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El Legado 13, Colmillos y Garras

en Dominación

El Legado XIII

Colmillos y Garras:

I

Salvador, después de la gran fiesta que tuvimos anoche, su perra dejó de resistirse con tanta tenacidad, y, déjeme decirle, he encontrado que posee un potencial altísimo. El tamaño de sus tetas, la pronunciación de sus caderas, su complexión relativamente atlética… aunque se podría trabajarla un poco en ese aspecto… su piel suave, su cara armoniosa… es una perra muy pero muy buena, se podría hacer mucho con ella.

Desde mi posición le podía ver la boca, estaba llena de semen. Ella traía semen sobre toda su cara, en cuello, y tenía un poco salpicado sobre sus senos. Sudaba mucho y respiraba jadeante. Su corazón estaba muy acelerado.

Le ordené que no se tragara el semen… y no se ha tragado ni una sola gota, je, je, je. Ya debe estársele secando, pues lleva más de 6 horas allí.

¡Maldito sea el Machetero! Por su culpa Sheny nunca pudo volver a ser la misma de antes. Su mente quedó permanentemente perdida dentro de un abismo de sexo y dolor. Ahora ella necesita el dolor, la humillación y el sometimiento, lo añora y desea fervorosamente. Y todo, por la salvaje e inhumana violación a la que el Machetero la sometió.

Decime Sheny, ¿quién es tu amo? Quiero que el señor Medina te escuche Sheny, ¿quién es tu amo?

Mjunjunnnn…

¡Ah, pero por supuesto! Con el bozal no podés hablar. Mauricio, has el favor que quitarle el bozal a la perra. – Mauricio se lo quitó, liberando sus mandíbulas. – Ahora si mi perra, decile al señor Medina quién es tu amo.

Sheny me miró, se me quedó mirando con los ojos mojados. Me miraba allí sobre la cama, vestido y fresco, con cara atontada, supuestamente por la droga. En su interior creía que la había abandonado, que la había dejado en las sucias manos de esos tipos que hicieron cosas inenarrables con ella. Su corazón estaba roto, desangrándose. Aun así, no podía dejar de amarme.

El es mi amo. – dijo viéndome y refiriéndose a mí.

¡Qué! ¡Maldita perra del demonio!… qué poder tan grande tiene el ladrón de almas, ¡tiene que ser mío! Y tu maldita perra, eres mi esclava, yo soy tu amo. –tomó la cuerda que salía de su culo y le volvió a preguntar – ¿Quién es tu amo Sheny?

Salva… – dijo ella casi sin voz. Entonces Torres jaló la cuerda con fuerza y de su culo salió una bola de plástico verde, del tamaño de una bola de billar. Le arrancó un grito terrible a mi Sheny.

¡Y ahora! ¿Quién es tu amo perra?

¡Salvador! ¡Salvador! – le volvió a sacar otra más. Cada una de ellas era una tortura horrible para ella, era como si trataran de arrancarle el ano. - ¡AAAAAHHHHHGGGG!

¡¿Y AHORA PERRA?!

¡SALVADOR!, ¡MI AMO ES SALVADOR! ¡SALVADOR! ¡SALVADOR! – y volvió a jalarle otra bola, esta vez Sheny casi cae al suelo si no es porque Mauricio la sostenía.

Ya no soporté más, no podía seguir permitiendo que mataran del dolor a mi mujer, que estaba metida en todo esto por mí culpa.

Como un rayo me paré, peludo y feroz, cambié mi cuerpo como un rayo. Mis poderes vinieron a mí con solo un pensamiento. Garras, colmillos, furiosa rabia que rebanó el cuello de Mauricio de un zarpazo inesperado. Este calló pesadamente al suelo, cuello agarrado con sus manos, convulsionando, revolcándose, sin poder emitir sonido alguno. El Machetero mi miraba con los ojos muy abiertos, la muerte estaba parada frente a si y medía más de 1.90.

