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Violada por 3 de mis Alumnos

en No Consentido

Violada por 3 de mis Alumnos

Hola otra vez amigos, soy Dora León otra vez. Me gustó haber escrito aquel relato, el de "La Marrana". La verdad es que tengo mucho que contarles, así que creo que me haré una asidua escritora de este portal.

Ya les había dicho, creo, que soy maestra de inglés. Ahora estoy dando clases en un colegio prestigioso, de señoritas. Pero anteriormente di clases en uno que era solo de muchachos, de donde me salí por un escándalo que se formó, por culpa de esos pervertidos. Bueno, en realidad, el escándalo lo iniciaron ellos, y es solo la excusa de mi renuncia. En realidad, mi salida obedece a otra cosa, a otra situación en la que me metí, que por cierto me gustó mucho, y que me obligó a irme para evitar un problema serio. Se las voy a contar:

En las aulas de clases de ese colegio, los escritorios de los maestros son bastante amplios. La parte del frente, que de frente a los alumnos, está tapada por una tabla de madera, de manera que los alumnos no pudieran verle los pies a su catedrático. Esto es especialmente útil cuando el catedrático es una mujer, y más aun si le gusta llevar faldas cortas. Yo no soy muy partidaria de las faldas demasiado cortas… aclaro: no me visto como una monja, nunca, ni soy una recatada amargada, nada más lejos de la realidad, ¡créanme! Pero la verdad es que las faldas muy cortas me resultan incómodas, especialmente por mi poco femenino modo de sentarme. A veces lo hago con las piernas abiertas, y otras veces con una debajo de mi cuerpo.

Mis alumnos sabían de mi forma de sentarme, por lo que urdieron un ingenioso plan, que hubiese dado resultado a la perfección por mucho tiempo, si uno de ellos no fuera medio taradito. Desclavaron los clavos (valga de redundancia) de las 2 esquinas superiores de la susodicha tabla, dejándola caer. Todo el interior del escritorio quedaba a la vista de los alumnos que se pusieran enfrente. Y por supuesto, mis piernas también.

Me extrañaba que todos los cerotes se pusieran a mí alrededor en cuanto me mirabas sentada en el escritorio. Esto era para distraerme. Como no soy exactamente alta (1.55), no podía ver sobre las cabezas de los que me iban a hacer preguntas tontas. Otros jóvenes mientras tanto, destrababan muy silenciosamente los clavos y dejaban colgando la tabla, y mis piernas quedaban al total dominio de esos morbosos.

No se durante cuánto tiempo fui víctima de esta treta, nunca pude averiguarlo. Pero lo cierto es que fue por un período prolongado. ¡Y si vieran la ropa que llevaba a veces! Calzoncitos pequeñitos y muy sugestivos, de esos que se le meten a una por todos los sitios en que se le puede meter algo. Y a veces eran de figuritas de animalitos o de flores. Pero los peores eran 2 de encaje. Uno blanco y el otro rojo. El blanco prácticamente era transparente, dejando ver con relativa claridad mi tupido matorral densamente negro. El rojo, ese era como no llevar nada. Y como siempre, yo sentada con mis piernas abiertotas.

Cierto día, terminé mi clase como siempre hacía, y me dirigí al salón de profesores. Al llegar, noté que me faltaba una hoja importante, allí tenía apuntes que no debía perder. Regresé al aula a buscarlo y lo encontré en el piso, bajo el escritorio. Al tomarlo topé con la famosa tabla esa y ¡sorpresa!, esta se desprendió y quedó colgando.

Creo que solo me faltó decirles de qué se iba a morir su perro y su gato. Estaba que echaba chispas por los ojos y quería armar la de Troya. Me dije que iba a ir a hablar con los profesores, con el rector, que esto no se iba a quedar así y que yo misma me iba a encargar de que los echaran, etc. Pero entonces sonó mi celular. Era mi hija, que se había lastimado en el colegio y la tenía que ir a traer.

Gracias a Dios, no le pasó nada a mi nena, pero yo seguía más que furiosa. Al llegar a mi casa me dirigía a mi cuarto y me dispuse a ponerme cómoda, y entonces pensé en algo: esos muchachos se debieron dar la grande mirándome. ¡Cuántas pajas no se habrán echado en mi honor!

Eso me calentó, me sentí deseada y eso se siente muy bien. Pronto me vi imaginando a Pinki acariciándome los senos. Pinki es uno de mis alumnos. Le dicen así por su carácter alegre y bromista, el es uno de los líderes y miembro activo del "drink team" del grado. Además es guapísimo y está bien bueno el cerote.

Para no hacérselos más largo, les diré que me hice una paja gigantesca. Desde el pastor aquel, el que me acuñó el sobrenombre de "marrana" he tomado la costumbre de ya no quedarme con las ganas, y desahogarme siempre que tenga necesidad con una buena paja. Deslicé mis dedos entre mi ranura más íntima y me dejé llevar por el calor. Metía mis dedos lo más profundo que podía, moviéndolos en círculos grandes para estirar las paredes de mi pusita. Gruesos goterones de líquido lubricante corrían sobre mi mano. Con la otra apretaba uno de mis senos, tan grandes, y lo estrujaba, asegurándome de estimular mis pezones, que son muy sensibles. Así, no tardé mucho en llegar a mi ansiado orgasmo, el cual disfruté en medio de un potente gruñido, al que siguió un pujidito y varios gemidos de satisfacción.

Al otro día llegué de muy buen humor a la clase, iba en falda y caliente. Me dije: "si quieren ver, que vean". Di mi clase y al final les puse un ejercicio. Me senté en el escritorio, e inmediatamente me rodearon mis alumnos como era costumbre. Venían a preguntarme cosas tontas, ahí me di cuenta de lo obvio de sus intenciones. No pude darme cuenta de cuando fue que despegaron la tabla, pero yo me abrí de piernas en cuanto calculé un tiempo prudencial. Ese llevaba mi calzoncito rojo de encaje que se me mete por todos lados… y lo traía metido en todos lados.

Me movía de un lugar a otro sobre mi asiento, crucé las piernas, las abrí más, de desplayé sobre la silla, y ¡hasta me restregué un poquito! Es que yo ya estaba caliente. Y parece que los puse calientes a ellos también, que se mostraban nerviosos e inquietos.

Mi clase llegó a su fin, y al salir por la puerta vi de reojo la manera en que me observaban. Para mi satisfacción, a muchos de ellos se les caía la baba.

Mi jornada terminó y me fui a casa a ver a mis nenes. Tengo 3, pequeños todavía, y son una belleza. Al otro día volvía a llegar en falda, con un calzón igual de microscópico. Y mis alumnos se pusieron como brasas otra vez. Así pasó como unas 2 o 3 semanas, en donde ellos se dieron el gran espectáculo de sus vidas. Hubo veces en que fui muy lejos, llegando a casi masturbarme enfrente de ellos.

Pero no todo puede durar en la vida, y cierto día uno de los padres del colegio pasó caminando frente a mi clase y vio como todos ellos me miraban morbosamente por la tabla caída de mi escritorio. El viejo entró vociferando que eso era una inmoralidad. Debieron verles las caras que los muchachos pusieron, creo que la misma que yo, pero yo debía guardar la compostura y hacerme la que no sabía nada de eso.

El padre vociferó, me hice la que no sabía nada, luego la que se acaba de enterar, luego vociferé yo también. El padre los amenazó con la expulsión, y yo les dije hasta de qué se iban a morir. Y los muchachos estaban pálidos del susto.

Suspendieron a todos como por 2 semanas. Después de eso, mi trabajo se me hizo un poco incómodo porque todo el mundo me miraba de reojo, hasta mis compañeros y compañeras de trabajo. Yo era entonces "la maestra a la que sus alumnos la vieron masturbándose" y eso no podía ser, yo ya no podía trabajar allí.

Esperé hasta el final de año para irme, y justo el último día de clases salí temprano y me fui a caminar por la zona viva, había un bonito bar cubano al que me había aficionado por los rones exóticos que allí tenían. Entré y pedí uno. No pensaba llegar tarde a mi casa, pues mis niños estaban solos, y aunque tengo niñera (y muy buena) prefiero ser yo la que los cuide.

Pasaba una hora allí, y un señor ya me había ido a hablar. Me pareció muy guapo y me interesé en el, quizá me resultara un buen amante, je, je, je.

Me pidió mi número, se lo di. Bailamos algunas rumbas cubanas, muy sensualmente por cierto, y luego me fui. Eran como las 7 de la noche, no muy tarde. Me dirigí a mi carro cuando de repente un BMW negro paró a la par mía, y un brazo me jaló al interior. Traté de gritar, pero para cuando me di cuenta ya estaba en el interior de la nave y un tipo alto y robusto me puso una toalla en la cara. Me revolví, traté de morderlo, de gritar, de soltarme, pero el tipo era muy fuerte. Íbamos sentados en el asiento trasero del carro.

No sé que tanto manejaron, perdí mi sentido de la orientación. Sentí como ingresaban el carro a un garaje y cómo este se cerraba atrás de nosotros. El carro se apagó y la puerta a mi lado se abrió. Otro tipo me agarró de los pies y me comenzó a jalar. Pero yo no soy ninguna mansa palomita y le pegué un san vergazo en los huevos con una patada. Solo oí que calló y que otro le dijo: "Imbécil, no podés hacer ni eso".

Me tranquilicé un poco al escuchar esa voz, pues era muy familiar para mi. Si no estaba mal, uno de mis captores era el Pinki, el alumno del que les hablé. Entonces el grandote tenía que ser Momo, o mejor conocido como Momotombo, por su tamaño y lentitud de pensamiento. El otro no supe quién era.

Creo que fue el Pinki el que me amarró las manos con una cuerda a la espalda, mientras Momo me tenía tirada en el suelo inmovilizada. Luego me pusieron un gorro pasamontañas con los orificios de los ojos tapados y me llevaron al interior de una casa. A pesar de estar asustada, no temía por mi vida, pues sabía que ellos, a lo mucho, abusarían sexualmente de mi y casi pidiéndome permiso. Eso tampoco me asustaba, pues yo le tenía mucha hambre al Pinki, je, je.

Me llevaron a no se que parte de la casa y me tiraron sobre un colchón sobre el suelo. Algo cuchichearon entre ellos que no pude escuchar. Entonces, sentí como una mano tomaba uno de mis tobillos. Me hice la que se oponía, por lo que utilizaron más fuerza. Otro sujetó mi otro tobillo (parece que los asustó mi patada ¿verdad?). Con unas tijeras comenzaron a cortar mi blusa, lo que no me gustó porque ese día llevaba una bonita. Luego mi pantalón y por último mi ropa interior.

Mi respiración estaba muy agitada y casi gemía cada vez que lo hacía. Le dije que me dejaran, que haría lo que me dijeran, TODO LO QUE ME DIJERAN, pero que no me lastimaran. Creo que eso los hizo sentirse Robert Redford porque se me fueron encima con muchísima confianza.

Me comenzaron a manosear sin cuidado y muy toscamente. Agarraban mis senos, los que seguramente los habían impresionado por su tamaño, y los comenzaron a apretar y a menear, apretaban mis pezones y los estiraban. La verdad es que no se sentía tan mal, pero a estos muchachos les hacía falta bastante para poder considerarse buenos amantes.

Sentí que otras manos hurgaban entre mi pusa. Intentaban meter varios dedos a la vez entre mis delicados pliegues vaginales causándome cierta molestia. Por mi parte, trataba de gozar de sus caricias y de excitarme con ellas, para que una vez llegado el momento de invadirme en mi interior, no me doliera tanto.

Si la mordés te vas a arrepentir. – escuché decir a Pinki.

Un pene largo y medianamente grueso comenzó a entrar por mis fauces. Yo lo comencé a chupar lo mejor que pude. Esto si me excitó, y mi vagina comenzó a emanar jugos. "Se está mojando esta puta" dijo el que yo no conocía, y comenzó a meter más dedos, al tiempo que uno de ellos se aferraba a uno de mis senos y lo comenzaba a chupar. Yo comencé a gemir ante esta nueva caricia. Apenas si podía respirar, pies el Pinki me comenzó a meter y sacar muy rápido su miembro, literalmente me estaba cogiendo por la boca.

Ya pasados unos minutos que no se cuantos fueron, yo estaba gimiendo como una desesperada. Más aun cuando sentí que un pene gruesísimo y muy largo comenzó a abrirse paso entre mis entrañas. Era un rechoncho pedazo de carne palpitante que estiraba y forzaba a todo lo que daban las paredes de mi vagina. Literalmente me estaba partiendo por la mitad, suerte que no era una verga demasiado dura. Enfrentémoslo, todos se imaginan que una verga muy dura es la mejor, pero basta con hacerse esta pregunta: ¿qué es mas fácil y rico para apretar, una piedra o un pedazo de hule? Acuérdense que el apretar algo dentro de nuestro sexo nos da un da una placer inmenso a nosotras las mujeres.

Poco a poco lo embates de esta mole se hicieron más y más rápidos, así como más y más duros y fuertes, y mi agonía más y más deliciosa. Yo ya me encontraba gritando del placer que estos 3 violadores me daban. Uno, violándome por la boca, el otros poseyéndome como una animal salvaje mi sexo, y el tercero aferrado a mis senos, chupándolos como tratando de sacarme el alma por ellos.

Finalmente terminaron. Pinki comenzó a dar de berridos y eyaculó la espesa carga de sus testículos dentro de mi boca. Apenas me daba tiempo de respirar porque si lo hacía me podía ahogar con tanto semen. Su sabor, mmmmm… era un semen delicioso. Simultáneamente, el que estaba en mis tetas aparentemente se echó una paja y se orgasmeó sobre mis senos, embadurnándolos de su cremoso semen. Y el último vino unos minutos más tarde. El que me violaba por la vagina arqueó su cuerpo, la enterró más al fondo, y luego la sacó de golpe en medio de rugidos de gozo y placer (era Momo) esparciendo su semen sobre mi vientre. Yo quedé encharcada en semen y sudor, mío y de ellos.

Me dejaron tirada en el suelo por varios minutos. Solo los escuchaba respirar aceleradamente y hablar obscenidades y cosas tontas, como adolescentes que eran. Entonces me aventuré y les hablé:

Muchá, si querían esto de mi, solo tenían que pedirlo en el colegio. No soy tan santurrona como sus otras maestras…

¡Se cagaron! Me habría gustado tanto verles la cara que tenían en ese momento. Un silencio de tumba vino después de lo que les dije. ¡Estaban absolutamente agüevados! Finalmente Pinki tomó la palabra me pidió perdón, que no era su intención hacerlo, pero es que los tenía tan calientes por todo lo que les había enseñado bajo el escritorio, etc., etc., etc. Yo les dije que no se preocuparan, que no iba a decir nada, pero que me desataran… porque todavía tenía ganas de más.

Estuve teniendo sexo con ellos como hasta las 10 de la noche, sin descanso. Mientras uno me violaba, los otros dos descansaban y así se iban rotando. Creo que cada uno pasó encima de mi como 3 veces. Me pusieron en las posiciones que se les antojó, y me agarraron como se les dio la gana. Eyacularon sobre mi cara, entre mi boca, en mi espalda, en mi estómago, sobre mis senos. En fin, me bañaron en semen. Al final los dejé secos y yo quedé exhausta.

Les hice prometer que no dirían nada de eso, que si lo hacían yo diría que me habían obligado por todo el escándalo que se formó en el colegio. A cambio, yo sería amante de los 3 por todo el tiempo que todavía estuvieran estudiando, gran sacrificio para mi, je, je, je. El tiempo pasó, y yo me miraba con ellos más o menos una vez a la semana. Con Pinki empezamos un juego de dominación y sumisión, y descubrí lo mucho que me gusta se dominada. Pronto me comenzó a tratar como a su esclava cuando estábamos en la intimidad. Con el Momo la cosa fue distinta, pues me encantaba su pene. Creo que de entre los 3, fue con el con quien más gocé. El era tierno. Feliz, el otro muchacho, primo de Pinki, el era más amigable y con el formé una bonita amistad. Entre los dos coger ya no era lo más importante, sino jugar. Ya saben juegos sexuales de todo tipo, el niño era muy abierto en ese sentido. Hasta la próxima…

Gran Jaguar

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