio entre el de Sheny y el de Fabi, mediano, con sus labios mayores elegantemente plegados, y medianamente peludo. Las 3 respiraban aceleradamente, agitadamente. Como dije, estaban ansiosas de su ración de palo.

Penetré a Sheny primero, me zambullí por completo en sus jugos brillantes y la hice gemir de placer. Me apretó con sus piernas para asegurarse que la penetrara todo lo que podía. Se la dejé ir como una tromba, con violencia y furia. Sus grandes senos morenos rebotaban por todos lados, con sus pezones oscuros e hinchados. Ella gemía y gemía llena de placer.

Luego se la saqué. Así llena de sus flujos como la tenía, enterré mi pene en la delicada entrada de Fabi. Ella también gimió, un poco más fuerte que Sheny. Su vocecita aguda retumbaba por toda la habitación a cada embate que yo le daba. Mientras, Sheny y Rocío le chupaban sus chichitas, que a pesar de su edad, ya tenían los pezoncitos bien parados y duros. También le di duro.

Rocío vino al final. La penetré con la verga llena de los flujos de las otras 2 y le dejé ir con furia toda mi masculinidad. Ella gimió mucho, como las demás. Tomé sus piernas en mis brazos y las subí, elevándole un poco sus genitales. Mi verga salía y entraba de su vagina al compás de sus pujiditos y jadeos. Yo sudaba profusamente, mi cuerpo estaba totalmente mojado. Y gemía como un animal, casi gruñía. Era una placer gigantesco el que estaba sintiendo.

Adivinando mi inminente orgasmo, Sheny se puso de pié y jaló a Fabi con ella. Hizo que se arrodillara. La pequeña ya sabía lo que su compañera deseaba y se puso detrás de mí, metiéndose entre mis piernas. Comenzó a lamer mi ano, por todo lo largo. Llegó hasta mis testículos y lo chupó también. Luego se pasó a la vagina perforada de Rocío y la chupó igual. Esta estalló en un sonoro y largo orgasmo. Sheny y Fabi ya habían tenido el suyo.

Estas caricias me calentaron tanto… y me pusieron al borde del clímax. Sheny se colocó detrás de mí. Me abrazó del cuello y me comenzó a restregar los senos en mi peluda espalda. Sentir esos 2 suaves y tersos pechos morenos, rozando sus duros pezones en mi espalda me hizo acabar con furia. Saqué mi pene del interior de Rocío y eyaculé mientras gruñía y gritaba sobre su sexo. Gruesas gotas de semen resbalaban de sus rosados y encendidos pliegues. Fue delicioso, increíble. Fabi, abajo desde donde se encontraba. Tomó mi pene entre sus manos y se lo llevó a la boca, saboreando las últimas gotas de mi leche. Al mismo tiempo, Sheny se ponía de rodillas frente a Rocío, y le pasaba lentamente la lengua sobre la vulva, embadurnándola de semen para luego saborearla extasiada en su boca. Rocío por su parte, se pasaba los dedos entre los pliegues de sus labios vaginales, llenándolos de semen, además de masturbarse. Se los llevaba a la boca también. Mis 3 mujeres era un trío de viciosas tragasemen.

Justo en ese momento Jacinto tocó a la puerta del cuarto. "Ya es hora" me dijo…

II

Rocío abrió los ojos llenos de temor y Sheny paró súbitamente de lamerla. Fabi se quedó con mi pene entre su manita, pegándolo a su mejilla y acariciándose con el. La 3 sabían ya que lo que iba a pasar esa mañana sería malo.

Salva… no vayás. – me dijo Rocío con los ojos mojados.

No vayás… – la secundó Fabi.

Tengo que hacerlo… tal vez haya una manera de acabar con esto.

¿Y si no?

… - … – me quedé callado. ¿Y si no?

Me fui con Jacinto, Mama Flora y varios hombres más. Caminamos por un sendero estrecho, y luego salimos a un camino viejo de tierra. Estaba en muy mal estado, muy descuidado. "Es un camino de burros" pensé yo.