Trató de tomar su machete, pero no tuvo tiempo ni de parpadear. Lo agarré de la cabeza y lo somaté contra la blanca pared, dejándolo inconsciente. Javier ingresó alarmado, pero tampoco pudo hacer nada. Le hice una llave de mis tiempos de karateca. Poniéndole un brazo tras su nuca, y el antebrazo del otro en su cuello, hice presión y corte su suministro de aire. Por más que me pateó y me pegó, no consiguió liberarse a pesar de que medía casi lo mismo que yo. Poco a poco fue sofocándose y perdiendo el sentido. No quise matarlo, no, no valía la pena. Y yo tenía que cuidarme de no caer en el odio que da la venganza. Lo dejé desmayado sobre el piso.

Até a Javier con las cuerdas de sus zapatos y de los del Machetero. Mauricio dejó de revolcarse, y quedó tendido sobre un charco de sangre, muerto. Levanté a Torres y le quité la ropa, lo dejé totalmente desnudo. Liberé a Sheny de la cadena, le quité la faja y le saqué el consolador de su vagina. Con muchísimo cuidado hice lo mismo con las bolas en su ano. Le desprendí también las pinzas de sus senos y limpié su cara del semen de esos infelices.

Se me quedó mirando, llorando a mares. Yo también lloraba, no era justo que todo esto le pasara a ella por mi culpa. La abracé y ella me correspondió tímidamente. "Todo está bien ahora, todo está bien ahora…" le dije al oído. Pero nunca volvería ser igual, me costó mucho esfuerzo que ella me perdonara y que volviera a confiar en mí, dejar de ser su amo y ser su amor nuevamente. Aun así, nunca volvió a ser igual.

Furioso, le puse al Machetero el collar de perros que traía Sheny y la cadena, esposé sus manos a su espalda y le coloqué las pinzas en sus pezones, colgándole después los pesos. También le coloqué el bozal y le llené la boca con su calzoncillo. Le puse su camisa a Sheny.

Lo desperté. Sus ojos se llenaron de terror cuando me vio parado frente a el, cubierto de pelo, con garras y con colmillos, con mis ojos destilando chispas de ira. Lo obligué a pararse y lo amenacé: "Si decís cualquier palabra, te voy a robar tu alma para siempre". ¿Qué amenaza peor?

Me asomé por la puerta, no había nadie en el pasillo. Salí con Sheny en brazos, la pistola del machetero en una mano y la cadena que tenía este en la otra. Lo obligué a caminar detrás de mí. Sus pezones le dolían terriblemente por las pinzas y los pesos. "Alejandra" retumbaba en mi mente, tenía que sacarla. Pero no sabía dónde la tenían. Cerré la puerta de mi habitación.

Decidí entrar al sótano para buscar a mi hermana. Pero allí se encontraba encerrado, en una celda, el Pelado. Pero bueno, estaba dispuesto a morir antes que dejar a Sheny y a mi hermana allí.

II

Recordé nuevamente la noche anterior.

¡Alto! – gritó el Machetero cuando Javier me llevaba casi cargado a mi habitación – ¡se me estaba olvidando algo! – salió de detrás de la cortina totalmente desnudo, con la verga tiesa y sudando – Javier, llevá al señor Medina a las mazmorras, aun hay una sorpresa que quiero que vea.

Si mi amo. – dijo Javier.

Sonia, por favor, andá con Mauro, que le diga a Rosa que el señor Medina va hacia las mazmorras y que se prepare… que prepare al "Pelado". Y tú, andá a preparar a la señora Zúñiga… je, je, je, je…

Ya sabía que la señora Zúñiga era mi hermana. Alejandra María Medina de Zúñiga, ella era 2 años menor que yo. Estábamos un poco distanciados por la desgraciada de mi ex, pero la quería con el alma.

Javier me llevó hasta las mazmorras. Una pesada puerta de hierro se abrió y entramos. Penumbra, pestilencia húmeda, un lugar lúgubre sin lugar a dudas. Entonces la vi. Era ella, mi bella hermanita. Sus manos esposadas a unas cadenas que caían del techo, bozal en la boca y pinzas y pesos en los pezones. Sus piernas estaban abiertas porque sus tobillos estaban atados a un palo de madera. De su vagina salía un grueso falo de madera. Sonia estaba allí.

