La Caperucita Roja y el Lobo Feroz
Se encontraba caminando tranquilamente por el bosque, como siempre hace a pesar de saber de antemano que es peligroso güira malcriada y desobediente, la Caperucita Roja cantaba alegremente canciones infantiles y rondas que jugaba con sus amigas. Llevaba ese trote tonto de niñas pequeñas y adorables, pero tonto al fin y al cabo: un saltito a cada paso junto a cara de felicidad.
Tomó por la vereda, había un sutil viento que acariciaba y despeinaba su sedoso cabello rojizo. Su capa roja al cuello con su capucha volando libremente y la falda de su vestido levantada como una cortina que tiene las ventanas abiertas. Eso formaba una muy bonita vista, como se podrán imaginar. Su lindo calzoncito celeste con florecitas quedaba a la vista de quien interese.
Pues resulta que ese "a quien interese" fue un lindo perrito apodado el lobo feroz, que no es otro que este su servidor. Mi andar desgarbado y mi despeinado pelaje gris me daban una apariencia de vago, no muy favorable a mi ya mala reputación de cruel y sanguinaria bestia que los cuentos de hadas se encargan de propagar. Cabe aclarar en ese punto que este no es uno de esos cuentos tontos de hadas, que pretenden y se llenan la boca diciendo que son para niños. Pulgarcito hijo de puta hizo que el ogro se comiera a sus hijas; el lobo feroz se hartó a la Caperucita y a su abuelita, y después el leñador le abrió la panza y las sacó. Si, ajá, esos son cuentos de niños. Y luego se escandalizan por la violencia que hay en la tele. Pero seamos sinceros, si un niño no ve como matan a un hombre en un programa de tv, muy probablemente lo vea en la calle durante un asalto.
Pues bien, no soy tan feroz como me pintan en realidad me considero un intelectual socialista decepcionado de esta sociedad consumista y superficial que me abruma, por lo que busco la tranquilidad y primitivo estado del bosque encantado, justo por donde la Caperucita estaba pasando en esos momentos.
La vi de lejos y la reconocí, y como me cae mal traté de esconderme detrás de un árbol. No sea que me vea y empiece con sus muladas de "pero que ojos tan grandes tienes " y demás pendejadas gastadísimas y sin gracia. A punto de lograrlo estaba cuando la niña me vio.
Señor looobooo.- lo llamó la niña.- qué bueno que lo encuentro
Hola niña.- le interrumpo sonriendo, con esa sonrisa que en el reverso dice "Mierda".- Mirá, te tengo que dejar porque tengo que ir a practicar una pelea con el príncipe azul del otro lado del bosque y
¡El Príncipe Azul! ¡Juuuuuimmmm papito rico!- me quedé sorprendido, con la ceja levantada y la boca abierta. Me sorprendió ese lenguaje soez y el gesto obsceno en una niña tan joven, apenas 11 años. Pero ya todos sabemos cómo anda la juventud de hoy en día.
¡! ¿perdón?
¿Me lo presentas lobito?, porfa, porfa y te prometo que te chupo lo que querrás - me dijo la niña coquetamente, lo que me dejó aun más estupefacto. En mis adentros se decía "puta madre".
¡! ¡! ¡¿perdón?!
¿Solo eso sabés decir lobito? Si, de verdad, te chupo lo que querrás hasta el culo con tal de conocer a ese papito rico ¡Ay, cómo me gustaría que me planchara con todo Grrrr!
¡! ¿perdón? ¿Mmm? ¿Ah? Es que tú ¿te das cuenta de lo que estás diciendo?
¿? ¡ha, perdón! Eres gay perdoname, me confundí es que el Príncipe Azul me pone recaliente!
Eso, precisamente y no soy gay, soy un lobo muy macho lo que pasa es pues me parece que una niña como tu de ¿11 o 12 años tal vez? no deberías estar hablando así de lo hombres, eso
¡Ay no me jodás!
¿Qué diría tu madre si te oyera?
No se, si querés la voy y le preguntó. Nomás espero que no le esté chupando la verga al leñador porque así no me responde. ¿Sabés? Ella a de estar cogiendo con el a cambio de leña gratis para el fuego.
!! - me quedé mula.
Mirá, ¿querés que te chupe algo si o no, o preferís ver si te podés conseguir alguna loba que te haga caso?
A veces peco de lentitud, pero definitivamente no soy un idiota. Obviamente acepté la propuesta de la Caperucita. Solo le dije que si empezaba con sus pendejadas de "Pero qué ojos tan grandes tienes " si la mandaba a la mierda y no le presentaba a nadie.