Llegamos a una gran entrada. El camino se interrumpía por una gran reja, entre 2 sólidas columnas de ladrillos, muy gruesas. La entrada tenía un letrero que decía "Los Horcones", y otro más que tenía símbolo extraños que no comprendía. Jacinto abrió el candado y entró, todos lo siguieron. Uno de los indígenas que venía con el encendió incienso en un incensario y empezó a esparcir el humo por todos lados, al tiempo que todos entonaban cantos cristianos.

Caminamos en subida un buen trecho hasta que llegamos a un terreno llano. Luego un breve trecho en bajada y otro pedazo llano. Al final de este último, había una vieja casa. Grande, de 2 pisos y de firme construcción. Las enredaderas lo cubrían casi por completo, y el montajal crecía indisciplinado y rebelde por todo el alrededor de la casa. Era obvio que nadie la cuidaba.

Después que su abuelo fue vencido, le dimos a las 3 aldeas que rodean la finca la responsabilidad de cuidar de ella, a cambio de poder sembrar y cosechar su propio sustento. – dijo Jacinto.

¿Por qué la casa está tan arruinada? – pregunté.

Porque nadie se acerca. – contestó escueta como era Mama Flora.

Los pocos que lo han hecho, han terminado en las manos de su abuelo, y nunca se les vuelve a ver.

¿El los mata?

Ojalá… ojalá…

¿Nunca encontraron la manera de revertir la maldición?

Si, había una.

¿Cuál?

Teníamos que reunir las almas que su abuelo esclavizó y conseguir que le dieran el perdón.

¿Y no lo lograron?

No lo pudieron intentar. – agregó Mama Flora. – La guerra llegó y eso no se pudo.

La guerra. Ella se refería a los 36 años en que los hijos de puta de lo militares de Guatemala y los cobardes de mierda de los guerrilleros desangraron mi país. Fue una guerra tonta, estúpida y sin sentido. Ni los unos ni los otros lograron lo que querían.

Además – dijo Jacinto – las almas se perdieron.

¿Cómo así? – pregunté.

Se perdieron… mire Salva, el mal es como el SIDA, siempre busca corazones y almas en qué meterse. Emilio no solo se volvió malo, si no que volvió malos a los que el hizo daño.

La venganza Salvador, la venganza. – agregó Mama Flora.

Si, la venganza. Las almas se llenaron de ira. La ira trae al odio y este a la venganza. Y entonces cae en un círculo vicioso. Mientras más se venga uno, más odio siente. Y mientras más odio, más deseo de vengarse. Nunca acaba, y el mal se reproduce.

Con una sola alma hubiera bastado.

Si niña Flora, con una sola alma…

Una sombra salió por una ventana del segundo piso. Con gran rapidez se ocultó. Jacinto se le quedó viendo. Creo que podía ver un poco de temor en los ojos del anciano chamán. "Ya nos vio…" alcancé a oí decir a Mama Flora, casi en un suspiro. Fernando apretó su arma, preparándose para usarla. Jacinto serenamente me dijo: "Salvador… prepárese… vamos a entrar" y comenzó a caminar. Todos lo seguimos.

III

Un fétido olor a muerte nos invadió desde que entramos, y horribles sombras escondidas salían a nuestro paso. No medían ni un palmo, y se escurrían furtivamente bajo nuestros pies. Caricaturescas y horrorosas caras, de quienes en vida eran, se les dibujaba, desapareciendo como un soplo del viento. Un moho extraño crecía en las paredes, largo y negro como barbas, se mecía como flagelos, con total voluntad y antojo.

¡Qué sitio tan horrible! No podía creer que allí hubiese vivido mi abuelo por lo últimos 40 años de su vida. ¡40 años en ese asqueroso agujero olvidado de Dios y del mundo! Todo eso pasó un año antes de que yo naciera. Ni mi madre ni mi padre nos hablaron jamás a mí ni a mi hermana menor sobre el abuelo. Los 2 crecimos creyendo que se había alejado de la familia por su voluntad.

Llegamos al segundo piso, y el olor a muerto, las sombras y ese horrible moho seguían. Las sombras corrían al cuarto y se escondían adentro. Jacinto me volteó a ver, y luego a Mama Flora y a los demás y ordenó "abran la puerta". Inmediatamente 2 robustos indígenas quichés la abrieron, machete en mano uno, hacha en mano el otro. Fernando se puso frente a Mama Flora con su rifle. Las puertas se abrieron, la luz alumbró una cama… allí estaba el.