Pero había algo mal allí. Esa no parecía mi hermana, no, estaba muy diferente. Su cuerpo estaba cubierto de vello negro, finas hebras que salían de sus poros. Sus ojos, negros como los mío, no brillaban como solían, y su rostro tenía una expresión animal, felina. Creo que hasta sus oídos eran más puntiagudos. Su mirada estaba perdida, ni se había percatado de nuestra presencia.

¿Qué le parece señor Medina? yo creo que es una hermosa gatita.

¿Qué le hizo?

¿Yo? Nada, yo nada.

Fui yo. – dijo una rasposa voz de vieja detrás de nosotros. Venía bajando las gradas con Mauro a la par – Carlos nunca podría hacer eso, no tiene la ciencia que se quiere.

Rosa, Rosa, ¿por qué no puede ser un poco más educada?

Educación… ¡nos va a matar si lo siguen consintiendo! El es un animal, ¡un animal!

Rosa, por favor… mejor cuéntele qué le hizo.

Eso, es un secreto…

Jacinto me explicaría más tarde que Rosa estaba intentando crear nuevas especies de animales. Esto venía en contra de las leyes naturales y jacinto se lo prohibió. Ella no aceptó y fue una de las razones por las que la expulsó. Con magia y conjuros, lograba transformar poco a poco a una persona en un animal. Hay muchos chamanes que se transforman en animales, pero eso es magia y lo hacen a voluntad. Lo que hacía Rosa no se podía revertir nunca.

Habían convertido a mi hermana en un animal, pero todavía faltaba para terminar la transformación. Pero, ¿por qué?

¿Quiere probarla señor Medina?

¡No! Ella es de mi hijo…

¡Su hijo!

¡ella es de mi…

¡Ella es mía y usted la está utilizando solo porque yo se lo permito!

…,… – la vieja calló con la mirada llena de odio.

Sonia, liberala. Mauro, ayudá a Sonia por favor.

Los 2 la liberaron y le pusieron un collar de perro. La hicieron acercarse a gatas. Tenía el pantalón medio abierto y ella, en un movimiento previamente entrenado, metió su cabeza entre este y tomó mi pene entre su boca. "No…" dije y traté de quitármela, pero Javier me sujetó de los brazos.

No quiero ser muy extenso en lo que hice con ella. Pero sí les diré algo, la habían entrenado muy bien como una perra. El Machetero tenía una debilidad por las perras. Me la chupó tan bien, que a pesar del asco que sentía, me excité y se me paró. Ella seguía ida, como en otro mundo.

Mire Salvador, – me dijo Torres – mire cómo está mojada. – metió sus sucios dedos dentro de la delicada rajita de mi hermana y los sacó brillantes de su humedad – Ella es el verdadero cenit en el arte de entrenar perras.

Estaba tan furioso que quise lanzármele encima, quería estrangularlo, pero la calentura me lo impidió. Era como si mi maldición me obligara a estar allí, con la verga rígida y en la boca de mi hermana, y disfrutándolo encima de todo. Era enfermizo, sucio y depravado, pero pronto me granjeó un gran placer.

Por órdenes del Machetero, Javier me obligó a sentarme en el suelo. Jalada de la correa, Sonia hizo que Alejandra se sentara sobre mi falo. Poco a poco, centímetro a centímetro se metió mi pene entre su vagina. Pude ver que tenía una argolla en el clítoris, y varias más en sus labios vaginales. Alejandra comenzó a moverse rítmicamente, a subir y bajar. Me daba un gran gozo y un extremo placer. Me sentía el ser más sucio por estar cogiéndome a mi hermana.

Quería que eso se acabara lo más rápido que pudiera, así que me concentré en el placer y acabé. Dejé ir mi semen dentro del mojado sexo de Ale. Gruesas líneas la bajaban.

¿Tan pronto Salvador? Bueno, Sonia por favor, limpiá el hoyo a la perra… con la lengua, je, je, je. Y tu Rosa, prepará a tu Pelado, que ahora mismo va a tomar a su mujer delante de su hermano, ja, ja, ja. – una malévola sonrisa se dibujó en la cara de la vieja.

El ya estaba listo…

¡Excelente Rosa, excelente!

