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El Legado (07: Perdición)

en Dominación

El Legado VII

Perdición:

"…el diablo menea su culo en todas direcciones…"

I

Mi abuelo desapareció en el aire, tomado de la mano de Ana, ella lo guiaría hasta su nueva morada, en el cielo o el infierno, nadie lo sabía. Y el resto de almas condenadas, algunas se rendían pacíficamente al encantamiento de los 3 chamanes, Jacinto Semuyuc, Virgilio Pérez y Florinda Chacón, "Mama Flora", y emprendían su camino hacia el otro mundo. Otros, en cambio, se resistían tenazmente, atados por la fuerza de su odio a la casa que una vez los vio padecer las peores de las muertes, solo por el placer enfermo de mi abuelo. Mi abuelo… su voz todavía retumbaba en mi oído.

Yo una vez fui un chamán, uno muy bueno, de los mejores. Aprendí junto al maestro Simón Pop, a la par de Jacinto Semuyuc y de Virgilio Pérez. Había otro alumno, una mujer, Ana Sotoj. Tata Simón me graduó antes que a todos, yo era el mayor y el mejor, el me quería como su sucesor. Ana y yo éramos inseparables. Yo la amaba como a nada, y ella a mí. Pero el diablo menea su culo en todas direcciones… el diablo menea su culo en todas direcciones…

Los chamanes me entregaron la lanza negra para que la cuidara y vigilara que no fuese utilizada para el mal, y yo me sentía honrado en extremo, me sentía el mejor de todos los chamanes sobre la tierra, ¡invencible!, ¡indestructible!… mi primer error.

Ana y yo nos casamos, pero no quise tener hijos. Le dije que todavía éramos jóvenes, que eso podía esperar. Ella aceptó, triste, pues se moría de ganas por tenerlos, pero aceptó al fin. Verás Salvador, mi camino de perdición fue lento y progresivo. No me di cuenta de ello hasta que me encontré tendido en el fondo, con el lodo hasta la cara. Pero entonces ya era muy tarde, ya no había camino de regreso.

¿Cómo fue eso?

Fue una mañana. Desperté en mi casa, me dolía la cabeza, y estómago me daba vueltas, todo me daba vueltas… estaba de goma. Salí de mi habitación y me dirigí a la pila de abajo, y una sombra se cruzó por mi camino. Me ericé de inmediato, mis colmillos brillaron bajo la tenue luz de esa mañana, y mis garras se prepararon para romper y rasgar, pero no pude hacerlo… la silueta más hermosa que había visto en mi vida apareció corriendo frente a mi. Era Ana, ¡mi Ana! La vi correr grácilmente lejos de mí, envuelta en una falda azul bordada por ella, casi flotando.

Cruzó la puerta de la entrada y salió al jardín. Como rayo la alcancé, desnudo como estaba. Quería besarla, abrazarla, sentirla contra mis manos, estrujar sus pechos con el mío… pero no. En cuanto la alcancé, le quité la falda que la cubría y ¡horror de horrores! ¡Allí estaba ella Salvador, allí estaba ella! Sus pechos todavía sangraban la furia de mis garras. La marca de mis colmillos en su cuello seguía fresca, sanguinolentamente fresca. Y su cara, tenía la misma expresión de lujuria y tremendo placer, combinada con ese temor gigantesco y ese dolor maldito, que entre los sollozos más desgarradores, la llevaron a la muerte. Si Salva, ella estaba muerta… yo la maté.

No podía dejar de pensar en ello, el la mató. Ana era y fue hasta su muerte, el amor de su vida, la única mujer a la que amó. Pensé entonces en Ana Luisa, mi ex esposa. Ella me engañó con mi jefe, y después del divorcio, se fue con el llevándose consigo a mis hijos. Me quería morir el día que me enteré que me engañaba, me sentí la cosa más pequeña e insignificante del planeta. Y aun ahora, que ya tenía tiempo de no recordarla, pensar en su muerte, me pone mal.

El abuelo no me quiso decir cómo fue que la mató, que eso no era importante, me dijo. Siguió con su relato.

Sus pechos sangraban. Pedazos de carne y piel le colgaban. Su vulva, destrozada, desgarrada. Y vario horribles cortes de mis colmillos se veían en su cuello. Su mirada era de reproche, de una hondísima tristeza y un pesar inconmensurable. Una mirada lastimera, de lástima por mí.