Caminamos hasta un lugar del bosque apartado. Allí, la niña puso manos a la obra. Comenzó a realizarme un coqueto streaptease, contoneándose como una serpiente, avanzando lentamente hacia el, mirándome fijamente con sus ojos verdes, haciéndose desear.
Yo estaba que no creía nada. Sentado frente a ella, no movía la cola, me temblaba. Mi pene se me estaba hinchado, palpitante de la excitación. Hacía bastante que no lo usaba, y hoy la ocasión era increíble, pues por muy odiosa y tonta que me resultara la niña, la pequeña Caperucita estaba bien buena a pesar de sus 11 añitos.
Me bailó muy sensualmente. Poco a poco se quitó la capa, la dejó en el suelo. Luego, botón a botón, uno a uno, se abrió su vestidito verde pastel, con florecitas de los mismos tonos. Lo dejó cae lentamente, dejándome ver como se deslizaba suavemente sobre su piel desnuda y blanca, sonrojada y rebosante de juventud y hormonas desosegadas. Su pecho, todavía plano, solo con sus 2 rosados pezones erectos y puntudos, apuntándome a los ojos, como diciéndome "vení, chupame lobo". Luego su vientre plano y su ombligo perfecto, redondito, sin protuir y pequeño.
Dejó un ratito su vestido sobre sus caderas, contoneándolas en círculos amplios. Mirándome pícara, segura, juguetona. Yo estaba con la boca abierta y babeando mares, me moría del calor. Por fin dejó caer su prenda el resto del trayecto, hasta dar con el suelo. Sus piernas torneadas y lizas, parecían como hechas de terciopelo, de seda blanca como la nieve. Y su calzoncito celeste con florecitas me pareció más bello que anteriormente, tan tierno, tan femenino.
Se puso en 4 y gateó hacia mí. "Soy una perrita french poodle y me voy a comer mi comidita" me decía mientras avanzaba hacia mi. Llegó hasta mi vientre, estiró una mano, sacó mi pene de su forro, abrió la boca y la gloria.
Es increíble lo bien que lo hacía a sus 11 escasos años. Mi pene, modestia aparte, es digámosle especial entre los lobos. Generalmente no lo tenemos mayores a los 13 o 14 cm. Pero el mío es de 20, un también más grueso de lo normal. De hecho tengo muy buena reputación entre las lobas como amante. Tal vez exageren, pero ciertamente jamás he dejado a medias a ninguna ¡chilamierda!
Pues bien, la Caperucita me la chupó muy, pero muy bien. Se la metía entera en la boca, y luego la sacaba, jalando su cabeza hacía atrás succionándola en el proceso, para luego metérsela hasta el fondo otra vez y volverlo ha hacer de nuevo. Me pareció que ella debía tener mucha experiencia, y así era pero eso se los cuento otro día.
Yo estaba más caliente que una braza, y ella estaba igual. Dejó mi pene deseoso de más, y gateando se alejó un poco de mí. Me dio las nalgas, 2 hermosos pedazos de la carne más blanca y tierna, apenas dando signos de estar abultándose a su edad. su culito bien paradito me dejaba ver un delicioso ano, redondito y oscuro, cerrado y apretado ¡Huuu! que lujo sería penetrarla por allí. Pero lo que me estaba ofreciendo para eso tampoco era inferior en lo más mínimo. Era una rayita rosadita y cerradita, bien apretada y de trazos finos y delicados. La niña movía su trasero en círculos, mirándome con deseo y una sonrisita pícara en los labios. Huelga decir que no la quise hacer esperar.
Llegué por detrás y la monté, la monté como un lobo desesperado. Tan solo apunté mi instrumento a su entrada, y este se deslizó allí dentro como un afilado cuchillo entre la mantequilla. Un agudo suspiro salió de su pecho y la comencé a cabalgar a mi gusto.
¡Guau, guau, guau ¡Ahh soy una soy una lobita y meeee me están montaaa montando - gritaba y ladraba, loca del placer y el calor.
¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!
¡Guau, guau, guau soy lobita soy lobita
Lo lo ¿lobita? ¡Una gran perra sos!
La monté como un loco, por un buen rato que se me hizo corto. Abrazándola del pecho con mis peludas patas, le perforaba furiosamente su delicada rajita rosada, de aspecto virginal pero más usada que el viejo camino del bosque por donde me la encontré. Sus ojitos estaba entrecerrados, el ceño fruncido y la expresión contraída y tensa, pero con una gran sonrisa pues estaba disfrutando mucho la cabalgata. Su cabello rojo volaba libremente al compás del viento, que jugaba con el y la acariciaba como no queriendo quedarse afuera de la fiesta.