Je, je, je… ¡Jacinto, mi amigo! Perdona que no te pueda recibir adecuadamente después de tantos años de no vernos… ¿40, fueron 40 verdad?

Hola Emilio.

¿Y solo un hola me vas a dar? ¿Qué pasó con el abrazo?

No se te ha olvidado bromear.

No, no… eso es lo único que estas almas malditas no me han podido quitar, el reír… ¡Reírme como un loco de su desgracia! ¡Almas malditas, mírenme… ¡MÍRENME! ¡Yo soy el ladrón de almas, malditas! ¡Soy el ladrón de almas! ¡Yo me las robé! ¡Yo me las robé! – gritaba como un demente, como seguramente estaba. Desde la cama en que se hallaba postrado, seguí burlándose de la infelicidad y amargura de las almas convertidas en demonios, que lo torturaban día y noche. Y terminó su desvaría diciendo en voz baja, casi arrastrando las palabras: – Yo me las robé… y no pudieron hacer nada. Ni podrán…

IV

Jacinto hizo una fogata. En ella echó incienso, madera de caoba y semillas y hojas que no conocía. Mama Flora recitaba un canto en Garífuna, mientras se mecía sentada sobre una piedra muy concentrada. Otro anciano venido de Cobán, chamán como Jacinto, hacía lo propio en la fogata del primero. Era Virgilio Pérez, el amigo de Jacinto que peleó contra el ladrón de almas. Amigo de su infancia, y compañero de las artes mágicas por parte de su maestro, Simón Pop, Virgilio acudió al llamado de su compañero que, mediante los espíritus del bosque, le habló del heredero de Los Horcones… yo.

Me quedé sentado sobre otra piedra, mirando a los hechiceros realizar su hechizo, valga la redundancia. Jacinto iba a lanzar una limpia a la casa y a la hacienda, para liberar a las almas que permanecían allí. O bien para sacar a las que no se quisieran ir. "Si no se quieren ir, nosotros no tenemos la culpa ni podemos hacer nada. Su tiempo pasó y ellos tienen que aceptarlo e irse a descansar" dijo Jacinto sobre estas almas. El abuelo acababa de morir, y su cuerpo también sería quemado entre la fogata.

Las palabras que me dijo retumbaban en mis oídos, las escuchaba una y otra vez como si se tratase de un eco desagradable, tormentoso. Sheny, Fabi y Rocío estaba sentadas en mis piernas. Fabi sentada en el suelo entre ellas. Las 3 se aferraban a mí y me mimaban suavemente. Mama Flora las hizo traer pues podían estar en peligro durante la limpia. Nunca se sabía. Y las palabras de mi abuelo seguían bullendo en mi mente.

"¿Tenés personas que se preocupen por ti Salvador?", "¿Tenés personas que se preocupen por ti Salvador?", "¿Tenés personas que se preocupen por ti Salvador?". Siempre la misma pregunta, siempre la misma pregunta.

Veo que el caballero moreno que se encuentra detrás de ti es mi nieto… ¿no es así Jacinto? – este respondió afirmativamente moviendo la cabeza. - Acercate un poco. – me dijo. Tímidamente me acerqué un poco. – Ese amuleto que traes al cuello es parte de mi lanza negra ¿Verdad?

Si…

Acercate un poco más… quiero verlo.

Me acerque otro poco, nunca me esperé lo que hizo. Súbitamente y sin decir nada saltó de su cama convertido en un santiamén en un monstruo. De un zarpazo trató de arrancarme el talismán, pero lo esquivé con un movimiento muy rápido de mi parte. Nunca me hubiese podido mover así, pero lo hice. Jacinto pronunció un encantamiento en quiché, al que mi abuelo contestó en la misma lengua. Pero a nuestra espalda se escuchó otra voz, pronunciando otro encantamiento. Era en lengua kekchí, como después me enteraría, y mi abuelo cayó a la cama. Poco a poco se convirtió nuevamente en el hombre. El pelo desapareció de su cuerpo y mi abuelo regresó.

