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El Legado (03: Maldito)

en Dominación

El Legado III

Maldito:

I

Senos pequeños, inmaduros, pero muy prometedores. Una carita bonita, con la nariz un tanto larga, pero delgada, boca pequeña y vivaces ojos. Piel morena clara y un larguísimo y negrísimo cabello que caía hasta la mitad de su espalda, a modo crines de la mejor de las yeguas. Rocío era una muchacha muy bella a sus 13 años.

Subió a la habitación. Traía consigo la bolsa de pan de coco que la mandé a comprar. Me la entregó en la mano, caminó hasta cerca de la cama, y me volteó a ver expectante. Cuando se fue a comprar, la luna todavía no me había hecho efecto, pero ahora si. Recuerdo la primera vez que vio los efectos de la luna llena en mí, aquel triste día en que unos maleantes asaltaron el bus en el que viajábamos. Ya les hablé de eso, en el anterior relato que les mandé.

Volví a pensar en mi familia, ¿cómo estarán? Era un pregunta tonta, pues era obvio que estarían bien, si ahora Ana Luisa vivía con Roger… ¡Se los llevó a todos a Irlanda! ¡Maldito hijo de puta! Sabía que iban a regresar, pero el hecho es que ya los había alejado de mi vida. Sin embargo, el futuro me mostraría que lo obvio no es, forzosamente ni de lejos, lo real y verdadero. Es obvio que un león resulta peligroso, por el simple y claro hecho de que es un león, pero la pregunta es: ¿será este león en verdad peligroso, o estará domesticado ya?

Rocío se sacó el güipil dejando sus lindos senos al aire. Sus pezones sobresalían de sus jóvenes abultamientos, cómo los pezones de todas las niñas al iniciar su camino a la adolescencia. Me volteó a ver, se acercó hacia mi coqueta. Sin saberlo me coqueteaba, así como no sabía por qué lo hacía. Bajó la mirada avergonzada, luego la subió y unió su mirada con la mía, esbozando una casi imperceptible sonrisa cargada de deseo… y amor… ¿?

Salvador… – me dijo. Me decía señor, pero ese trato no me gustaba.

¿Si Rocío?

¿Quiere que me quede con usted esta noche? – eso quería decir que si no quería tener sexo con ella, se me estaba ofreciendo como lo hacía desde hacía ya meses.

Ahora no Rocío, gracias…

¿No le gusto?

Si, si, me encantás pero…

¿Entonces hoy no estoy bonita? – me dijo con carita de tristeza.

No, no… si, estás preciosa, siempre estás preciosa ya te lo dije muchas veces… lo que pasa es que ahora no tengo ganas… estoy acalorado, ansioso… tengo ganas de hacer algo, no sé qué… mirá, mejor acostate ahorita y mañana hacemos todo lo que tu querrás. Yo voy a salir a caminar un rato y regreso en media hora.

¿Lo espero despierta?

No, no es necesario linda.

Voy a estar desnuda.

Mejor dormí, te has desvelado mucho ya. Mañana hacemos todo lo que querrás. – ella asintió con la cabeza, me sonrió y me besó en los labios, con una beso tierno y puro, como el de una niña.

Salí a afuera del cuarto y me puse a caminar. No podía dormir por más que me empeñara en ello. La luna estaba llena. Me reviso el cuello y, efectivamente, traía conmigo el amuleto. Desde hace mucho aprendí a no separarme de el. Bajo las gradas del hotel y me quedo contemplando a la calle. La gente pasaba frente a mi, metida en su mundo, sus problemas. Pensé: "solo en sus problemas, ¿por qué no el de los demás también?".

Caminé un poco. El hotel estaba en una zona no muy buena de Puerto Barrios. En cada esquina había una prostituta esperando su cliente de la noche. No quise caminar demasiado por eso, a pesar de que traía conmigo una pistola, se la quité a uno de los ladrones que maté. Además, mi aspecto no era el mejor para acercarme a la gente.

Estaba a punto de regresar cuando me percaté de que una de esas putas me miraba fijamente. Eso era normal, pues con la luna llena atraigo fuertemente a las mujeres, por lo menos sexualmente. Sin embargo no me gusta atraerlas así.