Rosa pegó un chiflido, y una alta y tosca figura penetró por la puerta. Totalmente cubierto de pelo, con algunas cicatrices en el cuerpo. Alto, muy alto, casi de 2 metros. Garras grandísimas y una cara como de animal, casi no de gente. Tenía una erección gigantesca, su pene medía más de 22 cm. Me miró con furia, y pude reconocerlo. Era la misma criatura que casi me ataca en Livingstone, pero que no pudo por la llegada de Mama Flora y de su gente, encabezada por Fernando.

Rosa tomó la cadena de mi hermana y la llevó a los pies del Pelado. Ella temblaba al verlo, era obvio que le temía. Aun así, engulló su pene y se puso a mamarlo. Casi no le cabía entre la boca, la tenía abierta al máximo. Chupó también sus huevotes y le lamió lo pies. El Pelado estaba muy caliente.

La bestia la cargó y la tiró al suelo, se arrodilló, abrió sus piernas y la penetró de un golpe seco. Mi hermana lloró y se desesperó del dolor, pero el animal no disminuyó su fuerza ni un poquito, era como si la quisiera matar. Su palo entraba y salía de su vagina, horadándola de una manera horrenda. No se cómo no la mató. Ella gritaba y aullaba. Trataba de aferrarse de algo, pero solo conseguía arañar el piso con sus garras. Sus senos, tan grandes, mucho más antes, se estremecían ante cada embestida. Los aros en sus pezones brillaban. Su vagina estaba tan dilatada… juro que hubiese podido dar a luz a un niño gordo así.

El tiempo que la violó de tan salvaje manera fue muy largo. Ella no trató de defenderse nunca, quién sabe cual era el castigo si lo hacía. Y finalmente, el Pelado acabó. Cuando rosa, su madre, notó que ya iba a terminar, lo jaló de su cadena y le sacó el pene de su interior, y este se chorreo sobre el vientre, senos, pecho y cara de mi hermanita, pues tiraba auténticas erupciones volcánicas de semen.

Luego colgaron a mi hermana de las cadenas nuevamente y me sacaron de allí. Javier me sacó de la habitación escoltado por Sonia y me llevó a la mía. Temblaba solo al pensar lo que le pudieron seguir haciendo a mi pobre hermanita.

III

Caminé a pasos seguros. Llegué al final del pasillo, no había nadie. El Machetero me miraba con cara asustada, deseaba con todas sus fuerzas que alguien llegara a ayudarlo. Pero ¿quién? Nadie podría haberme ganado en el estado colérico tan grande que tenía.

Doble hacia la izquierda y llegué a las gradas que daban al sótano. La puerta de hierro estaba cerrada. Talvez había alguien adentro custodiando, debía averiguarlo. Toqué la puerta, y la ventana se abrió, pero lo único que vio fue la cara del Machetero con el bozal puesto y su semblante aterrado.

"¡Amo!" exclamó Mauro sorprendido, y al nomás abrir la puerta, me le fui encima sin importarme lo que hubiera dentro. Gracias a Dios el Pelado estaba encerrado en su celda y solo pudo rugir. Tomé a Mauro por el cuello y lo somaté y estrelle contra la puerta una y otra vez. Le hice un corte sobre la frente que sangró escandalosamente y lo dejé noqueado, tirado sobre el suelo.

Mi hermana seguía colgando de las cadenas, así que me apresuré a liberarla. Ella cayó al suelo y se puso en 4, y cuando yo la traté de poner de pié, no podía. No tenía tiempo de enseñarle, así que encadené apresuradamente a Mauro y me salí corriendo de allí, llevándomela sobre los hombros. Sheny la volví a cargas y al Machetero casi lo arrastraba.

Pero la suerte no me acompañaría por siempre. Al salir del sótano, no sabía a donde irme, y, quién sabe de donde, apareció Rosa gritando histérica:

¡ESCAPÓ! ¡ESCAPÓ! ¡EL LADRÓN DE ALMAS ESCAPÓ!

Entonces escuché los pasos apresurados de David y Marcos correr por el pasillo. No me quedó más remedio que correr hacia el salón donde anteriormente habían abusado de Sheny.