"Amor, hablame" le pedí varias veces. Ella solo se limitó a darse la vuelta decepcionada, y se desvaneció entre su falda, como muchas otras veces se desvanecería frente a mis ojos.

Entonces volteé la cara, y me di cuenta de qué era lo que la entristecía, y el por qué ya no volvía conmigo, por que me huía. Corrí hacia la casa, entré y me dirigí hacia el sótano. Abrí de golpe la puerta y entré. Iba desnudo. El Toro estaba cuidando allí adentro. Te preguntarás, qué cosas guardaba yo allí que requerían de un guardián. Pues allí se encontraban mis esclavos y esclavas, aquellos infelices que yo utilizaba para darme placer a pesar de su dolor… más bien, utilizaba su dolor para darme placer. Hombres, mujeres y niños se encontraban allí, desnudos y encadenados, lastimeros. Me rogaban que los tomara y abusara de ellos, así de esclavizados a mí estaban.

Eran ellos, eran ellos. Ellos asustaban a mi Ana, ellos la mantenían lejos. Y en ese momento me di cuenta de mí. Estaba muy cansado. Pasaron por mi mente las imágenes de Ana y yo cuando Tata Simón nos entrenaba y nos educaba. Sus ojos brillantes que se perdían en los míos, muy negros. Su cuerpo desnudo, brillante de sudor y de ansias de ser mío. Mi pene hinchado, temblando de las ganas de zambullirse dentro de la húmeda y cálida vagina de esa mujer que amé con locura… y que seguía amando con locura.

Pero, ¿y ahora? ¿Ahora que mantenía como mis esclavos sexuales a cientos de personas en mi sótano? ¿Ahora que había abusado de una niña de 11 años y de su madre toda la noche, hasta la saciedad, aun sin importarme los dolorosos desgarros que la pobre niñita sufría cada vez que la penetraba? ¿Ahora que fallecía un esclavo cada semana y yo lo reemplazaba de inmediato por otro? No, no eran ellos los que la asustaban, era yo…

II

El conjuro terminaba y ya no quedaban almas en pena dentro de la casa, todas habían sido exorcizadas.

Jacinto, cansado, tomó asiento en una piedra, contigua a la mía. Estiró su mano, y acarició tiernamente, como un abuelo, el cabello de Fabi. Mis 3 mujeres todavía temblaban asustadas.

Yo me sentaba aquí antes Salva. – me dijo Virgilio desde atrás.

Yo también. Y Emilio en la grandota de allí enfrente. El maestro Tata Simón se ponía en medio y nos enseñaba.

Nos instruía mucho el maestro.

Es increíble como puede cambiar tanto una persona. Casi ni me puedo imaginar a mi abuelo como ustedes me lo describen ahora…

¿Cómo un hombre bueno y justo?

Si, así.

El se dejó llevar por el poder, por las cosas. El mal trabaja muy bien, no son monstruos y diablos como se cree. – me dijo Virgilio – Los Diablitos son apara asustar a los patojos, solo para eso.

El mal se mueve entre las cosas, entre los que nos pasa. Si me dan una manada en la cara, eso es malo, pero el mal está en la manada que le voy a dar de regreso. – intervino Jacinto.

Si un toro me pega, el mal será que yo mate al toro. Así es el mal.

Si, seduce más una cerveza bien empacada que una fea…

…y las 2 lo llevan al vicio a uno… tu alumno es listo Jacinto. - ¿Alumno?

Si, si…

Parece pariente de Emilio Medina. – dijo sarcástica Mama Flora. – Ni más ni menos el nieto.

Me llamó la atención este comentario, así que les pregunté.

Emilio era un chamán muy poderoso. Fue el mejor alumno de Tata Simón, y antes de caer, fue peleador del mal.

Todavía no comprendo bien lo que pasó.

El mal se le metió. – dijo Mama Flora.

El mal si sabe trabajar. El malo se disfraza de bueno para meterse en tu casa, quedarse con tu mujer y quitarte tus hijos. – agregó Jacinto.

Y tenían razón. La historia de la caída de mi abuelo es la de un hombre que intentó concienzudamente hacer el bien, pero que erró el camino y terminó haciendo el mal sin darse cuenta.