Las lágrimas cubrieron su rostro y el patetismo se vio dibujado en sus facciones. Estaba desesperado, sin esperanza, acabado. Un llanto largo y agudo salió de su garganta e inundó el ambiente. Las almas saltaron y se arremolinaron a su alrededor, pero nuevamente el desconocido recién llegado las dispersó:

¡Miserables inconfesos! No rinden su odio ni después de verse atrapados sin salida por el, condenados a la peor de las penas, seguir odiando por la eternidad… ¡váyanse! – su voz sonaba con tal autoridad, que nadie dudaría un segundo en cumplir esa orden.

Emilio, toma esta hoja y duerme, que nosotros te daremos un último sueño tranquilo antes que la muerte te arrebate de este mundo. – Jacinto le entregó unas hojas a mi abuelo, quien las masticó y cayó en un profundo sueño.

Las palabras de Jacinto y de Virgilio se combinaban en el aire, y el fuego empezaba a tomar un tono verdoso. Mama Flora tenía los ojos blancos, trabados, recitando un viejo conjuro africano con voz casi imperceptible. Y mis mujeres se aferraban a mí con muchísimo temor.

"Pum", un estallido en la madera que ardía, las llamas verdes elevándose en el aire, un remolino que aparecía, y las almas penitentes que gritaban de desesperación. Salían por debajo de las piedras de entre los árboles y de la casa. Eran cientos, cientos de ellas. Gritaban, lloraban casi pronunciando palabras. Sus ojos muertos se dibujaba desfigurados entre su oscuro halo. Pocas se elevaron en el aire sin oponer resistencia. Otras pelearon mucho, trataron de huir. Debían mucho como para partir al otro mundo. Porque, si no se han pagado las culpas en este, en el otro todavía te pasan la factura.

El remolino se incendió del fuego verde. Comenzó a girar en el aire con gran velocidad, y entonces aparecieron. Eran las almas que se habían vendido para poder martirizar a mi abuelo. Feas, amorfas y monstruosas, era difícil creer que hubiesen sido personas en vida, personas que quizá no fueron malas.

Por fin apareció una volando por el aire. Era grande, alta y robusta. Sus ojos se posaron en mi persona, era Emilio Medina, el ladrón de almas y mi abuelo. Una figura femenina volaba delante de el. Enfundad en un traje indígena, el alma de Ana Sotoj venía escoltando al abuelo hacia el otro mundo. Por fin su alma terminaba su pena… o quizá empezaba una nueva.

Me quedé pensando en el poder del amor. Ana, ella fue torturada hasta la muerte, su corazón hecho pedazos una y otra vez, esclavizada y vejada. Y todavía se había quedado al lado de su gran amor, de su Emilio, cuidándolo por sus 40 años de encierro. En verdad el amor trasciende todo, absolutamente todo.

Sheny, Rocío y Fabi lloraban presas del miedo. Y yo no temblaba solo por tratar de darles valor, pero en el fondo, estaba aterrorizado. 10 minutos después todo terminó como si nada…

V

Vi claramente cuando las garras de mi abuelo pasaron cerquísima de mi cuello. Casi las escuché cortar el aire entre sus dedos. Pero lo que más me impresionó fue mi reacción. No solo me quité con demasiada velocidad, si no que le gruñí también, le pelé los dientes antes de darme cuenta de que mi cuerpo se hallaba cubierto de pelo, mis músculos estaban crecidos y… en fin, me había transformado en segundos y estaba listo para atacar.

Despertó a los 45 minutos, más calmado, sereno, resignado. Estaba sentado en un banco frente a el. Jacinto y Virgilio se hallaban sobre el suelo, haciendo no se qué. Mama Flora estaba en otra esquina sentada, mirando hacia la pared.

Bueno… parece que ya es hora… ya no tengo nada más, no me queda nada… – dijo mi abuelo rompiendo el silencio con su rasposa y cansada voz, jadeantes, a punto de apagarse – Es bueno volver a verlos a todos, mis viejos amigos. – nadie respondió – ¿Por qué tan calladitos? ¿Todavía están enojados conmigo?

No has cambiado en 40 años Emilio. – dijo Virgilio.

El que nació pa´ burra, burra se queda.

¿Sin importar 40 años de tortura?

Prefiero no hablar de eso… y tú, perdoname por ese arranque tan primitivo muchacho… es… simplemente… yo soy eso, en eso me convertí. – yo asentí con la cabeza – Tu tampoco te quedaste atrás. Veo que eres mi heredero… cuanto lo siento. ¿Cómo te llamás?