Entré allí, no había salida, aparentemente era imposible evitar la pelea. Sonia se encontraba ordenando no se que cosas, vestida solo con una bata, y se asustó cuando me vio con ellas. Ya sabía lo que había pasado. Escondí a Sheny y a Alejandra detrás de un sillón. Tomé la pistola y el Machete de Carlos Torres y me planté en el centro del salón. Como diría la canción de Carlos Vives, Me llevan ellos o me los llevo yo.

Pero no fueron David y Marcos los que entraron, no. Una sombra apareció frente a mi, y como una ráfaga se le lanzó encima, tirándome contra la pared. Del golpe perdí la pistola. Lo vi de frente, era el Pelado, con un semblante amenazador y feroz, espumeante la boca y brillantes sus colmillos. Se me lanzó dispuesto a despedazarme, pero yo no lo permitiría.

David y Marcos entraron luego, armados de pistolas. "¡No disparen, le van a dar a mi hijo!" gritó la vieja de Rosa, temerosa de que el Pelado recibiera una bala perdida. Sonia le quitó el bozal a su amo y este le ordenó que me disparara. Ella recogió la pistola, pero justo yo le dije:

¡Sonia, te ordeno que les disparés a ellos!

Los ojos de Sonia quedaron en blanco, y ella se quedó estática, y los del Machetero temblaron y se quedó pálido. Rosa abrió la boca desmesuradamente, llena de miedo y espanto. Ya lo sabían, sabían que Sonia era mía.

La pistola temblaba en su mano, sus ojos se mojaron y su cara demostraba un miedo profundo, Sonia abrió fuego a quemarropa contra los perplejos David y Marcos, que no esperaban un ataque de ella. Tiró varias balas, y varias se enterraron contra el cuerpo de Marcos, que cayó de espaldas con el oscuro halo de la muerte nublando sus ojos. David reaccionó y le disparó, acertándole 3 balazos en el pecho y abdomen, pero no pudo evitar una última bala que se enterró en su hombro. El cayó de costado y ella de espaldas.

Mientras, yo me debatí contra el Pelado. Una, dos tres, tres zarpazos que logré evitar, pero no un cuarto que me hirió el hombro. Luego una patada me hizo volar y caer. Luego se me lanzó encima, pero interpuse un pié y lo hice pasar de largo, estrellándose contra la pared. Vi que la vieja intentaba un conjuro, y recordé la ramita. La tomé y la tiré, y por arte de magia, las hojitas tomaron vida, se fueron dividiendo y creciendo, hasta formar 7 seres, como de 1.60 de altura, hechos de hojitas y con vida propia. 4 atacaron a Rosa y 3 se fueron sobre el Pelado. Rosa le gritó a su hijo, que no pudo ir en su auxilio pues primero tenía que acabar con lo 3 que le tocaron. Lo hizo sin problemas, pero yo lo estaba esperando…

Tomé la mesa del centro con mis brazos y la levanté sobre mi cabeza. Recuerden que parte de mis habilidades era una fuerza sobre humana. En cuanto el tercero de los seres cayó muerto y el Pelado trató de avanzar, le estrellé la mesa. Trató de esquivarla, pero todavía alcancé un hombro. "Crac" y su hombro quedó roto. Entonces rugí y gruñí y me lancé contra el. Un zarpazo le quedaría por siempre marcado sobre su pecho. Luego una patada y otra más. Puñetazos y codazos, y el rodó por los suelos, aullando del dolor. Tomó la pata de esa mesa, y lo golpeé con ella tan fuerte 3 veces, que a la tercera la pata se rompió sobre su cabeza. Cayó inconsciente.

Rosa salió corriendo, y los seres de hijitas detrás de ella. David se arrastraba por la habitación, el Machetero corría despavorido. Entonces recogí a Sheny y a Alejandra. Las 2 temblaban en el suelo, aterradas. Las cargué u me dispuse a escapar. Pero, ¿y Sonia? Sentí compasión por ella y también la recogí.

Salí de la casa con Sonia sobre mis brazos, Alejandra en mi hombro, y Sheny corriendo trabajosa y dolorosamente a mi lado. No sabía ni dónde estaba, así que era un nuevo problema que resolver. Pero entonces un bus paró en el camino, frente a la casa. Adentro venía Virgilio.