El empezó a estudiar la lanza negra. Comenzó a explorar sus poderes, aprendió a dominarlos y eso lo hizo sentir muy poderoso. En realidad lo era. Pero en su corazón comenzó a crecer una ambición cada vez mayor, un ansia de ser más fuerte, disfrazada bajo la identidad de una genuina preocupación por estar bien preparado para enfrentarse al mal, que se sabía volvería. Lo que no pudo deducir fue que lo haría a través de el.

Empezó con pruebas de los poderes de la lanza. Experimentó con estos y la luna llena, y como le fue bien, se arriesgó, sin darse cuenta de que estos ya se habían puesto en el. Fue así como mató a su esposa. En una noche de luna llena, los poderes de la lanza se apoderaron de el. No estaba preparado para controlar esto, y se convirtió en el monstruo que yo me convertí, el día que masacré a los delincuentes en Coatepeque, o que el día en que abusé de Sheny.

III

Ana se interpuso frente a el, y el la atacó sin piedad. Y no se dio cuenta de lo que hizo sino hasta la mañana siguiente. Le dijo a Tata Simón, a Jacinto y a Virgilio, que ella había sufrido un accidente, pero Virgilio no se lo creyó e investigó. Examinando el cuerpo de Ana, llegó a la conclusión de que ella no murió en un accidente, sino que la mataron. E investigando sobre la lanza negra halló la verdad. Después, vendrían las batallas contra Emilio Medina, el ladrón de almas.

Pero jacinto, no me quedó claro lo que me contó el abuelo sobre su caída.

Salva, mirá: la maldición que pesa sobre tí es una mezcla de cosas. Una, es el poder de la lanza negra. La lanza tiene el poder de la noche, las garras y los colmillos son sus armas. Y tú te ponés del mismo tamaño del antiguo guerrero, dueño de la lanza, Tukub Cahi Chamul, antiguo señor de Tikal y dueño de una legendaria armadura sagrada. La lanza negra es parte de la armadura. Por otro lado, la maldad de Roberto Mixtapochitl sigue dentro de ella. Es esta la que perdió a tu abuelo, y la que se apodera de ti cuando te convertís en ese animal.

¿Le hablaste de cuando un chamán da su vida por algo?

Si Virgilio, si lo hice.

Pues ese es el poder más grande que hay… o la peor maldición de todas.

¿Cómo así? – pregunté.

El poder más grande es dar tu vida por algo. Un chamán puede hasta revivir un muerto de esta manera. Tu vida es lo más grande que tenés, y darla por una causa justa es el regalo más grande, y el encantamiento más poderoso, que se puede hacer.

Pero es igual con el mal. Cuando se da la vida por el mal, esta queda permanentemente pegada a el, y seguirá haciendo el mal por siempre. Es un castigo, pues nunca se podrá estar en paz, siempre se seguirá haciendo el mal. Y el mal solo trae dolor. Y el dolor odio, y el odio más mal. El poder de esa vida le estará dando poder al mal.

Así que Roberto Mixtapochitl quedó condenado dentro de la maldición que el lanzó.

Si, – me respondió Jacinto – pero no fue el quien lanzó la maldición. La maldición fue una mezcla de cosas.

Su abuelo tiene más ver en ella que Mixtapochitl. – sentenció Mama Flora.

Si Salvador. Tu abuelo es el verdadero culpable de la maldición. El fue quien encontró la manera de nublar las almas, las mentes. En realidad no buscaba hacer mal. El creyó que con ello podría ganarle al malvado más fácilmente. Controlando su alma para que ya no pudiera hacer mal. Pero no sabía que la maldad de Mixtapochitl seguía poseyendo la lanza. Ese brujo estaba muy apegado a ella. Así, tu abuelo se dejó llevar por el mal.

Lo demás era fácil de suponer. Aprendió a controlar las mentes de los demás. Pronto lo comenzó a hacer. Primero con malvados, pero luego, poco a poco, comenzó a conseguir que las personas le hicieran pequeños favores. Los pequeños favores fueron haciéndose más grandes. Así, paso a paso, es fácil perder lo escrúpulos, hasta llegar a abusar de los demás. Así, se forjó una acaudalada fortuna, y un ejército de esclavos, y enemigos.

"El poder absoluto, corrompe absolutamente" reza el refrán. Y ustedes podrán juzgar qué tipo de poder daría la capacidad de poder controlar las mentes y las almas de los demás. Sencillamente eso no tiene límites…

CONTINUARÁ…

Gran Jaguar

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