Seguí caminando como si nada, pero la mujer se fue detrás de mí. Decidí parar y esperarla, encararla. ¡Y entonces me di cuenta de que era la puta que me había cogido en el motel y que dejé medio muerta! "¡Mierda!" me dije a mí mismo. Ella se me acercó, con los ojos mojados y la mirada tierna, como si hubiese encontrado al amor de su vida después de mucho tiempo de separación. Traía una lycra azul ceñida a su voluptuoso trasero, una blusa negra de malla transparente y un top blanco debajo que apenas podía cubrir semejante frente.

Llegó hasta donde estaba, casi llorando. Me vio, la vi, no pude sostenerle la mirada, me sentía culpable, casi la mato cogiéndomela. Entonces puso una de sus manos sobre mi mejilla, la comenzó a acariciar tiernamente. La pasó sobre mi cuello y cabello, y a ella las lágrimas se le salieron.

¿Qué me hizo? – me preguntó suplicante.

…,… – no le pude contestar, ¿qué le iba a decir? "me la cogí".

No he podido dejar de pensar en usted ni un minuto. Sufro cada minuto que no está conmigo… ¿Qué me hizo? – ella rompió en llanto, apoyando su cara contra mi pecho. No sabía qué hacer. Solo pude abrazarla y dejarla llorar. Me dieron ganas de llorar a mí también.

Perdón… – dije casi sin escucharme yo mismo.

¿Qué lo perdone? ¡Puta! Lo amo, ¡yo lo amo! Como no lo voy a perdonar si lo amo… pero… pero… no se qué hacer… no se qué me hizo… yo ni lo conozco… y yo lo amo…

Siguió llorando sobre mi pecho. La seguí abrazando contra el. No sabía qué hacer.

Lléveme con usted. – me suplicó – No puedo alejarme otra vez de usted, no puedo…

No puedo llevarla conmigo. – le dije, pero ella insistió.

No, tiene que hacerlo… me muero si no, le juro que me muero.

Es que no puedo…

Hago lo que quiera… lo que usted quiera. Si quiere hasta su esclava seré. Voy a ha hacerlo todo, todo. Seré su esclava, su esclava…

Pero no…

Si, por favor, se lo suplico, ahora soy su esclava…

"Ahora soy su esclava…", palabras que jamás olvidaré, nunca podré. Las dijo Rocío, las dijo Fabi, ahora las dice Sheny… y las dijo mi hermana…

¿Cómo te llamás? – le pregunté.

Alondra… bueno no… mi verdadero nombre es Sheny Marroquín. Alondra me dicen.

Mirá Sheny, yo no puedo llevarte…

Si, si puede… ¡Por favor, se lo suplico!

Pero Sheny…

¡Haré todo lo que quiera, seré su esclava! ¡Amo! ¡Amo!

Se arrodillo bañada en lágrimas en medio de la calle. Abrió mi bragueta y sacó mi verga, que ya estaba tiesa. Inmediatamente se la llevó a la boca y me la comenzó a chupar, en medio de la calle. Todos a nuestro alrededor se nos quedaron viendo, boquiabiertos e impresionados. Pero la mayoría no eran más que un montón de drogadictos perdidos y putas, así que no fue difícil que el halo de esa lujuria maligna que siempre me acompañaba los envolviera. Se calentaron y comenzaron a manosearse.

Sheny se restregaba los senos presa de una calenturas indescriptible, y sentía un placer enfermo al chupar mi pene, el pene que la tenía obsesionada desde hacía más de una año, el pene que no la dejaba dormir, el pene que casi la mata. Ella lo chupaba apasionadamente, esforzándose en metérselo entero y darme la mejor de las mamadas. Poco a poco, el placer me fue llevando y me dejé hacer.

En la calle, las putas les chupaban las vergas a muchos malvivientes que aparecían. Algunas parejas ya estaban cogiendo en el suelo. Y nuevamente, en el ambiente flotaba ese olor agridulce de la lujuria, del deseo, del placer. Gemidos de mujeres sucias y de hombres asquerosos inundaban el ambiente, mientras Sheny se ponía cada vez más caliente. Entonces pasó algo…

II

En una esquina vi lo que parecía ser una persona. Encorvada y cubierta por las sombras de un foco del alumbrado roto, una sombra me miraba. Parecía hombre, pero no lo sabía. Me miraba con furia, creo que gruñía.

Levanto súbitamente a Sheny del suelo. Ella sorprendida me reclama dulcemente "¿qué pasó?". Solo le digo "tenemos que irnos" y la jalo del brazo conmigo. Esa cosa trata de perseguirme entonces. Corre hacia mi ahora lo veo mejor. Está cubierto de pelo y su cara me recuerda a un perro.