Como les dije, el lance no fue corto, le di duro y tupido. Cuando acabé, las patas traseras me temblaban y las sentía un poco entumecidas. Pero valió la pena, pues cuando acabé, fue maravilloso. Ella debió darse cuenta pues la comencé a apretar más fuerte, y las arremetidas contra su sexo fueron más profundas, fuertes y lentas. Y cuando llegué a la cima, le enterré mi miembro lo más profundo que pude, apretándola contra mi vientre, y aullé como nunca lo había hecho.
¡AOOUUUUUUUUUU
¡Auuuuu!, ¡auuuuu!- repitió ella juguetona.
Todavía me quedé sobre ella por un rato, esperando a que mi miembro se me relajara para poder sacarlo. Ella solo gemía y respiraba agitada. Aun en 4, tenía sus ojitos verdes hermosos clavados en el suelo, el cabello desgobernado por todas partes, los hombros caídos y apenas sosteniéndola pero sonriendo la muy caliente.
Me quité de encima y salí de su interior. Caminé unos metros y me derrumbé, de nalgas sentado sobre la hojarasca. La volteé a ver, ella seguía en la misma posición. Entonces le vi su rajita. Intensamente rosada, no, enrojecida, irritada. Los labios mayores ligeramente abierto y manando aun flujos, de ella y míos. Me inspiró una ternura tan grande es que es una rajita de niña, fina, delicada, suave, estrecha, lampiña. Caperucita es una niña todavía. A pesar de lo bien que coge, es una niña.
Estaba tan enternecido que casi no me di cuenta de lo que hice después.
Mhj mhj (respiración) ¡Uy! ¡Uy! ¡Lobito! ¿Qué estás chupando?- me le acerqué y comencé a lamerle suavemente su entrada trasera, que yo tanto disfruté- Ay lobito, sos un animalito muy pícaro pícaro, pícaro, pícaro, pícaro.
La verdad es que ella se merecía esto. Después de haberme recibido como una valiente, y haberme aguantado como toda una heroína, se le merecía. Me esmeré en lamerle bien todo, lo hice suavemente, pero con firmeza, y por un buen rato. Creo que le saqué 2 o 3 orgasmos. Ella lo disfrutaba tanto, que momentos después de iniciar, ella se puso acostada boca arriba, con las piernas levantadas y abiertas, ofreciéndome su entrada del amor para mi solito.
Como dije antes, me esmeré en hacerle ese cuningüelismo (hacerle sexo oral a las mujeres- chupar pusas- por si no sabían su nombre técnico). Introducía mi larga lengua dentro de su vagina, sorbiendo cada uno de los líquidos que encontraba en ella. Encontré su clítoris, un inmaduro pedacito duro de carne que sobresalía de en medio de sus labios. Lo apresé con mi lengua, y lo llevé entre mis fauces. Le comencé a dar pequeños mordiscos, muy suaves, y le pasaba la pinta de la lengua. La Caperucita se volvió loca. Gimió y gritó, dio gracias al cielo y a la tierra, y dijo cosas soeces. Yo temía que llegara el maldito infeliz del leñador, oyéndola gritar así. Ustedes saben, a los lobos siempre nos echan la culpa de todas las muladas e idioteces que hacen los mimos habitantes del bosque encantado. Pero otro día les cuento con más detalle.
Pues bien, hasta aquí llega mi relato. Espero que les haya gustado. Y para los que digan que "cómo va a ser que un lobo hable y nos cuente esto", o que "cómo van a creer que se logró coger a la Caperucita", yo les digo que bien pudieron dejar de leer esto antes de llegar al final, calenturientos.
La Caperucita quedó exhausta, tal como yo. Y al igual que yo, feliz. "Nunca me habían chupado tan bien como tu lobito" me dijo. Y aquí entre nos, el cuningüelismo me quedó rebien. Unos momentos después ella se levantó y se puso su ropita. Me dio un beso en la cabeza y me acarició el cuello (eso me gusta mucho) y, quedamente, me dijo a la oreja: "Acordate de tu promesa quiero la verga del Príncipe Azul jugando con mi pequeña pusita". Obviamente cumplí, soy un lobo de palabra. Pero otro día les cuento eso.
FIN
Gran Jaguar
Comentarios a: