El Juego de la Perversión

06

Tomé el brazo derecho de Jorge, y por la fuerza lo obligué a ponerla tras su espalda. Mariana amarró en su muñeca el extremo de una de las correas. Se notaba en su cara la discordancia que había en su interior, entre la tremenda excitación que sentía amarrando a su esposo y cumpliendo con cada una de mis órdenes, y la vergüenza y desazón que experimentaba cada vez que recordaba que lo amarraba para que yo lo violara.

Hicimos lo mismo con el brazo izquierdo de Jorge con la otra correa y luego las amarramos entre ellas. Jorge quedó totalmente amarrado a mi merced. Lo senté sobre el sillón y lo miré fijamente. Me erguí y le mostré mi monstruo de 19 cm. totalmente erecto y pidiendo pelea. Lo sobé frente a su cara, se lo rocé desde su frente hasta su barbilla, pasando sobre su nariz y labios. Luego se lo pasé por sus mejillas. Lo tomé del pelo, y le planté un beso profundo, no sé por qué, creo que por la excitación. El me correspondió.

Lo levanté de las piernas y lo acerqué al borde del sillón, totalmente abierto, listo para ser poseído. Aura María tomó el vaso y lo retiró para evitar que se derramara. Mariana me miraba arrodillada, con esa mezcla de excitación y tristeza que tenía su mirada.

Aura se arrodilló frente a Fredi y se la chupó, acariciándose los senos. Mariana fue por otra pita y me la dio, luego se acostó en el suelo y permitió que Aura María descendiera su chorreante sexo hasta sentarse sobre su cara. Se escuchaban sonidos de chapoteos y chupadas mojadas por toda la habitación. Fredi tenía los ojos trabados de tanto placer, pues continuaba meneando el pepino entre su culo. Mariana lamía y succionaba esa vulva enrojecida y se bebía los néctares que manaba. Y yo, amarré los huevos y el pene de Jorge con la pita, lo apreté, y lo atravesé con mi madero de un solo golpe.

No le tuve la menor compasión a mi cuñado. Lo empalé y lo empalé hasta el cansancio. Miraba atentamente como entraba mi verga dentro de su dilatado y lastimado ano, cómo sus huevos apretados por la pita se estremecían, cómo su pene enrojecido (casi morado) a punto de explotar se bamboleaba como un salchichón. Miraba extasiado cómo ese hermoso palo entraba y salía a 1000 por hora de su ano perforado, centímetro a centímetro. Cómo este se dilataba al máximo para poder recibirme. Estaba muy, pero muy caliente.

Del otro lado, Aura gemía y experimentaba ruidosamente el orgasmo al que la linda Mariana la arrastraba, sin dejar un momento de chupar la papaya de Fredi, que también parecía cerca. Les dije que cambiaran, y ahora fue Mariana la que sentó su lindo y delicado sexo sobre lo calientes labios de mi hermana, que se seguía acariciando y amasando sus gigantescas tetonas. Fredi parecía desesperado por terminar.

Yo también estaba desesperado por terminar. Pero antes, tenía que hacerlo Jorge. Al nomás desamarrar la pita que tenía alrededor de su pene y huevos, este estalló en un fuerte orgasmo. No entendía cómo podía tener todavía algo en los huevos después de todo lo que le habíamos hecho. Gimió y se convulsionó del placer que sentía, cayendo los últimos chorros de semen que le quedaban sobre su vientre.

Eyaculé sobre el inmediatamente después. Mis largos y por tanto tiempo guardados chorros de semen se estrellaron contra su cara, cuello, pecho y vientre. Eran largos chorros de espesa leche que resbalaban lentamente sobre su piel.

Fredi se acercó a Jorge meneándose el pepino en su ano. Mariana pajeaba vigorosamente su paloma y la apuntó hacia la boca de su marido en cuanto sintió las pulsaciones, y este recibía la crema blanca de mi hermano con la boca abierta. Tampoco esperaba que le quedara algo a Fredi en sus testículos. Mariana gemía a la par de Fredi con la lengua húmeda de Aura arrancándole un fuerte orgasmo desde su clítoris.

En cuanto Mariana hubo exprimido la última gota de semen del pene de Fredi, jalé a Jorge de los pies y lo tiré al suelo. Me quedé un momento observándolo. Se relamía el semen de sus labios y saboreaba el que ya tenía en su boca. Su cara, cuello, pecho y vientre brillaban de sudor y de esperma. Su paloma descansaba inerte y flácida y su amo se encontraba dilatadísimo, enrojecido y muy irritado. Estaba bastante lastimado, pero la cara de placer y satisfacción no se la quitaba nadie al cerote.

Levanté el vaso y le di vuelta poco a poco. Una gota grande cayó dejando una larga liga desde el vaso, y terminó sobre el pene de Jorge. Luego lancé una mirada pervertida a Fredi, que comprendió de inmediato y se puso a lamer ávidamente esa gota.

Seguí vertiendo el semen por el cuerpo del esposo de mi prima. Ella y mi hermana hicieron lo mismo que Fredi y pronto mis 3 perras se encontraban lamiendo vorazmente la esperma del cuerpo de Jorge. Pasaban sus lenguas sobre su piel mojada recogiendo todo lo que podían de esa leche sabrosa y deliciosa. Terminé derramando todo el contenido del vaso. Agarré a Mariana del pelo y le dejé caer un buen poco en su boca, luego a Fredi y a Aura.

¡Era alucinante! ¡Una verdadera orgía de semen y sudor! Perdieron el control completamente. Pronto no solo lo lamían, sino restregaban sus rostros con su cuerpo. Aura María pasaba sus grandes senos por encima de el y se los llevaba a su boca, Jorge los saboreaba con locura. Luego mi hermana se los chupaba. Fredi terminó haciéndole una mamada, saboreando ese pene como si fuese el último pene del mundo. Mariana besaba a su marido y se restregaba con el, embadurnándose todita.

Por mi parte, me fui a sentar a una silla. Los miraba desde allí, impresionado más que excitado, preocupado más que excitado. ¿Por qué les tuve que hablar de ese juego? ¿Por qué tuve que aceptar jugarlo con ellos? Y todo lo que pasó, ¿fue porque ellos ya tenían ese pervertido instinto en su interior, o fue acaso algún poder oculto y misterioso de ese juego? Lo cierto es que no era la primera vez que ocurría esto, no. Como ya les había dicho, mi mejor amiga de mi juventud también sucumbió ante el.

Ahora ellos estaban copulando frenéticamente. Aura se subió sobre Jorge y lo montó. Fredi se puso detrás de ella y la penetró analmente. Aura subía y bajaba violentamente sobre Jorge, y mi hermano le daba durísimo por el culo. Gemían y jadeaban ruidosamente todo su placer. Mariana metía su cara entre los genitales de Fredi y de su marido, chupándoles los huevos a los 2.

Pensativo, imaginaba el futuro que se asomaba a la vuelta con cierto pesimismo. Piensen: sometí y me cogí a mi hermano, a mi hermana, a mi prima y a su esposo, hoy. Les metí un pepino entre el culo a todos. Y todos terminaron llamándome amo. Ya nada podía ser igual, nada.

Mariana, al parecer, se sintió marginada del grupo y se acercó gateando hasta donde yo estaba. Sus ojos brillaban mojados, pero en su cara se dibujaba un gesto de felicidad. Muy respetuosamente se acercó al pié de mi gran banano, y me pidió permiso para besarlo con la miraba. La autoricé y ella comenzó a darme una mamada. Cerré los ojos y me dejé llevar. ¿Para qué detener todo ahora, cuando ya todo estaba hecho?

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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