Me asusto y trato de sacar la pistola, pero… ¡maldición! No traje la pistola, debí dejarla en el cuarto. Escondo a Sheny detrás de mi y lo espero dispuesto a vender caro mi pellejo, pero entonces se detiene en seco, se da la vuelta y comienza a correr. 2 fornidos hombres de piel negra armados con pistolas corren tras de el. Al voltear la vista, un grupo de garífunas caminaba en medio de la calle y se paran enfrente de mí.

Los garífunas son los habitantes de raza negra que habitan mi país, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, además de algunas islas del caribe. En el centro va una mujer madura y gorda, el resto son hombres. Ella y su séquito se acercan a mí.

Buenas noches señor Salvador. – me dice. No sabía cómo supo mi nombre. – No se asuste que no le haremos daño. Soy amiga de Jacinto Semuyuc. Su nahual le dijo dónde se encontraba y me pidió que lo buscara… debemos irnos, este lugar no es seguro Salvador.

…¿qué? – no comprendía nada de lo que me decía.

Vámonos Salvador.

Alcé la vista. Ya no alcancé a divisar a esa cosa. Volví la vista hacia la mujer, tendría unos 35 años, 40 a lo sumo. Gorda y redonda, su cara era amistosa a pesar de su inexpresividad. Ojos grandes y senos más grandes aun. Me miraba con desconfianza, como se mira a un niño que acababa de hacer una travesura. Miraba también a Sheny, que se escondía en mi espalda. Con un ademán me dijo que la siguiera, titubeé un poco, pero al final lo. Los negros que la acompañaban me miraban asustados, y no era para menos, con la luna llena mi aspecto se alteraba bastante. Mi cuerpo se cubría con una capa aun más grande de vello, que se me erizan. Todos los músculos se me marcan y crecen considerablemente. En fin, una serie de cambios que ustedes ya conocen (si leyeron mis relato anteriores claro está) y que me daban un aspecto más que fiero y amenazante.

La negra atrapó una mariposa nocturna. Algo le dijo muy de cerca, seguramente en su lengua, y dejó ir a la mariposa.

Ella me dirá algo, por ahora vámonos.

¿Cómo se que viene de parte de Jacinto Semuyuc? – le pregunté con justificada razón.

Me dijo que le mostrara esto. – sacó de su bolsa una hojita y la dejó caer en un charco. De inmediato cobró vida, saludándome con un cortés ademán. Caminó y desapareció entre una reposadera.

No me quedaron dudas después de esa demostración. Por otro lado, no tenía razones para creer que Jacinto me haría algo malo, por lo que decidí irme con la hechicera, pero antes le pregunté su nombre:

Florinda Chacón, pero todos me conocen como "Mama Flor"…

II

Fuimos hasta un muelle y subimos a un lanchón. La noche estaba despejada, las estrellas brillaban recias en el firmamento. "Hoy hay bendiciones para usted" me dijo Florinda. Les dije que tenía una entrevista de trabajo muy importante para mi la mañana siguiente, pero me dijo: "no lo necesitás… ir con nosotros si…" y nos fuimos. ¿Quién podía con semejante mujer?, era imposible discutir con ella.

Rocío me tomaba del brazo con firmeza, Fabi se aferraba a ella. Estaban atemorizadas y muy asustadas. No me soltaron en todo el camino. Del otro lado, Sheny se refugiaba bajo mi abrazo. Cuando entré a mi habitación con Florinda y sus hombres, Rocío se asustó mucho. Me esperaba desnuda con las piernas abiertas y destapada. Fabi se despertó al oír el sonido de los pasos. Creo que Sheny se sintió celosa. Justo en ese momento regresaron los 2 hombres que Florinda envió a perseguir a esa cosa por la calle. Venían agitados, y uno de ellos parecía haber peleado.

Era el "Pelado".

¿Los lastimó? – preguntó Florinda.

No, no… no nos logró morder, pero a Christian le arañó el pecho.

Ramiro, echale la pomada azul.

Definitivamente es el "Machetero".

Si Fernando, el es… siempre es el.

Yo era ajeno a todo lo que hablaban ellos pues no les comprendía nada. Pero ya en su casa, Florinda me lo contaría todo con lujo de detalles. Mientras, el lanchón saltaba sobre las olas de la bahía de Amatique.