Salvador… – respondí después de voltear a ver a los chamanes. Ninguno parecía prestar atención.

Salvador… Salvador… Salvador… si, ese parece ser el tipo de nombre que mi hija le pondría a mi nieto, si. Estoy seguro que tenés muchas dudas, querrás escuchar muchas cosas.

No sabe cuántas…

Me imagino, je, je, je… Deberás saber que la mayor parte de o que tengo para decirte te servirá para nada, no tiene importancia, así que me irá directo al grano, ya no tengo mucho tiempo. ¿Tenés personas que se preocupen por ti Salvador?

…,… – no atiné a responderle.

Je, je, je, lo sabía. No tienes… y las que tenés te da pena nombrarlas… ¿por qué? ¡Oh, ya veo! Ahora tú sos el ladrón de almas. Ya veo por qué no te atreviste a nombrarlas. ¿Cuántas son? 2, 3… 6, 7, 8… ¿más?… ¿A que son mujeres hermosas? Seguro te hacen pasar las noches más ardientes, seguro te brindan su cuerpo para que lo uses como te plazca. ¿Les queda algo de voluntad? Si, si tienen… solo la que tu les quieras dar…

Eso es algo que no me enorgullece, maldito hijo de puta…

Claro que no, claro que no, a ti todavía te queda algo bueno dentro de ti. Por supuesto que no te enorgullece.

Alguien tan pisado y hecho una ruina como usted debería callarse…

… y mostrar arrepentimiento, y bla, bla, bla, bla… eso ya me lo se de memoria, no perdás tu tiempo repitiéndolo…

Yo iba a decir que se debería callar porque ya no le queda nada, y solo da pena al oírlo hablar… ya es absolutamente nada, nadie…

Su sonrisa burlona y socarrona desapareció. Quiso montar en cólera, pero ya ni eso le quedaba. De verdad estaba acabado. Una triste mirada, miserable, asomó en sus pupilas. Sus ojos se clavaron en los míos y se quedó callado, ya no me dijo ni una palabra. Esos ojos negros me hablaban más de lo que el quería. Tan negros como los míos… tan oscuros como los míos.

Todavía te queda algo bueno dentro de ti, todavía… te voy a contar algo. No se si te servirá, pero oíme…

"Yo una vez fui un chamán, uno muy bueno, de los mejores. Aprendí junto al maestro Simón Pop, a la par de Jacinto Semuyuc y de Virgilio Pérez. Había otro alumno, una mujer, Ana Sotoj. Tata Simón me graduó antes que a todos, yo era el mayor y el mejor, el me quería como su sucesor. Ana y yo éramos inseparables. Yo la amaba como a nada, y ella a mí. Pero el diablo menea su culo en todas direcciones.

Hubo una batalla. Me enfrenté a un brujo mejicano, Roberto Mixtapochitl. El se robó en Tikal las armas de un antiguo guerrero. Las vendió todas, y se quedó con su lanza… si, la lanza negra… lo enfrenté una y otra vez, y no conseguía nada. Hasta que convoqué a los chamanes. Acudieron mi maestro, Tata Simón, Jacinto y Virgilio, que tendrían como 19 en esos días, yo 22; naturalmente mi Ana. Abelino Tot, Marcos Lucas y Teófilo Nahualjá, también llegaron. Ellos eran amigos de Tata Simón, y maestros también. Mama Buena llegó a pelear con su padre, el chamán de los negros, Simón Flores.

La batalla fue muy dura, muy dura. Simón Flores y Abelino Tot murieron. Pero finalmente me quedé frente a frente a Roberto Mixtapochitl. Me atacó con la lanza. La detuve y forcejeamos con ella. Pero yo era muy fuerte y el no sabía bien usarla, no como yo aprendí después. Las fuerzas del bien estaban conmigo, así que logré matar a Mixtapochitl. Le clavé su lanza en el pecho. Se hizo un consejo de maestros. Tata Simón, Marcos Lucas y Teófilo Nahualjá me encargaron la guardianía de la lanza. Yo no podía sentirme más contento y honrado, y Ana estaba orgullosa de mí… pero el diablo menea su culo en todas direcciones…

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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