¡Salvador! entre aquí.

Me apresuré a entrar en el transporte. Vi que de un torbellino de hojas que avanzaba por el suelo se comenzó a formar la figura de un hombre. Poco a poco fue apareciendo Jacinto. El también entro al bus.

Salvador, perdón por llegar tarde.

Me sentí tan feliz de que ellos estuvieran allí. Todos nos fuimos a Cobán, llegamos al anochecer. Allí descansamos y Sonia fue atendida.

IV

¿Entonces no hay manera de devolverla a la normalidad?

No Salvador, no se puede… perdoná.

Pero, ¿cómo…?

Rosa Delgado la hizo cambiar con magia, pero los cambios son en su naturaleza, y eso no se puede alterar. Va contra sus leyes.

Creo que unas leyes se pueden romper cuando es la vida de un ser inocente la que está en juego.

Si, pero no serviría de nada. – intervino Virgilio – Ella, rosa Delgado, no sabía lo que iba a conseguir con su magia negra. Nunca planeó hacer a su hermana de tal forma, no, a ella solo le interesaba saber que lo podía hacer, fuera lo que fuera.

Así es Salvador. – continuó Jacinto – Aunque supiéramos lo que Rosa le hizo, nunca podríamos controlar el resultado. Porque la naturaleza no se debe controlar, pues es como el mar. El mar golpea siempre los muelles y las barricadas, y algún día los va a romper. Por eso hay que estar reconstruyendo. Así es el mar, esa es su naturaleza, no se puede encerrar nunca.

¿Entonces mi hermana está destinada a quedar así para siempre?

No necesariamente.

¿Cómo así Jacinto?

No podemos torcer ni controlar el paso de la naturaleza, pero si se puede… emmmm… disfrazar.

¿Cómo?

Con magia.

La conversación que continuó es un poco confusa y compleja como para poder apuntarla. Pero resumiré diciendo que podían utilizar mi poder, canalizándolo en un hechizo que le devolviera su forma normal a mi hermana. Pero durante la luna llena, ella regresaría a ser un animal otra vez. El pelo le saldría por todo el cuerpo, orejas puntiagudas, garras en manos y pies, y colmillos filosos. No había manera de evitarlo.

Pero eso no era lo peor. Ella quedó atrapada por mi maldición.

Acuérdese, Salvador, que el alma maligna de Roberto Mixtapochitl sigue unida a su sangre, a su familia. Su maldad atacará en los sitios donde usted no podrá defenderse. – me dijo Virgilio – Ahora a esclavizado para usted a su hermana, y ella nunca quedará libre tal y como lo está Sheny. Solo le queda cuidarla, solo cuidarla.

Alejandra nunca volvería a ser la misma. Sus hijos se perdieron, no supimos nada de sus paraderos hasta tiempo después. Quiso odiarme por la maldición que le traje, pero ella también la traía en sus venas y no pudo hacerlo. Trató de volver a su vieja vida, pero no podía, su alma estaba perdida, atrapada por mí sin remedio. Era mi mujer quisiera ella o no… quisiera yo o no.

David logró liberar al Machetero, y junto a Mauro y Javier, huyeron quién sabe a dónde. Yo sabía bien que los volvería a ver. También se llevaron a Tonina, a Eloisa la Tragasables y a Marta. Rosa Amalia Delgado logró escapar con el Pelado. También sabía que la volvería a ver. Y yo regresé a Los Horcones con mi hermana y con Sheny, a tratar de vivir una vida normal… que nunca nos sería posible.

Bueno, hasta aquí llega esta serie. Agradezco su atención. Espero enviar aun un último capítulo, solo para que sepan bien como fue mi vida después de el Machetero. Talvez desee, leerlo, talvez…

CONTINUARÁ….

Gran Jaguar

Pueden hacer sus comentarios y sugerencias al correo de arriba. Este es el penúltimo capítulo de la serie. Espero que les haya gustado y quisiera saber si les gustaría leer más sobre el Señor de los Horcones. Talvez pueda escribir una aventura nueva. Gracias por su atención.

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