Llegamos a su casa. Era una bonita construcción de madera al estilo garífuna. En el frente tenía un concurrido restaurante. Una muchacha negra llevó a Rocío y a Fabi a un cuarto para que durmieran, Sheny se fue con ellas. Mis 2 niñas estaban muy asustadas y las tuve que acompañar allí para que se tranquilizaran. Después regresé con Florinda.

Usted tiene muchas dudas y muchas preguntas… empiece. – me dijo con sequedad.

…,… – me quedé callado con cara de tonto, había tanto que preguntar, pero no sabía por dónde empezar.

Jacinto me pidió que lo buscara y lo protegiera. Algo malo está pasando y tiene que ver con usted…

¿Qué cosa?

Paciencia, paciencia. Todas las preguntas tienen respuesta, todas las respuestas vienen de una pregunta. Usted tendrá las suyas, pero tanga paciencia. Usted corre peligro. Es por el talismán que lleva. Es su bendición, también su maldición. No puede vivir sin el, pero con el su vida corre peligro. Es como un mono que sabe que un jaguar lo espera bajo el árbol, y que un águila lo espera arriba. Con los 2 caminos hallará la muerte… pero se puede ir por una rama. Hasta en los días oscuros el sol brilla. – me ofreció una taza de una bebida típica, la tomé, era muy rica. – Usted no es normal… no como el resto de hombres. Solo mírese al espejo. Hoy, un ser maligno lo trató de matar.

¿El Pelado?

No, ese es la mano que empuña el cuchillo. Es el "Machetero", un hombre muy peligroso. Sabrá más de el después. El quiere su amuleto, sería muy poderoso si lo roba.

La mariposa que atrapó regresó entonces. La negra la tomó en su mano y la llevó a su oído, escuchó algo, no se que le decía. Después la dejó ir. Me dirigió su cara y una sonrisa se dibujó en sus labios.

Usted no sabe.

¿Qué cosa no se?

De usted.

¿Perdón?

No sabe quién es usted.

No se a qué se refiere.

Ya sabrá, ya sabrá.

No entiendo.

Usted debe ir a Joyabaj, con Jacinto. El tiene qué decirle, es muy importante.

No entiendo nada.

No, usted no entiende nada.

¡Pues explíqueme! – le grité sobresaltado. El negro que se encontraba en una habitación contigua se puso de pié y se asomó a la puerta. Florinda le hizo un además, y volvió a su puesto.

Pregunte… – me dijo muy seria.

…,… – medité un momento y le dije – ¿por qué se formó esa orgía?

Su sangre está maldita, la lujuria lo persigue y agarra al que está cerca suyo. La mariposa habló con los espíritus y me contaron. La lujuria lo persigue y agarra al que está cerca de usted. Es su maldición.

No entiendo.

Usted deja salir esa lujuria que atrapa a todos.

¿Y por qué ahora Rocío, Fabi y Sheny no me pueden dejar?

Porque morirían.

Porque sus vidas están cosidas como con hilo a la suya. Sus vidas dependen de la de usted.

¿Pero por qué?

Porque perdieron su alma dentro de la de usted. Es otro pedazo de su maldición. Usted es un ladrón de almas. Quedan pegadas a las suyas sin remedio. Si usted se va, ellas se mueren.

¿Y por eso se comportan como mies esclavas?

Si. – mi mirada fija en ella le indicó que no estaba contestada esa pregunta. - Cuando sus almas quedaron pegadas a la suya, su voluntad y su deseo pasaron a ser de usted también. No hay nada qué hacer, ellas son suyas hasta que se mueran.

Esa mujer resultaba ser fría e implacablemente sincera, a quemarropa. Por un lado era buena, pues me decía todo muy claro. Pero por supuesto, no era más que un consuelo de tontos. Mi realidad era más que triste y deprimente. Adheridas sin salvación a mi, habían tres hermosas mujeres, cuya vida me habían regalado y ahora tendría que cuidar, era lo menos que podía hacer. Imagínense semejante responsabilidad. No era su culpa, estaba más allá de ellas. Pero tampoco era mía, yo no me merecía esa maldición, nunca la pedí, jamás la busqué. Pero de todas formas, no podía dejar de sentirme tan culpable, tan miserable, tan sucio. Poco faltaba para comprender que la suciedad era una parte inherente a mi sangre. Mi sangre ya venía sucia, desde el día en que nacía. No, me corrijo… desde el día en que fui concebido.

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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